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domingo, 4 de septiembre de 2016

Tarta arcoiris (by María Menéndez D-A)

Cuando hace poco os contaba los progresos culinarios de mis pinches favoritas ya os avanzaba que, en los años que hay entre las dos entradas, la mayor de mis sobris ha salido repostera y os prometía un mano a mano con ella. La verdad es que me viene bien que a María le haya dado por ahí, porque aunque como sabéis los dulces o son lo mío, su afición es una excusa para compartir ratos entre fogones (y ver y comentar recetas y vídeos) con ella. Pero claro, la tía ya me supera de lejos preparando este tipo de cosas (yo no paso de las sopaipas y el bizcocho de zanahoria y nueces), así que cada vez más nuestras conversaciones gastronómicas tienen que ver con que ella me cuente detalles y trucos y yo aprenda de ella en vez de lo contrario, que sería además de lo más natural lo que me daría más gustito... Porque María tiene apenas 13 años pero ya me da mil vueltas cuando se mete a hacer dulces y, en ese tema, es mi maestra en vez de mi aprendiz. Y... me entendéis ¿verdad?... Pero bueno, es lo que tiene hacerse mayor... ;) La receta que ella ha elegido para estrenarse como invitada de lujo en Gastronofilia es una tarta arcoiris inspirada en la de Alma Obregón pero con los inevitables cambios y atajos (menos mal, algo ha aprendido de mí). Hay que reconocer que el aspecto final de la preparación no se corresponde con lo buena que salió, pero la culpa como luego os contaré es solo mía. Pero la tarta en sí misma (que estaba riquísima), y el magnífico rato que echamos juntas con alguien más que se apuntó, están cargados de magia y alegría, así que os cuento en esta entrada lo que hicimos (bueno, lo que hizo María con la ayuda de las demás) ante mi sorpresa... porque hay que ver lo que sabe ya de cocina (repostería en este caso). Lo dicho, me hago mayor ;)

La cosa parte de hacer una masa de bizcocho para luego repartirla en varios (cuatro) recipientes, teñirlos con colorante de cocina (:S), y hacer varios (cuatro, en nuestro caso) bizcochos para montar la tarta final. La masa inicial se compone de 250gr. de harina de repostería tamizada, lo mismo de azúcar, 2'5 cucharaditas de levadura de mentira (impulsor tipo Royal), 250 ml de aceite de girasol, un pelín de extracto de vainilla y 5 huevos. Todo eso se bate a conciencia y se reparte proporcionalmente en varios recipientes según el número de capas que vaya a tener la tarta (Alma Obregón lo hace con cinco, nosotras atajamos a cuatro).



La idea luego es teñir cada masa de un color distinto. Para eso María nos dijo que había que depositar en la masa un pelín de colorante alimentario del color que fuera y batirlo.




Nosotras hicimos esa operación (:S) como pudimos, y ahí creo que pudo más mi reticencia a lo del colorante y recomendé poner poco... el caso es que los cuatro bizcochos (que estuvieron en el horno algo menos de media hora, de dos en dos, a algo menos de 200º) quedaron esponjosos y estupendos... pero con el color más bien suave... vamos, menos vistoso. Pero con menos química ;)  


Aquí tenéis a las orgullosas reposteras con su resultado (insisto en que el color tan suave tiene que ver con el único punto de la receta en el que yo me metí, obviamente de manera errónea): María con su prima Nana Serrrano A-D, que desde hace varios años se apunta a un bombardeo cada vez que decidimos cocinar, porque también le gusta el asunto. Participó en el proceso como una campeona, atenta a las indicaciones de su prima (que era la que mandaba aquel día) y haciéndolo todo la mar de bien. Otra que apunta maneras :)   


Pero en la casa de la playa somos muchos y, cuando hay alguna batalla divertida trasteando en la cocina, siempre se agrega alguien de los peques :), Así que aunque la idea inicial era que la receta fuera dirigida por María con Nana de pinche y yo de fotógrafa, mi otra sobri Blanca Menéndez D-A (sí, la que liaba albóndigas conmigo en el post de hace varios años) se apuntó a mitad de la jugada y aquí la tenéis con sus dos compis de fogones, presumiendo todas de la primera parte del resultado.


