Mostrando entradas con la etiqueta Cine sueco. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cine sueco. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de octubre de 2020

Las mejores películas (XXXII)

Estoy sumamente entusiasmado con esta selección de películas, a las que considero verdaderos hallazgos y comienzan a ser parte de mi top de este año. Como de costumbre, las pongo en orden de importancia (la de arriba es la más brillante, y siguen en orden decreciente), pero son todas maravillosas. Si les gusta este post, comenten... y recomiéndenme películas a mí.   


Mãe só há uma
(Anna Muylaert, Brasil).

La anterior película de Anna Muylaert, Qué horas ela volta? era realmente muy buena y allí ya se notaba lo bien que llevaba la cotidianeidad de sus personajes y su inequívoca verosimilitud. Esta película es aún mejor, y se ubica en una situación realmente atípica y quizá nunca transitada por el cine: el secuestro de niños, pero desde la perspectiva, justamente, de los secuestrados que se criaron y crecieron junto a quienes los robaron, y su reencuentro, ya crecidos, con sus verdaderos padres biológicos. Imprescindible, de verdad.


Les Misérables (Ladj Ly, Francia).

Nada que ver con Víctor Hugo, un policial ubicado en el epicentro de un conflicto entre uniformados y marginales de la banlieu de Montfermeil, con un realismo que recuerda a La haine y a Abdel Kechiche. En un registro que debe mucho a The Wire, una jornada para un policía novato supone enfrentarse a varios mafiosos locales, gitanos forzudos, niños ladrones, madres chillonas y musulmanes de todo porte. El recorrido, increíblemente cambiante e inesperado, está dictado por un guión perfecto, en el que se entrevé cierto orden interno, iniciativas de ayuda mutua y dinámicas de supervivencia, instrumentadas por colectivos que subsisten en el patio trasero de una sociedad que les rehuye.


The Assistant
(Kitty Green, Estados Unidos).

Esta brillante película no es la explicación del porqué de los Harvey Weinstein del mundo, sino de su impunidad, de cómo es que se mantienen intocados en sus espacios de poder, sin cuestionamientos o consecuencias. Nada que ver con Bombshell: todo lo que ahí es estridente, obvio y manifiesto, acá es sutil, perceptible sólo desde el minimalismo atento de una secretaria en su arduo quehacer diario; todo se encuentra cubierto por un manto de silencio cómplice. El hecho de que el depredador sexual no aparezca en el cuadro refuerza un aura de invulnerabilidad, omnipotencia y miedo generalizado.


Glory
(Kristina Grozeva, Petar Valchanov, Bulgaria).

Gran, gran película, con interpretaciones grandiosas y un guión tan preciso y calculado como el reloj perdido del protagonista, ese objeto que retrotrae a la época en que las cosas eran duraderas y construidas con auténtico rigor y nobleza. Los valores compartidos por el protagonista (y su padre, presumiblemente) son justamente los que escasean entre sus antagonistas, burócratas oportunistas más preocupados en mantener su buena imagen y a sí mismos en el poder que en admitir por una vez sus culpas o hacer las cosas medianamente bien. El final me dejó muy bajoneado, pero después de pensarlo un poco me doy cuenta de que no es tan pesimista como parece. 


First Cow
(Kelly Reichardt, Estados Unidos).

Hasta ahora la mejor película de Kelly Reichardt que pude ver. Como en Meek's Cutoff, se trata de un cine de corte histórico ambientado en ese Estados Unidos iniciático, agreste, aún despoblado. En este caso, la directora/guionista presenta la historia de dos perdedores, dos individuos ordinarios que, en un emprendimiento a pequeña escala, deciden apostar por el sueño americano, con resultados poco estimulantes. La imagen de la vaca cercada, en un pequeñísimo territorio y vista como al pasar, es un fragmento tristísimo e inolvidable. También el fundido a negro final.


The Sisters Brothers
(Jacques Audiard, Francia/Estados Unidos).

Muy loco que Jaques Audiard, quien nunca me pareció un director interesante, haya logrado uno de los mejores westerns en años. Como en los clásicos de Anthony Mann, la psicologia de los personajes, su densidad emocional, su inequívoco componente humano son la materia prima para una distendida y bella historia, que alterna y salta desde la comedia al drama con endiablada naturalidad. Un caballo en llamas, una araña venenosa, un chal, una líquido rojo, una cacería humana, una soñada utopía son elementos que bosquejan la originalidad de un gran libreto.


Sami Blood
(Amanda Kernell, Suecia, Noruega, Dinamarca).

Una de esas películas que ya con tres pinceladas te ganan y te vuelven incondicional a la hustoria. No tenía idea de que existieran 'indígenas' suecos, historicamente discriminados, y es muy sorprendente la formalidad lombrosiana con la cual se los excluyó de todos los ámbitos a lo largo del siglo XX. Me alucinó la escena de una fiesta, en la que un par de antropológas le piden a la protagonista que cante, sin considerar el pudor que podría generarle la situación, lo cual recuerda a esa otra escena anterior en la que un par de médicos la estudian y fotografían sin el menor escrúpulo. Y los que quieran ver a una mujer empoderada, acá se van a encontrar con una de verdad.


A Beautiful Day in the Neighborhood
(Marielle Heller, Estados Unidos).

Marielle Heller tiene un don: la habilidad de hacer un cine discursivo, explícito en sus intenciones, y casi que hasta con moralejas incluidas, pero con sobriedad, muchísimo talento y capacidad para emocionar. La historia de un presentador televisivo que marcó la infancia de varias generaciones es toda una lección de humanidad y un acercamiento a un personaje apasionante y entrañable. Es ya la tercera película de Heller (antes había hecho The Diary of a Teenage Girl y ¿Can You Ever Forgive Me?, y la tercera vez que la clava en el ángulo.


The King
 (David Michôd, Reino Unido).

Gran sorpresa. Un cine de corte histórico a medio camino entre Game of Thrones y Shakespeare, filmado con pulso magistral. De ahora en más seguiré con interés al australiano David Michôd. El texto es un rejunte de obras, y tiene más bien poco rigor histórico, pero qué importa, uno compra igual. Después de todo, hace rato que no veía un castillo tan sucio y oscuro en el cine, y tengo la idea, sino la certeza, de que así eran en realidad.


1987: When the Day Comes
(Jang Joon-hwan, Corea del Sur).

