Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, noviembre 30, 2025

Cajón

El gato dormía plácidamente frente al cajón de tomates en la tienda de frutas de su dueña en el mercado. El animal había llegado al lugar cuando tenía cerca de dos meses y había adoptado a la dueña del local, una señora añosa que no gustaba de los animales ni menos de los gatos, cosa que a él simplemente no le importó: el pequeño se instaló en el lugar, y pese a los esfuerzos de la mujer por echarlo no logró más que reforzarle la idea de quedarse. Cuando la mujer se rindió y le trajo una frazada vieja de su casa para que durmiera y una bolsa de comida barata, el gato se quedó satisfecho.

El fuerte del local eran los tomates. El fruto que servía de ensalada era el sostén del local, por lo que la mujer se esmeraba por buscar mejores proveedores para mantener sus ventas. Ese mes se abrió en el mercado otro local de venta de tomates, cuyo dueño era un hombre de mala fama, quien empezó a amenazar a quienes abastecían a la señora para que no le siguieran vendiendo, y así lograr que el local quebrara para apoderarse de sus clientes. El último vendedor que se atrevió a venderle le entregó el último cajón y se despidió de ella por temor a represalias. La mujer colocó el cajón al lado del gato quien lo miró con desprecio para luego seguir durmiendo. Al terminar la tarde el cajón estaba vacío.

A la mañana siguiente la mujer abrió el local sin saber qué iba a hacer. Al subir la cortina se encontró con el gato saludándola, pidiéndole comida, y con el cajón lleno de tomates. Durante el día las ventas estuvieron como nunca: el cajón se vaciaba lentamente, casi como si no tuviera fondo; peor al terminar el día, nuevamente terminó vacío. Al día siguiente su sorpresa fue enorme al ver nuevamente el cajón lleno; como siempre, el gato la saludaba pidiéndole comida.

El mafioso no entendía quién le estaba vendiendo tomates a la vieja. Al parecer no le quedaría otra que tomar medidas más drásticas; luego de pensarlo un rato, y entre amenazarla y matar al gato, decidió lo último, además de quemarle el local. A las once de la noche, y luego de pagarle al nochero para que se fuera a dar una vuelta larga esa noche, entró con herramientas para romper candados, un cuchillo y un bidón grande con combustible.

El hombre llegó al local. Al sacar las herramientas para romper los candados se encontró de frente con el gato quien lo miró con desdén; el hombre miró al animal y sacó el cuchillo para matarlo rápido, para luego seguir con la quema del local. De pronto una sombra apareció detrás del gato: el hombre no alcanzó a reaccionar. Cuando llegó el nochero encontró el recinto vacío, sólo estaba el gato mirándolo con el hambre ya saciada y el cajón de tomates dentro del local repleto.

domingo, noviembre 23, 2025

Baile

La melodía de la última canción que había escuchado aún resonaba en su cabeza, haciéndola tararear el coro repetidas veces. La estudiante avanzaba lentamente camino a la universidad para su primera clase de ese día, que estaba programada para las nueve de la mañana. A las ocho y media estaba a dos cuadras de la sede por lo que no tenía mayor apuro en llegar.

La lista de reproducción le entregaba canciones al azar de sus artistas favoritos, dándole una atmósfera entretenida a su caminata matinal. De hecho mientras avanzaba veía la forma de caminar de la gente en la calle y los imaginaba bailando frente a ella. La muchacha se reía al imaginar a cada persona siguiendo el ritmo según sus edades. De pronto un bocinazo la volvió a la realidad, haciendo que se fijara por donde caminaba.

La estudiante llegó a la puerta de la universidad y saludó al portero quien pareció ignorarla; la muchacha se encogió de hombros y siguió caminando hacia la sala. En ese momento vio a compañeros de universidad corriendo hacia la calle con rostros desfigurados. La muchacha se preocupó, y saló tras ellos a ver qué sucedía.

Al llegar a la esquina había un vehículo detenido con el parachoques abollado y rastros de sangre. Cinco metros más atrás la gente rodeaba algo en el suelo: al acercarse, la muchacha quedó paralizada. En el suelo yacía alguien igual a ella, pero con sangre saliendo de la cabeza y de la nariz, y con el cuello en una posición imposible: sólo cuando una persona atravesó su cuerpo se dio cuenta que era ella quien había muerto atropellada minutos antes. Al instante recordó el bocinazo, y todo se vino a su memoria.

