En algún lugar de una vasta región se olvidaron de sufrir,
En algún lugar de una inmensa red se olvidaron de sentir.
Y ya no saben ni su nombre, ya no saben ni sus gentes,
Atrapados en sus mieles de hiel, sólo tronos de papel...
Sólo un grito ahogado en la noche, en la lejanía,
"Corre, maldito, corre", rebota y taladra mi cabeza.
Y desconozco la razón, los motivos de tanto dolor,
Y desconozco la pasión que les privó del valor.
Corrí y corrí como si mis piernas no tuvieran dueño,
Corrí como si el azote del tiempo fuera a destiempo,
Asfaltando las parcelas de mi inocencia y confianza,
Hacia los páramos vírgenes a salvo en la distancia.
De la tierra de mis hermanos, ¡oh, sí, mis hermanos!
De la tierra de los espejos de arena, donde no da el sol,
De la tierra de la gente feliz, que olvidaron de escuchar,
De la tierra donde hay sombra porque el día no oscurece.
Y escapé de las artes de su embrujo, de sus huecas ordalías,
De sus vertidos de cal y arena, de sus sonrisas de hiena.
De titanes fueron sus manos, que invisibles se cerraban,
Que horadaban mis oídos y enterraban mis sentidos.
Y me marché de su tierra estéril, de su abono inútil,
De palabras vanas, de aquelarres infernales.
Mas lo divisé en los piélagos, en los abruptos riscos,
Golpeando con su cresta de espuma y sal los salientes,
Mas lo avisté en la calcárea tundra, esculpiendo matices,
Ultimando los ígneos detalles de tan heroico bailoteo:
Si los opuestos se quieren, se necesitan y se complementan...
¿Qué es la vida sin la muerte, del placer y el goce sin tormento?
¿Qué me dices del amor sin la ira, el desprecio o el rencor?
¿Cómo crecer sin recuerdos, sin zozobras o lamentos?
Mas me desperté de ese sueño, de esa pesadilla de ensueño
U optimismo exacerbado por decreto, de fingidos pigmentos,
De cariños espurios, y adalides de cuento sin quiebro,
Equipando la empatía que me negaron las sombras.
Ahora sé su nombré, ahora conozco nuestro verdadero hogar,
Donde se forjan los valientes, donde se escribe con sangre su gesta.
Y alcancé finalmente la fría caliza, desprovista de enseres y casas,
Y planté allí mi estirpe, tendido y sediento, bajo baños de Luna.
Una mujer de cabellos argénteos me despertó, me deslumbró y me habló.
"¡Oh, hombre de corazón insondable que ansía hallar el secreto de la vida!
Has llegado muy lejos, huido del mundo de esferas vacías, de seres de metal.
Has abierto una herida en tu corazón, que ya nadie ni nada podrá cerrar.
Pues conoces la verdad de verdades de la esencia del existir,
Única e inmutable, con sus dos caras, sin renegar de ninguna".
Como una flecha de luz se hincó en mi pecho,
Atravesado por el más intenso dolor-amor,
Sucumbí a sus besos de fuego y heno,
Mis pupilas agrandadas abrazaron su faz,
La llamaban Libertad.
Juan M Lozano Gago ©
Duncan Dhu - En Algún Lugar