Un hermoso ejemplo de eso que los coreanos hacen tan bien y que es la mezcla explosiva de géneros: comedia, drama, policial, thriller, cine social. No falta nada en esta ensalada imparable y espectacular, que se las ingenia hasta para contrabandear un homenaje a un mártir estudiantil y al orgullo democrático, sin sonar desafinado, ridículo o panfletario, y hasta emocionando un poco. Chapeau!


viernes, 15 de septiembre de 2017

El cine de Ruben Östlund

La provocación en la sangre 


Aunque sus películas de ficción se cuentan con los dedos de las manos, el sueco Ruben Östlund es uno de los últimos niños mimados de los festivales internacionales. Sus últimas tres películas fueron estrenadas en Cannes, ganando con Force majeure en 2014 el premio del jurado en el certamen “Un certain regard”. Esa película se distribuyó en 75 países y fue un éxito de taquilla. Pero este año, con The Square, el director se llevó el máximo galardón del festival: la Palma de Oro a mejor película. 

La anécdota de Force majeure es ya bastante conocida: una familia tipo, de edad mediana y buen pasar, sale de vacaciones a esquiar en un hotel al pie de los nevados Alpes franceses. Un día, almorzando apaciblemente en la terraza del restaurante del hotel, una avalancha se precipita en dirección a ellos y los demás comensales. A pesar del pánico general, en principio no hay mayores consecuencias: la avalancha no llega hasta el hotel sino que se detiene mucho antes. Pero mientras la madre reaccionaba abrazando a sus hijos y conteniéndolos, el padre recogía sus guantes y su celular y huía despavorido del sitio. 
El título de la película es elocuente. En derecho los casos de “fuerza mayor” se plantean frecuentemente en accidentes naturales y otros hechos fortuitos. Sucesos ocurridos por causas imprevisibles y cuyas consecuencias afectan a una persona, implicándola, y a partir de lo cual puede eximírsela de responsabilidad en su accionar. El ejemplo típico es el de dos personas a bordo de un avión a punto de estrellarse, y en cuyo interior hay solamente un paracaídas. Una de las dos salva entonces su vida utilizándolo, y la otra muere dentro del avión. Como se considera una circunstancia de fuerza mayor y el instinto salvó su vida (aun ocasionando la muerte del otro), el sobreviviente queda exento de culpabilidad, por haberse visto envuelto en una situación que lo excedía y que además no ocasionó. 
No por casualidad la película se subtitula “La fuerza del instinto”. Como la racionalidad no se lleva bien con los instintos, luego del suceso con la avalancha algo cambia para siempre en la relación de la pareja de Force majeure: pronto surgirán las recriminaciones por ese acto reflejo, por ese impulso “egoísta” mediante el cual el hombre intentó ponerse a salvo y no atinó a proteger a los suyos. Ni bien su esposa comience a echárselo en cara, el negará enfáticamente haber tenido esa reacción. Podría decirse que él defraudó ciertas expectativas sociales, falló respecto al rol reservado para su género. 
El director se basó en investigaciones para plantear esta temática, y al respecto ha dicho en una entrevista para Slant Magazine: “Si mirás las estadísticas, los hombres de cierta edad son los que sobreviven a los accidentes marítimos. No sé las cifras exactas, pero ese mito de las mujeres y niños primero, simplemente no ocurre, en absoluto. Cuando llega el momento de crisis, a pesar de que haya una cultura que enseña que los hombres deben plantarse y ser leales, al imponerse el instinto de supervivencia son ellos los que tienen la capacidad real de subsistir. Pienso que es irónico, un hecho horroroso de confrontar si eres hombre, pero, por supuesto, interesante al mismo tiempo”. 
Es de suponer que durante el rodaje de esta película Östlund se haya movido como pez en el agua, luego de su vasta experiencia filmando en la montaña y entre la nieve. Como no podía ser de otra forma, se trata de una película técnicamente poderosa: una hermosa fotografía a través de paisajes nevados ofrece una notable y sutil coreografía de cuerpos en movimiento. En las escenas de interiores, el hotel se asemeja a un vientre materno incrustado en la montaña, tan confortable como asfixiante. Gélidos silencios son cortados implacablemente por imponentes ráfagas de Vivaldi, planos fijos que se centran en un personaje y van acercándose sutilmente suponen una inmersión en los temas conversados, diálogos que, lejos de ser presentados con el clásico plano-contraplano, se concentran en sólo uno de los interlocutores, permitiendo entrever sus torrentes internos y metamorfosis emocionales. 
Algunos recursos son típicos de Östlund: justamente, esos sutiles zooms que van encuadrando la imagen casi imperceptiblemente sobre ciertos detalles o determinadas acciones. Esta lenta concentración en ciertos puntos emula notablemente nuestra capacidad de enfocarnos en determinados detalles, como si el que hiciera el zoom no fuese el camarógrafo sino el mismo espectador. Otra característica muy suya es hacer que un plano reposado y silencioso se vea interrumpido por un sonido estridente e inesperado, con el que se cambia repentinamente de plano y situación, sobresaltando indefectiblemente al espectador. En Force majeure, la escena en que de golpe y sin aviso previo aparece un dron en pleno líving y en medio de una intensa conversación supone un exabrupto genial, una clara muestra de la habilidad de un director que sabe divertirse desconcertando y manipulando emocionalmente a su audiencia. 

Influencias y estilo. Östlund practicó esquí durante toda su vida, y en los años noventa, a sus veintipocos, filmó durante cinco años documentales sobre esa disciplina. Esas primeras películas, en las que el director se abocaba a extensos rodajes en las montañas, con muchas repeticiones, fueron el medio para que puliera un rigor formal que se ve reflejado en el cuidado estético de sus películas, en la pulcritud de sus tomas. Esa experiencia concreta le sirvió como tarjeta de presentación para estudiar en la escuela de cine de Gotemburgo, donde finalmente se graduó. Más adelante, junto al productor Erik Hemmendorff, fundaría su propia compañía: Plattform Produktion. 
Suele compararse su estilo austero con el del austríaco Michael Haneke. Razones no faltan: su inclinación por las estructuras episódicas, con situaciones aparentemente azarosas y desconectadas entre sí donde operan los más variados personajes, llevan a tal comparación. Las películas Guitarrmongot e Involuntary tienen ese tipo de narrativa desconcertante, similar a la de 71 fragmentos de una cronología del azar y Código desconocido, de Haneke. Pero con la salvedad de que en la narrativa caótica y sin aparente sentido de Östlund comienzan a repetirse los mismos personajes, quienes además en algún momento se cruzan o tienen algún vínculo. El resultado suele ser una obra coral algo caótica, pero con figuras más definibles que en esas películas de Haneke, y situaciones que refieren más enfáticamente a una misma temática central. 
Otra diferencia fundamental es que su cine está provisto de un humor negro casi constante, elemento radicalmente ausente en el del maestro austríaco. Este costado humorístico no significa que las películas del sueco no sean incómodas; por el contrario, el humor surge justamente al reconocer al ser humano desenvolviéndose en situaciones ridículas, al verse reflejado en una serie de dolorosos absurdos cotidianos. Si hay alguien especializado en trasmitir vergüenza ajena mediante el cine, si hay un director empeñado en captar momentos cruciales de la debilidad humana, ese es Östlund. 
El parentesco con Haneke también lo vincula necesariamente al griego Yorgos Lanthimos (Canino, Langosta) y a sus impactantes cuadros alegóricos, pero también es inevitable su conexión con la ácida visceralidad de otro gran maestro sueco, nada menos que el gran Ingmar Bergman. La exploración de la vida marital desplegada en Force majeure es de una profundidad equiparable a la presente en películas descarnadamente incisivas, como La pasión de Anna, Escenas de la vida conyugal o Sarabanda

