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jueves, octubre 17, 2024

Salvatore Quasimodo / Mi país es Italia



Más los días se alejan dispersos
y más vuelven al corazón de los poetas.
Allí los campos de Polonia, la llanura de Kutno
con sus colinas de cadáveres que arden
en nubes de nafta, allí las alambradas
para la cuarentena de Israel,
la sangre entre los desechos, el exantema tórrido,
las cadenas de pobres muertos hace ya mucho 
y fulminados en las fosas abiertas con sus manos,
allí Buchenwald, el apacible bosque de hayas,
sus hornos malditos; allí Stalingrado
y Minsk sobre las marismas y la nieve putrefacta.
Los poetas no olvidan. ¡Oh, la multitud de los viles,
de los vencidos, de los perdonados por la misericordia!
Todo se trastorna, pero los muertos no se venden.
Mi país es Italia, enemigo más extranjero,
y yo canto a su pueblo, y también el llanto
cubierto por el ruido de su mar,
el límpido luto de las madres, canto su vida.

Salvatore Quasimodo (Módica, Italia, 1901- Amalfi, Italia, 1968), Y enseguida la noche y otros poemas, Orbis, Barcelona, 1983
Selección y traducción, Carlo Frabetti
Envío de Jonio González

Más poemas de Salvatore Quasimodo en Otra Iglesia Es Imposible, La Otra, A Media Voz, Tuerto Rey, Trianarts

IL MIO PAESE È' L'ITALIA

Piu’ i giorni s’allontanano dispersie 
piu’ ritornano nel cuore dei poeti.
La’ i campi di Polonia, la piana di Kutno
con le colline di cadaveri che bruciano
in nuvole di nafta, la’ i reticolati
per la quarantena d’Israele,
il sangue tra i rifiuti, l’esantema torrido,
le catene di poveri gia’ morti da gran tempo
e fulminati sulle fosse aperte dalle loro mani,
la’ Buchenwald, la mite selva di faggi,
i suoi forni maledetti; la’ Stalingrado,
e Minsk sugli acquitrini e la neve putrefatta.
I poeti non dimenticano. Oh la folla dei vili,
dei vinti, dei perdonati dalla misericordia!
Tutto si travolge, ma i morti non si vendono.
Il mio paese e’ l’Italia, o nemico piu’ straniero,
e io canto il suo popolo e anche il pianto
coperto dal rumore del suo mare,
il limpido lutto delle madri, canto la sua vita.
---

martes, junio 01, 2021

Salvatore Quasimodo / Al padre























Donde sobre las aguas violáceas
se hallaba Mesina, entre cables rotos
y escombros, caminas a lo largo de los rieles
y agujas con tu gorro de gallo
isleño. El terremoto hierve
desde hace tres días, es un diciembre de huracanes
y mar envenenado. Nuestras noches caen
en los vagones de mercancías y nosotros, ganado infantil,
contamos sueños polvorientos con los muertos
destrozados por los hierros, mordisqueando almendras
y ristras de manzanas secas. La ciencia
del dolor puso verdad y hojas de cuchillos
en los juegos de las llanuras de malaria
amarilla y calentura inflamada de fango.

Tu paciencia
triste, delicada, nos robó el miedo,
lección fue en días unidos a la muerte
traicionada, el oprobio de los ladrones
atrapados entre escombros y ajusticiados en la oscuridad
por la fusilería de los desembarcos, cuenta
de números bajos que volvía a ser exacta,
central, un balance de vida futura.

Subía y bajaba tu gorro para el sol
por el poco espacio que siempre te concedieron,
y he llevado tu nombre
un poco más allá del odio y de la envidia.
Aquel color rojo sobre tu cabeza era una mitra,
una corona con alas de aguila.
Y ahora, en el águila de tus noventa años,
he querido hablar contigo, con tus señales
de partida coloreadas por el farol
nocturno, y aquí desde una rueda 
imperfecta del mundo,
sobre una inundación de muros cerrados,
lejos de los jazmines de Arabia,
entre los que aún tú estás, para decirte
lo que en tiempos no pude -difícil afinidad
de pensamientos- para decirte, y no nos escuchan sólo
cigarras del Biviere, agaves y lentiscos,
como el campesino dice a su patrón:
"Beso tus manos".* Nada más esto.
Oscuramente fuerte es la vida.

* En el original, expresión en dialecto siciliano (N. del T.)

