Carta de una Desconocida. Stefan Zweig
lunes, 30 de noviembre de 2009
Lettre
Carta de una Desconocida. Stefan Zweig
El alquimista
El Alquimista, Paulo Coehlo
sábado, 28 de noviembre de 2009
Sin palabras
Existen muchas maneras de decir te amo. Se puede decir con los ojos, con las manos, con las palabras, en un susurro, en una carta, o como muchas veces en una poesía, es una de mis formas más usuales. Me encanta darle una guirnalda al amor, un paseo a la redonda, incluso me gusta tanto, tanto la sorpresa, la oposición a la rutina, la vuelta detrás de lo normal, que a veces pienso que me excedo en la paciencia, en el adagio, en la espera de que acojas todas las señales que te envío para decirte que te amo.
Es cierto que a veces podemos ser más directos, y mirarte simplemente a los ojos y decirte suavemente: "Te quiero", pero me queda corto, se me queda una algarabía de cohetes dentro que no se van con esas dos palabras.
Por ello, es humano pensar que mi piel necesita la tuya para poder gastar así esa energía que tiene para ti, que tengo unas esencias que necesito compartir, que eso es más o menos decir que: "Te necesito", para poder no decirte que te amo, sino saber que tú sabes que te amo, y eso es diferente, no son dos palabras, es un trasvase de sensaciones que no tienen letras para mostrar lo que significan, eso sólo los sentidos tienen ese lenguaje magnífico para poder vivirlo.
¿Sabes? es imposible explicártelo con palabras, ¿puedes dedicarme un ratito? sería lo mejor.
viernes, 27 de noviembre de 2009
A la sombra de un río
sobre el río que pasa,
y se van...
recogiendo hojas yermas.
Sueltan los eucaliptus
sus lágrimas de amor en silencio,
lágrimas del cielo,
de un tendedero de nubes mojadas,
y se van...
Un salmón enamorado,
sube con ahínco,
contracorriente...
saltando cascadas escalonadas,
entre meandros curvados y salientes.
A la sombra de un río,
nacen seres pequeñajos,
se extiende un pañuelo blanco,
para que se mezan en nanas,
para que lloren las ranas,
y sueñen los sapos
con ser príncipes humanos.
Vestidos con altos trapos,
a la espera de un beso alado,
de un hada perdida
en un mundo de encajes y calados,
cansada de más primaveras,
con su corazón amarrado
en redes de leyes,
en anclas de años,
que se van...
A la sombra de un río,
burdeos de risas de pájaros,
nacen los cantos de una nueva vida,
un nuevo y tranquilo espacio.
Canta el alma
Vive mi corazón latiendo en una celosía,
anidan mis pájaros,
cantan,
ríen,
danzan,
lloran...
Viven mis manos entre mallas,
acarician la melancolía,
cantan,
ríen,
danzan,
lloran...
Sueñan mis ojos en el arcoiris,
en la almohada de siete colores,
cantan,
ríen,
danzan,
lloran...
Mueren los días,
nacen las madrugadas,
navega mi alma...
sin brújula,
sin barca,
ni velas,
hacia el horizonte
donde el mar amaina,
donde el sol descansa.
Lluvia de lágrimas cálidas,
y...
cantan,
ríen,
danzan,
lloran...
mi corazón latiendo entre rosas.
Quien te sienta
cuando el día su telón echa,
cuando el viento susurra a ciegas.
Regresas hoy cúlmine y rellena,
alba posas en los azules elevados,
velas la cal y la arena.
Luna que naces y mueres,
en los brazos estíos de tu amado,
alumbras nuestros pies en la tierra.
Y el mar...bajo tu lumbre va moldeando,
un sueño, un beso, un recuerdo.
Y las olas...al son de tu mirada,
ribetean sus aguas plateadas.
Regresas a cuidar con tiento,
las mareas de la tierra y el alma,
el alma de quien te sienta.
jueves, 26 de noviembre de 2009
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Rozar tus manos
No pude...se me fue la piel de mis dedos entre los tuyos. Tocar tus manos es una sensación extraña y maravillosa que va desde los poros hasta los sueros más internos, reaccionando de una forma sensacional en todas las células de mi cuerpo y finalizando con el recuerdo de nuestros momentos, esos entre tú y yo, esos que ya forman toda una colección de instantes sentidos de una manera íntegra, simbiótica, fundida entre nuestros cuerpos y almas.
Rozar tus manos es cruzar los limbos y dar rienda a mi corazón que aletea en su espacio buscándote.
En silencio, despacio, lentamente...
Novecento. La leyenda del pianista del océano
No estoy loco, hermano. no estamos locos cuando hemos encontrado la manera de salvarnos. Somos astutos como animales hambrientos. La locura no tiene nada que ver. Eso es el genio. Es la geometría. Perfección. Los deseos estaban destrozándome el alma. Podría vivirlos, pero no lo conseguí.
Así que entonces los conjuré.Y uno a uno los fui dejando detrás de mi. Geometría. Un trabajo perfecto. A todas las mujeres del mundo las conjuré tocando una noche entera para una mujer, una, la piel transparente, las manos sin joyas, las piernas delgadas, movía la cabeza al compás de mi música, sin una sonrisa, sin bajar la mirada, nunca, una noche entera, cuando se levantó no fue ella la que salió de mi vida, fueron todas las mujeres del mundo. Al padre que nunca voy a ser lo conjuré contemplando morir a un niño, durante días, sentado a su lado, sin perderme nada de aquel terrible espectáculo hemosísimo, quería ser la última cosa que viera en este mundo, cuando se marchó, mirándome a los ojos, no fue él quien se marchó, fueron todos los hijos que nunca tendré. La tierra que era mi tierra, en algún rincón del mundo, la conjuré escuchando cantar a un hombre que venía del norte, y cuando lo escuchabas, veías, veías el valle, las montañas que lo rodeaban, el río que descendía lentamente, la nieve del invierno, los lobos por la noche, cuando aquel hombre acabó de cantar, acabó mi tierra, para siempre, dondequiera que se encuentre.
Los amigos que deseé los conjuré tocando contigo y para ti aquella noche, en la cara que ponías, en los ojos, los vi, a todos ellos, a mis queridos amigos, cuando te marchaste, se fueron contigo. Dije adiós a la maravilla cuando vi los descomunales icebergs del mar del Norte desmoronarse derrotados por el calor, dije adiós al milagro cuando vi reir a los hombres que la guerra había destrozado, dije adiós a larabia cuando vi llenar este barco de dinamita, dije adiós a la música, a mi música, el día que conseguí tocarla toda en una sola nota de un instante, y he dicho adiós a la alegría, conjurándola, cuando te he visto entrar aquí. No es locura, hermano. Geometría. Es un trabajo de cincel. He desmontado la infelicidad. He deshenebrado mi vida de mis deseos. Si pudieras recorrer mi camino, os encontrarías uno tras otro, conjurados, inmóviles, detenidos para siempre señalando la ruta de este extraño viaje que a nadie nunca conté, salvo a ti.”
