Mostrando entradas con la etiqueta Tusquets Editores. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tusquets Editores. Mostrar todas las entradas

miércoles, 28 de octubre de 2020

Música, sólo música. Haruki Murakami y Seiji Ozawa

 


     No tenía yo muy claro de si esto eran cartas, ensayo, divulgación... pero sí que, tratándose de Murakami, podía darse por leído. Hoy traigo a mi estantería musical Música, solo música.

     Ya sabía que a Murakami le gusta la música y todos sabemos que a Murakami le encanta hablar de aquello que le gusta así que no es de extrañar que en este libro aparezcan seis conversaciones con Ozawa. Pero mejor, empecemos por el principio.
     Murakami y Ozawa tuvieron una amistad que se prolongó durante años. Sin embargo, y supongo que por esa parte cultural que respeta tanto al prójimo, Murakami pensó que no era adecuado hablar de trabajo, así que no hablaron de música hasta que Ozawa no comenzó a trabajar menos debido al cáncer del que había sido diagnosticado. En ese momento, Murakami, aficionado a la música clásica, comenzó a hablar de música con su amigo, que había dirigido, entre otras, la Orquesta Sinfónica de Boston, la de Toronto o la Ópera de Viena.
     Este libro recoge seis conversaciones que tiene, según mi opinión, el encanto de mostrar a un Murakami "de andar por casa" que muestra sus apreciaciones a veces casi infantiles mientras su amigo habla y lo explica lo que sintió o cómo se toca determinada pieza. Esto puede provocar que a veces el libro se sienta como para aquellos que son particularmente aficionados a la música más que a los aficionados a las letras. Es más, el propio Ozawa afirma que no había hablado así de música lo que, dada su formación, da muestra del valor que puede tener el libro para muchas personas. Y es que Ozawa imprime su propia forma a la hora de expresarse ante un Murakami que se va destapando como un no tan "laico" en temas musicales. Se habla de la calidad musical, de los supuestos problemas de no dominar el inglés y de la forma adecuada a la hora de interpretar demasiadas piezas. Seis conversaciones de títulos musicales que se produjeron en un intervale de poco más de otros tantos meses. Se habla de Mahler y de Böhm, y vemos, para deleite de los seguidores del autor, como reconoce las palabras de su interlocutor a regañadientes en un par de momentos. De la admiración a la amistad y pasan por el jazz, no todo va a ser música clásica, en un libro verdaderamente interesante. Tiene, y es imposible no mentarlo, un cierto poso de tristeza cuando trata Murakami de explicar la flaqueza de fuerzas de su amigo ante los viajes y el trabajo motivada por su enfermedad, pero precisamente eso humaniza las conversaciones. Acerca al lector que hasta ese momento, y utilizando una anécdota del propio libro, se había sentido como escuchando desde una habitación secreta en la que nadie le podía ver.

     Música, solo música es un libro interesante para aficionados al autor o a la música. Aquellos que no lo sean tanto pueden sufrir, como efecto secundario, una cierta curiosidad sobre cómo es acudir a un concierto. Avisados estáis.

     Venga, la duda del millón, ¿os gusta Murakami?

     Gracias.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

La batalla de occidente. Éric Vuillard


     "En el principio hubo un gusto común. Una élite refinada y orgullosa. Los nietos de la reina Victoria ocupaban los tronos de Inglaterra y Alemania, un mismo trasero había plantado sus nalgas en dos sillas. Todas las coronas de Europa poseían ancestros que habían dormido en las mismas sábanas. La consanguinidad reinaba sobre una rígida moral a lo largo y ancho de un continente. El káiser era coronel de dragones del ejército británico, y su primo Jorge V lo era de la guardia prusiana. Todo iba a las mil maravillas. Costaba distinguir a los primeros ministros, a los reyes, a los presidentes. La autoridad llevaba más o menos en todas partes el mismo aspecto barbudo, todos los hombres lucían en el cuello una bonita carúncula de pavo".    

     Desde que leí La orden del día llevo esperando más de Vuillard. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La batalla de occidente.

     Este libro trata de la Primera Guerra Mundial.

     Y ahora es cuando os explico por qué hay que leer a Vuillard. Pero empecemos por lo que no es este libro: no es una novela histórica ambientada en la Primera Guerra Mundial en la que una familia las pasa canutas para sobrevivir mientras van viendo la muerte y sufriendo las penurias de la guerra. No, no lo es. Y tampoco es un ensayo en el que un señor, que yo siempre imagino con bigote, nos fríe a datos exactos cual crónica y densas explicaciones sobre cada minuto de la guerra. No. Pero es que estamos ante un libro de Vuillard, que consiguió en su anterior trabajo hablar de la Segunda Guerra Mundial a través de acuerdos y despachos que escapaban al conocimiento del mejor lector del tema. Así que mi pregunta era, ¿qué habrá hecho aquí?

     Pues aquí Vuillard con ese tono que oscila entre catedrático lustroso y vieja resabiada nos cuenta cómo comienza la Primera Guerra Mundial. Avanza en ella, claro, pero es que el principio del libro es magistral. Coge Vuillard trece momentos para explicarnos una guerra que ha resultado mucho menos mediática que su predecesora y nos deja frases fantásticas entre datos sobre las primeras escuelas militares, los chicos que aprenden a luchar pero no a mandar y lo que hicieron los franceses cuando se vieron atacados.

     "En Vitry-le-François, en el Marne, el cuartel general oye de súbito retumbar un cañón. Es el dios alemán del trueno, Odín o Thor, no se sabe muy bien, pero arma muchísimo ruido".

     Y así como en el ejemplo un rato antes de que entrasen los ejércitos alemanes a galope tendido tras una discusión sobre la dirección por la que llegarían, queda una muestra de esa suerte de erudición comentada con un deje de retranca que viene siendo la marca del autor en este tipo de novelas. Además él insiste, la guerra es una maquinaria imparable, una fuente de recursos y un lugar de destrucción, no es una partida de ajedrez tampoco y siempre hay errores. Uno tras otro.
     Para Vuillard el día más mortífero de todos los tiempos fue el 22 de agosto de 1914 y, aunque reconozco que posiblemente tenga razón tras haber leído ese momento en el que el triste corneta da un último sonido después de recibir ni se sabe cuántos balazos, a mi la escena que me ha quedado en la memoria y casi visual, es la de la dama de compañía que llega por boda a la realeza y no solo no es aceptada, sino que termina sus días con un balazo en el abdomen. Y es que el libro está lleno de momentos y de nombres cual novela colmena, solo que sin cambiar de narrador. Eso hace que el lector descubra mil y un datos y momentos seguro desconocidos y lo haga en un tono lúdico, casi de serial en el que nos vamos interesando por lo que sucede con aquella gente que no se duda en describir como amargada si su gesto lo representa. La cara opuesta, que siempre la hay, es la necesidad de tener al menos unas nociones básicas de historia para no sentirse abrumado ante tanto dato y tanto nombre que nos pueden quedar un tanto desmadejados.

     "Con todo, imaginemos tan sólo durante cuarenta y tres segundos los veintisiete mil muertos del 22 de agosto de 1914, jornada que fue, en su momento, la más mortífera de la Historia".

     Y tras afirmaciones como esta, como si Vuillard fuera capaz de leer la mente del lector, le dice que no es posible escribir sobre la guerra y que sea una bonita historia. Por eso la parte bonita, la de los jóvenes el la hierba que buscan a una chica a la que robar un beso, se produce antes de la guerra incluyo aunque ya hubiera sospecha. Porque con la guerra, incluso tras la guerra, "se hace con unas ortigas sopa, con fuego un teatro, con nieve Dios.
     Es todo lo que puede hacerse".

