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Jacqueline Harpman - Yo que nunca supe de los hombres

martes, 2 de diciembre de 2025



► Título original: Moi qui n'ai pas connu les hommes
► Traducción: Alicia Martorell
► Año: 1995
► Edición:  Alianza Editorial (2025)
► Páginas: 184


30 años después de su publicación, Yo que nunca supe de los hombres está experimentando una segunda vida, al parecer, gracias al algoritmo de TikTok y al colosal poder de convocatoria de Dua Lipa. Quienquiera que aún piense que no estamos atrapados en un capítulo de Black Mirror que se lo haga mirar. En cualquier caso, agradezco a los actuales vientos que soplan las velas del mercado editorial que hayan permitido cruzarme en el camino de este libro porque la obra de Jacqueline Harpman (Etterbeek, 1929) es una de las narraciones distópicas más intrigantes, audaces y conmovedoras que he tenido la suerte de leer, una novela absolutamente sorprendente y arriesgada, pero que recompensa con creces el salto de fe necesario para adentrarse en ella.

La historia arranca con un grupo de cuarenta mujeres enjauladas en un sótano, desprovistas de cualquier atisbo de su pasado y sometidas constantemente a la estricta vigilancia de unos guardias que observan impasibles y no hacen nada aparte de suministrarles comida y sofocar cualquier intento de las prisioneras de quitarse la vida. De entre ellas destaca una niña perspicaz y con espíritu inconformista que no conserva ningún recuerdo previo a su confinamiento, ni del cataclismo que acabó con el mundo antiguo, pero que es víctima de una curiosidad impertinente y una necesidad apremiante de conocimiento, tanto del mundo más allá de las rejas como de su interior agitado y repleto de interrogantes.

La joven protagonista, movida por un creciente sentido crítico, rápidamente cuestiona los preceptos del reducido orden social del que forma parte y pone en entredicho la autoridad de las mujeres más mayores del clan, liderando una resistencia contra la opresión del sistema que pasa por un individualismo idealista y una convicción inamovible en la incapacidad de imponer restricciones al milagro del pensamiento propio. Sin embargo, un buen día se disparan las alarmas del búnker, los soldados uniformados desaparecen sin dejar rastro y de repente las cuarenta prisioneras se ven obligadas a sobrevivir en un paisaje abandonado, con la única compañía de su soledad mutua y la terrible sospecha de que su recién adquirida libertad no es sino la misma cadena con otros eslabones.

Así, la protagonista de Yo nunca supe de los hombres narra su emocionante periplo a través de un mundo carente de sentido junto a sus compañeras de fatiga, embarcadas en un fútil viaje en busca de significado que las llevará a deambular por un planeta sospechosamente parecido al nuestro, pero que despierta tanta familiaridad como alienación. Jacqueline Harpman ha escrito una obra sobria y elegante, pero exquisitamente compleja, rica en detalles y heredera de una entusiasta reivindicación de la experiencia humana. Desde un prisma de obnubilada inocencia, Harpman se pregunta cuál es el valor de la vida y qué hace, aun cuando existen tantos elementos empecinados en erradicarla, que merezca la pena vivirla.

La trama de la novela supone, en gran parte, un recorrido por los emotivos lazos de sororidad, amor y admiración que se tienden entre las mujeres del grupo a medida que se van conociendo y creando experiencias compartidas. El envejecimiento, la enfermedad y, finalmente, la inevitable muerte se erigen como teloneros de un destino aciago que va cobrándose su salario, diezmando la población de una comunidad condenada, tras la desaparición de los hombres, a una extinción prematura, sin que la protagonista alcance a vislumbrar si su existencia obedece a los designios de un experimento macabro, a la azarosa casualidad o al entretenimiento cruel de un dios indolente.

No obstante, a pesar de su tono apesadumbrado, la novela está llena de esperanza. Jacqueline Harpman ha elaborado una obra de ritmo pausado, pero repleta de giros inquietantes e imprevisibles; una novela de impresiones fugaces y poso duradero que nos recuerda la extrema relevancia, no de dejar vestigios, sino de dar testimonio. Yo que nunca supe de los hombres es una reflexión futurista, y al mismo tiempo atemporal, sobre la paradójica condición humana, insignificante y trascendental, y de cómo podemos aspirar a la eternidad mientras permanezcan en circulación las historias a las que damos forma.


«No sabía nada de él, pero tampoco sabía nada de mí misma, salvo que un día yo también moriría y que, como él, me construiría un soporte que me mantuviera erguida, mirando al frente hasta el último momento, cuando la muerte hubiera vencido mi mirada, sería como un monumento de orgullo alzado con odio frente al silencio.»


★★★

Rachel Kushner - El lago de la creación

domingo, 30 de noviembre de 2025



► Título original: Creation Lake
► Traducción: Javier Calvo
► Año: 2024
► Edición:  Alianza de Novelas (2025)
► Páginas: 448


De Rachel Kushner (Oregón, 1968) solo había leído su novela Los lanzallamas (Galaxia Gutenberg, 2014), pero lo cierto es que dejó una impresión tan honda en mi mente, una sensación tan acuciante de originalidad y frescura nunca antes experimentadas, que no necesité más motivos para alistarme en el ejército de fieles que tiene la escritora norteamericana, múltiples veces finalista del prestigioso National Book Award. Con su trabajo más reciente, El lago de la creación, Kushner emprende una incursión inclasificable por las cloacas del espionaje gubernamental y se adentra en una célula ecoterrorista de la Guyena francesa para hacer una reflexión sobre el destino de la humanidad en unos términos que te van a dejar con la boca abierta y el culo torcido.