Alessandro Baricco
Como agua para chocolate
Como agua para chocolate, Laura Esquivel
Bailan los violines
Entre desaires, cansancio, tristeza y soledad,
suenan las notas libres de unos violines acariciados,
y llenan de paz mi respiración, ahora sosegada,
suben hasta el umbral orgásmico de mis oídos,
templan mi piel hasta absorber la misma calma.
Música de violines, otro cielo, otra gloria,
bailan como se mueven las olas
sobre el majestuoso mar,
van, vuelven, brincan, bajan…
se ondulan abrazando su origen, su agua…
como amasando una ternura indescriptible,
y forman un espacio maravilloso,
una melodía interminable, imparable,
que la percibe mi vida,
que se derrama sin medida,
en cada sueño, en cada poema,
en cada corazón sin dueño,
en cada mirada obnubilada,
en el óleo de cada marino,
en la barca de un pobre pescador.
Las cuerdas de los violines lloran,
y exaltan la belleza de un adagio,
alegran los sentidos de un tango,
es otra dimensión,
llega a convertirse en otro sentido.
Cuando un violín baila,
y recorre con su música,
los meandros de mi nostalgia,
eriza los vellos de mi corazón,
y mi alma…
mi alma baila con él descalza.
suenan las notas libres de unos violines acariciados,
y llenan de paz mi respiración, ahora sosegada,
suben hasta el umbral orgásmico de mis oídos,
templan mi piel hasta absorber la misma calma.
Música de violines, otro cielo, otra gloria,
bailan como se mueven las olas
sobre el majestuoso mar,
van, vuelven, brincan, bajan…
se ondulan abrazando su origen, su agua…
como amasando una ternura indescriptible,
y forman un espacio maravilloso,
una melodía interminable, imparable,
que la percibe mi vida,
que se derrama sin medida,
en cada sueño, en cada poema,
en cada corazón sin dueño,
en cada mirada obnubilada,
en el óleo de cada marino,
en la barca de un pobre pescador.
Las cuerdas de los violines lloran,
y exaltan la belleza de un adagio,
alegran los sentidos de un tango,
es otra dimensión,
llega a convertirse en otro sentido.
Cuando un violín baila,
y recorre con su música,
los meandros de mi nostalgia,
eriza los vellos de mi corazón,
y mi alma…
mi alma baila con él descalza.
martes, 24 de noviembre de 2009
Detrás de la cortina
Colgando en mis amaneceres, los visillos de la vida,
dejan que se transparente la luz de un nuevo día;
de ratos insomnes y de sueños improvisados
bajan mis piernas sigilosas, sin apenas prisa,
se visten y comienzan su andanza ya erguidas.
Miro el reloj siempre en la misma mesilla,
es el tiempo el que se asoma en su luz roja,
dejando atrás otros días,
detrás de la cortina…
detrás de las telas del pasado,
entre los telones de la melancolía.
En los días de invierno, las banderas congeladas,
señalan su patria, izan su casta,
los pájaros sufren en las mañanas heladas,
y forman su capa, abrigo entre sus alas.
escasas horas de luz en los días,
noches largas,
las camillas se cubren con enaguas
¡por fin, me pasean, dice un paragüas!.
Y terminan las escarchas, cuando llega el alba
de la alegre primavera que con su hervor llega,
canturrean los pájaros esta vez, enamorados,
las flores se abren en los campos abiertos,
riegan de colores el cuadro, allí en aquel prado,
donde las reses se alimentan, juegan, se aparean.
Y allí donde se besa el mar con el cielo,
allí en el horizonte,
se recoge el sol a sus aposentos,
ahora un rato más tarde,
justo cuando brilla en la orilla,
la suave brisa que nos deja en su despedida.
Arde la calle, la flama reina,
el día se apodera del tiempo
y las noches se encogen, el verano llega,
se acabaron las chaquetas, ¡ropas fuera¡.
Todos buscando el mar, los baños, la arena,
yo busco mi mecedora, detrás de la reja,
donde mis pinceles perciben mejor los violetas,
los malvas, rosados, dorados, las olas serenas.
Ocasos estivales, mi cielo se viste de gala,
cuando la luna se despide de su rey
de sus rojas melenas,
del calor de su inmensidad,
y su salvaje corpulencia.
Adiós mi rey,
te guardaré tu tierra,
templada y cubierta
con olas plateadas que reflejen
el brillo de mis lamentos,
el sueño de mis lágrimas
por no tenerte más cerca.
Y caen las hojas, en aquella huerta,
los árboles se desnudan entre la niebla,
de ocres se va pintando otro otoño.
Campos sombríos, tardes cubiertas,
melancolía de esos días de primavera.
Se guardan las sandalias, las botas llegan,
y de verde, verdina, verde se cubren las azoteas.
Paseos a media tarde por el parque,
los niños se balancean,
ancianos en sus bancos se sientan,
a ver la misma fuente,
que tantos años en el mismo lugar se asienta,
Y llora los deseos que le piden sus monedas.
Detrás de la cortina…
el invierno de nuevo asoma,
el frío de las mañanas, el rocío helado,
la luz de un nuevo día brilla,
una nueva ronda, una nueva partida,
y colgados de mi pared danzando,
los visillos de la vida los que están jugando.
dejan que se transparente la luz de un nuevo día;
de ratos insomnes y de sueños improvisados
bajan mis piernas sigilosas, sin apenas prisa,
se visten y comienzan su andanza ya erguidas.
Miro el reloj siempre en la misma mesilla,
es el tiempo el que se asoma en su luz roja,
dejando atrás otros días,
detrás de la cortina…
detrás de las telas del pasado,
entre los telones de la melancolía.
En los días de invierno, las banderas congeladas,
señalan su patria, izan su casta,
los pájaros sufren en las mañanas heladas,
y forman su capa, abrigo entre sus alas.
escasas horas de luz en los días,
noches largas,
las camillas se cubren con enaguas
¡por fin, me pasean, dice un paragüas!.
Y terminan las escarchas, cuando llega el alba
de la alegre primavera que con su hervor llega,
canturrean los pájaros esta vez, enamorados,
las flores se abren en los campos abiertos,
riegan de colores el cuadro, allí en aquel prado,
donde las reses se alimentan, juegan, se aparean.
Y allí donde se besa el mar con el cielo,
allí en el horizonte,
se recoge el sol a sus aposentos,
ahora un rato más tarde,
justo cuando brilla en la orilla,
la suave brisa que nos deja en su despedida.