     Solo me queda recomendaros leer a Éric Vuillard, simplemente para que comprobéis que uno puede enamorarse de la palabra escrita. Ese es el motivo de que hoy haya puesto tanto fragmento, a veces lo mejor es dejar que el escritor mismo demuestre lo bien que lo hace.

     Y vosotros, ¿hay algún escritor que os guste particularmente como escribe?

     Gracias.

lunes, 15 de octubre de 2018

La muerte del comendador. Haruki Murakami


     "Hoy, al despertarme de una breve siesta, el hombre sin rostro estaba frente a mi. Se había sentado en una silla delante del sofá donde yo dormía y me miraba fijamente con sus ojos imaginarios en un rostro inexistente".

     La publicación de una nueva novela de Haruki Murakami siempre causa cierto revuelo. Es cierto que en España, entre la demora de sus primeras obras y las reediciones ilustradas, no somos tan conscientes de la espera entre título y título, pero, aún así, muchos son los que corren a las librerías. Hoy traigo a mi estantería virtual su último título, se trata de La muerte del comendador.

     Conocemos a un narrador sin nombre con talento para ser artista y de profesión retratista que, a sus treinta y tantos años, lleva una vida anodina. En el momento en que le conocemos su mujer le deja, y decide comenzar un viaje a ninguna parte en coche, utilizando este camino para reflexionar. Sin embargo, la espalda y el cerebro hacen que su viaje termine y nuestro protagonista se encuentra de pronto viendo en una vieja cabaña que pertenece al padre, artista también, demenciado de un amigo. En esa casa remota se encontrará con un vecino muy peculiar llamado Menshiki, un cuadro titulado "Killing Commendadore", la historia de una niña y un mundo al que llega tras una suerte de campana.

     Dicen que La muerte del comendador es un homenaje personal del autor a El gran Gatsby, libro que entusiasma a Murakami. No lo pongo en duda, de hecho,  me encontré reconociendo el homenaje en la escena en que conocemos al vecino, descubrimos que es millonario y excéntrico (aunque este no de fiestas, en realidad prefiere desaparecer de la parte pública) y también asistí a como ese reconocimiento se escurría de entre mis dedos a medida que la irrealidad irrumpía en la novela de Murakami, casi tomándola durante la segunta mitad del libro.
     Murakami es un autor capaz de planchar camisas durante páginas y páginas y también capaz de crear mundos irreales a partir de una simple marca en la piel, casi como Alicia a través del espejo. Bien, pues en este libro mezcla ambas cosas, de tal modo que comenzamos en la realidad y conocemos al protagonista, que es abandonado por una mujer a la que eligió mas por recordarle a su hermana que por amor, viaja, da clases de arte y se acuesta con un par de mujeres en relaciones nada entusiastas, conoce vecinos, pinta, mira o no mira senos... y mientras todo eso sucede somos consciente de que algo acecha en esa cabaña, y es la irrealidad, que parece esperar al protagonista para engullirle y junto a él también al lector.

     El lector de Murakami encontrará sus habituales: desde el hombre casado, hastiado  cansado al que tampoco parece importarle su propio hastío con tal de no moverse, hasta los deseos, la sexualidad y sexualización, el arte y en esta novela la música, ya que el cuadro que marcará su vida representa una escena de Don Giovanni y una melodía será la que le conduzca  al templete. En la cabaña hay además una colección musical. y es que, poco a poco vamos reconociendo sus temas fetiche de aparición asegurada, y también esa tendencia suya a dejarse llevar de repente  sin previo aviso por lo irreal.
En este caso, al ser un primer libro, el autor se queda un tanto confuso, esperando que las respuestas lleguen el próximo año en una segunda parte, y eso que confieso me gustan más los libros de Murakami que dejan un pequeño espacio abierto que aquellos que parecen ser cosidos en su final sin fisura alguna proporcionándome más datos de los que me hubiera gustado.

     La muerte del comendador es, en definitiva, un libro que encantará a los habituales de este escritor eternamente nombrado en las quinielas del nobel y que este año decidió retirar su nombre de la lista del "Nobel alternativo", pero que no recomendaría a los no iniciados. No se trata en este caso de si estamos ante un libro entretenido o no, con Murakami, la mayoría de las veces, de lo que hablamos es de la dureza para el lector del ejercicio de comprensión lectora que supone su obra.

     Y vosotros, ¿pertenecéis a la legión de seguidores de la obra de Murakami?

     Gracias.

martes, 5 de junio de 2018

La chica del cumpleaños. Haruki Murakami



     "En el día de su vigésimo cumpleaños también trabajó de camarera, como de costumbre. Le tocaba todos los viernes, pero, de hecho, aquel viernes por la noche no debería haber trabajado".

     Me encantan los libros ilustrados. Y me encanta Haruki Murakami. Así que hoy traigo a mi estantería virtual, La chica del cumpleaños.

     Una chica, de la que solo sabemos que es camarera y que cumple veinte años, ve como su plan de celebrarlo con su novio se ve frustrado por una discusión. En un descalabre continuado recibe una llamada y tiene que trabajar esa noche, noche en que el encargado enferma y es ella quien tiene que subir la cena al misterioso dueño del local. Allí, esta chica pidió un deseo.

     Este relato fue publicado en un primer momento en el periódico The Guardian, allá por el año 2006. En España lo vimos en el volumen Sauce ciego, mujer dormida y ahora es la editorial Tusquets la que se ha unido a unas ediciones bellamente ilustradas de los cuentos de este escritor que van apareciendo en las librerías en estos últimos años.

     La chica del cumpleaños no tiene nombre en este cuento de Murakami, solo sabemos que es camarera. En realidad nadie tiene nombre, ni importa. Solo sabemos que ahora es adulta y que poco queda de aquella muchacha que trabajaba por horas en un restaurante, y que el día de su vigésimo cumpleaños, pidió un deseo. Pero tampoco se nos dice el deseo que pidió. Y, al igual que sucede con su nombre, tampoco importa demasiado. Poco afecta al relato lo que pidiera porque nos deja claro aquello que no se le ocurrió pedir: la chica no pide dones directos porque no sabe de qué le van a servir para el resto de la vida. Y esa es precisamente la parte central de la historia: las elecciones, las espontáneas y las meditadas, lo que queremos hacer con la vida y la mirada atrás hacia aquellas que un día tomamos. ¿Cuándo podemos asegurar que hemos fallado al tomar una decisión? Pocas veces en realidad, ya que somos el resultado de cada decisión tomada y, si hubiéramos cambiado una sola, no estaríamos ahora aquí hablando de Haruki Murakami.
     Al estar ante un cuento corto, el autor entra rápido en materia mostrando sus cartas habituales: ese punto excéntrico, casi mágico, pero que no se despega en este caso de la realidad. La incertidumbre ante el futuro, el futuro que existe siempre hasta el último momento de nuestras vidas y las vidas cuyas marcas son como las abolladuras en el parachoques del coche. Pero para eso están los parachoques, así es la vida y, por muchos avisos que nos den, es imposible salir sin uno solo de ella.

     Me ha gustado La chica del cumpleaños. Lo que es un bello cuento en una primera lectura, va ganando en profundidad y mensaje a medida que uno vuelve a leer las palabras, que deja pasar el tiempo entre línea y línea. Y, por si fuera poco, la edición se acompaña de unas bellísimas ilustraciones que convierten el libro en una joya. Y de un relato autobiográfico en el que el autor nos habla de su propio cumpleaños, de las fechas compartidas y cómo hay quien puede buscar lazos en ellas. 

