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Barbara Kingsolver - Demon Copperhead

jueves, 20 de noviembre de 2025



► Título original: Demon Copperhead
► Traducción: Antonio Lozano
► Año: 2022
► Edición:  Navona (2023)
► Páginas: 680


A juzgar por su prestigiosa trayectoria literaria, puede que Barbara Kingsolver (Maryland, 1955) sea una de las voces estadounidenses más reconocidas dentro y fuera de sus fronteras. Autora de obras tan populares como Laguna o La Biblia envenenadafue no obstante con la publicación de Demon Copperhead —su ambiciosa reinterpretación del título de Dickens— cuando Kingsolver alcanzó el estatus de referente global, llevándose galardones de la talla del Women’s Prize o el Premio Pulitzer. Sin embargo, a mí la supuesta obra maestra de Kingsolver se me ha atragantado tanto que casi me tienen que hacer la maniobra Heimlich entre capítulo y capítulo. Sí, debo de ser una de las pocas personas sobre la faz de la Tierra a las que les ha ocurrido, pero Demon Copperhead me ha dejado más congelado que un huérfano londinense del siglo XIX en plena ventisca.

Y eso que la novela de Kingsolver tiene todos los ingredientes para triunfar. Demon Copperhead es una novela monumental y con sabor a clásico que abraza la tradición de las grandes narraciones universales, pero ambientada en una Norteamérica contemporánea cuyo mayor enemigo no es la peste bubónica, sino la plaga de opiáceos que la corroe desde dentro. Hijo de un padre que falleció antes de verlo nacer y una madre alcohólica que ha estado más veces en rehabilitación que Emma Stone en una película de Yorgos Lánthimos, Demon Copperhead se convierte en un niño arrancado de la infancia que aprende a identificar los síntomas de una sobredosis antes que a decir su primera palabra.

En la práctica, Demon se criará con los Peggot, un multitudinario y entrañable clan de vecinos acosados por sus propios fantasmas que le enseñarán al joven protagonista el valor de los vínculos y la importancia de la familia que se escoge. Pero la felicidad, en la novela de Kingsolver, no es un destino reservado a los marginados, y los trabajadores sociales encargados de velar por su bienestar no tardarán en mostrarle a Demon la puerta de entrada al pasaje del terror que es el sistema de casas de acogida de Estados Unidos. A través de una mirada enternecedora y descarnada, Kingsolver arroja luz sobre las cavidades de una estructura institucional que, lejos de sustentar y dar cobijo, parece el punto de encuentro de los despojos más abyectos que se puedan imaginar: una red tejida por hilos de abuso y negligencia donde los más vulnerables son tutelados por todo tipo de monstruos.

En estos ambientes, Demon Copperhead forjará una identidad basada en la pérdida, la ausencia de referentes y el salvaje instinto de supervivencia. Demon hará pie en los fondos más depravados de la adicción, el maltrato y la esclavitud infantil, pero también paladeará las mieles del éxito como estrella juvenil del deporte y como objeto de deseo adolescente. Barbara Kinsolver ha escrito una devastadora bildungsroman con un importante componente de historia de superación en la que el protagonista nunca corre lo bastante rápido como para escapar de sus circunstancias. A pesar de su socarrona e inconfundible voz narrativa, Demon Copperhead se ve lastrada por la aplastante homogeneidad de su perspectiva. Creo que a una novela tan amplia y con tanta variedad de personajes le hubiera venido bien una alternancia de narradores que contrasten con el tono sombrío y apesadumbrado del personaje principal.

Puede que la fórmula de Barbara Kingsolver fuera perfecta. Puede que reuniese todas las características para ser una novela épica. Pero lo cierto es que, lejos de inolvidable, Demon Coppehead me ha parecido infumable. Obra consolador, es decir, de ejecución sobresaliente, pero fría en el sentimiento. A pesar de los desgarradores acontecimientos que se narran, Barbara Kinsolver cae con demasiada frecuencia en la autocompasión, la afectación y la caricatura como para resultarme mínimamente emocionante el desarrollo de la trama ni el fracaso existencial de unos personajes condenados a repetir el ciclo de miseria, pobreza y muerte en el que han sido concebidos. Errabunda, lacrimógena, con personajes de caracterización deficiente y, lo peor de todo, extremadamente aburrida, Demon Copperhead es el perfecto ejemplo de que explicar en vez de mostrar puede aniquilar lo que podría haber sido una muy buena novela.