The Square (2017)

Menos racionales de lo que parecemos. Las expectativas de género son entonces una constante en la filmografía de Östlund. Y es sumamente interesante ver cómo su cine se opone al de Hollywood y a muchos de los valores que éste difunde. “Una de las cosas más dolorosas que puede sucederle al ser humano es perder su identidad. Para los hombres esa pérdida está muy conectada con ser un cobarde. (…) En Hollywood el personaje masculino más reproducido es el héroe. Desde la perspectiva ideológica, si no se reprodujera ese carácter principal sería imposible mandar a los jóvenes a la guerra. Los hombres están diseñados para sentir que deben proteger a alguien. Debemos sacrificarnos por un propósito mayor.” El cine dominante moldea los comportamientos sin que muchos se den cuenta, y a Östlund le interesa especialmente la distancia entre lo que somos y lo que creemos ser, entre la forma en que nos queremos ver y cómo nos vemos realmente. 
Un dato curioso es que, estudiando estadísticas de secuestros de aviones, el director descubrió que la frecuencia de los divorcios se volvía extremadamente alta entre las parejas que habían estado presentes en el momento del secuestro. Y en una entrevista planteó, como un chiste, su deseo de lograr que con Force majeure muchas parejas se separaran. Como experiencia cercana, este cronista supo de una en Montevideo que acabó rompiendo su relación luego de largas y encendidas discusiones ocasionadas por la película. Hay quienes subvaloran el poder del cine. 
En Involuntary, uno de los personajes centrales es un señor entrado en años que se encuentra dando una fiesta para sus amigos y su familia, en una gran mansión. En plena celebración, un fuego artificial fallado va a dar contra sus ojos. Luego de los inevitables gritos de dolor, para evitar aguarles la fiesta a sus invitados el hombre procura hacer un esfuerzo para mantener la compostura. A lo largo de la película notaremos que intenta sobrellevar la situación, primero se aparece con una gran venda en el ojo, y luego comenzará a beber en exceso para tolerar el dolor. En la última escena el hombre es trasladado, grave, en una camilla dentro de una ambulancia. 
Este episodio está basado en hechos reales, como casi todo lo presentado en la película. El mandato social señala que los hombres deben tolerar el dolor y no mostrar debilidad y, como señala Östlund, eso puede costarles la vida (en este caso quizá solamente la vista). 

Involuntary (2008)

Fotogramas que incomodan. Involuntary, su segundo largometraje de ficción, es Östlund en estado de gracia. Paralelamente a la historia del viejo patriarca corren cuatro más, todas centradas en el comportamiento individual y grupal, y en cómo las personas pueden llegar a modificar su accionar según su pertenencia a determinado colectivo. En este sentido, la película debería ser de visión obligatoria para estudiantes de antropología, psicología o para cualquiera interesado en saber hasta qué punto la racionalidad puede desaparecer debido a la presión grupal. Una de las historias más poderosas e incómodas de la película narra un viaje turístico en ómnibus, en el cual unos ruidosos adolescentes vienen siendo una gran molestia para el resto de los pasajeros. En determinado momento la azafata se percata de que una cortina del baño fue vandalizada; entonces el conductor y dueño del ómnibus detiene el vehículo en plena ruta y dice que no piensa continuar hasta que el culpable admita haberlo hecho. Conforme pasa el tiempo, la estancia en esa ruta desértica se torna insalubre, y los ánimos de los pasajeros comienzan a caldearse. Se sobreentiende que, cuanto más tiempo pase, mayor será el resentimiento general hacia el culpable, y que precisamente por eso, con más razón, la persona se quedará muda. El desenlace de esta inquietante “situación hipotética” sin aparente solución no es solamente inesperado sino sumamente revelador en lo que refiere a ansiedades crecientes y chivos expiatorios. 

Otra Suecia. Ya en su primera película de ficción, Gitarrmongot, Östlund desplegaba una visión diferente de Suecia. La ciudad ficticia de Jöteborg –obvia referencia a Göteborg, es decir Gotemburgo– era abordada enfocando a adolescentes que incurrían en el vandalismo callejero, personajes con ciertos retrasos mentales, u otros que no se adaptaban a las normas. Con ese estilo austero y directo tan suyo, el director exhibía ciertas tendencias destructivas y suicidas. 
Como el director húngaro Miklos Jancsó, Östlund planta la cámara registrando circunstancias que no pueden dejar de mirarse. El notable realismo y la singularidad de las situaciones llevan a que la audiencia quede completamente cautiva de los cuadros exhibidos. El corto de 12 minutos Incident by a Bank cuenta solamente con una toma, y se trata de la reconstrucción en tiempo real de un suceso que el director vivió realmente: el intento fallido de un robo a un banco. En esa breve reconstrucción aparece un centenar de extras caminando por la calle, y el enfoque distante coloca al espectador en un lugar de voyeur, como si fuese un transeúnte más. Lo interesante es el juego de espejos, un par de personajes observan lo que sucede con fascinada parálisis, e incluso lo más cercano a una actitud “heroica” en ese momento es la torpe iniciativa de un hombre que trata de boicotear la fuga de los asaltantes averiando su moto; por supuesto, el intento falla rotundamente. 
Cuando se estrenó Play la polémica fue inmediata y explosiva. No era para menos: la película trata de cómo cinco muchachos inmigrantes presionan, hostigan y rapiñan a tres adolescentes, dos de ellos suecos, otro también inmigrante. Se trata nada menos que de dos horas terriblemente enervantes, centradas principalmente en un inacabable y terrorífico bullying, como señala el título, disfrazado de “juego”. Pero es más bien como el juego del gato y el ratón, donde la desigualdad de poder es clarísima. En este caso lo más políticamente incorrecto es que los victimarios son todos negros, y las víctimas, blancos. Es comprensible que por eso se hayan alzado muchas voces para criticar violentamente la exposición de Östlund, a quien le achacaron (no sin cierta razón, cabe decir) no estar contribuyendo para nada en la lucha contra la discriminación en su país. 
Como estudio del comportamiento humano la película es sencillamente notable: hay elementos que llaman particularmente la atención, como el hecho de que los delincuentes interpreten un juego de “roles” para lograr sus objetivos; asumiendo algunos de ellos el papel de “tipos buenos” y otros el de “malos”. Otro aspecto interesante es cómo las víctimas, aun sabiendo que van a ser robadas, siguen las reglas de los victimarios (participan en la ficción por ellos creada, los acompañan a lugares deshabitados), intentando de algún modo demorar más la llegada del conflicto, aun cuando esa situación seguramente los desfavorezca más. Como sea, se trata de un prodigio de realismo que coloca al espectador en una situación incómoda desde el primer minuto, y que, como el resto de la filmografía de Östlund, lo obliga a tomar por sí mismo una posición moral. Cuesta catalogar a ésta como una obra “menor”, justamente cuando se trata de una película brillantemente lograda que, como casi todas las demás, es capaz de suscitar las más acaloradas discusiones. 