Arde la calle, la flama reina,
el día se apodera del tiempo
y las noches se encogen, el verano llega,
se acabaron las chaquetas, ¡ropas fuera¡.
Todos buscando el mar, los baños, la arena,
yo busco mi mecedora, detrás de la reja,
donde mis pinceles perciben mejor los violetas,
los malvas, rosados, dorados, las olas serenas.
Ocasos estivales, mi cielo se viste de gala,
cuando la luna se despide de su rey
de sus rojas melenas,
del calor de su inmensidad,
y su salvaje corpulencia.
Adiós mi rey,
te guardaré tu tierra,
templada y cubierta
con olas plateadas que reflejen
el brillo de mis lamentos,
el sueño de mis lágrimas
por no tenerte más cerca.
Y caen las hojas, en aquella huerta,
los árboles se desnudan entre la niebla,
de ocres se va pintando otro otoño.
Campos sombríos, tardes cubiertas,
melancolía de esos días de primavera.
Se guardan las sandalias, las botas llegan,
y de verde, verdina, verde se cubren las azoteas.
Paseos a media tarde por el parque,
los niños se balancean,
ancianos en sus bancos se sientan,
a ver la misma fuente,
que tantos años en el mismo lugar se asienta,
Y llora los deseos que le piden sus monedas.
Detrás de la cortina…
el invierno de nuevo asoma,
el frío de las mañanas, el rocío helado,
la luz de un nuevo día brilla,
una nueva ronda, una nueva partida,
y colgados de mi pared danzando,
los visillos de la vida los que están jugando.
Imaginaciones
cuando una vela se apaga,
el humo que deja en el aire,
y la cera siempre queda.
Imagina...
la sal en el mar disuelta,
que a veces precipita
cuando las aguas desperezan.
Imagina...
una sonrisa en el viento,
lágrimas en la niebla,
trazos tibios en la arena.
Imagina...
una mano que tiembla,
entre sus redes de piel,
parece que piensa.
Imagina...
la flor que deja caer
los pétalos de su belleza,
la semilla siempre queda.
Y de tanto imaginar,
imaginé
con mis brazos extendidos,
aún la sonrisa en el aire,
un baile de luciérnagas.
Buscando palabras
Aquí estoy en mi sillón,
buscando palabras
en el sillón donde sueño,
y mi alma descansa.
Aquí ando distraída
entre el espacio y la vida,
entre el tiempo y sus días,
aquí ...sin sonrisa.
Aquí ando maldiciendo,
las cosas más bellas,
la libertad,
el amor,
el deseo
ahora es mi tormento.
Felicidad de alas cortas,
tristeza de capa larga,
¿y eso es vivir?
pues soñar prefiero.
Como un amigo mío
siempre dice:
dejadme mi disfraz,
eso es lo que quiero.
Y aquí en el sillón,
estoy tejiendo la capa
con qué cubrir mi alma,
que hiberne,
ya está cansada.
No existe...
"No existe nada más interesante
que la conversación de dos amantes
que permanecen callados."
Achille Tournier
lunes, 23 de noviembre de 2009
Terramar
Un mago de Terramar, Ursula Kroeber Le Guin
La insoportable levedad del ser
"Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad."
"¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?"
"La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes."
"Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?"
La insoportable levedad del ser, Milan Kundera
viernes, 20 de noviembre de 2009
Búsqueda del placer
Todos vivimos nuestras experiencias y nos comunicamos con los demás influenciados por nuestras ideas, creencias o prejuicios. Tanto es así que los que nos conocen pueden predecir nuestro comportamiento.
Krishnamurti nos dice que tenemos que recuperar la objetividad en el diálogo para poder comprendernos mutuamente y lograr la verdadera intimidad en una relación; porque el conflicto lo genera la brecha entre las ideas preconcebidas y la realidad .
Para poder llegar a este estado de claridad mental nos propone que es necesario aprender a ver las cosas como son en si mismas y no a través del velo de nuestros preconceptos.
Las imágenes que tenemos de las cosas y de las personas nos impiden verlas como realmente son; y si podemos eliminar las imágenes también podríamos eliminar el conflicto.
Afirma que la gente se refugia en sus ideas porque tiene miedo de enfrentar la realidad como es, y esconde su enojo, envidia y violencia, obligado a vivir comparando lo que es con lo que cree que debe ser.
El interés y la dedicación hacia uno mismo y la necesidad de satisfacción nos llevan a vivir una vida de males y miserias, porque el placer como objetivo esencial tiene su raíz en la indiferencia y el dolor.
Es necesario observarse y analizar las propias creencias para llegar a saber cuál es nuestro más profundo interés en la vida y dejar de estar tan centrados en nosotros mismos.
El hombre actual necesita sentirse satisfecho, teniendo poder, realizándose profesionalmente, teniendo una casa, un auto, una esposa o un hijo.
Para conseguir todo esto, somos agresivos, Los políticos son agresivos, los grandes personajes son agresivos, los hombres ricos y poderosos son agresivos; hasta la gente común es agresiva.
Krishnamurti nos dice que el miedo puede ser la causa de la agresividad, miedo a no ser nadie y de ser maltratado. Porque en la sociedad se trata con cortesía al rico y poderoso y no se tiene ninguna consideración con los que no tienen una posición destacada.
Por esta razón, tener una posición de privilegio se ha convertido en un hábito, o sea que es el contexto social el que nos torna agresivos.
El hacinamiento también es un factor que pone a la gente agresiva, porque el hombre, como los animales también tiene instinto territorial.
La presión de la sociedad, los adelantos tecnológicos actúan sobre las personas y les quitan su libertad interna y externa produciendo frustración y estallidos de violencia.
El hombre también tiene miedo a la relación, porque anhela la continuidad y la agresividad le atenúa el temor.
Puede aceptar su situación con resignación o huir de ella, en cambio lentamente va perdiendo toda sensibilidad porque se ha habituado a ello.
Cuando el temor no se enfrenta los seres humanos se vuelven insensibles a todo y duros por el miedo.
Para poder salir de ese estado, tengo que ser consciente de mi indiferencia y decidir renunciar a ese modo de vivir.
Estar atento y estar dispuesto a enfrentar la posibilidad del dolor, porque perseguir el placer ha sido la causa de la indiferencia. No rehusar el placer sino no someterse a él.
Para lograrlo, hay que aprender a mirar sin prejuicios, porque el placer surge cuando se introduce el pensamiento, que es producto de la memoria.
De esta manera la mente se vuelve altamente sensible y disciplinada y no hay represión. Porque el anhelo de continuidad del placer lo da el pensamiento.
Krishnamurti
Memorias
¡Más sol!