«Si vives lo suficiente, todo aquello que has amado encuentra la manera de volverse en tu contra hasta dejarte lisiado. Lo más sorprendente es que uno pueda llegar a este mundo sin nada y abandonarlo sin nada, y aun así perder tanto por el camino.»



Reseñas breves [176 - 179]

jueves, 14 de febrero de 2019



Título original: Sleepless Nights
Traducción: Marta Alcaraz
Año: 1979
Edición: Navona (2018)
Páginas: 216


Aunque de Elizabeth Hardwick se destaca principalmente su papel como editora del New York Review of Books —un rol, desde luego, que no suele estar entre los más mediáticos—, la escritora norteamericana también cultivó el arte de la narrativa. A lo largo de su vida publicó tres novelas, quizá algo desconocidas, de entre las cuales destaca este Noches insomnes que la editorial Navona recupera ahora para deleite de lectores aventurados e inconformistas. Hecha de retales y recuerdos hilvanados a altas horas de la madrugada, la de Hardwick es una obra inclasificable que, lejos de engarzar un argumento complejo, deslumbra por su mirada profundamente conocedora de la naturaleza humana. Al contrario que sus coetáneos masculinos, enzarzados en una competitiva disputa por escribir «la gran —y enrevesada— novela americana», Hardwick, con su trazo impresionista, va capturando reflejos ínfimos de historias ajenas que le sirven para reflexionar de manera magistral sobre el inevitable declive de las relaciones personales y el peso acumulado de los acontecimientos en el transcurso de una vida. Crónica, además, de la subcultura jazzística de los años 50, Noches insomnes me ha impresionado por su arrebatador lirismo y esa incorregible inconcreción que se acaba convirtiendo, ironías del destino, en su atractivo universal.  

★★★☆




Título original: The Soul of Kindness
Traducción: Ana Bustelo
Año: 1964
Edición: Gatopardo (2018)
Páginas: 264


Un alma cándida, novela de Elizabeth Taylor publicada originalmente en 1964, es la confirmación de un talento narrativo sobrenatural. Tal y como hiciera en la fabulosa Una vista del puerto, la escritora británica demuestra en esta novela poseer una incomparable habilidad para desgranar las secretas complejidades de sus personajes, una apasionante galería de individuos que orbitan, esclavizados por la gravedad de su carácter bondadoso e inocente, en torno a la figura de una joven llamada Flora. Incapaz de conceder importancia ni a los problemas propios ni a los ajenos, la angelical protagonista de Un alma cándida pasa como de puntillas por los encontronazos propios de cualquier matrimonio, repartiendo allá por donde pasa consejos beatíficos y derroches de buenas intenciones. Complementan el maravilloso —y prolífico— elenco de personajes su marido Richard, un diligente empresario que en el fondo desprecia a los amigos de su mujer, Kit, un actor aspirante cuya ferviente admiración por Flora acabará convirtiéndose en su perdición, y Patrick, un escritor que no destaca precisamente por su capacidad de observación. Haciendo gala de un delicioso sentido del humor y una dinámica narrativa fundamentada en la prolija observación de lo cotidiano, Elizabeth Taylor nos sumerge en un mundo de trivialidades domésticas que alcanzan en Un alma cándida el esplendor de lo excepcional. 





Título original: La mémoire de l'aire
Traducción: Raquel Vicedo
Año: 2014
Edición: Tránsito Editorial
Páginas: 108


A pesar de su brevedad, La memoria del aire es un libro profundamente perturbador. Su autora, Caroline Lamarche, trata de volcar en él todo el sufrimiento provocado por una experiencia traumática. Esta necesidad de expurgar, de transformar la herida, es el combustible que mantiene en movimiento una narración, por lo demás, entrecortada, fragmentaria, capaz de reflejar del mejor modo posible esa dificultad inenarrable de recrear sobre el papel una antigua relación amorosa intoxicada por los excesos y los abusos. La protagonista, haciendo uso de un lenguaje tan incisivo como conmovedor, se debate entre alucinatorias conversaciones con su propio cadáver y arriesgados juegos de seducción en los que acaba ejerciendo tanto el papel de verdugo como el de víctima. Sin duda, se trata de una lectura difícil que, no obstante, recompensa con creces la valentía de hundirse en ella. La memoria del aire no es, ni mucho menos, una obra excepcional ni revolucionaria. Su atractivo reside, más bien, en la desgarradora fatalidad de su voz, en la contundencia sazonada con sensibilidad que impregna las páginas del texto. Una obra potente e indiscutiblemente viva en la que Caroline Lamarche sale triunfante de la lucha contra el recuerdo.  

★★★★

 
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