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miércoles, 31 de agosto de 2016

DESTINO INFERNAL

 
 

 
 
Publicada originalmente con el número 1824 de la colección “Bisonte Serie Roja” de Bruguera, y reeditada como el número 62 de la serie “Bisonte” de Ediciones B, “Destino infernal” es un magnífico western de uno de los autores especializados en el género, el sin par Clark Carrados.
 
Tex Lane encuentra el cadáver de un hombre cosido a balazos, y entre unas matas cercanas una bolsa repleta de fajos de billetes de banco. Tras enterrar al muerto, Lane prosigue su viaje, y un día después, al hacer un alto en el camino, descubre casualmente a un grupo de hombres que llevan secuestrada a una mujer. Lane decide liberar a la chica, que resulta ser la hija de Odin Brewster, un rico ranchero de la región. Tiempo atrás, Tex se vio obligado a matar a Ewen Brewster, y su hermano Odin juró vengarse de Lane matándolo en cuanto le echara el ojo. A pesar de ello, Tex no está dispuesto a dejar desamparada a Cassie Brewster, por lo que decide escoltarla hasta el rancho de su padre. Aunque ha rescatado a la chica y recuperado el dinero del rescate, Lane sólo se compromete con ella a llevarla hasta las inmediaciones de la hacienda de su padre, pues no tiene  intención de encontrarse con éste. Cassie no cree que el hombre que la ha salvado de sus captores sea un criminal, y trata de sonsacarle sobre lo que ocurrió realmente.

Puesto que se encuentran a unas ocho jornadas a caballo del rancho de los Brewster, Lane y la muchacha emprenden viaje tomando toda clase de precauciones, pues los forajidos les persiguen, obsesionados con apoderarse del dinero. A partir de ese momento la pareja sufrirá una persecución infernal, y Tex Lane se verá obligado a emplear todos sus recursos y habilidades para preservar su vida y la de la muchacha.

Sin ser una maravilla, “Destino infernal” se revela como un típico y hasta tópico bolsilibro del Oeste, sin nada especial que lo distinga de otros muchos. Pero eso al lector de bolsilibros no le preocupa. Lo importante es que se trata de un relato ameno y trepidante, en la línea a que nos tiene acostumbrados Clark Carrados en sus westerns. Una obra para pasar el rato, literatura de evasión pura y dura. ¿Se puede pedir más a un bolsilibro?

Antonio Quintana Carrandi
Agosto de 2016

lunes, 20 de junio de 2016

LA DILIGENCIA DE LOS CONDENADOS

 
 
 
 
Hoy no voy a reseñar un bolsilibro, sino una película basada en la novela “El hombre y el miedo”, de nuestro admirado Lou Carrigan.
 
LA DILIGENCIA DE LOS CONDENADOS posee todas las características propias del denominado “Spaghetti Western”, pero es muy superior a otras producciones de ese sub-género cinematográfico gracias al buen hacer de Juan Bosch (John Wood en las copias comercializadas fuera de España), que utilizando como base del guión la excelente novela de Carrigan, logró pergeñar un western modesto pero muy digno, que capta admirablemente el espíritu de la prosa carriganiana y se revela como uno de los títulos más aceptables de la abundante cosecha de westerns almerieños que se rodaron en los años 60 y parte de los 70.
 
El reparto está compuesto por una pléyade de buenos actores que, sin ser primeras figuras de la interpretación, se batieron el cobre en numerosas producciones de bajo presupuesto y casi siempre con resultados notables. El protagonismo recae sobre Richard Harrison, un nombre habitual del “Spaghetti Western”, que desempeña su labor sin las sobreactuaciones tan caras a algunas “estrellas” del sub-género. Pero como siempre, cuando de Western hispano se habla, quien más destaca es Fernando Sancho, aquí encarnando por enésima vez su papel característico de bandido mejicano, que le hizo tremendamente popular y querido por el público.
 
El argumento es de lo más tópico, pero aun así funciona muy bien. Unos forajidos asaltan un rancho y asesinan a sus moradores, siendo posteriormente arrestados. El único testigo de los hechos se dirige a la ciudad para testificar en el juicio contra los pistoleros, pero la diligencia en la que viaja es interceptada por Ramón Sartana y sus hombres, que retiene en una parada de postas a todos los pasajeros para evitar que el testigo pueda declarar contra su amigo, que en cierta ocasión le salvó de la horca. Sartana no conoce la identidad del testigo, así que trata de averiguarlo por todos los medios. Por desgracia para él y sus hombres, el encargado de la estación de postas es un antiguo pistolero, que está dispuesto a hacer lo que sea para proteger a su mujer y a su hijo.
 
La ambientación es la adecuada, y las escenas de acción, aunque sobrias, están muy conseguidas, algo en lo que desgraciadamente fallaban muchos de esos Westerns almerieños. En general,  LA DILIGENCIA DE LOS CONDENADOS es una cinta aceptable y muy entretenida, que se ve con agrado y que no decepciona.
 
Puesto que soy un gran aficionado a las armas de fuego antiguas, permítaseme comentar algo sobre las que aparecen en esta película.
 
Se ven varios rifles de palanca, seguramente copias europeas de los modelos clásicos de “Remington” y “Winchester”. Sin ir más lejos, en la fábrica de armas de Oviedo, a un tiro de piedra de donde vivo, se produjeron numerosos “Winchesters” destinados a la policía de ferrocarriles y a la Guardia Real, y muchas de estas armas se emplearon en la Guerra Civil. Hay una foto de la época que muestra al socialista Largo Caballero con una de ellas.  En el film también hay  una gran variedad de armas cortas, algunas de las cuales no se corresponden en absoluto con la época del Salvaje Oeste. Sartana, por ejemplo, lleva un revólver cuya marca y modelo no he podido reconocer, pero que se trata indudablemente de una pistola fabricada bien entrado el siglo XX, pues cuando la abre para comprobar la carga se aprecia su diseño más o menos moderno, y además tiene un cilindro que se abate hacia el lado izquierdo. Otro de los revólveres se asemeja mucho a los “Smith & Wesson”, pues el conjunto cañón/tambor bascula hacia delante, como en los modelos típicos de esa firma armera comercializados en USA durante el siglo XIX. No obstante, dudo que se trate de un “Smith & Wesson” auténtico, pues en Europa se fabricaron a mansalva copias baratas de los revólveres más populares en Estados Unidos. Los mejores los sacó al mercado la empresa vasca “Anitua Charola”, que desarrolló sus propias versiones, más corrientes pero de calidad no muy inferior, de las pistolas producidas por “Smith & Wesson”. En la cinta no se aprecia con claridad qué tipo de revólver es, por lo que también podría tratarse de algún ejemplar de “Webley” británico de calibre mediano. La mayoría de las pistolas que aparecen en la cinta son de doble acción, es decir, que pueden disparar sin necesidad de montar el percutor a cada disparo, lo que aumenta su cadencia de tiro. Durante la conquista del Oeste, aunque hubo muchos modelos de doble acción, la gente prefería las armas cortas de acción simple, ya fueran de percusión o cartucho metálico. En 1871 “Colt” sacó al mercado el revólver “Army Single Action” en calibre 45, que fue adoptado como el arma corta reglamentaria del ejército de los Estados Unidos dos años después, por lo que a veces se le conoce como modelo 1873. Tuvo un éxito tremendo, lo que animó a la empresa de Hartford, Connetticut, a lanzar una versión recamarada para el calibre 44/40, que era el mismo que empleaba el mítico rifle “Winchester 73”. El “Colt Army Single Action” fue bautizado popularmente como “Frontier” (“Fronterizo”), por ser el arma corta más común usada por los hombres de la frontera del Oeste, o “Peacemaker” (“Pacificador”), pues era la pistola favorita de los llamados “domadores de ciudades”, que “pacificaban” las poblaciones sometidas al yugo de los pistoleros. Además de en 44/40 se fabricó en prácticamente todos los calibres existentes y con diferentes longitudes de cañón. Se trata del “Colt” por excelencia, un arma sencilla, fiable y precisa que todavía hoy, ciento cuarenta y cinco años después de su salida al mercado,  se fabrica en numerosos países. Lo más curioso es que, en un tiempo en que apenas se prestaba atención a lo que se ha dado en llamar ergonomía, la culata clásica de estos “Colts” estaba tan bien diseñada que el arma podía ser empuñada correcta y firmemente por cualquiera, independientemente del tamaño de su mano. En 1877 “Colt” produjo una versión supuestamente mejorada, idéntica en todo menos en el diseño de la culata y en el sistema de disparo, que pasó a ser de doble acción. Dicha versión, aunque fue adoptada por el ejército como arma de ordenanza, no obtuvo mucha aceptación por parte de los usuarios, que seguían prefiriendo el “Frontier”.  Richard Harrison utiliza un “Frontier” pavonado, de pavoroso aspecto.
 
