Porco Rosso
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jueves, 15 de diciembre de 2016
HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE de Mel Gibson - 2016 - ("Hacksaw Ridge")
Segunda Guerra Mundial. Desmond T. Doss es un joven de Lynchburg, Virginia, que se alista en el ejército de los USA para ir a la guerra como médico. Desmond sigue un estricto código religioso que le impide coger un arma y que le hace objetor de conciencia. Esto no va a sentar bien ni a sus jefes ni a sus compañeros y, aunque él desea con todas sus fuerzas curar a los heridos y salvar vidas, va a pasar por un camino lleno de dificultades para lograr el respeto y la confianza de los que le rodean.
Diez años ha tardado Mel Gibson en volver a ponerse tras las cámaras desde la genial "Apocalypto", y ha vuelto a su amado género histórico y en concreto al bélico. Aunque hay que decir antes que nada que "Hasta el último hombre" es una patriotada con mensaje religioso, también hay que decir que está muy pero que muy bien dirigida y que, si bien tiene los mensajes que tiene (estamos hablando al fin y al cabo de Mel Gibson), tampoco abusa el director demasiado de ellos. Ni el mensaje patriotero es cansino más allá de lo esperable ni el religioso es proselitista a lo bestia. En fin, cada cual tiene derecho a transmitir también las ideas que le de la gana, pero si las transmite con dignidad y sin demagogias baratas, mejor. Un magnífico Andrew Garfield es un joven que quiere luchar a toda costa por su país durante la Segunda Guerra Mundial pero cuyo credo religioso le impide tomar un arma: su encaje en el ejército va a ser difícil y va a estar lleno de obstáculos. Mel Gibson retrata el tesón, la cabezonería de este joven y su lucha por ir a la guerra sin luchar pero para ayudar como médico en el terreno. Todo se presta a interpretaciones ambiguas, y lo cierto es que el filme, si bien como he dicho es una patriotada, también tiene un mensaje antibelicista claro, representado en el padre del protagonista (un excelente como siempre Hugo Weaving), que vive traumatizado y lleno de odio por haber perdido a todos sus amigos en la Primera Guerra Mundial y, también, en el hecho de que los japoneses rivales de los estadounidenses son retratados en toda su brutalidad pero sin maniqueísmo, pues se deja claro en varios segmentos del filme que ellos también son víctimas de su sociedad dictatorial, belicosa y represiva.
Parece llegar "Hasta el último hombre" a la conclusión de que la guerra es algo horrible pero que a veces es inevitable y que en esos momentos hay que luchar o ayudar al país de cada uno como cada uno pueda. Que cada cual saque su conclusión. El resto está como he dicho muy bien rodado. La ambientación es excelente, los actores están muy bien todos, el inserto documental final cumple sin ñoñerías ni bobadas y, sobre todo, las escenas bélicas son de alto voltaje: el mejor Mel Gibson director se luce aquí y brilla en unos momentos brutales, sin concesiones, dolorosos, tensos y muy sangrientos y realistas. Al filme le sobran tal vez veinte minutos de metraje (se hace algo largo y se repite en su final, pienso) y tiene una última batalla que se pasa un pelín con el mencionado asunto del patrioterío azucarado. Sin embargo, es en todo momento una propuesta buena de un director que empezó exclusivamente como actor y que sabe siempre hacerse respetar.
viernes, 5 de diciembre de 2014
APOCALYPTO de Mel Gibson - 2006 - ("Apocalypto")
La civilización de los Mayas, antes próspera y poderosa, se desmorona entre conspiraciones, guerras, pésimas cosechas y epidemias imparables. Los hombres y las mujeres viven aterrorizados y practican continuos sacrificios humanos a los dioses esperando que se apiaden de ellos y les devuelvan la riqueza. Jaguar es un joven que vive con su tribu en la jungla de la caza del tapir. Su pacífica existencia se ve rota de repente cuando son atacados y esclavizados por habitantes de la ciudad, a donde los llevan para ser sacrificados. Un golpe de suerte hará que Jaguar pueda escapar de la muerte
Y ahora él sea el que vaya a cazar a sus captores. Únicamente de su éxito depende la supervivencia de su tribu.
