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viernes, 5 de marzo de 2010

Pro acercanza, 28, y El País

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Señor director:
En una crónica publicada el pasado sábado se contaba que varios miembros de la Academia, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Emilio Lledó y Antonio Mingote, se habían confabulado para rescatar la palabra acercanza, sin documentar desde 1494. Ya que su autor, Jesús Ruiz Mantilla, no comenta nada al respecto, me atrevo a sugerirles a los lectores interesados que le echen un vistazo a mi bitácora, La nave de los locos, pues durante el pasado año, 27 escritores españoles e hispanoamericanos, entre otros José María Merino (su microrrelato se titula “Divina acercanza”), Fernando Aramburu, Isabel Núñez o la chilena Lilian Elphick, bajo la etiqueta de “Pro acercanza”, publicaron poemas y microrrelatos inéditos en los que aparecía la renacida palabra. Recogí también un chiste de Mingote, publicado en ABC, y la referencia al artículo que el académico Gregorio Salvador dedicó al tema. Toda esta información, creo que no carente de interés para la crónica, era fácil hallarla con sólo escribir en la barra de Google la palabra acercanza.
Fernando Valls
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* Esta carta fue dirigida al diario El País, el 28 de febrero, para su publicación, comentando la crónica del periodista Jesús Ruiz Mantilla, "Salvemos `la acercanza´", publicada el día anterior, sábado, 27.
La respuesta, formularia, recibida el viernes, día 5, ha sido la siguiente:
Estimado lector:
Le agradezco el envío de su carta para su publicación en la sección de Cartas al Director. A pesar del interés de la misma, lamento que no haya sido seleccionada debido al exceso de originales que recibimos y a la falta de espacio. Atentamente,
Javier Moreno. Director.
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* La ilustración es de Enzo Cuchi.
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lunes, 7 de diciembre de 2009

Pro acercanza, 27

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"La estatua de Heráclito"
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Cierro los ojos.
Se eterniza un no en mis ojos.
No hay huellas.
En su acercanza siento lo que de todos queda.
Un hilo que anihila la mirada.
Una herida en el Tiempo.
Una trayectoria sin huellas.
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El resto es sueño, residuo en los márgenes.
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Sé que después de muerto siguen creciendo las orejas.
Después de muerto,
eternamente, de momento.
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* Ramón Gil Sánchez (La Coruña, 1964) es profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanzas Medias. Autor de cuentos y poemas que publica en la página http://textosocasionales.blogspot.com
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sábado, 14 de noviembre de 2009

Pro acercanza, 26

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niebla
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el sol es un enorme reloj:
blanca carátula
asida a la línea del tiempo;
manecillas quebradas
garabateando su claridad apagada.
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tu voz, con sus devaneos,
retiene toda luz.
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la bruma arremolina la acercanza
enredando tu aliento con mi pelo.
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* "Suelo firmar como Issazul, tanto mis obras de barro como mis escritos (los que no son oficiales, claro), y si le parece bien, así quisiera que me identifique. Vivo en la ciudad de México, donde nací, y a la cual he regresado a vivir después de varias estancias en otros infiernos y paraisos. Soy alfarera, teóloga y psicóloga, y combino estos tres oficios en el trabajo con personas que se encuentran en situación de desamparo y desventaja social. Y son ellos quienes, con sus afanes y sueños, muchas veces orientan al espíritu de mis escritos. Aunque no sólo ellos. Eventos cotidianos y familiares, incluso algunos anodinos se han colado en la temática de mis letras. Sin haber publicado algo de mi archivo de poemas (la fantasía de hacerlo es a veces ilusión y a veces temor), me encuentro con lectores benévolos que alimentan esta vanidad"....
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lunes, 9 de noviembre de 2009

`El yo, un bien de todos´, por Fernando Aramburu, y más...