     Murakami, eterno candidato al Nobel, con una legión de seguidores y temido por otros por sus rarezas a la hora de escribir deja así una historia al alcance de todos. Una pequeña muestra que bien puede servir de toma de contacto con el autor.

     Y vosotros, ¿sois de los lectores que cruzan los dedos cada años (menos este) pidiendo el Nobel para Murakami?

     Gracias.

lunes, 19 de marzo de 2018

El orden del día. Eric Vuillard


     "El sol es un astro frío. Su corazón agujas de hielo. Su luz, implacable". 

     Reconozco que tuve este libro en el punto de mira desde que me enteré de su publicación. Hoy traigo a mi estantería virtual, El orden del día.

     en febrero de 1933 las más altas personalidades del mundo de los negocios y las finanzas, tuvieron una reunión con el entonces canciller Hitler en la que acordarían su apoyo, donando dinero. Aquella reunión que no figuraba en ningún sitio, fue crucial. Hitler ya pensaba en Austria y no tardaría en comenzar reuniones con primeros ministros. Comenzaba su ascenso. Por Austria.

     Si hago memoria, el premio literario que más alegrías me ha dado como lectora, es el Goncourt. Por eso me fijé rápidamente en este libro: es el ganador del Premio Goncourt de 2017. Era necesario que lo leyese.

     Vuillard nos deja en esta novela breve un ejercicio histórico en el que rellena huecos con ficción, que se antoja demasiado veraz como para que, salvando las distancias, no siga sucediendo hoy en día. Lo hace además con frases cortas, fijándose en detalles sin importancia para rodear de ellos esos momentos que han resultado vitales para la historia contemporánea. A fin de cuentas, ¿qué hubiera sido de Hitler de no conseguir el apoyo de esos hombres? Nadie lo sabe, pero lo podemos imaginar. Por eso, la aparente frivolidad con la que los rodea es tan importante. Les convierte en algo tan mundano como las metas que persiguen. Tuve incluso, lo reconozco, la sensación de leer que veinticuatro cuervos subían las escaleras a la espera de la reunión. Esa es, supongo, la manera elegida por Vuillard para reflejar la sociedad del momento, dirigida de frente o no por unos hombres y unos intereses que poco o nada tenían de dignos y relevantes. A fin de cuentas, Opel comenzó sin ni siquiera inventar, nos recuerda el autor, aunque terminara llegando a la industria del motor. Y quien sobrevive es la empresa, la marca, y no aquel que fingió inventar. Muy representarivo, si uno se para a pensar.

     Vuillard avanza y nos habla de las reuniones políticas. Del primer interés de Hitler en Austria y la conveniente reunión. Y descubre el lector la inteligente maniobra de reunirse con Gran Bretaña mientras Austria está siendo invadida. Curioso, aquí estamos con Halifax, al igual que la pasada semana en El instante más oscuro. La literatura tiene estas cosas. A veces es una línea y otras un círculo.
     Sin embargo, dirá el lector que todos sabemos lo que sucedió después. Que ya nos hemos hecho una idea con la reunión y el dinero, de la importancia de estos veinticuatro hombres. Pensará que es fácil, ya que el libro no es un acta de reunión, es una entretenida novela en realidad. Así que, Vuillard toma el mando una vez más, y nos deja ver un poco más allá: la contraprestación. Esa parte que uno tiene en mente en las primeras páginas pero en la que no piensa demasiado después. Si uno lo piensa, incluso si ha olvidado las denuncias que se hicieron en su día, la contraprestación era sencilla: mano de obra judía. Y ahora, cuando ya el autor nos ha ido relatando su historia y contado quién es quién, cada marca que hay detrás de cada nombre, ya hemos terminado la novelita. Era corta.
     Ahora cerramos el libro y miramos a nuestro alrededor. Prestamos un poco de atención y nos fijamos en algunas de las marcas que nos rodean. Va a tener razón Vuillard en lo que comenta al principio de la novela: las empresas y sus marcas sobreviven.

     Me ha gustado El orden del día, es una estupenda novela de un momento desconocido y el autor con sus frases cortas y anécdotas más o menos importantes, consigue interesar desde las primeras líneas.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

jueves, 8 de febrero de 2018

Tiempos oscuros, John Connolly


     "Ahora están dando vueltas, poco después empezarán a caer despacio, a descender en un lento giro dejándose llevar con tal suavidad que apenas se distinga que se están aproximando. Son halcones con forma de hombre, y el que los lidera es un ser que ha pasado por una doble transformación: perdido y encontrado, humano y pájaro, el más joven de todos y, a la vez, extrañamente viejo. Ha sufrido y resistido y, en su resistencia, se ha forjado de nuevo. Ha visto un mundo más allá de este. Ha vislumbrado el rostro de un nuevo dios.
     Está en paz consigo mismo, y por eso librará la guerra."

     Puede que la novela negra prolifere debido a las modas o puede que ya no sea una moda y se haya convertido directamente en uno de los géneros favoritos de los lectores, pero incluso en un género del que se editan cientos de títulos al año, hay nombres que son una garantía y siempre cumplen. Hoy traigo a mi estantería virtual, Tiempos oscuros.

     Retomamos la historia de Charlie Parker mientras él sigue recuperándose de sus heridas. Contacta con él Jerome Burnel, un hombre que un día fue un héroe al salvar la vida de una familia en una gasolinera que iba a ser atracada matando a los violentos atracadores. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que cayó en desgracia al encontrarse pornografía infantil en su casa y dar con sus huesos en la prisión de Warren.  Allí, su vida fue un infierno gracias a otro recluso llamado Harpur Griffin quien, en una de sus violentas violaciones, no dejaba de repetir: "Esto por el Rey Muerto". Burnel le cuenta todo esto a Parker, que ha acudido con sus acompañantes habituales Ángel y Louis a la cita, explicándole que es inocente de los cargos que se le imputaron. Pero, más allá de eso, lo que le relata es el miedo que tiene a morir, porque sabe que su vida está en peligro y cómo las personas que mantuvieron el contacto con él mientras estaba en prisión, han desaparecido. Burnel parece vincularlo todo a aquel día en la gasolinera y Parker no puede evitar sentirse atraído por la historia. Sobre todo porque Burnel desaparece poco después. Pronto descubrirá la existencia de un lugar llamado el Tajo en el que tienen sus propias leyes. Y también que hay un Mal ancestral que acecha.

     Uno de los placeres de leer a Connolly, radica en que se puede coger cualquiera de sus novelas protagonizadas por Parker y quedarse en ella sin necesidad de comenzar por la primera de la saga. Sin embargo, hay un placer que trasciende cada historia individual y que solo disfrutan los seguidores del autor, y es el poder reconocer a personajes ya olvidados y recorrer lugares ya visitados en otras entregas. En esta ocasión estamos ante la entrega número quince (contando la novela corta) de la saga de Charlie Parker y serán muchos los elementos comunes que nos encontremos en ella, y también serán más acusadas las diferencias con aquellas entregas en las que el horror era marcado por la sangre.

