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El 20 de marzo de 1951 “Eva al desnudo” se alzaba con seis premios Oscar: Mejor película,
director, guión adaptado, sonido, montaje y actor secundario para George Sanders. Algo que convertía a Joseph L. Mankiewicz en el único director galardonado
por la Academia
con el mítico binomio, mejor película-mejor guionista, en dos años consecutivos.
Mankiewicz tenía sólo 41 años y acababa de recibir su merecido reconocimiento por la que sin duda constituye la mejor película que se ha realizado jamás sobre el mundo del teatro. Una inquietante parábola en la que el director nos hace partícipes de las intrigas que se ocultan tras el telón, las candilejas y el escenario; introduciéndonos en un mundo turbio, plagado de ambiciones, narcisismo, vanidad, mentiras y arribismo. Un mundo que pertenece a
Eva, el lobo vestido con piel de cordero, que poco a poco se desnuda ante
nosotros, mostrándonos su verdadera naturaleza, la de un ser amoral capaz de cualquier
cosa por alcanzar el éxito.
Mankiewicz tenía sólo 41 años y acababa de recibir su merecido reconocimiento por la que sin duda constituye la mejor película que se ha realizado jamás sobre el mundo del teatro. Una inquietante parábola en la que el director nos hace partícipes de las intrigas que se ocultan tras el telón, las candilejas y el escenario; introduciéndonos en un mundo turbio, plagado de ambiciones, narcisismo, vanidad, mentiras y arribismo.