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lunes, 4 de abril de 2016

Al fin, el ansiado caracal

Caracal en Serengeti

Acabo de regresar de un nuevo viaje a Tanzania. Han sido casi veinte días recorriendo los parques nacionales del norte del país dentro de mi viaje de autor en colaboración con Ecowildlife Travel a la Cuna de la Humanidad y coincidiendo con la gran migración en tierras tanzanas. En realidad han sido dos viajes en uno pues gracias a la fenomenal acogida de este viaje, el primer grupo de Semana Santa, se amplió con una segunda salida en la semana posterior. Casi 30 viajeros me han acompañado en este primer viaje del año al continente africano (aprovecho para dar gracias a todos ellos). Viajeros que, juntos, hemos tenido ocasión de disfrutar de los paisajes de siempre teñidos de un verde como corresponde a esta época del año a caballo entre el polvo de los días de sol y los barrizales de las primeras lluvias. Los dos últimos días en Serengeti la meteorología dejó claro que la temporada de lluvias fuertes había llegado para quedarse.

Y entre tanta belleza paisajística visitando los parques nacionales de Tarangire, Lago Manyara, Serengeti y el Área de Conservación del Ngorongoro, en ambos safaris el elemento dominante ha sido el afortunado encuentro con los grandes mamíferos.  En total han sido un centenar de leones, 9 rinocerontes negros, 6 guepardos (uno de ellos una hembra con cuatro pequeños cachorros), 7 leopardos y al fin, el ansiado caracal.
Encuentro con el caracal


El viaje ha deparado momentos del día a día de los felinos que siempre son difíciles de observar. Es el caso de la cacería de una cría de ñu por parte de un par de guepardos delante mismo del vehículo (brutal!!) o el árbol de la salchichas donde se encontraban un par de leopardos con la despensa llena (dos gacelas que se comieron también delante de nuestros atónitos ojos). Pero el que ha sido mi encuentro del safari tiene que ver con el caracal (Caracal caracal). Mi primer caracal. Había tenido la fortuna de ver 4-5 servales anteriormente, incluso un gato salvaje africano (especies muy difíciles de ver por su carácter solitario y nocturno) pero nunca antes me había topado con un caracal, felino de tamaño medio, con aspecto de puma y orejas de lince. Algunos se refieren a él como el lince africano. Bello animal que también por su carácter solitario y hábitos nocturnos, no había tenido la fortuna de observar en libertad. Hasta ahora. Ha sido un momento mágico, lejano y fugaz, pero mágico. Allí campaba de regreso a su morada, por las praderas cercanas a Naabi Hill. Las fotos no son las mejores pero si el testimonio de este bello recuerdo, un encuentro que no olvidaré. África, siempre África. 

viernes, 18 de mayo de 2012

Cosas de gálagos y ginetas

Una de las ginetas no pierde detalle de los gálagos.

Durante el día, a lo largo de un safari, la sabana africana se muestra espectacular y depara momentos fotográficos inolvidables: las grandes manadas de herbívoros, los felinos dormitando bajo los arbustos refugiados del calor, los elefantes avanzando en fila hacia el río… pero durante la noche la actividad animal es, si cabe, mayor. Una parte de la fauna descansa, o al menos trata de hacerlo, bajo el temor de sentirse presa de otra buena parte de la fauna. Es la hora bruja para los leopardos, los leones, las hienas, los chacales… también el momento de actividad para muchos otros animales como la civeta africana o la gineta.

La semana pasada, de regreso al lodge en Tanzania, dos leopardos que se cruzaron en la pista con las últimas luces de la tarde (más bien las primeras sombras de la noche), me avanzaban que la noche prometía en encuentros. Y así fue. En las inmediaciones del Lodge, mientras otros huéspedes cenaban, yo disfrutaba de una escena inusual para mis ojos: la relación entre los gálagos y las ginetas. Los primeros son unos primates nocturnos que se alimentan de insectos, frutas, etc. y las segundas unas carnívoras nocturnas que se alimentan, si pueden, de los primeros. El grupo de gálagos estaba integrado por unos 6-8 ejemplares entre los que se encontraba una cría que había sido elegida esa noche como plato principal por la gineta. Pasé un buen rato observando a los gálagos. La cría también se alimentaba de fruta entre las ramas más bajas. De pronto una gineta, a unos 20 metros comienza su maniobra de aproximación hacia la cría. Uno de los adultos, al ver a la gineta, se acercó a ella e incluso la atacó. Ésta salió corriendo y al poco regresó con refuerzos. Allí estaban los 8 gálagos, que ahora habían cambiado de árbol, emplazados en la parte superior de la copa –seguramente en el mismo lugar donde al final de la noche se reúnen para dormir- y abajo sin perder detalle… no una gineta –con la complicación que su observación siempre depara- sino tres. Una pareja de adultos y un joven.

