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martes, 30 de agosto de 2022

« tu latido »

Fue repentino. La primera palabra que se me ocurre, al pensarlo, es esa. Y drástico. Ilusorio pero material, insólito. Pero no aleatorio.

Aventurado en la deriva de vivir permanentemente amando fui capaz de escuchar otro latido. Tu latido. Tu pulso me congeló y curó los pesares. No todos los pedazos rotos de un naufragio, pero los suficientes para volver a la superficie. Para navegarte. Para nadarte y beberte. Para mirarte. Mirarme en tus ojos verde y caramelo y sentirme salvado. Tus latidos. Ahora, también, soy capaz de ver y tocarlos. Cómo será la fuerza de tu palpitar, que en tu piel se marca el riego desorbitado del ímpetu de tu sangre.

Cabalgaré contigo en ese carrusel de vida y sin cansarme. Hasta que mis arterias sean siempre tuyas.

miércoles, 1 de febrero de 2012

« antares »

Recuerdo que cada día hacías una inspección, inventariando cada lunar de mi piel y sabías identificar cuales habías creado tú, con tu toque, desde que te pertenecía mi cuerpo. Yo aceptaba, sumiso, la idea de que todos los que cargaba eran para ti y tus suaves yemas, de que se inventaron para tu regodeo y para que tus babas los inundaran cada noche. Estallaban de amor por ti, eran tu vía láctea humana y crecían si el volumen de afecto rebozaba por los poros.

Un día, de repente, el silencio se adueñó de mi cuerpo y junto a tu ausencia regresó el caos. Desapareció todo lo que habíamos construido, se fueron tus dedos, se fueron tus labios, se desvaneció quién fui. Se me resbaló cada centímetro de lo que admiraba de ti y se convirtió en carne y pernil. Lo que latía se secó, lo que estaba secó se pudrió. Y lo recuerdo. Lo tengo presente porque no he podido borrar las marcas que fabricaste para mí. Esas que se reproducían cada vez que me hacías el amor. Esas que aún se reproducen cuando las miro.

No me digas que no escuchas sus lamentos. Dime que sabrás volver. Tus lunares están aquí para guiarte.

miércoles, 13 de abril de 2011

« olvido »

Esperé el tiempo necesario que creí que valía el aguardo. Derramé las lágrimas precisas para, por este motivo, no volver a llorar. Escuché, otra vez, el recuerdo de tus palabras hasta que se desvanecieron de mi memoria.