Y esto es todo. Tan sólo decir que, recientemente emitida por la segunda cadena de Televisión Española, LA DILIGENCIA DE LOS CONDENADOS es la primera película basada en una novela de Lou Carrigan que he tenido el placer de ver. Como es natural, la he grabado en DVD, y espero que muy pronto la televisión pública programe algún otro de los films inspirados por las novelas del maestro barcelones.
 
Antonio Quintana
Junio de 2016

lunes, 21 de marzo de 2016

UN HOMBRE BUSCA A OTRO HOMBRE

 
 
 


Amigos de “Bolsi & Pulp”, estamos ante una de las obras más importantes dentro del mundo de los bolsilibros, ya que esta novela fue la primera que publicó el maestro barcelonés Lou Carrigan.

 
“Un hombre busca a otro hombre” presenta a Abel Kirby, que bajo el nombre ficticio de Jason Mac Cormick, vaga por el Oeste en pos de una venganza, y también para encontrar a su hijo. Un argumento tópico que, en manos de Carrigan, devino en un excelente western que representó el pistoletazo de salida para la extraordinaria carrera del mejor autor de bolsilibros que ha existido. Porque, a pesar de tratarse de una obra primeriza, en “Un hombre busca a otro hombre” se sientan las bases de las características esenciales que definirán la novelística de Lou: amenidad y acción trepidante.

 
La novela vio la luz en 1959, hace ya 57 años, pero sigue tan fresca como el primer día, algo no muy frecuente en el mundo de los bolsilibros, plagado de obras que han envejecido muy mal. La perdurabilidad de la prosa carriganiana a través del tiempo viene a confirmar la singular valía profesional de un autor para el que escribir no sólo era una forma de ganarse la vida, sino también una pasión, por lo que trabajaba a fondo sus originales, poniendo en ellos lo mejor de sí mismo.

 
Entre la primera obra de un autor, y otra cualquiera de su carrera, suele haber notables diferencias, que afectan más que nada al estilo. La mayoría de los escritores van aprendiendo sobre la marcha, conforme van escribiendo. Sin embargo, tras leer “Un hombre busca a otro hombre” uno tiene la impresión de que Carrigan ya tenía bien definido su particular estilo literario cuando escribió esta novela, en la que se reveló como uno de los mejores autores de western, a tan sólo un paso del gran José Mallorquí.

 
He decidido no revelar el argumento de la novela, como hago en otros casos, porque deseo que el lector se sumerja en su lectura con el mismo interés con que lo hice yo, y que descubra así el primer título que dio a la imprenta esa gloria de la novelística de aventuras que es Lou Carrigan. Puedo garantizaros, amigos de “Bolsi & Pulp”, que no os defraudará. Esta primera novela del maestro catalán  es una verdadera joya, que merece figurar en lugar destacado en cualquier biblioteca de bolsilibros. Disfrutadla.

 
Antonio Quintana
Marzo de 2016

lunes, 12 de enero de 2015

SOLO ANTE EL PELIGRO

 
 
 
 
 
USA/1952
TÍTULO ORIGINAL: HIGH NOON
DIRECIÓN: Fred Zinnemann
GUIÓN: Carl Foreman
FOTOGRAFÍA: Floyd Crosby
MÚSICA: Dimitri Tiomkin
PRODUCCIÓN: Stanley Kramer Productions


REPARTO: Gary Cooper (Will Kane); Grace Kelly (Amy Kane); Thomas Mitchell (Jonas Henderson); Otto Kruger (juez); Lloyd Bridges (Harvey); Katy Jurado (Helen Ramírez); Howland Chamberlain (conserje del hotel); Lon Chaney jr, (Howe); Lucien Prival (Joe); John Doucette (Trumbull); James Millican (Herb Baker); Henry Harry Morgan (Sam Fuller); Ian MacDonald (Frank Miller); R. J. Wilke (Jim Pierce); Sheb Wooley (Ben Miller); Lee Van Cleef (Colby); Ted Stanhope (telegrafista).
 
 
SINOPSIS
 
Will Kane, Marshall de Hadleyville, contrae matrimonio con Amy y proyecta trasladarse a la ciudad para abrir un negocio. Apenas acaba de casarse llega la noticia de que Frank Miller, un forajido al que Will detuvo y que estaba en prisión, ha sido indultado. Miller juró vengarse de Kane y llegará a Hadleyville en el tren del mediodía. Su hermano Ben y dos pistoleros aguardan su llegada con impaciencia. Kane ha cesado en el cargo y valora la posibilidad de marcharse, influenciado por sus vecinos y sobre todo por su esposa. Pero su sentido de la responsabilidad es más fuerte, de modo que decide quedarse y hacer frente a Miller y su banda. Recaba la ayuda de los habitantes de Hadleyville para formar un pelotón con que enfrentarse a los forajidos, pero sus vecinos le hacen el vacío más absoluto, y hasta las autoridades de la ciudad hacen gala de una cobardía total.
 
 

Una parábola del maccarthismo

 

Considerada por el público adicto al cine del Oeste, pero de limitados conocimientos históricos, como un Western estimable y poco más, SOLO ANTE EL PELIGRO es, en realidad, el más duro alegato cinematográfico contra el maccarthismo y la Caza de Brujas emprendida en Hollywood a finales de los 40 y principios de los 50. Bajo su tópico argumento subyace una ácida denuncia de las prácticas inquisitoriales del siniestro Comité de Actividades Antiamericanas, y también del comportamiento de una ciudadanía que oscilaba entre la complicidad más abyecta con dicho comité y la cobardía más ruin.
 
