El blog de Ana Pérez Cañamares - poeta

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viernes, junio 22, 2012

Una reseña sobre En días idénticos a nubes, libro de relatos de Ana Pérez Cañamares

Por Miguel Ángel Mala
Adolescente fui, en días idénticos a nubes…
Donde habite el olvido, Luis Cernuda
Hay pocos versos más acertados en la historia de la literatura, más eficaces y certeros, porque definen como un dardo conceptos escurridizos. Ana Pérez Cañamares aprovecha una parte del verso, la que define, para dar título a este conjunto de lienzos, de duración corta en general, donde caracteres enormemente atractivos actúan en situaciones cotidianas. Y sin embargo, consigue que dichas situaciones revistan un trasfondo simbólico y nos transporten a momentos de nuestra propia vida que podríamos recordar mucho tiempo después de haber cumplido los ochenta años, en los que los días eran idénticos a nubes pasajeras, nubes que se sucedían sin descanso, como si jamás fueran a dar a un fin, porque durante la infancia –y adolescencia- uno aún tiene la impresión de que va a vivir para siempre.
Asistimos a escenas llenas de vida y de inocencia, de amor o frustración o incomprensión o un comienzo de comprensión de cosas que antes resultaban remotas, desconocidas e inasibles. Y es en la mesura, en la maestría narrativa, en una deleitable ingenuidad, donde los cuentos de este libro me recuerdan al mejor Chéjov. Por su virtuosismo en aparentar no decir nada diciéndolo todo, por su sencillez, por sus destellos de humor suave y bien templado. Por su cotidianidad, por su genio.
En mi opinión, los personajes infantiles o adolescentes se resisten a ser modelados, pues aún no se han forjado del todo, están, por así decirlo, a medio hacer en muchos aspectos, y se caracterizan por una indefinición, un vacío de experiencia, un ansia por encontrar la identidad que no ayuda demasiado a la hora de crear personajes con fuerza y autonomía. Sin embargo, si se sabe poner el acento en la forma en que se busca esa identidad, en la energía que desprenden y su práctica carencia de prejuicios, se pueden llegar a trazar las líneas de personajes poderosos, al igual que los mejores realistas del XIX, por ejemplo Dickens con esos niños tan auténticos de Oliver TwistDavid Copperfield o Grandes esperanzas.
Quizás también me recuerde a Carver, por supuesto, porque casi nadie ha sabido como él poner un corazón latiendo sobre una mesa, un corazón humano despojado del resto del cuerpo, reducido a su esencia, a su sentir primordial y definitivo, en situaciones del día a día, y hacernos sufrir o alegrarnos o compadecernos o madurar con las vivencias de otros. Como cuando, en «Caballos en la niebla», la mujer y el hombre se pelean con la certeza de que su matrimonio se ha ido a pique y nada será capaz de remediarlo. Y esos caballos en la niebla, esos caballos que surgen de la nada, como apariciones fantasmales o símbolos lorquianos de un destino de lo menos trágico, convierten sus problemas en detalles de un mundo lejano, al lado de aquella visión, de los caballos perdidos en la niebla pastando mansamente a la puerta de la casa de campo, agitando crines y cabezas peludas en tanto que devoran con meticulosidad los brotes tiernos de la hierba en medio de la noche. Algo así es el celofán del personaje Mario, de ese niño que superpone tiras de colores a una televisión para que John Wayne cabalgue sobre el arco iris. Algo así como caballos en la niebla que perfuman con su naturaleza de sueño el blanco y negro de la realidad cotidiana. Doy gracias a la autora, Ana Pérez Cañamares, por haber escrito esta maravilla.
(Texto extraído de la página Factor Crítico. !Mil gracias!)

martes, noviembre 15, 2011

Julio Castro sobre mí en laRepúblicaCultural

Mientras Alfonso López la presenta al inicio del evento poético ella se entretiene con una miniatura de criatura que anda jugando muy tranquila por allí, entre la gente, y llamando la atención de todo el mundo (la hija de la bailarina Lucía Marote), y Ana que prometía estar nerviosísima esta noche, realmente en ese momento se encuentra en otro mundo, el de esta niña, que seguramente es más cercano a su creación poética que el del resto de asistentes.



Cuando terminan de presentarla y se sienta a leer ante un barril de cerveza, donde ha posado sus montañas de libros de diversos autores y autoras, con señales entre las páginas, tarda un rato en descubrir que no cabe en ese hueco, en este lugar lóbrego en el que nos reunimos: “con permiso, me voy a espatarrar, porque no entro bien aquí”, dice, pero cuando le hacen hueco para que se acomode, aclara “gracias, (pero en realidad estaba más cómoda de la otra manera)”. Es parte de su continuo humor en el que mezcla los modos con las palabras, igual que hace en sus textos.



Si a Ana Pérez Cañamares le quitamos el dulce gesto de la cara, o la expresión de niña traviesa, nos queda un personaje auténtico, de esos que siempre he pensado que están al otro lado de los libros que me gustan, de la literatura o de la narrativa que tiene un interés. Cuando la leo en sus blog y demás, me parece una mujer que, con su tremenda inocencia en el modo de exponer las cosas, está más cercana al análisis profundo de la realidad que la mayoría.

(sigue aquí...)

jueves, mayo 05, 2011

María Villa sobre Alfabeto de cicatrices

Tengo, por qué no decirlo aunque suene a confesión, una cierta predilección por los poemas de Ana Pérez Cañamares. No ya por conocer la calidad personal de la autora, sino porque desde que leí por primera vez sus poemas no he dejado de seguirla. En cada uno de sus poemarios, Ana, ha sabido, sin pretenderlo, arrancarme una sonrisa en algunos poemas y unas lágrimas en otros.

Eso, sucede sin dudas cuando un poemario te llega, cuando no necesitas del mapa con el “Usted está aquí” porque cada poema pasa por el centro del corazón de quienes los leen.

En “Alfabeto de cicatrices” (Con pulso de artificiero/ escojo las palabras./ Manejo con tacto/ la nitroglicerina de cada sílaba// Por culpa de palabras mal usadas/ a mi corazón lo cruza/ un alfabeto de cicatrices) la autora, como los tres capítulos en los que divide el poemario, hace realidad eso de que “Tropezón que das… “, “… y no te caes…”, “… camino que adelantas”.

Ella adelanta en su poética, adelanta en sus sentimientos, en su madurez como poeta rastreando cada una de las cicatrices de su vida. Poemas de su día a día, a su hija, a su padre, a su caminar cansado hacia la rutina diaria. Poemas que se despiertan en una tarde de siesta. Poemas que podían pasarnos a cualquiera de nosotros, podían contar algún episodio de nuestras vidas.

Así, Ana se sumerge entre versos en la búsqueda de algo que la haga dejar de masticar rabia por el día a día y quizás, a ratos, la poesía la distrae de todo lo que no es perfecto en la vida de nadie y al escribirlos, pero sobre todo, al publicarlos, Ana nos ofrece la oportunidad de que también nosotros podamos luchar por dejar de masticar la rabia, aunque sea, a ratos.

