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lunes, 21 de noviembre de 2016

Las mascotas y el duelo

A lo largo de mi vida profesional y personal, me he encontrado con distintos grados de dolor y sufrimiento por la muerte de una mascota.

Para algunas personas, la muerte de su animal, ha supuesto un verdadero trauma, un desgarro y angustia que les ha costado o está costando mucho esfuerzo superar. 

Por otro lado, he visto a personas que aún amando a sus animales, y siendo estos uno más en su familia, viven su marcha con aceptación a pesar del dolor y la tristeza. 

Hace dos años, una persona de mi entorno más cercano, perdió a su perro, mezcla de labrador y golden retrevier. Habían permanecido juntos once largos años, siendo compañeros inseparables. Recibí una carta muy bonita en la que comunicaba que su amigo más fiel había fallecido tras una larga enfermedad muy dolorosa. Viendo que su perro estaba sufriendo muchísimo y no había ningún remedio ni medicación que evitara el dolor, había tomado la decisión más complicada, la de llevarle al veterinario para que dejara de sufrir.

Comentaba que antes de hacerlo, habló con el perro y le contó lo que iba a hacer. Le explicó los motivos y el porqué de la decisión. Explicaba que sintió que su amigo le había entendido, decía que apenas podía moverse y levantó su pata para apoyarla en él dando así su bendición. 

Esta persona, tenía el corazón roto. Acudió al veterinario al día siguiente, y acompañó a su amigo hasta el último momento de su vida.

En la carta agradecía a su amigo todos los buenos momentos que habían vivido juntos, todo lo que había aprendido de él y lo mucho que le había ayudado a superar y vivir momentos complicados de su vida. Le daba las gracias por todos los años de compañía mutua, de amor y cariño, de apoyo incondicional. 

Todavía sigue estando de duelo por su perro y de momento, no quiere volver a tener otro animal.

Hace unos días, otra persona muy cercana a mí, dormía a su gato, habían pasado juntos más de diecisiete años. Al igual que hizo antes con el padre de este gato, permaneció junto a él, mientras le administraban una inyección. Contaba que a pesar del dolor, era parte de su familia y como tal, le acompañó en el tránsito a su muerte.

Se puede llegar a querer mucho a un animal, tanto que su muerte afecta, marca, duele y también conlleva pasar por un proceso de duelo.

Los animales forman parte de nuestra vida, nos acompañan, aman incondicionalmente. El sentir su ausencia, su marcha, el hueco que dejan es normal. Es una señal de que hemos querido y sido correspondidos.

Las mascotas forman parte de nuestras vidas, son nuestra familia.


La imagen está tomada de internet y desconozco quién es su autor.



domingo, 30 de octubre de 2016

Recordando a nuestros seres queridos fallecidos

Son fechas especiales para todos aquellos que han perdido a un ser querido. Todos los días recordamos a quiénes han fallecido. Les añoramos, hablamos, contamos nuestra vida, echamos de menos e incluso podemos sentirles junto a nosotros.

Aunque sabemos que siempre están junto a nosotros y nos acompañan allá donde vayamos y hagamos, a veces necesitamos ir al cementerio o al lugar donde aventamos o depositamos sus cenizas. Creemos que allí, podemos sentir su presencia más cerca, ya que nos resulta más fácil contarles cómo nos va la vida, qué hemos hecho, qué cambios y novedades han ocurrido tras su marcha. Podemos decirles cuánto les queremos y les echamos de menos.

Son días en que los sentimientos y emociones pueden estar más a flor de piel. Días de homenajes, de evocaciones y recuerdos, de nostalgia y añoranza, de encuentros y reencuentros, de silencio o de compartir anécdotas con amigos y familiares.

No existe una manera especial de recordarles. Todo es válido y correcto. Desde ir a llevarles flores, cocinar su comida favorita, escribirles una carta, charlar con ellos, cantar su canción, pasear por donde solían hacerlo, encender una vela...

¿Habéis pensando hacer algo especial el día de Difuntos y de Todos los Santos? ¿Cómo vais a vivirlo?


La imagen está tomada de internet y desconozco quién es el autor. 

miércoles, 6 de agosto de 2014

El duelo, superando la tristeza

Sois varias las personas que últimamente habéis preguntado cómo se puede superar la tristeza tras la muerte de un ser querido.

No hay dos duelos iguales. La muerte afecta de manera distinta, según las circunstancias personales que estemos viviendo, los sentimientos y la relación que teníamos hacia el ser que ha muerto, las causas del fallecimiento, la empatía, etc.