En efecto, la especialidad de Rachel Kushner es armar auténticos novelones con piezas que ningún otro escritor en su sano juicio ni siquiera intentaría encajar. En el caso de El lago de la creación, el rompecabezas más intrincado y sublime de la obra es resolver la incognoscible identidad de su protagonista, Sadie Smith. En su misión actual, Sadie es una agente secreta que trata de infiltrarse en una organización conocida como Le Moulin, una especie de comuna hippie que lidera el carismático Pascal Balmy bajo los preceptos ideológicos de Bruno Lacombe, ídolo del activismo radical de los 60 que ahora, en su vejez, mantiene una extensa y sesuda correspondencia con la cúpula de Le Moulin defendiendo una regresión evolutiva que nos ayude a comprender el destino último de nuestra especie.

Para lograr su objetivo, Sadie no escatima en recursos ni duda en recurrir a la más retorcida manipulación. Sin apenas esfuerzo, consigue camelarse a un mediocre director de cine, amigo de la infancia de Pascal, que le proporciona una sólida base de operaciones en una finca familiar abandonada, así como la coartada perfecta para estudiar los entresijos de Le Moulin con el fin de descubrir —y, llegado el momento, neutralizar— cualquier indicio de acción violenta que se pueda estar planificando desde dentro. Haciéndose pasar por una traductora comprometida con la causa, Sadie se integra de lleno en la estructura de este reducto utópico que pretende sabotear la construcción de un megaembalse, ejecutando con absoluta profesionalidad su cometido mientras una serie de inquietantes preguntas empiezan a brotar en su mente: ¿cuál es el verdadero cerebro que orquesta los movimientos de Le Moulin? ¿Quién se esconde realmente tras las directrices e informaciones que recibe Sadie? ¿Qué conexión hay entre las diatribas antropológicas de Bruno Lacombe y el necesario desmantelamiento de un capitalismo tardío que amenaza con arrasarlo todo?

Rachel Kushner confirma en El lago de la creación que su inconfundible sello literario, marcado por una curiosidad enciclopédica y una prosa afilada como una cuchilla, no solo permanece intacto, sino que está más vivo que nunca. Si bien la trama de la novela se nota un poco dispersa y no siempre queda claro el mensaje que pretende transmitir, Kushner ha articulado una historia absolutamente fascinante en torno a un personaje de personalidad arrolladora que hace de su supuesto carácter inescrutable el rasgo más definitorio. Mordaz, elocuente, cínica, descarada, por momentos aséptica y, cuando menos te lo esperas, salvajemente divertida, Sadie Smith se echa a las espaldas el peso de una obra cautivadora que transita entre la paranoia «pynchoniana» y el provocador nihilismo de Houellebecq. Con seductor gancho narrativo y contundente rigor periodístico, El lago de la creación encapsula una muestra representativa del poder explosivo, pero contenido esta vez, de Rachel Kushner y nos obliga a considerar la posibilidad de un mundo subterráneo, repleto de intrigas, intereses opacos y fuerzas invisibles, cuya visión para el simple de los mortales constituye un mero espejismo. Habiendo demostrado que no somos dignos de la superficie, quizá sea el momento de recular y volver a las cavernas.


«Pero estoy convencido, decía, de que la forma de liberarnos de lo que somos es averiguar lo que podríamos haber sido, y tratar de restaurar alguna semilla de nuestra esencia perdida.»



Coco Mellors - Cleopatra & Frankenstein

miércoles, 26 de noviembre de 2025



► Título original: Cleopatra & Frankenstein
► Traducción: Daniel Casado Rodríguez
► Año: 2022
► Edición:  Letras de Plata (2023)
► Páginas: 448


Nochevieja, ciudad de Nueva York. Dos desconocidos se encuentran en un ascensor: ella, veintipocos, él, cuarenta y tantos. Una estudiante inglesa buscando inspiración para sus cuadros antes de que expire su visado y un exitoso directivo publicitario capaz de abrirle las puertas a un mundo lleno de esplendor y seguridad económica. ¿Qué podría salir mal, aparte de absolutamente todo? En su cacareada novela debut, Coco Mellors (Londres, 1989) escarba en la fealdad latente tras la belleza ficticia de las relaciones y destapa, para sorpresa de nadie, que el amor no es de color rosa, sino que está lleno de espinas.

Aunque en pleno 2025 aún hay gente que te diría que la edad no importa entre dos personas que se quieren, cada vez está más extendida la idea de que una diferencia de 20 años es un desequilibrio demasiado pronunciado como para no dar pie a dinámicas de lo más peligrosas. Sí, los protagonistas de Cleopatra y Frankenstein no solo están condicionados por sus respectivas fechas de nacimiento, sino por un entorno familiar desestructurado y una serie de experiencias traumáticas que, puestas de frente, crearán el caldo de cultivo idóneo para una atmósfera de toxicidad irrespirable.

Pasada la euforia inicial de la boda, Frank empezará a dar rienda suelta a sus impulsos con la bebida, mientras que Cleo, atrapada en un asfixiante bloqueo creativo y una desorientación vital, comenzará a manifestar nuevamente los síntomas de una depresión que creía estar manteniendo a raya. Sumidos ambos en una degradante espiral de autodesprecio y culpabilidad, Frank y Cleo ejemplifican de manera descorazonadora cómo el estigma de la adicción, la falta de afecto y los trastornos mentales pueden convertir el hogar de dos individuos que se aman en un auténtico campo de prácticas para infligir un daño irreversible.

Coco Mellors ha escrito una novela ciertamente errática sobre la trillada premisa de conocer a la persona idónea en el momento menos oportuno. Con una vena para el drama que no se puede calificar de otro modo que telenovelesca, Mellors pretende que nos interesemos por el elenco de personajes de esta obra haciendo uso de un estilo pobre y artificioso, y dispensando un trato tan superfluo como desigual. Aunque la tumultuosa relación entre Cleo y Frank supone el principal meollo de la historia, Mellors hace orbitar alrededor de la pareja una serie de secundarios con tramas absolutamente inanes e irrelevantes que, lejos de añadir contenido, profundidad o textura a la novela, lo único que hacen es engordar el grueso del libro.

