Mostrando entradas con la etiqueta Egipto. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Egipto. Mostrar todas las entradas

martes, 1 de mayo de 2012

Ras Mohammed, la joya del mar Rojo


En el parque nacional Ras Mohammed el agua es roja, amarilla, verde, naranja, azul… de infinidad de colores. Ése es el espectro cromático que uno observa cuando sumerge la cabeza bajo el agua de este parque nacional egipcio. Los colores se corresponden a los miles de peces e invertebrados que se arremolinan en torno al arrecife de coral del mar Rojo. Condrictios y Oesteictios de todos los tamaños y colores. Nudibranquios, estrellas, corales y anémonas de cromatismos irreales… Para muchos buceadores se trata del mejor fondo marino del planeta. Si no se es buceador, sólo con meter la cabeza bajo el agua provisto de gafas y tubo es suficiente para comprobarlo. ¡Absolutamente impresionante! La pena es que ese día no tenía una cámara submarina conmigo para acompañar este post. Haced una prueba y buscad en imágenes de Google poniendo Red Sea



Ras Mohammed es un parque nacional marítimo (345 km cuadrados) - terrestre (135 km. cuadrados) de suma importancia y ubicado en el extremo sur de la península del Sinaí, muy cerca de Sharm el Sheik. A la riqueza de sus fondos marinos y el arrecife de coral con miles de especies, se une su importancia terrestre como hábitat de diferentes especies (el agama del Sinaí y otros reptiles), y aves residentes como el águila pescadora y sobre todo, como enclave estratégico para las aves migradoras. Resultan llamativos los bandos de cigüeña blanca que llegan a concentrarse en las playas para descansar antes y después de cruzar el mar.


La visita al parque nacional puede ocupar una jornada inolvidable combinando un baño en el arrecife de coral para disfrutar del snorkelling y un recorrido terrestre para contemplar los paisajes de esta porción protegida del desierto bereber del Sinaí.


Se organizan excursiones en vehículos 4x4 para conocer el parque nacional. Personalmente creo que las paradas imprescindibles en una jornada de visita al sector sur, el principal y más espectacular, serían: las playas de Yolanda Bay y Hidden Bay, desde ambas se llega caminando con el agua por el tobillo hasta el abismo del arrecife de coral, y desde tierra con paradas en el mirador de las playas, el lago salino. Llegar por tierra hasta el mirador de las playas –junto a Yolanda Bay- implica atravesar los mejores paisajes del parque.




martes, 24 de abril de 2012

Los pequeños Wadi Rum egipcios


Como esbozaba en el primer post de esta pequeña serie dedicada a la península del Sinaí, en Egipto, el aspecto de la orografía del Sinaí difiere bastante en el norte, centro y sur, donde se alterna en diferente proporción la dominancia de la arena y la roca. Son muchas las zonas donde se puede disfrutar de ambas, pero quizá la más plástica visualmente hablando sea la de aquellos paisajes que combinan la roca y la arena en las proporciones justas para dar un aspecto extraterrestre.



A lo largo y ancho de la península, repleta de wadis (grandes, medianos y pequeños, que de todo hay), proliferan estos panoramas mágicos de arena multicolor y afloramientos rocosos. Las faldas de las montañas del Gebel el Tih, Gebel el Igma, y la cordillera de cimas rocosas que se elevan en el vértice meridional del triángulo del Sinaí (con el Gebel Katherina y el monte Sinaí entre otras) son buenos ejemplos. Allí abundan estos pequeños valles que recuerdan al Wadi Rum jordano. Ya os podéis imaginar todo lo que cabe en un territorio de casi 60.000 kilómetros cuadrados.




Cuando el visitante se adentra en el Sinaí por alguna de las infinitas pistas que lo surcan pronto queda envuelto en este paisaje. Ya sea de camino a alguno de los templos del antiguo Egipto que se pueden visitar en el Sinaí, ya sea camino al monasterio de Santa Catalina o de cualquier otro lugar. Yo lo descubrí de camino al templo Serabit el-Khadim, erigido a Hator. Desde Abu-Zenima, a orillas del golfo de Suez, el camino se adentra en el desierto para quedar envuelto en estos paisajes fantásticos.