[La terra impareggiabile, 1958]

Salvatore Quasimodo (Módica, Italia, 1901-Amalfi, Italia, 1968), Plegaria, traducción de Antonio Colinas, selección de Minerva Margarita Villarreal, El Oro de los Tigres V, Universidad de Nuevo León, México, 2015



Al padre

Dove sull’acque viola
era Messina, tra fili spezzati
e macerie tu vai lungo binari
e scambi col tuo berretto di gallo
isolano. Il terremoto ribolle
da due giorni, è dicembre d’uragani
e mare avvelenato. Le nostre notti cadono
nei carri merci e noi bestiame infantile
contiamo sogni polverosi con i morti
sfondati dai ferri, mordendo mandorle
e mele dissecate a ghirlanda. La scienza
del dolore mise verità e lame
nei giochi dei bassopiani di malaria
gialla e terzana gonfia di fango.

La tua pazienza
triste, delicata, ci rubò la paura,
fu lezione di giorni uniti alla morte
tradita, al vilipendio dei ladroni
presi fra i rottami e giustiziati al buio
dalla fucileria degli sbarchi, un conto
di numeri bassi che tornava esatto
concentrico, un bilancio di vita futura.

Il tuo berretto di sole andava su e giù
nel poco spazio che sempre ti hanno dato.
Anche a me misurarono ogni cosa,
e ho portato il tuo nome
un po’ più in là dell’odio e dell’invidia.
Quel rosso del tuo capo era una mitria,
una corona con le ali d’aquila.
E ora nell’aquila dei tuoi novant’anni
ho voluto parlare con te, coi tuoi segnali
di partenza colorati dalla lanterna
notturna, e qui da una ruota
imperfetta del mondo,
su una piena di muri serrati,
lontano dai gelsomini d’Arabia
dove ancora tu sei, per dirti
ciò che non potevo un tempo – difficile affinità
di pensieri – per dirti, e non ci ascoltano solo
cicale del biviere, agavi lentischi,
come il campiere dice al suo padrone:
‘Baciamu li mani’. Questo, non altro.
Oscuramente forte è la vita.
---
Foto: Salvatore Quasimodo, Piazza della Signoria, Florencia, Italia, 1962 Walter Mori/Mondadori/Getty Images

miércoles, febrero 21, 2018

Salvatore Quasimodo / Casi un epigrama















El contorsionista en el bar, melancólico
y bohemio, se levanta de golpe
de un rincón y nos brinda un breve
espectáculo. Se quita la chaqueta
y en jersey rojo arquea la espalda
hacia atrás y agarra como un perro
un pañuelo sucio
con la boca. Por dos veces repite
su descamisado puente y luego se inclina
con su plato de plástico. Nos desea
con ojos de hurón
que tengamos fortuna en las quinielas y desaparece.
La civilización del átomo se halla en su apogeo.

[La terra impareggiabile, 1955-1958]

Salvatore Quasimodo (Módica, Italia, 1901-Amalfi, Italia, 1968), Plegaria, traducción de Antonio Colinas, selección de Minerva Margarita Villarreal, El Oro de los Tigres V, Universidad de Nuevo León, México, 2015

Salvatore Quasimodo It. - La Otra - El Poeta Ocasional


Quasi un epigramma

Il contorsionista nel bar, melanconico
e zingaro, si alza di colpo
da un angolo e invita a un rapido
spettacolo. Si toglie la giacca
e nel maglione rosso curva la schiena
a rovescio e afferra come un cane
un fazzoletto sporco
con la bocca. Ripete per due volte
il ponte scamiciato e poi s'inchina
col suo piatto di plastica. Augura
con gli occhi di furetto
un bel colpo alla Sisal e scompare.
La civiltà dell'atomo è al suo vertice.
---

domingo, diciembre 10, 2017

Salvatore Quasimodo / Hombre de mi tiempo















Hombre de mi tiempo, eres aún aquel
de la piedra y de la honda. Estabas en la carlinga
con las alas malignas, los cuadrantes de muerte,
-te vi- dentro del carro de fuego, en las horcas,
en las ruedas de tortura. Te vi: eras tú,
con la ciencia precisa dispuesta para el exterminio,
sin amor, sin Cristo. Has matado de nuevo,
como siempre, como tus padres mataron, como mataron
los animales que te vieron por primera vez.
Y huele esta sangre como la de aquel día
en que el hermano dijo a otro hermano:
"Vamos al campo". Y aquel eco frío, tenaz,
llegó a ti, y llegó a tu jornada.
Olvidad, oh, hijos, las nubes de sangre
que ascienden de la tierra, olvidad a los padres:
sus tumbas se hunden en el cenizal,
los pájaros negros, el viento, cubren sus corazones.

