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domingo, diciembre 10, 2023

Blanca Varela / Destiempo


I

Se fue el día,
las escamas del sueño giran.

Todo desciende,
la noche es el tedio.

En el desierto, a oscuras,
temerosa del amor
la ostra llora a solas.
Caen las lívidas hojas de tu frente,
Te alejas, negra burbuja sin destino.

Se abren súbitamente mil calles,
arrecifes en llamas 
retienen tu cuerpo helado como una lágrima,
nada te hiere,
el coral clava su garra en tu sombra,
tu sangre se desliza, inunda praderas,
salta de las ventanas como un rojo sonido
y todo esto no es sino el otoño.

II

Estréchame las manos,
la única luz que nos queda,
no me dejes olvidada
en la cima de una ola.

Aléjate.

Aparten ese frío paisaje de cipreses,
escombren esos náufragos que ocultan el horizonte.

La vida es una noticia conmovedora.

Atravieso el desierto,
la terrible fiesta en el centro de un cielo derribado.
Estoy casi olvidando.

III
                                                                    A César Moro

El rayo ha perfumado ferozmente nuestra casa.
Tenemos sed, tenemos prisa por golpear 
con el hueso de una flor en la tiniebla.
Hay un árbol talado en esta historia.
Contemplamos el cielo. No hay señales.
¿Es de día? ¿Es de noche?
Murió la araña que medía el tiempo,
Sólo hay un viejo muro y una nueva familia de sombras.

IV

Deseos, piedras, cielo a jirones,
ni un ave.
Estoy huyendo.
Una nueva montaña,
un río joven, sin ira.

Éste es el mundo que amo.
Quiero un cielo veloz,
la mañana distinta, sin colores,
para poner mis ángeles,
mis calles donde siempre hay humo y sorpresa.

V

Aquella torturada nube parecía tan firme,
ambulando,
desgarrando,
chocando con masas de ángeles.

Cóncava,
valva de nieve y soledad,
de trajín y música constante,
de arena, de resplandor
y fuga,
desierto etíope
en un tutti de gemidos
y sorpresa.

Tan exacta
sobre el laberinto de la pupila,
color perdido
de vieja misiva,
terrible silencio 
de quien ha sacudido el aire
y conoce el vado de los sollozos.

Continuaba,
migradora,
llave del torbellino
como una gota pura
preñada de su propia existencia,

VI

El mar pliega las alas al atardecer,
tú no eres sino una pálida burbuja
navegando al golpe del aliento,
un negro trino,
el sol que sale en el centro del pecho
en mitad de la calle,
un silencio en la música dura
de la ciudad sin límites.

Para atravesar ese océano,
ese golpe de luz en la siesta,
no bastaría la eternidad.

VII

Toda la palidez inexplicable es el recuerdo.

Travesía de muralla a muralla,
el abismo es el párpado,
allí naufraga el mundo
arrasado por una lágrima.

VIII

Despierto.

Primera isla de la conciencia:

un árbol.

El temor inventa el vuelo.

El desierto familiar me acoge.

Alguien observa con indiferencia.

IX

El amor es como la música,
me devuelve con las manos vacías,
con el tiempo que se enciende de golpe
fuera del paraíso.
Conozco una isla,
mis recuerdos
y una música futura,
la promesa.

Y voy hacia la muerte que no existe,
que se llama horizonte en mi pecho.
Siempre la eternidad a destiempo.

Blanca Varela (Lima, 1926-2009), "Ese puerto existe" (1949-1959), Canto villano. Poesía reunida, 1949-1994, Fondo de Cultura Económica, México, 1996

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viernes, marzo 31, 2023

Blanca Varela / De "Las cosas que digo son ciertas"




Las cosas que digo son ciertas

Un astro estalla en una pequeña plaza y un pájaro pierde los ojos y cae. Alrededor de él los
hombres lloran y ven llegar la nueva estación. El río corre y arrastra entre sus fríos y
confusos brazos la oscura materia acumulada por años y años detrás de las ventanas.

Un caballo muere y su alma vuela al cielo sonriendo con sus grandes dientes de madera
manchada por el rocío. Más tarde, entre los ángeles, le crecerán negras y sedosas alas con
que espantar a las moscas.