La autora vuelve a temas que ya había tocado en su anterior poemario pero esta vez desde un punto de vista más profundo, más interior si cabe. Es normal esta vuelta si tenemos en cuenta que Ana se dibuja a sí misma a través de sus versos. Metáforas que nos ayudan a entender sentimientos se contraponen a una realidad llena de metros, árboles y aviones que ella se conoce de memoria.

Un magnífico poemario que releo ahora por tercera vez y que tengo que recomendar como lectura aunque lamentablemente, conseguirlo es dificil en la mayoría de las ciudades y hay que acabar pidiéndo a la librería que nos los traiga. Un poemario que sin dudas os dejará también a vosotros algunas cicatrices.

MARÍA VILLA, en su blog Estrella Nazarita.
Mil gracias.

martes, mayo 03, 2011

Miguel Baquero, en La tormenta en un vaso, sobre Beatitud

Ediciones Baladí, Alcalá de Henares,2011. 357 pp. 20 €

Miguel Baquero

Surgida hacia los años cincuenta en Estados Unidos, la beat generation supuso una auténtica ruptura con los modos de vida imperantes por entonces, con un país que empezaba a despegar apoyado en gran medida en la inconsciencia consumista y en la abdicación de responsabilidades a favor del bienestar. Sobre actitudes transgresoras, como el consumo de drogas, el sexo desinhibido y libertario, y en cuestiones estéticas la improvisación en el relato o en el poema (al modo de sus admirados héroes jazzísticos) los autores de la beat generation (Burroughs, Gingsberg, Cassady, Kerouac, Ferlinghetti, Corso y varios más) marcaron, para el presente y el futuro, todo un estilo literario y, lo que sólo los grandes consiguen, en solitario o en grupo, marcaron toda una mentalidad y una forma de vivir cuyos ecos persisten hoy en día.
De ello, de la influencia de aquellos alucinados escritores, quizás los últimos rebeldes y bohemios auténticos de la Literatura, quiere dar testimonio Beatitud (visiones de la beat generation), un libro donde 33 autores, de diferentes edades y nacionalidades, escriben sobre la manera en que poemas como Aullidos, o novelas como En el camino, Los vagabundos del Dharma o El almuerzo desnudo condicionaron su pensamiento y, en varios de los casos, su forma de vida, sobre la base del viaje, de la búsqueda continua de no se sabe muy bien qué, pero en todo caso al margen de lo fácil y de lo establecido, de la sensibilidad y las reglas comunes, tanto vitales como estéticas. Son, como se ha indicado, autores de diversas edades, desde algunos que perfectamente podían haber sido los hermanos pequeños de aquellos autostopistas con una novela en progresión en el macuto (una de las participantes, de hecho, nos narra cómo llegó a San Francisco en los últimos tiempos de aquella súbita fiebre vital), y otros que apenas si han llegado a conocer el eco de la leyenda de aquellos tipos, o a advertir en sus páginas la fuerza que desprendieron en su día. Compuesto de textos, pues, de diferentes estilos, de diversas orientaciones y de variados puntos de vista, el nivel general del volumen es excelente. Hay cuentos sencillamente geniales, deslumbrantes, enormes, como “On the soviet road”, de Miquel Silvestre, donde el autor nos cuenta un viaje en moto por la antigua Unión Soviética en un periplo que, aunque más breve, por supuesto, poco tiene que envidiar a la novela en que se basa. Otros asimismo excelentes, como “Al final de la carretera”, de José Ángel Barrueco, o “Eligiendo un camino”, de Pepe Pereza, donde con un marcado sentido del humor nos hablan de lo difícil que resulta seguir aquella senda abierta por los beatniks, y cómo tantas veces nuestros deseos se estrellan contra la realidad. “La India o el miedo”, de Ana Pérez Cañamares, crónica de un viaje accidentado, y no otra cosa, de una hippy fuera de su tiempo que nunca llegará a Katmandú. La visión bucólica de Patxi Irurzun en “Mi padre, los libros Reno, Ned Flanders y los beats, todo en la misma frase” (magnífico título, por cierto). El cuento brutal “Huellas en el polvo”, duro y contundente, de David González. La valentía de Mario Crespo en “Ruta 23”, al hablar sobre la tan denostada y ridiculizada “ruta del bakalao” con un eco de lírica beat…
Como en todo libro conjunto, por supuesto, existen los altos y los bajos, en este caso varios autores que aprovechan la estética beat como excusa para el desparrame en textos sin sentido, en ejercicios onanistas presuntamente líricos, o que malcubren el expediente con el recurso, cansino y aburrido, al “no se me ocurre nada y se agota el plazo”. Pero aparte de estos casos, pocos y seguramente inevitables en toda obra conjunta, el nivel general es excelente y en las páginas de Beatitud se siente a menudo, al doblar una página, el pulso vital de los homenajeados. El eco, en muchas ocasiones cercano, de aquellos viejos beatniks.

En el blog La tormenta en un vaso. Gracias.

miércoles, marzo 02, 2011

Crítica de José ángel Barrueco a El ritual de lo habitual, poemario de Cristina Morano

En El arte de agarrarse, el anterior libro de Cristina Morano, a mi entender una poeta con mayúsculas, leemos estos dos versos en el arranque de un poema:

Vengo a la herida,
la describo.

Y eso es, precisamente, lo que ha vuelto a hacer la autora en este libro, El ritual de lo habitual, cuyo título se corresponde con el de un álbum de Jane’s Addiction: lo que ha hecho es acercarse a las heridas, hurgar en ellas con pericia, describirlas con maestría…

El ritual de lo habitual, aunque es un poemario, podría haber sido un libro de relatos a la manera minimalista de Raymond Carver, o una de esas películas independientes del cine norteamericano, fragmentadas en episodios, y cada uno de ellos protagonizado por un personaje distinto.

Porque en sus páginas se nos cuentan historias. Historias de mujeres. Historias de mujeres reales, famosas o inspiradas en lo que ella ha oído en las calles o visto en las noticias. Los títulos de cada poema son extensos: confieren un nombre o un apodo a cada mujer, aluden a su profesión o a su característica más destacable. Los nombres de esas mujeres contienen su importancia, porque mediante esos nombres ella las vuelve más cercanas, logra que vivan en el papel, que respiren entre líneas: Sabrina, Nieves, Ana, Maruja, Francisca…

Están, por un lado, las mujeres célebres. De ellas, Cristina jamás revela el apellido, pero nos proporciona los suficientes datos para que sepamos sus identidades. Por ejemplo: Nieves Álvarez, Elena Salgado, Sylvia Plath…

Están, por el otro, las mujeres anónimas. Las mujeres fuertes, las que luchan a diario entre sus trabajos brutales y su cargamento de hijos, facturas y responsabilidades: Emilia, Asifa, Ileana…

Si las juntamos a todas, el lector percibirá una honda preocupación por las múltiples aristas laborales en las que la mujer actual trata de sobrevivir: tenemos a la modelo, a la poeta, al ama de casa, a la recolectora de fresas, a la mendiga, a la estudiante… Un abanico de posibilidades, de vidas y de tramas, que le sirve a Cristina para ejecutar su danza alrededor de varios temas de suma importancia: el abuso de poder, la injusticia, la obediencia ciega…

Cristina Morano ha escrito poesía de la auténtica, de la que duele, con elementos y ambientes muy difíciles de capturar en un poema: la épica de los centros comerciales, la política, o esa trabajadora sometida y brutalizada…
Son ejemplares, por citar dos casos, los poemas dedicados a Maruja, una estudiante de peluquería, y a la estrella mediática Belén Esteban. Porque, en ambos retratos, Cristina nos descubre sus heridas. Observen la precisión con la que, en cuatro versos, describe a Belén Esteban:

De canija soñaba con tener una casa
en un sitio mejor y con verde;
ya estaba cansada en el sueño,
así que imagínate ahora.