Ni a la lluvia:
¡Menos lluvia!
Para un hombre,
una geisha sólo puede ser media esposa,
somos las esposas del anochecer
y aún así descubrir la amabilidad
después de tanto desprecio.
Comprender que una chiquilla con más valor del que ella misma sabía,
iba a descubrir que sus oraciones recibían respuesta.
¿No puede eso llamarse felicidad?
Después de todo éstas no son las memorias de una emperatriz
ni de una reina,
éstas son otra clase de memorias.
Memorias de una Geisha
Memorias de una Geisha
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Fragmentos cine,
Fragmentos literarios
Llueve
Cuando llueve en mi interior, siento cada gota como cae fría y amenazante. ¿Alguna vez te has sentido pequeña?, ¿con un frío interior irremediable?, ¿con ríos de impotencia en tus venas en vez de sangre?...es duro, es un tiempo que pasa marcando pausadamente cada segundo recordándote que tienes que estar donde no quieres, que tienes que hacer lo que no quieres, que tienes que masticar las palabras que no quieres decir. Y al final eso que rezumes para dentro te hace enfermar, te hace sentir ausente, te derrota y te hiere. ¿Roles?, no sé quien tuvo la magnífica idea de enrolarnos en una vida llena de hipocresías y ausencias de integridad.
Así anda este mundo que pisamos, que hay veces que no podemos ni quitarnos el barro de los zapatos y debemos que cambiarlos por otros. Que buscamos sonrisas en chistes, cuando la risa es más fácil que eso. Que aspiramos a que nos alaben y respeten sin mirar el pisotón que le has dado al de al lado, así es imposible que una pueblerina como yo pueda respirar en una ciudad de humos constantes.
Hoy sólo llueven en mí estas etiquetas venenosas que me hierven y desapaciguan mi persona.
La vida está construida por momentos...
...y como ves no todos son maravillosos.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
El cuaderno de Noah
Querido Noah,
Escribo estas líneas a la luz de las velas, mientras tú duermes en la habitación que hemos compartido desde el día de nuestra boda. Aunque no alcanzo a oír tu respiración, sé que estás ahí, y que pronto me acostaré a tu lado, como siempre. Sentiré tu calor, el bendito consuelo de tu proximidad, y tu respiración me guiará lentamente hasta el lugar donde sueño contigo, con lo maravilloso que eres.
La llama de la vela me recuerda a un fuego del pasado, que contemplé vestida con tu camisa y tus vaqueros. Entonces ya sabía que estaríamos juntos para siempre, aunque al día siguiente titubeara. Un poeta sureño me había capturado, robándome el corazón, y en lo más profundo de mi ser, supe que siempre había sido tuya. ¿Quién era yo para cuestionar un amor que cabalgaba sobre las estrellas fugaces y rugía como las olas del mar? Así era entonces, y así es ahora.
Recuerdo que al día siguiente, el día de la visita de mi madre, volví contigo. Estaba asustada, como nunca en mi vida, porque temía que no me perdonaras que te hubiera dejado. Cuando bajé del coche, temblaba, pero tú sonreiste y me tendiste los brazos, ahuyentando todos mis temores. "¿Quieres un café?", dijiste simplemente. Y nunca volviste a sacar el tema. Ni una sola vez en todos los años que hemos vivido juntos.
Tampoco protestabas cuando, en los días siguientes, salía a caminar sola. Y si regresaba con lágrimas en los ojos, siempre sabías cuándo debías abrazarme y cuándo dejarme sola. No sé cómo lo sabías, pero lo hacías, y con ello me facilitaste las cosas. Más adelante, cuando fuimos a la pequeña capilla e intercambiamos anillos y votos, te miré a los ojos y comprendí que había tomado la decisión correcta. Más aún, comprendí que era una tonta por haber dudado. Desde entonces, no me he arrepentido ni una sola vez.
Nuestra convivencia ha sido maravillosa, y ahora pienso mucho en ella. A veces cierro los ojos y te veo con hebras de plata en la cabeza, sentado en el porche, tocando la guitarra, rodeado de niños que juegan y baten palmas al ritmo de la música que has creado. Tu ropa está sucia después de una jornada de trabajo, y estás agotado, pero aunque te sugiero que descanses un poco, sonríes y dices: "Es lo que estoy haciendo ". Tu amor por los niños me parece sensual y apasionante. "Eres mejor padre de lo que crees", te digo más tarde, cuando los niños duermen. Poco después, nos desnudamos, nos besamos y estamos a punto de perder la cabeza antes de meternos entre las sábanas de franela.
Te quiero por muchas razones, pero sobre todo por tus pasiones, que siempre han sido las cosas más maravillosas de la vida. El amor, la poesía, la paternidad, la amistad, la belleza y la naturaleza. Y me alegro de que hayas inculcado esos sentimientos a nuestros hijos, porque sin lugar a dudas enriquecerán sus vidas. Siempre hablan de cuánto significas para ellos, y entonces me siento la mujer más afortunada del mundo.
También a mí me has enseñado muchas cosas, me has inspirado, y nunca sabrás cuánto significó para mí que me animaras a pintar. Ahora mis obras están en museos y colecciones privadas de todo el mundo, y aunque muchas veces me he sentido cansada o aturdida por exposiciones y críticos, tú siempre me alentabas con palabras amables.
Comprendiste que necesitaba un estudio, un espacio propio, y no te preocupabas por las manchas de pintura en mi ropa, en mi pelo o incluso en los muebles. Sé que no fue fácil. Sólo un hombre de verdad puede soportar algo así. Y tú lo eres. Lo has sido durante cuarenta y cinco maravillosos años.
Además de mi amante, eres mi mejor amigo, y no sabría decir qué faceta de ti me gusta más. Adoro las dos, como he adorado nuestra vida en común. Tú tienes algo, Noah, algo maravilloso y poderoso. Cuando te miro veo bondad, lo mismo que todo el mundo ve en ti. Bondad. Eres el hombre más indulgente y sereno que he conocido. Dios está contigo. Tiene que estarlo, porque eres lo más parecido a un ángel que he visto en mi vida.
Sé que me tomaste por loca cuando te pedí que escribieras nuestra historia antes de marcharnos de casa, pero tengo mis razones, y agradezco tu paciencia. Y aunque nunca respondía tus preguntas, creo que ya es hora de que sepas la verdad.
Hemos tenido una vida que la mayoría de las parejas no conocerá nunca, y sin embargo, cada vez que te miro, siento miedo porque sé que todo acabará muy pronto. Los dos conocemos el diagnóstico de mi enfermedad y sabemos lo que significa. Te veo llorar, y me preocupo más por ti que por mí, porque sé que compartirás mis sufrimientos. No encuentro palabras para expresar mi dolor.