Tal era la fijación de ambas especies por vigilarse que no me impidieron hacer las fotos que ilustran el post de hoy.

Dos gálagos... también vigilantes.

El final de la historia lamentablemente no os lo puedo contar, así estuvimos los tres –gálagos, ginetas y yo- un buen rato hasta que el cuerpo, sin ánimos de progreso por parte de los primeros, me recordó que era demasiado tarde y que a las cinco debía estar de nuevo en pie para otro nuevo safari…

domingo, 27 de noviembre de 2011

Más que playas en Zanzíbar



Cuando uno llega a Zanzíbar, en la costa de Tanzania, lo hace generalmente atraído por sus playas. Un altísimo porcentaje de visitantes sin mayor pretensión que un buen hotel y una buena playa –esto último abunda en la isla- en la que tomar el sol y descansar.

Zanzíbar tiene muchos más alicientes que los que esbozo en el primer párrafo. Por ejemplo Stone Town, la capital, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tiene un pasado histórico tristemente vinculado a la esclavitud pero también está vinculado al comercio de especias y es la cuna del kiswahili, la lengua que hoy se habla en Kenia y Tanzania. De Zanzíbar partían la mayoría de las expediciones que los grandes exploradores europeos emprendían en el continente africano. Mi querido Livingstone entre ellos, claro está. Aquí se formaban, se aprovisionaban, y de aquí salían las caravanas que se internaban en el hostil territorio maasai.



Desde el punto de vista natural, la isla cuenta con un patrimonio interesante protegido en diferentes parques y reservas marítimas y terrestres en el Archipiélago. Sólo aquí es posible contemplar por ejemplo los colobos rojos.

No me resistí a coger un kayak de mar para conocer el arrecife de coral y practicar snorkeling entre los corales del que está considerado uno de los arrecifes coralinos mejor conservados del mundo. Barracudas, sérioles, wahoos, peces arrecifales de todos los tamaños y colores entre gorgonias y madreporitos espectaculares. Los anillos de coral que rodean las islas de Pemba y Unguja, son impresionantes. Es aconsejable contratar una excursión de las muchas que se ofrecen para bucear, hacer snorkeling, etc. También flysurf… pero eso ya es otra cosa.

No dudéis en guardaros un día para ir a la Reserva natural del Bosque de Jozani, donde podréis observar los endémicos colobos rojos en este pequeño reducto selvático. Por cierto aunque se cree ya extinguido, se piensa todavía habita en la isla una especie autóctona de pequeño leopardo. Cruzad los dedos en vuestro paseo a ver si dais con él…

sábado, 1 de octubre de 2011

Tarangire, mis primeros felinos entre los baobabs de Tanzania

Parque nacional Tarangire
En las orillas del río Tarangire se concentra la vida, sobre todo en época seca.

Mi primer contacto con un parque nacional africano fue Tarangire. Sobra decir que le profeso un gran cariño. No fueron mis primeros safaris fotográficos pues venía de la reserva de Sinya, a los pies del Kilimanjaro, donde había visto los elefantes más grandes que he visto en mi vida.
Se cumple ahora un año de la puesta en marcha de este blog y, a modo de cumpleaños, he querido regresar a las tierras tanzanas en las que se consolidó mi fascinación por los safaris fotográficos y se despertó el amor eterno a la fauna y los paisajes de África.
Comencé este blog con una serie dedicada a Kenya y los parques y reservas más próximos a al norte de Tanzania, donde se encuentra Tarangire. Abro paréntesis para felicitaros a todos vosotros también, que al fin y al cabo sois los que leéis mis peripecias por el mundo y dais sentido al blog. Me reconforta mucho saber que lo que os cuento en cada post gusta y se sigue (sería muy triste “escribir al aire”), y me enorgullece saber que muchos seguís mis sugerencias en vuestros viajes. GRACIAS.