La siguiente parte de la receta consiste en montar la tarta, poniendo entre las capas de bizcocho y alrededor del resultado final crema de chocolate. Ahí a María le volvió a salir el punto fullero -insisto, en algo se le tiene que notar su escuela ;)- y tiró de Nocilla para abreviar. La ayudaron sus dos pinches, y yo fotografié el proceso y el resultado final.







Lo de menos es la tarta (que, en cualquier caso, quedó muy rica y duró dos segundos). Lo de más es que, poco a poco, están saliendo cocineras, que hacemos cosas juntas, y que estoy feliz con eso. Igual de aquí a un par de años os sorprendo con un par de entradas en las que ellas os dejen (nos dejen) con la boca abierta. Parece que la cosa promete... ¿no?

Aprovecho para comentaros que voy a estar un tiempo (espero que no mucho) sin publicar nada y sin comentar las entradas de los diversos blogs que sigo. Todo tiene su tiempo y su momento, y hay momentos de la vida que requieren su tiempo. Y ahora necesito algo de tiempo y de momentos para mí. Espero volver pronto. Un fuerte abrazo a tod@s!!!!!

viernes, 2 de diciembre de 2011

Bizcocho de zanahoria y nueces

No soy muy de dulces pero esta receta es una de mis excepciones, y no solo por lo riquísima que está sino por lo bonito (creo yo) de la historia que la acompaña. Conocí este bizcocho de zanahoria y nueces en casa de mi amiga Susana Orta, que me contó que lo había aprendido de Marta, la mujer de Jose Andrés, un amigo común. Hablando con Marta me enteré de que es una receta muy antigua y arraigada en su familia, que ha ido pasando de abuelas a hijas y nietas, y de hecho es tan antigua que no tiene cantidades exactas, al menos como las solemos entender normalmente en repostería: gramos muy concretos de lo que sea. Sin embargo este bizcocho es a base de "tazas" de distintos ingredientes, cada vez que la hago me entra la duda de si saldrá bien o mal, y no puedo dejar de pensar en cómo sería la "taza" de la abuela de Marta. Pero si se usa una taza más o menos razonable (ni pequeña ni grande) os aseguro que esta receta sale, y sale bien.

Varios meses después: Una amiga repostera me ha explicado que las recetas estadounidenses de bizcochos y pasteles utilizan como medida cups (tazas) en vez de gramos, pero con un volumen exacto. Aquí hay una tabla de equivalencias.

Hay que preparar y mezclar tres tazas de zanahoria rallada, una taza de nueces picadas, otra de aceite de oliva, una taza y como 1/3 más de harina (yo hoy he usado harina integral), otra más 1/3 de azúcar (yo suelo utilizar siempre azúcar de caña), cuatro huevos, una pizca de sal, otra de canela, y otra más de bicarbonato; Marta cuenta que en la receta familiar esto último hacía las veces de lo que hoy conseguimos con un sobre de levadura en polvo, yo por si acaso añado las dos cosas. Me encanta esta receta porque encaja con mi punto fullero al cocinar, no soy capaz de andar midiendo ni pensando en plan exacto (XXX grs. de algo), quizá por eso la repostería no me atrae. Aquí basta con tener una taza: en mi caso, es a lo máximo a lo que llego y, además, no siempre es la misma... Muchas veces hago este bizcocho por la mitad, dividiendo la receta como mejor me parece... claro, nunca me sale igual, pero siempre está muy rico.

El fin de fiesta es batir bien los ingredientes y añadir el resultado a un molde engrasado que debe estar dentro del horno a 150-180º hasta que una aguja salga limpia después de pincharlo. ¡Listo! Lo que no consigo, como podéis ver en la foto, es que el bizcocho (este o bien otras recetas, como la típica de yogur) no se rompa al subir, ¿alguna sugerencia?

    
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