Una vez que quitamos el armario, teníamos que mover las estanterías de nuestro dormitorio a su lugar definitivo: la tercera dimensión habitación. No sabemos aún muy bien qué hacer con ese cuarto, hablamos de montar un taller para hacer manualidades, pero luego también queríamos una biblioteca... así que igual termina siendo las dos cosas.
Las estanterías, dos billy de ikea, con sus altillos, parecían una tarea fácil después de haber desmontado un armario y conseguir meterlo dentro de un clío. Pero primero había que vaciarlas, que aunque no tenían muchos libros (precisamente para evitar tener que moverlos), sí que tenían algunas cosas. Trastos. Carpetas. La caja de herramientas. Polvo. Muchísimo Polvo.
Fui pasando las cosas de la estantería A a la estantería B en un ataque de lucidez. Total, no había mucho sitio para ponerlas y estaba cerca. Mi yo del futuro se ocuparía del problema cuando tocase mover la estantería B. Me subí a un taburete para desmontar el altillo y cuando ya había soltado las tuercas de seguridad y lo había levantado, se me ocurrió que igual no podía hacerlo yo sola.
- Zagal... ¿me puedes ayudar?
- Claro, un momentito.
El momentito se me hizo un poco eterno, pero no tardó demasiado.
-¿Qué necesitas?
A veces creo que me toma el pelo con esas preguntas. Estoy subida a un taburete, intentando bajar un altillo, pues igual necesito una cerveza con limón, clarísimamente.
- ¿Puedes coger esto?
- Claro.
Se lo doy, y me bajo del taburete. Dejamos el altillo encima de la cama, y vamos a mover la estantería juntos, que eso sí que no lo puedo hacer sola. Cogemos cada uno de un lado, separamos un poco de la pared y... BUM. ¿Bum? ¿Qué ha sido eso? ¿Qué se ha caído? Mierrrrrrrrrrrrda... me he dejado el destornillador con el que he aflojado las tuercas de seguridad encima de la estantería. Me he olvidado por completo de él.
El Zagal me mira con odio. Seguro que ha dejado marca en las paredes y el Zagal está un poco obsesionado con las paredes. Tras un rato de examinar, descubrir las marcas, llorar un poquito (estaba muy premenstrual) y demás, el drama pasa y movemos las estanterías. Tenemos que ir despacio porque son tan altas que aún sin el altillo dan en las molduras de las puertas, y justo la habitación a la que queremos pasarlas hace esquina con la nuestra, así que el giro es dificilillo.
Una vez ubicada la estantería A, procedo a limpiar las toneladas de polvo. Paso el trapo por la balda y la estantería cojea. Cojea. ¿Pero qué...? La movemos un poco, a ver si es que hemos pillado un mal sitio, pero no, el suelo en esa zona está un poco irregular y la estantería baila, baila, baila. Bueno, tras el desastre de la pared (que al final son unos arañazitos de nada y algunos ya estaban antes de la caída del destornillador), que el suelo donde queremos poner las estanterías no vaya recto es otro dramita. Pero bueno, nos damos cuenta de que realmente cae hacia atrás, así que poniéndole peso no habrá problema.
Ahora toca la estantería B, que está llena de cosas. Claro, las que tenía de antes más las de la estantería A. ¡Te odio, yo del pasado! Movemos las cosas al suelo y después de diez minutos podemos seguir.
Procedemos a desmontar el altillo de la estantería B y a moverla, esta vez teniendo cuidado con no dejar destornilladores donde no toca. Una vez en la futura biblioteca, taller, loquesea, montamos los altillos y empezamos a cargar las estanterías. Es la locura librera, libros saliendo de cajas, libros saliendo de debajo de los muebles, libros lloviendo del cielo (igual exagero un pelín).
Después de un rato, con media estantería llena con los libros que tenemos por casa (aún quedan unos cuantos viajes al hogar familiar en busca de más), y los trastos que habíamos acumulado bien colocaditos, nuestro trabajo ha terminado. Hemos echado media tarde y estamos un poco cansados, pero las estanterías quedan genial en el nuevo sitio.
Las estanterías, dos billy de ikea, con sus altillos, parecían una tarea fácil después de haber desmontado un armario y conseguir meterlo dentro de un clío. Pero primero había que vaciarlas, que aunque no tenían muchos libros (precisamente para evitar tener que moverlos), sí que tenían algunas cosas. Trastos. Carpetas. La caja de herramientas. Polvo. Muchísimo Polvo.
Fui pasando las cosas de la estantería A a la estantería B en un ataque de lucidez. Total, no había mucho sitio para ponerlas y estaba cerca. Mi yo del futuro se ocuparía del problema cuando tocase mover la estantería B. Me subí a un taburete para desmontar el altillo y cuando ya había soltado las tuercas de seguridad y lo había levantado, se me ocurrió que igual no podía hacerlo yo sola.
- Zagal... ¿me puedes ayudar?
- Claro, un momentito.
El momentito se me hizo un poco eterno, pero no tardó demasiado.
-¿Qué necesitas?
A veces creo que me toma el pelo con esas preguntas. Estoy subida a un taburete, intentando bajar un altillo, pues igual necesito una cerveza con limón, clarísimamente.
- ¿Puedes coger esto?
- Claro.
Se lo doy, y me bajo del taburete. Dejamos el altillo encima de la cama, y vamos a mover la estantería juntos, que eso sí que no lo puedo hacer sola. Cogemos cada uno de un lado, separamos un poco de la pared y... BUM. ¿Bum? ¿Qué ha sido eso? ¿Qué se ha caído? Mierrrrrrrrrrrrda... me he dejado el destornillador con el que he aflojado las tuercas de seguridad encima de la estantería. Me he olvidado por completo de él.
El Zagal me mira con odio. Seguro que ha dejado marca en las paredes y el Zagal está un poco obsesionado con las paredes. Tras un rato de examinar, descubrir las marcas, llorar un poquito (estaba muy premenstrual) y demás, el drama pasa y movemos las estanterías. Tenemos que ir despacio porque son tan altas que aún sin el altillo dan en las molduras de las puertas, y justo la habitación a la que queremos pasarlas hace esquina con la nuestra, así que el giro es dificilillo.
Una vez ubicada la estantería A, procedo a limpiar las toneladas de polvo. Paso el trapo por la balda y la estantería cojea. Cojea. ¿Pero qué...? La movemos un poco, a ver si es que hemos pillado un mal sitio, pero no, el suelo en esa zona está un poco irregular y la estantería baila,
Ahora toca la estantería B, que está llena de cosas. Claro, las que tenía de antes más las de la estantería A. ¡Te odio, yo del pasado! Movemos las cosas al suelo y después de diez minutos podemos seguir.
Procedemos a desmontar el altillo de la estantería B y a moverla, esta vez teniendo cuidado con no dejar destornilladores donde no toca. Una vez en la futura biblioteca, taller, loquesea, montamos los altillos y empezamos a cargar las estanterías. Es la locura librera, libros saliendo de cajas, libros saliendo de debajo de los muebles, libros lloviendo del cielo (igual exagero un pelín).
Después de un rato, con media estantería llena con los libros que tenemos por casa (aún quedan unos cuantos viajes al hogar familiar en busca de más), y los trastos que habíamos acumulado bien colocaditos, nuestro trabajo ha terminado. Hemos echado media tarde y estamos un poco cansados, pero las estanterías quedan genial en el nuevo sitio.