[Giorno dopo giorno, 1946]

Salvatore Quasimodo (Módica, Italia, 1901-Amalfi, Italia, 1968), Plegaria, traducción de Antonio Colinas, selección de Minerva Margarita Villarreal, El Oro de los Tigres V, Universidad de Nuevo León, México, 2015


Uomo del mio tempo

Sei ancora quello della pietra e della fionda,
uomo del mio tempo. Eri nella carlinga,
con le ali maligne, le meridiane di morte,
t’ho visto – dentro il carro di fuoco, alle forche,
alle ruote di tortura. T’ho visto: eri tu,
con la tua scienza esatta persuasa allo sterminio,
senza amore, senza Cristo. Hai ucciso ancora,
come sempre, come uccisero i padri, come uccisero
gli animali che ti videro per la prima volta.
E questo sangue odora come nel giorno
Quando il fratello disse all’altro fratello:
«Andiamo ai campi». E quell’eco fredda, tenace,
è giunta fino a te, dentro la tua giornata.
Dimenticate, o figli, le nuvole di sangue
Salite dalla terra, dimenticate i padri:
le loro tombe affondano nella cenere,
gli uccelli neri, il vento, coprono il loro cuore.
---
Foto: Salvatore Quasimodo, Milán, 1962 Mario De Biasi/Mondadori/Getty Images

miércoles, enero 11, 2017

Salvatore Quasimodo / La plegaria













Sé bueno, si quieres escuchar mi voz
y besa el umbral de tu casa.

Lleva dos lámparas, cálidas como el pecho de las golondrinas,
y, hacia la noche, cuando tu rostro tenga la penumbra del cielo,

abre la cancela de cristal de mi refugio azul
y, en silencio, arrímate a mí.

Te hablaré de mis sueños, que he dejado sobre los escalones,
detrás de las puertas cerradas y desconocidas,
de los sueños brotados de los jardines pobres,
sin cantos, en medio de las cicutas.

Luego, calla y regresa: la música que duerme bajo las mimosas
se despertará para ti, que has besado el umbral de tu casa.

Salvatore Quasimodo (Módica, Italia, 1901-Amalfi, Italia, 1968), Plegaria, traducción de Antonio Colinas, selección de Minerva Margarita Villarreal, El Oro de los Tigres V, Universidad de Nuevo León, México, 2015


La preghiera

Diventa buono, se vuoi ascoltare la mia voce,
e bacia la soglia della tua casa.

Porta due lampade, calde come il petto delle rondini,
e, verso sera, quando il tuo viso avrà la penombra del cielo

apri il cancello di vetro del mio rifugio azzurro,
e, in silenzio, accostati a me.

Ti dirò dei miei sogni lasciati sopra gli scalini,
dietro le porte chiuse e sconosciute,
dei sogni sbocciati in poveri giardini,
senza canti, in mezzo a le cicute.

Poi, taci e ritorna: la musica che dorme sotto le mimose
si sveglierà per te, che hai baciato la soglia della tua casa.
---

domingo, junio 26, 2016

Salvatore Quasimodo / A un poeta enemigo











Sobre la arena de Gela color de la paja
me tendía de niño a la orilla del mar
antiguo de Grecia con muchos sueños en los puños
apretados y en el pecho. Allí Esquilo exiliado
midió versos y pasos desconsolados,
en aquel golfo árido el águila lo vio
y fue el último día. Hombre del Norte, que me quieres
mínimo o muerto para tu paz, espera:
la madre de mi padre tendrá cien años
en la nueva primavera. Espera: que yo mañana
no juegue con tu cráneo amarillo por las lluvias.

Salvatore Quasimodo (Módica, Italia, 1901-Amalfi, Italia, 1968), Il falso e vero verde, Mondadori, Milán, 1956
Versión de Carlos Vitale
Más en Via Sole

Nota del Administrador: Este poema estaba originariamente dedicado a Giuseppe Marotta, quien no puede ser otro que el narrador, guionista y crítico napolitano nacido en 1902 y muerto en 1963. La dedicatoria eliminada se superponía a la del título, de resultas de lo cual Marotta pasaba a ser el "poeta enemigo". No sabemos si por ese motivo la suprimió el autor. Marotta vivió en Milán, pero no era "hombre del norte" sino de Nápoles, adonde regresó para morir.


A UN POETA NEMICO

Su la sabbia di Gela colore della paglia
mi stendevo fanciullo in riva al mare
antico di Grecia con molti sogni nei pugni
stretti e nel petto. Là Eschilo esule
misurò versi e passi sconsolati,
in quel golfo arso l’aquila lo vide
e fu l’ultimo giorno. Uomo del Nord, che mi vuoi
minimo o morto per tua pace, spera:
la madre di mio padre avrà cent’anni
a nueva primavera. Spera: che io domani
non giochi col tuo cranio giallo per le piogge.
---
Foto: Mondadori

lunes, octubre 27, 2014

Salvatore Quasimodo / Callejón













Vuelve a llamarme a veces tu voz,
y no sé qué cielos y aguas
se me despiertan dentro:
una red de sol que se desmalla
sobre tus muros que eran en la tarde
un columpiar de lámparas
de los nocturnos almacenes
llenos de viento y tristeza.