Se le puede criticar mucho a Mel Gibson, especialmente en su faceta de actor y hasta personal, pero creo que es tremendamente injusto despreciar tanto su visión del cine tras la cámara como el impecable y originalísimo acabado estético y técnico que han presentado hasta ahora sus películas. Dado de lado como creador por muchos tras su éxito con Braveheart (únicamente por prejuicios, como se le ha hecho a otros actores pasados a la dirección), sembró la polémica con su tercera película, La pasión de Cristo, por su elevadísimo nivel de violencia (la calificaron como la primera obra de gore teológico) y por su visión, según muchos denigrante, de la comunidad judía. He de decir que esta obra, en lo referente al contenido (de clara propaganda cristiana), me parece una obra absolutamente del montón (y la comenté en estos términos hace pocos meses aquí): una visión de la muerte de Cristo muy conservadora salvo por la mencionada violencia que muestra y que no aporta nada nuevo a su mito. Eso sí, creo que la representación histórica de Gibson es magistral de arriba abajo. Con una cámara nerviosa y en un estilo casi documental, mostró una época con un naturalismo y con una crudeza cotidiana sin par pasada por el filtro de una mirada evocadora que lograba trasladar a los espectadores al momento mismo de la crucifixión. Para que la fusión fuera total, Gibson, además, rodó todo el filme en hebreo, en arameo y en latín y no lo dobló para absolutamente ninguna sala. Su visión del cine histórico es insólita, sin concesiones y originalísima. Esta visión volvió en 2006 con Apocalypto, que narra la historia de un hombre que trata de preservar su cultura en el ambiente hostil de una gran civilización que se desmorona a pasos agigantados, la de los Mayas, muy pocas veces tratada en el séptimo arte. Sin ningún tipo de prejuicio, Mel Gibson presentó una película histórica que mezcla el aire de documental con el cine de acción y que fue rodada en escenarios completamente naturales, en el idioma maya, con actores no conocidos y con extras de comunidades aisladas. Por supuesto, es, una vez más, una exaltación de la libertad de los pueblos oprimidos (Braveheart) y, sobre todo, una exaltación del papel decisivo de la familia en la salvación de una sociedad en descomposición.
Apocalypto es una experiencia irrepetible a todos los niveles. La primera parte del filme muestra cómo una comunidad pacífica es arrancada con una crueldad sin par de su mundo de paz. La tribu de los protagonistas vive felizmente de la caza, lo que se muestra en unos primeros momentos cargados de tranquilidad y de humor. La sombra de la amenaza aparece sin embargo muy presente: el espectador empieza a temer que algo va a ocurrir. Después, el poblado es invadido y destruido y la tribu esclavizada y llevada, a lo largo de un interminable y penoso camino selvático, hasta la gran ciudad, en la que van a ser sacrificados a los dioses. Es magistral la forma en la que Gibson introduce al público en la pesadilla del cautiverio. La violencia se desata con una brutalidad terrible y un sadismo que, a pesar de su dureza, no supera al de La pasión de Cristo (Apocalypto, aunque se ha hablado mucho, es bastante menos gore que ésta si es que en algún momento llega siquiera a tocar el gore-). Esta violencia y este sadismo, unidos al extremo desprecio por la vida humana que tienen los captores, contrastan poderosamente con los esplendorosos y bellísimos paisajes naturales que se muestran durante este viaje, que ensalzan la naturaleza frente a la ciudad, que aparece más tarde mostrada como un lugar de polvo y de ruinas, de decadencia, de perversión, de miedo y de supersticiones. En la ciudad, los espectadores pasan momentos de horrible tensión frente a las pirámides de los dioses: Gibson hace el trayecto largo y lento a propósito, y especialmente agónico en el ascenso al zigurat. Llegan escenas muy duras: los sacrificios, mostrados con gran lujo de detalles. Es entonces cuando el formato del filme cambia radicalmente, cuando un golpe del destino permite que uno de los protagonistas pueda huir de regreso a la selva.
Finaliza un tramo de Apocalypto, más o menos su primera mitad, que no ha sido más que un documental de ficción sobre el proceso de captura y sacrificio que se practicaba en la época. Viene ahora una pura película de acción: el protagonista escapa y sus captores le persiguen. Pero la jungla no es la ciudad, y aquí el antiguo cautivo es el poderoso y el que toma las riendas, desatando un combate contra sus enemigos que se asemeja al de un filme bélico y que tiene ciertos parecidos con las luchas que se muestran en películas como Depredador o en las de la saga de Rambo. Con una cámara frenética Gibson desmadeja una contienda también frenética que no deja parar un segundo al espectador. El protagonista es ahora el que da caza a los que le cazaron a él y se reafirma como protector de su tribu exterminada y de su familia La película es extensa y agónica, pero es lo que busca: los momentos de tensión y terror son magistrales. Gibson quería que se pasase mal con ella, y lo consigue con creces.
