miércoles, 11 de mayo de 2022

La semana del averno II

[Esta entrada se quedó en borrador en 2015 y no terminé de escribirla, pero me apetece publicarla porque la historia es divertida].  

 Una vez que quitamos el armario, teníamos que mover las estanterías de nuestro dormitorio a su lugar definitivo: la tercera dimensión habitación. No sabemos aún muy bien qué hacer con ese cuarto, hablamos de montar un taller para hacer manualidades, pero luego también queríamos una biblioteca... así que igual termina siendo las dos cosas.

   Las estanterías, dos billy de ikea, con sus altillos, parecían una tarea fácil después de haber desmontado un armario y conseguir meterlo dentro de un clío. Pero primero había que vaciarlas, que aunque no tenían muchos libros (precisamente para evitar tener que moverlos), sí que tenían algunas cosas. Trastos. Carpetas. La caja de herramientas. Polvo. Muchísimo Polvo.

   Fui pasando las cosas de la estantería A a la estantería B en un ataque de lucidez. Total, no había mucho sitio para ponerlas y estaba cerca. Mi yo del futuro se ocuparía del problema cuando tocase mover la estantería B. Me subí a un taburete para desmontar el altillo y cuando ya había soltado las tuercas de seguridad y lo había levantado, se me ocurrió que igual no podía hacerlo yo sola.

- Zagal... ¿me puedes ayudar?
- Claro, un momentito.

   El momentito se me hizo un poco eterno, pero no tardó demasiado.

-¿Qué necesitas?

   A veces creo que me toma el pelo con esas preguntas. Estoy subida a un taburete, intentando bajar un altillo, pues igual necesito una cerveza con limón, clarísimamente.

- ¿Puedes coger esto?
- Claro.

   Se lo doy, y me bajo del taburete. Dejamos el altillo encima de la cama, y vamos a mover la estantería juntos, que eso sí que no lo puedo hacer sola. Cogemos cada uno de un lado, separamos un poco de la pared y... BUM. ¿Bum? ¿Qué ha sido eso? ¿Qué se ha caído? Mierrrrrrrrrrrrda... me he dejado el destornillador con el que he aflojado las tuercas de seguridad encima de la estantería. Me he olvidado por completo de él.

   El Zagal me mira con odio. Seguro que ha dejado marca en las paredes y el Zagal está un poco obsesionado con las paredes. Tras un rato de examinar, descubrir las marcas, llorar un poquito (estaba muy premenstrual) y demás, el drama pasa y movemos las estanterías. Tenemos que ir despacio porque son tan altas que aún sin el altillo dan en las molduras de las puertas, y justo la habitación a la que queremos pasarlas hace esquina con la nuestra, así que el giro es dificilillo.

   Una vez ubicada la estantería A, procedo a limpiar las toneladas de polvo. Paso el trapo por la balda y la estantería cojea. Cojea. ¿Pero qué...? La movemos un poco, a ver si es que hemos pillado un mal sitio, pero no, el suelo en esa zona está un poco irregular y la estantería baila, baila, baila. Bueno, tras el desastre de la pared (que al final son unos arañazitos de nada y algunos ya estaban antes de la caída del destornillador), que el suelo donde queremos poner las estanterías no vaya recto es otro dramita. Pero bueno, nos damos cuenta de que realmente cae hacia atrás, así que poniéndole peso no habrá problema.

   Ahora toca la estantería B, que está llena de cosas. Claro, las que tenía de antes más las de la estantería A. ¡Te odio, yo del pasado! Movemos las cosas al suelo y después de diez minutos podemos seguir.

   Procedemos a desmontar el altillo de la estantería B y a moverla, esta vez teniendo cuidado con no dejar destornilladores donde no toca. Una vez en la futura biblioteca, taller, loquesea, montamos los altillos y empezamos a cargar las estanterías. Es la locura librera, libros saliendo de cajas, libros saliendo de debajo de los muebles, libros lloviendo del cielo (igual exagero un pelín).

   Después de un rato, con media estantería llena con los libros que tenemos por casa (aún quedan unos cuantos viajes al hogar familiar en busca de más), y los trastos que habíamos acumulado bien colocaditos, nuestro trabajo ha terminado. Hemos echado media tarde y estamos un poco cansados, pero las estanterías quedan genial en el nuevo sitio.

martes, 19 de mayo de 2015

Últimas películas vistas #5

   Llevaba más de un año sin actualizar el blog, así que son muchas las películas he visto durante este tiempo. Voy a hacer esta entrada de las más recientes, que son las que recuerdo. 