Te quiero tanto, tan apasionadamente, que hallaré una forma de volver a ti a pesar de mi enfermedad. Te lo prometo. Y por eso te he pedido que escribieras nuestra historia. Cuando esté sola y perdida, léemela —tal como se la contaste a nuestros hijos— y sé que de algún modo comprenderé que habla de nosotros. Entonces, quizá, sólo quizá, encontremos la manera de estar juntos otra vez.
Por favor, no te enfades conmigo los días en que no te reconozca. Los dos sabemos que llegarán. Piensa que te quiero, que siempre te querré, y que pase lo que pase, habré tenido la mejor vida posible. Una vida contigo.
Si has conservado esta carta y la relees, cree que lo que digo vale también ahora. Noah, dondequiera que estés y cuando quiera que leas esto, te quiero. Te quiero mientras escribo estas líneas, y te querré cuando las leas. Y lamentaré no poder decírtelo. Te quiero con toda el alma, marido mío. Eres, y has sido, lo que siempre he soñado.
Escribo estas líneas a la luz de las velas, mientras tú duermes en la habitación que hemos compartido desde el día de nuestra boda. Aunque no alcanzo a oír tu respiración, sé que estás ahí, y que pronto me acostaré a tu lado, como siempre. Sentiré tu calor, el bendito consuelo de tu proximidad, y tu respiración me guiará lentamente hasta el lugar donde sueño contigo, con lo maravilloso que eres.
La llama de la vela me recuerda a un fuego del pasado, que contemplé vestida con tu camisa y tus vaqueros. Entonces ya sabía que estaríamos juntos para siempre, aunque al día siguiente titubeara. Un poeta sureño me había capturado, robándome el corazón, y en lo más profundo de mi ser, supe que siempre había sido tuya. ¿Quién era yo para cuestionar un amor que cabalgaba sobre las estrellas fugaces y rugía como las olas del mar? Así era entonces, y así es ahora.
Recuerdo que al día siguiente, el día de la visita de mi madre, volví contigo. Estaba asustada, como nunca en mi vida, porque temía que no me perdonaras que te hubiera dejado. Cuando bajé del coche, temblaba, pero tú sonreiste y me tendiste los brazos, ahuyentando todos mis temores. "¿Quieres un café?", dijiste simplemente. Y nunca volviste a sacar el tema. Ni una sola vez en todos los años que hemos vivido juntos.
Tampoco protestabas cuando, en los días siguientes, salía a caminar sola. Y si regresaba con lágrimas en los ojos, siempre sabías cuándo debías abrazarme y cuándo dejarme sola. No sé cómo lo sabías, pero lo hacías, y con ello me facilitaste las cosas. Más adelante, cuando fuimos a la pequeña capilla e intercambiamos anillos y votos, te miré a los ojos y comprendí que había tomado la decisión correcta. Más aún, comprendí que era una tonta por haber dudado. Desde entonces, no me he arrepentido ni una sola vez.
Nuestra convivencia ha sido maravillosa, y ahora pienso mucho en ella. A veces cierro los ojos y te veo con hebras de plata en la cabeza, sentado en el porche, tocando la guitarra, rodeado de niños que juegan y baten palmas al ritmo de la música que has creado. Tu ropa está sucia después de una jornada de trabajo, y estás agotado, pero aunque te sugiero que descanses un poco, sonríes y dices: "Es lo que estoy haciendo ". Tu amor por los niños me parece sensual y apasionante. "Eres mejor padre de lo que crees", te digo más tarde, cuando los niños duermen. Poco después, nos desnudamos, nos besamos y estamos a punto de perder la cabeza antes de meternos entre las sábanas de franela.
Te quiero por muchas razones, pero sobre todo por tus pasiones, que siempre han sido las cosas más maravillosas de la vida. El amor, la poesía, la paternidad, la amistad, la belleza y la naturaleza. Y me alegro de que hayas inculcado esos sentimientos a nuestros hijos, porque sin lugar a dudas enriquecerán sus vidas. Siempre hablan de cuánto significas para ellos, y entonces me siento la mujer más afortunada del mundo.
También a mí me has enseñado muchas cosas, me has inspirado, y nunca sabrás cuánto significó para mí que me animaras a pintar. Ahora mis obras están en museos y colecciones privadas de todo el mundo, y aunque muchas veces me he sentido cansada o aturdida por exposiciones y críticos, tú siempre me alentabas con palabras amables.
Comprendiste que necesitaba un estudio, un espacio propio, y no te preocupabas por las manchas de pintura en mi ropa, en mi pelo o incluso en los muebles. Sé que no fue fácil. Sólo un hombre de verdad puede soportar algo así. Y tú lo eres. Lo has sido durante cuarenta y cinco maravillosos años.
Además de mi amante, eres mi mejor amigo, y no sabría decir qué faceta de ti me gusta más. Adoro las dos, como he adorado nuestra vida en común. Tú tienes algo, Noah, algo maravilloso y poderoso. Cuando te miro veo bondad, lo mismo que todo el mundo ve en ti. Bondad. Eres el hombre más indulgente y sereno que he conocido. Dios está contigo. Tiene que estarlo, porque eres lo más parecido a un ángel que he visto en mi vida.
Sé que me tomaste por loca cuando te pedí que escribieras nuestra historia antes de marcharnos de casa, pero tengo mis razones, y agradezco tu paciencia. Y aunque nunca respondía tus preguntas, creo que ya es hora de que sepas la verdad.
Hemos tenido una vida que la mayoría de las parejas no conocerá nunca, y sin embargo, cada vez que te miro, siento miedo porque sé que todo acabará muy pronto. Los dos conocemos el diagnóstico de mi enfermedad y sabemos lo que significa. Te veo llorar, y me preocupo más por ti que por mí, porque sé que compartirás mis sufrimientos. No encuentro palabras para expresar mi dolor.
Te quiero tanto, tan apasionadamente, que hallaré una forma de volver a ti a pesar de mi enfermedad. Te lo prometo. Y por eso te he pedido que escribieras nuestra historia. Cuando esté sola y perdida, léemela —tal como se la contaste a nuestros hijos— y sé que de algún modo comprenderé que habla de nosotros. Entonces, quizá, sólo quizá, encontremos la manera de estar juntos otra vez.
Por favor, no te enfades conmigo los días en que no te reconozca. Los dos sabemos que llegarán. Piensa que te quiero, que siempre te querré, y que pase lo que pase, habré tenido la mejor vida posible. Una vida contigo.
Si has conservado esta carta y la relees, cree que lo que digo vale también ahora. Noah, dondequiera que estés y cuando quiera que leas esto, te quiero. Te quiero mientras escribo estas líneas, y te querré cuando las leas. Y lamentaré no poder decírtelo. Te quiero con toda el alma, marido mío. Eres, y has sido, lo que siempre he soñado.
