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viernes, 28 de agosto de 2009

De Segorbe a Caudiel por la Vía Verde de Ojos Negros

Como inmortalizó con su obra de teatro Fernando Fernán Gómez, indudablemente “Las bicicletas son para el verano”, y tomando como propia esa máxima me decidí a realizar en una calurosa tarde de agosto, un recorrido ya transitado en numerosas ocasiones, pero esta vez con la idea de verlo a través del objetivo de la cámara de fotos: de Segorbe a Caudiel por el trazado de la Vía Verde de Ojos Negros. Coronando la subida vislumbro el Mas de Valero

Como breve apunte histórico diríamos sobre la antigua vía minera que, a finales del siglo XIX se concedió la explotación de varios yacimientos de hierro en la localidad turolense de Ojos Negros a unos empresarios vascos que fundaron la Compañía Minera de Sierra Menera. Debido a divergencias con los dirigentes del Ferrocarril Central de Aragón, se decide la construcción de un ferrocarril propio para el transporte del mineral desde las minas de Ojos Negros hasta el embarcador creado en la playa de Sagunto (origen del actual Puerto de Sagunto), para su transporte y, posteriormente su transformación en los Altos Hornos. Ambos ferrocarriles discurren de manera casi paralela y en ocasiones a unos pocos metros de distancia uno del otro.

Junto a la Masía me incorporo a la Vía Verde

El último viaje se realiza en 1972 y ésta se desmantela. No será hasta 2002 cuando se inagure el tramo valenciano de la actual Vía Verde, la que actualmente es considerada la mas larga de España con una longitud aproximada de 147 kilómetros.

La Cartuja de Vall de Cristo en primer término

Así pues, me monto en la bicicleta y enfilo la salida de Segorbe en dirección a la Masía de Valero donde me uniré a la vía a su paso por el término municipal segorbino. Son 2,5 km. que realizo en dirección a la Sierra Calderona por una carretera asfaltada, cruzando primero el Puente Nuevo (de estilo modernista y realizado a comienzos del siglo XX) y un paso elevado sobre la autovía Mudéjar (A-23), primera de las múltiples ocasiones en la que la atravesaré durante mi recorrido. Asciendo una dura aunque corta pendiente en dirección a la citada masía y giro a la derecha donde me espera el comienzo del trazado de la vía.

Multitud de puentes son atravesados durante el trayecto

En poco más de tres kilómetros llegaré a la villa de Altura (segunda población en importancia de la comarca del Alto Palancia), distancia que transcurre permitiendo observar en todo momento, al comienzo la ciudad de Segorbe, mas adelante el frondoso paraje del pinar de San Juan, las ruinas de la Cartuja de Vall de Cristo y por último la torre de la iglesia parroquial de San Miguel de Altura que nos advierte de la próxima aparición de la población.

Altura se descubre en lontananza

La ruta desemboca en el Parque Municipal de la localidad, momento en el que la Vía se interrumpe durante unos trescientos metros puesto que su espacio fue utilizado hace ya algunos años por dependencias del camping municipal y una balsa de riego.

La Vía Verde continúa después de la alberca

Bordeo por la carretera que nos llevaría a Gátova en pleno Parque Natural de la Sierra Calderona, para retomarla después de la alberca y enfilar el camino hacia Navajas atravesando el vial recientemente bautizado, como no podía ser de otra manera, como calle de la Antigua Vía Minera, siendo este trecho y su continuación hacia Navajas el mas anodino del trayecto ya que se comparte con vehículos, teniendo que soportar el polvo que estos levantan, situación un tanto incómoda para un cicloturista.

La Autovía Mudéjar pasa sobre el túnel construído al efecto

Pero pronto llego nuevamente a cruzarme con la autovía Mudéjar, que esta vez paso por debajo, y me reincorporo a la vía, dejando a mi derecha la imagen del paraje de la Esperanza, sobresaliendo entre los pinos la visión de su ermita en la cima que preside el mencionado lugar y donde se encuentra a sus pies el manantial homónimo, que abastece de cristalina agua a diversos pueblos de la comarca.

La ermita de la Esperanza nos saluda desde su atalaya

Cruzo la antigua nacional 234 (Sagunto-Burgos) y bordeo la Urbanización Altomira donde la visión de los chalets con sus piscinas de aguas relucientes me invita a hacer un alto en el camino y refrescar mis ya considerables sudores.

Puente por "Donde se cayó la burra y no se mató"

A continuación, llego a uno de los múltiples puentes que pasan por encima de nuestra ruta y que destaco por su curioso nombre: “puente donde se cayó la burra y no se mató”, para a continuación discurrir junto al camping de la población de Navajas, que me permite apreciar toda la belleza de dicha población en su conjunto, destacando sus singulares casas colgadas que observan desde su atalaya el lecho del río Palancia, y como testigo impertérrito de tanta belleza el segundo Parque Natural que disfruta la comarca: el de la Sierra de Espadán, con su techo el pico de la Rápita con sus 1.106 m. de altitud, que me vigilará desde este momento hasta la finalización del recorrido.