   John Wick la vi el sábado tras una recomendación un poco extraña. Sólo sabía que iba de un tipo al que le mataban al perro y se dedicaba a masacrar a la mafia rusa. Y eso es, pero también algo más. Hay muchas hostias, pero muy bien dadas, en escenas algunas veces espectaculares. Las coreografías de las escenas de acción están pensadas al milímetro y el ojo del espectador no se pierde ningún golpe. Algunos duelen mucho, eso sí. 

   Violenta, rara, diferente, con un Keanu Reeves que resulta creíble y hasta expresivo (impensable, ¿verdad?), y como la película es corta, la historia no decae. Creo que este tipo de films no funcionan si se alargan mucho. 

   Recomendable si te gustan las películas de acción y quieres ver hostias con algo más de chicha detrás. 






   Turistas, una película inglesa rara no: lo siguiente. La vimos el Zagal y yo con un amigo suyo, que fue quien trajo la recomendación. Es una comedia extraña, hasta que no lleva un rato empezada no sabes muy bien por dónde van los tiros, pero cuando se asienta es maravillosamente bizarra. 

   La muchacha más pavisosa del mundo (se hace su propia ropa interior erótica de ganchillo, ¡por favor!) se va con su novio a hacer un viaje por carretera por Inglaterra y, bueno, la cosa se pone intensa. 

   Humor negro negrísimo, personajes odiables a más no poder, y una de las escenas más divertidas (dentro de este humor negro e inglés que os digo) que he visto en mucho tiempo. Tuvimos que parar la película porque el amigo del Zagal y yo no podíamos parar de reírnos, mientras el Zagal nos miraba horrorizado. 

   Recomendable si te gusta el humor negro e inglés, y te gustan las películas diferentes. Es un poco gore, eso sí.




   Para terminar, la última película que he visto en cine. Los Vengadores 2: La era de Ultron es lo que uno podría esperarse de este tipo de películas: acción, hostias, entretenimiento. Una película fácilmente olvidable, un malo más carismático de lo que acostumbra a traernos Marvel en sus películas, y muchos personajes. Demasiados. Algunos, incluso, si los quitas de la película, el argumento no cambia demasiado. 

   El problema es que la película está llena de clichés y cierto tufillo machista que, intencionado o no, está ahí. Lo explica David Muñoz en esta entrada, mucho mejor de lo que podría hacer yo. Silvia Pato, además, escribe una entrada muy interesante centrada en la escena más controvertida de la película, y os recomiendo su lectura. 

     En definitiva: si os van los superhéroes, está bien, entretiene, pero cojea por muchos sitios. Estoy deseando ver qué hacen con Civil War



domingo, 17 de mayo de 2015

La semana del averno I

   Soy una chica chick-lit, como bien sabéis todos por esta entrada, y, como tal, pues me pasan cosas... peculiares. Esta semana ha sido particularmente intensa y desconozco aún cómo he sobrevivido a ella. Con la ayuda del Zagal, claro, si no, habría sido imposible.[1] 

   Todo empieza un viernes. Tenemos que desmontar un armario viejo que ya estaba en el piso de la dueña anterior, para que nos puedan montar el nuevo el lunes. La asistenta de mi suegra se lo va a llevar y hemos quedado con ella a las 18:45 para que nos ayude a desmontarlo y bajarlo a su coche (que espero que sea grande, porque el armario lo es). 

El armario era bastante parecido a este

   Empiezo a quitar baldas y cajones para ir ganando tiempo y cuando el Zagal vuelve de trabajar a las 18:30 me ayuda a quitar las puertas. Como esta señora no viene, seguimos. Quitamos los pernos que sujetan las partes importantes del armario, incluidos los que al principio ni sospechábamos que existían. Desmontamos la parte de arriba del armario, y estamos peleándonos con los pernos de la parte de abajo (mucho menos accesibles) cuando aparece la asistenta. Mi suegra se hizo un lío y le dijo mal la hora, así que esta mujer viene antes de la hora que le dijeron, pero tarde para lo que nosotros queríamos. 

   Da igual, el armario está casi desmontado, la señora habla sin parar y repite las mismas cosas varias veces. Es simpática, pero un poco cargante. Dice que ha tenido que venir en el coche blanco porque el otro se le ha roto y lo ha estado arreglando pero como no quería llegar tarde no ha terminado. El otro coche tenía baca, y el blanco no. Bueno, da igual, seguro que cabe, será un coche grande. 