Play (2011)


Östlund arrasa. Sobre The Square, su última película, puede decirse poca cosa aún. Que se llevó la Palma de Oro en Cannes, que aborda en tono de parodia el tema del arte moderno y las performances. Que Luis Martínez, corresponsal de El Mundo en Cannes, la describe como “una especie de abigarrado, excesivo y heterodoxo aquelarre cinematográfico tan divertido como violentamente incómodo”. Que otros críticos la desestiman por considerarla su obra más mainstream –su elenco internacional, que cuenta con Elisabeth Moss y Dominic West entre sus filas, parecería confirmarlo–, por estar orientada a los grandes públicos y porque –dicen– no se condice con el espíritu subversivo y transgresor de sus películas previas. A medio camino entre los dos extremos, Peter Bradshaw, de The Guardian, señala que “no tiene la clara puntería de su película anterior Force majeure, pero se propone dejar de boca abierta a sus espectadores, y lo logra.” Por lo pronto, la división de aguas ya es un buen síntoma.

Top 9 


En el año 2012 la revista Sight and Sound hizo una gran encuesta entre cineastas y críticos de todo el mundo consultándolos acerca de sus diez películas favoritas de todos los tiempos. A esta petición Ruben Östlund respondió con sólo nueve, haciendo un notorio hincapié en el cine de los países nórdicos. Estas películas son clave para comprender las inclinaciones y el estilo del director. 

1. A Swedish Love Story (Roy Andersson, 1970).
2. Songs From the Second Floor (Roy Andersson, 2000).
3. The Raven’s End (Bo Winderberg, 1963).
4. Los idiotas (Lars von Trier, 1998).
5. Gummo (Harmony Korine, 1997).
6. Come and See (Elem Klimov, 1985).
7. Código desconocido (Michael Haneke, 2000).
8. La clase (Laurent Cantet, 2008).
9. Afterschool (Antonio Campos, 2008).

Publicado en Brecha el 15/9/2017.

jueves, 8 de octubre de 2015

Las mejores películas (XXVII)

Hay veces que lamento no poder dedicarle tanto tiempo al cine y a este blog como alguna vez lo hice, pero la necesidad me ha llevado a escribir mucho sobre otras temáticas y no tanto sobre lo que más me gusta. Estos listados vienen cada vez más distanciados porque me cuesta encontrar el tiempo que merecen, pero por su parte eso tiene su parte favorable, ya que propicia que vengan cada vez mejor nutridos: todas estas pelis son droga de la buena. Hagan el favor y consúmanlas con moderación. ;)  

Dos días, una noche de los hermanos Dardenne (Bélgica, Francia, Italia).
Marion Cotillard con su lenguaje corporal, su voz entrecortada, su mirada triste y sus increíbles cambios de registro compone uno de los personajes más hermosos que haya visto en el cine. Los hermanos Dardenne lo han vuelto a hacer: contra todas las probabilidades, (¿cuántas obras maestras pueden filmarse, una atrás de la otra?) logran otra película perfecta, inteligente, comprometida y profundamente emotiva, elocuente sobre una clase social y un proletariado disperso, perdido en un mundo crecientemente individualista. Frente a ellos, las nuevas formas de gestión empresarial neutralizan el compañerismo y la solidaridad, y es en este contexto que una mujer se abre camino, en una lucha a brazo partido contra su propia depresión. 

Intensamente de Pete Docter, Ronaldo del Carmen (Estados Unidos).
La película que ya vio todo el mundo es, curiosamente, una maravilla. La alegría, el desagrado, el enojo, el miedo y la tristeza son compinches, dialogan, discuten, se dejan amablemente espacio o se agolpan unos sobre otros en el tablero de nuestra psiquis. Las islas de personalidad nos afirman, el tren del pensamiento corre en nuestra vigilia, en el pozo del inconsciente van a perderse y degradarse nuestros recuerdos marchitos. Y eso por no hablar de pensamientos, memoria a corto y largo plazo, de sueños, fantasía, o pensamiento abstracto. Es notable como una película para niños puede tocar tan certeramente tantos asuntos complejos y relativos al rompecabezas mental, el crecimiento y el desarrollo emocional. Los guionistas/directores, creadores de este milagro cinematográfico, son unos condenados genios. 

Force Majeure de Ruben Östlund (Suecia, Francia, Noruega, Dinamarca).
Una familia aislada en un hotel de ski, al pie de los Alpes franceses, conocerá de primera mano el miedo más visceral. Luego de una experiencia extrema e incómoda algo quedará trastocado, descolocado, una inquietud pesará sobre la pareja protagonista como una espada de Damocles, desestabilizando su armonía conyugal. El director Östmund logra, con demoníaca lucidez, desengranar y cuestionar varias de las convenciones ancestrales y de género que rigen nuestro orden social, y especialmente aquellas que señalan a los padres varones como valientes defensores del rebaño. La puesta en escena es descomunal; detrás de la dirección de actores, de las posiciones de cámara, de un hotel agobiante, de las ráfagas musicales y de la impávida magnificencia de la naturaleza se esconde un autor que conoce el lenguaje audiovisual y cómo manipular emocionalmente a su audiencia. 