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La semana pasada, Echevarría empleó en esta página el vocablo “acercanza”, sobre el cual, fiel a su oficio de crítico, vierte una serie de certidumbres. Yo no tengo por qué ocultar que tampoco me gusta la palabra ni me parece necesaria. Ni tan siquiera me “suena bonito” como a él. Suena vieja, gorda, putrefacta. Mejor no verla desnuda. Durante un viaje reciente a España la usé, no sin cierta malicia, en la acera delante de unos conocidos. Iba para largos años que no los veía. Pensé en consecuencia que la palabra acaso no hubiera perdido vigencia para ellos. Pues que nadie se ría porque: a) me entendieron, b) no iban vestidos con indumentaria medieval ni yo tampoco, y c) no me miraron raro, aunque quizá alguien les había contado que no hay remedio lingüístico en las farmacias para mí. La campaña de algunos académicos (gandules, más les valiera aclararnos de una maldita vez cuál es la forma plural de “martín pescador”, el diminutivo de “vitivinicultor” y el aumentativo de “software”), de Fernando Valls en su blog y de otros que la secundan con microrrelatos y poemas redactados al efecto, me parece antes que nada un juego, incluso un juego que, bien llevado, no deja de ser simpático. Poco me cuesta admitir la opción contraria. Juego, en cualquier caso, implica posibilidad de divertirse, si bien la circunstancia de que la ocurrencia comporte una intervención en los usos actuales del idioma podría tener consecuencias filológicas sobre las que no estaría de más que reflexionasen las inteligencias pertinentes. ¿Acaso hay en las lenguas palabras, giros y modismos nacidos fuera de la inventiva de los hablantes? Lo que a estas horas ya no se puede remediar es que los gatos ensartados hayan participado en el juego referido, Echevarría por la vía del comentario adverso, el menda por la de aprovechar nueva ocasión de pelar la alcachofa; todo ello, además, con el resultado probable de que por matar al difunto hayamos contribuido más que nadie a sacarlo de la tumba. Vaticino que en breve se formará el bando de los defensores de “cercanía”, media hora después el de los adeptos de “proximidad” y al final podemos juntarnos todos en un descampado de las afueras de Madrid, ciudad cuasiolímpica, y resolver la desavenencia a la española. Echevarría no lo sé, pero yo tengo decidido alinearme con quienes preserven la risa, única militancia que reconozco. Seré tonto, pero no hago daño. Se me entendería mejor si se tuviera en cuenta un detalle. Propendo a concebir mi literatura (no la literatura, allá cada cual) como un espacio de libertad creativa. Si la literatura no consistiera en un acto de creación me haría la vida cómoda abrazando para siempre el realismo socialista, el barroco o el cacao con avellanas de Fernández Mallo. No desdeño las normas ni me creo exento de convicciones, pero que me dejen elegir, ¿vale? Tampoco escondo que me aprieta cierta prisa, pues sé que en cualquier momento puede venirse abajo esto que llamamos democracia y se nos puede llenar el arte, como en siglos precedentes, de censores y verdugos. Si me apetece emplear el vocablo “acercanza” lo emplearé, aunque huela a rancio. Si quiero escribir bonito o feo, arcaico o futurista, lo haré (dentro de mis posibilidades, claro), y todo porque antepongo la libertad a la historia de las grandes obras literarias. Ese es mi compromiso primordial con los cuatro gatos que me leen. El mismo que como lector espero de los escritores vivos a quienes guardo fidelidad. Me fío del yo, que a fin de cuentas, según me ha dicho mi ginecóloga, es una víscera invisible. Me fío más de él que del Corán, la ortodoxia marxista o los dogmas de ETA, soportes de ideologías anteriores y posteriores al acto del pensamiento. Cambiaré de opinión el día que vea activar bombas en nombre del yo. Recelo que un escritor que no deje testimonio literario de sus particulares roces con la vida, o es un propagandista o es un papanatas, cuando no las dos cosas a la vez. Está en la naturaleza de los sistemas ideológicos abolir el punto de vista personal, castigando la disidencia, prohibiendo las excepciones. Las ideologías operan de forma impositiva sobre los individuos, a menos, claro está, que seas el jefe. Prefijan qué y cómo has de escribir, uniformizan y castigan. Que se lo pregunten a Theodor Adorno, que estuvo once años sin poder volver a casa. Un crítico necesita ideas, criterios, elementos de juicio. De acuerdo. Un escritor, querido Echevarría, necesita libertad real para cuestionar ideas, criterios, elementos de juicio. Y como a este artículo le faltan tres palabras para estar completo, ahí van: acercanza, acercanza, acercanza.
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* Quiero darle las gracias a Fernando Aramburu, por su contribución a la campaña Pro acercanza, con este artículo publicado en El Cultural, de El Mundo. Pero, sobre todo, tenemos que estarle agradecidos a Ignacio Echevarría, quien en un acto de generosidad sin precedentes, se ha prestado a hacer el antipático papel de tonto de capirote, de modelno de opereta; en suma, de alguien incapaz de entender una quijotada, un brindis al sol, con tal de contribuir a la rehabilitación de esta hermosa palabra. Y no resulta menos admirable lo poco que le ha costado, la verosimilitud que le ha insuflado a su papel. Quizá debería pensar en seguir el ejemplo de Jordi Costa y pasarse al cine, medio donde hoy triunfa el caballero como guionista de libelos en forma de cómics.

Así, llegados a este punto, ya podemos desvelar que todo estaba preparado entre los tres, tras ser debidamente asesorados por un experto en publicidad, el chileno Atila Bolaño, de la prestigiosa Universidad Diego Portales, de Barquisimeto, con el fin de seguir insistiendo, por medio de una campaña de choque, en la necesidad de revitalizar una palabra cuyo uso ha sido mucho mayor en estos últimos meses, a uno y otro lado del Atlántico, que en varios siglos. Benditos sean.
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jueves, 5 de noviembre de 2009

Pro acercanza, 24

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"Marcha atrás"
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Le reconocí enseguida. En cuanto su afilada nariz pasó la puerta de entrada haciendo sonar la campanilla. Se dio una vuelta impunemente por la tienda sin la más mínima sombra de tormento. Inconsciente de que mis ojos recelosos no le perdían de vista. Aún llevaba el mismo llavero al que daba vueltas sin parar, mientras silbaba aquella tonadilla que me atormentaba todas las noches. Se paró brevemente en la estantería de botellas de alcohol y acarreó con todas las de whiski que me quedaban. Al llegar al mostrador, le miré fijamente a los ojos. Nuestra inesperada acercanza me hizo darme cuenta de que no había cambiado: los mismos hoyuelos alocados y la misma sonrisa presuntuosa, sin embargo, a mí… las arrugas se mostraban sin ningún pudor, la amargura blanqueó mi cabello y ennegreció mis ojeras. Deseaba que me reconociese, que se muriera de vergüenza, que me pidiese perdón, pero tan sólo me lanzó un soberbio "¿es todo lo que tiene viejo?". Me tuve que morder la lengua. Mi rabia reprimida buscaba una salida que mi garganta impedía. Solamente contesté entre dientes un "sí, es todo lo que queda". Sus carcajadas retumbaron con un atrevimiento insolente, como lo hicieron aquella mañana de primavera.
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Unos minutos después, salió ufano y cargado con sus botellas. No quiso bolsa, las mantenía entre sus brazos con el mismo cuidado y la misma arrogancia con los que, aquella mañana de abril, agarró a una rubia de labios reconstituidos. Con la nariz pegada en la ventana, le vi montar en un flamante volvo. Uno nuevo. Puse el cartel de "Cerrado por inventario". Cogí mi viejo seat y lo seguí como pude. No me importaban los límites de velocidad, ni que el coche vibrase como si fuese a volar su vieja carcasa por el viento. Inclinado sobre mi volante, como si aquello me fuese a ayudar a ir más deprisa, no perdía de vista aquella matrícula. No sé cuanto tiempo pasó. Lo único que recuerdo es que cuando llegamos la luminosidad había bajado. Recogió a una señora bien vestida y entraron en uno de esos moteles decrépitos en medio de un descampado que anuncian la llegada a un centro urbano. Esperé. La noche llegó y las luces apenas alumbraban el cartel de bienvenida. Las habitaciones permanecían oscuras. Apenas se distinguían las puertas. Tan sólo su coche vacío permanecía aparcado en el fango que rodeaba el edificio. La tensión me agarrotaba los músculos como esta tarde cuando le vi entrar y como aquella mañana de abril aguardando la decisión. Un bulto a medio vestir salió de una de las puertas. Oí el ruido metálico de un llavero dando vueltas y escuché aquella tonadilla ahora tan familiar. Esta vez, mi rabia reprimida encontró el camino del acelerador. El motor rugió como una fiera enjaulada. Tan sólo escuché un golpe seco. A eso se resumió todo. Aquel fue el último ruido que también escuchó mi mujer. Fue demasiado rápido. Mi rabia decepcionada me devoraba aún. Pasé una y otra vez por encima. En mi cabeza aún resonaba aquella tonadilla y aquella carcajada satisfecha que invadió la sala cuando el juez le condenó a una multa de 40.000 euros y unas clases de conducir. "Eso no es nada", fanfarroneó con orgullo. Ni un "perdón", ni un "lo siento mucho". No, nos abofeteó con un "eso no es nada". Aquello fue apenas nada. Un entierro rápido y una ausencia eterna.
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* Puerto Gómez Corredera es licenciada en Filología Anglogermánica por la Universidad de Extremadura y se ha doctorado en Filología Hispánica por la Universidad de Pau (Francia). Desde entonces se dedica a la investigación teatral y ha publicado varios artículos, en particular sobre el teatro de Unamuno. Es cofundadora del grupo teatral de estudiantes Théâtraltitude y ha trabajado como profesora de instituto y en la Universidad de Pau. En la actualidad coordina la sección de poesía de la revista digital En Sentido Figurado.
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sábado, 24 de octubre de 2009