Otro tiempo: un telar golpeaba en el patio
y se oía en la noche un llanto
de cachorros y niños.

Callejón: una cruz de casas
que se llaman despacio
y no conocen el miedo
de quedar solas en la oscuridad.

Salvatore Quasimodo (Módica, 1901-Amalfi, 1968), Todos los poemas, traducción de Leopoldo Di Leo, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1976


Vicolo

Mi richiama talvolta la tua voce
e non so che cieli ed aqcue
mi si svegliano dentro:
una rete di sole che si smaglia
sui tuoi muri ch'erano a sera
un dondolio di lampade
delle botteghe tarde
piene di vento e di tristezza.

Altro tempo: un telaio batteva nel cortile,
e s'udiva la notte un pianto
di cuccioli e bambini.

Vicolo: una croce di case
che si chiamano,
e non sano ch'è paura
di restare sole nel buio.
---

sábado, junio 07, 2014

Salvatore Quasimodo / Carta a la madre












"Mater dulcissima, ya descienden las nieblas,
El Naviglio golpea confusamente en los muelles,
los árboles se hinchan de agua, arden de nieve;
no estoy triste en el Norte, no estoy
en paz conmigo, muchos me deben lágrimas
de hombre a hombre. Sé que no estás bien, que vives
como todas las madres de los poetas, pobre
y justa en la medida de amor
hacia los hijos distantes. Hoy soy yo
quien te escribe." Por fin, dirás, dos palabras
de aquel muchacho que huyó en la noche con su pobre capa
y algunos versos en el bolsillo. Pobre, tan blando de corazón,
lo matarán un día en un lugar cualquiera.
"Ciertamente, recuerdo, fue desde aquel gris andén
de lentos trenes que llevaban almendras y naranjas
hacia las fauces del Imera, río de urracas,
de sal y de eucaliptos. Mas hoy te agradezco,
eso quiero, la ironía que pusiste
sobre mis labios, afable como la tuya.
Aquella sonrisa me salvó de llantos y dolores
y no importa si derramo ahora algunas lágrimas por ti,
por los que como tú esperan
sin saber qué. Ah muerte gentil,
no toques el reloj de la cocina que late sobre el muro,
toda mi infancia pasó sobre el esmalte
de su cuadrante, sobre sus flores pintadas;
no toques las manos, el corazón de los viejos.
Pero ¿es que alguien responde? Oh muerte de piedad,
muerte de pudor. Adiós, querida, adiós, mi dulcissima mater."

Salvatore Quasimodo (Módica, 1901-Amalfi, 1968), revista Sur, N° 225, Buenos Aires, noviembre y diciembre de 1953
Versión de Alberto Girri y Carlos Viola Soto


Lettera alla madre

"Mater dolcissima, ora scendono le nebbie,
il Naviglio urta confusamente sulle dighe,
gli alberi si gonfiano d'acqua, bruciano di neve;
non sono triste nel Nord: non sono
in pace con me, ma non aspetto
perdono da nessuno, molti mi devono lacrime
da uomo a uomo. So che non stai bene, che vivi
come tutte le madri dei poeti, povera
e giusta nella misura d'amore
per i figli lontani. Oggi sono io
che ti scrivo." - Finalmente, dirai, due parole
di quel ragazzo che fuggì di notte con un mantello corto
e alcuni versi in tasca. Povero, così pronto di cuore
lo uccideranno un giorno in qualche luogo. -
"Certo, ricordo, fu da quel grigio scalo
di treni lenti che portavano mandorle e arance,
alla foce dell'Imera, il fiume pieno di gazze,
di sale, d'eucalyptus. Ma ora ti ringrazio,
questo voglio, dell'ironia che hai messo
sul mio labbro, mite come la tua.
Quel sorriso m'ha salvato da pianti e da dolori.
E non importa se ora ho qualche lacrima per te,
per tutti quelli che come te aspettano,
e non sanno che cosa. Ah, gentile morte,
non toccare l'orologio in cucina che batte sopra il muro
tutta la mia infanzia è passata sullo smalto
del suo quadrante, su quei fiori dipinti:
non toccare le mani, il cuore dei vecchi.
Ma forse qualcuno risponde? O morte di pietà,
morte di pudore. Addio, cara, addio, mia dolcissima mater."
---
Foto: s/d

jueves, febrero 27, 2014

Salvatore Quasimodo / Ante el simulacro de Hilaria del Carretto














Bajo suave luna tus colinas,
junto al Serchio muchachas con vestidos
rosados y turquesa, moviéndose ligeras.
Así en tu dulce tiempo, querida; y Sirio pierde
color, se aleja cada hora,
la gaviota agítase en las playas
desoladas. Los amantes van alegres
en el aire de septiembre y sus gestos
acompañan sombras de palabras
que conoces. No tienen piedad; y tú
prisionera de la tierra, ¿qué lamentas?
Has quedado sola aquí y mi turbación
es la tuya quizá, ira y espanto por igual.
Remotos muertos y más aun los vivos,
mis viles y taciturnos camaradas.

