A los pilotos del Vuelo 19 del 5 de diciembre de 1945
La mañana del 5 de diciembre se presentaba soleada en la costa de Miami. Cielo y mar lucían un espléndido terciopelo azul. No había apenas rastro de viento y las nubes parecían haberse enemistado con el Atlántico Occidental.
Marcus subió a su barco como hacía cada mañana durante esos últimos 50 años. Su trabajo en la Guardia Costera de Miami era el eje vertebrador de su vida. Le había reportado trágicas experiencias pero también gozosas satisfacciones al ayudar en primera persona a tantos buques y barcos en peligro que osaban allanar aquellas misteriosas y traicioneras aguas.
-¡Maldito Triángulo de las Bermudas! –solía decir Marcus con cara de preocupación y tristeza, cuando le llegaba por radio la noticia de la desaparición literal de algún barco por aquella zona- ¡Ya son demasiados! Esto no tiene fin… -sentenciaba mientras caía abatido en la poltrona del barco y se perdía entre el aroma y el humo de su pipa.
A pesar del buen tiempo de esa brillante mañana, a Marcus le costó subirse a su barco y emprender la ruta rutinaria por la zona. No había dormido bien esa noche. Le había ido a visitar una terrible pesadilla. Solo recordaba voces angustiosas de hombres que no entendía y ruidos de motores de avión que laceraban sus oídos hasta que se despertó empapado en sudor.
-¡Están en peligro, el mar los devorará! –gritó mientras se incorporaba sobresaltado en la cama.
-Cariño, ¿no crees que debes pensar ya en una jubilación? –le dijo Anne, su mujer, con ojos soñolientos- Ven.
Y Marcus se entregó a los brazos protectores de una mujer que tenía talladas en su piel esperas angustiosas, sobre todo en aquellos días en que la mar encrespaba su poder excitado por la sensualidad de tormentas sin parangón.
Marcus sabía que aunque aquella mañana del 5 de diciembre era radiante y luminosa, esto no constituía ninguna garantía de tranquilidad. Ese Mar del Diablo había sido un verdadero Triángulo de la Muerte ya desde las mismas cartas escritas por Colón. Barcos y aviones desaparecidos sin dejar ningún rastro y, en muchos casos, sin previo aviso de SOS, brújulas descontroladas, extrañas nieblas que imbuían en sus fauces cualquier atisbo de orientación, gigantescas olas que se formaban en escasos minutos en un mar que anteriormente era un espejo, o manchas marinas y camaleónicas que adquirían un inexplicable color blanco. Marcus lo sabía. Por ello, nunca bajaba la guardia y mucho menos en días aparentemente apacibles.
Sin embargo, la mañana transcurrió tranquila. Los contactos por radio solo eran de algún compañero indicando su posición, y los barcos con los que se topó eran de recreo y no tenían ninguna intención de alejarse demasiado de la costa. Cuando llegó la hora de comer, Marcus salió a la cubierta de proa y se acomodó en su hamaca dejando que los tibios rayos del sol recorrieran los surcos de aquel rostro que eran la firma que el tiempo había dejado en aquel hombre de mar. A las 14:00 horas le pareció oír un lejano rumor de aviones en el cielo. Miró hacia arriba pero no vio nada, así que se dispuso a devorar el pastel de puerros y calabaza que Anne le había preparado. Sintió una modorra causada tanto por las pocas horas de sueño de esa noche, como por la calidez del sol. Sin pretenderlo, Morfeo le abrió sus puertas.

Serían las 15:45 cuando se despertó sobresaltado en la cubierta por el ruido atronador de aviones. No era de extrañar porque la base militar de Ford Lauderdale en La Florida, no se encontraba muy lejos de allí. Lo que le produjo desconcierto es que ese ruido de motores era diferente a los demás. Marcus tenía una larga experiencia como guardacostas y sabía diferenciar el tipo de barco o avión de que se trataba con solo oír rugir sus tripas.
-No puede ser posible…no, no… -balbuceó Marcus desorientado tanto por el ruido como por el sopor de aquella siesta- …Parece el motor de bombarderos Avenger TBM norteamericanos de la 2ª Guerra Mundial… No es posible… ¿qué diablos está ocurriendo?