Pro acercanza, 23, con Mingote

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* Este chiste apareció publicado en ABC, el 5 de abril del 2009. Me lo manda Puerto Gómez. Ayer, viernes, Fernando Aramburu, en su colaboración quincenal en El Cultural de El Mundo se refería a nuestra campaña Pro acercanza.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Pro acercanza, 22

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"24 horas"
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El garito ese estaba abierto las 24 horas, menos mal, de lejos las luces hacían pensar en una clase de nave espacial que hubiera aterrizado allí, junto a la estación de tren, aprovechando el silencio de la noche, la oscuridad y el que a esas horas, cualquier historia es plausible. El 24 enorme, un fluorescente de color rojo intenso, un tamaño casi descomunal, pero nada desproporcionado en la etérea pantalla negra y gigante que lo rodea. En realidad no es una pantalla, sino el espacio, el cielo con sus constelaciones, sus agujeros negros y todo eso, lo que se ha descubierto y lo que queda por descubrir. Desde dentro la luz blanquecina, poco piadosa, cruel, bajo la que los cuerpos parecen desaparecer absorbidos por esa ley física que habla de la descomposición de la luz o algo así, Angie piensa en el laboratorio y en un experimento antes de cruzar hacia allí.
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Cuando entra, ve a varios tipos enormes con unos brazos que son casi tan anchos como los muslos de Angie, incluso casi podría decir que como sus dos muslos juntos, unidos, atados con una cinta métrica, así apretaditos darían el grosor de esos bíceps. Llenos de tatuajes, también, los antebrazos y, supone Angie lo demás, lo que queda debajo de las camisetas negras y ajustadas que marcan músculos existentes sólo en las clases de anatomía, corazas. Vozarrones graves, risotadas, todo muy teatral. Asustan un poco, esos tipos duros, pero duros de verdad, no de una novela o de una película, sino allí, en aquel garito junto a la estación de tren, en la ciudad paralela a la dormida, en la ciudad extranjera, la que habla un idioma que Angie apenas entiende, con el que apenas se defiende. Ella sólo quiere yogurt, yogurt de vainilla, para ser exactos, esa es la razón por la que ha llegado hasta allí, lo reconoce. Extraña, pero cierta, son las necesidades de azúcar que marcan su ritmo. Científico. Los tipos duros sonríen o quizá se están riendo, algo infantil les habrá sonado lo de su yogurt y su hablar entrecortado, primitivo, pre-humano dijo alguien, le gustó, podría haberse reído de sí misma, pero no lo hace por miedo a que piensen que se burla de ellos, y eso jamás. La dejan pasar, se apartan hacia los lados y ella camina como un pequeño insecto entre una hilera de bloques grises de hormigón buscando desesperado su alimento, con la cabeza agachada, mirándose con interés las puntas desgastadas de los zapatos, sintiendo la acercanza amenazante de esas moles bajo cuyo voluntad ella podría desaparecer instantáneamente. Llega hasta el mostrador de los yogures, se pregunta qué absurdo capricho es éste, romper la ley que separa los mundos, qué extravagancia ésta de salir por la noche a buscar un yogur de vainilla, algo que no le pareció nada descabellado cuando se levantó de la cama, se puso los pantalones, la camiseta, los zapatos, cogió el dinero. El dinero, el que lleva en el bolsillo del pantalón, arrugados los billetes por su mano ansiosa, ya no le parece de lo más normal lo que ha hecho, quizá tengan razón sus amigos con eso de que está algo chalada. Casi ni ve, le cuesta concentrarse, sólo mueve los ojos de un lado a otro, sin fijarlos, nota el frío de la máquina que provoca una extraña rigidez en sus dedos, o será su cerebro que está empezando a encogerse, como dicen que puede hacer cuando recibe un golpe. Encuentra el yogur, lo reconoce por la flor de la vainilla que aparece en la etiqueta, no tanto por las letras, y se permite una pequeña sonrisa. Ahora le queda la vuelta, el regreso, lo más difícil, se puede convertir en una odisea, depende de los dioses, una tontería, eso está claro, porque ella no cree en los dioses, sí en las naves espaciales, es evidente, y en las leyes físicas, eso es innegable, científico, científico, científico, murmura como un talismán protector. Llega hasta la caja, los dedos enormes del cajero parece que van a reventar las teclas cada vez que las pulsa, como si tuviera que terminar con una plaga de bichos negros empeñados en resurgir y correr por el teclado burlándose de su falta de precisión. Estaría dispuesta a ayudarle, como muestra de su buena fe, de su sincera voluntad de paz. Los otros a su espalda ríen, ella callada, muda. Se gira para salir, vuelven a hacerle un pasillo, se le ocurre que quizá debió coger dos yogures, uno en cada mano, como si fuesen armas defensivas, el yogur de vainilla más poderoso del mundo. ¿Se llaman puños americanos? Le suena algo así. Imagina sus frágiles vidrios chocando contra esos pechos de acero. Y el dulce olor de la vainilla esparcido, ofreciendo su protección matinal. Sólo faltaría el aroma del café. Lo mejor sería atinar en la cabeza, aturdirlos así y aprovechar para huir. Muy cobarde, pero muy eficaz, para qué andarse con tonterías, es la hora de la verdad, ha llegado.
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Ha cruzado la calle, se gira, la luz los reabsorbió.
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* María Castro nació en Madrid en 1969 y tiene dos hijos. "En mis ratos libres, nos confiesa, además de trabajar en algo muy aburrido, he escrito dos novelas y un libro de relatos inéditos, así como un poemario, De Tierra. Soy miembro fundador de la Asociación Cultural los Musicantes de Sextante (sé que suena a ripio, pero cuando un amigo me recordó que el sextante sirvió de guía durante siglos a muchos navegantes, me pareció apropiado), en la que nos esforzamos fundamentalmente, por acercar a los niños a la música a través del canto coral (http://www.actividarte.blogspot.com/)".
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viernes, 16 de octubre de 2009