Salvatore Quasimodo (Módica, 1901-Amalfi, 1968), revista Sur, N° 225, Buenos Aires, noviembre y diciembre de 1953
Versión de Alberto Girri y Carlos Viola Soto


Davanti al simulacro d’Ilaria Del Carretto

Sotto tenera luna già i tuoi colli,
lungo il Serchio fanciulle in vesti rosse
e turchine si muovono leggere.
Così al tuo dolce tempo, o cara, e Sirio
perde colore, e ogni ora s’allontana,
e il gabbiano s’infuria sulle spiagge
derelitte. Gli amanti vanno lieti
nell’aria di settembre, i loro gesti
accompagnano ombre di parole
che conosci. Non hanno pietà; e tu
tenuta dalla terra, che lamenti?
Sei qui rimasta sola. Il mio sussulto
forse è il tuo, uguale d’ira e di spavento.
Remoti i morti e più ancora i vivi,
i miei compagni vili e taciturni.
---
Foto: ANSA

viernes, diciembre 20, 2013

Salvatore Quasimodo / Diálogo




















"Ateantu commotae Erebi de sedibus imis
umbrae ibant tenues simulacraque luce carentum."
Estamos sucios de guerra, Orfeo bulle
de insectos, horadado por los piojos,
y tú estás muerta. El invierno, aquel peso
de hielo, el agua, el aire de la tempestad
fueron contigo y el trueno de eco en eco
en las noches de tierra. Y ahora sé
que te debía un más hondo consentimiento,
pero nuestro tiempo ha sido furia y sangre;
otros se hundían ya en el barro,
tenían las manos, los ojos deshechos,
aullaban misericordia y amor.
Mas, como siempre, es tarde para amar,
perdóname pues. Ahora grito yo también
tu nombre en esta hora meridiana,
lenta de alas, de cuerdas de cigarras,
tensas bajo la corteza de los cipreses.
Ya no sabemos dónde están tus orillas;
había un camino marcado por los poetas,
junto a fuentes que humean desde precipicios
sobre el altiplano. Pero en aquel lugar yo vi,
de muchacho, arbustos de varas violetas,
perros pastores y pájaros de aire tenebroso
y caballos, misteriosos animales
que tras el hombre van con la cabeza en alto.
Los vivos perdieron para siempre
la senda de los muertos y están solos.

Este silencio es ahora más tremendo
que el que divide tu ribera.
"Sombras venían ligeras." Y aquí
el Olona corre tranquilo, y ni un árbol
se mueve en su pozo de raíces,
¿O no eras Eurídice? ¡No eras Eurídice!
Eurídice está viva. ¡Eurídice! ¡Eurídice!

Y tú, sucio de guerra aún, Orfeo,
como tu caballo, sin el látigo,
alza la cabeza; no tiembla ya la tierra,
aúlla de amor, vence si quieres al mundo.

Salvatore Quasimodo (Módica, 1901-Amalfi, 1968), revista Sur, N° 225, Buenos Aires, noviembre y diciembre de 1953
Versión de Alberto Girri y Carlos Viola Soto


Dialogo

"Ateantu commotae Erebi de sedibus imis
umbrae ibant tenues simulacraque luce carentum."
Siamo sporchi di guerra e Orfeo brulica
d'insetti, è bucato dai pidocchi,
e tu sei morta. L'inverno, quel peso
di ghiaccio, l'acqua, l'aria di tempesta,
furono con te, e il tuono di eco in eco
nelle tue notti di terra. Ed ora so
che ti dovevo più forte consenso,
ma il nostro tempo è stato furia e sangue:
altri già affondavano nel fango,
avevano le mani, gli occhi disfatti,
urlavano misericordia e amore.
Ma come è sempre tardi per amare;
perdonami, dunque. Ora grido anch'io
il tuo nome in quest'ora meridiana
pigra d'ali, di corde di cicale
tese dentro le scorze dei cipressi.
Più non sappiamo dov'è la tua sponda;
c'era un varco segnato dai poeti,
presso fonti che fumano da frane
sull'altipiano. Ma in quel luogo io vidi
da ragazzo arbusti di bacche viola,
cani da gregge e uccelli d'aria cupa
e cavalli misteriosi animali
che vanno dietro l'uomo a testa alta.
I vivi hanno perduto per sempre
la strada dei morti e stanno in disparte.