Así, además de las recalcitrantes desavenencias domésticas de Cleo y Frank, tenemos que sufrir el periplo de Zoe —hermana epiléptica del protagonista— como chica de compañía a través de una aplicación de citas, la crisis de identidad de Quentin —amigo homosexual de Cleo que encarna una versión paródica del cliché de la marica mala— o las anodinas escenas cotidianas, narradas en forma de viñetas, de Eleanor, una solterona que trabaja en la empresa de Frank y que se convertirá, sin apenas proponérselo, en su improbable vía de escape del sumidero emocional en el que se ha convertido su vida a raíz de su matrimonio con Cleo.

A pesar de que Cleopatra y Frankenstein plantea ideas interesantes, creo que su ejecución ha sido más bien desastrosa, convirtiendo lo que podría haber sido un relato desolador sobre la búsqueda de sanación y segundas oportunidades en un sucedáneo de chick lit que se toma demasiado en serio a sí mismo y cree que esnifar cocaína de las tetas de una modelo es sinónimo de glamour. Plagado de pasajes vacuos, diálogos frívolos y escenas de sexo narcisista que harían enrojecer de vergüenza a Juan del Val, el verdadero monstruo de Cleopatra y Frankenstein no es el que da origen al título ni el que sale a flote en nuestros momentos más degradantes, sino el editor que ha permitido que este libro vea la luz.


«La felicidad es como el cartel de Hollywood: es grande, es inalcanzable y, si de algún modo llegas a él, ¿qué otra cosa puedes hacer salvo volver a bajar de ahí?»



Han Kang - La clase de griego

lunes, 24 de noviembre de 2025



► Título original:  희랍어 시간
► Traducción: Sunme Yoon
► Año: 2011
► Edición:  Random House (2023)
► Páginas: 128


Puede que Han Kang (Gwangju, 1970) se haya convertido, junto a Bob Dylan, en uno de los Premios Nobel de literatura más polémicos de la historia reciente. Ya sabemos que en esto de los galardones nunca llueve a gusto de todos, pero lo cierto es que no recuerdo haber sido testigo de un cuestionamiento tan vehemente como el que se produjo hacia la obra de la autora surcoreana. Lo cual no deja de ser irónico, pues las novelas de Kang suelen estar protagonizadas precisamente por mujeres más bien irritantes que sufren en sus carnes las severas consecuencias de no ceñirse a las convenciones. En La clase de griego, publicada originalmente en 2011, Han Kang dilata hasta el extremo el efecto de esta opresión sistemática y nos pone en la piel de una madre silenciada por su propia incapacidad para narrar el relato.

Y es que, tras el fallecimiento de su madre y perder la custodia de su hijo de nueve años, la protagonista de La clase de griego no está para muchas conversaciones. Mujer de mediana edad, víctima de una galopante afasia provocada por su repentino cambio de circunstancias, la narradora se refugia en el griego antiguo con la esperanza de encontrar un lenguaje donde existan los símbolos apropiados para expresar su dolor. Su profesor, un hombre atrapado entre dos países y épocas distintas, la observa con detenimiento —sin recibir nada más que una indiferencia inamovible— mientras experimenta el avance de una enfermedad que le está arrebatando progresivamente la visión.

Así, a medida que se van desvelando episodios de sus respectivos pasados, los dos protagonistas de La clase de griego establecen una curiosa relación de reconocimiento mutuo que pone de manifiesto la conmovedora sensibilidad de la autora surcoreana para describir las complejas ramificaciones del trauma. Han Kang ha elaborado una historia minimalista y de arquitectura simple para desvelar las limitaciones del lenguaje como herramienta de comprensión. Su prosa, íntima, atmosférica y repleta de belleza e imágenes arrebatadoras, permite concebir un espacio donde aflora la necesidad de conectar con otro ser humano cuando el peso de la tristeza se convierte en una carga demasiado difícil de soportar.

En La clase de griego, Han Kang aborda un tema tan común como la soledad desde una óptica absolutamente singular que nos obliga a redactar las normas de una nueva sintaxis. La alumna de la novela nos recuerda que, en la mayoría de casos, detrás de una apariencia apocada o un silencio proverbial se esconde una historia sobrecogedora que precisa ser escuchada. En el caso del profesor, resulta tan trágico como terrible presenciar su caída en desgracia. A las heridas emocionales arrastradas desde la juventud, como el desarraigo, la añoranza y la culpa, se suman el miedo a un futuro en sombras, marcado por la pérdida de autonomía y una ceguera que pende sobre el horizonte como una condena.

A pesar de su temática oscura, el tono de la novela es luminoso, por momentos casi triunfal. Definitivamente, Han Kang es una escritora que no se detiene en las profundidades del abismo, sino que se aproxima a él solo para averiguar dónde está la salida. La clase de griego es una obra austera, pero enormemente poética y de gran calado, así como de grandes contrastes. Tremendamente sensorial, además, para ser una novela donde los personajes van dejándose los sentidos por el camino. No te lo da todo hecho, sino que transita sin ningún tipo de pudor el territorio de las apreciaciones y la interpretación del lector. Como una maestra dispuesta a exprimir todo el potencial del estudiante, Han Kang nos enseña en La clase de griego nuevos modos de conjugar la existencia humana y usos que solo se dan en el idioma de la literatura con mayúsculas.


«Tomé conciencia de que el cuerpo humano es triste, de que está lleno de zonas cóncavas, suaves y vulnerables, como brazos, axilas, pecho y entrepierna; de que es un cuerpo nacido para abrazar y desear el abrazo de alguien.»


