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14/9/14

"Si ya he matado a un hombre, que sean dos"

Empecé a leer aquel libro en el autobús verde que me llevaba de vuelta desde la universidad a casa de mis padres. Era el año 2000 (sin efectos). Yo no tenía dinero que gastarme y el del abono-transporte que me daba mi madre lo invertía en comprarme algún libro de poesía. Luego tenía que rascar los bolsillos de todos los abrigos de la casa (aquel armario blanco) en busca de monedas olvidadas que me llevaran y me trajeran de clase. Poco recuerdo más de aquello. Quiero decir que no tengo memoria de las cosas que sucedían a la vez que yo abría Ariel, de Sylvia Plath. Recuerdo el ich, ich, ich de uno de los versos. Yo había visto una sola foto de Plath y decidí cortarme ese mismo flequillo (cada uno tiene sus frivolidades). Amé ese libro sin convicción, como se aman algunas cosas que uno no entiende. Y a Ted Hughes entonces con su cuervo y su mentón,
Eres extraño, sales de un huevo
puesto por tu ausencia.

Pero los he reabierto este fin de semana. Porque vi la película donde una sobreintentísima Gwyneth Paltrow hace de Plath y Daniel Craig mejora a Hughes (físicamente, digo). Y, entonces, esto (aparte de que voy a volver a rascar en los bolsillos en busca de monedas porque me urge tener y ya Cartas de cumpleaños en mis manos):

«Papaíto», de Ariel, Sylvia Plath

Ya no, ya no,
ya no me sirves, zapato negro,
en el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca,
sin atreverme apenas a respirar o hacer achís.

Papi: he tenido que matarte.
Te moriste antes de que me diera tiempo…
Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios, 
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San Francisco.

Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en que se vierte el verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.

En la lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
de guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco

dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca supe distinguir dónde
pusiste tu pie, tus raíces:
nunca me pude dirigir a ti.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.

Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
apenas lograba hablar:
Creía verte en todos los alemanes.
Y el lenguaje obsceno,

una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que podría ser judía yo misma.

Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena,
no son ni muy puras ni muy auténticas.
Con mi abuela gitana y mi suerte rara
y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot,
podría ser algo judía.

Siempre te tuve miedo,
con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante.
Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú...

No Dios, sino un esvástica
tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara; el bruto,
el bruto corazón de un bruto como tú.

Estás de pie junto a la pizarra, papi,
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie,
pero no por ello menos diablo, no menos
el hombre negro que

me partió de un mordisco el bonito corazón en dos.
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
A los veinte traté de morir
para volver, volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.

Pero me sacaron de la tumba,
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.

Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro con aire de Meinkampf,

e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, sí quiero.
De modo, papi, que por fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que críe lombrices.

Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y me estuvo bebiendo la sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar, papi.

Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón,
y a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y patalean encima de ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.



Sylvia Plath con sus hijos, Frieda y Nicholas.
 
Sylvia, Ted y Frieda.

«Tótem», de Cartas de cumpleaños, Ted Hughes

Otras veces, a un lado, el pájaro azul de los ocho años.
Pero, sobre todo, corazones. O un sencillo corazón rojo.(...)
Pero cuando te arrastrabas buscando seguridad
al seno de tu Ángel de la Guarda
hallabas a tu Demonio Familiar. Como un posesivo
pez-madre, demasiado ansioso por protegerte,
te devoró.

Ahora todo lo que la gente encuentra
es tu libro color de corazón –la máscara vacía
de tu genio.
La máscara
de quien, abriendo los brazos para envolverte,
te devoró.

Los corazoncitos que pintaste en todo
permanecen, como rastro de tu pánico.
Lo que la herida salpicó.

La huella
de quien te capturó y te devoró sin duda.


.



La historia detrás, triste y oscura, la encuentran muy bien relatada aquí.