O veamos el modo en que sintetiza a esa estudiante de peluquería en los siguientes versos:

¿O seguirán pasando las horas
hacia ese sábado de chandal y perros
en los centros comerciales?
A los cuarenta todavía
tenemos cara de niñas.

Resulta refrescante, además, la manera en la que Cristina introduce en los poemas citas de Allen Ginsberg o Anne Sexton, alusiones a J. G. Ballard o a Jim Carroll, letras de canciones de Burning o frases de películas.

De manera que se dan la mano la cultura popular, las vidas desgraciadas y las cuitas de las celebridades, y todo ello sin desatender ese análisis del poder y de la obediencia. Manejar tantas referencias y tantas críticas al sistema que ha tratado de subyugar a la mujer no es fácil: y, en la empresa, ella sale victoriosa.
Por eso me parece explosivo este poemario breve, fantástico, único en su especie, titulado El ritual de lo habitual.


José Angel Barrueco
(Tomado del blog La Morano. Gracias)

martes, marzo 01, 2011

Reseña de Poetas jóvenes en un nuevo paradigma


Esto dice M. Cinta Montagut en the Barcelona review sobre el encuentro que M. Ángels Cabré y Concha García organizaron en la Librería Bertrand el pasado noviembre:


Presentadas por Concha García y M. Ángeles Cabré, se celebraron el la Librería Bertrand de Barcelona las Jornadas de Poesía que anualmente organiza la Asociación Mujeres y Letras con el fin de dar a conocer la obra de escritoras y, sobre todo, de abrir un debate en torno a la escritura y la creación poética. Este año, con el título Poetas jóvenes en un nuevo paradigma, las jornadas reunieron a las poetas Cristina Morano, Ana Pérez Cañamares, Silvia Bel, Mireia Calafell, Inma Luna e Isabel Bono.
Desde aproximadamente el año 2008 la poesía española conoce un fenómeno nuevo, paralelo al que se constata en otros países y otras lenguas, que es la irrupción en la red de la escritura poética que busca en el ciberespacio -y, naturalmente, encuentra- una difusión amplia e inmediata. Los poetas dan a conocer sus versos en blogs personales antes de publicarlos a la manera tradicional, es decir, en un libro impreso, con lo que el contacto entre poeta y lector se hace casi instantáneo y así el poeta puede, sin ninguna intermediación, recoger la reacción que su escrito provoca en los lectores . Dentro de los poetas que se acogen a este nuevo sistema de comunicación hay un número importante de mujeres que están dando a conocer su creación a través de las nuevas tecnologías.
Mujeres y Letras, atenta al devenir de la poesía que se escribe en nuestro país, invitó a las seis poetas arriba mencionadas, que se inscriben plenamente en esta nueva manera de trabajar en poesía, ya que casi todas ellas tienen abiertos blogs en los que, bien publican sus poemas, bien escriben sus reflexiones sobre la poesía o la vida.
Tras la lectura de los poemas propios que hizo cada una de las participantes se entabló un interesante intercambio de ideas sobre el tema de la difusión de la poesía por internet, y sobre cómo este medio puede influir en el lenguaje con el que se escribe.
Para Inma Luna, por ejemplo, el blog es como la habitación propia de la que habló Virginia Woolf, y afirma que la va construyendo a ella misma como escritora antes de pensar en dar sus poemas a la imprenta.
Isabel Bono ve el blog como un entrenamiento para la escritura creativa. Gracias a él contacta con la realidad y decanta el lenguaje con el que escribir poesía.
Todas las participantes consideran que el blog es una experiencia positiva que las conecta con el mundo como nunca antes los poetas habían conectado.
El debate estuvo muy animado en las dos sesiones, y fue muy positivo para conocer la obra de estas jóvenes poetas que tienen por delante un futuro prometedor.

M. Cinta Montagut

(Muchas gracias)

martes, febrero 22, 2011

Se empieza a hablar de Beatitud: reseña en La República Cultural


Blanca Vázquez - http://www.larepublicacultural.es/

Lo atractivo de las jóvenes editoriales es que discurren al margen de modas, o quizá nos atrevemos a decir que las modas las inauguran ellas, al ir por libre y destapar corrientes o literaturas que han degustado y calificado como de interés artístico. Es decir que pasan de populismos que no hacen más que ensuciar la cultura real, que no siempre es fácil, ni tiene porqué ser fácil. Ediciones Baladí lleva ya algún tiempo sorprendiéndonos, por eso apostamos por ellos.

Su última novedad no puede ser más peculiar y revisionista, acercarse a la Generación Beat con Beatitud, visiones de la Beat Generation, compilada y editada por Vicente Muñoz Álvarez, poeta y escritor e Ignacio Escuín, escritor y director de la editorial Eclipsados. Volumen formado por 32 relatos referentes, de una manera u otra, a los Beats y todo lo que significaron en el arte y el comportamiento, convertidos en un fenómeno cultural que arranca con Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Neal Cassady, Gregory Corso, Diane Di Prima…adscritos y firmantes de un pensamiento oriental, hippy, meditativo, místico y comunal. Surgidos en una década, los cincuenta, en la que los valores clásicos estadounidenses ahogaban la libertad y la creación de mentes efervescentes como ellos.

¿Ha influido este legado de escritores y sus lecturas en las últimas generaciones de narradores españoles? Así lo creen Muñoz Álvarez y Escuín que se han hecho la ruta on the road para recoger en su camino a los poetas y escritores con más potencial de nuestro panorama. Una deuda estética e incluso vital que nos deja sin palabras, todo hay que decirlo. Once mujeres y veintiún hombres, todos con un historial narrativo y poético bastante repleto y en muchos casos vanguardista y experimental, componen este discurrir de relatos cortos, en los que el lector oscila entre una prosa tersa, sólida, hábilmente elaborada, a una prosa juguetona, abstracta, “colocada”, y otras proezas más personales, que despiertan menos entusiasmo. En todo caso todas conforman un paisaje en el que todos los caminos conducen a Jack Kerouac y los poetas beats, como afirma Uberto Stabile en su soberbio relato, Las cenizas de Allen Ginsberg: “Bob Dylan fotografíado junto a la tumba de Kerouac, Patti Smith proclamándose hija política de William S. Burroughs, Wim Wenders rindiéndole homenaje En el curso del tiempo, Tom Waits reconociendo ser una consecuencia de las lecturas de Jack. El resurgir del zen y los movimientos pacifistas y ecologistas, y la defensa de los aborígenes y las culturas indígenas en total consonancia con la filosofía de Snyder, Ed Sanders y otros beatniks. La libertad sexual, la liberación de las llamadas «drogas blandas» y la denuncia del nuevo orden mundial, todo ello ya presente en los textos de Allen Ginsberg. El espíritu de Leroi Jones explícito y vivo en el rap más radical. Y más y más conexiones y gustos coincidentes: Jean Genet, Paul Bowles (inquietante el relato Cabeza de gardenia de Carmen Camacho referente a Jane Auer Bowles), el haikú, Phillip Glass, la escritura río, el jazz, Cortazar, Frank Zappa, Lou Reed, Marian Faithful, Truman Capote…”.

