Porco Rosso
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martes, 5 de noviembre de 2013
DREDD de Pete Travis - 2012 - ("Dredd")
La Tierra se ha convertido en un desierto radiactivo y la humanidad sobrevive en megaciudades en donde impera la violencia y que son defendidas por los Jueces, los brutales y expeditivos agentes de la Ley, que, a pesar de su gran poder, han de luchar sin pausa contra el crimen que nunca descansa. El Juez Dredd es uno de los mejores jueces de Megacity Uno: un hombre insobornable que nunca falla un solo caso. Tras aceptar como jueza de prácticas a la joven agente Anderson, una chica con prodigiosos poderes psíquicos, Dredd se enfrenta a una peligrosísima misión: la brutal mafiosa Ma-Ma está expandiendo su imperio y él y su pupila se han interpuesto en su camino. Una guerra inmisericorde entre las fuerzas de la Ley y el crimen está a punto de estallar.
Aún con sus fallos, "Dredd", la nueva versión de las aventuras del Juez Dredd que se estrenó el año pasado está a años luz en dignidad cinematográfica de aquella horrible versión de 1995 que ayer comenté. La cada vez más consolidada estrella de acción Karl Urban es un Dredd de verdad, y con eso ya está por encima del blando y nada fiel Dredd de Sylvester Stallone. Karl Urban es expeditivo, es implacable, es violento y no tiene piedad a la hora de hacer cumplir la Ley que los tiempos radicales en los que vive le exigen que haga cumplir. Además, no se quita el casco. Sus enemigos también están a la altura: la mafia de la genial Ma-Ma (excelente Lena Headey) mata sin miramientos, tortura, viola, trafica con todo lo traficable y corrompe todo lo corrompible. La violencia que protagonista y antagonistas usan es vistosa, brutal, sangrienta, potente y con toques gore que dan su grimita incluso. El personaje de la jueza en prácticas Anderson (muy buena Olivia Thirlby) pone además el contrapunto perfecto a la brutalidad de todos los que la rodean y demuestra que existe otra vía en ese mundo distópico para hacer las cosas. Por otra parte, la acción está bien llevaba, es explosiva en su justa medida y el ritmo es directo y crudo para no dejar parar al espectador un momento sin que, por otra parte, la mencionada acción sea la protagonista absoluta del relato, con una trama medianamente interesante durante todo el metraje y con giros de guión acertados.
La ambientación de "Dredd" también cumple de sobra: Megacity Uno, con ecos claros de las grandes megalópolis de filmes clásicos de los ochenta y los noventa, a los que homenajea (es la moda ahora, ya saben), da el miedo justo y resulta atractiva en todo momento. Algo sin embargo falla también en el filme: los personajes son meros cartones, tanto los buenos como los malos. Ni avanzan ni retroceden en su pasado y, al terminar la película, da la impresión de no ser toda ella más que una introducción muy alargada (muy bien alargada, sí) para una segunda parte en la que se buceará más en la historia del Juez Dredd y de su mundo. Este error notable desde mi punto de vista no lastra un filme divertidísimo, dinámico y esencialmente fiel al cómic en el que se basa, aunque por otra parte sí que le impide pasar de ser más allá de un filme divertido. Sinceramente, espero una segunda parte que la complemente.. ¿La tendremos?
martes, 21 de agosto de 2012
OMAGH de Pete Travis - 2004 - ("Omagh")
Sábado, 15 de agosto de 1998. El proceso de paz en Irlanda del Norte, iniciado tras el Acuerdo del Viernes Santo del mismo año, parece empezar por fin a traer la armonía entre irlandeses e ingleses. El centro de la pequeña ciudad de Omagh, donde conviven sin conflictos importantes católicos y protestantes, está abarrotado de personas: las tiendas y los bares están abiertos y todos disfrutan del comienzo del fin de semana. De repente, una explosión brutal sacude el lugar y el caos y el humo lo cubren todo... Para los ciudadanos de Omagh ya nada va a volver a ser lo que era...
El inglés Pete Travis aún tiene una corta filmografía que todavía no puede ser valorada en conjunto pero que ya presenta algunas obras destacadas: sus tres películas hasta la fecha son dramas políticos o emparentados con el mundo de la política; "Omagh", "En el punto de mira" y "Endgame".
"Omagh", el debut de Pete Travis, es una excelente película y, a pesar de ser relativamente reciente (ocho años tampoco son tantos en el mundo del cine), una de las mejores sobre el drama del terrorismo en Irlanda del Norte. El filme es una escenificación del terrible Atentado de Omagh, el peor de toda la historia del conflicto de la mencionada Irlanda del Norte, que cobra vida por medio de una estética casi documental (su primera parte prácticamente lo es) basada en la cámara en mano y que se articula en un excelente guión de Paul Greengrass que presenta los hechos, las consecuencias y el "desenlace" de todo equilibrando a la perfección el drama, la recreación del momento y el mensaje político y social, reivindicativo y directo. Tras el inicio del filme, en el que es reproducido el horripilante atentado en el que murieron 29 personas (incluida una mujer embarazada de gemelos) y en el que 220 resultaron heridas, la trama se centra en la supervivencia emocional de las familias de las víctimas y en su unión para pedir explicaciones y luchar contra el olvido. La injusticia es tremenda: el proceso de paz que se estaba desarrollando en aquel 1998, necesario para Irlanda y para el Reino Unido y ansiado como agua de mayo, justifica este olvido de los muertos. El atentado fue cometido por el IRA Auténtico, una escisión del IRA Provisional que era contraria a dicho proceso de paz; la carnicería fue tal y resultó tan traumática a nivel incluso internacional que el propio IRA Auténtico se vio obligado a presentar un alto el fuego. Aquí está lo horrible: los terroristas se retiran, se "arrepienten" y "rectifican", y todo el mundo calla "por el bien común" (y los Gobiernos de Londres, Belfast y Dublín también, por supuesto).
El drama real de "Omagh", más allá del mismo terrorismo y del asesinato indiscriminado, viene con el silencio del poder, con las atenciones superficiales de estos poderosos, con las buenas palabras que no sirven para nada. Las familias normales y corrientes son las que sacrifican sus vidas por el "más allá" político. La indignación que Travis y Greengrass recogen y condensan es casi insoportable, y el espectador es partícipe de ella porque se mete en la piel de sus protagonistas. Y, sin embargo, el filme, crítico y sin pelos en la lengua, también tiene un fondo positivo: en la pequeña localidad de Omagh donde todo ocurre siempre habían logrado convivir en armonía tanto católicos como protestantes, tanto irlandeses como ingleses... Todos ellos se unen contra la injusticia, lo que demuestra que, por encima de nacionalidades, ideologías políticas y creencias religiosas están las personas, a secas. El desenlace de "Omagh" es del todo genial y es un símbolo de esta unión en medio de la más terrible de las adversidades.
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