domingo, 24 de enero de 2010
domingo, 12 de abril de 2009
No-ser, no-tener
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sábado, 28 de marzo de 2009
Buscadores
Muy pronto el ojo limpio del niño se nubla con ideas y opiniones, preconceptos y abstracciones. El simple ser libre se va incrustando en la pesada armadura del ego. Muchos años mas tarde se despierta un instinto que reconoce que un sentido vital de misterio ha sido sustraido. El sol brilla a través de los pinos, y el corazón es penetrado en un momento de belleza o de extraño dolor, como un recuerdo del paraiso. Después de ese día...nos trasformamos en buscadores.
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domingo, 23 de noviembre de 2008
El sexto elemento del zen: la naturalidad
Para entender la naturalidad o suavidad del zen, es útil tener ciertos conocimientos sobre las nociones taoístas de yin y yang. Literalmente, yin y yang se refieren a los principios masculino y femenino. Se expresan en el contraste entre hombre y mujer, bien y mal, luz y oscuridad, dia y noche, positivo y negativo, explícito e implícto, fuerte y débil, etc. La pareja, expresada como yin-yang, es el emblema del taoísmo. Muestra las dos fuerzas cósmicas fundiéndose, con algo de yin en el lado yang y viceversa. Según la noción taoísta, es la interacción entre el yin y el yang lo que pone en movimiento el universo y crea toda la vida.
Mientras que la mentalidad occidental suele visualizar el bien y el mal como dos fuerzas opuestas, en que cada una intenta aniquilar a la otra, el taoísmo las imagina dependientes entre sí y complementarias. El yin-yang es el símbolo primordial de la tensión creativa, sin la cual la vida y el crecimiento no son posibles. La consideración de que los opuestos son complementarios es esencial en la actitud natural del zen hacia la vida.
Esta naturalidad es esencial para embellecer la vida y santificar el trabajo; supone seguir el ca mino de la naturaleza, no oponerse a ella. Evita los derroches de energía y mejora la productividad.
El opuesto de la naturalidad es la violencia, que significa cualquier acción que se opone a la realidad. En nuestra sociedad impera la violencia espiritual; la mayoría somos violentos de una forma u otra por falta de clarividencia ante la naturaleza de la realidad. A menudo ni siquiera nos percatamos de nuestra violencia. Un ejemplo pertinente sería la actitud antagónica ante la muerte. En la actualidad, la muerte no se acepta como un hecho inevitable de la vida y la tecnología médica está orientada a combatirla a toda costa. Tal violencia ha generado mucho sufrimiento en los pacientes y en la sociedad en su conjunto.
C.S. Lewis calificó el cristianismo de "religión combativa". Esta definción es engañosa: lo que Jesús enseñaba era el arte de "vencer mediante la derrota", una especie de judo espiritual. En el sermón de la Naturaleza, Jesús utilizó los pájaros del cielo y los lirios del campo para ilustrar el arte de la naturalidad. Adviértase que aunque los pájaros son alimentados y los lirios son vestidos por la mano invisible de Dios, también están expuestos a los elementos y a otros factores desconocidos. Los pájaros tienen predadores naturales y los lirios sufren sequías e inundaciones. También, al igual que nosotros, son vulnerables a los factores esenciales de la vida: la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. En efecto, Jesús describió a los lirios como seres que "hoy están vivos y mañana son arrojados al fuego". La providencia no implica seguridad ni una existencia prolongada.
Sin embargo, tanto los pájaros como los lirios parecen capaces de adaptarse a su entorno y vivir sin preocupaciones, protestas ni quejas. Por tanto, preguntó Jesús, si esas "existencias inferirores" pueden hacerlo, por qué para nosotros, como seres humanos, es tan difícil hacer lo mísmo. Jesús alabó la naturalidad de los pájaros y los lirios; es ésta la que los permite vivir plenamente, a pesar de todo.