Questo silenzio è ora più tremendo
di quello che divide la tua riva.
"Ombre venivano leggere." E qui
l'Olona scorre tranquillo, non albero
si muove dal suo pozzo di radici.
O non eri Euridice? Non eri Euridice!
Euridice è viva. Euridice! Euridice!

E tu sporco ancora di guerra, Orfeo,
come il tuo cavallo, senza la sferza,
alza il capo, non trema più la terra:
urla d'amore, vinci, se vuoi, il mondo.
---

lunes, julio 29, 2013

Poemas elegidos, 89


Miguel Ángel Federik 
(Villaguay, 1951)      

Ed è súbito sera, de Salvatore Quasimodo
Elegir a esta edad un poema esencial, es tan difícil como elegir entre todas las novias una. Recuerdo sí, por los ’70 El Gualeguay  de Juan L. Ortiz  leído largamente por él mismo, con todo el jazz oral con que lo interpolaba en cada lectura, siempre parcial; allí sentí la presencia de un texto vivo, la necesidad de un tratamiento distinto del lenguaje y sus formas para nombrar tantas criaturas, aún no dichas por la poesía y sobretodo a ampliar y contraer y adecuar las respiraciones, el pneuma sonoro de la versificación métrica y acentual del castellano, al sentido buscado… Sin embargo, y luego, el poema que más he repetido ha sido el de Salvatore Quasimodo y en el idioma materno, como aquí lo copio.
Con éste comprendí la lección de Ezra Pound  de leer en lengua propia ciertos poemas primordiales; y con ambos, lo intraducible del disparo de la poesía. Desde entonces he desconfiado de las traducciones -hasta donde he podido- y leído en su lengua como hacían mis mayores, antes que Edouard Glissant percibiese que escribimos no con ni dentro, sino frente a las demás lenguas…y todo consistiese en interferir, con un verso adecuado, esa canción común, infinita y permanente.




Ed è súbito sera

 Ognuno sta solo sul cuor della terra  
 trafitto da un raggio di sole:  
 ed è súbito sera.


Salvatore Quasimodo (Modica, 1901-Nápoles, 1968)


(Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
herido por un rayo de sol;
y de pronto es de noche.

-versión del Administrador-)


Foto: Miguel Ángel Federik en El Diario, de Paraná

lunes, mayo 23, 2011

Salvatore Quasimodo / Dos poemas



de Erato y Apòllion, 1932-36:

Canto de Apolo

Noche terrenal, en tu débil fuego
me complací a veces
y descendí entre los mortales.

Y vi al hombre
inclinado sobre el vientre de la amada
oírse nacer,
y mudarse desechado a la tierra,
las manos enlazadas,
los ojos y la mente secos.

Amé. Frías eran las manos
de la criatura nocturna:
altos terrores acogí en el vasto lecho
donde al alba despertóme
un revuelo de palomas.

Luego el cielo allegó hojas
sobre su cuerpo inmoble:
subieron lúgubres las aguas en los mares.

Amor mío, heme aquí lamentándome
Sin muerte, solo.

Traducción de Carlos Viola Soto (Salvatore Quasimodo, Poesía completa, Editorial Sur, Buenos Aires, 1959)


de La terra impareggiabile, 1960:

Todavía, desde el infierno

No nos dirán una noche gritando
por los megáfonos, una noche
de azahares, de nacimientos, de amores
apenas comenzados, que el hidrógeno
en nombre del derecho quema
la tierra. Los animales los bosques se funden
en el Arca de la destrucción, el fuego
es un muérdago sobre los cráneos de los caballos,
en los ojos humanos. Luego, a nosotros, muertos,
ustedes muertos dirán nuevas tablas
de la ley. En el antiguo lenguaje,
otros signos, otros perfiles de dagas.
Balbuceará alguno sobre la escoria,
inventará todo de nuevo
o nada en la suerte uniforme,
el murmullo de las corrientes, el crepitar
de la luz. No será la esperanza
lo que dirán ustedes muertos a nuestra muerte
en los embudos de fango hirviente,
aquí, en el infierno.

Versión de Jorge Aulicino

Salvatore Quasimodo (Módica, 1901-Amalfi, 1968)


Canto di Apòllion
Terrena morte, al tuo essiguo fuoco / mi piacqui tavolta, / e scese fra i mortali. // E vidi l'uomo / chino sul grembo dell'amata /ascoltarsi nascere, / e mutarsi consegnato alla terra, / le mani congiunte, / glui occhi arsi e la mente. // Amavo. Frede erano le mani / della creatura notturna: / alti terrori accoglieva ne vasto letto / ove nell'alba udii destarmi / da battito di colombe. // Poi el cielo portò foglie / sul suo corpo immoto: / salirono cupe le acque nei mari. // Mio amore, io qui mi dolgo / senza morte, solo.