★★★

Natasha Brown - Los universalistas

sábado, 22 de noviembre de 2025



► Título original: Universality
► Traducción: Laura Salas
► Año: 2025
► Edición:  Anagrama (2025)
► Páginas: 176


Después de sorprender con un espléndido debut, Natasha Brown (Londres, 1990) demuestra en Los universalistas que la suya es una voz que ha llegado para quedarse. La segunda novela de la escritora británica, que fue propuesta para el Premio Booker de este año, ahonda con absoluta brillantez en la preocupante deriva ideológica de un mundo que ya no se rige por las convicciones personales, sino por los índices de popularidad. Da miedo observar, no solo hacia dónde nos dirigimos en términos sociales y políticos, sino dónde estamos ya, pero lo cierto es que Natasha Brown, con su nueva obra, ofrece una mirada esclarecedora sobre el presente que cae como agua de
mayo en medio de un panorama desolador de discursos populistas y flagrante sequía intelectual.

La novela de Brown empieza en clave de reportaje periodístico sobre un peculiar incidente acontecido durante la época de confinamiento provocada por la covid-19. En una granja situada a las afueras de Yorkshire, un grupo de activistas conocidos como los «universalistas» montan una fiesta clandestina que acaba con uno de sus miembros hospitalizado tras recibir un golpe en la cabeza con un lingote de oro. Incapaz de prever la trascendencia del artículo, su autora, Hannah, no solo indaga en los misterios sin resolver que plantea el caso, sino que analiza una serie de cuestiones escondidas tras la anécdota que levantarán ampollas en cierto sector conservador de la sociedad británica.

Así, Los universalistas constituye un sugerente juego metaliterario en el que los personajes se mueven dentro y fuera de los tabloides como piezas de ajedrez en una partida por el control del relato. Para Hannah, la viralización del texto supondrá una vía de escape de la precariedad laboral a la que viene estando acostumbrada. Con su adaptación televisiva a punto de ver la luz, el reportaje sobre los «universalistas» también pondrá en el foco a la polémica Miriam «Lenny» Leonard, una columnista de derechas que despotrica sin descanso contra cualquier cosa que huela a progresismo woke y discriminación positiva, y a su hijo Jake, un bala perdida sobre el que recaen las
principales sospechas del delito. Para colmo, Martin, expareja de Hannah, está a punto de entrevistar a la infame Leonard en un inminente festival literario que apunta a ser uno de los eventos más explosivos del año y el patíbulo idóneo donde ejecutar un juicio sumarísimo contra alguno de los implicados.

Sin duda, Natasha Brown ha escrito una novela apasionante que escenifica de forma certera cómo la ideología salta por la ventana cuando entra en juego la opinión pública. Afilada, socarrona y de una feroz actualidad, Los universalistas supone una lectura intrigante y sorprendente, escrita con intenciones perversas y que provoca de todos menos indiferencia. Brown ha sabido capturar el clima imperante de polarización y descontento general, y cómo las diferencias de clase fertilizan el terreno para que los pensamientos extremistas aniden en el seno de una demografía que solo se identifica con el malestar, pero yerra a la hora de señalar las causas.

Haciendo gala de un estilo mordaz y un talento indiscutible para el perfil psicológico, Natasha Brown se erige como el adalid de una crítica lacerante contra la maquinaria propagandística de los imperios mediáticos, el cinismo del poder financiero y el papel no siempre evidente de los individuos en el fragor de una batalla cultural donde, como se suele decir, no hay que dejar que la verdad arruine una buena historia. Los universalistas, en su pretensión de abarcar todos los colores del argumentario contemporáneo, supone una lectura tan estimulante como incendiaria que puede tender puentes entre posturas aparentemente irreconciliables, pero que quizá sean más cercanas de lo que quieren hacernos creer.


«La verdad, con mucha frecuencia, se beneficiaba de las técnicas de la ficción.»


★★★

Barbara Kingsolver - Demon Copperhead

jueves, 20 de noviembre de 2025



► Título original: Demon Copperhead
► Traducción: Antonio Lozano
► Año: 2022
► Edición:  Navona (2023)
► Páginas: 680


A juzgar por su prestigiosa trayectoria literaria, puede que Barbara Kingsolver (Maryland, 1955) sea una de las voces estadounidenses más reconocidas dentro y fuera de sus fronteras. Autora de obras tan populares como Laguna o La Biblia envenenadafue no obstante con la publicación de Demon Copperhead —su ambiciosa reinterpretación del título de Dickens— cuando Kingsolver alcanzó el estatus de referente global, llevándose galardones de la talla del Women’s Prize o el Premio Pulitzer. Sin embargo, a mí la supuesta obra maestra de Kingsolver se me ha atragantado tanto que casi me tienen que hacer la maniobra Heimlich entre capítulo y capítulo. Sí, debo de ser una de las pocas personas sobre la faz de la Tierra a las que les ha ocurrido, pero Demon Copperhead me ha dejado más congelado que un huérfano londinense del siglo XIX en plena ventisca.

Y eso que la novela de Kingsolver tiene todos los ingredientes para triunfar. Demon Copperhead es una novela monumental y con sabor a clásico que abraza la tradición de las grandes narraciones universales, pero ambientada en una Norteamérica contemporánea cuyo mayor enemigo no es la peste bubónica, sino la plaga de opiáceos que la corroe desde dentro. Hijo de un padre que falleció antes de verlo nacer y una madre alcohólica que ha estado más veces en rehabilitación que Emma Stone en una película de Yorgos Lánthimos, Demon Copperhead se convierte en un niño arrancado de la infancia que aprende a identificar los síntomas de una sobredosis antes que a decir su primera palabra.

En la práctica, Demon se criará con los Peggot, un multitudinario y entrañable clan de vecinos acosados por sus propios fantasmas que le enseñarán al joven protagonista el valor de los vínculos y la importancia de la familia que se escoge. Pero la felicidad, en la novela de Kingsolver, no es un destino reservado a los marginados, y los trabajadores sociales encargados de velar por su bienestar no tardarán en mostrarle a Demon la puerta de entrada al pasaje del terror que es el sistema de casas de acogida de Estados Unidos. A través de una mirada enternecedora y descarnada, Kingsolver arroja luz sobre las cavidades de una estructura institucional que, lejos de sustentar y dar cobijo, parece el punto de encuentro de los despojos más abyectos que se puedan imaginar: una red tejida por hilos de abuso y negligencia donde los más vulnerables son tutelados por todo tipo de monstruos.

