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lunes, 1 de febrero de 2016

La hoguera pública. Robert Coover


     "Aquel miércoles por la mañana estaba con el presidente en su rueda de prensa, cuando William Douglas, el magistrado disidente del Tribunal Supremo, soltó la bomba sobre el caso de los Rosenberg. Todo había procedido según lo planeado, se habían agotado las apelaciones, las ejecuciones de los Rosenberg estaban programadas para la noche siguiente y Eisenhower había convocado a la prensa el día anterior para confirmar los detalles y recordar a la nación: "¡Creo que en este mundo no hay rival tan implacable con otra la teoría comunista como yo!"

     Que una editorial que lleva por nombre el título de una de las hoy consideradas como grandes novelas contemporáneas, cuide su catálogo rescatando grandes nombres que requieren una cierta valentía, parece lo propio. Hace honor de hecho al nombre elegido. Por eso no es extraño que últimamente hayan asomado a mi estantería virtual unos cuantos títulos suyos. De hecho, hoy se suma otro, ya que hoy traigo a mi estantería virtual, La hoguera pública.

     El 19 de junio de 1953 el matrimonio de origen judío Rosenberg fue ejecutado tras haber sido acusados de espionaje para la URSS. Una época convulsa en la que se forma un circo que parece encaminado a que este matrimonio sea una suerte de chivo expiatorio público. Para llevar el hilo de la historia y tomar el pulso a cada suceso, nos acompañará un, a ratos narrador, Richard Nixon, un tío Sam convertido en personaje y El Fantasma del comunismo.

     Robert Coover fue uno de mis descubrimientos del año pasado. Un escritor inteligente con una prosa brillante que experimenta con las narraciones en cada título. En esta ocasión, busca un momento histórico relevante para el autor en su país y nos deja una historia que otros hubieran enfocado desde la realidad. Sitúa, para empezar, la ejecución como una suerte de espectáculo público en pleno Times Square para dejarnos una sátira plagada de nombres reales y situaciones que ocurrieron, pero cuyo recorrido sigue fielmente el gusto del propio Coover. Para ellos utilizará un narrador de situación, que nos vaya dejando datos y colocándonos local y globalmente, y otro que participa activamente en la historia y que es, nada menos, que el propio Nixon. Un personaje único, del que disfrutamos cada palabra. Un hombre lisonjero e inseguro que no tiene armas sociales, salvo si acaso la charlatanería, con una malicia que se percibe a todas luces y un ansia de poder mal disimulado. Un hombre que nos llega bajo el mandato de Eisenhower y que se coloca bajo el foco narrativo convirtiéndose en un personaje inolvidable y crucial con el que disfrutar. Un personaje del que podría seguir hablando páginas pero que es mejor que descubráis vosotros, un hombre al que Coover completa en la ficción dotándole de los rasgos precisos, de la duda, convirtiéndolo en determinante pese a que se vea acompañado del Tío Sam y de El Fantasma.
El Tío Sam por su parte, es casi una caricatura del espíritu norteamericano, un dibujo andante con pañuelo moquero azul, rojo y blanco que se pasea campechano y buhonero, charlatán a ratos molesto por sus palabras y que se ve acompañado por ese fantasma comunista, alter ego de un pensamiento.

     El autor con todo esto y unos cuantos datos más, nos deja una novela tan brillante como inclasificable, una ficción histórica en la que los hechos toman los derroteros que personalmente decide el autor y que nos muestran un momento y una exageración de la sociedad.

     Leer a Coover es disfrutar, olvidarse del término posmodernismo literario y dejarse llevar en ese tiovivo que suponen sus novelas sabiendo ya en la primera lectura, que en algún momento tocará releer para captar cada matiz. La hoguera pública es una sátira, un juego de luces realmente bueno. Quede para Coover toda mi admiración.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semzna?

     Gracias

lunes, 21 de diciembre de 2015

Noir. Robert Coover


     "Estás en el depósito de cadáveres. Donde hay una luz extraña. Sin sombras, pero como en negativo, como si la luz misma fuese sombra, al revés. Los fiambres no están a la vista, temporalmente archivados en cajones como datos de carne, congelados a su propia temperatura desangrada. Sus historia s no han concluido, sólo que ellos no podrán leerlas. En tu oficio, no es tanto un lugar donde las cosas terminan como un sitio en donde empiezan."

     Hace un par de semanas leí mi primer libro de Coover, se puede ver en el blog el tiempo que hace que saqué Pinocho en Venecia. Lo dije ya entonces, me había encantado y pensaba repetir sin tardar. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Noir.

