domingo, 20 de octubre de 2013
El gusto por prohibir, o Barcelona ciudad cerrada
sábado, 10 de octubre de 2009
Contra la censura, calabazas
* Agustín de Foxá (1903-1959) fue poeta, narrador, autor teatral, periodista y diplomático español al servicio de Franco. Fue miembro de Falange y colaborador de La Gaceta literaria y sobre su ingenio circulan todavía una infinidad de anécdotas. Quizá sus obras más conocidas sean la novela Madrid, de Corte a cheka (1938) y la pieza teatral Baile en Capitanía (1943), aunque es probable que lo que mejor haya soportado el paso del tiempo sean algunos de sus poemas y un puñado de los artículos que publicó en ABC. Por cierto, no soy ningún entusiasta de la obra de Foxá, que he leído y me parece que conozco bien.
* Las fotos son de Gemma Pellicer.
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lunes, 6 de octubre de 2008
La CENSURA en la red
Los que hayan visitado, en las últimas semanas, el blog Foto-relatos, de Antonio Cardiel, y el del chileno afincado en Panamá Rolando Gabrielli, se habrán llevado una desagradable sorpresa, pues antes de acceder, aparece el siguiente cartel, que ha colocado Google:
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Lo comprendo y deseo continuar.
No deseo continuar.
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Si para acceder a la bitácora de Foto-relatos se optaba por la primera opción, en busca de ese contenido dududo, el lector accedía a un blog de fotos de viajes diversos, la India entre ellos; de personajes anónimos de principios del XX cuya historia el autor se proponía componer, y a fotos de guerras mundiales y ciudades alemanas destruidas, además de a una colección de postales antiguas de una joven, Eulàlia, que posaba desnuda, aunque emboscada tras un decorado vegetal, en el estudio de un pintor, también de comienzos del siglo pasado, lo que a estas alturas no parece que pueda tacharse precisamente de "contenido dudoso", aun cuando nunca falten mentes retorcidas dispuestas a pulsar la tecla "Contenidos de dudosa reputación".
Ahora, sin embargo, Antonio Cardiel ha publicado en su blog la siguiente carta:
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Hace un mes, cuando regresé de mis vacaciones, me encontré con la desagradable sorpresa de que alguien había considerado a mi blog pornográfico y había escrito a google para interponer una barrera o advertencia de contenido. Por un lado, resulta intolerable que en un medio como internet pueda ejercitarse esta especie de censura indiscriminada: cualquiera puede ejercerla, ya que google ni controla contenidos ni supervisa esas quejas, por lo que los blogeros estamos sujetos al capricho de quienes se creen en posesión de una moral irreprochable, con lo reprochable que esto es. Por otro, el número de visitas ha descendio drásticamente, lo que todavía introduce más extrañeza en el asunto al comprobar que esa advertencia surte efectos y arredra a los posibles lectores. Es por ello que voy a abandonar este servidor, blogger, para, en cierto modo, independizarme en mi propio dominio, por lo que durante unos días este blog no se actualizará hasta que tenga preparado el nuevo espacio para mis escritos. Espero tener todo listo para la semana próxima, quizá hacia el 8 de octubre. Siento interrumpir esta comunicación con vosotros, amables lectores, pero espero que todo sea para bien y que mi nuevo espacio de escritura os siga interesando.
Un saludo,
Por su parte, la escritora chilena Lilian Elphick, hace unos días, colgaba en su bitácora la siguiente entrada, con el título de "Yo acuso":
¿Qué es lo que prohíbe Photobucket? ¿Una serpiente? ¿La palabra Arbeluc? No. Todos sabemos que la censura radica en la mostración de tetas, areolas, pezones y otras presas ‘dignas de pudor y de ocultamiento’. He aquí lo obsceno. Lo he dicho mil veces y no me canso de repetirlo: la única obscenidad es la guerra, el hambre, la moralidad imbécil y el doble estándar. Y el mundo está plagado de censores que se dedican a borrar, suprimir y satanizar, no sólo partes del cuerpo humano, sino ideas, concepciones culturales, modos de ver la vida.
Giordano Bruno fue quemado vivo en Campo dei Fiori en 1600; los asesores de Berlusconi hicieron desaparecer el pecho albo de la señora Verdad desvelada por el tiempo, del pintor renacentista Giambattista Tiepolo, en 2008. ¡Hasta cuándo! ¿Quién nos salvará de esta lacra de descerebrados defensores de las buenas costumbres? Y la respuesta es: nosotros mismos. ¡Quién más!
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Las cosas se ponen feas. El mito de la red como un espacio de libertad, con episodios como éste, se desmoronará pronto. Los casos de Antonio Cardiel, en España, de Rolando Gabrielli, en Panamá, y el Lilian Elphick, en Chile, no deberían de repetirse, pero si no protestamos con energía, es probable que lo hagan. Seguro que existen más casos que desconozco, de los que podríais dar noticia. Desde esta nave loca os animo a que os suméis en vuestras bitácoras a la protesta y a que comentéis otros casos similares.
Véanse las bitácoras de quienes ya se han sumado a la denuncia:
- Juan Pedro Quiñonero, Una temporada en el infierno.
- Lilian Elphick, Ojo travieso.
lunes, 12 de mayo de 2008
Más sobre la destrucción y quema de libros, por Julia Uceda
La destrucción de material escrito (tablillas, papiros, pergaminos, papel) no es nueva (los manuscritos de la Divina Comedia, de Dante, fueron quemados en París en 1324), pero en la que fuera cultísima Europa posterior a la primera Guerra Mundial, el 10 de mayo de 1933 tuvo lugar el acto más siniestro. Cerca de 40.000 personas se dieron cita esa noche en el Opernplatz de Berlín para escuchar al ministro de la Ilustración del Pueblo y de Propaganda Joseph Goebbels: `Estas llamas -dijo- no sólo simbolizan el final de los viejos tiempos, sino también el principio de una nueva era´. Aquel día ardieron libros de Herman Broch, Albert Einstein, Sigmund Freud, Henrich Heine, Ernest Hemingway, Franz Kafka, Lenin, Jack London, Thomas Mann, Marcel Proust, Erich María Remarque y Emile Zola, entre muchos otros. Quemaron libros por donde pasaron: en la Biblioteca Nacional de Varsovia, 700.000, y en la Militar, 350.000. A veces eran incunables o ediciones que jamás podrían ser reemplazadas. En nuestro presente inmediato, ha ocurrido también en la Biblioteca de Bagdad: las primeras estimaciones calculan un millón de libros destruidos; entre ellos, obras irrecuperables como la de Avicena, referencia obligada para todo estudioso de la Medicina durante la Edad Media europea.
* Fragmento tomado de "Fingiendo no ver nada", Revista de Occidente, 302-303, julio y agosto del 2006, pp. 125-139. El título del artículo, me recuerda la autora, está tomado de la canción de Bob Dylan, "Flotando en el viento": ¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza fingiendo no ver nada? .....