En estos ambientes, Demon Copperhead forjará una identidad basada en la pérdida, la ausencia de referentes y el salvaje instinto de supervivencia. Demon hará pie en los fondos más depravados de la adicción, el maltrato y la esclavitud infantil, pero también paladeará las mieles del éxito como estrella juvenil del deporte y como objeto de deseo adolescente. Barbara Kinsolver ha escrito una devastadora bildungsroman con un importante componente de historia de superación en la que el protagonista nunca corre lo bastante rápido como para escapar de sus circunstancias. A pesar de su socarrona e inconfundible voz narrativa, Demon Copperhead se ve lastrada por la aplastante homogeneidad de su perspectiva. Creo que a una novela tan amplia y con tanta variedad de personajes le hubiera venido bien una alternancia de narradores que contrasten con el tono sombrío y apesadumbrado del personaje principal.

Puede que la fórmula de Barbara Kingsolver fuera perfecta. Puede que reuniese todas las características para ser una novela épica. Pero lo cierto es que, lejos de inolvidable, Demon Coppehead me ha parecido infumable. Obra consolador, es decir, de ejecución sobresaliente, pero fría en el sentimiento. A pesar de los desgarradores acontecimientos que se narran, Barbara Kinsolver cae con demasiada frecuencia en la autocompasión, la afectación y la caricatura como para resultarme mínimamente emocionante el desarrollo de la trama ni el fracaso existencial de unos personajes condenados a repetir el ciclo de miseria, pobreza y muerte en el que han sido concebidos. Errabunda, lacrimógena, con personajes de caracterización deficiente y, lo peor de todo, extremadamente aburrida, Demon Copperhead es el perfecto ejemplo de que explicar en vez de mostrar puede aniquilar lo que podría haber sido una muy buena novela.


«Si vives lo suficiente, todo aquello que has amado encuentra la manera de volverse en tu contra hasta dejarte lisiado. Lo más sorprendente es que uno pueda llegar a este mundo sin nada y abandonarlo sin nada, y aun así perder tanto por el camino.»



Michelle de Kretser - Teoría y práctica

martes, 18 de noviembre de 2025



► Título original: Theory & Practice
► Traducción: Regina López Muñoz
► Año: 2024
► Edición:  Muñeca Infinita (2025)
► Páginas: 176


¿Qué tienen que ver una brillante alumna de piano, un documental sobre tácticas de guerra israelíes, una escritora atascada en la redacción de su primera novela y una alumna de posgrado que descubre cosas inquietantes sobre su ídolo literario? A primera vista, nada. Sin embargo, las apariencias esconden todo tipo de relaciones ocultas. Observamos, analizamos, creemos saber, pero todos hemos experimentado en algún momento el asfixiante desasosiego de afrontar completamente paralizados un problema para el que habíamos memorizado todas las soluciones. En Teoría y práctica, Michelle de Kretser (Colombo, 1957) ha escrito una obra sencillamente fascinante que escarba de manera incómoda en esa tensión existente entre lo que estudiamos y lo que la vida realmente pone a examen.

La protagonista de Teoría y práctica es una joven australiana que se muda a un barrio estudiantil de Melbourne para finalizar un trabajo sobre Virginia Woolf. Considerada como una figura materna y mentora literaria, Woolf ejerce una influencia poderosa en el imaginario ideológico de la narradora hasta que encuentra, leyendo sus diarios, unas reveladoras descripciones que evidencian el sesgo racista del icono británico. Por si fuera poco, al mismo tiempo la protagonista cae rendida antes los encantos de Kit, un chico que mantiene una relación «deconstruida» con su modélica novia y que conseguirá hacer tambalear los preceptos de un feminismo ingenuo, indefenso ante los violentos coletazos de un deseo tan intenso como obsesivo.

A pesar de su brevedad, Michelle de Kretser ha escrito una novela sublime que recorre las contradicciones de muchos planteamientos contemporáneos sobre sexualidad, empoderamiento femenino, imagen pública y crítica literaria con una frescura y una lucidez que resultan deslumbrantes. Mientras medio mundo despotrica contra la cultura de la cancelación y la dictadura woke, Michelle de Kretser se pregunta sobre la pertinencia de separar la obra del autor en un paradigma discursivo que sigue achacando a las mujeres la responsabilidad de ser absolutamente intachables en sus posturas contra el patriarcado sin tener en cuenta la demoledora tragedia que supone ser víctima de anhelos profundamente enemistados con tus principios.

Michelle de Kretser firma en Teoría y práctica una novela inteligente, divertida, moderna, sensibilizada y relevante para el crispante escenario de polarización actual. Absorbente, provocativo y electrizante híbrido de narrativa, ensayo y memorias, Teoría y práctica es un brillante ejercicio literario que resuena a novela de campus, solo que plagada de personajes que parecen escritos como si Sally Rooney estuviese al mando de una sitcom de los 80. De Kretser practica un estilo intelectual y estimulante que desprende una incontenible retranca y una mordacidad nuclear. A través de una protagonista comprometida con las causas sociales, pero de gustos cuestionables, de Kretser elabora una historia sobre filosofía y deriva moral que no deja de ser un viaje en busca de la verdad. Y de quién debe de pagar el precio por contarla.

Gentrificación, esnobismo académico, dinámicas de poder abusivas, colonialismo, competitividad tóxica entre chicas y relaciones maternofiliales complejas... Teoría y práctica aborda grandes cuestiones desde una perspectiva de género y a través de una mirada exhaustiva, libre de prejuicios, pero no por ello menos contundente. El último trabajo de Michelle de Kretser ha sido toda una sorpresa, y de las buenas. Un recordatorio brutal y necesario de esa lección que olvidamos con sospechosa frecuencia: que el arte, y en especial la literatura, no es sino el lugar encumbrado donde veneramos figuras con rasgos —y defectos— tan humanos como los nuestros.