Pro acercanza, 21

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"Cumpleaños feliz"
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"[...] El último jueves [a Antonio Mingote] lo felicitamos todos, anticipadamente, por esta llegada triunfal a los noventa y, en el curso de la sesión, analizamos y discutimos la palabra acercanza, que aparece en el DRAE como voz antigua con el significado de «proximidad, relación» y, efectivamente, desapareció a finales del siglo quince, su última aparición escrita es de 1494. Toda voz que no haya llegado al siglo dieciséis, que no esté documentada en los clásicos, debe ser tratada por el diccionario histórico, claro esta, pero desaparecer del actual para aligerarlo, para hacer sitio a la riada de neologismos que van llegando y se van haciendo usuales en el intercambio cotidiano. Lo recuerdo y propongo su eliminación, pero los escritores presentes (Arturo Pérez-Reverte, Javier Marías, Francisco Brines, Emilio Lledó) se han enamorado de ella, les parece sugestiva y susceptible de ser usada, de entrar en competencia con cercanía o proximidad e introducir algún matiz diferenciador que ahonde en el significado y piden su indulto. Si ellos son capaces de revitalizarla, de reintroducirla en la lengua en las próximas semanas, sus textos la justificarán y, por supuesto, la salvarían. Se aplaza, pues, la ejecución de la sentencia. Antonio, que también está con ellos y dispuesto a cooperar en la conservación, me dice: «¿Cómo estamos tú y yo? En acercanza. ¿En qué se ha apoyado nuestra amistad de años? En la acercanza académica». Me convence [...]".
Gregorio Salvador (Abc, 17 de enero de 2009)
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* Este artículo, sobre la acercanza, me lo remite Puerto Gómez. Aprovecho la ocasión para darle las gracias públicamente. En el interesante blog Falsa memoria también se han ocupado de la palabra acercanza, recordándonos, además, que Javier Marías la ha utilizado ya en sus artículos: http://memorioso.wordpress.com/2009/02/06/pro-acercanza/#comments....

domingo, 11 de octubre de 2009

Pro acercanza, 20

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"En primavera"
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El viejo llevaba todo el invierno muriéndose, pero era una muerte de cartón piedra. Hacía aspavientos y gritaba armando tal revuelo que la familia ya no le tomaba en serio. Y le decían que sí, que sí, como a un niño chico. “Eres peor que Manuel que sólo tiene tres años”, le decía su hija. El viejo, a veces, estaba cansado y le apetecía rendirse, pero todas las células de su cuerpo se le rebelaban. Entonces, apretando los puños, aseguraba que esa maldita zorra no se lo iba a llevar tan fácilmente.
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Una madrugada de marzo, en una de sus frecuentes visitas al baño, escuchó unos pasos ligeros en el pasillo; era ella. Una sombra esbelta entrando en la habitación del nieto. La siguió sigiloso y permaneció en el umbral observándola, ella miraba al niño fascinada. Estaba hermosa, ¡tan hermosa!, en esa débil luz del final de la noche. El niño se removió, quizá su presencia inquietaba sus sueños. Le acarició la mejilla y el pequeño se arrebujó con la colcha. El viejo supo entonces que ella tenía frío y necesitaba calor y compañía; le pareció frágil, después de todo. De repente comprendió. “Eso sí que no”, se dijo. Y, al fin, en esa madrugada limpia y fría de primavera se entregó a ella. Ya no temía su acercanza, la anhelaba. Se dejó hacer sin un grito ni un gesto, en silencio.
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* Miniautobiografía de Rosana Alonso (Madrid, 1964). "No vivo del cuento pero afortunadamente tampoco vivo para trabajar; trabajo para vivir; punto. Dedico las horas estrictamente necesarias e indispensables a mi trabajo como analista de laboratorio en un hospital de Madrid. Desde que aprendí las primeras letras comencé a amar la lectura. Desde entonces llevo recorridas miles de páginas, me apasiona leer; y como efecto (o quizá sea causa, vaya usted a saber) también me gusta escribir. Escribo desde siempre con más o menos fortuna y con rachas de abstinencia literaria debido a oscuros motivos. Me he apuntado a varios talleres literarios y los he terminado aplicadamente. Últimamente escribo bastante (cuento, micros, desvaríos…), suelo dejar mis escritos en barbecho y luego los rescato para dejarme sorprender y mejorarlos. En el 2009 gané la VII edición del Concurso de Relatos Mínimos Diomedea. No tengo blog por falta de tiempo. El pobre sufriría desnutrición literaria".
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* El cuadro es de Edvard Munch.
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* AVISO. Espero más textos Pro acercanza, en verso o prosa. ¿Alguien conserva o puede localizar un chiste de Mingote sobre la acercanza?......
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viernes, 2 de octubre de 2009

