El Toro de Barro

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domingo, 28 de febrero de 2010

Carles Duarte, Meghar y El Dios de la Ternura

Conocí a Carles Duarte en la orilla del lago dormido de Genesareth, bajo la asfixiante quietud de los primeros días de la primavera galilea. Lo ví caminar como un turista más sobre su orilla caliente, al amanecer, intentando observar con sus gafas mojadas, y a través de una densísima neblina, el cansino ir y venir de los pequeños barcos de los pescadores que iban de Tiberias a Cafarnaum con sus redes recogidas, ya apagados los faroles cuya luz había seducido a los peces incautos en medio de la noche. Nadie hubiera dicho que detrás de aquel hombre despistado y feliz, que vestía con los colores más aparatosos y rutilantes que había visto en mi vida, habitaba uno de los filólogos más sobrios y serios de la lengua catalana contemporánea...
Ambos habíamos sido invitados por el poeta árabe Naim Araidy y por la poeta israelí Margalit Matitiahu a participar en el Encuentro de Escritores de Meghar, una pequeña ciudad árabe de Galilea situada a tiro de piedra del triángulo sagrado que dibujan en el mapa Magdala, Tiberias y Cafarnaum. Ambos éramos conscientes -también- del altísimo valor simbólico que podía tener la comparecencia pública, en torno a un mismo pan, de un puñado de poetas árabes y judíos en el mismo instante en que la II Intifada, en el momento más álgido y frenético, había dejado ya seiscientos muertos encima de la mesa. En medio de enérgicos debates y de airadas deserciones, Carlos y yo nos movíamos, asombrados y atónitos, como testigos mudos y angustiados, ante aquellos auténticos hijos del valor, ante aquellos hombres y mujeres que se habían reunido para construir "un puente de palabras" sobre el que plantarle cara a los muchos mitos del totalitarismo que, a un lado y otro de un conflicto interminable, parecían empeñados en agigantar la sima que separa a dos pueblos que intentaban entenderse. "Cuando esto acabe nosotros nos iremos, pero ¿y ellos, Carlos? ¿Qué será de ellos?...Carles no podía, no sabía como responder...

Recuerdo que, sentados los dos bajo un enorme terebinto que crecía voluptuoso y feraz en medio de un pequeño mirador situado en la ladera de una colina cubierta de olivares, Carles se lamentó de la enorme ceguera de Occidente, y se preguntó por lo mucho que quedaba por hacer para limpiar los ojos de las sociedades opulentas de las que formábamos parte. De ahí nació Coexistence, una antología que, más allá del eco que tuvo en su momento, sigue siendo hoy, para desgracia de todos, la única que ha podido reunir bajo su delicada cobija a poetas árabes, palestinos y judíos, testigos mudos de lo que nadie parece dispuesto a querer ver. Estando como estoy en esa extraña edad de los cincuenta años, en que los espejismos de la felicidad futura ya no pueden diluir con tanta facilidad los espejismos, un poco más duros, del medio a la muerte, leo este libro y lo acaricio como el único gesto valioso del que he sido capaz en toda mi vida. Sí, vivir me ha merecido la pena.
En este contexto, era natural que hablásemos mucho de la poesía catalana, o -más exactamente- de la lacerante exclusión de todo signo de catalanidad a la que, en Cataluña, estaban siendo sometidos -entonces y ahora- los poetas que habían cometido el error de escribir en castellano. Aun cuando es evidente que, en su lado más humano, las consecuencias del proceso de "reconstrucción nacional" que vive Cataluña a velocidad de crucero no son comparables, en modo alguno, al rastro de dolor a que está dando lugar en Israel y Palestina, los mitos sobre los que se levanta tal proceso, y la respuesta al mismo de la cultura española, llevan en su frente una fuerza totalitaria no menos devastadora. Carles, que formaba entonces parte del círculo más íntimo de consejeros del President de la Generalitar Jordi Pujol, me advirtió de que la imagen que yo tenía de la realidad catalana no se ajustaba la realidad, y se apostó una cena a que si intentaba una antología de la poesía catalana que incoporase a poetas que esribían en catalán o en castellano nadie -y menos él- querría excluirse o decir que no. Carles Duarte me debe una cena, que -sin ánimo de arruinarlo- procuraré opípara y bien regada de cava en el Café de La Ópera de Barcelona o en los maravillosos jardines del Ateneu: la imposible antología de poetas árabes y judíos tardé poco más de seis meses en confeccionarla y editarla, en medio de una guerra especialmente devastadora; la de la poesía catalana, cuyos trabajos comencé a la par y por entonces, no pude concluirla jamás, porque muchos de los llamados al encuentro se negaron a figurar en un proyecto anticatalán, españolizante y totalitario...
Las obligaciones de su cargo político forzaron a Carles a abandonar antes de tiempo el Encuentro de Meghar. Me dejó, eso sí, un puñado de libros de naturaleza mística, que se acumularon, junto a otros muchos, en la mesita de noche del hotel de Tiberias en que me hospedaba. Los leí en el avión que me trajo de vuelta a casa, con el impacto de lo mucho que acababa de vivir. Y me quedé asombrado. Meses después, publiqué en los Cuadernos del Mediterráneo El dios de la ternura, una selección -a la fuerza breve- de aquellos poemas suyos nacidos del grande espíritu de la bondad y que leí en un pájaro de hierro en el que, rumbo a Madrid, había abandonado desde Tel-Aviv los territorios fértiles de la hermosa Galilea, tierra de mujeres que flotan en el aire y de mariposas que cantan en la orilla del lago Kenereth, el lago de las Arpas, aquel en el que un hombre aplacó una tormenta con un gesto tranquilo de sus dedos...
Ahora mismo los acabo de colgar en el blog que El Toro de Barro dedica a los poetas que tuvo la dicha de editar, junto a una epístola que Carles dirige a su Maestro -ya fallecido- Joan Corominas, en nuestras Cartas en la Noche. Demasiado poco, en verdad, nada que ver con el abrazo que ahora mismo necesito dar, no ya al filólogo ni al poeta de Dios, sino al hombre bueno....
Pero la cena, Carles, ¡kiá!, la cena no te la voy a perdonar...¿Tienes ya sonante el flaco monedero?