     Estamos, y lo digo ya de entrada, ante una de las mejores entregas de la saga protagonizada por el detective Charlie Parker. Connolly consigue interesar desde las primeras páginas, con un arranque que podría ser él solo, el argumento central de una novela para luego mantener una emoción contenida que lleva al lector a no querer detenerse. Capaz de sobrecoger con la simple descripción de una sonrisa llena de cuchillas o un niño en el fondo de una piscina atado a un gran televisor, también lo es de conmover con la triste historia que cuenta a trompicones Jerome Burnel. Es precisamente esa capacidad de transmitir sentimientos la que me fascina de los libros de Parker, conseguir que un personaje solo con levantar una ceja cause el terror, o que el miedo de un niño que mira por la ventana atraviese al propio lector como si el libro fuera el cristal de dicha ventana, es una capacidad que explota cada vez más, dejándonos descripciones que son como instantáneas repentinas que vemos por un segundo. Las descripciones son más sensoriales, que detallistas. Y eso causa un efecto intranquilizador en el lector. En esta ocasión además, recuperaremos personajes como Alvin Martin o el profesor Williamson que, si somos lectores habituales de la serie, recibiremos con los brazos abiertos y en caso de no serlo, serán presentados adecuadamente. Louis y Ángel asoman además desde las primeras páginas, siendo esto un rasgo poco común en las novelas de la saga.
     Y está también el toque sobrenatural, más acusado quizás en sus visiones de uno y otro lado desde que Parker fuera arrancado tres veces de las garras de la muerte. Y, pese a ello, en ningún momento pierde seriedad la trama. Porque dejando de lado enfrentamientos habituales entre el Bien y el Mal, Connolly se fija en un mal que viene de mucho antes, en algo ancestral y lo vincula con un colectivo que vive aislado de las conveniencias sociales, que se maneja como una comunidad autosuficiente y al margen de la ley, casi una secta. El Tajo llega a ser, a grandes ratos, un lugar al que no queremos mirar, ni saber qué sucede realmente ahí dentro, pero tampoco podemos ni queremos apartar la vista de allí. Y no pestañeamos mientras esperamos el enfrentamiento final.

    Connolly en esta ocasión, además de integrar esas pequeñas historias que parecen ser periféricas a la principal, sienta bases para lo que posiblemente serán futuras entregas de la saga. Con una Sam, hija de Parker, cada vez más fuerte y con una gran conexión con su hermana muerta, abre la puerta a la posibilidad de ir cobrando importancia en las historias de Parker. Es cierto que se reconocen patrones en sus novelas, pero también lo es que funcionan y que mantiene el interés, lo que en una saga con tantas entregas es digno de alabanza. Parker sigue siendo un hombre marcado por las sombras, por sus pérdidas y percepciones extrasensoriales y, sobre todo, un ser humano imperfecto que es cada vez más humano en sus debilidades externas y fortalezas internas. Pero, sobre todo, es un antihéroe que no soporta las injusticias y que se siente atormentado por quienes las padecieron. Un personaje fuerte maltratado por la vida al que el autor no tiene inconveniente en desnudar mostrando sus debilidades y al que no concede la tregua de pintarle una sonrisa. Y quizás sea eso lo que hace que nos guste tanto Charlie Parker.

     Tiempos oscuros es una novela oscura, como corresponde a su título, pero es, sobre todo, una manera muy entretenida de alargar estas tardes de frío. Quedo como lectora a la espera de la próxima entrega de la saga. Soy, cuando algo me gusta, una lectora fiel. Y me gusta Charlie Parker.

     Ya sé que es jueves, pero decidme, ¿qué libro tenéis entre manos?

     Gracias.

lunes, 11 de diciembre de 2017

La grandeza de la vida. Michael Kumpfmüller


     "El doctor llega a última hora de la tarde, un viernes de julio. El tramo final que recorre desde la estación en un automóvil descubierto no se acaba nunca, sigue haciendo mucho calor y está exhausto, pero ya ha llegado. Elli y los niños lo esperan en el vestíbulo. Apenas le da tiempo a dejar el equipaje y ya Felix y Gerti corren hacia él y le hablan sin cesar. Han estado en la playa desde por la mañana temprano, y les encantaría volver y enseñarle lo que han construido, un enorme castillo de arena, la playa está repleta de ellos."

     Kafka es un nombre que todos conocemos y un hombre del que, en cambio, la mayoría de la gente apenas sabe nada. Por eso me atrajo este libro y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La grandeza de la vida.

     Kafka tenía un trabajo en una compañía de seguros de Praga, pero lo dejó a la edad de 39 años debido a su tuberculosis. Para cuando esta novela empieza, ya tiene 40, han pasado 5 años desde la guerra y está en momento de relax a orillas del Báltico, cuidando de su salud y dando paseos. En sus paseos coincide con una joven y acaba conociendo a Dora. Ella ya se había fijado en él. Y así comienzan sus paseos. Dora fue el gran amor de Kafka, pese a su enfermedad, pese a la diferencia de edad y a que muriera un año después.

     Kafka fue un hombre tímido, callado, descontento. Y esto según sus propias palabras. Escribir una novela sobre una persona así y que además la realidad y la ficción comulguen en armonía es complicado. Y esa es la tarea en la que se embarca Kumpfmüller y lo logra con éxito. Principalmente, porque respeta ese rasgo primordial del carácter del famoso escritor. No se dedica a desnudar su alma, sino que nos deja ver al Kafka real, ese que permanece cerrado, celoso de su interior y parece que va pasando la vida mientras nos muestra en los detalles la importancia de sus sentimientos por esta joven mujer. Tras la guerra, hay muchos refugiados, principalmente judíos, se observa a todo el mundo y el antisemitismo es una realidad cada vez más palpable en las calles. Este es el Berlín al que Kafka va en busca de Dora. Allí se ven y, sobre todo, se escriben. aunque la Gestapo requisase su correspondencia con el tiempo y no se haya podido recuperar. Un Berlín en el que los precios se disparan y el alquiler sube mes a mes ahogando a las personas, y también la ciudad en la que Max visita al escritor una vez al mes.
Es también esta época esa en la que Kafka conoció a una niña en un parque. Niña triste porque perdió su muñeca y a la que el escritor consuela carta a carta, como si fuera la muñeca quien las escribe para contarle sus viajes y su próxima boda con un príncipe. Ahí vemos el interior de Kafka, en lo sutil, todo el libro es en realidad un acercamiento sutil a un hombre que, ciertamente, ha tenido amantes, pero que es reacio a dejarse conocer, a permitir que una mujer le penetre. Y descubrimos de este modo esa felicidad que parece pillarle por sorpresa y ante la que no sabe cómo reaccionar si es que lo hace. Y vemos a Dora, la mirada eterna de la mujer que lo acompaña.

     Es curioso que yo me haya empeñado en decir Kafka cada vez, cuando el autor lo evita de forma deliberada. Es Franz, o el doctor quien protagoniza esta novela. Una novela tierna que no tiene un ápice de sentimentalismo y que profundiza en la importancia de encontrar a quien te acompañe, que nos deja ver los últimos meses de un enfermo y en la que, a grandes ratos, parecemos vislumbrar un sentimiento de felicidad en un contexto político y social muy complejo. Y el autor logra un equilibrio entre todas sus partes.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

jueves, 19 de octubre de 2017

Música nocturna. John Connolly


     "A quienes observaran su vida desde fuera les habría parecido que el señor Berger llevaba una existencia muy gris. De hecho, puede que el propio señor Berger hubiera opinado lo mismo."

     Me gusta Connolly y esta vez me pilló por sorpresa la llegada a las librerías de un nuevo título; no sabía que iba a salir o, al menos, no lo recordaba. Hoy traigo a mi estantería virtual, Música nocturna.

     Esta vez estamos ante un libro de relatos en el que lo sobrenatural tiene una gran presencia. No solo eso, además la literatura está también muy presente en un libro que se cierra con un ensayito autobiográafico en el que el autor nos hablará de un encuentro con una lectora que le sirve para hacer un repaso por libros de terror ya viejos.

    No es la primera vez que Connolly nos deja un libro de relatos. En el año 2004 publicaba Nocturnos, un título marcado por el terror incluso más que su saga protagonizada por Charlie Parker. Música nocturna, que aparece ahora en nuestro país, se ha publicado bajo el título Música nocturna: Nocturnos 2.

