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viernes, 27 de noviembre de 2009

Señorío de Bértiz

Tomando la carretera Nacional 121-A que une la capital navarra con el mar, se llega, tras transitar 40 Km. en dirección septentrional, a la localidad de Oronoz-Mugaire, donde se localiza, a orillas del río Bidasoa el Parque Natural del Señorío de Bértiz.
El caserío de Tenientetxea hace las veces de Centro de Interpretación de la Naturaleza

El río Bidasoa fluye junto al paraje
El Parque es una vasta extensión de más de 2.000hectáreas coronada por el monte Aizkolegui, sucediéndose por él los montes y los valles tapizados de frondosos bosques atlánticos, en los que abundan los robles y las hayas como representantes del reino vegetal y los ciervos, jabalíes y corzos en representación del animal.
Su origen se remonta al siglo XIV, habiendo pertenecido al señorío o casa de Bértiz por donación de los Reyes de Navarra hasta 1898, cuando fue adquirido por el abogado pamplonés Pedro Ciga Mayo, empedernido viajero, quien a su vez lo donó a su muerte en 1949 a la Diputación Foral de Navarra, con la única condición de que se mantuviera como él lo dejó, y que fuese utilizado exclusivamente para fines recreativos, científicos y educativos.
Los senderos facilitan el agradable paseo por los jardines
Al sur del parque y junto al cauce del Bidasoa se encuentra el lugar objeto de nuestra visita. Hablamos de los jardines y el palacio de Bértiz, cuyo conjunto data de hace mas de 100 años, habitando un espacio superior a las tres hectáreas, y acogiendo una ingente colección botánica, con más de un centenar de ejemplares traídos por Ciga de remotos lugares del mundo, así como de una nutrida representación de especies autóctonas.
La jungla de bambúes es uno de los lugares emblemáticos del recinto
El agua siempre está presente entre la frondosa vegetación
El recinto se transita pausadamente, saboreando cada paso, por un atractivo entramado de senderos perfectamente señalizados, que permite al caminante descubrir todas las distintas especies vegetales que atesora, ya que todos ellos están debidamente rotulados; primero un tejo junto a un liquidámbar, luego un cedro, mas tarde azaleas y camelias, allá a lo lejos hortensias, limoneros y el singular ejemplar de ciprés calvo, que paladeamos lentamente mientras nos adentramos en una jungla de bambúes, para posteriormente atravesar el puente que supera un pequeño estanque que divisamos repleto de delicados nenúfares.
En nuestro discurrir contemplamos junto al suntuoso mapamundi botánico, puentes, cascadas, estanques, senderos, fuentes decorativas y pérgolas que engalanan más si cabe el emblemático lugar.
La pérgola y el mirador al fondo
Pero eso no es todo, ya que el parterre disfruta de diversas construcciones como el palacio, la capilla o el mirador sobre el río Bidasoa, verdaderas joyas arquitectónicas del Art Nouveau de finales del siglo XIX y principios del XX. Estos edificios, respetando la última voluntad de su último propietario privado se disfrutan como salas de exposiciones y actividades formativas relacionadas con la naturaleza, especialmente del entorno idílico del parque.

Junto al palacio y las edificaciones adyacentes se nos presentan diversas fuentes decorativas