 
Los problemas que marcaron el rodaje de esta película de Zinneman estuvieron relacionados con su guionista. Carl Foreman (23/7/1914—26/6/1984) era uno de los mejores escritores de Hollywood, que había obtenido su primera nominación al Oscar por el espléndido guión de EL ÍDOLO DE BARRO (CHAMPION, Mark Robson, 1949), crudo retrato de un ambicioso púgil que lo sacrifica todo, hasta la vida, por alcanzar la cima. Foreman, que estaba en el punto de mira de McCarthy y sus adláteres desde hacía tiempo, escribió el guión de SOLO ANTE EL PELIGRO mientras era investigado por el ominoso comité, que poco después le obligaría a comparecer ante su presencia. En su declaración Foreman reconoció haber pertenecido al Partido Comunista en su juventud, si bien dejó claro que pronto pidió la baja al desilusionarse con esa ideología. No obstante, se negó en redondo a dar nombres de antiguos compañeros del partido, razón por la que fue etiquetado como testigo hostil, lo que significaba en la práctica que sería incluido en las tristemente célebres listas negras de la industria del cine. Por otra parte, se puso en marcha una despiadada operación de acoso y derribo contra su persona, a la que se sumaría increíblemente el productor de la película, Stanley Kramer, que demostró muy poca decencia con quien le había servido éxitos como la mencionada EL ÍDOLO DE BARRO, CYRANO DE BERGERAC (ídem, Michael Gordon, 1950) u HOMBRES (THE MEN, Fred Zinneman, 1950). No está clara la actitud de Kramer, tenido por un hombre liberal en el mundo del cine, pero es posible que en su comportamiento influyera el estado de psicosis colectiva anti-comunista imperante en aquel tiempo y el temor a ser incluido en las listas negras si defendía al guionista. Sea como fuere, Kramer intentó expulsar a Foreman de la producción de SOLO ANTE EL PELIGRO, lo que le enfrentaría con Gary Cooper y Fred Zinneman, protagonista y director del film respectivamente. Fue Cooper, un hombre considerado de derechas y defensor de los principios y valores tradicionales del americanismo, quien más indignado y combativo se mostró con Kramer. Cooper, a pesar de su ideología, tenía muchos amigos que podían ser considerados como de izquierdas, Ernest Hemmingway entre ellos, y las prácticas del Comité de Actividades Antiamericanas se le antojaban abominables. Cuando Kramer abogó por echar a Foreman, Cooper le plantó cara, pleiteando con él y llegando incluso a amenazar con abandonar el proyecto si el guionista era expulsado de la película por su negativa a dar nombres de supuestos comunistas ante el comité. Con el apoyo de Zinneman, Lloyd Bridges y otros miembros del reparto y del equipo técnico, Cooper logró que Foreman siguiese trabajando en SOLO ANTE EL PELIGRO.
 
Foreman ya había escrito el guión  cuando planeaba sobre él la amenaza de la citación ante McCarthy y sus esbirros, así que decidió trasladar a la acción del film el tenso clima político que se respiraba en USA en aquel momento. De este modo, la sencilla película del Oeste, que Foreman había pergeñado a partir del relato The Tin Star de John Cunninghan, devendría en la más notoria parábola del maccarthismo que ha dado el cine. Con todo, Kramer, sin duda para contentar a los infames miembros del comité, consiguió que no apareciese el nombre de Foreman en los títulos de crédito como ayudante de dirección, aunque no pudo impedir que apareciese como guionista. El escritor sería nominado a los Oscars por su magnífica labor.
 
Después de SOLO ANTE EL PELIGRO Foreman fue incapaz de conseguir trabajo en el cine durante seis años, por lo que decidió emigrar a Europa. En cierto modo, su forzado exilio de Hollywood fue menos gris y más productivo que el de otros colegas suyos, pues en Gran Bretaña estableció contacto con J. Lee Thompson y Richard Attenbourough, con quienes emprendió diversos proyectos que le hicieron rico. Interesado por una exitosa novela de Pierre Boulle, compró personalmente los derechos de la obra que daría pie a EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI (THE BRIDGE ON THE RIVER KWAI, David Lean, 1957), colaborando en el guión junto a Boulle, Calder Willingham y Michael Wilson. Esta película también seria víctima de los prejuicios y paranoias de la extrema derecha americana. Hedda Hopper, vocera de la crítica más reaccionaria, abogó por eliminar de los créditos los nombres de aquellos despreciables “comunistas”. EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI fue estrenada como si sólo Pierre Boulle fuese responsable de la historia, de forma que el escritor francés se llevó todo el mérito al obtener el Oscar al mejor guión. Sólo en fechas muy posteriores se reconocerían las inestimables aportaciones de Wilson, Cunningham y, sobre todo, Foreman al éxito del film dirigido por Lean.
 
La industria cinematográfica británica, no tan poderosa como la norteamericana pero muy pujante, otorgaría a Carl Foreman el reconocimiento que en su país de origen se le negaba por absurdos motivos ideológicos. Guionista y productor, fue nombrado director del Instituto Británico del Cine (British Film Institute) en 1965. Además de recibir la Orden del Imperio Britanico,  un premio BAFTA, concedido por la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión, que galardonaría al mejor director, productor o guionista británico novel,  fue designado con su nombre. De esta forma Gran Bretaña honraba a uno de los más grandes guionistas que han existido, que sufrió acoso y persecución en su propio país y fue obligado a exiliarse por su manera de pensar. Una lacra que empañará siempre la imagen de Estados Unidos y Hollywood.
 
Mucho más que un western
 
SOLO ANTE EL PELIGRO funciona como una espléndida cinta del Oeste, pero su fondo es mucho más complejo y crítico de lo que pudiera parecer a primera vista. Foreman vertió en el guión toda la amargura y todo el desasosiego que le provocaban los acontecimientos desatados por McCarthy and company. Hasta el más pequeño detalle del film está relacionado, directa o indirectamente, con lo que estaba ocurriendo en USA en aquel tiempo. Hadleyville, el pueblecito del Oeste donde transcurre la acción es, en realidad, una extrapolación de los Estados Unidos de principios de los 50, con todas sus lacras y defectos bien visibles. Sus habitantes, que en principio pudieran parecer honestos y sencillos, se revelarán como un hatajo de cobardes que, ante la inminente llegada de Frank Miller (memorable trasunto del odioso McCarthy), se esconden en cantinas, iglesias o en las habitaciones de invitados de sus propias casas. Cualquier cosa antes que arropar al sheriff Kane y ayudarle a hacer frente a esa banda de forajidos. Como el grueso de la sociedad estadounidense, que no hizo nada por parar los sucios manejos inconstitucionales del infame senador por Wisconsin,   los habitantes de Hadleyville recurren a pobres e inconsistentes excusas para no ayudar a Kane. Foreman también enfiló sus críticas hacia la administración de justicia y hacia esos jueces que, por miedo, por un equivocado sentido del patriotismo, o por ambas cosas, dictaron sentencias injustas contra los perseguidos durante la Caza de Brujas. Estos siniestros personajes están representados en el film por el juez que condenó a Miller a la cárcel, pero que ante el regreso del pistolero retira la bandera de su sala de vistas y sale huyendo como alma que lleva el diablo. También es obligado mencionar aquí un detalle harto significativo: cuando Kane va a ver a un amigo para pedirle ayuda, éste se esconde tras una puerta mientras su mujer trata de dar la cara por él. El personaje se llama en el film… Sam Fuller. Está claro que con la inclusión de esta secuencia Foreman pretendía echarle en cara su actitud al director de MANOS PELIGROSAS (PICKUP ON SOUTH STREET, 1953), pues Fuller, supuesto amigo del guionista, no quiso tratar con él cuando empezó a ser asediado por el comité.
 
Foreman, que declararía haberse sentido identificado con el personaje del Marshall al ser citado ante el comité, cargó las tintas en la descripción negativa de los parroquianos de Hadleyville, haciendo que hasta el supuestamente honorable amigo de Kane y presidente de la junta vecinal, interpretado por el gran Thomas Mitchell, se niegue a ayudarle y le conmine a abandonar la ciudad como una rata. La vergonzosa forma de actuar de la gente influye incluso en los niños, que juegan a los pistoleros representando un duelo en el que quien hace de Kane resulta muerto por los que encarnan a Miller y su banda. Así, la imaginaria población de Hadleyville se convierte en un reflejo de los Estados Unidos de los añós 50, en los que el grueso de la gente, por miedo y cobardía pero también por puro egoísmo, secundó por acción o por inacción las prácticas de McCarthy y otros como él.
 
El Marshall Kane es retratado como una especie de héroe a la fuerza. Tiene dudas, pero a pesar de ello sigue adelante solo, mientras todo el pueblo se quita de en medio esperando que lo maten. Tan sólo dos personas le ofrecen ayuda: un viejo borracho y tuerto y un adolescente indignado ante la cobarde actitud de toda una ciudad. Estos dos personajes, débiles físicamente pero dotados de un sentido de la moral infinitamente superior al de cualquier habitante de Hadleyville, simbolizan a los escasos estadounidenses que abogaban por hacer frente a la injusticia que simbolizaba McCarthy. Pero Kane, consciente de que no tendrían ninguna oportunidad frente a los avezados gunmen de Miller, rechaza conmovido el ofrecimiento de ambos. Al final será su flamante esposa, redimida tanto por su conciencia como por las palabras de Helen Ramírez (Katy Jurado), quien ayude a su marido.
 