   Una vez quitados los pernos, las partes del armario salen solas: laterales, traseras (dividida en tres partes) y, por último, la parte de abajo que, al igual que el frontal de arriba, mide dos metros de largo. 

   Empezamos a bajar cosas, rezando porque quepan en el ascensor. Primero las más voluminosas: frontal y parte de abajo. Con mucho esfuerzo, inclinando, el Zagal peleándose, conseguimos que el frontal de arriba entre en el ascensor. Metemos algunas puertas y algo más, y bajamos al coche. La asistenta no ha podido aparcar cerca porque no había sitio, así que lo ha dejado a la vuelta de la manzana. Vamos hasta allí llevando las cosas con cariño, como diría el Zagal, y cuando llegamos al coche es un Clío. Un Clío. De tres puertas. Esta señora pretende meter un armario de dos metros de largo en un Clío


Un coche enorme
   En mitad de su parloteo, la asistenta comenta que si no puede cerrar el maletero, lo agarra con una cuerda y ya está. Ajá, vale. Mejor respiro hondo que creo que empiezo a hiperventilar. 

   Abrimos el maletero para empezar a cargar y mi sorpresa es mayúscula cuando veo que está lleno de... bueno, de mierdas. Veo varios pares de zapatos, trastos que no identifico, cubos... Lo aparta todo como puede, echa los asientos traseros hacia delante y empezamos a meter cosas. Tenemos que pelearnos bastante y hacer otro viaje a casa a por más cosas (porque ella insiste en que quiere llevarse todo lo posible para molestarnos menos a nosotros, para quitárnoslo del medio...), y al final, no sé muy bien cómo, conseguimos que quepa frontal y parte de abajo, algunas puertas, algunas baldas... Lleva más de la mitad del armario en un Clío

   Se monta en su coche para llevar las cosas a su casa. Ya son casi las 9 de la noche y le decimos que si vuelve mañana a por el resto que no pasa nada, pero que avise. Ella insiste en que quiere molestarnos lo menos posible, y que si no tarda mucho en sacarlo todo en su casa, vuelve hoy a llevarse el resto. 

   Se va y según la vemos alejarse, vemos que las cosas que lleva en este viaje no sólo dan en el salpicadero de delante y le tocan incluso el espejo de dentro, sino que le están quitando a ella espacio porque le pegan en el hombro. Es un trayecto de 10 minutos por la m30, pero realmente temo por su vida, porque tal y como lleva el coche, sólo puede ver por el espejo izquierdo. 

   El Zagal y yo subimos a casa y preparamos algo de comer, nos sentamos en el sofá y  nos relajamos. Estamos reventados. Pensamos que tenemos al menos una hora porque entre que ella llegue a su casa y consiga descargar todo ella sola va a pasar un buen rato. A la media hora de haber subido, suena el telefonillo. 

   Nos miramos. No puede ser. No puede haber hecho 10 minutos de ida, 10 minutos de vuelta y descargar todo eso en otros 10 minutos. Es imposible. Pero sí. Empiezo a sospechar que esta mujer es una superheroína, que tiene una fuera descomunal, o algo así. Pero no, simplemente está muy interesada en llevarse nuestro armario viejo (que sí, es bonito, pero muy poco funcional) y quiere molestarnos lo menos posible, como ha repetido al menos veinte veces ya. 

   Sube, y volvemos a cargar el ascensor, ya con lo que queda: las puertas y la cajonera grande. Lo bajamos todo al portal y mientras el Zagal y la señora se van a llevar algunas cosas, yo me quedo custodiando las puertas. Como algunas son de espejo me paso el rato haciendo el panoli, mirándome el reflejo en el espejo del armario, y el reflejo del reflejo en el espejo del portal. En lo que estoy ahí, pasan al menos cinco o seis personas y me miran un poco raro. 

   Vuelve el Zagal a rescatarme. Nos quedan un par de viajes más al coche, pero la SuperSeñora decide que ella puede coger tres puertas de golpe, así que el Zagal y yo cogemos una cada uno. Y de un solo viaje llevamos todo. De nuevo, el coche va cargado hasta arriba de una forma demencial. Esta vez, una de las partes de la trasera, de un metro de ancho, va por encima de ambos asientos, así que la SuperSeñora tiene que agacharse un poquito para poder conducir. Y, de nuevo, sólo puede ver por el retrovisor izquierdo. Estoy convencida de que si le para la policía le retiran el carnet, pero a ella le da igual, ella quiere su armario. 

