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martes, 8 de abril de 2014

EN EL VACÍO: Capítulo 2.- Recordando el futuro.


Nave Surrender

A la mañana siguiente...

—John, ¿me va a permitir que le observe?, sólo me tomará unos segundos —se quejaba, Robert Hug, el médico de la nave.

—De acuerdo, pero termine pronto. Le aseguro que me encuentro en perfecto estado, todo lo ocurrido fue real —replicó John algo irritado, lo cual era inusual en él dado su carácter apacible.

Mientras Robert le realizaba un rápido escáner cerebral, los pensamientos de John se alejaban lentamente.

Dos años antes...

— ¿Qué le parece Immersion? —le interpeló una voz dulce y sutil.


John se giró y contempló como una fría y bella mirada le escudriñaba.

— ¿Está aquí para participar en las prácticas? —prosiguió.

 
Podría decirse que sí. Sólo puedo adelantarle que serán llevados a una situación límite. Su capacidad de mando y resolución será puesta a prueba. De ello dependerá que la tripulación salga indemne replicó la señorita Susan Trask.

Immersion, construida hacía apenas un siglo, entre los años 22.700-22720, en el exoplaneta Pegasi 51, era una de las primeras ciudades tecnológicas existentes fuera del sistema solar. En los últimos milenios, la humanidad, consciente de que su supervivencia se encontraba más allá de las estrellas conocidas, había unido sus esfuerzos para explorar el universo, dejando a un lado sus diferencias.

Conocida como la ciudad de plata, pues era el color predominante en las estructuras que la conformaban, ofrecía unas vistas espectaculares bajo su gran cúpula de cristal; pequeños planetas orbitando un pulsar cercano o cometas que atravesaban un cielo púrpura eran perfectamente divisibles.

¿John, me está oyendo? le preguntó el médico de a bordo.

¿Puedo irme ya? Susan me espera tras el desayuno en la sala de juegos.

Veamos... Bien, los resultados no evidencian ninguna anomalía en la red neuronal, exceptuando que es Ud. el mismo de siempre rió Robert.

Uno de los placeres de vivir en la Surrender era el desayuno. Cualquier cosa que uno imaginase estaba en el menú. Susan lo esperaba sentada tomando el sol. Respìrando el aire de la mañana y deleitándose con el sonido producido por las olas de mar en su ir y venir. John ya no distinguía un amanecer simulado de uno verdadero. El hombre había conseguido capturar el mismo espíritu de la naturaleza en aquellos entornos virtuales. La frontera entre la realidad y lo soñado cada vez era más difusa. Miles de años de evolución lo habían alejado de ella, pero extrañamente necesitaba más de ella que nunca.

Novac, la computadora, entretanto supervisaba todos los sistemas de mantenimiento de la astronave.

¿Recuperado ya de lo de ayer, Johnny? Ha sido algo increíble, todo ha quedado registrado en las células de memoria de Novac. Podemos demostrarlo, ¿no te das cuenta? ¡Somos los primeros en contactar con una forma de vida inteligente extraterrestre! los ojos de Susan centelleaban, estaba radiante, y miraba a John con cierta admiración.

Escúchame con atención, Susan. Creo que esto es importante. Nada sucede por casualidad, ¿por qué nosotros hemos sido los afortunados y no otros? Hasta no saber más acerca de lo qué es o son esos seres de luz, deberíamos guardar el secreto su voz sonaba preocupada. John tenía la sensación de haber olvidado
algo significativo desde entonces.

Te recuerdo que yo soy la Comandante y tu el Primer Oficial dijo Susan sonriendo. Relajémonos un poco. ¿A qué te apetecería jugar hoy? ¿Quizás al Aqua-Sphere?

Este deporte se había hecho muy popular desde que la física había logrado dominar las moléculas de agua y modificarlas a su antojo. Si bien no distaba mucho del viejo tenis, que aún contaba con muchos seguidores amantes de las ancestrales costumbres. Básicamente se trataba de una esfera de agua que aumentaba o disminuía de tamaño a la par que en velocidad y fuerza. Como si le hubiesen inyectado su propio ADN, su compartimiento solía ser imprevisible, lo que hacía de este juego una diversión todavía más atractiva.

Esta vez no me dejaré ganar dijo John enérgicamente.

La esfera de agua apareció tras pulsar un botón. Sus movimientos eran rápidos y precisos. 

John, en este deporte prevalece la destreza.