La acción del film se desarrolla en tiempo real, con la abundante inserción de planos de relojes para hacer más patente la amenaza que representa la llegada del tren. Tampoco es gratuita la inclusión, en momentos muy señalados del metraje, de algunas estrofas de la canción que acompaña los sencillos a la par que geniales créditos iniciales. Parece que tales detalles, que contribuyen a aumentar casi insoportablemente la tensión del film, fueron incluidos en el relato por Zinnemann, no formando parte del guión de Foreman.
 
El mítico final de SOLO ANTE EL PELIGRO es toda una declaración de principios por parte del guionista. Tras acabar con Miller y sus hombres, Kane arroja al polvoriento suelo, con inequívoco gesto de desprecio, la estrella que los cobardes habitantes de Hadleyville no quisieron arropar con valentía, y tras subir con su esposa a la carreta que le ha traído el muchacho que poco antes se ofreció para luchar a su lado, abandona la ciudad. Unos años después, Carl Foreman también abandonaría su Hadleyville particular, los Estados Unidos, asqueado por la apática actitud de sus compatriotas ante los turbios manejos de McCarthy y su cohorte de matones políticos.
 
SOLO ANTE EL PELIGRO es un gran Western, uno de los mejores títulos del género. Pero también es un impresionante documento sobre una época de la historia americana, los 50 y la ominosa Caza de Brujas, que estuvo a punto de conducir a los Estados Unidos, la primera democracia de la historia, al totalitarismo. En última instancia, y curiosamente en parte gracias a los excesos de McCarthy y los suyos, esa amenaza fue conjurada. Pero el arte cinematográfico sufrió un golpe del que jamás se repondría.
 
Antonio Quintana
Enero de 2015
 


miércoles, 30 de julio de 2014

UNA MUERTE EN CADA VIDA

 
 
 
 
 
El Grupo Z se hizo con la Editorial Bruguera cuando ésta, víctima de la mala praxis y quizá también de la avaricia de los Bruguera, entró en colapso. Ediciones B, filial del Grupo, tras tomar las riendas de la firma editora, decidió reimprimir algunos bolsilibros bajo su propio sello. Los más exitosos fueron, claro está, los del Oeste. Al maestro Lou Carrigan le dedicaron la colección “Oeste Legendario”, cuyo número 1 sería “Una muerte en cada vida”, sin duda uno de los westerns más conseguidos del novelista barcelonés.
 
“Una muerte en cada vida” comienza con la emboscada tendida por una “posse” a un grupo de jinetes que están haciendo noche, a través de cuyos comentarios adivinamos que parecen huir de algo. Tras la refriega, todos mueren, menos uno que logra escapar a uña de caballo, aunque herido. Poco después, Carrigan nos presenta a Conrad Triton, que ha acudido a Granger para saber de su hermana y su cuñado, que al parecer han sido asesinados. El sheriff de la localidad le pone al corriente de los hechos, diciéndole que han podido matar a dos de los asesinos de la pareja, pero que el tercero ha conseguido huir. Tritton, decidido a vengar el ultraje que ha sufrido su hermana antes de ser asesinada, se entrevista con Adam Waverly, que al parecer ha visto algo. Las pistas le llevan a la población de Rockdale, a donde Tritton llega bajo la falsa identidad de Howard Masterson. Resuelto a encontrar al tercero de los forajidos, Tritton se verá mezclado en los conflictos locales entre ganaderos y ovejeros. Además, deberá estar alerta, pues alguien pretende matarle a traición.
 
No podían haber escogido un relato más interesante para iniciar la serie “Oeste Legendario” de Ediciones B. Todos los westerns del maestro Carrigan son estupendos, pero esta novela tiene algo especial, que la convierte en uno de mis títulos preferidos. Cuando decidí releerla para reseñarla, no hace mucho tiempo, me enganchó de tal manera, pese a conocer el final, que me la tragué de un tirón. Todo el mejor Carrigan vaquero está en ella y la disfruté como si fuese una novedad. Quizá sea esto lo mejor que puedo decir de “Una muerte en cada vida”. En todo caso, si os gusta el Oeste clásico, no dejéis de leerla, pues se trata de un bolsilibro de una calidad superior a la media. Un western de Lou Carrigan: con eso queda dicho todo.
 
 
Antonio Quintana
Julio de 2014

sábado, 19 de octubre de 2013

UN ALIENÍGENA EN EL OESTE

 
 
 
 
Uno de los personajes más populares del cómic europeo fue Tex Willer, un ranger de Texas cuyas emocionantes aventuras encandilaron a millones de lectores durante décadas. Tex fue publicado en España por la editorial Buru Lan, convirtiéndose pronto en uno de los personajes favoritos de los aficionados a los tebeos ambientados en el salvaje Oeste. Su popularidad en nuestro país sólo fue superada por otro gran clásico del western en viñetas, El Teniente Blueberry. Hace poco, mientras hojeaba nostálgicamente algunos tomos de Tex, encontré algo que me sorprendió, algo que no recordaba ni remotamente. En una de sus extraordinarias aventuras, Tex Willer se enfrentó nada más y nada menos que a un ser de otro planeta.
 
Las aventuras de este personaje se presentaban en tomos de 96 páginas, de aparición quincenal. Cada volumen incluía dos historias. La edición había sido diseñada de forma que en cada tomo terminaba la aventura empezada en el anterior y comenzaba otra que concluiría en el siguiente. De este modo se conseguía enganchar al lector con facilidad. Y fue al releer dos de estos volúmenes, los números 9 y 10 de la colección, cuando me tropecé con una curiosa historia de ciencia-ficción ambientada en el Oeste americano de la década de 1880.
 
La historia que nos interesa comienza en el episodio titulado EL VALLE DE LA LUNA, del tomo 9, cuando Tex y su gran amigo Carson se encuentran con un viejo conocido, Ben Rufus. Rufus ha comprado una mina a Tom Fresno por 3000 dólares y un tanto por ciento de los beneficios. Tex sospecha que su amigo ha sido estafado, pero Fresno parece un hombre honrado, de manera que el ranger le pregunta por qué vende tan barata una mina de la que, según él mismo ha dicho, podría extraerse hasta un millón de dólares en oro. Fresno no vacila en reconocer que es el miedo lo que le impulsó a venderla, ya que, según parece, en esa mina pasan cosas muy raras, como si estuviese encantada o algo así. Tex escucha el extraordinario relato de Fresno, tras lo cual decide ayudar a su amigo Rufus. Nuestro héroe, como es natural, no cree en fantasmas ni tonterías así. A pesar de ello, el ranger no puede evitar sentirse impresionado por las extrañas muertes producidas en esa mina, de modo que, poco después, parte hacia el valle de la Luna, lugar en que se encuentra la mina, acompañado de Rufus y Carson. Y así comienza la más sorprendente aventura de Tex Willer. La gente que vive en el valle está aterrorizada por las cosas que pasan en torno a la mina del hombre muerto. La misma noche de su llegada al lugar, nuestros amigos son despertados por un extraño sonido como de campanillas. Un intruso merodea en torno a la cabaña en la que se alojan. Tex, colt en mano, le da el alto, pero el extraño huye en dirección a la mina, introduciéndose en ella. Tex, Rufus y Carson, le persiguen, pero un derrumbamiento les obliga a retroceder.
 