«¿A quién podíamos confesar sin atisbo de vergüenza nuestros sentimientos traicioneros, competitivos, trillados, anticuados, no feministas? La vergüenza era capaz de transformar la solidaridad femenina en una brida de castigo. Era capaz de garantizar que una filosofía concebida para liberarnos impusiera un peso sobre nuestras lenguas.»


★★★

Saou Ichikawa - Joroba

viernes, 14 de noviembre de 2025



► Título original: ハンチバック
► Traducción: Andrés Barba Muñiz
► Año: 2023
► Edición:  Letras de Plata (2025)
► Páginas: 128


Recuerdo que hace unos meses salieron a flote en Twitter fragmentos de un reportaje sobre asistentes sexuales a personas con discapacidad que avivó, aunque fuera con la vehemente fugacidad que permiten las redes sociales, una conversación que sigue provocando entre la mayoría de la población unos niveles de vergüenza e incomodidad difíciles de reconocer. Sí, con mayor frecuencia de la que nos atreveríamos a admitir, sexo e invalidez son conceptos cuyo emparejamiento va asociado a lo grotesco. Imaginar a una persona dependiente teniendo relaciones íntimas es un escenario que preferimos mantener tras la puerta de una ignorancia feliz. En Joroba, su provocadora e inclasificable novela debut, Saou Ichikawa revienta esa puerta de una patada y nos ofrece una visión sin paliativos sobre cómo se vive el deseo en un cuerpo disidente que lucha por reivindicar su derecho al orgasmo.

Shaka, la protagonista de la novela, es una joven aquejada por una enfermedad degenerativa que ha atrofiado su sistema muscular. Confinada en una silla motorizada y obligada a respirar a través de un tubo que se obstruye constantemente de viscosa mucosidad, Shaka utiliza diversos pseudónimos para publicar en Internet oscuras fantasías eróticas, reportajes sobre locales de intercambio de parejas y tuits agresivamente polémicos en los que manifiesta, entre otras lindezas, su deseo de convertirse en prostituta de lujo. Sin embargo, la mayor ambición de Shaka es quedarse embarazada, si bien el sueño imposible de la maternidad está fuera de su alcance, al menos para tener la posibilidad de abortar como una mujer normal.

Así, entre agudas observaciones sobre feminidad, capacitismo e inaccesibilidad a ciertos espacios que se autoproclaman inclusivos, Saou Ichikawa redefine los límites de la funcionalidad con un amargo sentido del humor que alumbra zonas sobre las que a menudo apartamos deliberadamente la mirada. La protagonista de Joroba, que bien podría haberse nutrido de las experiencias personales de la autora, es una mujer inteligente, instruida y económicamente solvente que relata las miserias cotidianas de su enfermedad con una falta de escrúpulos que no por repetitiva resulta menos demoledora. Así, Joroba no es solo un diario pormenorizado de precarios protocolos higiénicos, sino un intento por reclamar, desde una dignidad mayúscula, la humanidad de un cuerpo que para el mundo es sencillamente monstruoso.

A pesar de su extrema brevedad, Joroba es un texto radicalmente transgresor, atípico y heterodoxo que no se deja encasillar con facilidad ni buenos modales y donde surgen emociones que solo se pueden expresar con onomatopeyas o un emoticono. A ratos metódica y lúcida, a ratos bastante pueril y superficial, pero siempre honesta, la novela de Ichikawa contiene afiladas reflexiones sobre el papel marginal que asignamos en la sociedad a las personas deformes, y de cómo esa discriminación engendra sentimientos de rechazo, soledad y abandono capaces de eclosionar en un desarraigo anestésico. En su punto más álgido, la protagonista de Joroba encuentra entre los trabajadores de la residencia donde recibe cuidados varias veces en semana un sujeto dispuesto a aceptar los términos y condiciones de un pacto tan insólito como perverso. Pero claro, ¿hasta qué punto estamos moralmente autorizados a vapulear los preceptos de un contrato consentido? ¿Nos hemos acostumbrado a mirar por encima del hombro a unos individuos cuya autonomía es el himno de un estado utópico? Haciendo gala de un clamoroso desinterés por resultar amable o decorosa, Joroba desafía las convenciones de la narrativa y nos obliga a mirar la cara más asimétrica de una sexualidad tabú.


«Cuanto más vivía, más se desmoronaba mi cuerpo hasta adoptar una forma cada vez más aberrante. No se desmoronaba hacia la muerte. Lo hacía más bien para vivir, se desmoronaba como testimonio de todo el tiempo que había resistido.»


★★★

László Krasznahorkai - Tango satánico

miércoles, 12 de noviembre de 2025



► Título original: Sátántangó
► Traducción: Adan Kovacsics
► Año: 1985
► Edición:  Acantilado (2017)
► Páginas: 304


Cuesta creer —bueno, puede que después de la concesión del Premio Nobel, no tanto— que Tango satánico sea la primera novela de László Krasznahorkai. Publicada por primera vez en 1985, la excepcional obra del escritor húngaro es una lectura completamente cautivadora, a medio camino entre el realismo y una sutil veta mística, que te enreda con sus frases kilométricas y sus cabriolas lingüísticas como las telarañas que cuelgan de la fonda donde transcurren algunos pasajes de la historia. Ambientada en una cooperativa agrícola abandonada tras la caída del régimen comunista, Tango satánico sigue a un grupo de vecinos que subsisten en la más absoluta miseria entre los escombros de un pueblo fantasma hasta que la llegada de Irimiás, al que daban por muerto tras su repentina desaparición, les infunde la ilusión necesaria para creer de nuevo en la posibilidad de reclamar un futuro libre de penurias.

