Un día a la semana es el día de los trastos. Dependiendo del barrio en el que vives es un día distinto, pero el funcionamiento es el mismo: Ese día por la tarde puedes dejar tus trastos delante del portal y la brigada municipal los recoge por la noche para su reciclaje, donación, desguace...
A mí me encanta curiosear por los montones de muebles que deja la gente, aunque lo que suele abundar son muebles y estanterías de la famosa tienda sueca, a veces se encuentran cosas interesantes. Ya se sabe que lo que es un trasto para unos, para otros puede no serlo tanto...
Como esta silla que me encontré un día. Preciosa. En buen estado. Sin carcoma. Estilo
Art Déco. Patas y respaldo torneados. Un dibujo geométrico perforado en el asiento. Me encantó. Me la llevé a casa.
Una vez en casa vi que está firmada por Luterma. Después de investigar un poco sobre la firma resulta que fue fabricada en Estonia a principios del siglo XX y que la fábrica exportó a Inglaterra una gran cantidad de mobiliario doméstico y urbano. Cuando Estonia se anexionó a la Unión Soviética la fábrica cerró. He encontrado poca información en castellano sobre esta firma, pero podéis leer una pequeña historia
aquí.
Más que una restauración, la silla necesitaba una puesta a punto. Así que la lavé con limpiador de madera, agua y un cepillo de cerdas no demasiado duras, le apliqué un tratamiento anti-carcoma por si las moscas, reavivé el color de la silla con un tinte muy diluído y así reparar los arañazos del asiento y le di una generosa capa de cera a muñequilla para nutrir la madera.
Y así quedó una vez restaurada. Es una silla que me encanta, con personalidad e historia. Ha hecho un largo camino y ha tenido una larga vida hasta que se quedó huérfana en la calle y me la llevé a casa. Con un mueble como éste no puedo evitar preguntarme a quién perteneció, cómo sería la decoración a la que acompañaría o qué historias podría contar...
Ahora está en un rincón de mi casa, en plena forma y valorada nuevamente. Una preciosa antigüedad por el módico precio de 0 € y un par de horas de restauración.
Lo dicho, me encanta el día de los trastos.