Ese tipo de bombardero ya no estaba operativo en pleno siglo XXI, así que Marcus se levantó de la hamaca y trató de buscar con su mirada clavada en el cielo, los aviones que desprendían ese ruido ensordecedor. No había nada. El cielo comenzaba a cubrirse por una niebla que cada vez era más baja y espesa, y acercaba su lengua húmeda al mismo casco de la embarcación de Marcus. Este miró hacia la costa pero… no había costa, había desaparecido. Se giró varias veces sobre sí mismo y su vista no divisó ningún atisbo de tierra ni tan siquiera en la lejanía.
-Pero ¿dónde demonios estoy? -se preguntó Marcus completamente desconcertado. Y se dirigió con nerviosismo hacia el interior de su barco para buscar la brújula y el cuadro de mandos. Comprobó con terror que la aguja de la brújula principal se había vuelto completamente loca girando sin cesar en dirección contraria a las agujas del reloj.
-Me lo temía… ¡Maldito Triángulo de las Bermudas! -tronó su voz.
No era la primera vez que le ocurrían extraños fenómenos electromagnéticos cuando se alejaba de la costa y entraba en ese diabólico Triángulo comprendido entre Bermudas, Puerto Rico y Florida, que el gobierno de los EE.UU. ni reconocía como zona marítima en sus mapas ni admitía los fenómenos anormales que se producían desde hacía siglos en esa zona. Eso sí, secretamente tenía una base militar para aviones en la Isla de Andros, de paso restringido y negada su existencia hasta cuando las evidencias no pudieron hacer que lo negaran. Formaba parte del Área 51, pero la base no aparecía en los mapas públicos estadounidenses.
Marcus desconocía el lugar donde se hallaba. Incluso la brújula secundaria estaba completamente descontrolada. El ruido atronador de esos posibles bombarderos cada vez era más próximo, como en la pesadilla que Marcus había tenido esa misma noche. Desconcertado volvió a salir a cubierta para intentar localizarlos en un cielo que se había transformado en una niebla gris. En la retina de sus ojos se reflejaron cinco aviones Avenger TBM en forma de cuña que giraban frenéticamente encima de su embarcación.
-¡Por todos los demonios!… ¡Es el Vuelo 19!... –y acto seguido, Marcus tuvo que agarrarse a la barandilla de proa ya que una gigantesca ola nacida de un mar que se había convertido en una verdadera masa blanca de espuma, trato de abatir su barco.

El Vuelo 19 fue un escuadrón de 5 aviones Avenger TBM que en un día de condiciones meteorológicas magníficas, el 5 de diciembre de 1945 y en plena 2ª posguerra mundial, el ejército de Aviación norteamericano de la Base de Ford Lauderdale, lanzó a hacer unas pruebas rutinarias de entrenamiento por el Triángulo de las Bermudas, ya que esta Base estaba especialmente preocupada por mantener a sus pilotos adiestrados. Al mando del vuelo y con número de serie 19, iba el teniente Charles C. Taylor, veterano de la Marina y piloto experimentado. La tripulación de cada uno de los bombarderos era de tres hombres, en total, quince, e iban cargados con gasolina suficiente para 1660 km. Antes de salir, la radio, motores y equipos salvavidas fueron checados y reportados en perfecto estado. Sin embargo, después de anunciar por radio diferentes anomalías en sus aviones y en su orientación, la comunicación se cortó. El hidroavión que se mandó inmediatamente para su rescate, el Martin Mariner, especializado en rescates anfibio y con 13 hombres a bordo, también desapareció sin dejar señal. Se realizó una búsqueda la más intensiva y cuidadosa llevada a cabo por mar y aire, pero no se encontró ningún resto ni de estos 28 hombres ni de sus aviones.