A lomos de una prosa desbocada, de arquitectura laberíntica, Krasznahorkai nos traslada a un enclave rural donde sus habitantes viven embrujados por los ecos de un campanario derruido y los distintos miembros de la cooperativa se acechan mutuamente con el ahínco de los que no tienen otra cosa que hacer. En Tango satánico, las páginas están siempre manchadas de barro y empapadas por una lluvia incesante que ensombrece la atmósfera de una novela ya de por sí bastante tenebrosa. Solo el regreso del profeta Irimiás, personaje de carácter casi mesiánico, junto a su inseparable compañero Petrina, será capaz de romper el letargo de los que se han sumido en un sueño lujurioso y alcoholizado.

No obstante, el optimismo inicial tardará poco en ser arrastrado por la cristalina claridad de la inundación. Tras el vigoroso impulso provocado por el discurso exaltado de Irimiás, los ciudadanos de la cooperativa, embarcados en un proyecto de escasa proyección y sin el dinero que tanto esfuerzo les ha costado reunir, empezarán a vislumbrar las fallas en la lógica torticera de Irimiás justo cuando quizás sea demasiado tarde para tomar alguna otra medida que no sea el remordimiento. En ese sentido, Krasznahorkai, prestidigitador nato, nos enseña un fascinante truco de manos donde el idealismo ingenuo queda desnudo y ridiculizado al extremo por la afilada lucidez del escritor húngaro.

Por si la excelente calidad del estilo y la prodigiosa caracterización de los personajes no fueran méritos suficientes, Tango satánico constituye una hazaña estructural ejecutada con maestría en la que los seis primeros capítulos siguen un orden cronológico tradicional, mientras que los seis siguientes lo hacen de modo inverso, cerrando un círculo narrativo perfecto en el que László Krasznahorkai incluye demoledoras observaciones sobre la esperanza, la libertad y el ímpetu de vivir incluso en las más funestas circunstancias.

Reunidos para bailar al apocalíptico compás que va marcando Krasznahorkai, los personajes de Tango satánico se mueven en una sinfonía sincronizada de forma milimétrica que desprende insólitas y sorprendentes armonías. Desde el cojo y demacrado Futaki hasta la voluptuosa señora Schmidt, pasando por el fornido granjero Kerekes, el revisor Kelemen, la viuda Horgos —matriarca de una familia caída en desgracia—, la señora Halics, poseída por un entusiasta fundamentalismo religioso, o el doctor del pueblo, entregado a una impertérrita y diligente vigilancia desde su puesto de observación, todos y cada uno de ellos caen víctimas de la autocomplacencia y el engaño, atrapados en un coro infernal donde el escapismo es un goce salvaje que solo los condenados a muerte se pueden permitir. Monumental, escarpada y, a pesar de su relativa brevedad, por momentos inabarcable, Tango satánico es una obra de una grandeza delirante y una resonancia emocional sencillamente sobrecogedora que trata de averiguar si el destino es accidental o una consecuencia directa de nuestros actos de omisión. Krasznahorkai elabora un complejo estudio de la resiliencia ideológica en un contexto que otorga a lo cotidiano una extraña cualidad mitológica y nos permite danzar, cual almas malditas en tormento eterno, al son de una canción infinita.


«Todo funciona de manera vacua e irracional, por la fuerza de una interdependencia y de una oscilación salvaje y atemporal, y sólo nuestra imaginación, y no nuestros sentidos condenados eternamente al fracaso, nos incita a creer en todo momento que podemos liberarnos de las zanjas de la miseria.»


★★★

Robert Plunket - Los papeles de Harding

lunes, 10 de noviembre de 2025



► Título original: My Search for Warren Harding
► Traducción: Regina López Muñoz
► Año: 1983
► Edición:  Impedimenta (2025)
► Páginas: 336


Breve pero accidentado, el mandato del republicano Warren G. Harding fue un período de la democracia estadounidense marcado por varios escándalos de corrupción y una tumultuosa vida sentimental cuya versión biografiada se convirtió en un bestseller distribuido de puerta en puerta de forma clandestina. Publicada por primera vez en 1983, Los papeles de Harding, del norteamericano Robert Plunket (Greenville 1945), se adentra de lleno en este infame capítulo de la historia yankee para regalarnos una novela inclasificable, a medio camino entre la comedia de enredo y el reportaje periodístico, sobre un aspirante a escritor que investiga el paradero de la amante de Harding con el objetivo de conseguir el testimonio definitivo del romance más jugoso del siglo.

Así, tras tirar de contactos en el corazón de la industria cinematográfica a través de su amiga Eve Biersdorf, el joven académico Elliot Weiner se instala en la decadente mansión de Rebekah Kinney con la esperanza de engatusar a la vieja y echarle el guante a la colección de fotografías, cartas eróticas y demás memorabilia que documentarían su apasionado idilio con el presidente Harding, así como la existencia de una hija no reconocida, Jonica, cuyas colosales dimensiones físicas y particular sentido de la moda constituyen una fuente inagotable de chascarrillos más bien deplorables por parte de Weiner.

Y es que el personaje central de la novela de Plunket, arquetipo del egocentrismo patoso y la ambición sin escrúpulos, supone el encanto más deliciosamente repulsivo de una novela delirante que sorprende en su absoluto desprecio por la cortesía y las normas del decoro. Elliot Weiner es un protagonista patético, obsesivo y movido por un arribismo supino que no dudará en recurrir a las artimañas más rocambolescas —aunque implique ligarse a individuos que parecen descartes de First Dates— para tratar de lograr un objetivo que se le escurre de las manos de formas absolutamente hilarantes.