Por supuesto, la obra desató en su día un gran escándalo en lo referente a la visión que da sobre las culturas precolombinas. Este escándalo está injustificado, ya que en el filme se contraponen la ciudad en clara decadencia y la jungla, que representa la paz y la solidaridad de la vida en la naturaleza. Es cierto que, en lo que se refiere a la civilización Maya, podría Gibson no haberse limitado a mostrar todo lo horrible y tétrico que en ella existía (las guerras, la esclavitud, los sacrificios, los juegos crueles ), sino haber enseñado también, por ejemplo, lo avanzados que estaban en matemáticas, en arquitectura, en pintura, en agricultura o en medición del tiempo (entre otras miles de cosas). Claro que, por otra parte, el mundo Maya que se muestra es el que se está descomponiendo y el que avanza hacia su destrucción entre guerras, conspiraciones, malas cosechas, epidemias . Imaginen por un momento que, ante un "peplum", se desata la polémica porque la película muestra combates de gladiadores. ¿Por retratar este juego romano denigrante se está atacando a la cultura clásica occidental? Yo creo que no.
miércoles, 1 de octubre de 2014
LA PASIÓN DE CRISTO de Mel Gibson - 2004 - ("The Passion of The Christ")
Año 30. Jerusalén está bajo la dominación de Roma. Jesús de Nazareth ha sido traicionado por su discípulo Judas Iscariote y ha sido apresado y acusado de traición por las autoridades judías y entregado a las romanas para que sea ajusticiado. El gobernador latino Poncio Pilatos no encuentra, sin embargo, nada que le haga culpable... Pero el Sanedrín no ceja en su empeño de hacerle ver lo contrario. Empiezan las últimas horas para Jesús de Nazareth... Sus horas más agónicas y terribles y, sin embargo, las horas que dan comienzo al acontecimiento que cambiará a su tiempo para siempre.
"La pasión de Cristo", proponiéndoselo o no, fue una de las películas más polémicas del año 2004. La tercera película como director de Mel Gibson llegó hace diez años arrasando en las taquillas (fue un éxito abrumador) con su propuesta, que recuerdo que fue llamada en su momento "gore teológico". Basada en el Nuevo Testamento de La Biblia y en los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, la película, de propaganda cristiana, es una representación de la agonía de Jesucristo hasta el momento de su retorno de entre los muertos. No hay más: se ciñe a este mencionado momento concreto, valga la redundancia, y delinea todo su drama alrededor de la tortura que sufrió de parte de los judíos y de los romanos antes de ser colgado en la cruz. No innova ni se sale de las líneas básicas de los textos sagrados en los que se basa. No aporta nada nuevo en lo argumental en otras palabras. Sin embargo, sí que fue un filme bastante interesante, y lo dice uno que es ateo y que habitualmente no se siente nada atraído por los hoy cada vez menos frecuentes (por suerte) productos cinematográficos religiosos. Es interesante por su hoy ya mítica propuesta "gore": "La pasión de Cristo" es una verdadera brutalidad, hace una década y en este 2014 que ya se encamina a su fin; el protagonista es sometido a toda clase de vejaciones y de torturas y Gibson lo rueda todo sin dejarse nada y sin correcciones políticas de ningún tipo en este sentido. "La pasión de Cristo" duele, sangra de verdad y presenta la peor escalada de violencia que hasta este momento ha sufrido un Jesucristo cinematográfico. Los efectos especiales en este sentido son excelentes y la recreación tras la cámara es descorazonadora y sádica, estremecedora y sin concesiones. No en vano, propocó desmayos y huidas de las salas de cine en alguna que otra localidad cateta y ultrareligiosa de la Norteamérica profunda.
El otro aspecto destacado de la obra es su representación histórica, que sentó las bases de la posterior y excelente "Apocalypto", la cuarta película de Gibson: rodada en latín, hebrero y arameo, los tres idiomas básicos de la época en la zona de Jesusalén, presenta una Edad Antigua realista en todos los ámbitos; edificios descuidados, calles sucias, gentes mugrientas e incluso palacios y tempos que verdaderamente resultan cutres. Es mil veces más creíble esta Jerusalén que cualquiera de las de la edad dorada del cine religioso de Hollywood. La visión histórica de Mel Gibson en sus dos últimas creaciones es verdaderamente novedosa y destacada (su mencionada visión de los últimos días del mundo maya, también polémica, así lo sería de nuevo). "La pasión de Cristo", que como he dicho fue un éxito de taquilla, fue además de por su violencia vistosa polémica por su supuesto antisemitismo: comunidades judías y rabinos acusaron de ello a Mel Gibson, que se defendió diciendo que su película "no es una película de judíos contra cristianos" (y realmente no lo es: yo no veo antisemitismo por ninguna parte).