La esfera se desplazaba de izquierda a derecha continuamente. Ni Susan ni John renunciarían al triunfo. Su personalidad convergía en este aspecto. Estaba siendo una mañana fantástica, ausente de problemas.

De pronto la nave vibró y Susan resbaló cayendo sobre la arena, sin poder alcanzar la bola.


Un asteroide acaba de impactar contra el casco de la nave sin causar graves desperfectos anunció Novac lacónicamente. ¿Te has hecho algún daño?

¡No, tonto, estoy bien! su cara se aproximó a la de él y no pudo contener el impulso de besarlo. El ritmo cardíaco de John se aceleró repentinamente. No podía creer que al fin la sostuviese entre sus brazos.

Pasaron unos instantes hasta que se percataron de lo sucedido.

He de regresar a la cubierta de mando para supervisar la reparación dijo Susan.

Aguarda Susan... el asteroide los había unido fugazmente, pensó John.

John observó la arena mojada. Descubrió una holografía. Se le debía de haber caído. Era el retrato tridimensional de una niña de apenas 5 años, sus cabellos dorados como los de Susan. Y en el reverso había escrito:
Mi querida Ann.


Confundido regresé a mi habitación a consultar mi cuaderno de notas. Estaba todo allí, mis apuntes sobre la entropía, las mediciones obtenidas en el agujero negro, la luz que emergió de su interior... Pero había algo que no se hallaba entre sus páginas. Me faltaba un recuerdo.


Me asomé nuevamente por la ventana que había frente a mí. El agujero negro parecía tener las respuestas.

Mi querida Ann

*****


Juan M Lozano Gago ©

 

 
Green Sun - Distant Star
 

sábado, 5 de abril de 2014

EN EL VACÍO (relato)



Nota del autor: este relato puede ser leído de forma independiente, si bien le siguen varios capítulos más.

Me puse mi traje, mi casco, y salí. Todo era negro, sólo yo y el vacío, ausencia de sonido, colores, nada. ¿Dónde estaba mi casa, mi tierra, el verde? Una sensación de paz me invadía, todo era grande, abierto, sin límites, podía fantasear con hacer cualquier cosa, era el dueño de mis actos más que ninguna otra vez en mi vida. Bien era cierto que estaba a eones de distancia de la Tierra. ¡Guau... el espacio! No era como lo había soñado, era indescriptible, esa sensación de contemplar las estrellas, las constelaciones, los planetas, quásares y demás. Mi cerebro se inundaba de imágenes desbordantes. Todo parecía abarcable por mis manos.

Hacía ya dos meses que partí de la Tierra. Pocos fueron los elegidos para embarcar en la que sería la primera y más importante misión del ser humano más allá de la vía láctea. Mi destino la Gran Nube de Magallanes, tras atravesar la enana del Can Mayor.

John es mi nombre, un hombre soñador que siempre quiso saber más sobre el mundo circundante, viajar hacia lugares inexplorados, sentir la emoción en mis venas, el riesgo que suponía lo desconocido...

Aún recuerdo cómo empezó todo.

—Bien señores y señoritas, sabemos que todos Uds. han sido sobradamente preparados durante meses para vivir en condiciones de ingravidez, lejos de nuestro planeta madre, aparte de sus amplios conocimientos científicos en astrofísica, dinámica cuántica y física de partículas —dijo Charles Cook, Jefe responsable del proyecto E.A.N. (Entropía y Agujeros Negros)—. No obstante, sólo unos cuantos serán seleccionados. Sin más me dispongo a leer los nombres: Robert Thornton, John Storm, Susan Trask...

Susan Trask
—John es increíble vamos a estar juntos, después de todo lo que hemos pasado para llegar hasta aquí, no puedo creerlo —dijo Susan. Era la chica más inteligente que había conocido jamás. Ojos verdes penetrantes, cabellos largos y rubios enmarcaban un rostro sereno e intrigante.

Pues bien, aquí estoy ahora. Mi misión, averiguar el grado de entropía de nuestro universo, ¿estábamos cerca del caos, el desorden, o aún era pronto para eso? Al fin y al cabo, todavía estaban en el año 22.770.

Era la primera vez que John salía de la nave, tenía frente a sí un espectacular agujero negro, la ausencia de materia tal y como la conocíamos. Susan, la comandante de la Surrender observaba con atención los pasos de John y los datos que le suministraba continuamente la computadora Novac. La nave era un lugar apacible, los simuladores holográficos eran capaces de crear un entorno cálido y seguro. Gracias a los potentes procesadores cuánticos de Novac, la labor de Susan casi se centraba exclusivamente en estudiar y corroborar que todos los procesos seguían su curso correcto.