Sulfúrica, trepidante y ofensiva a unos niveles que te obligan de vez en cuando echarte las manos a la cabeza, Los papeles de Harding es una histriónica comedia anclada profundamente en el esplendor de la era dorada de Hollywood que, en la novela de Plunket, muestra su cara más vacua y decrépita. Viejas glorias de la pantalla, aspirantes a rutilante estrella y actrices de éxito reconvertidas en locutoras del cotilleo más miserable se dan cita en una obra heterodoxa y muy divertida que, desde la más fehaciente falta de censura, nos recuerda lo refrescante y aliviador que puede llegar a ser indignarse por las patochadas irreverentes de un personaje ficticio.

Alternando una fascinante reconstrucción historiográfica de la vida de Warren Harding —que, francamente, ojalá hubiera ocupado más espacio en la novela— con las andanzas de Elliot Weiner recorriendo yates de lujo, fiestas estrepitosas, salas de urgencias y los antros más nauseabundos de la costa oeste estadounidense, Los papeles de Harding entreteje una historia de amor y estupor que parece una competición a contrarreloj por ver cuál de sus participantes da más vergüenza ajena. Crónica del declive de la sociedad norteamericana y manifestación de su hipocresía moral, Los papeles de Harding puede leerse también como una aproximación insinuante a los vericuetos del deseo homosexual, más sugerente que explícita, donde la atracción descarrila poco después de ponerse en marcha. Con un desarrollo imprevisible y un final sencillamente descacharrante, la novela más emblemática de Robert Plunket supone una interesante reivindicación del desenfreno narrativo más corrosivo, una apología del trasnocheo etílico y la incorreción política capaz de dejarte, como quien se despierta junto a un desconocido tras una buena juerga, totalmente traspuesto.


«Su mujer y su amante fueron su presidencia. Ellas la crearon, ellas le dieron forma, ellas le otorgaron su textura y su dimensión. Y ellas le pusieron fin.»


★★★

Anita Brookner - Hotel du Lac

sábado, 8 de noviembre de 2025



► Título original: Hotel du Lac
► Traducción: Catalina Martínez Muñoz
► Año: 1984
► Edición:  Libros del Asteroide (2025)
► Páginas: 200


Ganadora del Premio Booker en 1984, la novela más emblemática de Anita Brookner (Londres, 1928) es un canto a la actitud contemplativa que demuestra no ser necesario un aluvión de giros argumentales ni un ritmo frenético para elaborar una historia absolutamente emocionante y cautivadora. Y es que la vida, por mal que nos pese, se compone en su mayoría de momentos intrascendentes y personajes que se cruzan en nuestro camino sin dejar el más mínimo rastro. Sin embargo, la banalidad no siempre implica irrelevancia y no hay combustible más útil para la imaginación que una fachada de inutilidad. Gracias a su talento desbordante para convertir lo superfluo en un auténtico manantial de sustrato narrativo, Anita Brookner nos regala en Hotel du Lac una fantástica novela sobre el encanto de lo cotidiano cuya falta de grandiosidad se convierte, paradójicamente, en un signo inconfundible de grandeza.

La protagonista de Hotel du Lac es una escritora de novelas románticas que aterriza en esta encantadora pensión suiza a modo de exilio forzado después de protagonizar un escandaloso episodio en su Inglaterra natal. Edith Hope, cuyo mayor pecado es haberse salido momentáneamente de su personaje, se refugia en la escritura de su próxima obra mientras se convierte en observadora infatigable de un pintoresco grupo de huéspedes. Hope, víctima de la curiosidad y una incansable deformación profesional, fantasea sobre las dinámicas que rigen entre sus improvisados compañeros de residencia —en su mayoría mujeres— a medida que comienza a sufrir el tirón de la gravedad hacia el núcleo de sus existencias tan trágicas como carentes de esperanza.

Entre los personajes más extravagantes del hotel encontraremos a Iris Pusey, una dama ricachona que dilapida la fortuna de su difunto marido como método de procesar el duelo y que junto a su anodina hija Jennifer forma un dúo de marujas entrometidas dispuestas siempre a monopolizar la conversación. Su rival más enconada es Monica, una mujer de mediana edad que sufre un trastorno alimenticio y va acompañada a todas horas por su escandaloso perro Kiki, mientras que complementa el reparto madame de Bonneuil, una anciana aparcada en el hotel como si fuera un trasto viejo porque la mujer de su hijo no soporta la idea de convivir con ella.

Así, Edith, que firma sus novelas como Vanessa Wilde en honor a su escritora de referencia, poco a poco se convertirá en la confidente de los inquilinos del Hotel du Lac mientras trata de ordenar los pedazos de una vida amorosa que se desmorona entre sus dedos porque, quién lo diría, manejar los asuntos de otros no te hace un entendido en los tuyos. Sí, en las novelas de Anita Brookner, la ficción no parece una herramienta para descodificar mejor la realidad, sino un mecanismo para evadirla, y es esa tensión entre nuestra capacidad para fabular vidas ajenas y nuestra imprecisión a la hora de hacerlo con rigor donde reside uno de los encantos más llamativos de Hotel du Lac.

En las delicadas y elegantes manos de Anita Brookner, el Hotel du Lac aparece como un personaje más de la novela, un espacio crepuscular y anacrónico donde acuden, en las postrimerías del verano, no viajeros que vienen a hacer turismo fuera de temporada, sino almas perdidas en busca de reconocimiento. La estancia en el hotel se presenta para Edith como la última oportunidad de reconducir su vida, anclada en un dilema de difícil resolución: entregarse a una plácida farsa junto a un hombre que le promete estabilidad y libertad creativa o conformarse con las migajas de un romance tan apasionado como insatisfactorio. Entrañable, luminosa, de corte minimalista, pero plagada de brillantes reflexiones, Hotel du Lac constituye una lectura pausada e introspectiva donde poder sentir entre un puñado de extraños la más reconfortante familiaridad.


«Mentía bien, sin pretensiones: a veces pensaba que el tiempo que pasaba urdiendo las tramas de sus novelas había sido una preparación para esto, su aventura final, su fantasía hecha realidad.»


★★★

 
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