Allie
The notebook, Sparks Nicholas
El lector
Yo muchas veces habría preferido que no nos ducháramos. Pero ella era de una limpieza exasperante; se duchaba cada día al levantarse, y a mí me gustaba el olor que traía del trabajo: a perfume, a sudor fresco y a tranvía. Pero también me gustaba su cuerpo mojado y enjabonado; me gustaba que me enjabonase y enjabonarla a ella, y ella me enseñaba a hacerlo sin vergüenza, con naturalidad, con posesiva minuciosidad. También cuando hacíamos el amor ella tomaba posesión de mí con toda naturalidad. Su boca buscaba la mía, su lengua jugaba con la mía, me decía dónde y cómo quería que la tocase, y cuando me cabalgaba hasta el orgasmo, yo sólo estaba allí para darle placer, no para compartirlo. No es que no fuera tierna y no me diera placer a mí también. Pero lo hacía por pura diversión, para jugar. Hasta que aprendí yo también a tomar posesión de ella.
Eso fue más tarde. Y nunca llegué a aprenderlo del todo. De hecho, durante mucho tiempo no lo necesité. Era joven y no tardaba en tener un orgasmo, y luego, cuando lentamente volvía a la vida, me gustaba que ella me poseyera. La miraba cuando la tenía encima, veía su vientre, en el que se dibujaba un profundo surco sobre el ombligo, sus pechos, el derecho ligeramente más grande que el izquierdo, su cara, con la boca abierta. Apoyaba las manos en mi pecho y en el último momento las levantaba bruscamente, se agarraba la cabeza y emitía un grito sordo, gimoteante, gorgoteante, que la primera vez me asustó y que luego empecé a esperar ansiosamente.
Después quedábamos agotados. Muchas veces se dormía encima de mí. Se oía la sierra en el patio y los gritos de los obreros que la manejaban, más ruidosos aún que ella. Cada vez que la sierra enmudecía, llegaba débilmente a la cocina el rumor del tráfico de la Bahnhofstrasse. Cuando oía gritos de niños jugando, sabía que era la hora de la salida del colegio, es decir, que ya habían dado la una. El vecino que llegaba a su casa para comer echaba alpiste en el balcón, y se oía a las palomas aterrizar en él y arrullar.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté el sexto o séptimo día. Se había dormido encima de mí y acababa de despertarse. Hasta entonces, yo había evitado tener que llamarla por su nombre, y también llamarla de tú o de usted.
—¿Para qué quieres saberlo? —replicó, mirándome con desconfianza.
—Tú y yo... Sé tu apellido, pero tu nombre no. Quiero saber cómo te llamas. ¿Qué tiene de...?
Se rió.
—Nada, chiquillo, no tiene nada de malo. Me llamo Hanna..."
—¿Para qué quieres saberlo? —replicó, mirándome con desconfianza.
—Tú y yo... Sé tu apellido, pero tu nombre no. Quiero saber cómo te llamas. ¿Qué tiene de...?
Se rió.
—Nada, chiquillo, no tiene nada de malo. Me llamo Hanna..."
The Reader, Bernhard Schlink
Es maravilloso....
Hoy...las sensaciones rodeaban mi cuerpo como si llovieran a mi alrededor gotas de placer. Los silencios entre tus ojos y los míos fueron los partícipes de ese cosquilleo entre las costillas. Los susurros de tu piel en mi piel, los diálogos de tus manos y las mías, los besos entre labios adormecidos de amor, son los protagonistas de un día de sublime felicidad. No hacen falta nubes blancas recorriendo el cielo suavemente y rompiendo la monotonía, no hacen falta canciones de bellas palabras que rompen de vez en cuando la tristeza, no hace falta el sueño que ayer mismo tuvimos, si estamos en nuestro hogar, en nuestro espacio, en nuestro tiempo, porque existe un mundo nuestro, porque existe un sueño real que se puede tocar, sentir, saborear, se puede disfrutar...y te eleva, te cambia las estructuras del núcleo de tus células aunque sea por instantes, te hace permeable tu piel para abrirla a la caricia.
Es maravilloso estar a tu lado.
martes, 17 de noviembre de 2009
Los besos y la ciencia
Fuente, Muy interesante, 16 Febrero 2009
sábado, 14 de noviembre de 2009
He encontrado el secreto de tus ojos
busco en el fondo del pozo la cantárida dorada
y para salvar a la noche asesino a los noctámbulos
mírame hasta el agotamiento de las fuentes
donde el temblor se deshace
en la inmovilidad de tus ojos
¿desde qué día señalado por la ausencia de horas
has dejado de creer en la noche?
el amor es una forma de la maduración de los ríos
es un pasatiempo vertiginoso al borde del abismo
y tú has comenzado a caminar por la cuerda de mis sueños
a embellecer la muerte de los pasos.
Para que sólo tu luz me ilumine
ordena que hoy sea el último día
ordena que se derrumben las alturas
arranca la blanca mancha del sol
de otros ojos extraños que pasan.
Mírame
mírame en la luz de un universo sin mundos
en la luz de esa aurora feroz
mírame con tus dientes
y a través de la espuma
de océanos interminables que nos acechan.
Aldo Pellegrini
Quiero ser todo en el amor
el amante
la amada
el vértigo
la brisa
el agua que refleja
y esa nube blanca
vaporosa
indecisa
que nos cubre un instante. "
Claribel Alegría
Metafísica
Aristóteles
Esto es amor
Yo soy una y soy mil, todas las vidas
pasan por mí, me muerden sus heridas.
pasan por mí, me muerden sus heridas.
Y no puedo ya más, en cada gota
de mi sangre hay un grito y una nota.
de mi sangre hay un grito y una nota.
Y me doblo, me doblo bajo el peso
de un beso enorme, de un enorme beso.
de un beso enorme, de un enorme beso.
Alfonsina Storni
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Palabras sabias
“No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla."
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla."
Albert Einstein
Se querían
Se querían.Sufrían por la luz,
labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando.
Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma.
Se querían, sabedlo.
Vicente Aleixandre
martes, 10 de noviembre de 2009
El museo de la Inocencia
Fue el momento más feliz de mi vida y no lo sabía. De haberlo sabido, ¿habría podido proteger dicha felicidad? ¿Habría sucedido todo de otra manera? Sí, de haber comprendido que aquel era el momento más feliz de mi vida, nunca lo habría dejado escapar. Ese momento dorado en que una profunda paz espiritual envolvió todo mi ser quizá durara solo unos segundos, pero me pareció que la felicidad lo convertía en horas, años. El 26 de mayo de 1975, lunes, hubo un instante, hacia las tres menos cuarto, en el que pareció que, de la misma forma que nos liberamos de nuestras culpas, pecados, penas y remordimientos, también nos liberamos de las leyes de la gravedad y el tiempo en el mundo.