Susan conocía a John desde hacía años. Sabía que alcanzaría su destino, pero no que ella iba a ser parte del mismo.

John sostenía entre sus manos un pequeño dispositivo que le permitía medir el nivel de entropía del agujero negro. Pulsó con un puntero el botón on de la pantalla oled desplegable y éste se activó.
 
—Novac, ¿cuál es el grado de entropía del universo? ¿Puedes calcularlo? —inquirió Susan.

—Mis datos son aún insuficientes para responder a esa pregunta, pero seguiré trabajando en ella —contestó Novac.

Susan y John sabían de antemano que poco o nada iban a poder averiguar acerca de tan complejo problema, si bien Novac 7200.2 era el sistema informático más avanzado hasta la fecha. No obstante, dicha cuestión tendría respuesta miles de millones de años después por una sucesora de Novac...

—John, regresa ya, es suficiente.

Realmente no quería regresar aún. Me sentía el hombre más feliz del mundo, una extraña quietud recorría todas mis articulaciones, como si estuviese aletargado, la voz de Susan sonaba muy lejana y distante. Fue entonces cuando sucedió. Sólo bastaron unas centésimas de segundo. Una luz cegadora proveniente del centro del agujero salió despedida hacia mí y me rodeó sin causarme daño. De pronto, ya no estaba allí, sino en una pradera de mi pueblo, sentado bajo un árbol. No comprendía qué estaba ocurriendo. ¿Estaría soñando? ¿Sería aún muy temprano en la mañana y Susan me despertaría en cualquier instante? Sin embargo, allí donde estaba, el tiempo carecía de sentido, ayer, hoy o mañana, daba lo mismo. Percibía los olores de las plantas que tenía a su alrededor, mientras una leve brisa las mecía. Era muy real, no podía tratarse de un sueño.

— ¡John, John...! —dijo una voz que procedía del interior de mi cabeza”—. Yo soy, he sido y seré. Una eternidad o un segundo, el tiempo no importa para nosotros, sólo existimos. ¿Qué es morir? ¿Por qué las plantas se marchitan en tu mundo, sale y se pone el sol en vuestro planeta? ¿Qué significa?

Estupefacto, John intentó pensar lo más rápido que pudo. ¿Era posible que hubiese establecido contacto con alguna clase de energía inteligente? ¿No se rumoreaba que los agujeros negros no eran sino entradas a otras realidades distintas a la nuestra?

—Así ha sido siempre, todo nace y muere, todo tiene un principio y un fin. ¡Los días, los seres vivos, las plantas, las estrellas!

Imaginé que aquel ente había estado indagando en mi memoria, y no era capaz de entender nuestra existencia lineal. Debía de tratarse de una forma de vida a años luz de la nuestra y para la que el tiempo era un término incomprensible. Sólo quería volver junto con Susan de regreso a la nave, pero no podía, no, hasta que captase el concepto de humanidad.

—Imposible —insistió aquel ser—. Se es o no se es.

Pero mientras ahondaba más y más en mis pensamientos, descubrió un fuerte sentimiento de ira que yo mismo había querido desterrar de mi mente.

— ¿Quién es ella? —preguntó la entidad.

—Mi mujer, pero falleció. Ya no existe —dijo John.

—Pero ella sí que existe, la veo comunicándose contigo.

—Eso es lo que llamamos un recuerdo
replicó John.

Se produjeron unos minutos de silencio. John contemplaba de nuevo con cierta incredulidad el paisaje que se mostraba ante sus ojos. Y repentinamente reapareció dentro de su traje espacial. El agujero negro seguía delante de él desa ante como un abismo. Sin embargo, algo había cambiado, la ira lo había dejado.

Había estado en ese sorprendente lugar más de una hora, pero el tiempo no había transcurrido, pues había retornado al punto de partida, le dijo a Susan que estaba bien. Sólo un poco mareado.

Tras haber descansado, le contó a Susan lo sucedido, y como creyó estar otra vez en la Tierra. Ambos concluyeron que fuese lo que fuese, había aprendido lo más importante de la existencia humana, el valor de los recuerdos, el motor de nuestras vidas y lo que conforma lo que somos.

Juan M Lozano Gago ©

 

 
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