Pro acercanza, 19

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"Acercanza del azufaifo"
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Septiembre es el mes del azufaifo y el suelo está ya sembrado de esas raras cerezas toscas, entre las colillas y otras basuras que tiran a su jardín los vándalos de esta calle. El árbol se yergue y desmadeja, gigante y generoso, entrecruzando las puntas de una rama con el pequeño limonero rebrotado, haciendo cosquillas con otra rama al arbusto sin nombre de la esquina, cruzando la calzada con otras extremidades hojosas e incubando con su sombra china, desgarbada y materna un discreto bosquecillo de azufaifos enanos que crecen a su alrededor, inadvertidamente.
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Doblo la esquina de la calle Arimón y al verlo no puedo evitar sonreír, secretamente feliz de haber impedido que lo talasen los energúmenos constructores. Voy andando hacia él, camino de casa. Me gustaría entrar en el jardín, recoger esos botellones de xibeca que arrojaron hace dos noches unos mutantes locales (los contenedores de basuras están enfrente, a unos veinte metros, pero esta gente ruidosa y zafia prefiere mostrar su desprecio por el verde a modo de rebeldía, coincidiendo extrañamente con malos arquitectos, constructores y políticos del cemento), tocar otra vez ese tronco de doscientos años, imaginar que me transmite su magnetismo ese cuerpo rugoso y negro, pero la verja municipal me impide toda acercanza.
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* Isabel Núñez (Figueres, 1957) estudió Ciencias de la Educación en la Universidad Autónoma de Barcelona y es profesora de Traducción Literaria en la Universitat Pompeu Fabra. Entre otros autores, ha traducido a Patricia Highsmith, Richard Ford, Dorothy Parker y Andy Warhol. Tiene en su haber un conjunto de relatos, Crucigrama (2006), y un par de libros que han tenido una excelente acogida: Si un árbol cae. Conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes (2009) y La plaza del azufaifo (2008), con prólogo de Enrique Vila-Matas. Junto a Rauda Jamís es coautora de Du fond des mères (1988). Es colaboradora del suplemento Cultura/s de La Vanguardia y ha escrito en Letras Libres, Quimera y Vasos comunicantes. Mantiene activo un blog literario titulado Crucigrama, http://isabelnunez-zbelnu.blogspot.com/ Está a punto de aparecer, en la editorial Menoscuarto, su libro de cuentos Algunos hombres... y otras mujeres.
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* Ambas fotografías están hechas en Rosas (Gerona). En la de color, Isabel tenía 2 años, y en la foto en blanco y negro, en la que aparece en brazos de Concha, su niñera, tenía 1 año.
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lunes, 28 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 18

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"Para ser dos"
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Se rozaron en la puerta del mismo cine, cerrado ya el crepúsculo otoñal, pero no lo supieron. Compartieron la misma mesa en la misma terraza del bar, bajo la sombra colgante de los naranjos, pero no lo supieron. Durmieron en la misma cama del mismo hotel parisino (el Sena soñaba a su antojo), pero no lo supieron. Corrieron parejos por la arena de la misma playa, sus sombras fugaces a porfía, pero no lo supieron. Lloraron las mismas muertes, idénticas ausencias encorvaron sus cuerpos, pero tampoco lo supieron. Les faltó participar del mismo tiempo, porque para ser dos no basta la acercanza fantasmal en el espacio.
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* Antonio Serrano Cueto (Cádiz, 1965) es profesor titular de Filología Latina en la Universidad de Cádiz. Dedica su investigación a la literatura latina del Humanismo. Es autor de numerosos trabajos sobre esta parcela (Erasmo de Rotterdam, Polidoro Virgilio, Fernando de Arce, Diego de Guevara, Ambrosio de Morales, fábula, paremiología, epitalamio, entre otros). Por ser pionero en España en los estudios sobre Polidoro Virgilio, ha sido nombrado miembro de la Accademia Raffaello de Urbino (Italia). Su último libro se ocupa de Polidoro Virgilio. Libro de proverbios (Akal, Madrid, 2007). Ha sido director del Servicio de Publicaciones de su universidad y desde el 2002 es secretario científico de la Colección Palmyrenus, del Instituto de Estudios Humanísticos (Alcañiz). Escribe poesía y en breve aparecerá su primer libro de microrrelatos. Mantiene en la red el interesante y activo blog El baile de los silenos.
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* En la foto, del pasado año, aparece el autor en Jerez con Carmen, su mujer, al fondo.
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miércoles, 23 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 17