 
El ranger decide entrevistarse con el jefe apache Mano Amarilla. Los indios conocen mejor que nadie el valle de la Luna y los cercanos montes Dragón, y si ocurre algo anormal por esos lugares, ellos deben saberlo. La entrevista con el cabecilla nativo resulta muy provechosa. Mano Amarilla le habla del hijo del Gran Espíritu, que, según él, ha bajado a la Tierra. Nuestro héroe comprueba, con asombro, que el siempre valeroso guerrero apache tiene miedo. Mientras tanto, Rufus y Carson, que están tratando de despejar la entrada a la mina, encuentran en una de las galerías de ésta a un indio moribundo, que sostiene en una mano un pedazo de roca con vetas verdes y plateadas. El indio muere y los hombres blancos comprueban, horrorizados, que la mano en la que sostenía la extraña roca está llagada.
 
Mientras esto ocurre en la mina, Kiwan, hechicero de la tribu de Mano Amarilla, explica a Tex todo lo relacionado con el hijo del Gran Espíritu, que ha conseguido la colaboración de los guerreros ofreciéndoles una fortísima agua de fuego nunca vista antes por los indios. El hechicero tiene una de las curiosas pastillas con las que el ser elabora dicho licor. Disolviendo un trozo de ella en agua, se consigue una bebida más fuerte que el mezcal. Por conseguir esa bebida, los miembros de la tribu de Mano Amarilla trabajan para ese ser, extrayendo extrañas rocas negras, verdes y plateadas de la llamada mina del hombre muerto. Pero los guerreros que trabajan para el hijo del Gran Espíritu van muriendo poco a poco, víctimas de una extraña enfermedad.
 
Los acontecimientos se precipitan cuando Rufus y Carson regresan al poblado minero, y se encuentran con un aterrado y andrajoso buscador de oro que les relata su increíble historia. Él y su socio se disponían a lavar en el torrente los minerales que extrajeron de su mina, cuando apareció el hombre más extraño que habían visto en todos los días de su vida. El minero relata cómo su socio murió fulminado por un rayo de luz que brotó de la mano del extraño. Los mineros organizan inmediatamente un pelotón para salir en busca de ese tipo. Pronto localizan al extraño, que parece merodear por los alrededores buscando sólo él sabe qué, y se entabla un feroz combate, en el que, a pesar de la superioridad de su extraña arma de rayos, el hijo del Gran Espíritu lleva las de perder, sobre todo porque Tex y Mano Amarilla se presentan de improviso en auxilio de Carson, Rufus y los demás, uniendo el fuego de sus winchesters al de las armas de sus compañeros. El ser de otro mundo huye en dirección a la mina, perseguido de cerca por Willer y los demás. Pero el alienígena no está dispuesto a permitir que le cojan vivo y que descubran sus secretos. Una de las galerías de la mina desemboca en el valle de la Luna y por ella huye el ser. Cuando están a punto de alcanzarle, se produce una horrible detonación acompañada de una luz cegadora, y poco después, nuestros amigos descubren las ropas semiquemadas que llevaba el individuo, y en el centro del valle observan un gran círculo de tierra abrasada, del cual salen espirales de humo. Nuestros héroes deducen que el misterioso personaje ha preferido morir, empleando sólo Dios sabe qué clase de explosivo, a que le cogieran vivo. Así concluye esta aventura de Tex. Pero el lector no puede evitar preguntarse si el alienígena, una vez terminada su misión, cualquiera que ésta fuera, no habrá logrado regresar a su mundo empleando alguna nave auxiliar que tuviera dispuesta para tal fin en aquel recóndito rincón del valle.
 
 
Esta fue, sin duda, la aventura más original de las narradas en los álbumes de Tex. No obstante, cabe señalar que las aventuras de este personaje estaban sazonadas frecuentemente con elementos propios de otros géneros. Quizás por eso, aunque me gustaba bastante, Tex no fue nunca uno de mis personajes favoritos. En aquella época no me convencía la mezcla de géneros, así que en lo que a tebeos del Oeste se refiere, prefería a Blueberry o El Pequeño Luchador. Sin embargo, la calidad de los dibujos y los guiones de Tex me sedujeron, y durante algún tiempo adquirí los volúmenes que iban saliendo al mercado.
 
Aunque no es la mejor aventura de este personaje, este curioso relato de un extraterrestre que busca mineral radiactivo en pleno Oeste americano, empleando a los indios como mano de obra semiesclava, tiene cierta gracia. Una historieta para recordar, aunque sólo sea como curiosidad.

domingo, 21 de abril de 2013

LA EFÍMERA COLECCIÓN “BONANZA”


POR ANTONIO QUINTANA CARRANDI



Una de las series televisivas más exitosas de la historia fue Bonanza, producida por la cadena estadounidense NBC entre 1959 y 1973. Este western catódico arrasó en todos los países en los que fue emitido, deviniendo en un clamoroso fenómeno de masas. Tan sólo El Fugitivo, de la QM Productions, logró hacerle algo de sombra. Bonanza comenzó a emitirse en España hacia mediados de los años sesenta, gozando desde el primer momento del favor del gran público y convirtiéndose de inmediato en el programa estrella de TVE (Televisión Española), hasta el punto de que sólo determinadas retransmisiones deportivas la superaban en audiencia, y no siempre.
 
Editorial Bruguera, siempre a la caza de oportunidades de negocio que acrecentaran sus ya por entonces astronómicos beneficios, decidió aprovechar el filón Bonanza lanzando al mercado una colección de novelas-franquicia en formato bolsilibro. Dado que el número de seguidores de la mítica producción era considerable, todo parecía indicar que una serie de novelas inspiradas en ella funcionaría bien. Así pues, la editorial barcelonesa entró en negociaciones con la NBC, y poco después aparecía en los quioscos de toda España el primer número de  Bonanza, titulado Doble rapto.
 
El novelista escogido por la editorial para escribir los relatos fue Luís García Lecha, autor estrella de Toray que, no obstante, colaboraba en las colecciones de Bruguera desde una década antes. Fue, ciertamente, una elección de lo más acertada, porque el personalísimo estilo del escritor riojano casaba a la perfección con el ambiente característico de la serie televisiva. Lecha optó por firmar sus obras de Bonanza como Clark Carrados, su seudónimo más conocido.
 
Considerando el tirón que la serie de tv tenía entre el público español, es de suponer que cuantos colaboraban en el proyecto, tanto el autor elegido como los responsables de la editorial, esperasen que la colección de bolsilibros alcanzara el mismo éxito e incluso idéntica longevidad. Sin embargo, parece que no fue así, ya que Bonanza se publicó durante sólo seis meses. La primera novela, Doble rapto, apareció en octubre de 1966, y la última, Abogado defensor, en marzo de 1967, publicándose en total quince títulos. Luego la colección fue cancelada, pasando a ser una de las más cortas, tanto por número de ejemplares publicados como por tiempo de permanencia en los quioscos, de la historia de la literatura bolsilibresca.
 
¿A qué se debió que la Bonanza de Bruguera tuviese una vida tan efímera? La falta de datos bien contrastados sobre el asunto me impide dar una respuesta concreta a este interrogante. Sólo puedo conjeturar que, tal vez, los lectores compulsivos de bolsilibros del Oeste no se sintieran suficientemente atraídos por la Bonanza literaria, pudiendo disfrutar de las aventuras originales de Ben Cartwright y sus hijos en la pequeña pantalla. Según parece, en la época también se rumoreó que la editorial había tenido algún problema con la NBC, lo que quizás podría explicar por qué se cerró la colección con apenas medio año de vida. Huelga decir que no creo que Carrados tuviera nada que ver con el aparente fracaso de esta serie de novelas-franquicia, pues era uno de los autores de bolsilibros más apreciados por el público y un profesional como la copa de un pino.
 
En la segunda mitad de los años sesenta Bruguera alternaba dos tipos de formatos en sus colecciones de bolsilibros. Mientras que diversas series del Oeste, policiacas y románticas mantenían el formato estándar establecido en los años cuarenta,  15 x 10´5 cm, Enviado Secreto, Bonanza y alguna otra de temática diversa eran presentadas en un formato algo mayor, cuyas medidas eran 17´5 x 10´5 cm, con una extensión media de 110/112 páginas. En cuanto a su precio de venta, era de 9 pesetas.
 