Mientras Marcus recordaba este enigmático pasaje histórico de la Marina norteamericana, corrió hacia su radio para informar de todo el asunto a la base de guardacostas de Miami, pero no fue capaz de comunicarse con ellos porque la radio, al igual que la brújula, no respondían a sus propósitos. No obstante, las fuertes sacudidas que recibía el barco a causa del oleaje, hicieron que no desistiera de su empeño, e insistiera desesperadamente por radio en un SOS que temía que fuera engullido junto con su barco por ese Mar del diablo. Cuando ya casi había perdido la esperanza de una posible comunicación, la radio comenzó a emitir unos crujidos extraños y lejanos. La piel de Marcus se erizó tanto como ese mar que le azotaba, adquiriendo la misma tonalidad pálida que las aguas cuando escuchó por radio las voces de los hombres del Vuelo 19:
-Torre de control, Torre de control. Esta es una emergencia. Nos hemos salido de curso. Parece que nos hemos salido de curso. Parece que nos hemos perdido. No estamos seguros de nuestra posición ¡No podemos avistar tierra!
-(Base de Ford Lauderdale): ¿Qué posición tienen?
-No estamos seguros de nuestra posición. Repetimos: no podemos ver tierra. No sabemos si estamos sobre el Atlántico o sobre el Golfo.
-Asuman el rumbo hacia el oeste, pronto verán tierra.
-No sabemos hacia dónde está el oeste. Todo está mal. Es tan extraño. El mar luce muy raro. Mis dos compases han dejado de funcionar. Estoy tratando de hallar Fort Lauderdale... Estoy seguro de que nos hallamos sobre los Cayos, pero no sé a qué altura... (Corte de comunicación). No estamos seguros de nuestra posición. No sabemos exactamente dónde estamos. Creo que a unos 360 km. de la base. (Corte de comunicación). El mar es muy extraño. Parece que estamos sobre aguas blancas. (Corte de comunicación). Estamos completamente perdidos. Y parece que… (Fin de la comunicación con la base).
-Hidroavión de rescate Martin Mariner: Vuelo 19, estamos volando hacia ustedes para guiarlos de regreso ¿Qué altitud tienen?
-¡No nos sigan! (Fin de la comunicación con el Martin).
Marcus reconoció esta conversación que tantas veces había leído en los documentos oficiales (¿u oficiosos?) que el ejército de aviación norteamericano había sacado a la luz o, simplemente, se había infiltrado por las grietas que siempre encuentran abiertas los periodistas. Cogió la radio con nerviosismo e intentó comunicarse con el Vuelo 19 a pesar de los 60 años que los separaban:
-¡Vuelo 19! Aquí guardacostas de Miami… ¿Qué está ocurriendo ahí arriba? Tengo localizada su posición -gritaba Marcus ignorando el lugar donde bombarderos y él se encontraban pero no levantando la vista de esos cinco aviones que giraban frenéticamente encima de su barco- ¿Qué es lo que les está pasando? ¿Qué está sucediendo?
Después de las palabras de Marcus, se hizo un silencio por unos veinte segundos y seguidamente una débil y lejana voz respondió:
-Vuelo 19 a guardacostas de Miami. Seguimos en vuelo. Aléjense de la zona. Repito, aléjense de la zona. El Vuelo 19 permanecerá siempre en estas coordenadas de misión de alerta. No nos busquen más, nosotros les encontraremos algún día…quizás…
Por más que Marcus intentó restablecer la comunicación, fue imposible. Lo último que recordó fue ver alejarse en el horizonte a cinco aviones seguidos por un hidroavión de rescate en cuya cola rezaba el título de “Martin Mariner”.
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-¿Has metido en la maleta tus pastillas?, querido -preguntó Anne a Marcus radiante de felicidad por el viaje de ocio que se disponían a realizar- Ya sabes que en las Islas Bermudas resultará difícil encontrarlas, Marcus, y tu corazón no está para esos vuelos de juventud.
-Mi corazón estará siempre con el Vuelo 19, Anne -contestó Marcus mientras recogía de encima de la mesa sus papeles de jubilación que tendría que entregar antes de cruzar el Triángulo de las Bermudas…
Nota:
A excepción de la ficción creada entre Marcus y Anne, el resto de datos concernientes al Triángulo de las Bermudas y al Vuelo 19, son reales. La última retransmisión por radio que hizo el Vuelo 19 el 5 de diciembre de 1945 antes de desaparecer, está transcrita literalmente en color azul tal y como la Marina estadounidense hizo público y algún testigo presencial de la Base de Lauderdalo confirmó.
