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jueves, 14 de julio de 2016

John Burnside: De Corporis resurrectione (I)

                                                            A George Soule

Vuelve la nieve;

y a veces los muertos que hemos lavado
y enterrado:

las madres amorosas y artríticas que apenas notábamos
cuando pulían cucharas de madrugada, cuando
                                                                         pulían espejos;
los que se evaporaron de silicosis en la cocina;
                                                                         los muertos graduales
pasan entre los árboles, sin rumbo, como rachas de viento

y toman forma visible
                                    color aproximado:
acónito, verde agua, vermellón, azul de Prusia;

los muertos que en su día nombramos y enterramos rompen
                                                                                          como olas
sobre hojas y arena,
                                  sobre troncos y hierros oxidados.

Los copos de nieve son bocetos en blanco, flores no muy
convincentes
                   que serían verdes
en un mundo sin sombras,
pero solo los muertos son verdes
en los últimos días del invierno;

solo los muertos, que en su momento numeramos y apartamos,
florecerán de nuevo en el musgo de las cunetas y en las columnas de hiedra,

reemplazándose a sí mismos, en la calma del mundo visible,
con huellas, voces, ampollas, tatuajes en forma de rosa.



John Burnside
en Dones.
Traducción de Juan Antonio Montiel.
Lumen.

sábado, 14 de marzo de 2015

Philip Larkin: Ventanas altas








Cuando veo una parejita e imagino
que él se la folla y ella toma
píldoras o usa un diafragma,
sé que ése es el paraíso

 que todo viejo soñó la vida entera:
ataduras y prejuicios desechados
como una cosechadora obsoleta, y los jóvenes
deslizándose sin límites, ladera abajo,

 hacia la felicidad. Me pregunto si
cuarenta años atrás, mirándome, alguien
habrá pensado: Eso es vida;
nada de dios, ni de sudar de noche 

 pensando en el infierno, ni de ocultar 
lo que opinas del pastor. Ese y sus 
amigos se deslizarán, maldita sea, 
libres como pájaros. Y de inmediato,

más que en palabras, pienso en ventanas altas:
el cristal en donde cabe el sol y, más allá,
el hondo aire azul, que nada muestra,
y no está en ninguna parte, y es interminable.















Philip Larkin

en Poesía reunida.
Lumen.
Traducción de Marcelo Cohen y Damián Alou