El principal objeto del sermón de la Naturaleza no es la providencia, sino el poder de la debilidad. Como ha señalado Alan Watts, los lirios son "frágiles y frívolos, suaves e inconsecuentes y por tanto poeseen las cualidades de esa sabiduría vegetativa tan despreciada por los que usan sus voluntades de hierrro y sus nervios de acero para luchar por las buenas causas y competir por lo justo".
Jesús enseñó que la espiritualidad no es una cuestión de resistencia o una exhibición de fuerza de voluntad. Lao Zi, fundador del taoísmo chino, señaló que "la bondad suprema es como agua". El agua es el maestro perfecto de la naturalidaad: toma la forma de cualquier recipiente donde se vierte. El agua no se resiste a la realidad; se adpata a ella. Es en esta capacidad de adaptación donde reside su fuerza superior. En el Tao Te Ching, Lao Zi subrayó la fuerza del agua:
La cosas más débiles del mundo pueden superar a las más fuertes. Nada es comparable al agua en cuanto a su naturaleza débil y flexible; sin embargo, nada ha demostrado ser mejor para atacar lo rígido y lo fuerte. Porque no hay otra alternativa a esto. Lo débil puede superar a lo fuerte, y lo flexible puede superar a lo rígido.
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miércoles, 23 de abril de 2008
El quinto elemento del zen: el wu-wei
Literalmente significa «no hacer nada», aunque en cierto sentido es casi el opuesto directo de la inacción. La mejor traducción de wu-wei que he encontrado es la de Huston Smith, que describe el término como «quietud creativa». Indica el estado paradójico en que la actividad suprema coexiste con la relajación suprema. Smith explica así el significado del término:
Como se ha comentado, la relajación es un requisito previo a la espiritualidad. Un problema de la sociedad actual es su excesiva orientación a la consecución de objetivos: tendemos a esforzarnos incluso en aspectos donde el esfuerzo no es apropiado. El arte no es una cuestión de alcanzar objetivos; tampoco lo es la espiritualidad. Si intentamos convertirlo en una cuestión de objetivos, se transforma en un medio para conseguir otra cosa: fama, dinero o respeto. Cuando esto sucede, se afea, ya no es arte. En el verdadero arte, lo importante es divertirse y disfrutar; debería ser un fin en sí mismo.
Al ser un arte, el zen no tiene objetivos ni utilidad; pero ahí reside precisamente la gran utilidad de tal «falta de utilidad»: nos permite relajarnos y disfrutar de la vida tal como es. Por ello Jesús dijo «mi yugo es suave, mi carga ligera» (Mateo II,28-30). La vida es «suave» si se sabe cuándo dejar los asuntos en manos de Dios.
Jesús ilustró bellamente el principio del wu-wei en su Sermón de
Kenneth S. Leong
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sábado, 19 de abril de 2008
El cuarto elemento del zen: la clarividencia
Clarividencia en cuanto a “facultad de conocer y discernir claramente las cosas”, no en cuanto a facultad paranormal.
La magia cotidiana no puede darse sin clarividencia, que es la capacidad para ver la naturaleza profunda de las cosas. Indudablemente, este conocimiento intuitivo es necesario para apreciar el humor y la poesía. Tanto la risa asociada a un chiste como la dicha asociada al satori se desencadenan por una experiencia de clarividencia. Sin ella, el arte no es posible. La capacidad de discernimiento (ver más allá de lo que es obvio) es esencial en un artista. El pintor Paul Klee comentó que «el artista no reproduce lo visible; más bien hace visibles las cosas».
Jesús mantuvo siempre que la liberación es una cuestión de clarividencia espiritual. La primacía de ésta en el proceso de salvación está cristalizada en la afirmación de Jesús “la verdad os hará libres”(Juan 8,31). En realidad, dado el predominio de términos como “verdad”, “luz”, “ojo”, “oído” y “ceguera” en los Evangelios, no se explica por qué
Adviértase que Jesús distingue entre “mirar” y “ver”; el primero puede ser superficial, pero “ver” requiere profundidad. La verdadera espiritualidad no es posible sin una profunda clarividencia espiritual. En su Sermón de
Primero, los pájaros no se preocupan por su alimento ni los lirios por su vestido; las cosas han transcurrido sorprendentemente bien, incluso sin nuestra intervención o preocupaciones. Los pájaros y los lirios simplemente “confían en Dios”. (Se trata, por supuesto, de una expresión poética, ya que los pájaros y los lirios ni siquiera piensan; pero son metáforas de aquellos que someten sus deseos a los de Dios.)