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PARA LOS QUE QUIERAN SABER MÁS:
EL VUELO 19
Era el 5 de Diciembre de 1945, día magnífico, mar en calma y cielo despejado. 5 aviones Avenger TBM estaban listos para despegar de la base aérea de Fort Lauderdale, en Florida. Corrían los días de la 2ª posguerra mundial y la Marina de EE.UU. estaba particularmente preocupada por mantener adiestrados a sus pilotos. Su Misión consistía en alejarse 160 millas y regresar a su base, en un vuelo de entrenamiento. Al mando del vuelo, con número de serie 19, iba el teniente Charles C. Taylor, veterano de la marina y piloto experimentado. La tripulación de cada uno de los aviones constaba de tres hombres, por lo que en total participarían 15. Cada uno de los aparatos había cargado gasolina suficiente para volar el equivalente de 1660 km. Los motores, la radio y los equipos salvavidas fueron checados y reportados en buen estado.
En el momento de dar el último aviso para despegar, sólo faltaba un hombre que, sintiéndose enfermo, se quedaría en tierra. A las 2:00 de la tarde despegaron sin novedad los cinco aviones y, tomando en seguida la formación de vuelo, se lanzaron rumbo al mar a buena velocidad. Durante casi dos horas, el vuelo 19 se estuvo reportando con regularidad a su base. A las 3:45, un mensaje desconcertante cruzó el espacio hasta la torre de control: empezaron a tener problemas con sus aviones, las brújulas no funcionan en los cinco aviones a la vez, la comunicación se cortaba constantemente, no sabían dónde se encontraban, el mar era blanco, y ningún aparato de los aviones funcionaba correctamente. (Conversación transcrita en el relato)
Los radioperadores podían escuchar en la base el ruido de los motores, pero no las voces de los pilotos. Para entonces, el pánico había hecho presa de las tripulaciones; ya no eran pilotos experimentados, sino hombres invadidos por un temor monstruoso. En la base de Fort Lauderdale todo era desconcierto.
Durante todo el tiempo que duró la comunicación, parte del personal de la torre se había preocupado por trazar posiciones y calcular la ruta que habían seguido al extraviarse. Intentaron hacer contacto con otras naves próximas al área; pero todo fue en vano. Sólo quedaban conjeturas. ¿Qué había podido desorientarlos de ese modo? ¿Cómo explicar las interferencias de la radio en un día tan claro? Y sobre todo, ¿Qué peligro habían enfrentado, que los había hecho perder la calma de ese modo? Las horas siguientes fueron de frenética acción. La alarma había puesto en movimiento a todo el personal. Los aviones Avenger, bombarderos de combate, eran magníficos aparatos en su tiempo.
Extraordinariamente bien equipados para el ataque - casi una tonelada de bombas, o un torpedo submarino - contaban además con un poderoso motor de 1600 caballos, y alas plegables para su fácil acarreo en portaaviones. Su autonomía de vuelo era muy amplia y tenía equipo especial para facilitar la supervivencia en alta mar. Como los bombarderos habían sido checados antes de partir y contaba cada uno de ellos con un aparato radiotransmisor, más que pensar en una falla mecánica el personal de tierra temía que un disturbio atmosférico los hubiese dañado. Las turbulencias y bolsas de aire, por ejemplo, son imprevisibles y más de un avión ha sucumbido a causa de ellas. Incluso un ataque enemigo, aunque improbable, no se descartaba: la guerra recién había terminado. Sin embargo, ¿Por qué no habían podido explicar lo que les sucedía? El radioperador estimó que el último punto en que habían hecho contacto con el escuadrón, había sido a unos 150 km. al noreste de la base naval de Banana River, en la costa de la Florida.
