Mario Vargas Llosa, In Memoriam
Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. Él era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? Me levanto temprano. A las ocho estoy preparando el desayuno y recibo un mensaje de mi hermana, "Se ha muerto Vargas Llosa", y sé que el día se ha torcido irremediablemente. Mi idilio con Vargas Llosa empezó un poco como por obligación en 1979. Hacía un año que leía a García Márquez. Me costó atreverme con Cien años de soledad y empecé por novelas cortas del autor, hasta que me decidí con...