     En esta ocasión, y aunque el cuento de mayor importancia y extensión seguramente sea El Atlas Fracturado: cinco fragmentos, hay otros dos o tres para ser exactos que compiten en importancia. Todos ellos, por cierto, relacionados con la literatura.
En El atlas de las nubes fracturado, será un libro empeñado en reescribir la realidad el protagonista. Un libro que llegará a manos de algunos comerciantes y que Connolly usará para una historia de terror en estado puro.
Por otro lado estarán los dos cuentos que se basan en La Biblioteca Privada y Depósito de Libros Caxton, el primero con ese título y el segundo de ellos Holmes anda suelto: un relato sobre la Biblioteca Privada y Depósito de Libros Caxton. El primero es el que abre el libro y al que pertenece la frase seleccionada al comienzo de esta entrada. En él conocemos al Sr. Berger, un hombre retraído y con una vida monótona y aburrida, aficionado a leer. Tanto es así que un día le parece ver a una mujer suicidarse, tirándose a las vías del tren después de haber dejado un bolso rojo... sí, como en Anna Karenina. Ese día y ese punto exacto de su vida, le llevarán a conocer la Biblioteca Privada, un lugar extraordinario en parece albergar a personajes literarios. No es de extrañar que Berger pregunte si Holmes reside en ella, y tampoco lo es encontrarnos luego un relato protagonizado precisamente por el propio detective aludiendo a esta biblioteca. Si os digo la verdad, mis favoritos. Supongo que por la sorpresa al comenzar el libro, por la existencia de la biblioteca o por todo a la vez.
El último de ellos, y también del libro, es Vivo aquí, el ensayito al que antes hacía referencia.

     Además de estos títulos, podemos encontrarnos otro buen puñado en este volumen que supera las cuatrocientas páginas y en el que Connolly ha decidido desplazarse geográficamente para hablarnos de milagros, pesadillas, venganzas, peajes y, por qué no, fantasmas. El denominador común de este libro, más allá de lo paranormal, es el terror, la pesadilla. Ese juego que parece traerse el autor con el lector para que cualquier cosa pueda ser susceptible de convertirse en ella. Y el resultado, tengo que reconocer, es cuanto menos inquietante. Perfecto para estas fechas.

     Es muy difícil mantener una calidad uniforme cuando estamos ante un libro de relatos. Para un poco como cuando nos compramos un cd, que por mucho que creamos que nos guste, al final nos quedamos con unas cuantas canciones, las favoritas. En este caso Connolly si consigue esa uniformidad, pese a que todos los lectores vayamos a tener nuestras preferencias. Personalmente, me  he divertido mucho con sus cuentos para no dormir.
   
     Y vosotros, en estas fechas... ¿leéis terror?

     Gracias.

martes, 30 de mayo de 2017

El astronauta de bohemia. Jaroslav Kalfar


     "Me llamo Jakub Procházka. Es un nombre común. Mis padres deseaban para mí una vida sencilla, de buena camaradería con mi país y mis vecinos, una vida al servicio de un mundo unido en el socialismo. Hasta que el Telón de Acero se desplomó con sordo estruendo y el hombre del saco invadió mi país con su amor consumista y sus libres mercados. Antes de convertirme en astronauta, el hombre del saco y sus nuevos apóstoles me preguntaron si prefería cambiarme el nombre por otro más exótico, más occidental; más digno de un héroe. Rehusé. 
     Me quedé con el que tenía, común y sencillo."

     En este caso la propaganda funcionó. Al menos conmigo. Las comparaciones con Murakami unidas a lo extraño del título me convencieron. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El astronauta de bohemia.

     En el año 2018 una nube de polvo tiñe los cielos nocturnos de un color púrpura. Mientras las grandes potencias no se deciden a enviar a nadie a recoger muestras, los checos deciden enviar un cohete con un tripulante, Jakub Procházka, astrofísico, a Venus para intentar saber algo más de la misteriosa nube. Destinado a ser un héroe y levantar el orgullo de su país, Jakub se embarca en esta peligrosa misión.

     ¿Será o no será un libro de ciencia ficción? Esa parece la pregunta más frecuente en el lector que descubre este título dentro de una colección de una editorial que no suele prodigarse en estos temas. Así que quizás debamos de comenzar por ahí. Es un libro de ciencia ficción, pese a que la ciencia que explique el autor, poca, no es demasiado fiable, que que el protagonista viaja efectivamente al espacio e incluso hay un contacto extraterrestre. Y no lo es, puesto que no trata de una historia de ciencia ficción, es un libro en el que todo tiene su motivo y la soledad del protagonista además, hace que su vida pasada y su presente invadan la novela tanto, como la historia de su país. Y estos son en realidad los temas sobre los que se articula el libro.
     Bien, acabado ese punto que consideraba importante,entremos un poco en lo que nos deja esta arriesgada primera novela de un tal Jaroslav. Y empecemos por el título. Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, una tribu vagaba por el mundo buscando un lugar en el que establecerse. Esa tribu tenía un rey que falleció apenas llegaron a lo que es hoy Moldavia dejando tres hijas, de las cuales, una sería la encargada de heredar su poder. Y la elegida fue la menor, Libuse, que poseía el don de la profecía, y por eso fue proclamada reina. De ahí viene la República Checa pero no solo eso. La reina Libuse, cuentan, fue capaz de profetizar la fundación de Praga diciendo: Veo una gran ciudad, cuya gloria alcanzará las estrellas.
     Y ahí estamos nosotros viendo a Jakub intentando alcanzar las estrellas y con ello la gloria para su nación en una misión arriesgada que el autor despoja de todo glamour al hablarnos, cual anuncio insertado en serie, de los patrocinadores de una misión, que lleva consigo el olor a plástico de productos de dudosa calidad. Por eso es tan importante la historia reciente de la República Checa y se percibe un ligero tono satírico sobre esa ambición por recuperar la prominencia ya olvidada de un país. Pero no es lo único que se busca recuperar en este libro, Jakub también recupera la memoria de un padre informador, cuya vergonzosa memoria espera borrar el protagonista mediante su honrosa misión; e intenta además recuperar un matrimonio que hace aguas a todas luces por una misión no hablada lo suficiente y que ahora provoca silencios incómodos entre él y su mujer, que no se resigna a convertirse en "la que espera". Y si hablamos de silencios tendremos que pensar en uno de los momentos más divertidos del libro, la aparición de una suerte de araña con los labios pintados, de la que no desvelaré nada en absoluto.

      Con todos estos ingredientes y una prosa que llama la atención Jaroslav apuesta por una novela arriesgada y divertida en la que ni siquiera el nombre del cohete es al azar. Le ha faltado, como suele suceder en estas novelas que apuestan por la originalidad, un poco de determinación a la hora de poner nombre a las cosas, ya que hay un punto difuso que no llegamos a coger del todo dentro de esta crítica colectiva o individual, pero eso no empaña una lectura fresca y diferente que aporta realmente más de lo que en un primer momento hubiera pensado.

     Y vosotros, que ayer no os pregunté, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

martes, 9 de mayo de 2017

De qué hablo cuando hablo de escribir. Haruki Murakami


     "La mayoría de los escritores (calculo que alrededor del noventa y dos por ciento), y me incluyo a mí mismo, pensamos: 'Lo que yo hago o esscribo es lo correcto. Salvo unas pocas excepciones, los demás se quivocan, ya sea en mayor o menor medida'. Vivimos condicionados por ese pensamiento por mucho que no nos atrevamos a decirlo en voz alta. Aunque nos expresemos con cierta modestia, dudo que a mucha gente le gustara tener como amigo o como vecino a alguien así."