Casi imposibles de encontrar hoy día, las novelas que Clark Carrados escribió para la serie Bonanza de Bruguera pueden considerarse como un preciado botín para cualquier amante de los bolsilibros. Por desgracia, el autor de estas líneas no posee ninguna, aunque hace ya demasiados años tuvo el placer de leer dos de ellas, Hoss Cartwright, detective y Terror en Virginia City.
 
En 2008,  el IER (Instituto de Estudios Riojanos),  dedicó un homenaje a Luís García Lecha, que se complementó con la edición de un libro que contenía una breve semblanza biográfica del autor, una novela policiaca inédita,  una de sus primeras novelas de ciencia ficción, un relato corto y la correspondiente bibliografía.  En el listado de títulos de Bonanza faltaban los dos últimos.

RELACIÓN DE TÍTULOS DE LA COLECCIÓN “BONANZA”

1—Doble rapto
2—Hoss Cartwright, detective
3—Los nuevos dueños de La Ponderosa
4—El hijo del jugador
5—Los linchadores
6—El parador del diablo
7—Al pie del patíbulo
8—Terror en Virginia City
9—Muerte en la ciudad muerta
10—El atraco
11—Cuatreros en La Ponderosa
12—Hoss y la mujer forzuda
13—La belleza del diablo
14—Tierras rojas
15—Abogado defensor
 
Antonio Quintana Carrandi
Abril de 2013

domingo, 18 de marzo de 2012

EL VALLE QUE QUEDÓ EN EL OLVIDO



POR ANTONIO QUINTANA CARRANDI



Hacía tiempo que no reseñaba ningún bolsilibro del oeste en este blog, así que hoy os presento, amigos de Bolsi & Pulp, uno de los pequeños grandes westerns surgidos de la extraordinaria pluma de mi muy admirado Lou Carrigan, el Maestro indiscutible de la literatura bolsilibresca. En esta ocasión se trata de EL VALLE QUE QUEDÓ EN EL OLVIDO, un espléndido western coral, protagonizado por cuatro forajidos que llegan a un pequeño y hermoso valle, situado en algún punto de la frontera entre Texas y México.

Bueno, es conveniente matizar eso de “forajidos”, porque los héroes de este relato son más bien un puñado de amigos que se las dan de bandidos, pero que, puestos a cometer fechorías, son más bien lastimosos. Se trata, en realidad, de cuatro buenos hombres a los que las circunstancias de la vida, tan perra a veces, les han empujado al otro lado de la ley. Pero como no tienen entrañas para comportarse despiadadamente, como cualquier forajido que se precie de serlo, estos cuatro amiguetes “no dan pie con bola”, como suele decirse. Ninguno de ellos es un asesino, de modo que cuando se deciden a asaltar una diligencia, la cosa les sale fatal y tienen que huir a uña de caballo. Su intención es llegar a México, pero uno de ellos está gravemente herido y se ven obligados a buscar refugio y ayuda en el valle que da título a la novela. Una vez allí, entablarán buenas relaciones con los escasos habitantes del lugar. Llegado el momento, y en un alarde de hombría de bien, defenderán a éstos del acoso de Joe Kirkpatrick y su peligrosa banda de asesinos sin conciencia, que llegan al valle poco después que ellos, huyendo de los Rurales de Texas.

Esta es, sin duda, una de las mejores novelas del Oeste del Maestro Lou. Los personajes principales son inolvidables, una de las mejores creaciones literarias del autor barcelonés. Destacan los dos mexicanos, Manuel Chávez, o Manolón, el gigante que sólo aspira a encontrar una mujer de su mismo calibre con la que llevar una vida plácida, y Jajá Pérez López, el chiquitajo que siempre se está riendo y que es más feo que el sargento de Utrera, aquel al que, de puro feo, cuando murió le dieron los santos óleos con una caña. Sus compañeros gringos son Pete O´Rourke y Phil Corbett. Los cuatro han cabalgado juntos durante mucho tiempo y cada uno de ellos daría la vida por los demás si fuera necesario. Valle Salazar, el valle que quedó en el olvido, ese lugar apacible apartado de las rutas conocidas, se abre ante ellos como un inesperado paraíso en la Tierra. Pero para disfrutar de tal paraíso, antes habrán de exterminar a las serpientes de cascabel comandadas por el infame Kirkpatrick.

La novela tiene todos los ingredientes para complacer al lector más exigente. Hay acción a raudales, romance en su justa medida y, lo mejor de todo, mucho humor, el inconfundible y sano humor “Carriganiano” que merecería un estudio aparte. ¿Quién sabe? Quizá me decida a escribir tal estudio yo mismo. De momento, disfrutad de EL VALLE QUE QUEDÓ EN EL OLVIDO, uno de los westerns más memorables de ese extraordinario autor que es Antonio Vera Ramírez, el incombustible Lou Carrigan.

miércoles, 6 de julio de 2011

LOU CARRIGAN: EL SABOR DEL MEJOR WESTERN


NOTA: Al final del artículo hay unas palabras del maestro LOU CARRIGAN.

POR ANTONIO QUINTANA CARRANDI


El género más popular de la literatura bolsilibresca fue el western, seguido muy de cerca por la llamada “novela rosa”. Durante la época de esplendor de los bolsilibros, que abarcó desde los años cuarenta hasta mediados de los ochenta del siglo pasado, se publicaron en España millares de novelas de esta temática. La novela “de vaqueros” representó durante mucho tiempo un negocio seguro para los editores, y en consecuencia, proliferaron las editoriales centradas preferentemente en el pujante mercado de la “novela de a duro”. Se trataba de novelas de consumo, literatura “barata” según algunos indocumentados, pensada para leer y tirar. El editor Francisco Bruguera las definía como “novelas de autobús o de Metro”, ya que era habitual ver a los usuarios de estos medios de transporte entretenerse durante los tediosos trayectos leyendo un bolsilibro. Nuestros mayores aún recuerdan, con un puntito de nostalgia, aquellos tiempos en que era normal ver a casi todo el mundo con su novela encima; de aventuras y acción los hombres, de romances imposibles ellas.

Editadas en papel de baja calidad y toscamente encuadernadas, aquellas modestas novelas gozaron de una difusión extraordinaria, que todavía hoy sorprende a los estudiosos. Eran, como he dicho, novelitas pensadas para leer y tirar, pero el caso fue que nadie las tiraba. Hasta hace poco proliferaban en España los llamados “cambios de novelas”, librerías y tiendas de todo tipo en las que, por una módica cantidad, se podían cambiar los bolsilibros ya leídos por otros. Este tipo de actividad comercial contribuyó notablemente a la expansión de la novela popular, convirtiéndola en un fenómeno cultural de masas que en su día fue vilmente despreciado por los intelectuales, que llegaron a calificar estas obras de “embrutecedoras”, lo que dice mucho sobre la verdadera capacidad “intelectual” y el sentido común de aquellos caballeros. Los bolsilibros no fueron embrutecedores, ni mucho menos; ni siquiera los del Oeste, que junto con los “rosa” serían los más denostados por esa intelectualidad sectaria y corta de miras. Según la opinión de esos gurus de la Cultura elitista, esa clase de novelas “no ayudaron a mejorar el nivel cultural de los españoles”, lo cual no deja de ser una falacia, pues fomentaron el hábito de leer entre las masas obreras, lo que ya de por sí es un logro considerable. Por otra parte, la llamada “literatura seria”, al menos la que se escribía en España en aquellas calendas, tampoco ayudó a cambiar las cosas en ese aspecto, pues fue una literatura “de clase”, para las elites, sin ninguna vocación de llegar a los lectores de cultura media. Contempladas las cosas con la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, lo que ha quedado claro es que los escritores de bolsilibros definían mejor las aspiraciones y los gustos de los españoles que otros autores más respetados, como Marsé, Umbral o el mismísimo Cela, por ejemplo.
Aclarado esto, es necesario reconocer que la mayor parte de los bolsilibros publicados en España adolecían de una lamentable falta de calidad. A mi juicio, esto pudo deberse tanto al estajanovista ritmo de trabajo al que estaban sometidos los autores, como al hecho de que muchos de ellos escribieran sólo para comer, por lo que trabajaban sin más motivación que acabar la obra cuanto antes para cobrarla. Pero también abundaron los que amaban su profesión y procuraban ofrecer al lector buenos textos, en la medida en que lo permitían los estrechos márgenes de maniobra entre los que se veían obligados a desarrollar su labor de creación literaria. Y entre éstos últimos destacaron media docena de autores que, contra viento y marea, dignificaron la novela popular, logrando ofrecer al público un puñado de obras muy estimables.