Segundo, gran parte de lo importante en nuestra vida no depende de nuestro control. Jesús formuló la pregunta retórica: “¿Quién de vosotros, por mucho que se preocupe, añadirá un palmo más a su vida?” (Mateo 6,27). Éste es el hecho central de nuestra existencia: que la propia vida, por muy preciosa que nos resulte, no se halla bajo nuestro control. La aceptación de esta verdad conduce a la paz interior; su negación lleva a la ansiedad y a la frustración innecesarias.
Tercero, ya hay bastante que hacer sin tener que preocuparse por el mañana. Jesús aconsejó: “Dejad que los problemas del día sean suficientes para el día de hoy”.
Preocuparse por el futuro es contraproducente, por la sencilla razón de que dificulta las tareas actuales.
Jesús enseñó la importancia de la clarividencia en su Sermón de
Sin embargo, aunque una vez reconocidas las verdades son una atadura, también liberan y tienden a relajarnos. Como menciona el Sermón de
Son muchos los que han interpretado el Sermón de
Sin embargo, en el pasaje Jesús nos pide que “busquemos primero su reino (de Dios) y su justicia”, lo que significa que antepongamos a Dios. En efecto, dice que una vez lo hayamos conseguido, todo lo demás nos será dado automáticamente. Su postura es clara: en última instancia, la dicha y la paz no resultan de la garantía de que Dios siempre concederá nuestros deseos o cuidará de nuestras necesidades. Es más un asunto de someter nuestro deseo a Dios, lo que significa aceptar total e incondicionalmente la realidad.
Por tanto, no es necesario interpretar el Sermón de
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sábado, 12 de abril de 2008
Segundo elemento del zen: la cotidianidad
Muchas personas conciben a Jesús como un hacedor de milagros, pero son pocos los que llegan a conocerle como artista y maestro de “magia cotidiana”. John Welwood, escritor y psicólogo, dice lo siguiente:
Jesús era mucho mas poderoso y eficaz con su “magia cotidiana” que con sus milagros. Los fariseos y los escribas presenciaron u oyeron hablar de los milagros de Jesús, pero le crucificaron de todos modos. No obstante, su “magia cotidiana” ha tenido repercusiones auténticas y duraderas en aquellos que prestan atención. En el Sermón de
En cualquier caso, enseñar lo espiritual mediante lo corriente y terrenal es una característica del zen. Para el occidental habituado a trazar una clara división entre lo espiritual y lo mundano, parece impensable; sin embargo, es lo que hace del zen algo tan interesante y poético. D. T. Suzuki comenta:
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viernes, 11 de abril de 2008
Los once elementos del zen. Primer elemento: la presencia (el más importante).
La presencia hace referencia a la habilidad de la persona para ser totalmente consciente de lo que sucede en su interior y en su entorno. La atención es algo que se puede practicar, asi, "un monje pone toda su atención tanto al avanzar como al retroceder; al mirar o al apartar la vista; al inclinarse y al estirarse; al llevar la ropa o sostener un cuenco; al comer, beber, masticar o saborear; al atender las llamadas de la naturaleza; al caminar, al estar de pie; al sentarse; al dormir y al despertar; al hablar o a al guardar silencio. A todo ello aplica su atención".