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"Palomas"
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Olía a gas de una forma rotunda y la mañana había comenzado mal. La leche se había desparramada sobre sus viejas huellas en la cocina de gas y eso había ocurrido poco después de que la cuchilla de afeitar hubiera invadido los subterráneos de la piel, provocando una pequeña hemorragia que solucionó con un papel de fumar. El mango de la cazuela le abrasó la mano mientras lo depositaba sobre lo primero que alcanzó confusamente la vista. Cuando se dio cuenta de que aquello no tenía la estabilidad suficiente, ya la leche humeante corría sobre el mármol envejecido de la encimera. ¡A la mierda!
Cerró la llave de paso y buscó en el bote de las galletas. No encontró más que algunos restos humedecidos por la promesa del invierno. Contra su costumbre, cerró la puerta de golpe y bajó las escaleras sin preocuparse de si las rodillas dolían como dolían, o el pasamanos había sido adecentado debidamente, o el hambre iba a morder hoy más que cualquier otro día.
Hacía frío en la calle, y nacían ruidos familiares de cada poro de la ciudad, de los coches en sus prisas absurdas, de la charla imparable de aquellos jóvenes con los pantalones inexplicablemente naufragados bajo las nalgas, y de las cadenas que envolvían las sillas y las mesas de las terrazas durante la noche y circulaban ahora como serpientes sobre las aristas metálicas. Mientras las recogía sobre el antebrazo desnudo, el camarero seguía con la mirada la insultante oscilación de las caderas de una hembra alta y bien vestida, callado y acaso rencoroso.
Se sentó en un banco de madera, frente a las balconadas, después de recoger el periódico que un tipo con sombrero introdujo violentamente en una papelera. Las palomas paseaban indolentes ante los restos de comida que habían dejado ayer los críos y los turistas, próximas y lejanas, certificando que la soledad acecha más que nunca entre la muchedumbre.
Entonces sintió el aleteo y un fugaz dolor en la piel, a la altura del muslo. Cesó cuando el animal estabilizó su posición sobre una de sus rodillas, girando el cuello como suelen hacer, continua y nerviosamente. Las madres miraban la simpática estampa de aquella curiosa pareja de especies diferentes y los chavalillos señalaban en su dirección, con los ojos muy abiertos. Quizás fue la caricia del sol lo que afianzó aquella súbita sensación de acercanza que acababa de alegrarle el día. La paloma se volvió entonces a mirarlo, sólo un instante, y después dibujó un vuelo breve en el aire de otoño. La miró largo rato mientras se alejaba por la acera, con pasitos cómicos y desasosegados, hasta que su silueta se confundió entre las de sus compañeras.
Las letras negras de los titulares del periódico anunciaban otro desastre. Fue entonces cuando descubrió que aún no había perdido la sonrisa. Como si hubiese hecho un gran descubrimiento, decidió que la tarea de ese día consistiría simplemente en conservarla. Abandonando el periódico, extrajo del bolsillo de la chaqueta una bolsita medio llena de semillas de girasol. Y se comíó una de cada cuatro que entregaba a los seres alados de las aceras.
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* Joaquín Alonso nació en 1955 en O Barco de Valdeorras, una pequeña comunidad de la provincia de Orense, al lado del Sil, que vive del vino y la pizarra. De profesión administrativo, confiesa haber "caído tardíamente en el dulce pozo de las letras, quizás por una necesidad de comunicación a un nivel más profundo del que la vida diaria permite, no sé bien si con los demás o con ese que va conmigo y al que no acabo de conocer del todo". Todo cuanto he vertido a ese pozo -confiesa- está contenido en dos blogs, uno en castellano, De palabras y sombras (http://xocasfole.blogspot.com/), y otro en gallego, Cen mil derrotas (http://setesoles.wordpress.com/). Comparte espacio virtual con algunos otros autores en la Biblioteca Digital Siglo XXI, lugar donde han sido publicados algunos de mis textos bajo el pseudónimo de Xocas Fole. (http://sites.google.com/site/sigloxxiliteraturaypoesia/xocas-fole).
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sábado, 19 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 16

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"desvestidas acercanzas"
.....
no en lo que la grava
se queda
de los pasos de regreso,
no,
las acercanzas se desvistieron
en el oro
dejado del tiempo,
en atajos
que abrían
otros atajos
que prometían,
descandadas,
las puertas
del Tigris
y del Éufratres.
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* "Me llamo Hugo García Saritzu y soy del Valle de Río Negro, en la Patagonia argentina. Desde 1980 vivo y trabajo en Cataluña. Dejé la Universidad de Barcelona con un doctorado y una tesis sobre Álvaro Cunqueiro. Colaboro esporádicamente con el suplemento Culturas del diario La Vanguardia y con las revistas universitarias alemanas Notas e Hispanorama. Tengo escritas una novela y una colección de cuentos que duermen el sueño de los inéditos y supongo que seguirán durmiendo. Me gano la vida con un vil trabajo comercial".
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* La foto me la remite el autor del texto.
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jueves, 17 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 15

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Era un hombre feo y de cuerpo enjuto. Un cutis de cuero reseco marcado por infinitos surcos le confería un aspecto algo repulsivo, como de reptil prehistórico.
- ¿Sabes que tengo una teoría que demuestra que la Tierra es plana?
El truco nunca le había fallado. La inevitable sonrisa que suscitaba la pregunta era el mejor salvoconducto para dar el primer paso. Después era cosa de tirar de la madeja, desovillarla a pequeños tirones para que saltara juguetona sobre la barra del bar. Jóvenes intelectuales, mujeronas rudas o muchachas delicadas, todas sin excepción querían oír algo más sobre aquella teoría absurda. Lo que relataba después era siempre distinto, dependía del día. Aunque lo difícil ya estaba hecho, había conseguido la acercanza necesaria para que ellas pusieran más atención al oído que a la vista. Pocos minutos después, la urdimbre de palabras era tan tupida y la disposición de ellas tan propicia, que bastaba soplarles al oído para que cayeran rendidas a sus pies, entregadas sin sonrojo al placer de ser finamente devoradas.
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* Araceli Esteves (Barcelona, 1960) se diplomó en la E.U.T.I. de la Universidad Autónoma de Barcelona, especializándose en inglés y ruso. Ha vivido en Londres y en Bruselas, pero ahora reside en Mallorca, donde es profesora de inglés. Mantiene un activo blog con el nombre de El pasado que me espera. Está preparando, para su publicación, un libro de microrrelatos.
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domingo, 13 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 14