26/8/13


amé a un soldado rubio por su golpe de nieve
porque dijo temblor 
y dijo vena y bujía 
como quien dice serpiente
que ponía el mantel sobre la mesa
mientras Urano se repetía sobre las calles
violento desorbitado y verde





9/5/13

acción y efecto de parar


Asumo mi condición de sueño roto.
Los desempleados dudan
de la casilla del ácaro
a la del esperpento.
El butanero del Este se parece a James Dean.
Confieso que una vez amé a un hombre
serie A.
No suficiente
tiempo.
No suficiente.
Es la hora de beber de los caballos.
Su relincho de dientes. Su corazón
en vaso.
Me despidieron sin dejarme despedirme.
Y desde entonces: trámite.
Funcionarios desde entonces.
Siento pudor cuando la camarera
descubre que estoy escribiendo un poema.
Más allá. Solamente caballos negros.
Pan y aceite.
Insomnio del bebé recién nacido.
Dientes de la palabra migraña.
Aquí
debajo de mi pelo
mi cabeza es un salón de muebles heredados.
Las puertas ya no abren.
Hay un preservativo en el cajón de los cubiertos.
Una carta de hacienda entre las copas de vino.
Asumo este vital desorden.



4/9/12

esto es


Atravieso el bostezo de Madrid en un taxi. Un rumor de café, vapor de sol talón de zapato. Corsé y andamio. Nadie sabe si sandalias o abrigo. En alguna coordenada de estas calles debe haber un gobierno, con sus ministros y sus carteras, una exposición de surrealismo, un paquete de vacaciones destrozado, tu ausencia como un recorte de sombra. También habrá un desahucio. Le he robado el bolígrafo con que escribo a un apuesto paparazzi (a mi gusto, claro). Está tumbado camisa blanca en el sofá de una sala vip de televisión, donde se habla  del pescado de Tarifa con la misma liviandad que se habla de Bretón, ratito sí, ratito no. También le miro el estómago, tiene el sol del estrecho allí dormido. Yo no desgasto mi saliva con nadie. Una señora, coleta-bata-bolsocruzado grita porque nadie la dejó hablar de la secta que abdujo a su hermana y la largan. Largan todo lo que no vende más que dos niños quemados por un padre psicópata. Estrujan el trapo. Caen mierda y millones. Se va desairada la supuesta víctima de una supuesta vidente supuestamente muerta en un pueblo cercano a esta ciudad, donde una vez hubo un gobierno equis, te acuerdas, donde seguro está habiendo un desahucio.

30/8/12


En Madrid no hay pelícanos, hay palomas. No están ni Lucas, ni Ron, está Valentín. No hay playa Paraíso, en la calle Norte está la sauna Paraíso. No se come tortilla, hay el pan de cada día. No existe la chelería, pero en Casa Candi también se canta a pleno pulmón ‘Quiero abrazarte tanto’. No se sube a los escenarios, se baja al metro. En Madrid se mira de frente, se coge todo, se abraza con fuerza. A Madrid se vuelve, no se quiere volver. Su cielo es azul y seco, la piel se aclara, los moscos mueren. En Madrid no vivo en Chapultepec, ni en la Avenida 21, sino en Noviciado. No se dice Tlacotalpan, Papaloapan, Citalpetelt, Cuitlahuac. No sé de dónde viene la palabra Madrid, pero México significa ombligo de la Luna. Aquí no se toman botellas, se libran batallas. Hay cócteles a ocho euros que nunca son de camarón. No llega ni pasa el huracán. En Madrid, ironía, en México, albur. Asfalto, amor y verdad. Arena, tequila y volcán.

A Madrid le falta surrealismo, mística y apasionamiento. 

A México le sobra imprecisión, caos e intensidad.

Reinsertándome. Corrigiéndome. 




1/8/12

día 1 de agosto: hola vida

La edad contemporánea comenzó en 1789, con la Revolución Industrial, y terminó con la caída del Muro de Berlín, en 1989. Supongo que la nuestra, no representa más que una época absurda y futurible, que una vez fue probable. Porque después de lo contemporáneo, no puede haber nada.
O, no seamos más pesimistas de lo obligado, no puede tener nombre.
Es 1 de agosto. 
Comienzan mis vacaciones. 
Justamente a esta hora, cumplo mis 31 años en este mundo. 
Y estas son mis ventanas interiores. 