Un descubrimiento gratificante para el lector este grupo de narradores poco iluminados por los grandes medios, pero quizá ellos lo prefieran así para ser más auténticos, más verdaderos. Viajamos entre relatos que mentan la serie Los Simpson (Ned Flanders en concreto), conducidos por la pluma de Patxi Irurzun; traza juegos temporales Ana Pérez Cañamares en La India o el miedo; homenajean al último beat, (Gregory Corso) en la escritura de José Ángel Barrueco; asoma un aire de coleguilla y porrillo con David González en Huellas en el polvo; o ese aroma surrealista de Pi, por Almudena Vidorreta; notable como pocos el de Eduardo Almiñana, Three´s a Crowd; mezcla de ensayo y relato personal el de Ruta 23 de Mario Crespo; un milagro original a lo Carrolliano como "Jack, tenemos que hablar" de Inma Luna; Filosófico pero caótico David Mardaras con Dios; más convencional Pepe Pereza en Eligiendo camino; o sublime, fantástico, divertido, cinematográfico y genialmente hipnótico Miquel Silvestre con On the (Soviet) Road. Pocas veces nos hemos reído tanto con un relato. Muy trabajado pero algo espeso en su resultado final Eloy Fernández Porta confiere a La compañía de finanzas amistosas un magma de efecto LSD, lo cual tiene su gracia, dependiendo el día que tenga el lector.

Agridulce indagación a ritmo de beatifica literatura. Nos ha encantado esta propuesta de Baladí, por la que sin duda nos jugamos los cuartos en esta mezcla de frivolidad, filosofía, recordatorio, ficción, ideas, alucinaciones y lenguaje a buen ritmo. Todo un travel-writers.

viernes, febrero 11, 2011

Una reseña de Alfabeto, por Enrique Villagrasa, en Qué leer


Va a hacer un año que salió Alfabeto, y me sigue dando alegrías. Esta vez ha venido de Enrique Villagrasa, que publica esta reseña en la revista Qué leer:

Asombrosa Ana

Alfabeto de cicatrices, de Ana Pérez Cañamares, es la poesía elevada a la enésima potencia, asombrosa capacidad descriptiva y explicativa. Poemas que indagan en el poderoso lenguaje, en la aventura vital que los hace realidad, con ecos de los mayores e imágenes lorquianas que hacen palidecer a los poetas modernos, pues les recuerda que no hay verso "que parta por el canto una moneda" por muchos saltos jabonados que den. La poesía de Ana deja en el viento sombras de silencio.


Enrique Villagrasa, Qué leer, Febrero 2011.


(Muchas gracias.)

martes, enero 25, 2011

El recital de Gsús y Ana, por Mayte Sánchez Sampere

Así cuenta Mayte Sánchez Sampere el recital que ofrecimos Gsús Bonilla y yo en La Marabunta el pasado viernes:


Nunca son mis crónicas un erudito análisis de poetas o poemas, porque no doy para tanto en conocimientos. Por eso suelo hacer lo que denomino "crónicas sentimentales", de la misma manera que cuando hablo de poemas o poetas lo hago desde lo que me hacen sentir, no desde el intelecto.


Ayer, viernes 21 de Enero, en La Marabunta, Gsús Bonilla y Ana Pérez Cañamares nos ofrecieron un recital emocionante, divertido, directo a la mandíbula... un recital de esos que hacen pensar y empujan a seguir creando porque tenemos todo por decir y a veces demasiada cobardía o comodidad para atrevernos. Y no me refiero a criticar a los demás, a decirles "abrid los ojos", sino a abrirlos nosotros mismos a nuestras propias miserias. La denuncia pocas veces empieza con un reconocimiento de los propios errores... y es una pena, porque eso es lo que hace crecer.


Gsús leyó poemas de su recientemente publicado "Ovejas esquiladas que temblaban de frío". A mi este poemario, este enorme poeta, me ponen los pelos de punta. Cuando recitó Otros tiempos se me saltaron los remaches del ombligo, esos que hacen que el mundo gire alrededor de uno mismo durante la mayor parte del día...


OTROS TIEMPOS
Gsús Bonilla

hubo gentes que adoraron al centeno

y al trigo

y al dios Pan
que acababa de ser madre

hubo hijos
aferrados a las rueda de un molino
donde hubo gentes
que soñaban mondas de patatas noches de mucho frío

y soñaban carbón
y saliva

y llagas

llagas también

hubo hambres
que soñaron gentes
y misericordias soñando gentes

y hubo horrores
soñando hombres y mujeres tatuados con un numero

hubo mujeres
que rezaron cruces
y hubo señales que soñaron lutos

y lutos soñando brevedad

y sueños de tiempo
y gentes que soñaron otros tiempos.



Ana Pérez Cañamares es una poeta que desde que la conozco da la impresión de que podría haber sido una hermana mayor (poco) con la que me hubiera llevado fatal toda la vida hasta hacernos adultas y a partir de ahí habríamos aprendido a discutir sin matarnos. Me gusta mucho como escribe, como su poesía desnuda, muestra, deja ver y al tiempo interroga. Es como si pasases ante un escaparate con un espejo al fondo: te ves de refilón cuando crees ver a otro, adivinas la humanidad propia a través de la ajena, de la suya. Y no te vas a casa como viniste.


No os pongo poema de Ana porque no sabría cuál elegir, si queréis leerla, pasaos por su blog, El alma disponible y os daís un banquete.


En definitiva, de nuevo una noche de poesía, risas, amigos, vinos y proyectos.

MAYTE SÁNCHEZ SAMPERE

Muchas gracias, Mayte. Leído en su blog: aquí.

lunes, diciembre 13, 2010

El texto de Marta Sanz para presentar Ovejas es quiladas que temblaban de frío, de Gsús Bonilla


TEXTÍCULO Ó Nueve razones para leer y disfrutar de Ovejas esquiladas que temblaban de frío. LA BUENA VIDA 10/11/10.


Voy a tratar de compartir con vosotros algunas de las razones por las que este poemario de Gsús Bonilla, no es que me guste, sino que me gusta mucho...

1) Por una escritura que surge desde una conciencia histórica de clases. Lo que me lleva a añadir una razón estrechamente vinculada con ésta: la intrepidez de un poeta que no tiene miedo de no estar “a la moda” y que no es “moderno” en el sentido comercial de la palabra, sino que es “moderno” en el sentido ideológico, profundo.

2) Por la austeridad de pequeñas palabras con las que se dicen, sin altisonancia, las grandes cosas. Porque esta es una poesía para ver la realidad, no para disfrazarla.