     Hay escritores cuyos nombres resuenan tanto que terminan por convertirse casi en personajes. Legiones de lectores, bromas sobre si alguna vez llegará al Nobel y anécdotas sobre sus peculiaridades, acompañan siempre al nombre de Murakami. Y hoy traigo a mi estantería virtual su último título, De qué hablo cuando hablo de escribir.

     Hace ya unos años que Murakami nos hablara de correr, centrándose en sus rodillas y convirtiendo su físico en el mundo, convirtiendo casi, la escritura, en un deporte. Ahora Murakami se deja de rodeos, o eso parece, y nos habla de escribir. Pero no nos engañemos, no son consejos que pueda seguir cualquiera porque en este conjunto de reflexiones, además de alguna estocada no exenta de sentido del humor en la que incluso reafirma clichés ya convertidos en chistes, habla más de su visión del mundo, que de la técnica o las formas. Murakami, siempre esquivo, quizás ha optado por un terreno más personal en esta obra, aunque sin excederse. Eso permite observar algunos de sus títulos con un ángulo un poco más cercano a la concepción del autor, que también dará pinceladas del mundo editorial que ha vivido y de la sociedad nipona. A fin de cuentas, Murakami lleva cuarenta años escribiendo, y viviendo de ello, algo tendrá que decir al respecto. Y sí, también habla del premio Nobel.

     Aquellos que se acerquen a este libro buscando una suerte de manual iniciático en los mundos literarios, no me cabe duda de que saldrán terriblemente decepcionados. Sabrán al finalizar que la constancia y el trabajo son primordiales, al igual que para cualquier otra profesión, y es que el autor, también deja ver sus obsesiones personales ya conocidas. Por todo esto me ha gustado el juego que Tusquets ha decidido utilizar en una cubierta que alude a la obra del autor, porque es una gran parte de lo que encontraremos durante la lectura: pistas.

     En mi caso, tengo que reconocer que me gusta más el Murakami de ficción que este otro capaz de alargarse para que al lector le quede claro un detalle, por pequeño que parezca. Pero me ha gustado igualmente la lectura. Porque es una lectura para lectores de Murakami, y solo ellos sabrán disfrutar de cada parte. El resto posiblemente se sientan decepcionados. Pero si os gusta Murakami, y si además sentís algún tipo de inquietud sobre lo que es escribir, entonces no lo dudéis, este es vuestro libro. Y mientras lo digo, dejo ahora la cubierta japonesa de lo que si será la nueva novela del autor, que bajo el título provisional "Matar al condenado" se publicará en dos volúmenes, el primero de los cuales salió a la venta en Japón a finales del mes de febrero. En España nos toca esperar...


     Murakami es uno de esos autores que despiertan odios y pasiones, pero pocas indiferencias. Así que decidme, ¿ya habéis conocido la pluma de Murakami? ¿Y de qué lado estáis?

     Gracias.

miércoles, 8 de febrero de 2017

La canción de las sombras. John Connolly



     "Muerto el invierno y agonizante la primavera, el verano acechaba entre bastidores. 
     Poco a poco el pueblo de Boreas iba cambiando: se abrían y limpiaban los apartamentos de temporada, la heladería reponía existencias, y las tiendas y restaurantes se ponían a punto para la llegada de los turistas."

     Así de llamativa es la última entrega del detective Charlie Parker y es que, hoy traigo a mi estantería virtual, La canción de las sombras.

     Conocemos a Charlie Parker desde hace ya mucho tiempo. Esta vez lo recuperamos tras un incidente que estuvo a punto de costarle la vida, tanto es así que le tuvieron que practicar RCP en tres ocasiones. Un Charlie más avejentado y perjudicado que nunca que se recupera en una casa a las afueras de un pueblo perdido de Maine cuyos vecinos más cercanos son una mujer y su hija. Sin embargo, como si fuera su sino, también allí aparecerá un muerto arrastrado a la playa por la marea, y es que, ni en el lugar más recóndito del mundo, se salva el ser humano de los odios de la sangre vividos generación tras generación.

     Boreas es el lugar elegido por Parker para recuperarse en este volumen número 13 del detective más famoso de Connolly. Al igual que sucede con otros libros de la entrega, este bien podría leerse de forma independiente y disfrutar de ese modo de una entretenida novela negra que mezcla un punto sobrenatural sin perder la seriedad de la historia, sin embargo, si eres lector de Charlie Parker vas a encontrarte mucho más entre sus páginas. Para empezar estamos ante un auténtico Charlie Parker, tratado esta vez en tercera persona, recurso que al que parece haberse ido acomodando el autor.  La presencia sobrenatural en la que la maldad se supura y hay sensaciones que atraviesan los sueños y muertos que parecen velarnos, sigue siendo una de las constantes del libro, en el que llegamos a percibir el hedor de la maldad junto a sus protagonistas. Además, esta vez se ha metido finalmente de lleno en el tema del nazismo y los fanatismos que siguen adheridos a algunas mentes, tema que ya había tocado de forma muy parcial a lo largo de la saga, por lo que podemos encontrarnos con alguna explicación que enriquece a la novela sin llegar a romper el ritmo de lectura. Nos encontramos igualmente con viejos conocidos, a los que saludaremos entre signos, o disfrutaremos de sus pequeñas excentricidades mientras las viejas lealtades cierran filas a las espaldas de un Parker que lucha de manera incesante por volver a ser quien era.
Cuenta además con algunas escenas que no dejarán de sorprender a los seguidores, como es ese Parker tenaz que avanza marcando lo caminado, humanizando de este modo a su protagonista más que nunca, que no tardará en meter la nariz en las investigaciones locales, relacionando muertes aparentemente dispares.

     La habilidad de Conolly es no perder el pie con la realidad para que el lector pueda continuar la historia sin hacerse demasiadas preguntas, dejando en este caso algún frente abierto y un final muy especial que garantizan la continuidad de la que es una de mis sagas favoritas en la novela negra. Lo cierto es que si no conocéis a Parker y os da pereza ese número trece que dije que acompañaba a este título, tomáoslo como una señal y empezad directamente por este, estoy segura de que, al igual que yo, caeréis también en el siguiente. Cuando se publique, claro.

     Y vosotros, ¿sois seguidores de alguna saga detectivesca?

     Gracias.

martes, 17 de enero de 2017

Paradoja del interventor. Gonzalo Hidalgo Bayal


     "El interventor llegó a la ciudad en tren una noche de noviembre. En aquel momento no era todavía, en modo alguno, el interventor ni había adquirido los derechos o la propiedad del nombre. Se trataba sólo de un viajero anónimo al que las circunstancias del azar irían privando poco a poco de la condición de viajero y forastero hasta terminar convirtiéndolo en el interventor, el duelo exclusivo de la denominación."

     El mundo está lleno de libros magníficos por descubrir y que, hasta ese momento, habitan rincones olvidados de las librerías hasta que alguien los recoge. En esta ocasión fue @Bernie quien me recomendó este título que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de Paradoja del interventor.

     Conocemos a un hombre, uno cualquiera, en una estación cualquiera del tren. Este viajero se apea para dirigirse a un bar y que le rellenen una botella de agua. Es educado, corresponde a la gratuidad de la cortesía solicitando un café mientras mira al interventor que parece no tener prisa para dar la salida al tren. Sin embargo, en tren sale de la estación dejando a nuestro hombre sin nombre abandonado en ella, sin documentos, sin maleta, sin dinero. Sin nada. Nuestro protagonista sin nombre emprenderá una búsqueda en este pueblo desconocido, la de una autoridad que pueda ayudarle, pongamos que es el interventor, y los habitantes, lugareños, es lo que oyen salir de la boca del desconocido. Tanto es así, que esa será la forma en que le llamen.