"La pasión de Cristo", como película de propaganda cristiana que cuenta una vez más lo que ya todos nos sabemos de memoria, no tiene ningún interés. Sin embargo, su aspecto técnico es del todo una delicia para los sentidos y aporta nuevos caminos a la hora de rodar un cine histórico más realista que, en grandes superproducciones por lo menos, no habían sido explorados, por lo menos de esta forma que trata de ser en todo momento fidedigna a lo que supuestamente fue el tiempo que en el filme se retrata. Jim Caviezel, por cierto, está excelente en su sufrido papel protagónico, y no es un papel fácil; eso también quería añadirlo.
viernes, 1 de agosto de 2014
BRAVEHEART de Mel Gibson - 1995 - ("Braveheart")
Siglo XIV. Escocia está férreamente dominada por los ingleses, que oprimen y aterrorizan a sus habitantes sistemáticamente con leyes y dictados injustos. El joven William Wallace es un escocés culto y diestro con las armas que ha vivido muchos años fuera de su tierra con su tío después de que su familia fuera asesinada por las fuerzas de Inglaterra. William sólo quiere ahora una cosa: olvidar su tragedia y vivir en paz y tranquilidad en su granja. Sin embargo, un terrible acontecimiento cambia su vida para siempre y le convierte en el libertador que va a dirigir a los escoceses contra sus opresores.
“Braveheart” es una película para ver sin prejuicios. Puede gustar más o menos Mel Gibson, pero hay que olvidar esto tanto como si es el caso como si no lo es para afrontarla y sacarle el máximo partido. Hay que sentarse frente a la pantalla y hacerse a la idea de que lo que se va a ver es una película épica al uso, de esas con gran reparto, banda sonora muy bonita, dramatismo efectista, excelente fotografía, realistas escenarios, rico vestuario, esplendorosas escenas abarrotadas de extras y, por supuesto, manipulación histórica, y de la más irreal y descarada. Pero bueno… tampoco importa demasiado con un filme de estas características. Salvando las distancias, “Braveheart” es un “Los Diez Mandamientos”, un “El Cid”, un “Espartaco” o un “Ben-Hur” de los años noventa (como algunas de ellas, contiene escenas de apología cristiana o falsea parte de la historia real en la que se basa). “Braveheart” es, precisamente por todo esto, tan disfrutable como tantos filmes clásicos épicos (y como lo es su compañera de década "Gladiator", otro desclabro histórico tremebundo). Realmente, y no se puede negar, Mel Gibson hace en ella una labor excelente en todos los sentidos. El guión, del mediocre Randall Wallace (director de bazofias del calibre de “Cuando éramos soldados”), presenta a un personaje perfecto para este tipo de filme: un héroe libertario de fondo bondadoso pero implacable con sus enemigos que no cede ante nada y que maneja con soltura conceptos como “la libertad de los pueblos” o “la dignidad de los seres humanos”, conceptos que en aquella época no manejaba cualquiera con la consecuencia y la integridad con la que él los maneja.
Este es el Wallace de Randall Wallace y de Mel Gibson: el verdadero era, al parecer, un noble sanguinario más de su tiempo que se enfrentó a los ingleses porque, simplemente y como a tantos otros, le arrebataron algunas de sus tierras… En “Braveheart”, como en tantos filmes histórico-épicos, al protagonista lo sacan fuera de su contexto, quedando humanizado y con su moral adaptada a los tiempos modernos (al igual que ocurre con sus allegados), mientras que sus malvadísimos enemigos son retratos maniqueos y simples hasta decir basta. Nada nuevo, por otra parte: casi siempre se hace esto en obras histórico-épicas, y más en una producción comercial como ésta y las que he mencionado. Por ello, no considero que “Braveheart” sea una película mala en absoluto. No creo que sea la obra maestra total esa de la que hablan con fervor sus incondiconales, pero tampoco creo en lo que dicen sus detractores (la mayoría cegados porque ha sido una cinta extremadamente taquillera, porque ha ganado muchos Oscars o porque, simplemente, la ha dirigido y protagonizado Gibson).