El club de Pablo Larraín (Chile).
Un grupo de curas pederastas vive recluido en un pueblo costero chileno, en una casa a la que en un principio se le llama un refugio "de retiro espiritual", más adelante de "penitencia", y finalmente lo que realmente es: una cárcel. Un presidio VIP en el que ya quisieramos estar todos, con entretenimientos, salidas a la playa y al pueblo, bebidas alcohólicas y hasta timba, y todos los gastos pagados por la santísima iglesia. Pero en un momento surge lo inesperado: un alcohólico desarrapado se les apersona en la puerta de la casa y empieza a gritar a los cuatro vientos y muy gráficamente todo lo que uno de los curas le hizo cuando él era un niño. El secreto conjunto comienza a peligrar; la caja de pandora podría abrirse y para los "curitas" se vuelve necesario tomar cartas en el asunto, antes de que el pueblo entero se entere de quiénes son. Una obra profundamente oscura, que se presta para más de una polémica. 

Magical Girl de Carlos Vermut (España, Francia). 
Hay que ver esta película única en su especie, extraño neo-noir a la española, con una trama que involucra a tres desgraciados que sólo necesitan una excusa para largar todo a la mierda y cagarse en las formas y en cuanta convención social existe. Con mucha mala leche, el extrañísimo y perturbador abordaje va exponiendo costados sumamente oscuros de la condición humana. Los personajes, profundamente irracionales, despliegan un accionar que cuesta muchísimo comprender, pero que es siempre creíble y hasta reconocible. Una puesta en escena cuidada, pulida, recta y sobria contrasta con el caos, con los torbellinos mentales de los personajes; finalmente, con una violencia absurda y estremecedora. 

The Intruder de Shariff Korver (Paises Bajos). 
Esta es la más difícil de conseguir, pero inténtenlo que vale la pena. El protagonista es un policía sobre-entrenado que queda suspendido tras romperle la mandíbula y la nariz a un pobre desgraciado, que tuvo la mala idea de incurrir en la violencia doméstica frente a él. Pero como nuestro héroe es medio-marroquí y habla bien el árabe, en seguida es requerido para un trabajo diferente: pasan a contratarlo como agente secreto, con el objetivo de infiltrarlo en el mundo de los narcotraficantes marroquíes en Holanda. Si bien el tema del infiltrado ha sido plenamente explorado por el cine policial, acá la diferencia la marcan las grandes actuaciones, lo realista del planteo y el absoluto desdibujamiento de estereotipos. Los narcos musulmanes pasan a ser personajes profundamente agradables y entrañables, y la idea de "lo correcto" algo crecientemente difuso. 

Sicario de Denis Villeneuve (Estados Unidos). 
El cineasta canadiense Denis Villeneuve va contra la historia del cine al ser uno de los escasísimos directores extranjeros que, al comenzar a trabajar en Hollywood, hace películas tan buenas como las de su país de origen. En la frontera de Estados Unidos con México, un equipo especial se propone derrocar a un líder narco, cometiendo todas las ilegalidades imaginables. Entre ellos, una agente del FBI, especializada en secuestros, observa estupefacta sin saber qué cuernos pasa ni cuál es su papel allí. Con gran contenido crítico, la "guerra contra las drogas" se presenta en su verdadera dimensión: como una forma de entretejer alianzas y de buscar la armonía con el narcotráfico. Un estupendo y vibrante relato, con la factura formal de un maestro, gran contenido crítico y la insuperable presencia de Benicio del Toro. 

Suzanne de Katell Quillévéré (Francia). 
Con gran sensibilidad, la directora nos introduce en otra Francia modesta y profunda: una de mozas de bar y obreros, conductores de camiones, embarazos adolescentes, jóvenes delincuentes y niños dados en adopción. En este universo de dificultades y soledad, el íntimo planteo va dosificando retazos aleatorios en la vida de una familia disfuncional, desde la ingenuidad de la infancia hasta la atribulada consciencia de la adultez. En el recorrido, grandes alegrías, momentos de bella comunión o de desencuentro, golpes del destino y elipsis tan desconcertantes como dolorosas se imponen de forma intermitente. Una hermosa película, a la altura del mejor cine social europeo (los Dardenne, Kechiche, Cantet, Meier), dotada de notables actuaciones y personajes inolvidables, grandes como la vida. 

Permanencia de Leonardo Lacca (Brasil). 
Luego de años de la separación de una pareja, aún pueden quedar vestigios del amor, quizá talado antes de que terminara de madurar. Pero cuando ambos miembros, cada uno con sus nuevas parejas, tientan al destino fomentando una nueva convivencia (aunque sea de paso y por sólo unos días), lo que de allí surge difícilmente pueda ser bueno o constructivo. Una película que habla de las grandes frustraciones, del ser humano y su inestabilidad, de la permanencia de los sentimientos a pesar de las distancias, las fachadas, las formas y las estructuras. Un cine donde las acciones, los silencios o las medias palabras son elocuentes sobre la vulnerabilidad del ser humano y la forma en que sus sentimientos lo determinan, desordenando su existencia. 

Musarañas de Juanfer Andrés y Esteban Roel (España, Francia). 
Retomando la mejor tradición esperpéntica y el terror más desmesurado, esta divertida película me parece a mí de lo mejor que ha hecho el cine español este año pasado (aunque La isla mínima y Magical Girl también juegan fuerte). Sin lugar para la sutileza o las medias tintas, la acción transcurre casi íntegramente al interior de un apartamento, en el centro de Madrid de los años cincuenta, en el que la agorafóbica y reprimida protagonista pasa la vida enclaustrada, en luto constante y obsecación religiosa. Ningún entorno mejor que el franquismo podía venir mejor para plasmar los horrores cotidianos y de la psiquis, en una película que homenajea a clásicos como Repulsión, Misery, ¿Qué pasa con Baby Jane?, y gozosa se sumerge en excesos dignos de un Ibañez Serrador.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Force Majeure: La traición del instinto (Turist, Ruben Östlund, 2014)