     Conocemos a Philip M. Noir, detective privado en un sórdido New London. Un hombre ajado con un despacho compartido por su secretaria Blanche, la que pone las cosas en orden. Recibe la visita de una mujer viuda, que quiere saber quién es el responsable de la muerte de su marido y evitar de paso morir ella. Tras aceptar el caso buscará informadores, bares y sombras, seguidor por Blue, acechado por una viuda que pronto aparece muerta.

     Noir es una novela negra, debería de comenzar diciendo. Hay un crimen, hay un detective, un policía y un misterio. Una ciudad fea, muchos malos, confidentes, copas, peleas, más confidentes, algún filete de lomo, más bares y, como no, mujeres. De esas que tiene que haber en todo clásico del género. Pero decir todo eso no deja de ser repetirse en los clichés de las historias de detectives mal afeitados y de ropa arrugada, y eso lo sabe Coover y lo utiliza en su novela. Porque de eso va realmente Noir, con esa narración en segunda persona que se clava en la retina del lector desde las primeras frases, cortas, certeras, visuales. En esta novela está todo medido, desde la atmósfera hasta los nombres de los personajes, pasando por la longitud de esas frases. Y el resultado funciona, qué duda cabe.

     Coover nos deja una novela sobre tipos duros del cine más clásico. Cada página nos suena por haber visto algo similar, solo que Coover lo revisa, lo enlaza consiguiendo ironizar sin parodiar, convirtiendo esta novela en la retorcida broma de un genio de las letras. Porque hay que ser muy bueno, para permitirse un libro como Noir y salir airoso de él. Jugar con un lector que se divierte tanto como posiblemente el autor mientras concebía el juego. Saltar por esa prosa casi fragmentada que parece divertirse con el desconcierto que provoca su comienzo, y no necesitar hacer equilibrios para no perderse. Buscar la expresión más baja, el juego, la historia de esa amante, ahora prostituta, que dos hombres llenaron de tatuajes para contarse una historia que se convirtió en obra de exposición. Y no pensar si viene a cuento detener una huida para que la veamos, porque sabemos que debemos verla aunque no nos importe el motivo porque Coover ya ha conseguido que nos subamos a su diabólico tren.
     La ambientación es casi literal. La novela está plagada de referencias a la luz y las sombras que no hacen más que acentuar esa sensación cinematográfica de la que hablaba al principio, logrando que visualicemos cada escena como un capítulo en blanco y negro. Las calles oscuras, las lámparas luminosas, la ropa interior blanca, las sombras negras y la tinta... también. Y aún no he hablado lo suficiente de su protagonista, tan ajado y cansado como le corresponde y a su modo desconectado de los avances de un mundo moderno cuando aún no era moderno. Un hombre tan capaz en sus actitudes como desorganizado en sus aptitudes que persigue la sombra de un caso, el velo negro en realidad, del que olvidó hacer demasiadas preguntas tal vez ocupado mirando las piernas de aquella viuda que un día entró en su despacho. Una vez más una suma de clichés capaz de construir al protagonista perfecto para esta historia cuya trama se desarrolla hasta la última página, dejándonos un final que, por usar palabras del propio autor, tienes clara una cosa: "nada podría haber ocurrido de otro modo. Estás, concluida la partida, donde debes estar." Pero claro, eso lo sabes una vez finalizado el libro, y yo no os lo voy a explicar.

     Noir es una novela divertida, un inteligentísimo homenaje retorcido a un género ahora de moda, que serpentea jugando a montar y desmontar clichés para deleite del lector. Lo sigo diciendo, Coover es un descubrimiento.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias

lunes, 14 de diciembre de 2015

Pinocho en Venecia. Robert Coover


     "Una noche de invierno del año 19__, tras un arduo periplo a través de dos continentes y casi los mismos siglos, y perseguido por un clima severo que amenaza con empeorar, un avejentado profesor emérito de una universidad americana, abrumado por la enfermedad, el jet lag, grandes dudas y un exceso de equipaje, se apea junto con sus tribulaciones en un andén ferroviario de la que muchos sostienen es la ciudad más mágica del mundo, experimentando no tanto esa llamarada de terror que se dice sufren los iniciados cuando la luz de una imagen de belleza eterna cae sobre sus ojos, como más bien ese escalofrío que recorre a los viajeros solitarios cuando se encuentran en el lugar y momento equivocados."

     Cuando ya tenía decidido comenzar por La hoguera pública del mismo autor, abrí este libro y leí ese primer párrafo que es una única frase, con la que comienza la historia. Y fue un amor de esos a primera vista, que no requieren más palabras ni sinopsis y que tampoco tienen mucha más explicación. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Pinocho en Venecia.