En el género western, que es el que nos ocupa, el Rey indiscutible fue José Mallorquí, considerado aún hoy el más grande entre los grandes autores de novela de aventuras en lengua española. Muchos fueron los que trataron de seguir su estela, pero sólo otro novelista ha sido capaz de alcanzar la misma categoría profesional que Mallorquí como autor de novelas del Oeste: el Maestro barcelonés Lou Carrigan.
Nuestro admirado escritor, y buen amigo, Antonio Vera Ramírez, Lou Carrigan, publicó su primera novela en 1959. Se trataba de un western titulado UN HOMBRE BUSCA A OTRO HOMBRE, primero de una vasta producción de relatos del Oeste que harían de Lou uno de los más afamados autores del género. Por aquel entonces, los quioscos estaban saturados de novelas de esta temática, siendo sus autores más representativos el ya citado Mallorquí y el muy famoso, aunque bastante ramplón, Marcial Lafuente Estefanía. Ambos escritores representaban la cara y la cruz, lo mejor y lo peor, del bolsilibro del Oeste. Había docenas, tal vez cientos de autores dedicados al género, y debía de ser muy difícil destacar entre aquella legión de “forzados de la pluma”. Carrigan lo consiguió en un tiempo récord, despuntando como uno de los mejores narradores de aventuras vaqueras y policiales.
Los bolsilibros en general, y los del Oeste en particular, se ajustaban a unos moldes poco flexibles. Concebidos como un producto industrial, los esquemas, situaciones, diálogos y desenlaces que presentaban se repetían hasta la saciedad. Las editoras exigían que las novelas respondiesen plenamente a las expectativas de unos lectores con un bagaje cultural medio o bajo, y por lo tanto no demasiado exigentes. Dicho de otro modo: se esperaba que los argumentos fueran predecibles y poco o nada originales. Carrigan y otros, entre los que cabe citar a Clark Carrados, Fidel Prado, Silver Kane, Frank Caudett y Donald Curtis, se vieron obligados a respetar estas premisas; pero todos ellos soslayaron como pudieron las limitaciones editoriales, ofreciendo a sus lectores novelas de una calidad muy superior a la media habitual en la industria bolsilibresca. Cada uno de ellos contó con legiones de seguidores en todo el mundo de habla española, pero el nivel más alto lo alcanzó Lou.
La clave del éxito de Carrigan —hablo como lector adicto, no como experto, cosa que no soy— residió no tanto en las historias que contaba, sino en cómo las contaba. Las novelas de Lou son relatos clásicos del Oeste, respetuosos con los tópicos y las convenciones del género. Pero cuando uno lee una de ellas, se da cuenta enseguida de que a Carrigan le venían pequeños el formato y la extensión del bolsilibro. Con un estilo claro, directo, caracterizado por su inmediatez, los western de Carrigan seducían al lector desde la primera página. No importaba cuán manido pudiera parecer el argumento; Lou, haciendo gala de una habilidad sorprendente, siempre conseguía darle una cierta pátina de originalidad incluso al cliché más gastado. La fuerza de sus historias emanaba tanto de la cuidadosa elaboración de sus tramas argumentales como de sus personajes, creados con mimo por un autor que no sólo es un buen conocedor del género humano y sus debilidades, sino que también está dotado de una aguda intuición psicológica. Unos personajes bien dibujados, que actúen como personas de carne y hueso y no como estereotipados héroes de papel, pueden convertir un bolsilibro del montón en una buena novela. Carrigan demostró esto cientos de veces. Los hombres y mujeres que describe en sus obras se nos antojan casi personas reales. Esta impresión se acentúa gracias a los fabulosos diálogos que construye Lou, verdaderas piezas de ingeniería literaria que realzan aún más la sensación de realismo que desprende cualquier novela suya. Construir un diálogo es una de las tareas más difíciles para un narrador, y Carrigan es un Maestro en esto, como en muchas otras cosas. Muchos autores de bolsilibros —omito, por respeto, sus seudónimos— estropeaban sus obras salpicándolas de auténticos “diálogos para besugos”, utilizándolos torpemente para hacer avanzar la acción. Lou, por el contrario, sabe que un buen diálogo basta para definir los caracteres de los personajes, sin necesidad de otros elementos adicionales, y que debe ser natural, progresivo, significativo, dinámico y ágil. En consecuencia, emplea el diálogo con profusión pero en su justa medida. Y la verdad es que hay pocos novelistas capaces de construir diálogos tan memorables como el Maestro barcelonés.