   Terminamos de cargar, cerramos (no sé aún ni como) el maletero, y ella se va tan feliz con su coche y su armario, y yo me quedo convencida de que se va a estrellar. Me cuenta el Zagal, por si esto fuera poco, que además conduce fatal, se queda a medias entre dos carriles, se despista un montón... Todo un peligro en la carretera y, además, lo de recoger muebles que le regalan y meterlos a presión en su coche es algo que hace habitualmente. Tengo miedo. 

   Pero ya no tenemos el armario viejo y eso es una maravilla. Con la cantidad de espacio que hay ahora en la habitación, nos sentimos tentados de no encargar el armario nuevo, pero ya hemos dado el adelanto y, además, necesitamos un sitio donde guardar la ropa, especialmente yo. 

   Como sólo el viernes me ha ocupado tanto, os seguiré contando el resto de la semana (que en realidad es más tiempo) en otras entradas. Con esta hemos aprendido que si os cruzáis con un Clío blanco conducido por una mujer que lo lleva muy cargado, es mejor que piséis el acelerador y os alejéis todo lo posible. 



[1]  Sigo siendo chica chick-lit aunque ahora en mis aventuras me acompaña el Zagal, porque después de descubrir lo que mola estar soltera y ser independiente, le conocí a él, que consiguió que me enamorase en cinco citas y que me siga sintiendo tan libre como cuando estaba soltera, así que era imposible decirle que no. 

martes, 21 de enero de 2014

La valentía empieza aquí

   ¿Cuántas veces nos hemos acobardado porque alguien nos ha dicho que no servíamos para algo? ¿Cuántas veces hemos pensado que no somos lo bastante buenos, lo bastante listos, lo bastante guapos? Siempre midiéndonos con  un listón muy por debajo del de los demás, exigiéndonos muchísimo, creyéndonos las cosas negativas enseguida y dudando siempre de las positivas. 
Lizzie Velasquez

   Creo que muchos nos sentimos identificados con eso, en mayor o menor medida. Yo llevo años trabajando en mi autoestima y sé que estoy haciendo un gran trabajo, aunque muchas veces siga necesitando que me recuerden lo que valgo, pero al menos ya no me cuesta tanto creerlo. 

   Vi este vídeo y no puedo evitar querer compartirlo con todos, con quien haga falta. Todo el mundo debe verlo. Lizzie Velasquez es una oradora motivacional que habla de su vida, de su experiencia, de lo que ha tenido que luchar para llegar a donde está. Y olé por ella. 

   Os dejo el vídeo en este enlace, espero que lo veáis y os motive, os impulse a quereros un poquito más, a valoraros lo que os merecéis, y a no hacer caso de las cosas negativas que nos digan los demás con afán de destruirnos. 

martes, 26 de noviembre de 2013

Mi experiencia con el deporte

   Los que me conocéis, sabéis que soy vaga hasta decir basta. Que en el sofá leyendo se está mucho mejor que en el gimnasio. Que pienso que correr es de cobardes, y el deporte, de gente mucho más motivada que yo. O lo pensaba, porque en los últimos meses he cambiado bastante, hasta el punto en el que hacer deporte, ir al gimnasio, se ha convertido en algo prioritario, que no cambio por nada. 

   Este es el tercer gimnasio en el que me apunto, y el primero en el que hago algo que realmente me gusta, que engancha y me divierte. Descubrí bodypump de rebote, por una amiga que lo practica; lo probé y me encantó. Cierto que los primeros días salía con las agujetas más bestias que he tenido nunca, pero es muy satisfactorio ver como, poco a poco, el cuerpo va cambiando, va aguantando mejor esos esfuerzos y vas notando resultados. Más lento de lo que me gustaría, pero ahí están. 

   Después del bodypump, me atreví a hacer spinning, algo que siempre me había parecido muy duro y me daba miedo hacerlo. Ahora hago las dos clases seguidas, del tirón, una tras otra. Y aunque termino agotada, extenuada y bañada en sudor, no lo cambio por estar tumbada en el sofá o sentada delante del pc. Llevo años intentando traer equilibrio a mi vida, hacer del Mens sana in corpore sano más que una frase pretenciosa en latín y, poco a poco, con mucho esfuerzo, lo estoy consiguiendo. 