De hecho perderse por alguno de estos wadis puede ser el complemento idóneo a una estancia en la turística Sharm el Sheik o la manera mejor forma de aclimatación después de un día de buceo en el Mar Rojo, bajo cuyas aguas, por cierto, meteré la cabeza en el próximo post.

jueves, 19 de abril de 2012

El Cañón Coloreado del Sinaí


Aquellos días no sabía a ciencia cierta lo que me iba a encontrar. La fuerza del monte Sinaí y su subida centró toda mi atención y he de reconocer que al Cañón Coloreado, de inicio, no le presté la atención que luego demostró merecer. Después de recorrerlo, os recomiendo sin duda una visita a esta pequeña brecha en la arenisca del Sinaí.



No queda agua por ningún lado pero aquí la hubo y mucha. Hace millones de años el mar cubría esta península egipcia y se encargó de modelar un cañón espectacular. Con la retirada del mar, la lluvia y el viento continuaron el papel erosivo sobre la roca caliza y dieron como resultado el aspecto actual del cañón Coloreado.



Es un cañón corto, de unos 700 metros de largo, pero posee un tramo de espectacular belleza en el que las paredes alcanzan los 40 metros de altura y la garganta se queda en fisura. Recuerda en cierto modo al Antelope Canyon estadounidense. La variación cromática oscila entre el morado y el naranja según la hora del día e incidencia del sol. De ahí su nombre. Un sol que, por cierto, aprieta de lo lindo hasta situarse sin mayores problemas por encima de 40 ºC, así que igual que la ascensión al Sinaí se realiza de noche, la visita al cañón debe realizarse a primera hora de la mañana.



El Cañón Coloreado se encuentra cerca de la localidad de Taba y Nuweiba. Recorrerlo no lleva mucho tiempo pero os aconsejo paladear el cañón como merece, buscando sus tonalidades malvas en la arenisca, sus amarillos y naranjas y por supuesto también los fósiles marinos que incrustados en las paredes nos recuerdan el pasado submarino de esta fisura multicolor.

martes, 10 de abril de 2012

Del monte Sinaí a las arenas del Mar Rojo

Amanecer desde la cima del monte Sinaí.

Recién concluida la Semana Santa, inicio una breve serie de post sobre un lugar de referencias bíblicas. Lo que me ha traído hasta aquí no han sido los pasajes del libro sagrado sino, como siempre, la naturaleza. En realidad este viaje lo realicé hace unos añitos, unos cuantos, pero tenía ganas de recuperarlo y mostraros algunos de los parajes naturales más sobresalientes de un rincón fabuloso del globo: la península del Sinaí, en Egipto.

El Sinaí es territorio árido, dominado por un desierto arenoso en su franja norte y por la roca y abruptas montañas en el sur. En el centro confluyen ambos paisajes en un entorno que recuerda al Wadi Rum jordano.



Recorrí en profundidad el centro y sur de la península donde, se localizan enclaves naturales como el cañón coloreado, el monte Sinaí o el parque nacional Ras Mohamed, en el mar Rojo, entre otros muchos lugares.


La primera parada de la serie de post, por aquello de la proximidad de la Semana Santa, es uno de los principales atractivos del Sinaí. Se trata de la subida hasta la cima del monte en el que Moisés recibió las Tablas con los Diez Mandamientos. El monte Sinaí (2.285 m.) se eleva en medio de un conglomerado rocoso de rabiosa belleza, una belleza que cuando mejor se disfruta es al amanecer, momento en el que la roca adquiere un color naranja impresionante. Más tarde la fuerte insolación y la calima se encargan de corroborar que la mejor hora en la cima es la salida del sol. Para ello se organizan las subidas a pie por la noche. Comenzando a caminar desde el Monasterio de Santa Catalina (1.570 m.) de madrugada para llegar a la cima justo antes de que las primeras luces rasguen la oscuridad y el tremendo frío que hay en el desierto a esa altitud. Con el despuntar del alba, el paisaje se va contorneando poco a poco, ampliando el horizonte de montañas rocosas a la par que el naranja y el rojo parecen prender la roca. De ese momento han pasado 15 años, pero quedó grabado a fuego –nunca mejor dicho- en mi memoria y hoy lo rescato con gusto.


La subida a pie es algo dura, que no difícil, por un camino sin pérdida y que se abre paso por la roca de la montaña en compañía de muchos peregrinos y senderistas que dibujan un tren de linternas y frontales que bien recuerdan a la Santa Compaña. Casi en cada lazada del camino, los farolillos y lámparas de vendedores de agua, te y refrescos son una constante. También los camelleros, que ofrecen a los senderistas subir a la cima a lomos de dromedario. En total unas 3-4 horas hasta arriba y 2-3 para la bajada.


¿El premio? Uno de los mejores amaneceres del mundo, sobre un paisaje desértico de enorme fuerza; en un mar ondulado de montañas que se elevan por encima de los 2.000 metros de altitud, con el monte Catalina (Gebel Katherina) y sus 2.642 metros como máxima altura de la península.

A media mañana ya estaba de regreso en este precioso conjunto arquitectónico religiosos del s. VI que es el monasterio de Santa Catalina, y por carretera, me esperaba una tarde de relax en el golfo de Aqaba, donde, a lomos de dromedario fui coronado (o eso me pareció a mi…) una mezcla de Lawrence de Arabia y rey de Egipto. Que gran recuerdo y que gran lugar, con las arenas de las dunas egipcias y como telón de fondo las agrestes montañas de Arabia Saudí.

miércoles, 22 de junio de 2011

Los egipcios ¿primeros ecoturistas?


Siempre me he preguntado quien sería el primer ecoturista entre la infinidad de personajes que ha dado la historia ¿Humboldt, Darwin, Linneo, etc.?
A nivel etimológico habría que buscar un personaje contemporáneo a la definición de turismo, es decir, moderno. Si nos abstraemos al momento en el que la propia definición de turista y mucho más tarde, ecoturista, quedaron plasmadas y vamos a la esencia de la actividad que el ecoturismo representa: dedicar el tiempo de ocio a observar el medio natural, sus paisajes, su geología, su flora, su fauna, etc. es muy probable que nos remontemos muchos siglos atrás en busca de los primeros ecoturistas.

Todas las civilizaciones antiguas dedicaron a observar la naturaleza, y en ocasiones basaron casi exclusivamente su filosofía o razón de ser en la vida en torno a cuanto les rodeaba. Adoraron al sol, a la luna, a los animales, a las plantas. Aprendieron de ellos sus comportamientos, sus utilidades, sus aplicaciones. Los observaron activamente en definitiva.
Esto hicieron por ejemplo mayas, incas, chinos, etc. y la más antigua de todas: la civilización del antiguo Egipto.


Los antiguos egipcios observaron y plasmaron la naturaleza como nadie. Y quien se encargaba de ello de forma oficial fue la Escuela de Sacerdotes del Alto y el Bajo Egipto. De acuerdo en que no lo hacían ocupando su tiempo de ocio, o al menos no al final, pero quizá si antes de dedicarse a ello. Si fueron los primeros de quien se tiene constancia. Los escribas así lo plasmaron en las paredes y columnas de templos mediante inscripciones y jeroglíficos.
Los antiguos egipcios observaron a su entorno, el río Nilo, se fijaron en los seres vivos que les rodeaban: halcones, cobras, buitres, escarabajos, papiros, flores de loto, patos, leones, cocodrilos, juncos, cañas, palmeras datileras, antílopes órix, etc. Os cuento algunos casos concretos:
El escarabajo (Geber Ra) era el sol de mañana. Observaban que cuando salía el sol el escarabajo también lo hacía y desaparecía por la noche. Así cada día. Interpretaron que el escarabajo ayudaba al sol a subir a la bóveda celeste y se conviertió en animal sagrado. El escarabajo con alas se situaba junto al corazón del muerto y le ayuda así en su resurrección.
El dios Anubis era la deidad representada por un perro o coyote. Observaron que el coyote era un animal solitario que vivía en el desierto. El coyote miraba a los humanos a distancia, vigilante. Cuando una persona moría, el coyote se acercaba, lo desenterraba y era el único que se lo comía. Se le relacionó enseguida con la muerte, más concretamente como el guardián de la muertos pues consideraron que era el único capaz de vigilar y guiar al muerto en su viaje a través del desierto y presentar al muerto delante de los dioses el día del juicio final. Controlaba el peso del corazón del muerto en la “balanza del maat”.


 
El pato por ejemplo se relacionaba con el nacimiento de los faraones.
La flor de Loto (foto color) es una flor acuática que muestra un comportamiento que cautivó a los antiguos egipcios hasta el punto de convertirla en flor sagrada.
Cada noche con la puesta de sol la flor se cierra y se sumerge bajo las aguas del Nilo. Cuando amanece la flor emerge, se abre y va girando orientada al sol para, al llegar la noche, cerrarse y volverse a sumergir. Al día siguiente, con el sol, la flor de loto volvía a salir. Esto lo entendían como nacimiento y regeneración. Esencia misma de la vida egipcia.
La flor de loto es una planta originaria del Alto Egipto (sur de Egipto), era la flor primigenia, la flor sagrada empleada para representar al Alto Egipto.

La planta del Papiro es la planta primigenia del Bajo Egipto (norte o delta del Nilo). Al cortar la planta en sección vieron que el tallo tiene forma piramidal. Por otra parte al juntar tres pétalos de la misma planta y colocarlos de forma invertida de nuevo la figura representada era una pirámide. La pirámide, huelga decirlo, era la forma sagrada para el Antiguo Egipto.
En todos los templos egipcios hay siempre representados flores de loto en la parte sur (izquierda del templo) y plantas de papiro en la parte norte (derecha del templo).
El halcón (Horus) significaba el bien, animal protector de los cielos egipcios, y marido de la vaca (Hator) diosa del amor, la maternidad, la belleza…

Observaron que el buitre (Nejbed) era el animal que volaba más alto y que veía muy bien de lejos animales muertos, bajaba a comerlos y contribuía así a “limpiar” y purificar el ambiente, por lo que fue considerado el protector del cielo del Alto Egipto.
El animal sagrado del Bajo Egipto era por el contrario la cobra (waquet). En el delta del Nilo donde este animal encuentra su hábitat idóneo para vivir en sus zonas encharcadas, y juncales, producía muchas muertes por sus ataques. Los habitantes del Bajo Egipto pronto quisieron evitarlo adorándola. Decidieron venerarla y convertirla en el animal sagrado del Bajo Egipto. Pensaban que adorándola estaría contenta y se evitarían sus mordeduras.
Estos son sólo algunos ejemplos de la observación de la naturaleza hecha por esta fascinante civilización que no hicieron sino sustentar toda una filosofía de vida. Podemos decir que la naturaleza marcó definitivamente la noción y el objetivo de la vida en el Antiguo Egipto.
Observaron que el sol nace, muere al caer la noche y vuelve a nacer al día siguiente. La luna nace y muere cada noche.


El río Nilo presenta también cambios en el nivel de agua, con crecidas y bajadas en sus orillas que se traducían en la salud de sus cosechas. El río baja el nivel de agua y entre mayo y septiembre vuelve a crecer.
Las plantas que cultivaban nacían, crecían, daban cosechas y volvían a salir para dar una nueva cosecha.
Si todo lo que les rodeaba era cíclico, no es difícil pensar que ellos entendieran que con el hombre pasaba lo mismo. El hombre nacía, vivía, moría pero después volvería a nacer. Convencidos de ello tal y como les había mostrado la madre naturaleza, enfocaron pues su vida a preparar también el viaje a la otra vida una vez murieran. (embalsamientos, ofrendas, etc.). El viaje al Más Allá. Debían prepararse lo mejor posible para el viaje a la siguiente vida. Quizá no les falte razón.

lunes, 20 de junio de 2011

Lago Nasser, el mar interior nubio


Otro crucero basado en los monumentos egipcios pero con mayor componente de soledad es el que efectúan unos pocos barcos en las aguas del lago Nasser. El Nilo es represado en Aswan por una construcción de descomunales dimensiones un poco más arriba de donde los británicos levantaron la primera gran presa en el 1902; justo encima de donde se hallaba la primera catarata del Nilo. El lago Nasser dejó bajo sus aguas otras 6 cataratas más y muchos monumentos faraónicos. En las aguas del lago se encuentran los últimos cocodrilos del Nilo en tierras egipcias (por cierto existe un museo dedicado al cocodrilo en el templo de Kom Ombo). La baja población de estos reptiles y las extraordinarias dimensiones del lago hacen muy difícil verlos pero de nuevo no faltan a la cita infinidad de aves como las citadas anteriormente. Nadan en el lago el pez tigre y la perca del Nilo, uno de los mayores peces dulceacuícolas del mundo.

La construcción de la presa originó como he comentado la anegación de muchos de los monumentos faraónicos nubios, si bien algunos de ellos como los famosos templos de Abu Simbel, fueron movidos de su emplazamiento original para salvaguardarlos de las aguas. Abro un paréntesis para comentar que España participó en ese proyecto y como agradecimiento el gobierno egipcio regaló el templo de Debod a Madrid.



Bajo las aguas quedaron no sólo monumentos y templos sino que el rió sepultó al pueblo nubio que vivía a orillas del Nilo. El lago Nasser es en la actualidad el mayor embalse del mundo (¡¡6.000 kilómetros cuadrados de extensión y 500 kilómetros de longitud!!), con casi toda su extensión dentro de Sudán, país en el que se unen por cierto el Nilo Blanco que nace en el Lago Victoria (Uganda) y el Nilo Azul que nace en Etiopía.

Sólo navegan unos pocos barcos en el lago, casi todos cruceros de lujo (como el que muestra la foto atracado en Abu Simbel) y la duración de los cruceros entre Aswan y Abu Simbel es de 3, 4 ó 7 días. Al navegar por el Nasser la sensación de calma y soledad es extrema, casi similar a la que produciría caminar por el desierto que rodea las orillas de este enorme lago artificial. Sin embargo no faltan a la cita nutridos bandos de garzas de diferentes especies y la presencia de solitarias aves rapaces que sobrevuelan el limpio cielo azul del punto más meridional de Egipto.



Y Claro, estando en Egipto uno no tiene más remedio que visitar templos y monumentos correspondientes a esta enigmática civilización. Y encantado, claro está. Observando sus construcciones y sobretodo, sus grabados, pinturas, esculturas y representaciones, se ve una más que evidente manifestación de los diferentes elementos de la naturaleza. Mañana os cuento algunos buenos ejemplos.

domingo, 19 de junio de 2011

Crucero ecoturístico por el Nilo. Aves y templos


Acabo de regresar de Egipto. He estado unos días de trabajo acompañando a un grupo de clientes. Parte del viaje se centró en la navegación por el Nilo y allí me reencontré el paraíso ornitológico que el río de la vida para los egipcios supone para los amantes de la naturaleza. Siempre que navego el Nilo no puedo evitar pensar en Agatha Christie y en la fauna de sus orillas. No tienen relación entre ellas, pero por separado van unidas irremediablemente al río; al menos para mí.

A lo largo del río abundan las islas, islotes, bancales de arena, orillas exuberantes, plantaciones de caña, juncales, campos de cultivo… un lugar idóneo para infinidad de aves. Unas de las mejores zonas para observarlas son Elsebaia y Fares, regiones situadas entre Edfu y Kom Ombo -dos visitas obligadas en los cruceros turísticos que surcan el río visitando los fabulosos templos egipcios-.
Se observan con facilidad diferentes especies de rapaces y pequeños pájaros pero es en el apartado de las ardeidas donde la avifauna del gran río africano sobresale. Garza real, gran garza blanca, garza imperial, garceta común, garzón blanco, garcillas bueyeras, garzas estriadas, garcillas cangrejeras, etc. se observan por doquier volando de un lado al otro del río, pescando o posadas entre las rocas y la vegetación de la orilla e islotes. Durante el día se acercan incluso a los muelles y se posan en los barcos (abajo adulto garceta común) para alimentarse de los pececillos que se arriman a la sombra de las naves, pero el espectáculo llega como siempre con el vuelo al atardecer hacia los dormideros que sitúan en islas, alejadas del tránsito y el bullicio de los barcos y falúas. En la foto superior (hecha sin objetivo largo para mostrar la distancia real de observación) aparecen de izquierda a derecha garza imperial, gran garza blanca y garcilla cangrejera.

Distancia real de observación, sin zoom.

A todos aquellos que vayáis a realizar un crucero por el Nilo os recomiendo fervientemente llevar en el equipaje unos prismáticos. Entre visita y visita faraónica, los pasajeros de los barcos ocupan su tiempo en descansar, dormir buenas siestas para recuperarse de los madrugones a los que el fuerte calor egipcio obliga, y tomar el sol en la piscina de la cubierta. Desde la cubierta superior, prismático en mano, disfrutaréis de una excursión ecoturística con la que en principio no contabais. Y sin pagar suplemento, ni dejar el euro de propina que los egipcios piden de manera asfixiante por cualquier cosa a los turistas.

Adulto de Garceta común.

Navegan el río en cruceros de 4 noches (Luxor-Aswan) ó 3 noches (Aswan-Luxor) modernos barcos a motor con capacidad de 30-200 personas, pero una opción interesante es hacer el mismo recorrido en falucas o falúas. Se sacrifica en este caso la comodidad de los camarotes en los barcos por la navegación a vela y la posibilidad de acercarnos más a las aves. Como las falucas dependen del viento la estimación del viaje está en torno a una semana. Existe un híbrido entre faluca de gran tamaño y barco tipo crucero que poseen camarotes muy bien acondicionados y mucho más exclusivos (6-20 personas). La duración del viaje es también de 7 días, pero es la opción más cara de las tres.
La cubierta es un excelente observatorio de aves entre visita y visita