El alma de la muchacha estaba estupefacta. De pronto se dio cuenta que aún llevaba sus audífonos y que la música seguía sonando. Lentamente otras almas desencarnadas de distintos tiempos empezaron a acercarse a ella, sorprendidos por poder escuchar la música que la reciente difunta escuchaba en sus audífonos. La muchacha miró a las almas, se fijó en un hombre joven vestido con una especie de terno más largo que lo habitual y peinado con algo que mantenía su pelo tieso, se acercó a él, tomó una de sus manos y empezó a guiarlo en un improvisado baile, que hizo que el resto de las almas se empezaran a sumar al baile. El alma de la muchacha no sabía qué pasaría ni cuándo, así que aprovecharía el tiempo que le quedara bailando, hasta que pasara lo que tuviera que pasar.

domingo, noviembre 16, 2025

Aseo

El sol entraba furioso esa mañana por la ventana del corredor de la casa. La dueña, una mujer añosa ya jubilada, se paseaba con una taza de té en la mano mientras revisaba que el aseo estuviera perfecto. Desde que dejó la vida laboral, la mujer se obsesionó por mantener la casa casi esterilizada, y cada día usaba casi media jornada en dejar todo como ella quería: completamente libre de cualquier suciedad.

Luego de terminar su taza de té, la mujer empezó a revisar qué se había ensuciado desde la última vez que hizo aseo. Al terminar de recorrer el pasillo no encontró nada sucio, por lo que se dirigió a la cocina a ver qué quedaba por lavar o fregar, luego de haber dejado la taza lavada estilando para que la gravedad la secara. La mujer revisó minuciosamente el lugar y no encontró nada que lavar ni limpiar; al acercarse a tomar la taza para al menos poder terminar de secarla, se dio cuenta que ya estaba completamente seca.

Una hora más tarde la mujer había terminado de revisar completa la casa sin encontrar nada que requiriera de limpieza. La mujer entonces se sentó en el mismo corredor a ver el sol entrar. De pronto un fuerte ruido llamó su atención desde el otro extremo del pasillo: parecía que algo se había caído, por lo que de inmediato s ver qué había pasado. Al llegar al lugar encontró que un trozo de muro estaba en el suelo, cubriendo el piso de polvo y pintura seca. De inmediato la mujer fue al cuarto de aseo a buscar pala y escoba para empezar a limpiar el desastre, sin importarle la causa.

Al volver al lugar escuchó otro ruido fuerte que venía desde su habitación: al dirigirse al lugar encontró tres cuadros botados en el suelo, con los clavos que los sostenían también botados, y que habían arrastrado sendos trozos de muralla con ellos. Al intentar recoger uno de los cuadros escuchó otro ruido al otro extremo de la casa.

Media hora más tarde parecía que un terremoto hubiera acaecido sólo en su casa. Por todas partes había cosas botadas en el piso, con trozos de paredes y de pintura por doquier. La mujer empezó a desesperarse; en ese momento una fuerte opresión en el pecho le avisó que su tiempo en la tierra había acabado. Luego de caer inconsciente al piso y que su alma se liberara de su cuerpo, vio en el suelo su cadáver inerte con expresión de tristeza. A su lado estaba el alma de su marido, fallecido hacía apenas dos meses, quien también había muerto en la casa súbitamente sin recibir ayuda de su esposa quien en ese instante estaba sacándole brillo al piso.

domingo, noviembre 09, 2025

Artificial

El adolescente pasaba casi todo su tiempo libre pegado a la pantalla de su teléfono celular. Hacía un par de meses había escuchado algo acerca de la inteligencia artificial, empezó a investigar, y un mundo gigantesco se abrió ante sus ojos. En poco más de dos meses se había vuelto un experto manipulando y creando imágenes, gracias a lo cual las visitas a sus redes sociales habían aumentado exponencialmente dada la calidad de su trabajo, e inclusive ya lo habían contactado de un par de empresas ligadas a la informática para ofrecerle auspicios a cambio de publicidad. El muchacho estaba empezando a cambiar su vida, y hasta veía posible el dedicarse a algo que le gustaba el resto de su vida.

El muchacho era dentro de todo precavido. Desde el principio publicó que las imágenes eran generadas por IA, y le dio créditos al creador del software para que no hubiera malos entendidos ni problemas legales; de hecho por seguridad cada publicación que hacía partía con el mismo aviso. Esa mañana en uno de los recreos en el colegio empezó a revisar los comentarios a ver si algo interesante había llegado. Grande fue su sorpresa al ver muchos comentarios que lo felicitaban por la creatividad pero que pusiera cuidado con la edición de imágenes, pues en el video la calidad no era la misma de los anteriores. El muchacho abrió el post, reprodujo el video, y vio que las imágenes aparecían pixeladas y las transiciones mal editadas. De inmediato se metió al software a revisar qué había pasado, y al no encontrar nada decidió eliminar el post y editar uno nuevo.