24/2/11

18/2/11

Timón

Conocí a Timón en un ático de las afueras de México City. Era su graduación de ingeniero. Recuerdo que Ale y yo compramos unos Faros sin filtro antes de subir. Nos sentaron en la mesa de los amigos. Allí estaban J. y PezGlobo, que recuerde. Era mediodía. El DF se extendía como una costra gris sobre la tierra. El edificio era alto, un viejo almacén de varias plantas con montacargas coronado por una sala de fiestas de tonos pastel. Aun extraño lo kitsch de los tonos pastel de lo que es bonito en América. Había comida y bebida. Y la fiesta se prolongó varias horas.

En la terraza de la sala se podía practicar golf a, ¿cuántos?, 80 metros. Tenía dos alturas. Yo estaba abajo, muerta de risa, amenazando a todos con mi palo cuando, caído del cielo, un hombre apareció tumbado delante de mí. It’s raining man, sí. Tras un masaje cardiaco, el hombre volvió en sí. Nunca olvidaré el sonido de su cuerpo contra el césped artificial, ese plaf de hueso roto. Tampoco pude entender qué swing le llevó allí.

Aquella tarde se declaró un incendio en el edificio. Todos los invitados bajamos histéricos las escaleras, a codazos, con la mano en la boca, “los abuelos y niños primero”, gritaba uno. Y yo pensé que Timón había tenido la graduación más surrealista del mundo. De aquello hace ocho años. Tiempo antes de que a mí no me importara morir en México.

Este verano, cuando estuvieron en casa, le vi emocionarse con una de mis canciones (me permito a veces llamarlas así). Se levantó y se fue al baño. Luego nos despedimos en la calle Acuerdo y dijo cosas bonitas. Antes era el amigo golfo de Ale, el canalla. Ahora viene a Madrid y nos cuenta que se casa y que el mirador del DF y que una petición en un cable como los de la Segunda Guerra Mundial.

No sé, hay gente que pasa veloz por tu vida cuando pensaste que nunca más las verías. Y gente que saludó un día y se quedó contigo.

Ahora, cuando salga del trabajo iré a buscar los bombones de tequila que Timón ayer se olvidó y me ha dejado en un hotel de la Gran Vía.

27/5/08

los mostenses


Hay un mercado en Madrid. Detrás de la Gran Vía. Está lleno de yuca, jícamas, papayas y aguacates. Tienen sonrisas grandes en sus tiendas. Y tiritas. Remedios para el tiempo que ha pasado. El café, de puchero, y hay quien entona zambas para el que extraña. También está allí Lu, con su pan de centeno y sus bambúes. Empanadas koreanas. Se venden las semillas de mil tierras ajenas. Allí con los carritos, nos cruzamos despacio. El té viene de lejos. Su agua de vainilla, jazmines, madreselva. Por fin los alfajores bonaerenses. No se olvidan del norte y sus salmones, naranjas, ensalados. Allí encuentro tortillas. Suerte sin precio loco. Hoy duermo con la panza boca arriba. No quiero digerir sin libertades el sabor de este recuerdo.
.
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La familia de Nieves tiene 60 años en su puesto del mercado, Giovanni llegó hace 6 del Ecuador y lleva 5 trabajando con ella. Ella escoge naranjas; él, los plátanos.

26/5/08


Trocito de pared del patio Maravillas

¿Saben que lo quieren desalojar?
.
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para apoyarles, aquí