Los baobabs son los árboles más emblemáticos del parque.


El parque nacional Tarangire se encuentra en la zona por excelencia de los safaris tanzanos y suele formar parte de un viaje a través de otras áreas protegidas como el lago Manyara –famoso por sus leones trepadores-, el cráter del Ngorongoro una de las maravillas naturales por excelencia de África y el célebre Serengeti. El punto de partida y de final del viaje es Arusha, donde se encuentra el aeropuerto internacional Kilimanjaro.



Un leopardo (mi leopardo) dormita en la rama de un baobab.


Tarangire es un territorio de 2.800 kilómetros cuadrados y relieve eminentemente plano, importante por el magnetismo que ejerce el río Tarangire sobre la fauna residente y migratoria. En el paisaje dominan los baobabs, ese árbol tan característico porque parece que ha sido plantado al revés, con la copa bajo tierra y las raíces al aire. Sobre una de esas “raíces”, una gruesa rama de baobab, tuve mi primer gran encuentro con los ansiados felinos. Allí dormitaba plácidamente un hermoso leopardo. Aprovechando el aletargamiento diurno del animal y la distancia suficiente entre el árbol y el todo terreno (suficiente para no intimidarle) para observarlo un largo rato, bajo un sol abrasador y el acecho de las agresivas moscas tsé-tsé.

Cae la tarde en Tarangire.

No lejos de allí, la vida se concentraba en torno a las aguas del río Tarangire. Acudían jirafas, elefantes, gacelas, cebras, facóqueros… entre los termiteros y acacias anhelaba toparme con mi primer guepardo. No fue posible. A cambio, la tarde se remató con los primeros leones entre el bush (aunque también acostumbran a trepar a los árboles)… que gran recuerdo y que buenos safaris en Tarangire.

Elefantes, jirafas y cebras a orillas del Tarangire.

martes, 8 de febrero de 2011

El campamento de los elefantes


Una foto antes de retirarse prudentemente...


Fue mi primer contacto con el África negra. Después han seguido muchos otros –víctima sin cura del Mal de África- pero éste fue el primero y como tal, lo recuerdo bien y muy gratamente. Había estado con anterioridad en África pero siempre en países árabes, en África presahariana. La llegada a Tanzania fue fruto de lo que iban a ser unas relajadas vacaciones en Zanzíbar sin pisar el continente, pero esa es otra historia que por cierto siempre agradeceré a Nuria y la empresa Kibo.
Unas horas después de aterrizar en Zanzíbar, gracias a ella, volaba hacia Arusha para continuar por tierra a Sinya. Era el lugar, a las faldas del Kilimanjaro, del que Nuria me hablaba maravillas. La primera vez que uno piensa en venir a Tanzania sus deseos se centran en los grandes parques como Serengeti y Ngorongoro. Sinya no venía ni en el mapa, así que la cosa prometía. Son de esos sitios que sin verlos me gustan. Allí se encuentra Kambi ya Tembo (el campamento del elefante). Se trata de un campamento ecoturístico a los pies del Kilimanjaro gestionado de forma sostenible junto a la comunidad masai local y donde viven –doy fe- los ejemplares de elefante africano de mayor tamaño. Nuestro anfitrión, Kipululi ejerció además de guía en el safari a pie. Cuando uno camina en esta sabana espera ver jirafas, cebras, impalas, acacias, etc., pero de los gigantescos paquidermos mejor sólo de cerca… las huellas. Estábamos en su campamento, en su casa, así que ya se encargarían ellos de venir a visitarnos e invitarnos a salir de las tiendas –sin perder ocasión eso si de sacarnos una foto del inolvidable momento en el que acudieron en manada al campamento-. Los elefantes se mueven cada jornada en busca de agua para saciar su sed de 100 litros diarios y, como era época seca, supongo que los cubos de agua para la ducha situados encima de cada tienda suponían un auténtico caramelo.
Que gran momento. Sinya es contacto directo con la naturaleza africana. Sin tapujos. Sin las aglomeraciones de coches de los grandes parques nacionales. Una delicia vamos.