A ese punto y sus alrededores fue enviado un hidroavión, el Martin Mariner, especializado en rescate anfibio, con trece hombres a bordo. La torre de control mantuvo estrecho contacto con el hidroavión de rescate durante los siguientes minutos de vuelo. Inesperadamente, el Martin Mariner consiguió trabar comunicación con el Vuelo 19: Hidroavión Martin: \"Vuelo 19, estamos volando hacia ustedes para guiarlos de regreso ¿Qué altitud tienen?\" La interferencia no dejó escuchar completa la respuesta del Vuelo 19, pero las últimas tres palabras se oyeron perfectamente: \"¡No nos sigan !\" Y se perdió la señal. Todo el diálogo había sido captado también en la base. Desde algún lugar desconocido, los pilotos habían alcanzado a enviar un mensaje para alentar a sus compañeros. Pero, ¿de qué? Mientras tanto, la tripulación del Martin Mariner, más alerta que nunca, escudriñaba metro por metro la superficie del mar. Durante los siguientes siete minutos, el comandante del hidroavión se estuvo reportando a la base.
Al parecer no había huellas del naufragio en la zona. Pocos minutos después dejó de escucharse la señal del Martin Mariner. No había contacto en ninguno de los sentidos con su tripulación. El silencio que siguió al último mensaje nunca más fue roto. Nunca más los marinos volverían a ser vistos ni escuchados. El comandante de la base, más perplejo que nunca, dio orden de comenzar lo que sería la búsqueda más intensiva y cuidadosa llevada a cabo en mar y aire; pero también la más infructuosa.
Les dejo un documental extraordinario que se hizo sobre el caso no resuelto del Vuelo 19 en el que se trata de explicar racionalmente lo que pudo suceder. Aún así, los expertos rechazan la completa veracidad de estas teorías ya que existen partes de este caso que ni tan siquiera estas hipótesis pueden explicar. El vídeo posee varias partes.
EL TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS
El famoso Triángulo de las Bermudas (Bermudas, Florida y Puerto Rico) es una zona del Atlántico con un elevado número de desapariciones de barcos y aviones. No hablo de accidentes, sino literalmente desaparecen y no se encuentra rastro de ellos; y cuando se ha encontrado algún barco, estaba completamente vacío, sin tripulación a bordo. Antes de desaparecer, no mandan ningún SOS, simplemente…se esfuman. Las cifras de desapariciones suelen variar según la fuente que se consulte, pero aproximadamente y hasta ahora, unos 200 aviones y 2000 buques (pueden consultar la larga lista en cualquier fuente de Internet).
Ya en las Cartas de Cristóbal Colón, se mencionan hechos extraños cuando viajaban por esta zona, como fuego que cae en el mar o agujas (brújulas) descontroladas:
Sábado, 15 de septiembre 1492
Navegó aquel día con su noche veintisiete leguas su camino al Oeste y algunas más. Y en esta noche al principio de ella vieron caer del cielo un maravilloso ramo de fuego en la mar, lejos de ellos cuatro o cinco leguas.
Lunes, 17 de septiembre
(…)Tomaron los pilotos el Norte marcándolo, y hallaron que las agujas noroesteaban una gran cuarta, y temían los marineros y estaban penados y no decían de qué. (…)
Diario de a bordo del primer viaje de Cristóbal Colón.
En algunos textos del siglo XVI, ya se alertaba de que en esas aguas se avistaban “barcos fantasmas” que surcaban las olas sin tripulación a bordo.
Este Triángulo a lo largo de la historia ha recibido diversas denominaciones:
- Mar del Diablo.
- El Sepulcro de los Sargazos.
- El Cementerio en el Atlántico.
- El Triángulo de la Muerte.
- El Triángulo del Diablo.
Las explicaciones de los escépticos son:
- A causa de fenómenos atmosféricos: es una zona propensa a huracanes y tempestades.
- Al gas metano que yace en el fondo marítimo en esta zona congelado, pero que cuando se libera produce esa espuma blanca encima del océano, consistente en millones de burbujas que hacen que la densidad del agua disminuya y los barcos se hundan.
Debo decir que, aun aceptando estas dos teorías, hay barcos y aviones que no aparecen ni en el fondo del océano, y tampoco explicarían el descontrol de brújulas y aparatos electromagnéticos.
Hay otras explicaciones sobre el asunto para los que son menos escépticos:
- OVNIS: es una zona en la que se han detectado objetos extraños tanto en el cielo como bajo las aguas del Atlántico (recuérdese la cita de Colón). El gobierno norteamericano tiene una base militar de aviones en la isla de Andros, negada su existencia hasta que la evidencia era innegable, pero que de la cual despegan “pocos aviones”.