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"Mirador de tiempo"
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Entonces, desde la hierba húmeda, inició aquel viaje a la inmovilidad.
Hojas muertas sobre la piel. Baile de sol, rocío o lluvia. Cincel de luna o niebla
grabando el epitafio de lo bello y lo ausente.
Pelo que crece y uñas y sangre que rebosa, que se remansa y vuelvea su lento latir
como un tigre dormido que respirara brasas.
Silba un mirlo, zurea una paloma. Se imprecan en lo alto los gorriones
en quiebros de aire vivo,
trenzan su celosía a contraluz las palmas,
abanicos de sol
desde donde resbalan a la tierra
los frutos en abandono manso;
suena el chasquido seco que acogen las hormigas,
que hace rodar la escala musical de lo mínimo,
trayecto concentrado en un instante, en un solo caer...
Entonces, desde la hierba húmeda, convertirse en portal
de ese camino abierto al imposible
tras el que no hay hogar, fuego encendido,
tibio aroma,
reloj que se concentra en su acercanza.
En donde nadie espera,
pues no existe la espera.
Y el puerto solo sirve
para llegar.
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* Pilar Blanco es profesora y poeta. De raíz leonesa y alas alicantinas. El cuadro, "Simonetta", de Piero di Cosimo, lo ha escogido ella.
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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 13

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"Lontananza vs acercanza"
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Se veían en lontananza, catalejo y escritura en mano, a través de prolijas cartas y alguna foto para acercar la imagen del deseo a lo real, encendidos, disparejos. Vivían lejos, en sendos adosados, desperdigados en mil tareas cotidianas en el seno de familias ya formadas y, con ese peso a sus espaldas, volaba la imaginación con arritmias en la escritura del amor, según las estaciones, las paperas, el sarampión, el pago de la hipoteca o los días de camping en vacaciones. No había remembranzas de encuentros que evocar, sino la postergación indefinida a una cita, algún día, en algún lugar, en éste o en el otro mundo. La fe, que mueve montañas, y los dioses, que acaban apiadándose del sufrimiento de los mortales, les dieron tregua. Llegó Internet, el chat, la videoconferencia… Él puso la casa patas arriba para hacerse con un estudio entre el tejado y el techo, abuhardillado, silencioso, aislado, discreto. Ella añadió en la terraza cerrada, a la máquina de coser y los patrones de moda, todo el utillaje cibernético so pretexto de exponer sus creaciones en una web y ampliar su círculo de ventas. La lontananza sin remembranza se volvió acercanza en un lugar que no es de éste ni del otro mundo y allí siguen, incendiados, parejos. La fe inquebrantable de un cuerpo a cuerpo algún día, en algún lugar, aunque sea con viaje del IMSERSO.
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* Emilia Oliva García (Malpartida de Plasencia, 1957) es poeta, narradora, investigadora y profesora de francés. Licenciada en Filología Románica y en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura ha trabajado en las Escuelas de Idiomas de Cáceres y Plasencia y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura. Actualmente es profesora de francés en el instituto de enseñanza secundaria de Zarza de Granadilla (Cáceres) y editora en la revista literaria En Sentido Figurado www.ensentidofigurado.com
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* La foto es de Marta Portalés.
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lunes, 7 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 12

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"Ombligo o(m)bliga"
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Siempre que me lavo el ombligo me da vértigo. Es como enjabonarse el origen. Me invade un mareo, una polifonía de tiempos.
Eso de mirarse mucho el ombligo dicen que es no es bueno, pero que conste que él empezó primero. Él también me mira. Si es mutuo no puede ser malo. Además, no me siento el ombligo del mundo, ombligo es un buen mundo y yo soy su satélite blando.
He pensado en abolir todo lo que no sea necesariamente ombligo. No me fío nadita del resto.
Desde pequeño necesito sentirlo y continuamente lo escucho. Es pentatónico y hermético. Se parece a mí, sólo que es más quijotesco. Si escarbo un poquito encuentro viejas corcheas, hollín, minutos que creía perdidos, lágrimas fosilizadas e incluso alguna sardina he visto.
Su parpadeo me despierta. A dúo con el gato ronronea buena parte de la mañana.
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En efecto, mi madre me empezó por el ombligo. Por allí me embutió la vida. También por el ombligo me iré, silbando, igual que un globo cuando lo dejan libre y se desinfla.
Una vez, hace ya tiempo cometí el error de no consultarle su opinión. Me traje a casa una chica que conocí en la disco. Al amanecer pillé a ombligo furioso, llamándola pelandusca, escupiéndola. Le mostraba las fauces, supongo que por su piercing. En todo caso fue una escena muy violenta y los dos quedamos dolidos.
Se marchó, no sabía yo adónde. Me arrepentí de haber financiado los cursos de idiomas, ahora era políglota y podía estar sobre cualquier vientre del planeta. Me sentí desperdigado. Mi guata se volvió una planicie monótona y lerda. Extrañaba en mí un crujir parejo, su tic-tac lastimero. Comencé a guardarme todo y engordé como un chancho. Cuánto me faltaba, mi gárgola leve, mi bisagra. Busqué sucedáneos de ombligo: un botón de chaleco, rodajas de plátano seco, el tapón de la bañera, ombligos de peluche… Menos mal que regresó en el 2007, el año del gran eclipse de ombligos. Hicimos terapia y prometió que nunca más se iría.
Lo ilusiona el mar. Apenas tiendo mi toalla, se dedica a hacer guiños como un loco a los cuatro vientos. Parece que se ponen de acuerdo, ¿en Morse? Afinan. Qué gran suceso: Escuchad todos los ombligos frescos vocalizando a lo largo de la playa. Un coro de voces blancas, pardas, rojas, anacaradas, en fin, toda la gama, cantan en filigrana delicados madrigales costeros. El aire se humecta de gracia.
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Ya salidos del trance musical, van a despabilarse al agua salada, hacen gárgaras, segregan círculos, estiran sus trompitas rosas y algunos se besan. Más tarde, bajo la ducha tengo que lidiar con él, que porfiado se aferra a pequeños moluscos, algas o arenitas que cree sus amigos.
La gente sale a correr con su perro por el parque y yo feliz saco a Ombligo. Ahora comprendo que fui el cebo: por primera vez hoy no me ha dejado ni un segundo parar de correr. Me llevaba como una marioneta. Pensé que me daría un ataque al corazón por el esfuerzo pero prefería cualquier cosa con tal de no perder de vista a Ombligo. El muy indolente me hizo cruzar la calle con semáforo en rojo y apenas llegar al parque frenó en seco. Por suerte caí en blandito. Como un resorte saltó Ombligo. Su espiral engarzó con un ombligo ajeno justo debajo mío. No hubo ya argumentos plausibles. Ruborizados, la muchacha que yacía en el césped y yo, no pudimos con nuestros ombligos febriles que se revolcaban, cascabeleando en acercanza plena. Se balbuceaban amor eterno, olvidados de sí mismos y de nosotros ni hablar. Qué le vamos a hacer, pensé. Ya me acostumbraré a esta muchacha, que por cierto no está nada fea.
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* En las fotos, Isabel Mellado, violinista y escritora chilena, aunque vive a caballo entre Granada y Berlín, cuando era más tiernecita, pero un poco menos talentosa... Tiene acabado un libro de microrrelatos que aparecerá publicado en breve.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 11