En la película encontramos lo de siempre: el amor, la amistad, la venganza, el odio, el patriotismo, la búsqueda de la libertad… A veces manipulados por el montaje y la banda sonora, a veces realmente bien llevados. El envoltorio es el de la acción, el de las grandes batallas, el de las escenas de amor intimistas, el de los desenlaces de brutales catarsis… Todo en escenarios naturales, con un excelente reparto y con un gran ritmo. “Braveheart” puede gustar y emocionar sin problemas. Para eso está hecha: para gustar a todo el mundo (o a casi todo el mundo). Tampoco es malo ¿no? Mientras se trate de un cine comercial aceptable…
lunes, 28 de abril de 2014
EL HOMBRE SIN ROSTRO de Mel Gibson - 1993 - ("The Man Without a Face")
Chuck, un niño huérfano de padre de un pueblo de Maine, conoce un día por casualidad a Justin McLeod, un hombre que vive en una casa apartada y que no tiene amigos ni se relaciona con nadie. Chuck está aplastado por un ambiente conflictivo y Justin tiene la mitad de su cara desfigurada y esconde un pasado oscuro. Entre ambos va a surgir una inesperada amistad...
Aunque es muchísimo más conocido y prolífico como actor, Mel Gibson lleva construida una pequeña filmografía nada desdeñable, por lo menos en lo que a su aspecto técnico se refiere. Muy ecléctica, está compuesta por cuatro películas: el drama de corte clásico “El hombre sin rostro”, la película épica “Braveheart”, la película cristiana que según muchos ha inaugurado el gore teológico “La pasión de Cristo” (que argumentalmente no tiene nada que ofrecer pero cuyo acabado visual y estilístico es más que apreciable y maduro) y el controvertido retrato de la decadencia y destrucción de la civilización maya "Apocalypto". Poco más se puede decir de sus obras teniendo sólo estas cuatro como referencia salvo que en todas ensalza la libertad junto a valores éticos cristianos y que todos sus personajes, a menudo enfrentados a un mundo opresor o tirano (el de los ingleses, el de los dominadores romanos o los judíos hipócritas o el de los mayas esclavistas de la ciudad), viven, en algún momento de sus filmes, un martirio físico o psíquico (o ambos) purificador que se asemeja con el del propio Cristo (vivido por él mismo en “La pasión de Cristo”) y que, de una manera u otra, les hace perdurar en el tiempo como grandes héroes o salvadores y como ejemplos para otras generaciones.
Este mensaje que transmiten las obras de Mel Gibson no agrada a muchos y en otros provoca el más directo de los desprecios. Sin embargo, dejando esto de lado (a quien le importe dicho mensaje y su repetición casi constante), no se puede negar que el cine histórico (por el que el protagonista de "Mad Max" y "Arma Letal" siente una gran predilección, como se puede observar) ha cambiado o cambiará con sus aportaciones estéticas, basadas en una representación crudísima y sin concesiones en el plano de la violencia del pasado histórico de turno caracterizada por alejarse de todo el esplendor que Hollywood casi siempre le ha dado (la Jerusalén de "La pasión de Cristo" y las ciudades mayas de "Apocalypto" son antros sucios, decandentes, derruidos y completamente desmitificadores). Además, ha rodado sus dos últimas películas en los idiomas históricos correspondientes a su momento, y las ha presentado subtituladas en una única versión, lo cual en salas comerciales es digno de elogio. Mel Gibson, con sus muchísimos detractores, está aportado una concepción de cine histórico comercial muy novedosa.
"El hombre sin rostro" es la primera película como director de Mel Gibson y, aunque no es precisamente la más representativa de su estilo final, el del cine histórico "ultrarealista", es, a todas luces, un excelente drama de corte clásico. Aunque (y se nota aquí la mano de Gibson) tiene un ligero tufillo patriotero en algún que otro pasaje, la trama, excelentemente llevada y con preciosos momentos intimistas, presenta una historia de amistad entre un niño (el hoy tristemente malogrado Nick Stahl, que aquí hace un papel excelente) y un adulto (un Mel Gibson en uno de sus mejores papeles, comedido y emotivo) que, ambos marginados o apartados de una forma u otra de un mundo que no les comprende, aprenden a confiar y a apoyarse el uno en el otro y a superar juntos sus traumas. Asuntos como la mencionada amistad, las apariencias y sus engaños, la verdad y la mentira, la hipocresía social, la llegada a la madurez, las frustraciones vitales, el amor, la familia o incluso los horrores de la guerra o la homofobia aparecen retratados con una mano precisa, sin moralinas ni maniqueísmos en general (salvo alguno, como he dicho, pero está apartado) y debatidos por medio de unos diálogos excelentes. La fotografía y los escenarios naturales en los que el filme se desarrolla son además verdaderamente hermosos y los secundarios cumplen de sobra. "El hombre sin rostro" es un magnífico drama que dió el pistoletazo de salida de una carrera fílmica más que interesante y que no está todo lo reconocida que debería estar.
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