9/5/08

en la calle, en el mundo

Medio en pijama, aunque nadie lo sepa, he bajado esta mañana al super de la esquina a comprar leche. Esto es el centro de Madrid. Al fin. En la acera de en frente de mi casa está el mundo. Pescados con sus bocas abiertas en los mostradores, la carne colgada tras los cristales. Una mujer arrastra un carrito por la acera despertando a los perezosos. Hay una frutería que huele a huerta. Y una mercería de esas llenas de cajitas en altísimas estanterías. A cada lado de mi puerta hay un bazar, chino. En ese baúl oriental inmenso lo encuentras todo. Allí canela, jarras de agua, allí el martillo y las noticias de la muralla. Al otro lado, desde donde ahora escribo, un locutorio con una sonriente mujer morena, más joven que yo a la que siempre pillo almorzando tras la encimera. Cada día que vengo, regreso a Córdoba. Ya saben a cual. A cuando robaba segundos a la jornada del periódico para enviar saludos, tranquilizantes palabras a mis padres, desde donde cometía errores como escribir a quien no debía ‘te echo de menos’.
Ayer, cuando volvía de la Asamblea de Madrid, tras escuchar a la especie de ‘ken’ que hace en Madrid de consejero de Sanidad que la sala de prensa era estupenda para fumar porros… puse la radio. El alcalde de Teguise, Lanzarote, con un acento extrañamente extranjero, explicaba que los centros de inmigrantes son muy malos para el turismo. Entre risas, el señor alcalde, el excelentísimo, se atrevió a decir esto: “no puede ser que la gente vea a los inmigrantes al lado del hoyo 18 del campo de golf, no quedan bien”.
En frente de mi casa está el Centro de Atención al Refugiado de Madrid. En su puerta, quién sabe de dónde vengan, están sus corrillos de soluciones, sus esperas. No les miro. Pero a mí me gusta cruzar sus corros, sentir sus lenguas extrañas. Me hace sentir parte del mundo. Me hace recordar cuando no estuve aquí y las palabras hablaban del otro lado, de este, el que ahora habito.

Hay a quien le gusta venir a verme cuando los cierres están levantados. Abrir y cerrar los ojos. Ser consciente.

12/3/08

el robo


Os voy a contar lo que voy a hacer. Voy a cometer un robo. Hace un tiempo hablé aquí de un naranjo. Este es. Medimos lo mismo.







Esta mañana he estado en mi vieja casa, donde después de la mudanza lo dejamos olvidado. Yo le he dicho al Hombrecillo que en los próximos días vayamos de madrugada a por él. No podremos hablar ni hacer ruido para no despertar al señor Julio. No podrán ladrar los perros. Saltaremos el seto y hundiremos la pala para salvar sus raíces y lo traremos aquí, y después al patio de mi casa nueva, donde podamos vernos los dos crecer. Tiene miedo de comisarías y denuncias. Pero el naranjo-limonero salvaje es mío. No te pueden arrestar por llevarte lo tuyo. Y a mí, su soledad me duele tanto.



En mi mañana en su búsqueda, he pasado por la vieja casa. Desde que Juan ya no vive por allí, ni siquiera había vuelto a pisar la entrada de aquel camino. Y se me ha encogido el pecho al ver el destrozo urbanístico. Que la finca donde las ovejas, es una urbanización lujosa. Que la casa donde salvamos a los conejos de su cautiverio, está abandonada. Y hay grúas, y hormigoneras, y la calle estrecha se ensancha. Desde que no voy, eso sí, aquello sigue teniendo unas vistas maravillosas del mundo, y un aire de verano y camiseta a rayas.




La casa abandonada

'El campito' destrozándose

Os contaré, en cualquier caso, como termina esto.

29/1/08

'la mujer habitada'