El frío paralizante 



En derecho, se denominan de "fuerza mayor" los sucesos ocurridos dentro de circunstancias imprevisibles y cuyas consecuencias afectan a un ser humano, implicándolo y a partir de lo cual puede eximírselo de responsabilidad en su accionar. Casos de este tipo son derivados a veces de accidentes naturales u otros hechos fortuitos; el ejemplo típico es el de dos personas a bordo de un avión a punto de estrellarse, y en cuyo interior hay solamente un paracaídas. Una de las dos personas salva entonces su vida utilizando el paracaídas, y el otro muere dentro del avión. Como se considera una circunstancia de fuerza mayor y el instinto salvó su vida (aún ocasionando la muerte del otro) el sobreviviente queda exento de culpabilidad, por haberse visto envuelto en una situación que lo excede y que él no ocasionó.
Sobre estas circunstancias extremas en las cuales el miedo se impone, los instintos comienzan a dominar y los individuos pierden su compostura y sus principios trata, con lucidez demoníaca, esta película. Una familia va a pasar sus vacaciones a un hotel de ski al pie de los nevados Alpes franceses. Un día, mientras almuerzan en un restaurante y disfrutan del paisaje de la montaña, una avalancha se precipita sobre ellos y el resto de los comensales. En ese momento, mientras la madre abraza y contiene a sus dos hijos, el padre de familia toma su celular y sale corriendo de la mesa, abandonando a los suyos. La avalancha nunca llega al hotel y no les sucede nada, pero la reacción "egoísta" del padre comienza a ser un lastre difícil de sobrellevar para la familia, y particularmente para su esposa. 
Es este el punto de partida para una comedia negra o un drama conyugal (cada cual que elija la etiqueta que mejor le quepa) a partir del cual el director sueco Ruben Östlund despliega una tensa disputa familiar, excusa para desengranar algunos de los mandatos culturales relacionados con géneros y roles, según los cuales el hombre es el encargado de poner el cuerpo ante cualquier amenaza que se cierna sobre su grupo familiar. La situación no sólo es inaceptable para la esposa, sino también para el mismo implicado, quien niega reiteradamente los hechos. Nótese la escena de un "salvataje" en medio de la nieve, por el cual el padre levanta en brazos a su mujer, reconstituyendo así un orden ancestral que vuelve a ubicarlo como un hombre valiente, a pesar de que la situación toda se revele como un acuerdo tácito, un "montaje" en función de ello. Un final al interior de un ómnibus que coloca al factor desencadenante de revés, invirtiendo los géneros, supone un apunte sarcástico que resignifica y hace burla a las convenciones y las construcciones ideológicas desarrolladas. 
Es en estos tramos y tantos otros que Östlund demuestra ser de los más certeros e ineludibles herederos de su coterráneo, el maestro Ingmar Bergman. La escena en que de golpe y sin aviso previo se aparece un dron en plena sala y en medio de una intensa conversación supone un exabrupto genial de un director que sabe desconcertar y manipular emocionalmente a su audiencia. Primeros planos que, lejos del típico diálogo en plano-contraplano se fijan en un sólo rostro permitiendo entrever los torrentes internos y las metamorfosis emocionales de los personajes; la portentosa fotografía que coloca a la naturaleza como un factor determinante; gélidos silencios que son cortados implacablemente por imponentes ráfagas de Vivaldi nos llevan a comprender que estamos ante una película excepcional, y ante un autor de primer orden.

Publicado en Brecha el 4/9/2015

domingo, 1 de abril de 2012

Hacia la eternidad (Into eternity: A film for the future, Michael Madsen, 2010)

Sepulcro maldito

El problema de las centrales nucleares son sus desechos radiactivos y la acumulación de desastres a lo largo de la historia del siglo veinte (y del veintiuno) sirven como recordatorio. Hoy se estima que existen unas 200 mil o 300 mil toneladas de residuos nucleares en el mundo, y que la radiación emitida por ellos continuará siendo nociva para el ser humano hasta dentro de 100 mil años. Para la contención de estos desechos se han implementado instalaciones de almacenamiento temporal, y frecuentemente son depositados en piscinas -el agua impide que la radiación se expanda- con altos costos de mantenimiento y vigilancia. En cualquier caso, las condiciones no son del todo seguras, los desechos podrían ser olvidados o abandonados, los compartimentos podrían destruirse por catástrofes naturales o guerras, y ninguna instalación está diseñada para resistir por más de cien años. Ante una falta de perspectivas global en donde nadie tiene una respuesta de qué hacer con semejante cantidad de desechos, se alza "Onkalo" -en finlandés significa refugio o caverna- un sorprendente megaemprendimiento sin precedentes.
Se trata de una obra descomunal que terminará de construirse dentro de 100 años: una red de túneles subterráneos ubicados en el municipio de Eurajoki perforados en rocas sólidas a más de 400 metros de profundidad. Allí irán a parar los desechos de las cuatro centrales nucleares de Finlandia, y la idea es poder por fin desentenderse, sepultar todo ese contenido radiactivo, ya no para salvaguardar la vida de hijos o nietos sino las de generaciones más remotas, que vivirán (o no) dentro de milenios. En un mundo en el que siempre se piensa en los réditos a corto o mediano plazo, es inevitable sentir a Onkalo como una obra marciana, máximo ejemplo de la previsión y la filantropía. Cámaras inmersivas y lentas, entrevistas a los más variados especialistas y una voz en off del director danés Michael Madsen -no hay que confundirlo con el actor norteamericano de mismo nombre- que aborda el costado más filosófico, asombroso y trascendental del asunto, tocando temáticas como la moral, el lenguaje, la ciencia, la ley, el olvido, el arte, la historia y cómo todos y cada uno de estos conceptos serán desdibujados y transmutados con el paso del tiempo. Este documental plantea un notable ejercicio de imaginación y un descenso a través de los túneles de Onkalo, recinto prohibido, destinado a ser olvidado y sellado. Una caja de Pandora que detentará males auténticos, solo una pequeña porción de la basura imperecedera proveniente del cuarto de hora al que llamamos civilización.


Publicado en Brecha el 30/3/2012

jueves, 24 de junio de 2010

Porno feminista

El sexo en construcción

Como contrapartida a la pornografía dominante y a su producción comercial, monótona, insulsa, impersonal e ideada desde una óptica masculina, una nueva camada de directoras concibe material pornográfico con creatividad, afán innovador y nuevas y frescas perspectivas.