La muerte genera sentimientos encontrados, podemos sentir rabia, ira, tristeza, angustia, indiferencia, tranquilidad, paz... Podemos vivirlo todo a la vez, entremezclado, pasar por distintas fases o sólo experimentar una.

Pasar y superar un duelo, requiere tiempo. ¿Cuál? El que cada uno necesite. Es muy importante, escucharse, saber qué nos pide el cuerpo y el alma. Puede ser silencio, llorar, hablar, etc. Todo es válido.

Durante el duelo, estamos más sensibles, los sentimientos están a flor de piel. Tendemos a encerrarnos en nosotros mismos, hasta que poco a poco, vamos aceptando lo que ha sucedido. Es bueno recordar que las personas que nos rodean no tienen la misma manera de expresar y vivir el duelo. No adelantamos nada comparándonos con los demás, salvo empeorar, y añadir sufrimiento al que ya tenemos.

Si vemos que el duelo dura mucho tiempo, no lo superamos, nos está resultando complicado y muy doloroso, siempre podemos recurrir a ayuda especializada.

El duelo, es siempre personal e intransferible. Es único. Para superarlo, sólo tenemos que mirar hacia dentro. La clave está en nosotros mismos, en permitirnos dar el paso para salir de él; y así también, lo haremos de la tristeza, la pena, el dolor, el sufrimiento, el vacío, etc. No tenemos que ir muy lejos. La mejor manera de poder dar ese impulso inicial, es que el corazón y la mente vayan de mano. Siendo un bloque, y aunque a veces nos vengamos abajo, si tenemos paciencia y confianza, ya nos levantaremos. La superación comienza en el momento, en que todo nuestro ser está unido, en el instante en que somos.

Los siguientes pasos, son ayudas, bastones, herramientas que nos ayudarán a seguir avanzando y salir de la situación que estamos viviendo.

Podemos acudir a un especialista que entienda lo que es el dolor, el sufrimiento, que sepa escuchar y a la vez anime a seguir caminando. Aquí estarían los psicólogos, grupos de duelo, un buen médico de cabecera, la homeopatía, un médium, etc.

Una alimentación equilibrada ayuda a que el cuerpo se pueda ir recuperando del estrés y desgaste tras la pérdida de un ser querido. Además, nos prepara para afrontar el siguiente nivel, salir adelante.

Me gustan las terapias energéticas, Reiki, Jin Shin Jyutsu, yoga, etc. ayudan de manera sutil a ser más conscientes de nosotros mismos, conectándonos con nuestro yo interior, nuestra fuerza, nuestros dones y potencial. Es un bastón muy potente para seguir avanzando.

También trabajan a nivel sutil, las flores de Bach, los cristales, las piedras, los minerales, aurasoma, etc.

Realizar todo tipo de actividades que nos tranquilicen, ayuden a no pensar y a ser. Como por ejemplo, practicar deporte, pasear, la naturaleza, el estar en contacto con el mar, el campo, el monte, caminar, nadar, jugar, pintar, etc. Puede que haya días o momentos en que nos apetezca estar sólos y otros, acompañados. Todo es válido.

Vamos a permitirnos expresar en cada instante lo que sentimos, ya sea vacío, llorar, gritar, estar en silencio, hablar, reír y llorar. No vamos a juzgarnos; solamente, somos.

Debemos aprender a decir adiós a la culpa y permitirnos seguir adelante, volver a reír, a sonreír a la vida. Nadie va a censurarnos por ello, comenzando por nosotros mismos.

Los seres queridos que han fallecido, desean que sigamos nuestro camino de manera plena y dichosa, quieren vernos felices. Pueden ayudarnos a que tengamos fuerza, pasión, alegría. Están junto a nosotros aportándonos luz y amor, fuerza; pero, ellos no pueden hacer todo el trabajo sólos, necesitan que pongamos nuestro granito de arena, nuestro esfuerzo para poder salir adelante.

La meta es estar bien, en equilibrío y armonía con nosotros mismos. No se trata de una competición, de ver quién supera el duelo, la tristeza, una situación grave, lo antes posible. Y si recaemos, no pasa nada, volvemos a ponernos en marcha. Somos los únicos responsables de nuestra vida, de nuestra felicidad. Los demás, nos acompañan en nuestro viaje por la vida, del mismo modo, que nosotros lo hacemos con ellos. La vida merecer ser vivida en y con plenitud.


La imagen es de un mandala mío.