Besé el hombro de Füsun, sudoroso por el calor y el sexo, la abracé lentamente, entré en ella y le mordí ligeramente la oreja izquierda, cuando de súbito el pendiente que llevaba pareció quedarse detenido en el aire durante largo rato y luego cayó por su propio peso. Éramos tan felices que fue como si no percibiéramos aquel pendiente, en cuya forma no me había fijado ese día, y seguimos besándonos.
Fuera lucía ese cielo resplandeciente tan característico de Estambul en los días de primavera. En las calles el calor hacía sudar a los estambulíes, que aún no se habían librado de los hábitos del invierno, pero en el interior de las casas, en las tiendas y a la sombra de los tilos y los castaños seguía haciendo fresco. Notábamos una frescura similar procedente del colchón que apestaba a rancio sobre el que hacíamos el amor olvidados de todo como niños felices. A través del balcón abierto sopló una brisa primaveral con perfume a mar y a tilos que levantó los visillos, los dejó caer a cámara lenta sobre nuestras espaldas y provocó un escalofrío en nuestros cuerpos desnudos. Desde aquella habitación de atrás del segundo piso, desde la cama en la que estábamos, veíamos en el jardín a unos niños que jugaban vehementemente al fútbol insultándose, y al darnos cuenta de que las palabrotas que se decían correspondían exactamente a lo que estábamos haciendo, nos detuvimos por un instante, nos miramos a los ojos y nos sonreímos. Pero nuestra felicidad era tan profunda e inmensa que enseguida olvidamos el chiste que la vida nos ofrecía en el jardín de atrás del mismo modo que nos habíamos olvidado del pendiente.
Besé el hombro de Füsun, sudoroso por el calor y el sexo, la abracé lentamente, entré en ella y le mordí ligeramente la oreja izquierda, cuando de súbito el pendiente que llevaba pareció quedarse detenido en el aire durante largo rato y luego cayó por su propio peso. Éramos tan felices que fue como si no percibiéramos aquel pendiente, en cuya forma no me había fijado ese día, y seguimos besándonos.
Fuera lucía ese cielo resplandeciente tan característico de Estambul en los días de primavera. En las calles el calor hacía sudar a los estambulíes, que aún no se habían librado de los hábitos del invierno, pero en el interior de las casas, en las tiendas y a la sombra de los tilos y los castaños seguía haciendo fresco. Notábamos una frescura similar procedente del colchón que apestaba a rancio sobre el que hacíamos el amor olvidados de todo como niños felices. A través del balcón abierto sopló una brisa primaveral con perfume a mar y a tilos que levantó los visillos, los dejó caer a cámara lenta sobre nuestras espaldas y provocó un escalofrío en nuestros cuerpos desnudos. Desde aquella habitación de atrás del segundo piso, desde la cama en la que estábamos, veíamos en el jardín a unos niños que jugaban vehementemente al fútbol insultándose, y al darnos cuenta de que las palabrotas que se decían correspondían exactamente a lo que estábamos haciendo, nos detuvimos por un instante, nos miramos a los ojos y nos sonreímos. Pero nuestra felicidad era tan profunda e inmensa que enseguida olvidamos el chiste que la vida nos ofrecía en el jardín de atrás del mismo modo que nos habíamos olvidado del pendiente.
El museo de la inocencia, Orhan Pamuk
Sensaciones al aire
Cuando la vida te va dando trozos de cielo, a veces no sabes que hacer con ellos, no sabes como asirlos con tus pequeñas manos, no entiendes como guardar ese tesoro, ni imaginar como la vida te invade con un manto intenso rodeando tu cuerpo...y tu alma.
Recuerdo cuando era pequeña, no tanto, casi adolescente, y veía esas películas románticas, en las que ella conseguía ese amor, que en esos años, piensas que a ti te tocará algún día, y ese día llorarás de verdad por ese sentimiento, y vas guardando esas imágenes, esos besos intensos y retorcidos, esas miradas, esos encuentros a veces fructuosos, esas imágenes de manos sólo rozándose...y esperas, esperas, e incluso en tu primer amor lo vas buscando, vas intentado reunir esos fotogramas, porque en realidad nadie te enseñó a besar, nadie te enseña a amar, nadie te enseña lo que es sentir. Y precisamente cuando sabes de todo, cuando ya llegas a lo que llamas el climax de tu vida, cuando crees que todo lo sabes, llaman a tu puerta y se presenta una persona que entra en tu cocina sin avisar y te cambia las cacerolas de sitio, revuelve tu despensa y se bebe la leche condensada que guardas con anhelo y sin que nadie lo sepa para tus hipoglucemias.
Entonces piensas y dices, ¿qué narices me está pasando? si yo nunca he compartido mi leche condensada? si mi cocina es intocable, si en la vida yo creía saberlo todo, si mi corazón lo tenía todo ya sentido?, buenoooo....reflexionas, filosofeas, cantas y lloras, y al final, te das cuenta de que no tienes ni idea de lo que está ocurriendo por ahí dentro donde se controlan las emociones, donde se supone que hay un duende vigilando tus pulsaciones.
A veces controlas, porque te da miedo, terror que alguien ande ahí dentro sin tú saber porque no suenan las alarmas que un día instalaste, y otras resulta que ese alguien que ya sabes quien es, que ya conoces, que es parte de ti, tiene vía libre para hacer nubes de tu organismo y de lo más volátil de ti, de tu espíritu, del centro de tus sensaciones, y cuando termina de recorrer todo ese adentro, resulta que se pinta una sonrisa en tu cara, que tu piel se vuelve de otro color, como brillante, que tus ojos son dos espejos, que tus manos están abiertas, que tu saliva sabe de otra manera, que tus sueños van caminado solos entre una niebla tenue y cálida, que la vida se torna de los colores de un arrebol, y que hasta tus canas se vuelven flexibles. En realidad, es un sueño dentro de una vida recorrida, un sueño de una niña que saltaba y cantaba hace muchos años, pero que conserva ese corazón esperando algunos saltos imberbes, algún latido inadaptado, ese calor que no tiene temperatura.
Quiero y no quiero pensar en ti, pero como puedes comprobar no es de mi control, no puedo saltar la comba cuando no hay cuerda, pero me la imagino y salto, no puedo pintar un cuadro sin texturas, pero mi mente a tu lado pinta cuadros que no se podrán vender nunca, pero están en un museo que sólo tú y yo podemos admirar. Te quiero cuando estás y cuando no, te quiero en el sueño y en la realidad, no hay razón y sí la hay, no hay explicación y existe también, y es maravilloso estar a tu lado y en este caso pues también cuando no lo estoy, porque siempre existirá nuestro mitumiyo, que nadie entenderá más que tu corazón y el mío.