Desde su concepción, Dirty diaries levantó polémicas. Las más inmediatas surgieron a raíz de que la película fue financiada con fondos públicos, ya que el proyecto fue subvencionado por el gobierno sueco con 69 mil dólares gracias a la decisión del Swedish film institute. Las protestas fueron encendidas e inmediatas: que se estaba utilizando el dinero de los contribuyentes para financiar pornografía, y que allí se exhibía homosexualidad y se festejaban toda clase de perversiones. Los demócratas cristianos se hicieron oír, y Beatrice Fredriksson, miembro del Partido moderado y autora del blog Anti Feminist Initiative calificó a la subvención como una hipocresía, ya que la pornografía mainstream nunca hubiera recibido el mismo apoyo financiero. También se oyó alguna voz escéptica, como la de la cineasta feminista Suzanne Osten, quien manifestó su opinión de que la pornografía es de por sí cosificante y que la expresión “porno feminista” es un oxímoron.
El director del Swedish film institute señaló que la financiación fue dada porque la película apunta a una nueva aproximación en la representación de la sexualidad femenina. En la prensa, las voces defensoras de la subvención señalaron que los valores detrás de la película son interesantes y radicalmente diferentes a las de la pornografía mainstream. Cuando su estreno en setiembre del año pasado, la crítica sueca estuvo dividida: hubo quien elogió los cortos como “divertidos, estimulantes y excitantes” y algún amargado los calificó como “aburridos, feos y más bien artísticos”.
Grandes diferencias. Dirty diaries es un largometraje compuesto por trece cortos, recopilados por la documentalista Mia Engberg y dirigidos por distintas artistas mujeres que aportan miradas y que conciben con energía y creatividad la clase de porno que a ellas les hubiera gustado ver pero que no puede encontrarse en el mercado (ver apartado “Manifiesto Dirty diaries”). Engberg aclaró desde un principio: "Se trata ante todo de mostrar la sexualidad desde el punto de vista de las mujeres. La película no está hecha para satisfacer a un público masculino ni para hacer dinero". Las diferencias con la pornografía dominante saltan a la vista: aquí no hay siliconas, ni hombres superdotados, ni bellezas de revista, ni frases obvias que subrayan lo que puede verse. Los énfasis están puestos en los preliminares y no tanto en los coitos, hay mucho detenimiento en las texturas de la piel, las cámaras escrutan desde muy cerca los cuerpos, registrando su geografía y el contacto sensitivo. En muchos casos no se sabe cuál de los implicados le está besando qué parte del cuerpo a la otra persona, y esta incertidumbre juega a favor de la sugerencia y de los climas. También llama la atención la presencia de vellos púbicos, algo más bien escaso en el porno reciente, y hasta en algún momento pueden verse atractivos vellos en alguna axila femenina.
En la amplia mayoría del cine porno el sexo termina con una vistosa eyaculación, pero aquí no hay ni una sola, y si quizá exista algún orgasmo masculino, no hay esperma desparramado como muestra visible de hombría y territorialidad. Aquí las que marcan el final son las mujeres, y de acuerdo a sus propias y cambiantes exigencias. Tampoco se pueden ver coitos filmados en largos planos detalle, esos inacabables e impersonales "mete-saca" similares a un pistón en movimiento contínuo. La cámara no parece centrarse en los genitales sino en todo el cuerpo, hay mucha fricción, muchos roces, jugueteos varios, y a veces hasta alguna pequeña charla introductoria que permite entrar en sintonía con los personajes implicados.
Pero esto no quiere decir que estas directoras hagan un porno soft ni poco osado. Por ejemplo, Authority es un corto de sadomasoquismo lésbico, y Brown cock podría herir alguna sensibilidad ya que se exhibe una masturbación femenina en la que una chica le introduce un consolador y finalmente una mano entera en la vagina a otra, mientras se oyen los jadeos y gritos orgásmicos de la mujer penetrada.
Uno de los mejores cortos de la película es Skin, en el que una pareja heterosexual envuelta en una funda color piel comienza los preliminares, besándose y frotándose a pesar de estar totalmente cubiertos -y separados- por una fina tela elástica. Más adelante comienzan paulatinamente a cortar, con una tijera, partes parciales de esa funda -las que cubren la boca, los genitales- y continúan de esa manera. Finalmente destrozan lo que queda de la tela y, como dios manda, terminan con lo que empezaron.
Otro de los puntos altos es Body contact, en la que una chica charla con la camarógrafa mientras programa por internet una cita sexual con un desconocido. Cuando el hombre llega, se ve intimidado por la presencia de la cámara y ambas mujeres le explican que el plan es filmarlo mientras tiene relaciones. El dice que tendrían que haberle avisado antes y que de ninguna manera; ellas le insisten e intentan convencerle. Luego de idas y venidas por fin accede, pero toda esta intro sirvió para generar simpatía con ambos implicados. Terminado el corto los títulos darán cuenta de que los personajes eran interpretados por actores, pero la ilusión de verosimilitud es perfecta.
También está muy bien concebido Red like cherry, donde otra vez hay mucha sugerencia, texturas y un acercamiento extremo. Un rojo intenso domina todo, y la imagen es muchas veces borrosa. Los jadeos armonizan con la música, lográndose una atmósfera experimental muy atractiva. Más llamativo es Flasher girl on tour, en el cual la chica del título da rienda suelta a sus fantasías exhibicionistas, desnudándose o masturbándose en diferentes lugares públicos. Por su parte, On your back, woman muestra lo que vendrían a ser los preliminares de los preliminares: un montaje paralelo en que se muestran los juegos de manos de cuatro parejas de lesbianas que intentan, muy sueltas de ropas, aplastarse, dominarse, inmobilizarse la una a la otra, con impactante carga erótica.
Pero seguramente la pionera del género ha sido la también sueca Erika Lust. Licenciada en ciencias políticas, especializada en feminismo, ha creado películas pornográficas con argumento, guión, algo de humor, y personajes con historias y motivaciones. Sobre el porno dominante, ha dicho que los guiones son pésimos y que “es difícil dar con una mujer con la que podamos identificarnos y que escape a los estereotipos. Se ven lolitas, adolescentes cachondas, amas de casa desesperadas, enfermeras dispuestas”. Explicando su cine afirma que “a las mujeres nos importa entender lo que está pasando, quiénes son estos personajes, por qué están ahí, si sienten pasión el uno por el otro, por qué tienen sexo”. Entre las películas de Lust se destacan Cinco historias para ellas y Life love lust.
Las iniciativas de Engberg y Lust ya parecen haber hecho escuela, pues hay focos incipientes de porno feminista asomando en la web, por doquier. Y no han sido pocos los hombres que también han demostrado interés por una propuesta pornográfica que, por fin, se muestra como algo realmente novedoso y alternativo.

Manifiesto Dirty diaries

1. Hermosos como somos
¡Al diablo con los ideales de belleza enfermos! El profundo odio a uno mismo mina la energía y la creatividad de las mujeres. La energía que podría enfocarse en explorar nuestra propia sexualidad y poder es drenada por la cosmética y las dietas. No dejes que los poderes del comercio controlen tus necesidades y deseos.

2. Pelea por tu derecho a ser caliente
La sexualidad masculina es vista como una fuerza de la naturaleza que debe ser satisfecha a cualquier costo mientras que la sexualidad de la mujer es aceptada sólo si se adapta a las necesidades del hombre. Sé caliente en tus propios términos.

3. Una chica buena es una chica mala
Nos alimentan con el cliché cultural de que las mujeres independientes y activamente sexuales son locas o lesbianas y por lo mismo locas. Queremos ver y hacer películas en las que Betty Blue, Ofelia y Thelma y Louise no tengan que morir al final.

4. Aplasta al capitalismo y al patriarcado
La industria del porno es sexista porque vivimos en una sociedad patriarcal y capitalista, que saca ganancias de la necesidad de sexo y erotismo de la gente, y las mujeres son explotadas en el proceso. Para pelear contra el porno sexista debes aplastar al capitalismo y al patriarcado.