Otro personalísimo rasgo del estilo narrativo carriganiano es su modo de afrontar las escenas de acción, que en el Western, dadas las características del género, tienen una importancia capital. He leído muchos buenos bolsilibros del Oeste que al final me decepcionaron, debido a la forma un tanto burda en que sus autores resolvían los tiroteos. El muy sobrevalorado Estefanía atajaba el asunto con frases simplonas y ridículas, que en realidad no describían nada; cosas como ésta: “Johnny disparó desde las fundas”. Cualquiera que conozca un poco la historia del Oeste americano y entienda algo de armas, sabe que eso de “disparar desde las fundas” es una estupidez. Normalmente, la pistolera iba sujeta al muslo por una correílla, para que se mantuviese firme y resultará más fácil extraer el arma en caso de necesidad. Para disparar sin desenfundar, como sugería Estefanía, aparte de soltar dicha correílla habría que poner horizontal el conjunto revólver-pistolera, algo nada fácil de conseguir, dada la configuración de los cintos. Pero es que además, aunque lograra hacerlo, el vaquero tendría que abrir fuego en una posición muy forzada y harto incómoda, con lo cual los tiros quedarían muy cortos; más aún, resultaría imposible apuntar, y es dudoso que consiguiera alcanzar en un punto vital a su oponente, por muy cerca que estuviese de éste. Tal vez conseguiría herirlo levemente; pero el otro podría desenfundar su propio revólver y abatirlo con relativa facilidad. En los anales del Oeste americano no existe crónica, anécdota o leyenda en la que se mencione eso de “disparar desde las fundas”, por lo que debemos colegir que se trata, simplemente, de un pobre recurso literario ideado por Estefanía u otros para simplificar la resolución de las escenas de acción de sus obras.
Otros autores lograron describir, con bastante acierto, buenas secuencias de acción; pero nadie lo ha hecho mejor que Carrigan. Ni siquiera Mallorquí, a quien en este punto Lou supera con creces. La extraordinaria pericia narrativa de Carrigan alcanza su cénit en esos tiroteos descritos con pulso cinematográfico, capaces de crear en la mente del lector la ilusión de que se encuentra en una oscura sala de cine, asistiendo a la proyección de un Western de buena factura. La habilidad de Lou para presentar la acción física alcanzaría sus más altas cotas de perfección en sus obras policiales y de espionaje, especialmente en las protagonizadas por la sin par Baby, salpicadas de impresionantes tiroteos y espectaculares luchas cuerpo a cuerpo.
El Western, como género épico, se nutre de las leyendas forjadas durante la expansión colonizadora por las tierras del Oeste de los EE UU durante el siglo XIX. La más apreciada por Lou es la de los Rangers de Texas (Rurales los llama él), esforzados agentes de la ley que devinieron, tanto por sus propios méritos como por obra y gracia de la literatura de aventuras primero, y del cine después, en arquetípicos héroes del más genuino Fart West. Creados en 1823, como una milicia para proteger a los colonos de Texas de los ataques de los comanches, alcanzaron pronto una reputación casi mítica. Tomaron parte en la guerra contra Méjico, y tras declararse Texas República independiente, fueron la columna vertebral de sus fuerzas del orden. Lucharon de nuevo contra los mejicanos durante el conflicto de 1846-1849, y continuaron ejerciendo funciones de policía cuando Texas fue admitida como nuevo Estado de la Unión. Durante la Guerra de Secesión se disolvió el cuerpo, pues todos sus miembros se alistaron en los regimientos de caballería organizados a toda prisa en el Estado de la Estrella Solitaria. Finalizada la contienda, Texas fue ocupada por el ejército yanky, que se encargó de las funciones policiales. Hubo una “policía del Estado” creada por el gobernador F. J. Davis en 1870, formada por agentes negros bajo el mando de oficiales blancos, que muy pronto fue tachada de corrupta y acusada de estar al servicio de los intereses nordistas. Por otra parte, los policías negros, analfabetos la mayoría de ellos y difíciles de controlar, fueron acusados de numerosas tropelías, lo que redundó en un aumento de la inquina tejana hacia ellos. Tan pronto como el ejército de la Unión se retiró de Texas, las autoridades procedieron a reorganizar a los Rangers, que a partir de 1874 llevaron la ley y el orden hasta el último rincón del Estado, alcanzando una fama sólo comparable a la de la Real Policía Montada del Noroeste, o Policía Montada del Canadá. Los rangers llevaron a cabo hazañas que todavía hoy son recordadas con admiración, y algunos de ellos (Bass Outlaw o John Armstrong, por ejemplo) gozan de la misma fama que Wild Bill Hickok, Búfalo Bill o Wyatt Earp. El cuerpo sigue existiendo hoy día, integrado en el Departamento de Seguridad Pública de Texas, y sus miembros, pocos pero muy escogidos, continúan llevando con hombría, que diría Carrigan, su inconfundible insignia: una estrella de cinco puntas dentro de un círculo, con la inscripción Texas Rangers.
Nuestro Lou hizo suya la mítica de los rangers, convirtiéndolos en protagonistas de muchas de sus novelas, que figuran entre mis favoritas. Títulos como CUARTEL DE RURALES, LLEGA UN RURAL, LA FIERA ACORRALADA o SIEMPRE GANAN LOS RURALES, por citar sólo unas pocas, son buenos ejemplos de la atención que el Maestro barcelonés prestó a tan abnegados paladines de la justicia. De hecho, la mayor parte de los westerns de Lou o bien se desarrollan en Texas, o bien están protagonizados por tejanos, lo cual tal vez sea muy significativo. ¿Tiene nuestro apreciado novelista alguna querencia especial por el Estado de la Estrella Solitaria? Así parece ser, a juzgar por el elevado número de sus obras ambientadas en aquellas tierras. Una de ellas, EL VALLE QUE QUEDÓ EN EL OLVIDO, publicada en 1972 con el nº 479 de la colección Rurales de Texas, de Rollán, recibió los elogios del asesor literario de la editorial, quien en su informe a sus superiores la calificó de extraordinaria, recomendando que se informase de ello al autor y se le felicitara por tan lograda novela.
Con la llegada de la democracia a España, y la consiguiente abolición de la censura, Carrigan pudo ampliar los registros de sus novelas, añadiendo a sus relatos un cada vez más acusado tono erótico, aunque sin llegar nunca a los excesos cuasi pornográficos en los que cayeron varios de sus colegas. La novedosa permisividad erótica indujo a muchos autores de bolsilibros a describir escenas “fuertes”, la mayoría de las veces sin que vinieran a cuento, sólo para satisfacer el morbo de ciertos lectores con poco seso y así vender más. La lista de escritores que se sumaron a esta, por fortuna, pasajera moda sería interminable. De hecho, dejé de leer a muchos de ellos precisamente por esta razón, pues llegaron a publicarse bolsilibros cuyo argumento parecía haber sido concebido sólo para insertar casi en cada capítulo una de esas escenas de “alto voltaje”, por definirlas de alguna manera. Hubo, no obstante, novelistas que supieron adaptarse a la nueva situación. Carrigan fue uno de ellos, y aunque empezó a incluir en sus textos abundantes referencias al sexo, amén de algunas escenas muy sugestivas, nunca perdió el norte en este sentido. Los pasajes eróticos que pueden rastrearse en sus obras, sobre todo en las escritas a partir de 1977, están perfectamente integrados en las tramas argumentales de las mismas, complementándolas sin anularlas, como por desgracia sucedía en las obras de otros escritores.

Algunas novelas de Lou, entre ellas varias del Oeste, fueron llevadas al cine entre las décadas de los sesenta y setenta, con resultados muy aceptables, considerando el nivel de la cinematografía española de la época. La moda del Spaguetti Western animó a unos cuantos productores, que se arriesgaron a producir películas basadas en bolsilibros del Oeste de los autores más conocidos. Mallorquí fue adaptado al menos en tres ocasiones, en dos filmes basados en el personaje de “El Coyote” y uno en la saga de los “Dos hombres buenos”. Clark Carrados colaboró en el guión de EL SECRETO DEL CAPITÁN O´HARA, basado en su obra EL CAPITÁN FRACASOS. Sin embargo, y admitiendo que los datos que manejo sean correctos, Carrigan fue el autor más adaptado, con seis largometrajes basados en otras tantas novelas suyas, uno de Guerra, uno de gángsteres, y cuatro del Oeste. VEINTE PASOS PARA LA MUERTE, LA DILIGENCIA DE LOS CONDENADOS, LOS BUÍTRES CAVARÁN TU FOSA y UN COLT POR CUATRO CIRIOS fueron westerns sencillos pero eficaces, que en su momento funcionaron bastante bien en taquilla, demostrando que Lou no sólo era un novelista excepcional, sino que también se desenvolvía admirablemente como guionista.
Los bolsilibros, que a todos los efectos parecían haber desaparecido para siempre, están conociendo un nuevo auge gracias a las nuevas tecnologías. La red no sólo facilita el contacto entre los aficionados a la literatura bolsilibresca; ofrece, también, una plataforma única para reivindicar a unos autores que ejercieron su profesión con dignidad y dedicación, y que para muchos de nosotros son auténticas leyendas de la literatura de aventuras. Entre ellos destacará siempre, muy por encima del resto de sus colegas, Antonio Vera Ramírez, Lou Carrigan. El novelista que revitalizó el bolsilibro del Oeste, dotándolo de un interés y una espectacularidad nunca vistos desde los tiempos de Mallorquí.

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NOTA DE LOU CARRIGAN:

No es la primera vez que Antonio escribe sobre mi trabajo, y lo hace en unos términos que me abruman por su entusiasmo. Todo lo que dice es una pura lisonja, y sería absurdo negar la satisfacción que me causa su opinión…, sobre todo porque sé que es una opinión sincera, honesta y entendida. Lo que no podemos dudar de ninguna manera es que sus escritos están muy bien trabajados tanto en lo literario como en lo documental. No en vano es un colaborador habitual de BOLSI&PULP (el blog más importante de América Latina en literatura popular), al cual podéis acceder por medio de mi enlace Leofumopio y Odiseo. Aquí, en Bolsi, mi también querido amigo Odiseo, director del blog, trabaja incansablemente no sólo como expertísimo en literatura popular, sino como comentarista de los hechos más actuales y notorios que acaecen en las Américas… Como suele decirse, Dios los cría y ellos se juntan. Y yo les doy las gracias a los dos…
LOU CARRIGAN.