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"Acercanza: microesfera de la proximidad"
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El destino anda suelto. Ordenando el directorio ha encontrado un texto. Ni fecha, ni autoría... Ni tan solo la motivación para archivarlo. Sin embargo, tiene que ser “suyo”. Él, anónimo autor – ¿acaso sea ella misma cuando habita en otra esfera?-, describe la transitoria acercanza que al leer, anhelante se sueña.
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* M. G. Juárez. Nacida en la ciudad de Barcelona, Montserrat es una enfermera pediátrica que con las nuevas tecnologías descubre un formato donde ubicar su escritura. Su poética es una manifestación constante de los hechos cotidianos, con un lenguaje directo, aunque siempre hay una atmosfera de misterio en su experiencia vivida o imaginada. Ha colaborado en la revista El ciervo: "Mi vida en 50 palabras" (julio-agosto del 2008), con un texto donde nos proporciona una breve biografía:
MCMLXI
Desde el patio ascendía -cual chimenea encendida- un teatrillo de voces infantiles tras el cancionero popular. Todo se había iniciado un día 7, acabando el invierno. Mucho después -oculta tras el murmullo del agua- la lectura susurrante del pez divergente: ciencias o letras. Ciencias para subsistir, letras para malvivir.
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sábado, 5 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 10

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"El relincho de Don Quijote"
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Por esas cosas del destino, Rocinante ha dejado de ser caballo y ahora es un hombre, adarga en brazo, que odia las lentejas los viernes y prefiere los callos de sus propios pies tan andariegos, bien adobados en aceite de oliva y láminas de ajo fresco.
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Don Quijote, y esto que voy a decir cae de cajón, sueña con Dulcinea y cuando entra en la fase REM, bate la cola y agita la tusa pelirroja con tanta gracia que los molinos se inclinan en zalemas de agua. Cuando el jamelgo despierta, comienzan los relinchos más lastimeros. Y Rocinante, que hasta ahora solamente le ha dado agua y paja contra el mal de amor, se fija en una yegüita baya que simula ser dama de tomo y lomo.
Si me hace el favor, vaya a tranquilizar al pobre Don Quijote –inquiere el buen hombre.
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La yegua muestra los dientes y la acercanza produce una descarga eléctrica que traspasa al caballo y sus lloros fricativos.
¿Alonso? –pregunta la yegua. ¿Eres tú?
Don Quijote de la Mancha no sabé qué responder. Mira a Rocinante para pedirle ayuda, pero él está muy ocupado herrando a Dulcinea para largarse pronto de esta historia.
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* Lilian Elphick (Santiago de Chile) ha publicado La última canción de Maggie Alcázar (Cuentos, 1990); El otro afuera (Cuentos, 2002) y Ojo Travieso (Microrrelatos, 2007). Es directora de la Corporación Letras de Chile y editora de la página web de la entidad: http://www.letrasdechile.cl/ . También dirige talleres literarios.
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* Los cuadros son de Salvador Dalí y Van Gogh.
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jueves, 3 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 9

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"El duelo"
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No hubo solución. Las diferencias se tornaron irreconciliables. Ambos estaban demasiado apegados a la letra impresa como para ceder al burdo consuelo electrónico. El insigne poeta, barba lengua y mirada torva, que llevaba décadas ostentando el título de “enfant terrible” se pronunció a favor de “acercanza”. Por contra, el hispanista grueso, belfo ondulante y gafas despeñadas, con la autoridad que le confería Cervantes y Lope de Rueda apostaba sin dudarlo por “batihoja”. La descoordinación de los contendientes impidió que llegaran a las manos. Desde la controvertida disposición de 1959 en pro de la supresión acentual sin riesgo anfibológico, no se recordaba una polémica de tal magnitud. El presidente de la Academia, venerable pasa, reverdeciendo antiguas lides y a quien los maledicientes otorgaban la corrección de galeradas de la Biblia de 36 líneas dictó sentencia: el duelo, con mosquete, se llevaría a cabo al rayar el alba.
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El día amaneció inusitablemente claro, las armas prestas descansaban en sus horquillas, el olor a polvora exudaba en los contrarios. El docto craso, escoltado por su fiel y enjuto subsecretario, tomó posiciones; el provecto rapsoda, descamisado y brazos en cruz, exhortaba desatado. El presidente compuso un emotivo zéjel para la ocasión. El silencio precedió a las descargas. Un desplomado mirlo y el alarido de un subsecretario pusieron fin a la contienda.
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* Este microrrelato con acercanza es del poeta Toni Quero, quien ha escogido también el cuadro de Goya, "Lucha a garrotazos".
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