5. Tan asquerosas como queramos ser
Disfruta, toma el control y déjate ir. Dí no cuando quieras, para ser capaz de decir si cuando tú quieras.

6. ¡El aborto legal y libre es un derecho humano!
Todos tienen el derecho de controlar su propio cuerpo. Millones de mujeres sufren de embarazos no deseados y mueren por abortos ilegales cada año. Que se joda el derecho moral por predicar en contra del control natal y la información sexual. Mal que mal la sobrepoblacion mundial es un problema que tendremos que enfrentar mas temprano que tarde. Para qué traer gente a este mundo si no es en un ambiente propicio y en el que se le desee.

7. ¡Pelea con el verdadero enemigo!
La censura no puede liberar la sexualidad. Es imposible cambiar la imagen sexual de la mujer si las imagenes sexuales en sí mismas son tabú. No ataques a las mujeres por desplegar el sexo. Ataca al sexismo por tratar de controlar nuestra sexualidad.

8. Mantente misterioso
Mucha de la oposición al erotismo es homofóbica, y aún más, transfóbica. No creemos en la lucha entre los sexos sino en la lucha en contra de los sexos. Identifícate con cualquier género que quieras y hazle el amor a quien quieras. La sexualidad es diversa.

9. Usa protección
“No estoy diciendo sal y hazlo, pero si lo haces, envuélvelo antes de encajarlo.” (Missy Elliot)

10. Hazlo tú
El erotismo es bueno y lo necesitamos. Verdaderamente creemos que es posible crear una alternativa a la industria del porno haciendo películas sexy que nos gusten.


Publicado en Brecha el 25/6/2010

miércoles, 17 de octubre de 2007

Los asteriscos no cuentan

“Ningún arte trasciende nuestra conciencia de
la forma en que lo hace el cine, dirigiéndose
directamente hacia nuestros sentimientos,
adentrándose en las oscuras habitaciones

de nuestras almas” Ingmar Bergman.

No siempre las películas más celebradas de un director son las mejores. Las obras maestras de unánime prestigio crítico, esas que suelen figurar en toda clase de cánones y de las cuales el sólo recuerdo de sus nombres va acompañado con chorradas de asteriscos, en algunos casos acaban siendo una gran decepción para el espectador no conocedor de las manías características del realizador. Hasta suele ocurrir que uno llega a sentirse un auténtico inútil al no poder acceder, al no entender o al no ser “tocado” emocionalmente por esas supuestas maravillas.
La tendencia crítica de valorar más al cine “sugerente” que al explícito y llano y de preferir la polisemia a los significados únicos, ha derivado en que películas más bien herméticas y hasta algo crípticas como El séptimo sello, Cuando huye el día, El silencio, Persona, o La hora del lobo, hayan sido elevadas por los críticos como obras cumbre de Bergman. Es probable que algunos de los espectadores que fueron guiados por este particular énfasis hayan sentido pesar y hasta indignación al verse en la necesidad de acudir a un manual explicativo para entender las “sublimes” e inaprensibles obras.
Al señalarse como puerta de entrada a películas preferidas por especialistas se ha dado pie a una involuntaria enseñanza a la camboyana, que a la larga ha acabado por hacer huir o por liquidar a cierta cinefilia incipiente; ¿no se habrá consolidado así, incluso, el mito de Bergman como un realizador presuntuoso, soberbio, incomprensible y elitista?
Es un error pretender acceder a Bergman por el camino más empinado. Es como empezar a leer a Borges por, digamos, Nueva refutación del tiempo, en lugar de por alguno de sus cuentos más accesibles como podrían ser El hombre de la esquina rosada o La muerte y la brújula. Esta comparación de Borges con Bergman no es casual; es curiosa la forma en que ambos maestros suelen ser denostados por sus detractores mediante adjetivaciones similares.

No dejan de ser geniales las películas Sonrisas de una noche de verano, La fuente de la doncella, Noche de circo, Sonata de otoño, El rito, Gritos y susurros, Fanny y Alexander o Saraband, todas ellas menos sofisticadas, si se quiere, y sin duda más comprensibles para cualquier hijo de vecino bien predispuesto.
Pues no, la genialidad de Bergman no es un destello elevado y asequible sólo para unos pocos iluminados sino que está al alcance del que lo quiera ver; es una gracia que se refleja en sus bestiales composiciones pictóricas, en sus fotogramas que respiran, que palpitan, en su endemoniado uso de la luz, en situaciones tan reales que hasta hieren, en punzantes diálogos que paralizan y en mortales silencios que desesperan, en su vocación por desnudar el alma humana, de llevarla a humillaciones últimas; está en el recurso del primer plano como potenciador del compromiso y como vehículo para un voyeurismo culposo, en ese sobreexponer a sus personajes atravesando siniestras metamorfosis internas, en una dirección de actores insuperable. Por provocar nuestra identificación con seres que en forma aleatoria se nos antojan queribles o deleznables y por otorgarnos un reflejo de nosotros mismos en situaciones de cotidianeidad asfixiante, por todo esto y por decenas de elementos que escapan a este cronista, Bergman fue y será un cineasta inmenso, único en su especie.
Y estoy siendo un tanto injusto con el maestro, quien solía quejarse de que la crítica sólo resaltaba sus facetas más oscuras: “también quiero pintar la alegría que llevo adentro a pesar de todo, y a la que tan poca atención se presta cuando se habla de mi trabajo". Es cierto que cuando se lo proponía, alcanzaba momentos de singular belleza e incluso hasta cómicos: Tres mujeres, Una lección de amor, Sonrisas de una noche de verano, El ojo del diablo, La flauta mágica, pero no sin razón se lo suele recordar y señalar en sus momentos de mayor pesimismo, pues allí le iba mejor. En lo personal me quedo con el Bergman cáustico, ese que hacía decir a sus personajes: “Me convertiré en una pulpa de sangre y nervios, así me pareceré mucho más al mundo que me rodea” o “Nunca dejo de maravillarme, de repente salen lirios de los culos de los cadáveres”.
Y él mismo sabía que la comedia no era lo suyo. Qué mejor forma que despedirse haciendo lo que sabía hacer mejor: llevando su mirada lóbrega a un punto extremo en su desesperanza, dejando ese testamento de arrollador pesimismo que fue Saraband. En medio de un angustiante y demoledor diálogo entre padre e hija, Karin, la hija veinteañera, le estampa a Henrik, su padre sesentón, un apretado e imprevisible beso de lengua. ¿Acaso algún otro cineasta actual se habría atrevido a filmar una escena similar? A Ingmar Bergman la transgresión le corría por las venas y le saltaba a través de los poros, aún en sus últimos respiros.

Publicado en Brecha 3/8/2007