3) Porque el mundo de Atrapa-tontos –y entenderéis a qué me refiero cuando compréis y leáis el libro o cuando lo leáis y no os quede más remedio que comprarlo-, como decía, porque el mundo de Atrapa-tontos en sus gestos cotidianos, encierra su propia violencia y también a otros mundos que son éste mismo que cada día nos toca vivir. A menudo, para confundirnos, quieran separar, desgajar, ambos territorios a través de la estrategia de una falsa lejanía, de los kilómetros que separan la causa del efecto y del exotismo de detrás de las pantallas de los televisores. Pienso en las palabras que Gsús le dedica a Gaza y pienso que Gaza está aquí. Gsús no juega a confundime. No me manipula. Comparte conmigo.

4) Porque esa distancia fingida y manipuladora no lo es, en el poemario de Gsús, del espacio ni tampoco del tiempo: conviven con nosotros, forman parte de nosotros, esos tiempos de memoria de la miseria a los que no se les puede echar tierra por encima. Sepultarlos con dos paladas como si no fueran nuestros y no se nos hubieran quedado impresos en las arrugas de los ojos y en las líneas de la mano.

5) Porque el poeta se atreve a decir cosas que no nos gusta escuchar, cosas que incluso han dejado de ser “literarias”: por ejemplo, que existe un cuarto mundo en el mejor de los mundos posibles: éste.

6) Porque creo que Gsús denuncia el silencio de las tradiciones revolucionarias frente a las nuevas revoluciones “modernitas” y sabe hablar de todas estas cosas –pensar en todas esas cosas, visibilizarlas...- sin sentimentalismos, rompiendo moldes poéticamente previsibles, cómodos, familiares. Pero además es que, asociado a ese riesgo estético, está el riesgo ético y político de no evitar aludir al coste de la vida, la desigualdad de oportunidades, las alienaciones, la violencia como sustancia, retórica y temática, del poema.

7) Porque esta es una poesía escrita desde la incomodidad no desde la complacencia en lo bien que suenan las propias palabras. Es la poesía escrita por un culo de mal asiento. Bienvenidos sean esos culos. No son poemas que puedan enmarcarse como una labor de punto de cruz que va a ser colgada en la pared. No son poemas para exhibirse. Ni poemas decorativos. Ni poemas música ambiente. Son textos que cuestionan el concepto de “lo bonito” y la necesidad de que la poesía lo sea. No son poemas para que un profesor te dé una palmadita en la espalda y un notable alto. Son poemas para suspender la refitolada asignatura en la que a menudo se convierte el lenguaje de la poesía. Poemas vivitos y coleando que ojalá se claven en el centro de la cornea de los embalsamadores.

8) Por sus impagables metáforas de animales.

9) Porque el poemario, igual que ese Pinocho que tanta importancia tiene en el libro, es un viaje, un rito iniciático, una historia donde crecer es decrecer y sentir que, siempre, siempre hay que tener los ojos abiertos. Porque Gsús, con sus poemas, nos transmite cierto miedo a quedarnos dormidos y, por lo menos, a mí me invita a no desfallecer y a resistirme.

MARTA SANZ
Texto escuchado en directo, y copiado ahora del blog de Gsús Bonilla.

miércoles, noviembre 24, 2010

Lo que dice el poeta J. Jorge Sánchez sobre Alfabeto

(Poema visual de José Blanco: Situación.)


(I)





La ocurrencia de Roland Barthes "el grado cero de la escritura" es lo primero que me vino a la cabeza mientras leía Alfabeto de cicatrices de Ana Pérez Cañamares. Digo ocurrencia porque, en rigor, no se trata de un concepto aunque muchos culturalistas de los departamentos de literatura norteamericanos quiera considerarlo como tal. Uno es de la opinión que Barthes era un excelente escritor, original, inventivo pero poco riguroso como científico. Así, si se busca una definición clara y simple de la expresión "el grado cero de la escritura" la decepción será inevitable. Está mal definida, es ambigua e imprecisa. Sin embargo, es sugerente y ahí está su éxito.

De esta capacidad para sugerir tomo una de sus vertientes que me parece la más próxima a la que tenía en mente conforme iba avanzando por el texto de Ana (la cursiva es propia):

"Guardando las distancias, la escritura en su grado cero es en el fondo una escritura indicativa o si se quiere amodal; sería justo decir que se trata de una escritura de periodista si, precisamente, el periodismo no desarrollara por lo general formas optativas o imperativas (es decir patéticas). La nueva escritura neutra se coloca en medio de esos gritos y de esos juicios sin participar de ellos... realiza un estilo de la ausencia que es casi una ausencia ideal de estilo; la escritura se reduce pues a un modo negativo en el cual los caracteres sociales o míticos de un lenguaje se aniquilan en favor de un estado neutro e inerte de la forma; el pensamiento conserva así toda su responsabilidad, sin cubrirse con un compromiso accesorio de la forma en una Historia que no le pertenece. Si la escritura de Flaubert contiene una Ley, si la de Mallarmé postula un silencio, si otras, la de Proust, Céline, Queneau, Prévert, cada cual a su modo, se fundan en la existencia de una naturaleza social, si todas estas escrituras implican una opacidad de la forma... la escritura neutra recupera realmente la condición primera del arte clásico: la instrumentalidad"

Del batiburrillo, una idea: hay escrituras extremadamente depuradas que se acercan mucho a la mera indicación, al acto de mostrar, a una especie de ostensividad que podría, permítaseme la licencia literaria, semejar el señalamiento de una pura referencia. Pues bien, el libro de Ana es uno de los más logrados, como ejercicio de un grado cero de la escritura en la poesía narrativa, que he leído en los últimos tiempos.


(II)

Mal que nos pueda llegar a pesar, la literatura y, por supuesto, la poesía es un artificio, una construcción, una ficción en su sentido más amplio: no es el mundo, no son las cosas. Forma parte de él sí, pero es como un mapa y el mapa no es el territorio que describe, pese a que en él pueda haber mapas abandonados o apilados en la sección cartográfica de una librería de una ciudad señalada en él. Si fuera exactamente como él, si no fuera un artefacto, una convención, una selección, una modelización de la que se destacan algunos elementos en detrimento de otros, tendría -como ya señaló Borges- su misma extensión y no nos serviría para nada*.

No obstante, esta selección, esta simulación que es el arte, el lenguaje mismo, los diferentes códigos verbales y no verbales, puede ser trabajada y pulida en direcciones opuestas para describir la realidad.

Puede sofisticarse en un enroscamiento de figuras y tropos, de artificios legados por la tradición o también de innovados, buscando decir cada vez más elevando exponencialmente los recursos denotativos y connotativos. Se está entonces ante una poesía rica en metáforas y recursos estilísticos, que puede ser o no críptica en función del elevado número de desambiguaciones que sean precisas en la operación comprensiva.

Y también hay otra dirección, esa que tiende al "grado cero" del que hablaba Barthes. Una poesía que restringe al máximo el impulso retórico, que depura su construcción hasta conseguir lo máximo con lo mínimo buscando reducir -en la medida de lo posible- el discurso a su más pura condición instrumental (un horizonte, con todo, imposible).

En esa dirección encuentro Alfabeto de cicatrices soberbio y de gran mérito porque lograr que el constructo del yo poético prácticamente desaparezca para alumbrar una realidad descrita con gran finura y minuciosidad no es algo fácil. Requiere de unas destrezas poéticas y humanas que no están al alcance de todos.