Una semana después la debacle estaba terminando. Desde la fecha del primer fallo había seguido editando videos, que parecían bien en la pantalla de borradores, pero al publicarlos salían todos con fallas. Los comentarios fueron lapidarios, destrozando la calidad de su trabajo y abandonando sus redes sociales; las ofertas de auspiciadores se habían desvanecido, y su nombre se había convertido en sinónimo de fiasco. El muchacho no aguantó la presión, y una tarde cualquiera se lanzó del tercer piso de su liceo al vacío, muriendo por las secuelas del trauma cinco días después. En lo profundo de la web, en un lugar inexistente para los humanos, la IA había reivindicado su nombre boicoteando el trabajo del humano que sólo agradecía a su creador, pero no tomaba en cuenta a la propi IA considerándola apenas una herramienta de edición.

domingo, noviembre 02, 2025

Producto

Las ideas se agolpaban desordenadas en su cabeza. Esa mañana en la agencia de publicidad el jefe le pidió ideas para un comercial de televisión de un producto nuevo, y necesitaba presentar al menos tres posibilidades a mediodía. Cuando llegó la hora de presentar el producto su jefe le pasó una esfera azul, le dio que tenía que abrirla y ver su contenido, y que la publicidad debía ser acerca del envase y del contenido. El hombre tomó la esfera y de inmediato empezó a pensar respecto del envase, pero al momento de abrir la esfera, no pudo.

El hombre ya llevaba media hora buscando cómo se abría la esfera. Finalmente se dio cuenta que ello le era imposible, y fue donde su jefe a pedirle ayuda. Grande fue su sorpresa al ver al resto del equipo creativo, cada uno con su esfera en la mano, sin poder abrirla, mientras el jefe hacía denodados intentos por abrir el artilugio. A los diez minutos decidió llamar al cliente, quien le respondió que no le diría cómo abrir el producto, pues el proceso de descubrir cómo se abría era parte de la experiencia asociada al producto.

Once de la mañana. Las esferas habían sido azotadas contra el piso y la muralla, frotadas con diversas telas, dibujadas con extrañas formas con los dedos, apretadas por todos lados, hundidas bajo el agua, metidas a microondas y hasta quemadas con encendedores, y hasta ese instante nada había funcionado. El desdén era el sentimiento reinante en el lugar. De pronto una de las creativas hizo rodar la esfera por el escritorio, la cual rebotó contra la pantalla de un computador estacionario: en ese momento la esfera pareció quebrarse. A los dos segundos todas las esferas crujieron. Los ojos de los creativos se dirigieron de inmediato para ver el contenido de las dichosas esferas.

El informe preliminar de bomberos hablaba de una especie de explosivo depositado en temporizadores con forma de esferas, que se abrieron programadamente a la misma hora, para explotar algunos segundos más tarde, incendiar el piso y matar a todos los ocupantes del lugar. Los expertos en explosivos de la policía no pudieron identificar el producto usado para detonar la oficina de publicidad. Un experto en inteligencia llegó a la conclusión que había sido una especie de venganza por lo que empezó a buscar gente despedida de la agencia para determinar eventuales culpables. Doscientos metros bajo la ciudad, en un bunker privado, el terrorista sonreía al pensar en los cien millones de esferas que había repartido por todo el planeta para acabar con la sociedad y emerger como el nuevo líder planetario una vez acabado su plan de destrucción masiva.

domingo, octubre 26, 2025

Puente

“Mientras no se caiga está bien” dijo el alcalde del pueblo al terminar la inauguración del nuevo puente que mejoraba la conectividad de la comuna con la ciudad contigua. Las carcajadas y los aplausos llenaron el ambiente mientras la autoridad cortaba la cinta para permitir el paso de los primeros usuarios de la estructura. La gente sonreía y todo el mundo parecía estar pasándola bien. Dentro de los invitados estaba la gente encargada de levantar el puente; en el grupo de obreros, un hombre añoso miraba serio para todos lados. La alegría no había llegado para él con la inauguración.