Podría afirmarse que la "presencia" es la piedra angular de toda verdadera espiritualidad, independientemente de su origen étnico o cultural. La presencia es algo que Jesús subrayó una y otra vez; los Evangelios están llenos de observaciones de Jesús que empizan con las palabras "atended", "mirad", "escuchad y comprended"...En este sentido, la enseñanza de Jesús se encuentra muy próxima en espiritu a la de Buddha. A fin de cuentas, el buddhismo es una cultura de conciencia. La palabra Buddha, por ejemplo, significa "el despierto". De forma similar, en el Evangelio de San Juan se llama a Jesús "la luz del mundo". En el Sermón de la Montaña, Jesús alertó a sus discipulos sobre la importancia de la conciencia:
"El ojo es la luz del cuerpo. Por tanto si vuestro ojo está sano, todo vuestro cuerpo estará lleno de luz: pero si vuestro ojo no lo está, todo vuestro cuerpo se llenará de oscuridad. Y si la luz es en vosotros oscuridad, ¡cuán grande es la oscuridad!" (Mateo 6, 22-23)
Por supuesto, si el ojo no está sano no pueden verse ni la verdad ni la belleza. Aqui Jesús afirma explícitamente que la conciencia es un requisito de la espiritualidad.
Hasta que hayamos aprendido el arte del silencio, no podremos desarrollar presencia. El silencio requiere una relajación profunda, que a su vez requiere dejar de lado todas las preocupaciones, sean del caracter que sean. La naturaleza de tales preocupaciones puede ser física o mental. La mayoría estamos preocupados por nuestras ansiedades, nuestros deseos, nuestros temores y nuestrso pensamientos. El ruido generado por estas ansiedades, temores y pensamientos es precisamente lo que impide disfrutar del momento presente.
Asi pues, compañeras, practicad la presencia en todo lo que hagais y a cada momento. Sé que es difícil, pero con la práctica llegareis a desarrollar la habilidad y sobre todo la gran dicha de poder disfrutar del momento presente.
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viernes, 4 de abril de 2008
El reino de los cielos
Jesús dijo que el reino de Dios “está en vosotros”. Esto significa que no puede buscarse. Sólo podemos buscar lo que no tenemos; ¿para qué buscar lo que ya está en nosotros?. En realidad, es dicha búsqueda la que obstaculiza nuestro camino hacia lo eterno, porque refuerza el ego. Hay que recordar que la belleza sólo puede experimentarse en la zona sin pensamiento ni tiempo, donde el ego desaparece.
No obstante, muchos siguen buscando el reino porque no reconocen su presencia inmediata (aquí y ahora) en nuestro interior. Tales búsquedas son vanas. La situación sería la de un pez en el océano que busca agua, sin advertir que se halla rodeado de ella. Curiosamente, cuanto más cerca está algo de nosotros, más difícil resulta detectarlo.
Jesús ni confirmó ni negó la existencia de vida ultraterrena. El reino significa acabar con los pensamientos y tanto la afirmación como la negación implican la existencia de pensamiento. El zen trasciende ambas dualidades. El reino de Dios está en la zona sin pensamiento, fuera del alcance de la mente racional/lógica donde domina el hábito de pensar en términos de “A o no A”.
A primera vista, Jesús parecía responder a las preguntas que le planteaban sobre el reino de Dios, pero en realidad señalaba hacia una verdad mayor. Puesto que se trata de preguntas mal formuladas, responder de una forma u otra sería ridículo. Si se me pregunta si cierta mesa es hombre o mujer, la única respuesta adecuada es reírse; no valdría la pena plantear o debatir la cuestión. Como observó el filósofo Zhuang Zi, “es fútil hablar de la nieve con un insecto veraniego que nunca la ha visto”
El reino no es una cuestión que deba pensarse. Como tal, tampoco es una cuestión temporal (porque sin pensamiento no hay tiempo). Sin embargo, tradicionalmente se habla de él como si se tratara de un acontecimiento futuro.
El motivo es evidente. El reino siempre se ha concebido como acontecimiento futuro porque vivir en el futuro, en lugar de en el presente, es un hábito del hemisferio izquierdo. Bhagwan Shree Rajneesh ofrece un hermoso diagnóstico de la situación:
“La mente humana desaparece en el presente. Vive en el futuro, en la esperanza, en la promesa del futuro; se mueve mediante el deseo. El deseo necesita tiempo, el deseo no pude existir sin tiempo. Si de pronto nos encontramos en un momento en que el tiempo ha desaparecido, si no hay tiempo, ni mañana, ¿qué le sucederá a nuestro deseo?. No puede moverse, desaparece en el tiempo.”