     Comienza la Paradoja del interventor como Kafka en un Castillo hiciera hace ya muchos años, salvando claro las distancias. Y establece ya las pautas de esta extraordinaria novela sobre la búsqueda de un hombre, en una zona desconocida. Búsqueda en la que irá descubriendo esas vidas anónimas que conforman los microcosmos de las pequeñas realidades y en las que nos dejará sumergirnos acompañándole junto a su botella de agua. Pronto descubrimos, al igual que lo hace el protagonista, que el hombre al que miraba en la cantina de la estación, no sólo no es el interventor, sino que nos damos cuenta de que su conversación se reduce a frases en latín. Nos presenta también a un tal Cristo cuyas paradas procesionarias tienen más de alcohol que de otra cosa, un personaje que, pese a ser el más exagerado en sus padeceres, da buena muestra del pequeño elenco de personas sin importancia con el que nos tropezaremos en esta historia.

     No deja de ser curiosa, además, la sensación de aislamiento que sobreviene al lector ante la zona cualquiera de provincias que nos es representada y que parece vivir al margen del caminar del mundo, tal vez anclada en la sombra de unos momentos mejores que ahora la dejaron en franca decadencia. Una decadencia que arrastra a sus habitantes y al propio interventor ante la atenta mirada de un lector embelesado con el cuidado lenguaje de Hidalgo Bayal. Porque esa es otra de las grandes bazas de esta novela cuya historia es aparentemente banal: las formas, lo escritor. Tienen sus letras algo de solemne, de cuidado extremo en el que cada sílaba ha sido cuidadosamente colocada, que deslumbra en las primeras letras y nos obliga a detenernos para paladear la novela. Y si habéis leído algo del autor, sabréis perfectamente a qué me refiero.

     Se trata, por lo tanto, de un magnífico ejemplo de que no hacen falta grandes aventuras, ni crímenes, aunque cierto es que hay algún misterio y unas cuantas historias tejidas en estas páginas, para conseguir una lectura entregada. Y es que, como comentaba al principio de esta entrada, quedan muchos tesoros por descubrir en los estantes de una librería, y algunos no esconden al menos en apariencia nada deslumbrante. Esos, son los peligrosos, porque pueden esconder tesoros de esos que recomendamos como si fuéramos sus únicos descubridores, aún cuando hayamos llegado a ellos por una recomendación. Como hago yo hoy.

     Y vosotros, ¿recordáis algún libro cuyo argumento,aparentemente gris, os haya marcado?

     Gracias.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Patria. Fernando Aramburu


     "Ahí va la pobre, a romperse en él. Lo mismo que se rompe una ola en las rocas. Un poco de espuma y adiós. ¿No ve que ni siquiera se toma la molestia de abrirle la puerta? Sometida, más que sometida."

     Desde que descubrí la voz narrativa de Aramburu, se ha convertido en uno de esos escritores a los que me gusta seguir. Por eso no dudé en anotarme este título de llamativa cubierta con paraguas rojo, y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Patria.

     En esta novela conoceremos a dos familias, amigas y afines en muchos sentidos, la de Miren y Joxian y la de Bittori y Txato que residen junto a sus hijos cerca de San Sebastián. Una de ellas tiene la suerte de prosperar y la desgracia de que ETA se fije en ella para pedirle el impuesto revolucionario, la otra tiene a uno de sus hijos dentro de la organización, e inevitablemente, se produce una fractura, irreparable además desde el momento en que Txato muere asesinado.

     Hay que decir, por esto de comenzar de frente, que el hecho de que ETA mueva gran parte de los sentimientos expresados en la novela, es tan importante como anecdótico. Y con esto quiero destacar que no estamos ante una novela política, de hecho el autor, excepto tal vez en la parte en que toma la voz un escritor, llegando al final, procura no dar su opinión o juicio amparándose en capítulos cortos cuajados a su vez de frases cortas. Lo que relata esta novela en realidad, es la vida de dos familias en una sociedad y una época marcada por la existencia de esta lucha armada, pero también encontraremos situaciones cotidianas que nos resultarán tremendamente familiares. Y lo aclaro porque es importante no quedarse en un punto cuando se lee un libro y abarcar la historia completa. Es evidente que si comenzamos en el momento en el que se abandonan las armas definitivamente, y sabiendo que uno de los protagonistas ha sido asesinado, no se puede decir que sea un telón de fondo, ya que nos queda claro que va a marcar la historia. Pero es precisamente eso lo que refleja el autor, la infinidad de vidas y de situaciones que ha marcado la existencia de esta banda armada, y así lo vemos en los nueve protagonistas de Patria y también en los personajes satélite, alguno de los cuales marcará al lector nada más empezar a conocerlo.

     Aramburu nos muestra una fractura real en la que hay una familia que pierde a uno de sus miembros en un charco de sangre, una familia que se endurece en la figura de la ahora viuda que no encuentra o no parece lograr la forma de quedarse en paz y sus hijos Xabier y Nerea que salen de allí, con su marca, como una muestra indeleble que no podrá borrar el paso de los años incapacitándoles para algunas cosas o acaso olvidada mientras viven sus vidas. Del otro lado, la otra familia, la de Joxian y Miren y sus tres hijos, Gorka, escritor, homosexual, buscador de su lugar en este mundo que le ha tocado, Joxe Mari, el miembro de ETA, el detenido, el interrogado sin piedad, la fractura... y su hermana Arantxa, personaje que nos deja ver  el otro lado de una madre que se ha radicalizado solidaria con su hijo. Y es que esta es una novela con hombres, pero que destaca la fuerza de las mujeres, mostrando una sociedad marcada por el matriarcado en el que ellas eran como leonas que cuidaban de sus familias. Ambas heridas por distintos flancos, ambas rabiosas, una con una hija que va creciendo en la historia, la otra con su hija como talón de Aquiles.... mujeres. El autor, quizás en un afán de intentar evitar el victimismo fácil en el que se puede caer ante este tipo de temas, no duda en intentar mostrar todas las voces, todos los posibles, porque, y esta es mi opinión, siempre que se pueda hay que relatarlo todo. Y posiblemente eso, junto con una cronología desordenada que tiene momentos casi de crónica de vivencias sueltas, alternando incluso la persona del narrador, será lo que marque el realismo de una novela que no duda en mezclar nombres cuando lo considera necesario para recordarnos que lo que nos relata es una historia que está ahí, poblada de personas que aún viven y respiran y sienten. Quizás por ese realismo que conocemos tampoco necesita o quiere marcar una historia de buenos y malos, deja parte del trabajo al lector y por eso he pronunciado la palabra crónica. Crónica de un momento, de una sociedad, de víctimas, victimarios, padres e hijos, madres e hijas, juicios, amores, confesiones y creencias, la crónica de unas calles y también de los almas de quienes transitaron por ellas. aunque a ratos saber tanto, rizar tanto, exprimir tanto, haga que nos preguntemos si no ha forzado el duelo. Pero se le perdona, claro que sí.

     En un momento dado uno de los personajes se pregunta por qué no decir que su hijo es médico cuando otros presumen de otras cosas. Y tal vez sea eso lo que hace el autor en esta novela que recoge su propio testigo de Años lentos, para finalizar con un simbolismo que no escapará a los ojos de nadie, dejado ahí por esto de la esperanza o tal vez el cambio, ante los ojos del lector que se ha dedicado durante más de seiscientas páginas a juzgar por si mismo lo que Aramburu iba relatando. Y no me cabe duda de que hay una literatura que refleja la sociedad, que denuncia, que refleja lo que se vive, y que tal vez ese motivo sea suficiente para recomendar sus títulos. sin embargo, yo prefiero recomendar Patria por su buen hacer, su cuidada prosa, su autopsia distante de los personajes ante la mirada del lector. Prefiero recomendarlo por ser un buen libro. Y le auguro un gran futuro, ya que tiene una parte de folletín.