Ancora dell'inferno
Non ci direte una notte gridando / dai megafoni, una notte / di zagare, di nascite, d’amori / appena cominciati, che l’idrogeno / in nome del diritto brucia / la terra. Gli animali i boschi fondono / nell’Arca della distruzione, il fuoco / è un vischio sui crani dei cavalli, / negli occhi umani. Poi a noi morti / voi morti direte nuove tavole / della legge. Nell’antico linguaggio / altri segni, profili di pugnali. / Balbetterà qualcuno sulle scorie, / inventerà tutto ancora / o nulla nella sorte uniforme, / il mormorio delle correnti, il crepitare / della luce. Non la speranza / direte voi morti alla nostra morte / negli imbuti di fanghiglia bollente, / qui nell’inferno.

---
Foto: Mondadori

domingo, mayo 08, 2011

Quasimodo / Fortini / Poemas de guerra



En las ramas de los sauces

¿Y cómo podríamos nosotros cantar
con el pie extranjero sobre el corazón,
entre muertos abandonados en las plazas
sobre la hierba dura de hielo, el lamento
de corderos de los chicos, el alarido negro
de la madre que iba al encuentro del hijo
crucificado en el palo del telégrafo?
En las ramas de los sauces, por voto,
también nuestras cítaras estaban colgadas,
oscilaban leves en el triste viento.

Salvatore Quasimodo, Giorno dopo giorno, 1947, Tutte le poesie, Mondadori


Alle fronde dei salici

E come potevamo noi cantare
con il piede straniero sopra il cuore,
fra i morti abbandonati nelle piazze
sull'erba dura di ghiaccio, al lamento
d'agnello dei fanciulli, all'urlo nero
della madre che andava incontro al figlio
crocifisso sul palo del telegrafo?
Alle fronde dei salici, per voto,
anche le nostre cetre erano appese,
oscillavano lievi al triste vento



Canto de los últimos partisanos

En el parapeto del puente
Las cabezas de los ahorcados
En el agua de la fuente
La baba de los ahorcados.

Sobre el pavimento del mercado
Las uñas de los fusilados
Sobre la hierba seca del prado
Los dientes de los fusilados.

Morder el aire morder las piedras
Nuestro cuerpo no es ya humano
Morder el aire moder las piedras
Nuestro corazón no es ya humano.

Pero hemos leído en los ojos de los muertos
Y en la tierra haremos libertad
Pero está apretada en los puños de los muertos
La justicia que se hará.

Franco Fortini, Foglio di via, 1948, Einaudi


Canto degli ultimi partigiani

Sulla spalletta del ponte
Le teste degli impiccati
Nell'acqua della fonte
La bava degli impiccati.

Sul lastrico del mercato
Le unghie dei fucilati
Sull'erba secca del prato
I denti dei fucilati.

Mordere l'aria mordere i sassi
La nostra carne non è più d'uomini
Mordere l'aria mordere i sassi
Il nostro cuore non è più d'uomini.

Ma noi s'è letta negli occhi dei morti
E sulla terra faremo libertà
Ma l'hanno stretta i pungi dei morti
La giustizia che si farà.


Versiones de Jorge Aulicino

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Foto: En su retirada, los nazis vuelan un puente de Florencia, 1944 Sito dell'Associazione Nazionale Partigiani d'Italia - Sezione Emilio Diligenti

domingo, diciembre 26, 2010

Salvatore Quasimodo / Playa en San Antíoco




Playa en San Antíoco

En la hiel de la greda,
en el silbido de los reptiles,
la densa oscuridad que sube de la tierra
habitaba tu corazón.

Doliente en el cielo de las riberas
te crecía cruel la sangre
de una raza sin ley.

Aquí donde duerme verde el aire
de estos mares con gangrena
aflora un blanco esqueleto marino.
Y sientes una pobre vértebra humana
compañera de aquella que la ola
desgasta con la sal.

Hasta que la memoria te eleve
a suspirados ecos,
olvidada es la muerte:
Y la blanca imagen sobre las algas
signo es de los celestes.

Salvatore Quasimodo (Módica, 1901-Amalfi, 1968), "Nuove poesie" (1936-1942), Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 1960
Versión de Jorge Aulicino


Spiaggia a Sant'Antioco

Nel fiele delle crete,
nel sibilo dei rettili,
il forte buio che sale dalla terra
abitava il tuo core.