- Fenómenos electromagnéticos de origen desconocido que deformarían el tiempo-espacio (vórtices), haciendo desaparecer por completo a barcos y aviones.
- La desaparecida ciudad de la Atlántida, descrita por Platón en sus libros, yace bajo las aguas, provocando fuerzas extrañas (los famosos cristales atlantes que causarían anomalías electromagnéticas). En concreto, se la sitúa en la isla de Bimini, en el centro del Triángulo de las Bermudas. Exploraciones que se han hecho en el suelo del fondo marino, demuestran que hay una calzada de piedra no natural sino en la que necesariamente ha tenido que intervenir la mano humana.
La calzada de Bimini en el fondo marino
El siguiente documental de History Channel es magnífico. Les explicará mucho mejor que yo lo que les vengo contando.
Pero quien realmente utilizó el término de “Triángulo de las Bermudas” por primera vez fue el escritor Charles Berlitz, cuando publicó en 1974 un libro que ha batido récords de ediciones (y los sigue batiendo) titulado “El Triángulo de las Bermudas”. Ha sido tan admirado como criticado ya que, aunque Berlitz maneja datos reales, históricos, periodísticos y documentación fiable, algunos investigadores consideran que también aportó algo fruto de su imaginación. El éxito en ventas fue clamoroso. Además de hacer una interesante relación de los aviones y barcos desaparecidos en este triángulo, narra su historia, e incluso aportó datos de supervivientes de algún suceso de esta zona. Dejo algunas citas del libro relacionadas con el Vuelo 19:

El teniente R. H. Wirshing, oficial de entrenamiento de la base aeronaval de Fort Lauderdale en la época del incidente, que ha examinado el caso durante años, piensa que el verbo "desaparecer" es un factor muy importante en todo lo relativo a la suerte corrida por la tripulación del Vuelo 19, ya que jamás se ha presentado prueba alguna de que realmente haya perecido. (La madre de uno de los pilotos perdidos, que asistió al proceso de la Marina, declaró que tenía la impresión de que su hijo "se hallaba aún con vida, en algún lugar del espacio".)
Y el diario News de Miami reprodujo las siguientes declaraciones del doctor Manson Valentine, un científico que ha estado observando la zona durante años desde Miami:
"Todavía se encuentran allí, pero están en una dimensión diferente, en un fenómeno magnético que podría haber sido provocado por un OVNI",
Por lo menos dos miembros del Vuelo 19 parecen haber tenido un presentimiento acerca de la catástrofe. Uno de ellos fue el propio instructor de vuelo, que se presentó con retraso a recibir las instrucciones para la misión. Llegó a la 1.15 de la tarde y solicitó que le relevaran de aquella tarea específica.
Sin embargo, no acompañó su petición de ningún tipo de explicación. Simplemente dijo que no deseaba tomar parte en la misión. Puesto que no se disponía de ningún relevo, su solicitud fue denegada.
El segundo caso, al que el teniente Wirshing asistió personalmente y que ha sido muy comentado, fue el incidente del cabo del cuerpo de Marines, Allan Kosnar, quien, pese a estar designado para tomar parte en el Vuelo 19, no se presentó. Según la prensa, hizo las siguientes declaraciones:
"No puedo explicar por qué, pero, por alguna extraña razón, decidí no salir en el vuelo de aquel día".
Veintinueve años después del incidente se hizo público otro aspecto desusado. Arti Ford, periodista, escritor y conferencista que ha seguido el caso desde 1945, hizo una asombrosa declaración durante un programa nacional de televisión en 1974. Indicó que el teniente Taylor había dicho por radio lo siguiente:
"No vengan por mí... parece que son del espacio exterior...".
Pueden leer este libro, si lo desean, en el siguiente enlace:
Por último, les dejo una película que se hizo en 1978 en pleno apogeo de El Triángulo de las Bermudas”. No es ni medio buena, pero en aquella época se convirtió en una verdadera película de terror.
“Triángulo diabólico de las Bermudas”- 1978
Saquen sus propias conclusiones.