* "...En aquel Imperio, el Arte, la Cartografía, logró tal perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una ciudad; y el Mapa del Imperio, toda una provincia. Con el tiempo estos mapas desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él".


(III)

La empresa de desensamblar ese artefacto que es la obra de arte y refinarlo hasta dejarlo en un puro esqueleto (la versificación más escuálida, la presencia de aquellas figuras sintácticas y semánticas realmente imprescindibles o la mínima arquitectura interna), de aproximarse al "grado cero" poético que muestra su objeto con la mayor transparencia, con el menor artificio, casi como si se tratara de un documental que esconde su montaje y realización extremadamente complejo, es uno de los aspectos más destacables de Alfabeto de cicatrices.

Huelga decir que, obviamente, el gusto de uno está vinculado a ese principio elemental que dice que cuando al leer un poema piensa que ojalá se le hubiera ocurrido a él, que ojalá lo hubiera escrito él, está ante un poema que le gusta. En ese sentido, muchos poemas de Ana (por ejemplo "En el avión", "Tarde de verano", Llos aludidos", "Todo eso" o "Mi padre se llamaba Daniel") entran en esa categoría y sólo ello valdría para que lo juzgara como uno de los libros más bellos y luminosos que he leído este año.

Es evidente que también la circunstancia de que el primer apartado, parte, capítulo o libro de Alfabeto... pueda leerlo como los poemas que hubiera escrito una de las voces protagonistas de mi Filosofía de la minucia (pueden enlazarse "Día de limpieza" con "Verdad y método", "Londres" con "Leviathan", "Tarde de domingo" con "Así hablo Zarathustra", "La agenda" con "Teoría estética" o "Bueyes" con "Crítica de la razón práctica") ayudan a este juicio.

Mas estos dos elementos subjetivos y egocéntricos se enriquecen con ese más objetivable que tiene que ver con esa capacidad de aproximarse al "grado cero". Tan sólo, desde otro lugar, había leído en estos últimos años una poesía tan capaz de suspenderse a sí misma en el empeño de mostrar la verdad de lo que acontece, del modo en que acaece: la de Gsús Bonilla (excepción hecha, por supuesto, del "maestro" Antonio Orihuela).

Ana consigue que su narratividad -o la ausencia de ella en algunos momentos- no quede presa ni en el flujo de la historia ni tampoco en las redes de las trópicas. Poesía casi instrumental como diría Barthes, limpia, cristalina por la fuerza de su desnudez, casi transparente gracias ese trabajo sobre sí misma que, insobornable, acepta llegar hasta el desvanecimiento para otorgar el espacio al mundo que abre, humilde porque no se pretende inaugural ni originaria, bella por su sobriedad, auténtica porque lo que dice está enunciado desde la conciencia que todo decir es respuesta a una interpelación.

Tan sólo le cabe a uno esperar que el reconocimiento que ya tiene perdure y que sus próximos trabajos persistan en ese camino antes de abrir nuevas rutas. Diría que, verdaderamente, tiene -como su Blog reza- el alma disponible. Que nadie se la estropee.

J. JORGE SÁNCHEZ

(En su blog Bajo la lluvia. Muchísimas gracias, por este análisis tan minucioso y en profundidad.)

jueves, noviembre 18, 2010

... y mi alma gemela, Inma Luna, cuenta así nuestra experiencia barcelonesa


(Silvia Bel, Mireia Calafell, Inma Luna, servidora, Cristina Morano,
Pipi Langstrum, Isabel Bono, M. Angels Cabré y Concha García)


Barcelona extensa, brillante y opaca, tan limpia como sucia, supo acomodar nuestras historias. Llegadas de fuera Ana Pérez Cañamares (mi Anita), Isa Bono, Cristina Morano y yo. Allí nos esperaban Mª Angels Cabré, Concha García, Silvia Bel y Mireia Calafell. Siempre se arrastra un cargamento. Se sabe cuando se chinchinean las cervezas y se saltan las lágrimas. Se sabe cuando nos encontramos en los versos de otras y nos entran picores en la lengua porque aún no lo habíamos pronunciado. Barcelona se pone a nuestros pies, a los bríos que nos hacen saltar encima de colchones tirados en aceras, cuarentonas insomnes que nos vamos muy pronto a la cama, que quedamos tumbadas por el cava y la risa, que tenemos las ganas en las venas.
Aprendo tanto de cada una de las pistas que me dais para seguir viviendo de este modo..., tanto.

INMA LUNA, en su blog De cerca nadie es normal

martes, noviembre 16, 2010

Crónica de Isabel Bono de nuestra estancia en Barcelona para el recital/mesa redonda organizado por Mujeres y Letras

(En la foto, tomada por Manuel: Concha García, Isabel Bono, APC, Cristina Morano,
Silvia Bel y Mª Angels Cabré. Faltaban Inma Luna y Mireia Calafell.)


en el bolso lo imprescindible
la cabeza llena
los pies en mis zapatos leningrad cowboys

vuelo con los ojos cerrados
las calles con los pulmones abiertos
la habitación vacía con los cinco sentidos
los míos, los suyos

y llego
y nada es mío
y lo tomo prestado
y me hundo en lo ajeno
con la facilidad de una gota de mercurio en el mercurio
y todo es mío ya para siempre

librerías, pakis, putas
negros, un sig, una monja
grafitis entre rejas, turistas entre andamios
el caos
el caos vaciándome de provincia
haciéndome una más, una menos

y caigo

quiero que los perros de goya
peleen por mi corazón!, gritaría
pero es cobi quien me mira de reojo

sin dormir, escruto la luz de este cuarto
el vacío me persigue
la ducha no termina de acompañarme

a las cinco en el hall

después, los abrazos las risas
la piel
la piel
la piel
siempre la piel ganando todas las batallas

a la hora del té una cerveza,
no dejaré que el miedo mueva mis peones
no me da la gana
no he venido a ganar
no he venido a matar a la madre ni a la reina
no he venido a comer torres ni caballos
he venido a enrocarme
he venido a dormir

no sé de qué escapo
no sé por cuánto tiempo

y son tan jóvenes
y tan guapas
y tienen tanto que dar,
y yo las miro mientras juego con las grietas
de esta mesa cuadrada
las yemas de mis dedos asintiendo
reconociendo por mí que nada es mío
por eso deseo escapar,
sin excusas

no soy bob esponja
pero a veces tengo aristas!, gritaría
pero klee, russell y doraemon me recuerdan
que los sueños pueden cumplirse
aunque uno sea insomne

micrófonos, poemas, agua mineral

una pena en los ojos de cristina
la sonrisa inmensa de ana, inmensa
silvia lanzando al aire lo que no podrá recuperar
la fuerza de inma, su dolor su dolor su dolor
mireia y su timidez tan dulce
tan dulce

los amigos con sus brazos frutales, enredándome
los amigos
los amigos
no hay mejor canción de cuna

y después las calles
y en las calles las confidencias
lo no dicho fluye por estas calles recién regadas,
los pies de tito tan descalzos
por calles que son una selva
para selva tus rizos, manuel!, pudo gritar alguien

de dónde la temperatura?, gritaría
de dónde tu piel de niña, concha?