No suelo escribir como si esto fuera mi diario, pero es que la vida, tampoco, me da para contar mucho más que cuatro, cinco líneas, o tal vez sea cosa de pudor... Si nadie se me echa encima diré que escribo poemas porque soy ansiosa. Me gusta acabar las cosas porque no confío mucho en mi constancia. Y me gusta recortar (no es verdad, de pequeña suspendí las manualidades), hasta que suspiren, las palabras. También reconozco que este estado de exaltación me impide versar algo, que no bersar.
Pero mañana, por fin, ya que los contratos laborales son tan precarios que no lo merecen, voy a usar por primera vez la pluma que lleva mi nombre y me regalaron cuando cumplí los 18 años. Una casa. Está en Madrid, en el mero corazón de la ciudad. Y tiene un patio grande con rosales y geranios y humedad. Gotas del riego que se escapan de las mangueras. Mi abuela tenía un patio en la calle Silvio Abad donde plantó nísperos, un limonero y un naranjo el día que yo nací. Un naranjo que trasladamos luego a Torre, y que allí se quedó, helándose en sus fríos inviernos. Si algún voluntario se ofrece, me encantaría poder ir a robarlo una noche de niebla, mientras los perros y el señor Julio duermen. Porque ese naranjo es mío, soy yo. Como el libro de la Belli, ‘La Mujer Habitada’. Ella, mi abuela, no Davinia, regaba la tierra con botellas de fanta vacías y apretaba la manguera verde para disparar más lejos el agua. El olor de la tierra mojada, de las aceras mojadas de Madrid, que va a volver. Y eso haré yo también. Mi madre dice que no puedo comer ahí en medio del patio, que los vecinos se quejarán, que eso no. Pero tal vez si pueda usar la hamaca que compré a una argentina errante en las playas de la costa oaxaqueña, por fin, y tirarme en ella al sol a leer libros.
Y es mañana...
La casa necesita manos. Y futuro. Y cristales en algunas ventanas aunque por ellos no se cuele el frío enero. Y cocina y bueno, mil cosas. La llave. Las noches. Habrá que hacer inauguraciones por cada uno de sus rincones (¡). Y faltan Marta y Nora, y Laura. Volvemos a ser cuatro.
Es una locura, es bailarle el agua al maldito euribor, es ceder a las horas que quieran robarme mis trabajos, o me ahogaré tal vez... pero... ya saben, que ninguno creemos en el amor a primera vista hasta que se nos echa encima y no sabemos cómo decirle que no.

Y está al lado de nuestro taller.
Y cerca de dos restaurantes mexicanos, por si la nostalgia me sacude.
Y en la calle donde vive mi primer profe de poesía.

Y cerca de casa de Payo, María, Pati y Charo y Sandra y Carla. Y Belén y Erru (por si se asoma)... y los demás.
Y ahí tiene que palpitar, si lo tiene, el corazón de esta ciudad.
Y ya tengo vecinos conocidos sólo cruzando una calle, por si la sal.

Hola Nán
--

(Esta foto del 'patio' es de David)

25/1/08

amaneciendo

En la taza dice Lisboa. Nos prometimos ir. Ahora contigo. Y ese sueño de ayer. Un paso de cebra repetido cada vez que el reacoplamiento. No sé si tratabas algo temprano o sólo era respirar. Café y cigarro. Anís y tostadas. El bar. La mujer vieja se limpia meticulosamente las comisuras de la boca. La joven fuma mirando a nadie. El mundo, celoso y arisco, busca razones para doblarnos la espalda. La hipoteca me tiene sujetos los tobillos. No pienso caer. Haría falta que yo no desease tanto que sucediera. Haría falta que fuéramos más débiles. La mujer mayor se pone el abrigo con mucho trabajo. Hija y madre se marchan. El hombre se enciende un cigarro. No malgastes energía, te escribo. El hombre tiene los hombros tristes. El telediario sonríe ante un universo inexplicable. Las ganas. El escozor del amanecer en todas partes. Se me ha quedado frío, después de ti, el café. Feliz fin de semana – nos desean. Sólo debería haber motivos para construir diarios cuando puedan vernos, los impertinentes, dormir.


22/1/08

Está fría la noche e imperfecta
________ lo que vale la pena
lo que alcanza a tocar
con una fina arista
el corazón de alguien
y se hunde
lo que le duele a una
al pasar páginas
el alma de un poeta en días de lluvia.
Comprar trozos de hora en las esquinas
- sí escribí lo importante
y no entendiste nada -
No puedo defender
las cosas que

a esta Luna
no me pesan
a uñas y mordiscos
no puedo
con violencia
ni puedo
(si la boca
y las manos
hay un cuerpo que más me los precisa)
con palabras.


