"Hierro viejo" Marto Pariente
El viejo sepulturero de Balanegra aún tardaría un par de horas en deshacer el camino de vuelta a casa. De vacío. Lo recorrió sin prisa, con el sol de la mañana a su espalda cada vez más alto encogiendo su sombra. Bordeó la hondonada y abandonó las estribaciones de la sierra donde las zarzas negruzcas y la oscuridad del granito y la pizarra daban paso al dorado de la siega salpicado de encinas. Al cabo de unos minutos, colina abajo, los angostos pasos de animales y los húmedos pedregales bajo la maleza terminaron por desaparecer. En su lugar, anduvo por la linde de un campo de cultivo, con la paja del trigo empacada a la espera de ser recogida. Se detuvo y se acomodó la cincha de la escopeta en el hombro. Colocó la punta de la lengua bajo los paletos, escupió seco por entre los dientes y se limpió con la manga de la camisa el sudor de la frente. Coveiro vuelve de caza sin haber cazado nada. Y no es porque no haya tenido el jabalí a tiro, pero detrás aparecieron un par de jabatos y al...