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lunes, noviembre 25, 2024

Javier Sologuren / Dédalo dormido

         
                  Most musical of mourners, weep anew!
                  Not all to that bright station dared to climb.
                                                                    Shelley

Tejido con las llamas de un desastre irresistible,
atrozmente vuelto hacia la destrucción y la música,
gritando bajo el límite de los golpes oceánicos,
el hueco veloz de los cielos llenándose de sombra.

Ramos de nieve en la espalda, pie de luz en la cabeza,
crecimiento súbito de las cosas que apenas se adivinan,
saciado pecho con la bulla que cabalga en lo invisible.

Perecer con el permiso de una bondad que no se extingue.
Ya no ser sino el minuto vibrante, el traspaso del cielo,
canto de vida rápida, intensa mano de lo nuestro, desnuda.

Hallarse vivo, despierto en el espacio sensible de una oreja,
recibiendo los pesados materiales que la música arroja
desde una altura donde todo gime de una extraña pureza.
Miembros de luz sorda, choques de completísimas estatuas,
lámparas que estallan, escombros primitivos como la muerte.

Vaso de vino pronto a gemir en una tormenta humana,
Con una sofocante alegría que olvida el arreglo de las cosas,
ebrio a distancias diferentes del sonido sin clemencia,
errando reflexivo entre el baile de las puertas abatidas,
alistando una racha salobre en la inminencia de la muerte,
pisando las hierbas del mar, las novedades del corazón,
pulsando una escala infinita, un centro sonoro inacabable.

Modificado por una azarosa, por una incontrolable compañía.

Pisadas en nuestro corazón, puertas en nuestros oídos,
temblor de los cielos de espaldas, árboles crecidos de improviso,
paisajes bañados por una murmurante dulzura, por una sustancia
que se extiende como un vuelo irisado e instantáneo.

Prados gloriosos, estío, perfil trazado por un dedo de fuego,
blanco papel quemado para siempre detrás de los ojos,
valles que asientan su línea bajo el zureo de las palomas,
fuentes de oro que agitan azules unos brazos helados.
Quietud del mar, neutros estallidos de un imperio cruento,
mudas destrucciones, espuma, golpes del espacio abierto.

Sueños que toman cuerpo, coherentes, en una silenciosa tentativa;
mecanismos ordenados en medio de una numerosa vehemencia,
lujo intranquilo del cielo que sella una hora inmune.

Cuerpo que asciende como la estatua de un ardoroso enjambre
buscando muy arriba la inhumana certeza en que se estalla
para quedar inmensamente vacío y delirante como el viento.

Una idea, Dédalo, una idea que iba a acarrear nuestro futuro
(un sueño como un agua amarga que mana desde la boca del sol),
los planos hechos a perfección, la elocuencia del número,
el ingenioso resorte para suplantar los ojos de la vida,
todo era una inocente flecha en tránsito de lucidez y muerte.

Ciudades perdidas por un golpe de viento, ganadas por un sueño.
Palabras incendiadas por la fricción de un remoto destino,
murallas de un fuego levantado al que no nos resistimos
canto arrancado a la tumultuosa soledad de un pecho humano.

Javier Sologuren (Lima, 1921 - 2004), Dédalo dormido, Cuadernos Americanos, México, 1949; Altazor, año 5, noviembre 2024

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jueves, enero 05, 2023

Javier Sologuren / Soliloquio



una flor alegra la casa
         también el agua corriente
lleva el resplandor intenso
         del sol

los años pasan y van
         dejando cuartos
         silenciosos

(vuelvan fantasmas amados)
el sol se vierte por el patio

tras haber sido lo que fue
         nueva vida se empeña
en reanudar una vez más la limpieza
         según las rutinas y los ritos

pero una flor aún
         alegra la casa
y el sol canta en el vacío
         de los años

           (soliloquio)

Javier Sologuren (Lima, 1921-2004), Cuadernos Hispanoamericanos n° 444, junio de 1987

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miércoles, noviembre 30, 2022

Javier Sologuren / Dos poemas




sorberé el limón del poniente
rebanaré el crepúsculo
masticaré el ocaso

el viento extenderá las hojas
del diario
entre dos frescas alas
veré deslizarse la palabra
         condiciones
sin taparrabo ni sombrero
ignorando quién las impone
y a quién se las impone

los papeles
producirán el canto
de la fricción en la sombra

pero habré de darme tiempo
para envolver las sobras
del injurioso día

                (intención)


*

el aguacero sideral encarruja las hojas de la Commedia
el agua antigua reza por las ranuras del pensamiento
los círculos se hunden isócronamente en el espejo
mientras
        un chico lame su helando
        cuenta los carros que pasan
mientras
        las apasionadas melopeas de la tarde
        te toman de la mano y caes
        a pesar de eso
luego
        viene la dulce noche embadurnándote de besos
        y frotándote hollín en las frías sienes
luego
        no sabes    nada    nada    nada

                    (la musa diaria)

Javier Sologuren (Lima, 1921-2004), Cuadernos Hispanoamericanos n° 444, junio de 1987. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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domingo, abril 25, 2010

Javier Sologuren / Corola parva




La tinta en el papel.
El pensamiento
deja su noche.

*

¡Oh agua quieta,
qué silencioso el mundo
en ti despierta!

*

El alba enciende
yacente realidad
irrealmente.

*

Agua del plenilunio:
sin pensamientos
poseo el mundo.

*

Altos soles pequeños
en el pecho arden:
tu edad, muchacha.

*
frases olas blancas
lineales murmullos horizonte
luz traspuesta secreta
oh las blancas flores

*

Nada dejé en la página
salvo
la sombra
de mi inclinada cabeza

Javier Sologuren (Lima, 1921-2004), Jorge Rodríguez Padrón, Antología de poesía hispanoamericana (1915-1980), Espasa Calpe, Madrid, 1984
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Foto: El Comercio s/d

De Sologuren en este blog:
El dardo

domingo, julio 05, 2009

Javier Sologuren/ El dardo


















El río sensible como cuello de mujer al peso de las joyas nocturnas.
El lujo terrenal de las tinieblas sobre los muros vegetales.
La inclinada mitad de la tierra que se ilumina al paso de 
     / una pantera.
La luna de encrespadas cañas en las heladas orillas fluviales.
La melancólica continuidad de las olas
desplegadas con silencioso impacto en la distancia.
Los lechos murmurantes de la luz en el follaje último del cielo.
El país amurallado por el lápiz tenaz de los planetas.
La habitación, los alimentos henchidos de mortal palidez.
La mano que gira las invisibles poleas del sueño.
La pluma donde no corre sino la sombra del mundo.
El ojo humano, el frío humano, la captación del olvido.

Javier Sologuren (Lima, 1921-2004), Jorge Rodríguez Padrón, Antología de poesía hispanoamericana (1915-1980), Espasa Calpe, Madrid, 1984
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Foto: Sologuren Identidades