Todo es perfecto. Estar encerrado en un pequeño cuarto de hotel, estar herido, tirado e
impotente, mientras afuera cae la lluvia dulce, inesperada.

¿Qué es lo que llega, lo que se precipita desde arriba y llena de sangre las hojas y de dorados
escombros las calles?

Sé que estoy enfermo de un pesado mal, lleno de un agua amarga, de una inclemente fiebre
que silba y espanta a quien la escucha. Mis amigos me dejaron, mi loro ha muerto ya, y no
puedo evitar que las gentes y los animales huyan al mirar el terrible y negro resplandor que
deja mi paso en las calles.

He de almorzar solo siempre. Es terrible.


El paseo

Vamos, la luz cambia,
la luz y el viento nos esperan creciendo.
Es hacia la noche donde vamos,
al frescor de la sombra continua,
a beber de los frutos vivos
que penden de ramas increíbles.

Ahora hay tal certeza
de que un pie sigue al otro
y el sol y la luna hacen el día juntos
y el reposo no es terrible.

No es éste el lazo
ni tú eres hoy la presa pequeña.


Alba

Al despertar
me sorprendió la imagen que perdí ayer.
El mismo árbol en la mañana
y en la acequia
el pájaro que bebe
todo el oro del día.

Estamos vivos,
quién lo duda,
el laurel, el ave, el agua
y yo,
que miro y tengo sed.

Blanca Varela (Lima, 1926-2009)

Las cosas que digo son ciertas.
Poesía completa 1949-2000,
Gog y Magog
y Caleta Olivia,
Buenos Aires, 2023









martes, enero 03, 2023

Blanca Varela / A media voz




la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
           acepto la luz

bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba sin color
bajo el cielo cascado y gris
          acepto el duelo y la fiesta
 
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo esta el poema
intacto sol
          ineludible noche 
sin volver la cabeza
merodeo su luz
          su sombra 
animal de palabras
husmeo su esplendor
su huella
          sus restos

todo para decir
que alguna vez estuve 
atenta desarmada
          sola 

casi en la muerte
casi en el fuego

Blanca Varela (Lima, 1926-2009), Vuelta, n° 14, México, 1978; "Canto villano", 1978: Donde todo termina abre las alas. Poesía reunida (1949-2000), Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2001

viernes, enero 07, 2022

Blanca Varela / Casa de cuervos



porque te alimenté con esta realidad
mal cocida
por tantas y tan pobres flores del mal
por este absurdo vuelo a ras de pantano
ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío

no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable retrato
forzando la oscuridad del día
párpados de miel
y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo

tu náusea es mía
la heredaste como heredan los peces
la asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombra tejen
sombras y tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas posado en la entreabierta ventana
y nuestra
para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes

ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
como tu sangre que ya no deja lugar
para nada ni nadie

aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa
de tus pasos
a todas las primaveras que inventas
y destruyes
a tenderme —nada infinita—
sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada tuya
que ilumine mis restos

porque así es este amor
que nada comprende
y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los sueños

hasta ese torpe gris
que es despertar
en la gran palma de dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculos que tu cuerpo
sin más puerta que tu cuerpo
así este amor
uno solo y el mismo
con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego abandonado
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
adonde no has de volver

[Ejercicios materiales, 1993]

Blanca Varela (Lima, 1926-2009), Degollado Resplandor. Poesía Selecta (1949-2000). Prólogo y selección de Miguel Ángel Zapata, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2019. Buenos Aires Poetry, nov. 21, 2021


lunes, mayo 20, 2019

Blanca Varela / Flores para el oído















En todas partes hay flores
acabo de descubrirlo escuchando
flores para el oído lentas silenciosas apresuradas
flores
para el oído

caminando por la calle
que un hombre rompe con un taladro
sentí el horror de la primavera
de tantas flores
abriéndose en el aire
y cerrándose
de tantos ecos
negros rizados pétalos
arrastrándose
hasta el borde del mar de tierra
recién abierto

sé que un día de estos
acabaré en la boca de alguna flor

Blanca Varela (Lima, 1926-2009), Poesía escogida 1949-1991, selección de la autora, prólogo de Jonio González, Icaria, Barcelona, 1993

A Media Voz - UNAM - El Comercio - NODAL Cultura

Foto: Casa de la Literatura Peruana