Bella estampa de Navajas con la sierra Espadán al fondo

El camino discurre por un agradable tramo, posiblemente el mas concurrido por la cercanía con la población, encontrándome ahora con un grupo de ciclistas, luego con una pareja haciendo footing, mas tarde con una familia completa (con carrito de bebé incluído) que aprovecha el lugar para pasear plácidamente. A partir de este momento será una constante en la excursión ese ir y venir de personas en diversos medios de locomoción lo que hará , si cabe, mucho mas ameno el tránsito.

La oscura boca del túnel me engullirá sin compasión

Poco antes de llegar al mirador del pantano del Regajo me introduzco por la boca del primero de los tres túneles por los que tendré que discurrir, en general bien iluminados, pero que requiere de mi máxima precaución para evitar recientes malas experiencias propias, o sustos ajenos.

Mi medio de locomoción toma un respiro en el mirador del Pantano del Regajo

Llegamos así al mencionado mirador, sin lugar a dudas el entorno mas fotografiado del tramo que nos ocupa y que nos invita con su zona de recreo a descabalgar de nuestra montura, libar un buen trago de agua y contemplar el paisaje en todo su esplendor. Observamos en primer término la presa del embalse, sorprendiéndome con alegría que su capacidad está en un nivel elevado, olvidando épocas no muy lejanas en la que su visión transmitía una inmensa tristeza. Junto al pantano discurre también el actual trazado de ferrocarril , que compartió importancia con la vía minera, y que en su particular lucha por sobrevivir salió vencedor.

Los cicloturistas transitan junto a las abandonadas edificaciones

Pero el tiempo apremia y reanudo la marcha para afrontar el tramo que me llevará hasta la población de Jérica, a golpe de pedal, observando el paisaje en el que me llama la atención la gran cantidad de edificaciones otrora utilizadas por los ferroviarios y hoy abandonadas, a las que imagino dándole un uso lúdico; bien es cierto que sí existen áreas de descanso cada cierto tiempo, habilitadas con mesas y con un curioso aparcamiento para bicicletas confeccionado con traviesas de vía.

Las traviesas de las vías sirven de aparcamiento para las bicicletas

Acercándome a Jérica contemplo extasiado su pintoresco perfil, coronado por la singular torre Mudéjar, única de este estilo en toda la Comunidad Valenciana, dando sentido a la denominación de la autovía, y que explotará con toda su fuerza cuando la carretera abandone la Comunidad Valenciana y se introduzca en la provincia de Teruel.

La torre mudéjar de Jérica destaca sobremanera en el paisaje

Por segunda y última vez, la vía verde desaparece durante aproximadamente un kilómetro y medio, obligándome a atravesar la población siguiendo el antiguo trazado de la N-234, para en las afueras del casco urbano, retomar nuevamente la pista motivo de mi excursión.

La longitud del túnel apenas permite adivinar su final

Me preparo a transitar por el último tramo antes de la llegada a Caudiel. Este consta de algo menos de seis kilómetros y nos recibe con el último y más largo túnel del recorrido. Me espera impaciente con su boca negra y abierta, y me engulle hacia un mundo húmedo, frío, oscuro, subterráneo, que provoca por momentos tiritonas merced a la diferencia abismal de temperatura entre la de sus entrañas y la del sofocante calor estival del exterior.

Las largas rectas se suceden durante el tramo Jérica-Caudiel

Repuesto de la experiencia, el trecho discurre por espacios de largas rectas donde se va, sin prisa pero sin pausa, superando el desnivel existente entre ambas poblaciones, desnivel que no supera en ningún caso el 3% pero que su constancia va desgastándome las energías que todavía guardo almacenadas. Me hace pensar en la habilidad de los que proyectaron el trazado, que fueron capaces con maestría de sortear los desniveles del terreno con un trayecto apto para las locomotoras de la época.

El ferrocarril discurre apenas a unos metros cuando ya se divisa Caudiel

Ensimismado en mis pensamientos diviso a lo lejos las primeras casas de Caudiel así como la torre campanario de la parroquia de San Juan Bautista, que me anuncian la meta de mi itinerario. Tras un último esfuerzo en el que discurro por una zona arbolada, a la que agradezco sus placenteras sombras, por fin llego a las primeras casas de la zona baja del pueblo, conocida como El Barrio, donde me espera una joya de la arquitectura popular que perdura todavía: El lavadero.

La zona arbolada previa a Caudiel nos regala sus sombras

No imagino mejor sitio para descansar que un lugar donde el agua es abundante y fresca, para poder reponer fuerzas, rellenar el agua del bidón y descansar el tiempo suficiente para volver a coger la bicicleta y deshacer, pedalada a pedalada, el camino recorrido y así volver a mi punto de partida.

Transito bajo el puente, giro a la izquierda y diviso el final del trayecto

Han sido algo mas de 23 kilómetros disfrutados al máximo y que me han producido abundantes y hermosas sensaciones en su discurrir, pero no puedo entretenerme mucho porque todavía me queda el regreso y el cada vez mas cercano fin del estío acelera la merma de luminosidad en el ambiente...

El lavadero nos recibe con su fresca y cristalina agua