la iluminación caminando, una vez más
ya lo dijo aguado

la iluminación es la madame de las noches
podía haber dicho mariángeles
recomponiéndose el collar años veinte

la iluminación es la madame de las noches en vela

decir noche
y bajar al sótano en busca de palabras
tus dulces palabras
y ese tipo del pelo largo, siempre ahí
en el sótano
te amo!, le gritaría
por comprobar si está vivo

dejo la 102
dejo el mendizábal atrás
dejo un sms en una cabina del aeropuerto,
me acuerdo de ti

en el bolso lo imprescindible, y dos piedras
la cabeza llena
vuelo con los ojos cerrados

y llego
y me tomas prestada
y hundo la cabeza en tu pecho
con la facilidad del mercurio en el mercurio
mi elemento favorito

y todo es mío
y todo es mío
y todo es mío ya para siempre

ISABEL BONO (Tomado de su blog Algunas cosas que leo. Si Isabel no existiera, habría que inventarla. Pero no nos saldría tan bien como la original, estoy segura)

lunes, noviembre 08, 2010

Reportaje sobre Generación Blogger en Escritores de Asturias


por Lauren García.
Estupenda reseña, gracias.

martes, noviembre 02, 2010

Nuevo número de Agitadoras




Número 17 de la revista: noviembre de AGITADORAS


Juana Cortés, Inma Luna, Pedro Andreu, Inés Matute, Ángela Mallén, María Aíxa Sanz, Joaquín Lloréns, Jesús Zomeño, Paco Piquer, Toni Prats, Lullu, Ricardo Triviño, Itziar Mínguez, Clara García Baños, Daniel de Culla, Luís Amézaga, Héctor Ranea, Alberto Medina, Estelle Talavera, Care Santos, Rubén Castillo, Jordi Macarulla, Holly, Victoria Salvador, Luís Ingelmo, Diego Prado, Concha M. Miralles, Lalo Borja, Josep Oliver, Luís Arturo Hernández, Beatriz Rodríguez, Cristina Navarro, Il Gatopando, Gilda Manso, Marina San Martín, Mª Ángeles Cabré y Jan Hamminga.

(Incluye la reseña que Estelle Talavera hizo de Alfabeto. Gracias.)

viernes, octubre 01, 2010

Reseña de Alfabeto de cicatrices, por Estelle Talavera Baudet


Usted está aquí. Ese círculo rojo en la portada que nos sitúa en el plano de un corazón, una ciudad en la que estaríamos completamente extraviados si no fuera por Ana Pérez Cañamares, que nos lleva por sus calles con la cadencia de un gato y la decisión de un leopardo a punto de atrapar una presa: esos ojos amarillos que no parpadean y que no llevan a duda; viene a por ella, viene a por nosotros. Usted está aquí. Comienza la incursión en un corazón que entiende de complejos pero que no los sufre. Y pocos, muy pocos libros, me han gustado tanto.

Su poesía es directa, sin posibles distracciones. Es un concierto donde el solo te deja fuera de combate. La profundidad de sus entrañas así expuestas, la fuerza con que lanza las flechas de aquello que todos hemos experimentado o intuimos que descubriremos si dejamos de distraernos, reviven y nos acercan a ella de una forma muy intensa; nos enamoramos de su sentido del humor sobre las penas, de su fuerza natural, de su aprendizaje, y allí nos mecemos. Sentimos nuestra su rutina, su desorientación, su decisión de levantarse y cada una de las acometidas que le hacen caer en pleno vuelo pero sin tragedia. No tiene miedo de resaltar sus fallos, de hacerlos propios a la vez que universales, características que le hacen más humana, si cabe, en cada palabra. Son lamentos sin autocompasión. Cañamares mira el mundo tal cual es. Su poesía no trata de embellecerlo ni lamentarlo, sino que se compone de herramientas quirúrgicas con las que abrirse en canal, no para mortificación, sino por curiosidad, por saberse humana al cien por cien, por saberse y reconocerse imperfecta. Y tras aquella operación sin anestesia descubrimos el salto del leopardo, y ella misma se sorprende disfrutándose, sabiéndose única a pesar de todo. Esa es la poesía de Ana, la poesía es su propio cuerpo, la expresión de sus gestos, la verdad menos disfrazada y más arrolladora. Sus incognitas son mías también, la forma en que le pregunta al mundo, en que lo intenta distinguir en medio de la nebulosa, en medio de sus propios pensamientos confusos. Y ese mundo se nos presenta con una absoluta claridad; nada será blanco ni negro. Su decisión de avanzar a pesar de los arañazos en las rodillas y las contusiones, son el motor de sus palabras, palabras que le hacen a uno consciente tanto de sus taras como de sus infinitas posibilidades que laten bajo su piel, preparadas.

BUEYES

Si supieras del dolor en mi cuello

no dudarías de que los yugos invisibles

también pesan, y que cada día

del trabajo a casa voy trazando surcos

en los que no habrá de crecer cosecha.

Semejanzas, frases abiertas, mirada sorprendida sobre los pequeños detalles que convierten las cosas en algo distinto, aunque sea por segundos. La forma en que mira es, probablemente, lo más inquietante y bello de su alfabeto de cicatrices.

(…) desde lejos las montañas / espían a los rascacielos / los miran como a un niño enfermo / que no sabe que va a morir.

Parte 1. Tropezón que das. Parte 2. … y no te caes… Parte 3. … camino que adelantas. La evolución del libro es clara: cirugía, lamento, curiosidad, combate cuerpo a cuerpo, renacer de la crisálida. Detrás de todas esas cicatrices se levanta la decisión, el ánimo de reconocer y disfrutar el presente, sea como sea éste, porque la vida sigue circulando, siempre, tras aquellas pieles torcidas que forman la cicatriz que parece fea. Allí sigue habiendo vida, y con más latido, si se puede, pues es lo que destila la imperfección: la sorpresa de saberse aquí. Usted está aquí.
ESTELLE TALAVERA BAUDET

(Esta reseña ha sido publicada en la Revista Culturamas y en el blog de Estelle, 27 paraguas. Mil gracias.)

Mis poemas y cuentos en blogs (y esta vez, en la radio)

En este enlace, puede escucharse una entrevista que me hicieron en Radio Exterior de España, en la que charlamos de mis lecturas, mis libros, Londres y Gamoneda, entre otras cosas. Gracias a los responsables, fue un placer. También puede escucharse pinchando aquí abajo:


Ana Pérez Cañamares y En días idénticos a nubes(Un idioma sin fronteras)



El poeta Aldo Luis Novelli, en el blog La Sed Infinita, recoge una selección de poemas de La alambrada y Alfabeto.

Déborah Vukusic, en su blog Abeja con orejas de lobo, dedica una entrada doble a Alfabeto y a Frágil, la antología de poemas de Eva Vaz, con este título: Cicatrices frágiles.

José Ángel Barrueco, en su Escrito en el viento, publica poemas de Alfabeto, como La engañada. o Londres.

La poeta Begoña Paz publica en su blog Pernas cochas, Plato frío, un poema de La alambrada.

En el blog El futuro sin magia puede leerse Los árboles, que aparece en Alfabeto.