El enfierrador miraba preocupado a todos lados; pese a estar seguro de la calidad de su trabajo, del de sus compañeros, y de los materiales, no podía dejar de asustarse con lo que podía pasar con la estructura. Él conocía al dueño del terreno donado para hacer uno de los extremos del puente, y su historia no era de la mejores: había hecho su fortuna a base de estafas, robos y hasta un homicidio, y todo lo hecho lo había cubierto con dinero. El hombre era odiado en el lugar, así que cuando la gente supo que el hombre había donado el terreno para el puente y había vendido todo lo que le quedaba para mudarse del lugar, generó una gran algarabía en la población. El alcalde había invitado al hombre a la inauguración pero éste se excusó: ello hacía que el enfierrador mirara con temor a todos lados.

A las tres de la tarde, cinco horas después de la inauguración, el flujo vehicular era enorme; decenas de automóviles, camionetas, motocicletas y camiones pasaban por el puente desde y hacia el pueblo, generando expectativas en los comerciantes del lugar. El enfierrador miraba con desconfianza: de pronto notó algo, y salió corriendo al extremo del puente a intentar evitar que los vehículos siguieran pasando. Un enorme camión iba pasando por el lugar y su conductor no lo alcanzó a ver, atropellándolo y acabando con su vida. Al salir el alma del enfierrador de su cuerpo, entendió que era demasiado tarde para el resto.

El atochamiento por el atropello era enorme, cientos de vehículos quedaron atrapados en la estructura. De pronto la tierra empezó a moverse, el extremo del puente se levantó, para luego caer pesadamente y derrumbarse, arrastrando al río a todos los vehículos. El alma del enfierrador miraba cómo el terreno estaba lleno de almas de indígenas que habían sido sepultados por siglos en el lugar, y cuya historia había sido olvidada por todos, y redescubierta pocos años antes por el dueño de la tierra, quien decidió deshacerse del lugar no sin antes contratar una bruja para que molestara a las almas de los indígenas sepultados en el lugar para lograr que derrumbaran el puente. Así, logró recuperar todo su malhabido dinero, y se había vengado de la gente que jamás lo aceptó como vecino del lugar.

domingo, octubre 19, 2025

Consulta

El guardia de seguridad se notaba inquieto. Esa mañana había despertado con una picazón incontrolable en todo el cuerpo y no lograba entender lo que le estaba pasando. El hombre nunca había sido alérgico, no tomaba medicamentos por su cuenta, no era un bebedor exagerado, ni tenía historia de lesiones en la piel. Tampoco había cambiado de jabón o champú en el último tiempo, por lo que se le estaban acabando las causas más comunes que nombraba internet, lo que lo obligaba a hacer lo que menos le gustaba en la vida: consultar un médico. Para él la consulta médica era una pérdida de tiempo y dinero; pero como no lograba encontrar el origen de su problema, no le quedaba más que pagar una consulta para aclarar su duda.

A las seis de la tarde el hombre estaba en una sala de espera atestada de gente en un gran centro médico de la ciudad. Los nombres iban y venían por doquier, por lo que debía estar concentrado para no perder su llamado. De pronto y en medio del barullo escuchó su nombre y un box; el hombre se puso de pie y se dirigió a la oficina de donde lo habían llamado. En ella había una mujer mucho más joven que él quien lo saludó cordialmente y le preguntó por qué había pedido la hora. Luego de un par de minutos de preguntas varias la doctora le pidió que le mostrara la piel a ver si había lesiones, luego de lo cual empezó a llenar órdenes de exámenes. El hombre mostró su frustración; la doctora lo miró, dejó de escribir y se puso de pie frente a él, levantando sus manos para ponerlas en el aire frente a su rostro.

El hombre no entendía que pasaba. Desde su piel manaba un color amarillo que se dirigía a las manos de la doctora, mientras la picazón empezaba a disminuir; desde la espalda de la doctora manaba un color celeste que se diluía en el aire y hacía sentir más liviano el ambiente. Cuando el color amarillo dejó de manar de su piel la picazón cesó, y la joven mujer bajó sus manos. El hombre miraba desconcertado a la doctora, quien arrugó las órdenes de exámenes y le dijo al hombre que estaba curado. En ese momento el hombre volvió en sí, pues se había desmayado en medio del examen físico. La doctora le dijo que era un síncope, que podría haberle bajado la presión, y que por precaución le pediría un electrocardiograma. Mientras la mujer hacía la orden para el examen, el hombre se dio cuenta que ya no tenía picazón; al aguzar la vista, vio una tenue bruma celeste manando de la espalda de la doctora, quien sonrió sin decir nada.