     Y vosotros, ¿os acercáis a libros contemporáneos alguna vez?

     Gracias.

jueves, 25 de agosto de 2016

Dark. Edgardo Cozarinsky


     "Empieza, siempre, en las sienes, una palpitación casi imperceptible al principio, y en el momento preciso en que la reconoce, ese latido empieza a crecer hasta que siente que la cabeza le va a estallar y la vista se le nubla y la distancia entre él y los objetos que lo rodean vacila y el brazo que extiende hacia el teléfono tarda en llegar y el número del servicio médico de urgencia no aparece en la lista que sin embargo sabe que ha incorporado a la memoria del teléfono. Pero no es solo la cabeza. "

     La mente es de asociaciones curiosas y, a mi, la foto de la cubierta de este libro, me recordó a Dylan Thomas. Y lo compré incluso sabiendo que no iba a encontrarlo en el libro. Pero daba igual, ya se me había metido en la cabeza y lo quería leer. Hoy traigo a mi estantería virtual, Dark.

     Conocemos a Víctor, un escritor de cierta edad, echando la vista atrás para recordar sus años de adolescencia en Buenos Aires. Una época en la que, ya sabiendo que quería dedicarse a escribir, se sintió atraído por esos lugares oscuros que tienen las ciudades: los clubes, los fumaderos de opio... Es la época en la que conoció a Andrés, un hombre ya adulto que se encargó de mostrarle ese otro lado de la ciudad.

     Quizás en este caso lo más adecuado sea comenzar diciendo lo que no es esta novela. Dark no son las memorias de Cozarinsky, aunque él tenga más de setenta años y sea escritor y viviera en Buenos Aires en la época representada en la historia, su historia es una novela, no unas memorias. Tampoco estamos ante una de esas novelas Bildungsroman al uso, no es una novela de formación ni tampoco  una de esas historias en las que se pierde esa inocencia de la que parecen revestir a todos los niños y adolescentes en este subgénero. Dark habla de esa curiosidad por lo prohibido propia de la edad, de un joven de buena clase social al que determinados ambientes le son ocultados, cuando no vedados, y que se siente tentado a descubrirlos. Eso es lo que hace Víctor, y en su coqueteo con los bajos fondo y peores tugurios, se encuentra con Andrés. Y en poco más de cien páginas veremos hasta dónde logra satisfacer su curiosidad, y también la relación entre ambos.
     Pudiera el autor haber cargado tintas en la relación más o menos ambigua de los dos protagonistas, o quizás habernos enseñado cómo uno se aprovecha del otro. Sin embargo, nada es totalmente limpio en esta novela, y ninguno de ellos será totalmente sincero. Andrés, el adulto que mira al joven, que le enseña los lugares, las putas y los charcos de la ciudad, parece sentirse atraído por Víctor. Lo parece, lo intuimos, pero tampoco es este ese tipo de novela. Víctor es el joven con ganas de vivir, de transgredir lo cotidiano de su vida, y lo reviste de necesidad vital de experiencias para su futura profesión, aunque... desde las primeras páginas sabemos que es una curiosidad natural, latente en esos años de experimentación, y que poco hubiera importado la vocación que sintiera en ese momento. Y asistimos al juego literario de una relación simbiótica entre ambos, sin tener muy claro quién se aprovecha de quién o si ninguno lo hace realmente. Porque posiblemente, en la búsqueda de lo oscuro de la ciudad, se refleja en parte esa oscuridad interior que llevamos en algunos de nuestros deseos.

     La novela, cortita, escrita con sumo cuidado para alcanzar una cadencia mantenida a lo largo del relato, juega con esa oscuridad que marca su título y que se ve reflejada en cada esquina. La noche, el deseo, la mentira, lo prohibido... pero también está el consejo y el final. Un final redondo para una historia que tiene mucho de literario y que se lee en apenas un suspiro, aunque se prorrogue en el tiempo mediante interesantes conversaciones una vez terminado.

     Mi primera incursión en la novela de Cozarinsky ha sido un éxito rotundo. Repetiré.

     Últimamente parece que las novelas de desarrollo, esas que parten de la una adolescencia iniciática en la vida adulta, son cada vez más frecuentes. Y vosotros, ¿ya habéis probado con este tipo de historias?

     Gracias.

     PD. Me sigue pareciendo que la fotografía de la cubierta de este libro tiene algo.

martes, 2 de agosto de 2016

El impresor de Venecia. Javier Azpeitia


     "Entre la diversidad de tipos que conforman la especie humana, uno de los más peculiares es el de quienes renuncian a vivir el mundo para leerlo. Son todos especímenes muy semejantes entre sí, fáciles de distinguir por sus carencias, tan singulares. En general viven vidas apagadas, más aún comparándolas con las encendidas vidas que encuentran en sus lecturas. Nunca les brillan los ojos frente a los demás, sino en la soledad de sus gabinetes, donde, rodeados de mamotretos y a la luz insana de las bujías, se sumergen en un río de palabras en el que afirman encontrar todo lo que los demás buscan por las calles de las ciudades y los caminos perdidos de la tierra."

     A veces uno entra en su librería de siempre, y su librera le pone un libro en la mano. Sin preguntas y apenas sin saludos, de forma que no deja lugar a duda alguna. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El impresor de Venecia.

     Estamos en el siglo XVI, y conocemos a Paolo cuando llega a una villa Veneciana cargado con un montón de libros. Su intención es hablar con su madre y así recomponer la vida de su famoso padre ya fallecido, Aldo Manuzio. La percepción de este joven sobre su padre es demasiado buena comparada con la realidad que le irá descubriendo su madre. Y de este modo, en pleno Renacimiento, conoceremos la vida de este hombre que editó, robó manuscritos, apasionado y amante de los libros con unos ideales que podían verse atacados por la censura.

     En esta novela Javier Azpeitia nos introduce con un estilo impecable en una de las ciudades más importantes del Renacimiento. Y es en este ambiente, y rodeado de datos reales, en el que conocemos a uno de los personajes más relevantes de la ciudad: Aldo Manuzio. Estudió latín y griego y fue un apasionado de la literatura griega, obsesionado casi con preservarla para evitar su pérdida física descubriremos sus perfeccionistas proyectos de edición de estas obras. La vida de este hombre, evidentemente más compleja que lo que relata el autor, está llena de nombres ilustres y datos técnicos que revelan el elevado conocimiento del autor de esta época, pero también su saber hacer, al no resultar la novela pesada ni perder un cierto tono de ironía y ligereza en ningún momento. Manuzio se descubre como un hombre apasionado que sufrió ataques y boicots a su empresa alguno incluso de sus círculos más cercanos, pero que siempre siguió adelante. No en vano, muchas de sus ideas han llegado hasta nuestros días, en incluso el sello de la Imprenta Aldina le resultará familiar a más de uno.

    El impresor de Venecia ha resultado una lectura diferente y más que satisfactoria escrita con un estilo impecable, a ratos francamente hermoso. No cabe duda que hay una moda no declarada de libros que hablan sobre libros o librerías y, en este caso, os propongo un viaje en el tiempo a una ciudad ya de por sí mágica, para disfrutar de este pequeño homenaje literario a la palabra impresa. Una delicia en muchos sentidos.

     No os digo más, descubrid los rincones que esconde la novela.

     Ya se que no es lunes pero decidme, ¿qué libro tenéis entre manos esta semana?

     Gracias.