Aquí Jesús vuelve a enseñar el arte de vivir. Lo que María tenía, a diferencia de Marta, era concentración. El arte de vivir, como todo arte, requiere concentración. Para ser artista, hay que perderse en el arte. Sin perderse es imposible escuchar, ver o ser. Jesús alabó a María porque escuchaba, prestaba atención sin esfuerzo en el momento presente. Cuando se es consciente del momento, no hay pensamiento ni tiempo. Se está en el reino.
Por el contrario, Marta estaba distraída. Por hallarse ocupada en diversos asuntos mundanos, no prestaba atención al momento. Como resultado, le angustiaban todo tipo de pensamientos e inquietudes. Jesús le dijo que, aunque tuviese muchas cosas en la cabeza, sólo una era necesaria: concentrarse en la tarea que esté a mano.
Son muchos los que creen que para entrar en el reino de los cielos hay que combatir la ira, la violencia y la lujuria de nuestra mente, pero Jesús enseñó un método totalmente distinto: vivir el momento. Cuando se está verdaderamente concentrado en la tarea que se tiene a mano, no pueden surgir emociones negativas.
El reino existe en la zona atemporal. La implicación de ello es que la felicidad no es un producto del tiempo. El maestro Jesús nos reveló un gran secreto: la puerta de la eternidad se encuentra en el momento. Muchos de nosotros, sin embargo, consideramos que la felicidad se materializa en el tiempo. Esta interpretación errónea es fuente de mucha tristeza.
¿No os parece?
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martes, 1 de abril de 2008
Jesús, un maestro del Zen
“Sólo al vaciar la mente de ideas preconcebidas es posible entender lo que Jesús pretendía enseñar a sus seguidores: que volvieran a ser niños. Que amaran la vida como el valor más preciado; que aprendieran de sus enemigos; que miraran el mundo como si cada día fuera un nuevo nacimiento; que perdonaran; que no antepusieran sus deseos al fluir natural de la existencia, aceptando la ambigüedad y la paradoja. Enseñanzas todas que entroncan con la tradición zen. Porque el zen es el arte de vivir, el arte de aceptar el mundo tal y como es; y, a través de sus palabras, Jesús se muestra como una artista de la vida, capaz de descubrir el secreto que se revela continuamente ante los humanos, capaz de sumergirse sin ataduras en la apasionante experiencia de la magia de lo cotidiano.
Jesús ha causado muchas confusiones e interpretaciones erróneas porque a menudo se le ha tomado demasiado en serio. Se le adora (o ataca) con más frecuencia de la que se le escucha. El zen consiste en relajarse, escuchar y tener sentido del humor durante el proceso. Si se escucha de verdad a Jesús, se descubre que apenas predicó o moralizó: lo que hizo, con gran maestría, fue relacionarse con nosotros mediante vívidas historias e iluminarnos con su poesía.
Es posible, desde luego, ver a Jesús como Salvador, Mesías, Hijo de Dios y hacedor de milagros; pero perderíamos lo esencial si no reconocemos que, en el fondo, era un poeta y sus palabras son los cantos de su alma. En el círculo zen se sabe que el Tao (Verdad), por ser de naturaleza paradójica, no puede predicarse ni tampoco expresarse con palabras: sólo puede darse a entender indirectamente. Por este motivo, Jesús recurrió a la poesía y al humor. ¿Dónde, si no en la poesía, se encuentran contradicciones que coexisten de forma armónica?
Es importante distinguir lo que se dice sobre Jesús de lo que Jesús dijo. Conseguirlo es descubrir un nuevo mundo lleno de color y vitalidad; es iniciar una aventura reveladora”.
Kennet S. Leong
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