jueves, 7 de junio de 2007

Los mugidos de El Toro

Jorge García


LOS TERRITORIOS DE
EL TORO DE BARRO


Hemos querido dar comienzo a esta aventura literaria por esta tela de araña que la red nos parece, prestando a la Shoa una gran parte de nuestro espacio para la reflexión: abren la senda la voz de algunos de los 131 niños que tuvieron la fortuna de sobrevivir a Auschwitz, y cuyo sobrecogedor testimonio hemos obtenido de La cicatriz del humo, la novela de la escritora israelí Amela Einat con la que El Toro de Barro inició, en el año 2003, la Biblioteca Internacional del Holocausto. y de la que , en su día, el prestigioso crítico literario José Luís García Martín se hizo eco en el diario La Razón. En este mismo orden de cosas, el poeta e historiador Juan Ramón Mansilla se enfrenta en dos demoledores artículos a quienes, comparándolo con el totalitarismo comunista, intentan ocultar que el Holocuasto fue el genocidio más terrible de la Historia de la Humanidad, cuyos orígenes cristianos él mismo se encarga de recordarnos. También Carlos Morales se adentra en las alambradas de Auschwitz, criticando con dureza las corrientes historiográficas que contemplan la Shoa como un efecto colateral o como una mera consecuencia de la II Gran Guerra Mundial. Además, en una entrevista de Norberto Luis Romero para la revista Europa Plurilingüe, el autor de Coexistence (2002) se acerca a la pervivencia del antisemitismo en Occidente, al tiempo que, en dos sendos artículos, reflexiona sobre el silencio del Islam ante los fenómenos totalitarios nacidos de su vientre y sobre capacidad del mundo islámico para desarrollar en su seno el espíritu de la democracia. También nos parece muy relevante la aportación del gran poeta catalán Carles Duarte sobre la respuesta ante el bilingüismo por parte de la poesía catalana. Y tampoco queremos olvidar la "lembrança" que hace la mexicana Irene Zamorano Cruz sobre las luces y las sombras arrojadas por los Encuentros de Maghar que lograron reunir por octava vez consecutiva en abril y mayo de 2007 a poetas hebreos y árabes de Palestina, Jordania y Galilea.


LA POESÍA DE EL TORO DE BARRO


El catalán Carles Duarte nos ofrece una breve selección de El Dios de la Ternura, publicado en el año 2005 por El Toro de Barro en su colección Cuadernos del Mediterráneo. Mercedes Escolano se acerca a los laberintos urbanos y a las sendas de un cementerio romano para acercarnos a sus Malos Tiempos y sus inolvidables Estelas. Con su palabra culpable, la poeta libanesa Sabah Zwein marca distancias con la poesía árabe contemporánea, mientras el recordado poeta de Israel Nathán Yonathán, que falleció un día después de los atentados del 11 de marzo en Madrid, parece esperarnos al final del camino, al lado de esa piedra que siempre está aguardando a los valientes y a los tempestuosos. La poeta sefardí de Jersualén, Michal Held nos ofrece una isla de las granadas encintas de melancolía; el español Juan Ramón Mansilla nos aprisiona en la angustiosa tela de araña de todos los días, y el poeta turco Üzeyr Lokman Çayci deja de ser cazador para convertirse en El guía de los pájaros. Cierran nuestro periplo algunas reflexiones críticas sobre algunos títulos capitales en la Historia de El Toro de Barro. Francisco Corrales y Sabas Martín nos sitúan en esos Días rotos con los que Juan Ramón Mansilla arrancó, en el año 2000, su Carrera literaria; José Luis García Martín nos acercan a Amela Einat y a su novela La cicatriz del humo, y Edit Dahán celebra la versión que, en el año 2003, hizo del Cantar de los Cantares el poeta Carlos Morales, quien se detiene por su parte frente a Pura Salceda y su Ollada de Astarté.


(Los enlaces, en letras más oscuras)