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miércoles, 23 de mayo de 2012
jueves, 19 de abril de 2012
Dias Grises
Se duplica mi ánimo como élla.
A pesar de los nubarrones me elevo y miro de frente el horizonte con el orgullo de
saber que no me quebrantaré por mucho que llueva...
saber que no me quebrantaré por mucho que llueva...
Pero la más de las veces me recojo y oculto. A espaldas de todo bajo la cabeza y
cierro los ojos, como queriendo hibernar, en la creencia de que los claros no llegarán.
Ni el sol con éllos.
cierro los ojos, como queriendo hibernar, en la creencia de que los claros no llegarán.
Ni el sol con éllos.
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martes, 3 de abril de 2012
miércoles, 7 de marzo de 2012
Al Paso de Mediodía
Me ocurre muchas veces cuando veo un rincón que quiero fotografiar, mido y encuadro, saco la foto y me quedo esperando que alguien pase para sacar una o dos más.
Otras muchas me pasa lo contrario, apenas tengo tiempo de encuadrar para sacar el paso de la oportunidad y luego, con más calma, me llevo algunas solamente del rincón .
Como ahora.
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lunes, 2 de enero de 2012
martes, 1 de noviembre de 2011
martes, 25 de octubre de 2011
jueves, 1 de septiembre de 2011
¿Por Qué No?
Es lo que siempre he pensado en los momentos en que me gusta tener la cámara en la mano.
Lo mismo que pensé mientras la noche empezaba a hacerse dueña de la misma lluvia.
De noche y lloviendo...nunca había sacado fotos así...¿por qué no?
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martes, 10 de mayo de 2011
martes, 29 de marzo de 2011
Sin Alas
Como los tendales, unos días me libero de la ropa mojada, demasiado pesada para echarse a volar. Y como ellos sonrío aunque no consiga elevarme, ni separarme de la pared, porque la ilusión de hacerlo sigue intacta aún sintiento los tornillos que me atan, no sin dolor.
Otros días, como la farola, contemplo las gaviotas y los tendales agradecido de lo que mi vista puede disfrutar. Sabiéndome incapaz de imitarles.
Los más lucho por encontrar ganas de asomarme a la ventana entreabierta, vencido en la penunbra, inmóvil en la oscuridad. Con piernas de cemento, nubes en la cabeza y sin alas en el corazón.
martes, 8 de febrero de 2011
martes, 11 de enero de 2011
Faros en el Cielo
miércoles, 5 de enero de 2011
La Pared de Antonio
De Antonio López, digo. Ése ser superior que pinta como nadie. Y me explico,
Siempre que llego hasta aquí con el sol del atardecer en las espaldas veo algo parecido a lo que os enseño. Pero en realidad siempre que paso me quedo con ganas de sacar alguna foto a la pared, la luz siempre es distinta. Además, aunque solo salga parte de la sombra en esta foto, hay un magnolio en la acera que me obsesiona tanto como la pared. Tan obsesionado me tiene como a Antonio López la luz que reflejaban los frutos de un membrillo a determinada hora del día. Podéis verlo, quien no lo conozca, en 'El Sol del Membrillo', apta para locos por la pintura.
Fíjate tú que explicación tiene 'La pared del Magnolio', con sus hojas, sus sombras y la pared...una de mis Esquinas Redondas favoritas.
miércoles, 6 de octubre de 2010
viernes, 1 de octubre de 2010
lunes, 6 de septiembre de 2010
domingo, 31 de enero de 2010
sábado, 5 de diciembre de 2009
miércoles, 14 de octubre de 2009
La farola que miraba al cielo
Son muchas las fotos que saco donde las farolas son protagonistas. Algunas ya las he enseñado aquí mismo. Pero sólo desde hace un par de semanas las veo de otra forma. Incluso he buceado un poco por las fotos de los últimos meses y no he hecho más que confirmar lo que ahora pienso.
Desde entonces, si me fijo bien, descubro mucho de la personalidad de cada una. Algunas no pueden disimular su vanidad y se exhiben creyéndose el más hermoso de los cisnes, hinchado el ego conforme va atardeciendo.

Otras que, en medio de la nada, buscan la única sombra del día antes de alumbrar la noche, tan negra cuando no vives en la ciudad que las hay que se creen estrellas.

Y sería el cuento de nunca acabar porque describir farolas es semejante a hacerlo con gatos, perros, hombres...
Y todo desde que ví aquella farola cabizbaja y triste, en aquel triste y solitario rincón, colgada sobre la entrada de un taller cerrado hace meses. Me dió la impresión de estar cumpliendo algún castigo porque, después de observarla unos minutos, no parecía haber otro motivo que justificase tener a una pobre farola en aquel sitio anclada.

Confieso que las luces que me venían empezaban a irse por creerlas imposibles. Todas volvieron de golpe cuando, echando un ojo al resto de la nave, descubrí a una compañera situada para iluminar el desierto aparcamiento, a espaldas de la primera, sola también. Pero ésta, Dios sabe qué se le estaría pasando por la bombilla, había girado la cabeza y miraba las nubes pasar...
Desde entonces, si me fijo bien, descubro mucho de la personalidad de cada una. Algunas no pueden disimular su vanidad y se exhiben creyéndose el más hermoso de los cisnes, hinchado el ego conforme va atardeciendo.
Otras que, en medio de la nada, buscan la única sombra del día antes de alumbrar la noche, tan negra cuando no vives en la ciudad que las hay que se creen estrellas.
Todas, en mayor o menor medida, conversan con los vecinos y cada una según su carácter, claro está, que para éso no se diferencian mucho de las personas.
Las hay que disfrutan de la independencia que da vivir al otro lado de la carretera, aunque ésta no mida más de cinco metros, lo que a muchas les forja una alegre extroversión y a otras alguna temporada de depresión.
Y sería el cuento de nunca acabar porque describir farolas es semejante a hacerlo con gatos, perros, hombres...
Me he dado cuenta algo tarde, pero aún así tengo montones de retratos de farolas, sí, sacados desde la ignorancia, pero retratos igualmente porque tengo claro que ellas no hubieran posado de forma distinta si ya lo hubiera sabido. Ni yo habría sacado las fotos de otra manera.
Y todo desde que ví aquella farola cabizbaja y triste, en aquel triste y solitario rincón, colgada sobre la entrada de un taller cerrado hace meses. Me dió la impresión de estar cumpliendo algún castigo porque, después de observarla unos minutos, no parecía haber otro motivo que justificase tener a una pobre farola en aquel sitio anclada.
Confieso que las luces que me venían empezaban a irse por creerlas imposibles. Todas volvieron de golpe cuando, echando un ojo al resto de la nave, descubrí a una compañera situada para iluminar el desierto aparcamiento, a espaldas de la primera, sola también. Pero ésta, Dios sabe qué se le estaría pasando por la bombilla, había girado la cabeza y miraba las nubes pasar...
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