Y Felipe Zapico, en su blog Narciso el Valvulista, hace esta reseña de Alfabeto:


Ana Pérez Cañamares conoce el dolor de todos los colores, o eso parece después de una lectura apresurada, rápida, dolorida de su poemario Alfabeto de cicatrices.
Conocí este libro por la red, si esa tan denostada, y los versos que leí me alcanzaron, me rozaron esas zonas que duelen aunque no espantan, que te trastean las partes internas.
Conseguir el libro ha supuesto una pequeña odisea, que otro día contaré, pero desde este pasado fin de semana lo he catatado y llevado conmigo a todos los lados, a todos los sitios, ha estado en La Vecilla, y allí vió la montaña, ha estado en León y Garrafe de Torío, ahora está aquí el sur, al calorcito, pero no se ablanda, no se resquebraja, resiste todas las latitudes, altitudes y temperaturas.
Ana Pérez Cañamares, sabe del dolor, pero sabe soslayarlo en última instancia, o bebérselo, o fumárselo. Parece que a veces grita gol, y así se alivia, se alegra y la cosa no pasa a mayores.
Ana Pérez Cañamares ha estado en la sala de espera, y ha esperado, se ha cubierto el rostro del gentío, se ha puesto agua oxigenada en las heridas abiertas, pero el betadine se lo ha bebido para poder cicatrizar tanto dolor y desgarro.
Pero que nadie crea que estamos ante un lamento, un quejido, hay optimismo, y ganas de seguir hacia adelante, adelantar, seguir, soñar y tal vez esperar otra cosa diferente.
Por si no ha quedado claro este libro me ha cautivado, si puedes léelo, aunque no tengas paracetamol a mano.
En la contracubierta aparece este poema, que me permito copiar sin permiso de la editorial ni de la autora.

ALFABETO DE CICATRICES

Con pulso artificiero
escojo las palabras.
Manejo con tacto
La nitroglicerina de cada sílaba.
Por culpa de palabras mal usadas
a mi corazón lo cruza
un alfabeto de cicatrices.


(Gracias a todos)

miércoles, junio 16, 2010

Alfabeto en divertinajes, por José Ángel Barrueco



Esto es lo que dice José Ángel Barrueco en la revista digital Divertinajes, a propósito de Alfabeto:


Como también cortan los de Ana Pérez Cañamares en su Alfabeto de cicatrices, un repertorio de heridas ya curadas y de llagas por las que aún supura sangre y dolor: “La vida empezó / cuando aposté y perdí”. El poemario se apoya en un refrán popular: “Tropezón que das y no te caes, camino que adelantas”. De su lectura salimos fortalecidos porque Ana, pese a los golpes, las heridas y los fracasos, también cuenta con una baraja de ases en la mano: su familia, sus amigos, su obra. Su superación nos reconforta a nosotros porque nos identificamos con sus zozobras y con sus tiritas.






En el mismo artículo, JAB habla de otros libros, como las antologías de Eva Vaz y Roxana Popelka (yo que tú no me las perdería) en la editorial Baile del Sol. Podéis leer el artículo completo aquí: Tenemos separadores, señora, pero también libros.





Gracias, muchas gracias.

martes, junio 15, 2010

Otra reseña de Alfabeto... a cargo de la poeta Sonia Fides



ALFABETO DE CICATRICES. ANA PÉREZ CAÑAMARES. EDICIONES BAILE DEL SOL


Contar la propia vida es muy difícil, hacerlo queriendo acompañarse del exacto alfabeto con el que tiene que escribirse la poesía lo es aún más. La poesía y sus palabras no forman parte de ese diccionario que tanto se vende en la grandes superficies, aunque sería mejor delimitar mis palabras diciendo que no lo es en este libro que acabo de terminar de leer. "Alfabeto de cicatrices", es un libro en el que la autora, Ana Pérez Cañanamares, nos enseña la importancia de crear un idioma propio, la necesidad de otorgarle a cada letra el valor necesario para que al acabar de leer al lector le salgan las cuentas. Siempre disfruto con el volumen con el que crea sus imágenes, con esos cardenales que dejan sus metáforas en la carne interior. Sus palabras son duras, pero justas, deja huella siempre y eso es tanto en cualquier libro. Tal vez por eso cada vez que me propone un viaje nunca gasto pereza y compro mi billete hacia cualquier lugar o estancia que ella proponga.


En este libro llama la ateción como reclama a voz en grito su individualidad:


"Mi vida no es un comentario de la tuya.
Nada de lo que hago es un ejemplo
una nota a pie de página de tu libro"

Y como adora ser "perseguida" por la palabra, aunque deje muy claro que cualquier idioma debe ser frecuentado únicamente por personas que saben estar solas cuando llega el momento de darle utilidad a ese material, siempre inflamable" que son las palabras.


Ella come de todos los platos, come con las manos si la imagen lo requiere y llega hasta la soledad y mira y remira los restos que van a pervivir porque sabe que lo que resista sobre nuestros ojos, sobre nuestra memoria, sobre nuestros dedos es lo único que hay que contar, que eso es la poesía.


Se trata de un libro duro, como todos los de la autora, pero no se trata de una dureza impuesta sino de la natural dureza que supone vivir cada día , incluso si nos toca convivir con la felicidad. Ella sabe muy bien lo que ve y deja claro que la imaginación es una manera perfecta de atrapar la realidad, la propia y la ajena:


"Tú pones la comida
para los gatos callejeros;
pero no sabes si son las ratas
las que dejan el plato vacío"

Otra de las cosas más impresionantes de este poemario es esa duda permanente sobre el verdadero final del poema. Esa concienca de la imperfección que rellana el cuerpo de cada poeta queda expuesta con una humildad que sobrecoge:

"Por culpa de palabras mal usadas
a mi corazón lo cruza
un alfabeto de cicatrices"


Podría decir muchas más cosas, pero me temo que ya he hablado más de la cuenta. Sé que los que os acercéis hasta él acabaréis encantados y sentiréis, como yo, la fuerza de la vida en cada una de sus palaras. Os dejo un par de poemas para que os anime a ir en su busca. Hacedme caso, es uno de los IMPRESCINDIBLES.

SEGURIDAD SOCIAL

Frente a las charlas siniestras
de las salas de espera siempre
levanto un libro como una muralla.

Pero hoy de repente el olor del acero
la intuición de lo frío y punzante.
La certeza de lo inútil en perseguir
la enfermedad, que conoce todos
los recovecos donde esconderse.

La anciana a mi lado ha roto a llorar.
"No llore, mujer", le digo, "¿Qué le pasa?"
"Nada", contesta ella, encogiéndose.

Y se queda sin saber cuánto le agradezco
que calle y no me cuente.
Porque no llevo kleenex en el bolso
y estoy tan cansada que la enfermedad
me parece una tregua deseable.

Así morimos, así nos matan.





EN EL AVIÓN

El hombre avanza por el pasillo
se sienta entre la ventanilla y yo
mira un momento hacia fuera
y luego baja la persiana.

Es de esa gente que se conoce
las nubes de memoria.





(Mil gracias a Sonia Fides. Su blog: Mademoiselle joue avec son revolver)

jueves, junio 10, 2010

Mi primera reseña visual, a cargo de Marta Pérez López



Marta me regala mi primera reseña visual y, quizás, inaugura un género. Para empezar, ha conseguido que me emocionara y que me riera, todo en uno (!qué lujo!). !Muchas gracias!

Su blog: Marta Pérez López - Como suena