Tu già dolente al cielo delle rive
ti crescevi crudele il sangue
d'una razza senza legge.

Qui dove dorme verde l'aria
de questi mari in cancrena,
affiora bianco scheletto marino.
E tu senti una povera vertebra umana
consorte a quella che il flutto
logora e il sale.

Fino a che memoria ti sollevi
a sospirati echi,
dimenticata è morte:
E la candida immagine sull'alghe
segno è dei celesti.

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Foto: Salvatore Quasimodo, Milán, 1962 Mario De Biasi/Mondadori/Getty Images

domingo, junio 20, 2010

Salvatore Quasimodo / El lamento de las madres...














Maratón

El lamento de las madres en Maratón,
el grito de las vísceras del pueblo
no fue oído por nadie. Grecia
estaba libre. Es libre Grecia.
Maratón es un lugar de soldados
no de sortilegios, aquí no crece templo
ni ara. Su tumulto está intacto, desde lo alto
se ve Eubea. Gusano de la historia
cada cosa concuerda sobre el terreno,
aquí el pedestal y en la tierra yelmos y espadas;
aunque con Maratón y Maratón,
el hombre de la llanura de Argos vive
entre murallas como garitas de vigilancia.

Salvatore Quasimodo (Módica, 1901-Amalfi, 1968), "La terra impareggiabile", Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 1960
Versión de J. Aulicino


Il lamento delle madri a Maratona, / il grido delle viscere popolane, / non fu udito da nessuno. La Grecia / era libera. È libera la Grecia. / Maratona è un luogo di soldati / non di sortilegi, qui non cresce tempio / né ara. Il suo tumulto è intatto, dall'alto / si vede l'Eubea. Verme della storia / ogni cosa concorda sul terreno, / qui la stele e nella terra elmi e spade; / anche se Maratona piú Maratona, / l'uomo della pianura d'Argo vive / fra mura come garitte di guardia.
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Foto: Salvatore Quasimodo, 1962 Harry Croner/ullstein bild/Getty Images

miércoles, julio 02, 2008

Salvatore Quasimodo / Tres poemas

















Cada uno está solo

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
atravesado por un rayo de sol;
y de pronto, la noche

Acque e terre, 1930.


Oboe sumergido

Avara pena, se demora tu don
en esta hora mía
de suspirados abandonos

Un oboe gélido silabeaba
alegría de hojas perennes,
no mías, y desmemoria;

en mí se hace la noche;
el agua atardece
sobre mis manos de hierba.

Alas oscilan en un cielo pálido,
lábil: el corazón transmigra
y yo soy páramo

y los dias escombros

Oboe sommerso, 1932.


Color de lluvia y de hierro

Dijiste: muerte, silencio, soledad
como amor, vida. Palabras
de nuestras provisorias imágenes.
Y el viento se levantó ligero cada mañana
y el tiempo color de lluvia y de hierro
ha pasado sobre las piedras,
sobre nuestro cerrado zumbido de malditos.
Todavía la verdad está lejana.
Y dime, hombre hendido sobre la cruz,
tú, de las manos hinchadas de sangre
¿cómo responderás a aquellos que preguntan?
Ahora, ahora, antes que otro silencio
entre a los ojos, antes que otro viento
suba y otra herrumbre florezca

La vita non è sogno, 1949.

Salvatore Quasimodo (Módica, 1901-Amalfi, 1968), Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 1960
Versiones de J. Aulicino


Ognuno sta solo sul cuor della terra/ trafitto da un raggio di sole:/ ed è subito sera

Oboe sommerso
Avara pena, tarda il tuo dono/in questa mia ora/ di sospirati abbandoni.// Un òboe gelido risillaba/ gioia di foglie perenni,/ non mie, e smemora;// in me si fa sera;/ l'acqua tramonta/sulle mie mani erbose.// Ali oscillano in fioco cielo,/ labili: il cuore trasmigra/ ed io son gerbido,// e i giorni una maceria


Colore di pioggia e di ferro
Dicevi:morte, silenzio, solitudine;/ come amore, vita. Parole/ delle nostre provvisorie immagini./ E il vento s'è levato leggero ogni mattina/ e il tempo colore di pioggia e di ferro/ è passato sulle pietre,/ sul nostro chiuso ronzio di maledetti./ Ancora la verità è lontana./ E dimmi, uomo spaccato sulla croce,/ e tu dalle mani grosse di sangue,/ come risponderò a quelli che domandano?/ Ora, ora: prima che altro silenzio/ entri negli occhi, prima che altro vento/ salga e altra ruggine fiorisca.
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Foto: Salvatore Quasimodo, Milán, 1964 Federico Patellani / Lombardia Beni Culturali