   Me siento orgullosa de mí misma por esto, por haber roto el círculo vicioso y estar, por fin, haciendo algo de verdad para cambiar. Por sentirme llena de energía, aunque mi cuerpo aún tenga sobrepeso y aún tenga mucha grasa que quemar, pero eso se solucionará con el tiempo. Estoy motivada, me siento positiva y todo ello, gracias a las casi dos horas diarias que paso en el gym. No voy todos los días, los findes ni lo piso, pero de lunes a viernes, excepto los martes que el día de descanso (básicamente porque no me entusiasman las clases que dan ese día), estoy allí. 

   Os dejo un vídeo donde os hablo de mi experiencia en el gym, de cómo me lesioné la rodilla y lo mucho que me ha ayudado el deporte para curar esa lesión (y para impedir que vuelva a suceder). Es largo, pero sólo tenéis que escucharlo. 

   Y os lanzo una pregunta, ¿hacéis deporte? Si es así, ¿cuál? Si no, ¿por qué? 


jueves, 17 de octubre de 2013

Quiéreme con mis defectos

   No somos perfectos. Todos tenemos defectos, manías, un lado oscuro. Todos tenemos momentos peores, en los que necesitamos que nos remolquen y nos ayuden a subir. Estos defectos nos hacen únicos y pienso que si te gusta una persona, debes aceptarle como es, y si no puedes, búscate a otro amigo, novio, o lo que sea. Sí que hay cosas que pueden hacer daño a los demás, pero otras no, y no podemos juzgar a los demás en base a lo que nosotros consideramos adecuado. Las cosas tienen más de un punto de vista, más de una opinión, más de un resultado válido.

   En vez de intentar cambiar a los demás, deberíamos fijarnos en sus puntos fuertes, ponerlos en una balanza y ver si compensan esas cosas malas que nos sacan de quicio. Yo lo he hecho recientemente con una persona y, desgraciadamente, la lista de cosas malas es demasiado larga, demasiado importante, para pasarla por alto. Supongo que a esta persona le pasará lo mismo conmigo y es que hay historias que no deben ser. 

   Tenemos que aceptar a la gente que queremos tal y como son, sin intentar cambiarles. El cambio, si llega, y sólo para casos extremos, debe salir de cada uno. Yo quiero a alguien que me acepte incluso con mi lado oscuro. 




martes, 15 de octubre de 2013

Chica chick-lit

   Llevo bastantes años leyendo chick-lit y ahora me siento como una de sus protagonistas. Los 30 están a la vuelta de la esquina, tengo un trabajo que me mantiene y una relación que, después de un tiempo haciendo aguas, se ha ido a pique. En estos momentos, me imagino como una Helen Walsh, valiente y decidida (aunque con sus problemones), pero la mayor parte del tiempo me siento como Maggie: asustada y dejándome llevar por la marea.

   Es difícil ser una chica chick-lit, llevar a cuestas los complejos, los defectos y, a la vez, esa actitud desafiante de “yo valgo tanto como tú” hacia las brujas piernas largas del mundo.

   Aunque da miedo, la verdad es que en el fondo me gusta esa sensación de vértigo, de aventura. La vida hay que vivirla, disfrutarla y no conformarse. Si una relación no funciona, hay que ponerle fin, aunque eso suponga estar de nuevo soltera, cerca de esos temidos treinta, y encima acumulando gatos. Aunque suponga volver a aguantar las miradas y comentarios de los petulantes casados como si los solteros fuéramos una plaga (ay, Bridget, cómo te entiendo) o una amenaza para su felicidad.
Aprender a andar con tacones. Todo un reto

   Desde aquí les digo a esos petulantes casados, a esas parejas de novios que vienen en pack y son incapaces de hacer nada por separado, que BASTA YA. Sí, estoy soltera, tengo casi 30 años, no tengo un piso en propiedad y me da exactamente igual. Mi felicidad vale más que las cosas que vosotros consideráis importantes y, viendo el estrés que tenéis algunos o lo mucho que os quejáis de vuestros hijos, muy felices no parecéis.

   Así que reivindico mi categoría de chica chick-lit, no tendré un problema de adicción a las compras, o un embarazo indeseado, ni siquiera una depresión, pero soy una más de esas mujeres jóvenes e independientes, que somos capaces de coger la vida por los cuernos y cambiar lo que no nos gusta de ella. Sí, nos seguiremos quejando de las cartucheras, o de lo mal que tenemos el pelo, pero eso forma parte de nuestro encanto.

   Somos chicas chick-lit y bien orgullosas de ello.