Cuando leas estas frases supongo que estaremos juntos, y no se cruzarán palabras por ello, pero cuando me mires sabrás todo lo explicado o lo que he intentado expresar sin pensar, porque en realidad nada de lo que me ocurre, nada de lo que siento puedo desmenuzarlo y ponértelo como un recuerdo, como una narración o como una carta que nunca pudiera ser borrada o tirada en pedazos por el aire. Me encantaría que mi carta se pudiese escribir sin tinta, sin papel, sin pensamientos, sino que fuera pintada con mi iris entre tus labios.
Recuerdo cuando era pequeña, no tanto, casi adolescente, y veía esas películas románticas, en las que ella conseguía ese amor, que en esos años, piensas que a ti te tocará algún día, y ese día llorarás de verdad por ese sentimiento, y vas guardando esas imágenes, esos besos intensos y retorcidos, esas miradas, esos encuentros a veces fructuosos, esas imágenes de manos sólo rozándose...y esperas, esperas, e incluso en tu primer amor lo vas buscando, vas intentado reunir esos fotogramas, porque en realidad nadie te enseñó a besar, nadie te enseña a amar, nadie te enseña lo que es sentir. Y precisamente cuando sabes de todo, cuando ya llegas a lo que llamas el climax de tu vida, cuando crees que todo lo sabes, llaman a tu puerta y se presenta una persona que entra en tu cocina sin avisar y te cambia las cacerolas de sitio, revuelve tu despensa y se bebe la leche condensada que guardas con anhelo y sin que nadie lo sepa para tus hipoglucemias.
Entonces piensas y dices, ¿qué narices me está pasando? si yo nunca he compartido mi leche condensada? si mi cocina es intocable, si en la vida yo creía saberlo todo, si mi corazón lo tenía todo ya sentido?, buenoooo....reflexionas, filosofeas, cantas y lloras, y al final, te das cuenta de que no tienes ni idea de lo que está ocurriendo por ahí dentro donde se controlan las emociones, donde se supone que hay un duende vigilando tus pulsaciones.
A veces controlas, porque te da miedo, terror que alguien ande ahí dentro sin tú saber porque no suenan las alarmas que un día instalaste, y otras resulta que ese alguien que ya sabes quien es, que ya conoces, que es parte de ti, tiene vía libre para hacer nubes de tu organismo y de lo más volátil de ti, de tu espíritu, del centro de tus sensaciones, y cuando termina de recorrer todo ese adentro, resulta que se pinta una sonrisa en tu cara, que tu piel se vuelve de otro color, como brillante, que tus ojos son dos espejos, que tus manos están abiertas, que tu saliva sabe de otra manera, que tus sueños van caminado solos entre una niebla tenue y cálida, que la vida se torna de los colores de un arrebol, y que hasta tus canas se vuelven flexibles. En realidad, es un sueño dentro de una vida recorrida, un sueño de una niña que saltaba y cantaba hace muchos años, pero que conserva ese corazón esperando algunos saltos imberbes, algún latido inadaptado, ese calor que no tiene temperatura.
Quiero y no quiero pensar en ti, pero como puedes comprobar no es de mi control, no puedo saltar la comba cuando no hay cuerda, pero me la imagino y salto, no puedo pintar un cuadro sin texturas, pero mi mente a tu lado pinta cuadros que no se podrán vender nunca, pero están en un museo que sólo tú y yo podemos admirar. Te quiero cuando estás y cuando no, te quiero en el sueño y en la realidad, no hay razón y sí la hay, no hay explicación y existe también, y es maravilloso estar a tu lado y en este caso pues también cuando no lo estoy, porque siempre existirá nuestro mitumiyo, que nadie entenderá más que tu corazón y el mío.
Cuando leas estas frases supongo que estaremos juntos, y no se cruzarán palabras por ello, pero cuando me mires sabrás todo lo explicado o lo que he intentado expresar sin pensar, porque en realidad nada de lo que me ocurre, nada de lo que siento puedo desmenuzarlo y ponértelo como un recuerdo, como una narración o como una carta que nunca pudiera ser borrada o tirada en pedazos por el aire. Me encantaría que mi carta se pudiese escribir sin tinta, sin papel, sin pensamientos, sino que fuera pintada con mi iris entre tus labios.
Sensibilidades
Pasa que...
y recuerdo aquel susurro
entre el sudor y el suspiro,
se fugó la razón.
Aún me siento callada,
mis manos entre las sienes,
sienten el silencio rancio,
en la piel, en mi alma varada.
De nuevo mi pluma danza,
en las lagunas blancas
de una tristeza quieta
que me grita:¡Calma!.
Vuelvo a buscar mi soledad,
amiga de mí, de mis noches,
de mis albas, de mi vida
que se torna cansada.
Regreso a teñir las letras
que dan forma a lo sentido,
sentir y vivir,
dan forma a las lágrimas.
La palabra más hermosa
El viaje de la esperanza… palabras residuales, entre las muchas que se sedimentan en el fondo de un día. Las he leído en la farmacia, en un tarro de cristal junto a la caja, tenía la ranura para meter las monedas y la fotografía de un niño pegada con cinta adhesiva, uno de aquellos que hay que llevar lejos para que puedan operarle, un viaje de la esperanza, eso es. Doy vueltas sobre la almohada, entre resoplidos. Observo el cuerpo de Giuliano, inmóvil, pesado. Duerme como siempre, boca arriba, con el pecho desnudo. De vez en cuando lanza un pequeño gruñido, como una bestia calma que espantara mosquitos. Esperanza, pienso en esta palabra que cobra forma en la oscuridad. Tiene la cara de una mujer un poco abatida, de aquellas que arrastran su derrota y sin embargo logran salir adelante con dignidad. Mi cara, quizá, la de una muchacha envejecida, detenida en el tiempo, por fidelidad, por temor.
Salgo al balcón, veo lo de siempre. El edificio que hay frente al nuestro, las persianas entornadas. El bar con el letrero apagado. Es el silencio de la ciudad, polvo de ruidos lejanos. Roma duerme. Duerme su fiesta, su pantano. Duerme la periferia. Duerme el Papa, sus zapatos rojos están vacíos...
Salgo al balcón, veo lo de siempre. El edificio que hay frente al nuestro, las persianas entornadas. El bar con el letrero apagado. Es el silencio de la ciudad, polvo de ruidos lejanos. Roma duerme. Duerme su fiesta, su pantano. Duerme la periferia. Duerme el Papa, sus zapatos rojos están vacíos...
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