12/1/08

la casa

El barrio en gris y agua está precioso. Jugamos a encontrarnos por Madrid. No seremos los primeros. ‘Bájate en Noviciado. Echa a andar. Piensa como yo sentiría. Entra. Te espero con un berso y un café’. Le escribía en un mensaje. Pienso que llueve. Que puede no encontrarme. Pero llega rápido a 'El ladrón de tinta'. Vino blanco. Y después, cuando la noche, mucho más.
Cruzamos por primera vez el patio. Mientras el cielo y yo nos reconocemos en ese pequeño retal nublado que recorta, dos flores se estremecen en el frío más afilado del invierno. La casa.
Marta da palmadas feliz por todos las habitaciones con su abrigo nuevo. Hay ventanas que no tienen cristal, y no entra el frío. No se atreve el viento a despintarnos. La cocina llenándose de olores. Las camas que se abren. La televisión reflejándose en las ventanas. Habrá vida.
Hay silencio. Hay futuro. Porque las casas en la que aún no hemos dormido guardan en sus esquinas todos los futuros posibles. Las risas. Los pasos acercándose a la puerta. Vernos cruzar el patio bajo la noche. El sol y las flores en la primavera. El sonido del teléfono. Las reconciliaciones. Las lágrimas.
Una casa es un truco de magia infinito.
Tiene dentro de sí todas las vidas posibles.
Esta es la mía.

¿Qué más quiero pedir a Madrid?

Es verdad. Tengo agujetas de reir.



4/1/08

Se fue ayer de Madrid dejándome la conciencia abatida. Al principio no quise medir el mar, por la derrota. Luego hice llamadas desde los balcones de esta ciudad para felicitar el año. Me cantaron nuestras canciones al oído: Era 2007. Y de pronto, litros y litros de agua me han caído encima, pero sin golpe, que es como más duelen las cosas. Cuando ya están dentro y no has sentido nada, te han ido robando trocitos de recuerdo, de costumbre. Pero el océano nunca se calma. Se fue ayer de Madrid y nos dejó sin música. Sin guitarra y sin esa forma que tiene de mejorar todas las canciones. Se fue y ahora, mientras yo escribo, siembran kilómetros, 10.000, entre nuestras dos orillas. Y no es él, sino todo lo que no tengo aquí cuando le miro: algunas personas, algunos paisajes. La rabia de no poder mantener intacta esa tristeza.
'Fue vivir a mil por hora
o esa forma de cruzar el fuego'

28/11/07

terminal 4, aeropuerto

Ayer, entre dos días

Cuando te conocí, yo ya arrastraba una maleta roja por la universidad, y tú parado allí, en medio del pasillo, más sombra tú que tu oscura silueta. Yo perdía un avión, comenzó a nevar fuera. El mundo creció entonces con sus piernas abiertas. Nos fuimos encontrando en sugerentes vuelos, ida y vuelta de agua, vuelta y vuelta de pieles. Nunca te vi los párpados, dolidos, de los amaneceres. Los hechizos tienen horas incómodas para acabar su tiempo. Entonces llegó aquello: el abismo de cuerpos. Llegó el silencio absurdo. Me llamaste, nos vimos sobre todo el verano y en la mesa, más cerveza y cigarros. Nosotros, que le ganamos tantas batallas al océano. Kilómetros al tiempo. Y el silencio matándonos, en medio. El silencio maldito y las frías palabras. Que nos ataron fuerte, de labios y de manos en aquella buhardilla. Las palabras, las necias que dijimos, que ahora se nos quiebran. Nos ahogan.

25/10/07


se busca utopía en madrid centro

Según la RAE : Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.

Según Tomás Moro (que inventó la palabra) : Utopía describía una isla ideal. El nombre de la isla se formó mediante la palabra griega topos (lugar), a la que se antepuso el prefijo privativo griego ou-, de modo que significaba algo así como ‘ningún lugar’ o ‘lugar inexistente’.

24/7/07

vista de Madrid de tarde desde la redacción

ahí te dejo Madrid

me voy a la ciudad de las dos lunas

y guardo este cuaderno en el bolsillo

-así vienes conmigo-

me quito las sandalias

y descalza

espero en el jardín

la sombra negra

dulce lluvia

de cenizas de la zafra