     A estas alturas todos conocemos el cuento de Pinocho, aunque tal vez lo que conozcamos sea la versión edulcorada que nos ha ido llegando con el paso del tiempo y que relata la historia de este personaje asociado a esa hermosa ciudad que comienza siendo madera, y finaliza siendo niño. El cuento real, creo que conviene explicarlo, es mucho más cruel, y alejándose de las fábulas que comenzaban a aparecer en su época, nos presentaba a un protagonista que elegía mal una y otra vez al que no le quedaba más remedio que ir aprendiendo de sus errores. De hecho, al verdadero Pinocho, ni siquiera le gustaba tener a un Pepito Grillo diciéndole que se equivocaba.
     Bien, este es el protagonista que recupera Coover como un viajero de regreso a Venecia, como un viejo profesor que enderezó su vida y que espera finalizar su obra magna, Mamma, dedicada, como no podía ser de otro modo, a una mujer con el cabello de color azul que le dio la vida. Poco espera este viejo profesor, advertido ya en la misma estación por una suerte de sentimiento premonitorio, que este regreso será también una vuelta a algunos de esos momentos ya casi olvidados de tantos años atrás.

     La escritura de Coover es muy particular. Dotada de una belleza estética en las formas a grandes ratos terrible, esconde en muchos párrafos actos crueles o tristes de una forma desmedida en la que chocan ambos conceptos. Pinocho en Venecia es una obra que trata, en efecto, de Pinocho y de Venecia. Una Venecia hermosa, descrita como un lugar en decadencia, cercana al fósil,  que lejos de presentarse en esplenodoros atardeceres, nos habla del frío invierno y la nieve para no regalarnos hermosas postales de su gran plaza cubierta por un manto blanco. Venecia es observadora de sus borrachos y estafadores que darán a nuestro protagonista no sólo una bienvenida de lisiados, sino que le proporcionarán un verdadero tour por la vida que olvidó. Y también trata de Pinocho, famoso burattino convertido en niño que es ahora un anciano incapaz de dar el toque final a su última obra pese a tener ya unas cuantas a sus espaldas. Una obra cuyo último capítulo se le resiste y que decide venir a recuperar a esta ciudad. Aquí, en Venecia, se encontrará con viejos conocidos, el primero Lido, Alidoro, recorriendo de este modo episodios pasados mientras buscamos junto a él ese último capítulo y hacemos un recuento de quienes van apareciendo en su periplo.
     Coover establece una suerte de paralelismo entre una ciudad que afirma está en decadencia, y su protagonista, en claras horas bajas, con una entrada a su destino en desgracia y, por si eso fuera poco, una salud deteriorada que parece amenazar con la mayor de las desgracias. Y si miramos por ahí, justo debajo del cinismo y la sorpresa que provocan las palabras de Coover, un autor que a ratos se refugia en una prosa elaborada, se encuentra el retrato de la soledad y la enfermedad, de la decadencia de lo clásico cuando se ve enfrentado al estafador mundo moderno que parece arrinconar el pasado. Y si miramos un poquito más aún, descubriremos una voz honesta que nos lleva de la mano caminando hacia un final en el que Coover se guarda un as en la manga, como un fin de juego acelerado con un simbolismo que no puedo desvelar pero que me hizo ver tanto la presente obra, como la fábula original, bajo un prisma diferente. El Pinocho de Coover se ha redimido, ha obedecido las órdenes, pero pronto descubrimos que tampoco ha cambiado tanto, que su ira sigue ahí, al igual que el Zorro y el Gato que lo acechan sin usar sus viejos nombres, como si Coover nos dijera: "busca, lector".
     Me he prometido no usar la palabra posmodernismo en esta entrada ni una sola vez y, salvo ahora al mentar el término, parece que lo estoy consiguiendo. No me gustan las etiquetas que a muchos les parecen complejas o disuasorias y que tienden a esconder obras divertidas con las que se disfruta de lo narrado y de la forma elegida para hacerlo. Hoy podría decir que traigo una fábula para adultos, y no hablar de la angustia de la búsqueda, o podría hablar de hadas y ángeles y madres que dan la vida. Pero esa parte no me corresponde a mi, a fin de cuentas, es la tarea del protagonista encontrar el final a su gran obra. Así que me limitaré a decir que ha sido una gran lectura: divertida, cruel, satírica, hermosa, angustiosa, de reencuentros, alegrías, decepciones y de viejas aventuras en las que he recorrido plazas, puentes, viejos palacios, calles estrechas y más puentes, (no olvidemos que "hay ciudades en las que para avanzar, hay que ir en círculo") y todo ello de la mano de Coover, con sentimientos encontrados, zapatos mojados, pantalones arriba o abajo, con el frío en los huesos y la seguridad de tener la sonrisa de quien está disfrutando con un libro. Un libro que tiene, además, una preciosa edición.
     Por si no ha quedado claro: acercáos a Coover.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias