Mostrando entradas con la etiqueta Prensa Histórica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Prensa Histórica. Mostrar todas las entradas
29.11.13 0 comentarios

Dinosaurios y otros reptiles antediluvianos en la España anterior a la Guerra Civil: la importancia de la prensa escrita


Con motivo del centenario del ejemplar español de Dippy, es decir, el Diplodocus del Museo Nacional de Ciencias Naturales, tendrá lugar un ciclo de conferencias. La primera de ellas se impartirá el día 2 de diciembre a las 19.00, el mismo día en el que, por la mañana, se inaugurará oficialmente la exposición “Diplodocus carnegii, 100 años en el Museo Nacional de Ciencias naturales”.

Esta conferencia, cuyo título es “Dinosaurios y otros reptiles antediluvianos en la España anterior a la Guerra Civil: la importancia de la prensa escrita” correrá a cargo del Dr. Adán Pérez-García (Dpto. de Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid y Grupo de Biología Evolutiva de la UNED). Su contenido se puede resumir como:

El hallazgo de grandes osamentas de extraños seres dio origen a numerosos mitos y leyendas a lo largo de los siglos. Fue a partir del s. XIX cuando éstos fueron analizados desde un punto de vista científico, reconociéndose como pertenecientes a un extraño linaje, denominado Dinosauria, así como a otros grupos de reptiles no menos singulares. A partir de ese momento se organizaron grandes expediciones científicas, que dieron origen a espectaculares hallazgos relativos a los “monstruos” que habitaron ese mundo primigenio. Los grandes descubrimientos del siglo XIX y de las primeras décadas del s. XX no sólo se realizaron en otros continentes, como Norteamérica o África, sino también en Europa. Sin embargo, y a pesar de la gran relevancia del registro actualmente conocido sobre los dinosaurios españoles, los hallazgos efectuados en ese periodo fueron muy escasos. Esta conferencia supone la primera de las tres que se presentarán con motivo del centenario del ejemplar español de Dippy. En ella se mostrará, desde un punto de vista histórico, en qué consistieron los hallazgos de dinosaurios realizados en España antes de la Guerra Civil y se profundizará en el conocimiento que la sociedad tenía sobre los reptiles mesozoicos gracias a las noticias, de índole variada, publicadas en la prensa escrita. De esta manera, comprobaremos cómo la sociedad española fue haciéndose eco de los descubrimientos realizados en el extranjero, mediante noticias cargadas de rigor científico y curiosidades, pero también humor y crítica política y social.

Esta conferencia, de libre acceso, se desarrollará en la Sala de Geología del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

-----
  • Imagen: El conferenciante toma el fresco y lee prensa viejuna a lomos del diplodoco de Heinrich Harder.
20.5.11 2 comentarios

Zambulléndonos en la historia de la paleontología española


La paleontología, la “ciencia del pasado”, no sólo da las claves para entender qué ocurrió, sino que es importante para entender qué ocurre y qué ocurrirá. Como indicó el sabio Confucio, para pronosticar el futuro, es necesario conocer el pasado. Este pasado tiene para la paleontología una doble connotación. Por una parte, este pasado alude al propio objeto de estudio de la paleontología. Es decir, el encontrar y ensamblar las piezas de un gran puzle que aporte claves para comprender cómo surgió la vida y de qué manera evolucionó cada uno de los linajes que poblaron o que habitan actualmente en nuestro planeta. Por otro lado, como cualquier otra ciencia, esta rama del saber cuenta con un pasado histórico, que nos ayuda a comprender cómo ha surgido y cómo ha evolucionado.
En los últimos años son cada vez más numerosas las publicaciones referentes a la historia de la paleontología española. Este conocimiento viene en parte motivado por la combinación de dos fuentes de información: la revisión de colecciones paleontológicas clásicas y el análisis de documentación manuscrita inédita, generada a raíz de los descubridores de tales hallazgos, que permiten ponerlos en contexto y conocer datos de gran relevancia histórica, que llevaban muchos decenios sin salir a la luz.
Con motivo del simposio internacional “Dinosaurs–Their kith and kin: a historical perspective”, celebrado en la Société géologique de France (París) entre los días 3 y 7 de Mayo de 2011, se han presentado varios trabajos fruto de las investigaciones realizadas en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid).

Estos trabajos, defendidos tanto en las modalidades de comunicaciones orales como de pósteres, corresponden a:
- La identificación de uno de los escasos fósiles de vertebrados pertenecientes a la colección de Pedro Franco Dávila, que se integraron en el siglo XVIII en el Real Gabinete de Historia Natural, germen del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN).
- Las adquisiciones de reptiles mesozoicos alemanes por parte de Juan Vilanova y Piera, a mediados del siglo XIX, y su identificación en la colección actual del MNCN.
- Los hallazgos de reptiles mesozoicos españoles realizados por Juan Vilanova y Piera en el siglo XIX. A él se atribuyen huesos de dinosaurios de varias localidades, el primer hallazgo de una tortuga mesozoica y el primero de un reptil marino.
- Nuevos datos sobre la donación y montaje del esqueleto de Diplodocus de Madrid y sobre la importancia de William Jacob Holland en este proceso.
- El análisis histórico y sistemático de la colección de fósiles de cocodrilos recolectados por José Royo y Gómez en la primera mitad del siglo XX.
- El análisis comparativo entre la diversidad de reptiles mesozoicos identificados en la Formación Arcillas de Morella (Cretácico Inferior) en la primera mitad del siglo XX y en la actualidad.
- Actualización del conocimiento sobre las tortugas gigantes de la Meseta Castellana recolectadas y analizadas por Eduardo Hernández-Pacheco y José Royo y Gómez en la primera mitad del siglo XX.

Se ampliará la información a medida que se publiquen algunos de estos trabajos en versión expandida.
____
Referencias:
- Pérez-García, A., Sánchez Chillón, B. 2011. José Royo y Gómez, Eduardo Hernández-Pacheco and the giant tortoises of the Castilian Plateau. In: Buffetaut, E., Bardet, N., Le Loeuff, J., Moody, R.T.J. Abstract book of the International Symposium “Dinosaurs, their kith and kin: a historical perspective”: 21.
- Pérez-García, A., Ortega, F., Sánchez Chillón, B. 2011. Studies of José Royo y Gómez on Spanish Mesozoic crocodiles in the early part of the twentieth century. In: Buffetaut, E., Bardet, N., Le Loeuff, J., Moody, R.T.J. Abstract book of the International Symposium “Dinosaurs, their kith and kin: a historical perspective”: 22.
- Pérez-García, A., Ortega, F., Sánchez Chillón, B., Gasulla, J.M., Escaso, F., Pereda Suberbiola, X., Ruiz-Omeñaca, J.I., Sanz, J.L. 2011. Comparative analysis of the knowledge on the diversity of Mesozoic reptiles from Morella (Castellón, Spain) in the first third of the twentieth century and today. In: Buffetaut, E., Bardet, N., Le Loeuff, J., Moody, R.T.J. Abstract book of the International Symposium “Dinosaurs, their kith and kin: a historical perspective”: 23.
- Pérez-García, A., Sánchez Chillón, B., Ortega, F. 2011. Spanish Mesozoic reptiles found in the nineteenth century by Juan Vilanova y Piera. In: Buffetaut, E., Bardet, N., Le Loeuff, J., Moody, R.T.J. Abstract book of the International Symposium “Dinosaurs, their kith and kin: a historical perspective”: 24.
- Sánchez Chillón, B., Pérez-García, A. 2011. William J. Holland and the Spanish skeleton of Diplodocus. In: Buffetaut, E., Bardet, N., Le Loeuff, J., Moody, R.T.J. Abstract book of the International Symposium “Dinosaurs, their kith and kin: a historical perspective”: 26.
- Sánchez Chillón, B., Pérez-García, A. 2011. Identification of one of the few vertebrate fossils that were part of the collection of the “Real Gabinete de Historia Natural” (Madrid) in the eighteenth century. In: Buffetaut, E., Bardet, N., Le Loeuff, J., Moody, R.T.J. Abstract book of the International Symposium “Dinosaurs, their kith and kin: a historical perspective”: 27.
- Sánchez Chillón, B., Pérez-García, A. 2011. History of the ichthyosaur skeletons acquired by Juan Vilanova y Piera in the 1850’s. In: Buffetaut, E., Bardet, N., Le Loeuff, J., Moody, R.T.J. Abstract book of the International Symposium “Dinosaurs, their kith and kin: a historical perspective”: 28.
____
Imágenes: Pósteres referentes a algunos de los trabajos citados/A pesar de sus primeras concepciones como seres abominables y pertenecientes a un mundo primigenio, los dinosaurios no avianos han ido invadiendo nuestras ciudades, como queda de manifiesto en esta imagen tomada a poca distancia del Congreso.

2.5.10 0 comentarios

“Paleocriptozoología” en la prensa española anterior a la Guerra Civil: Los grandes saurios terrestres

El siglo XIX supuso un impulso muy importante para la paleontología, y concretamente para el estudio de los reptiles fósiles. Gracias a los esfuerzos, descubrimientos e investigaciones de personalidades hoy en día bien conocidas, como Mary Anning, Gideon A. Mantell, William Buckland o Richard Owen, la imaginación pudo viajar a mundos dominados por enormes y terroríficos reptiles, habitantes de tierra, mar y aire. Sin embargo, en algunos de estos seres se creyó ver el origen de mitos ancestrales, no estando consensuada la idea de su extinción, llegándose a plantear su coexistencia con los primeros seres humanos o la pervivencia de algunos de ellos en la actualidad, generalmente en regiones remotas pero, en ocasiones, habiéndose realizado supuestos avistamientos en áreas habitadas por el hombre.

En España, el impulso científico apenas tuvo repercusión durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. No obstante, la población de nuestro país conocía a estos animales y estaba familiarizada con la historia de sus descubrimientos gracias a las noticias transmitidas por la prensa, auténtico vínculo entre la ciencia y la sociedad.

En el trabajo titulado “Paleocriptozoología” en la prensa española anterior a la Guerra Civil: Los grandes saurios terrestres, expuesto en el VIII EJIP, se ha aludido a una serie de artículos periodísticos, publicados en la prensa española entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras tres décadas del siglo XX, en los que se muestra hasta qué punto muchas veces realidad y ficción se juntan para hacer llegar a la población la imagen de unos reptiles de gran tamaño que pudieran haber sobrevivido desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días. Por lo tanto, se pretende ver cómo estas ideas eran tratadas en la sociedad española de dicho periodo, mediante noticias que se sucedían en el tiempo y aportaban nuevos datos para la resolución de estos enigmas.

Entre otros seres, cabe destacar por su relevancia la figura del dragón y otros saurios aberrantes, como aquellos de tres cabezas, el Mokele-Mbembe, la visión reptiliana del unicornio, la experimentación con reptiles e, incluso, las pinturas rupestres en las que se retratan dinosaurios.

De esta manera, mediante la prensa, se informó sobre hallazgos destacados, exposición de ejemplares, reconstrucciones de los mismos y también sobre la dimensión social de estos seres, incorporados en la literatura fantástica, en espectáculos teatrales o en el cine. Sin embargo, además de la transmisión de información veraz y objetiva, ciertas noticias referentes a los grandes reptiles tratan sobre temas polémicos o inverosímiles, muchas veces enviadas desde el extranjero.

Paralelamente al desarrollo de la ciencia, el halo de misterio que se plasmaba en la figura de estos seres, permitió que tales antediluvianos incorporaran una dimensión irreal, aprovechada por la prensa para transmitir diversas ideas. Por una parte, este medio de comunicación plantea la posibilidad de que los fósiles de reptiles mesozoicos pudieran haber originado algunos mitos, como los del dragón o del unicornio. Por otro lado, se pretende justificar que el conocimiento adquirido, gracias los descubrimientos científicos, permitió considerar vivas a criaturas del pasado a partir de escasas pruebas, como avistamientos fugaces de animales o marcas de la actividad de los mismos, tal es el caso del Mokele-Mbembe. Sin embargo, también se transmite la idea de la pervivencia de criaturas generalmente consideradas por los científicos como extintas o irreales.

____

- Imagen superior: Imagen de un dinosaurio paseándose por una ciudad, publicada en la prensa de la década de 1920.

- Imagen inferior: Dibujo de Diplodocus y pintura rupestre en la que se interpretó que estaba representado dicho animal. Estas imágenes se publicaron en varios diarios de la década de 1920.

____

Referencia: Pérez-García, A. En prensa. “Paleocriptozoología” en la prensa española anterior a la Guerra Civil: Los grandes saurios terrestres. Cidaris.

0 comentarios

Monstruosos reptiles acuáticos vivos para la prensa española anterior a la Guerra Civil

Aunque se tiene constancia de descubrimientos de huesos fósiles de reptiles marinos mesozoicos anteriores al siglo XIX, es a partir de los hallazgos realizados por Mary Anning en los acantilados de Lyme Regis, en la primera mitad de ese siglo, cuando se describen animales como el plesiosaurio o el ictiosaurio, que pasan a formar parte del ámbito científico.

A lo largo de la historia, se han generado numerosos cuentos, leyendas o creencias que consideraban que las especies a las que pertenecían los huesos hallados en terrenos mesozoicos pudieran estar vivas en la actualidad. La observación de elementos fósiles aparentemente pertenecientes a animales aberrantes, ya sea por su tamaño o por su morfología, generó, previa a una explicación científica adecuada, la reconstrucción imaginaria de seres a los que asignar tales elementos. Éstos eran incorporados a leyendas o asimilados como reales.

Por otra parte, gracias a los estudios científicos realizados, se pudo interpretar cómo eran esos animales que habitaron nuestro planeta en el pasado. Esta información se transmitió a la sociedad, de manera más o menos precisa. Sin embargo, una vez conocidos estos seres del pasado, considerar que pudieran estar vivos en la actualidad no fue difícil. La simple observación de elementos no directamente atribuibles a lo que en realidad son, como la visión sesgada de animales en movimiento o la de materiales, de distinta naturaleza, flotando sobre el agua, pudieron llevar erróneamente a asignarlos a esos monstruos del pasado, cuya entidad era ya conocida.

Durante el siglo XIX y las primeras tres décadas del siglo XX, la prensa escrita era el principal vínculo de transmisión de información a la sociedad española. Gracias a ella, la población llegó a conocer animales del pasado descubiertos por los científicos. Sin embargo, este medio de comunicación era también capaz de generar mitos, al comunicar el avistamiento de supuestos seres aberrantes, o de destruirlos, dando una explicación científica a la creencia en determinados seres.

Mediante del análisis de las noticias de prensa publicadas en ese periodo, en el trabajo titulado “Monstruosos reptiles acuáticos vivos para la prensa española anterior a la Guerra Civil”, defendido en el VIII EJIP (Enciso), se ha pretendido ver si la criptozoología referente a este grupo de reptiles estaba arraigada en la sociedad, si estos temas eran motivo de críticas o burlas, o incluso si la prensa se valía de ellos para atraer a potenciales lectores.

Así pues, es común que, además de noticias de relativo rigor científico, en ese periodo se publicaran otras referentes a la posible pervivencia actual de grandes reptiles acuáticos. Entre estos animales son muy frecuentes las referentes a avistamientos y expediciones para la captura de serpientes de mar gigantes, ictiosaurios, plesiosaurios, el monstruo de Lago Ness, e incluso monstruos dulceacuícolas españoles.

La inmensidad y desconocimiento de las masas acuáticas, ya sean océanos, mares, ríos o lagos, ayudaron a hacer más creíbles estas historias. Comúnmente muchas de ellas se narraron con un tono algo burlesco. En otras ocasiones se trató de hacer un seguimiento a hechos curiosos hasta hallar una solución científicamente aceptada. No obstante, no son escasas las que no dudan de la coexistencia real del ser humano con tales “monstruos”. El contexto histórico es fundamental para comprender dichas publicaciones.

____

Referencia: Pérez-García, A. En prensa. Monstruosos reptiles acuáticos vivos para la prensa anterior a la Guerra Civil. Cidaris.

___

Imagen superior: El ictiosaurio tal como fue publicado en la prensa española del siglo XIX.

Imagen inferior: Visión de la serpiente de mar en la prensa española del siglo XIX.


16.3.10 0 comentarios

Historia de Diplodocus carnegii del MNCN: primer esqueleto de dinosaurio montado en la Península Ibérica


Hace casi un siglo tuvo lugar la llegada a Madrid de una de las famosas réplicas del esqueleto de Diplodocus, cedida por el multimillonario Andrew Carnegie, al Museo Nacional de Ciencias Naturales. Este espécimen constituyó el primer y único esqueleto de un dinosaurio montado en la Península Ibérica hasta la década de 1980 siendo, durante todo ese tiempo, uno de los más importantes referentes que contribuyó a acercar la paleontología a la población. Este hecho, las circunstancias que rodearon su realización, transporte e instalación, así como la repercusión social y política que generó, se detallan en el artículo titulado “Historia de Diplodocus carnegii del MNCN: primer esqueleto de dinosaurio montado en la Península Ibérica” que Adán Pérez García y Begoña Sánchez Chillón acaban de publicar en la Revista Española de Paleontología. Para cumplir con estos objetivos, además de recuperar numerosa documentación manuscrita y fotográfica inédita, se recopilan las abundantes alusiones a este esqueleto publicadas en la prensa española, que sirvieron de nexo de unión entre la paleontología y la sociedad.
Analizando la documentación de manera temporal, es posible conocer en detalle la historia de nuestro Diplodocus. Debido a la información referente al hallazgo de huesos de Diplodocus en Estados Unidos y a la realización de réplicas de esqueletos enteros a partir de éstos, que fueron cedidos a los jefes de estado de varios países, el personal del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid) comenzó, en octubre de 1911, los complicados trámites que harían que algo más de dos años después, y tras numerosos imprevistos, una réplica de “Dippy” fuera instalada en dicho museo. En esta trama casi novelesca intervienen, además de importantes científicos españoles como Ignacio Bolívar y Urrutia, Eduardo Hernández-Pacheco o Ángel Cabrera; el entonces director del Museo de Pittsburgh, William Jacob Holland, y el jefe del Laboratorio de Paleontología de dicha institución, Arthur Coggeshall; así como diversos políticos y personalidades: Ministros de Estado, de Instrucción Pública, de Bellas Artes, embajadores, presidentes de diversas compañías, los secretarios de la casa real y los propios Miguel Primo de Rivera, el Rey Alfonso XIII, la Reina María Cristina o la Infanta Beatriz. Son muchos los obstáculos que afrontaron, no sólo los derivados de su transporte e instalación, sino también los esfuerzos realizados para conseguir un local suficientemente amplio donde alojar al gran dinosaurio, antes de que llegaran con él los americanos y descubrieran que en realidad, y a pesar de la idea que se les transmitía desde España, no existía sitio para éste.

Finalmente se consiguió su instalación exitosa, celebrándose una serie de actos oficiales en los que se agradeció el regalo de Carnegie y el buen trabajo efectuado por sus empleados. Incluso Alfonso XIII envió un curioso obsequio al magnate. Dos décadas después, se envió desde el Carnegie Museum la réplica de otro ejemplar jurásico que se expuso junto con el esqueleto de Diplodocus.

La expectación social que se generó, así como la problemática y trascendencia, se pusieron de manifiesto en los continuos artículos de toda índole publicados en la prensa española entre 1913 y 1935, año en el que tiene lugar el traslado del esqueleto a una nueva sala, donde se conserva en la actualidad. El esqueleto de Diplodocus de Madrid no sólo pasó a formar parte del ámbito científico, nombrándose en publicaciones españolas como ejemplo de uno de los saurópodos mejor conocidos, sino que su fama se hizo extensiva a toda la población, siendo usado por la prensa como símbolo de estabilidad, grandeza y gran valor económico, aunque también fuera empleado como elemento de burla política.
Referencia: Pérez García, A. & Sánchez Chillón, B. 2009. Historia de Diplodocus carnegii del MNCN: primer esqueleto de dinosaurio montado en la Península Ibérica. Revista Española de Paleontología, 24 (2), 133-148.
_____________
Pies de figuras:
Imagen superior: Montaje del esqueleto del Diplodocus carnegii en el MNCN, en vista posterior. Fotografía tomada entre el 12 y el 28 de noviembre de 1913.
Imagen inferior: En diciembre de 1913, finalizada la instalación del esqueleto de Diplodocus, William J. Holland (sentado a la derecha de la fotografía) y Arthur Coggeshall (sentado a la izquierda), posan para una foto junto con algunos miembros del Museo.
1.10.09 0 comentarios

El Diplodocus de Madrid viaja a Italia



Cada vez se conocen más detalles y se recuperan más fotografías y documentación inédita sobre la historia del Diplodocus de Madrid.
En el congreso celebrado esta semana en el Museo Geologico Giovanni Capellini de Bolonia, “International Conference on Vertebrate Palaeobiogeography”, Adán Pérez García y Begoña Sánchez Chillón han aprovechando la celebración del centenario de la réplica de “Dippy” de dicha ciudad, y el homenaje realizado a la historia de este conocido fósil, para sacar a la luz algunos de estos documentos y dar a conocer la auténtica historia de uno de los acontecimientos paleontológicos más importantes en la primera mitad del siglo XX, de gran relevancia para la población de nuestro país.
20.6.09 2 comentarios

“El Triceratopo”

A principios del siglo XX se consideraba que durante el Cretáceo se produjo la decadencia de los dinosaurios, marcada por la degeneración en su talla y en su robustez. De esta forma, con la desaparición de estos seres “para dejar sitio á los vertebrados de sangre caliente, superiores en perfección orgánica, pero inferiores en tamaño”, “al imperio de lo gigante, sucedió el reinado de lo bello”. Esta noticia fue publicada en “La ilustración española y americana”, el 22 de enero de 1908.

Transcripción (Textual):
La magnifica colección de fósiles existente en el Museo Nacional de Historia Natural, de Nueva York, acaba de enriquecerse con el esqueleto –hábilmente montado- del Triceratopo, ejemplar gigantesco de los fósiles americanos.
El Triceratopo medía aproximadamente ocho metros de longitud, de los cuales dos correspondían sólo á la cabeza.
Lo característico en este animal eran sus defensas, constituidas por tres enormes cuernos, situados en la parte anterior del cráneo.
Pertenecía este monstruo á una de las especies más tardías del tipo de los dinosaurios, que alcanzaron la plenitud de su desarrollo en el período jurásico, prolongando su existencia hasta el periodo cretáceo, si bien en este último la decadencia de la especie principió á señalarse por degeneración en la talla y en la robustez.
Para un novelista de fantasía exuberante hay campo extenso imaginativo en la descripción del empobrecimiento fisiológico y de la agonía siniestra de estos colosos de la escala zoológica que, en un momento determinado, se borraron del mundo de los seres vivos, dejando sus esqueletos como protesta de grandeza contra el empequeñecimiento de la fauna.
Los dinosaurios – y entre ellos el Triceratopo- desaparecieron para dejar sitio á los vertebrados de sangre caliente, superiores en perfección orgánica, pero inferiores en tamaño. Al imperio de lo gigante, sucedió el reinado de lo bello.
__
Pie de imagen:
El triceratopo del Museo de Nueva York
14.6.09 1 comentarios

“Un oficio productivo. Los buscadores de fósiles”

Una noticia publicada en Nuevo Mundo y muy bien ilustrada, el 30 de abril de 1920, nos permite conocer de primera mano la actividad realizada por los paleontólogos “Barnum Brocon” con los dinosaurios del American Museum of Natural History o por “Carlos Walcott”, con los artrópodos de la Columbia Británica, como si esta se estuviera realizando en nuestros días.

Transcripción (textual):
En España no buscan fósiles más que los meritísimos alumnos de la Escuela de Minas. No sólo no es un oficio reproductivo, sino que á alguno de ellos, al joven Solana, le costó la vida querer arrancar los crustáceos petrificados en el Cabo Peñas, de Gijón. Es un oficio reproductivo en los Estados Unidos, porque hay en el subsuelo grandes yacimientos de los más estupendos y estrafalarios animaluchos que pudo concebir la imaginación de un loco, y porque hay en las ciudades multimillonarios que pagan bien las piezas únicas. Se coleccionan esqueletos de monstruos, como se coleccionan porcelanas, monedas ó sellos de Correo. Así pagó Andrés Carnegie cerca de un millón por el monstruo antediluviano, del que regaló una reproducción al Museo de Historia Natural de Madrid. Con este estímulo, la Paleontología ha encontrado numerosos auxiliares, que se han dedicado á buscar yacimientos de fósiles, como se buscan las minas de oro, guiándose por algunas nociones científicas y experimentales; pero, sobre todo, dejándose llevar de la mano de la casualidad. Hace una quincena de años, por ejemplo, un explorador que atravesaba el Wyoming, región de las altas mesetas que forman parte del sistema de las Montañas Rocosas, en las que hay verdaderos desierto, llegó á un campamento de buscadores de oro, y, refugiado allí, advirtió que la cocina de la choza que los cobijaba estaba construida con piedras enormes de una extraña forma.
Examinando atentamente aquellos materiales, cayó en la cuenta de que los tales pedruscos eran colosales vértebras de sabe Dios qué animal gigantesco. Supo que la cabaña había sido construida por un viejo pastor de aquellos alrededores; logró encontrarlo, y le hizo conducirle al lugar de donde había sacado aquellas piedras. Allí se descubrieron las famosas canteras de fósiles de Wyoming, de donde los paleontólogos americanos han sacado esqueletos de innumerables animales pertenecientes á centenares de especies desaparecidas. En aquella región fue donde se descubrió al antepasado del caballo, un mamífero apenas mayor que un perro, y cuyos pies, en lugar de casco, tenían cuatro dedos.
Alienta, dirige y aconseja á la legión de buscadores de yacimientos un sapientísimo paleontólogo, mister Barnum Brocon, director del departamento de Paleontología del American Museum of Natural History, de Nueva York. Bajo su dirección, y pudiéramos decir que por su inspiración, se descubrió en la provincia de Alberta, en el Canadá, el yacimiento del Canyon del Gamo Rojo, el más rico en esqueletos antediluvianos que existe en el Nuevo Mundo. Precisamente en estos días se expone en el Museo Americano uno de los más felices descubrimientos de Brocon: el esqueleto completo del Tiranosaurus rex, el más grande de los dinosaurios reconstruidos hasta el día. Adviértase que el esqueleto no ha sido encontrado tal como se expone al asombro de las gentes, como no ha sido encontrado ninguno de los que se exhiben en los museos. Incrustados en enormes bloques de piedras, confundidos con montones de tierra, desunidos y desperdigados en grandes extensiones, á veces, no basta con encontrar al animal fósil, sino que para exhibirlo ente los indoctos, hay que hacerle la toillette: hay que reconstituirlo.
No es ésta una labor baladí, sino de verdaderos sabios y, á la vez, de hábiles artífices. El yanqui Mr. Brocon ha llegado en esto á grados de perfección que maravillan; en el Museo Americano ha logrado montar admirables talleres, y ha educado obreros que realizan una verdadera obra de resurrección en los pedruscos que les envían desde los yacimientos. Así, Brocon encontró al tiranosaurio rey en el Estado de Montana, en Hell Creek; las vértebras de su lomo se marcaban en la superficie de una planicie de piedra. Fue precisa una lenta y prudentísima labor de excavación.
A medida que la piqueta dejaba al descubierto una pieza entera, se embalaba cuidadosamente y se conducía á Nueva York. Para alguna de estas piedras hubo que hacer un vagón especial.
Luego, en los talleres del Museo, hábiles manejadores del cincel esculpían -no debe emplearse otro verbo-, como si fuesen geniales escultores, los huesos del monstruo, hasta separar de ellos la piedra u la tierra que los envolvía. Así, con una absoluta fidelidad, los paleontólogos del Museo han hecho resurgir el espantable monstruo del sueño de centenares de siglos en que dormía.
Otro sabio yanqui, Carlos Walcott, ha dedicado su vida á buscar y reconstruir los trilobites: unos crustáceos fósiles, de los que sólo se encuentran ejemplares en terrenos primarios. En la Columbia británica ha encontrado un yacimiento donde están apareciendo especies que se desconocían, y que si no tienen la talla imponente de los mamuts y los dinosaurios, son mucho más interesantes desde el punto de vista paleontológico, porque descubren la biología marina de las edades pasadas.
He aquí, pues, cómo es de productivo el oficio de buscadores de fósiles; porque hay en los estados Unidos y en el Canadá yacimientos de ellos en abundancia que no se conoce en Europa, y, sobre todo, porque los yanquis tiene dinero abundante para gastárselo en estas cosas. Sépase sólo que el Museo de Historia Natural de Nueva York gasta cada año casi tanto como España en todas sus Universidades, Institutos, Escuelas especiales, Museos y Bibliotecas. Así se pueden encontrar fósiles, y hasta retroceder hasta le diluvio universal para encontrarlos.

Martín Avila.
__
Pie de figuras:
- Esqueleto de Tiranosaurio, encontrado en unas excavaciones en América
- Extracción de los fósiles del lugar del hallazgo
- Embalaje de los bloques de yeso en que se transporta el fósil
- Trilobite fósil con sus apéndices
- Limpiando el cráneo de un tiranosaurio
5.6.09 5 comentarios

El reptil gigante de Wyoming

Entre los dinosaurios “animales tan colosalmente construídos como estúpidos”, en este artículo publicado en “Por esos mundos” el 1 de febrero de 1916 se describe, de manera peculiar para nuestros días, al “Diplodoco”.

Transcripción (Textual):


Es creencia común, verdadera en algunos casos, que los animales de edades remotas excedían grandemente en tamaño de sus modernos representantes. Pero aquellos cuyo conocimiento de los reptiles se haya limitado á saber de cocodrilos, tortugas, serpientes y lagartos, no pueden imaginarse hasta qué punto algunos reptiles del período mesozoico sobrepasaron en volumen á los supervivientes actuales de la familia.
A decir verdad, tales criaturas monstruosas no estaban estrechamente emparentadas con ninguna de las especies existentes, exceptuando los cocodrilos; pertenecían á un grupo especial, los dinosaurios, y por extraño que se antoje, no es menos cierto que dicho grupo, constituido por animales tan colosalmente construídos como estúpidos, es la matriz que engendró las aves. De los más maravillosos, si no de los mayores de esos terribles dragones, fueron los diplodocos, cuyos esqueletos han sido descubiertos en Wyoming y otros lugares de los Estados Unidos.
Bestia gigantesca y amazacotada, el mayor elefante actual apenas le hubiera llegado al brazuelo. Desde el achatado cráneo al nacimiento caudal, medía su cuerpo, deforme y desproporcionado, más de cuatro metros. Soporte de esa enorme masa de carne fofa eran sus cuatro patas, de un grosor de columna toral, terminadas en garras poderosas y tajantes, probablemente destinadas á remover los espesos limos de las sedimentaciones lacustres, en las que el diplodoco buscaba parte de su alimento. El cuello era largo y robusto, pero poco flexible, rematado por un cráneo relativamente pequeño, pues apenas medía 60 centímetros de longitud. Tenía los ojos diminutos, muy altos, y sin duda inexpresivos, en cuanto se trataba de una bestia de escasísima inteligencia. Los huecos de la nariz se hallaban casi á la altura de los ojos, como ocurre en las aves generalmente. Las mandíbulas aparecían provistas de una apretada fila de dientes de pequeñas dimensiones, dispuestos como los de un peine. La cabeza y en cuello medían casi dos veces la longitud del total del cuerpo, que era de unos 19 metros, en cuanto solamente la cola, única parte flexible del monstruosos animal, tenía 15 metros. Algunos paleontólogos, preocupados por la longitud de ese apéndice caudal, han inferido que debió ser, como ocurre en el lagarto monitor, el arma defensiva del diplodoco contra los dinosaurios carniceros. Porque el animal de que nos ocupamos, no obstante su terrorífica apariencia, era de costumbres pacíficas y probablemente cobarde. Alimentábase casi de un modo exclusivo de plantas acuáticas, que debía arrancar del fondo de los lagos, dejando escapar el agua y el cieno por el fino tamiz de las hileras de dientes. Como el diplodoco vivía casi siempre en el agua, ya para huir de sus enemigos, bien para buscar el alimento, y como los reptiles no pueden respirar en ella, supone la ciencia que le larguísimo cuello de éstos y otras especies similares, servíales para elevar la cabeza sobre la superficie, guardando el cuerpo á considerable profundidad.
Es hoy imposible averiguar las causas productoras de la extinción del diplodoco y de otros dinosaurios.
__
Pie de imagen: reconstrucción científica del diplodoco, el reptil gigante de Wyoming.

31.5.09 0 comentarios

Un nuevo monstruo prehistórico

Es interesante esta noticia publicada en la sección de “Curiosidades é inventos” de “Por esos Mundos”, el 1 de septiembre de 1926, donde se describen e ilustran curiosos detalles sobre cómo fueron hallados y extraídos dos esqueletos de tiranosaurios en Montana y de cómo se produjo su instalación en el Museo de Nueva York.

Transcripción (Textual):

El reciente hallazgo de la osamenta fósil del Tyrannosaurus Rex, dinosaurio de enormes dimensiones, que vivió hacia el final del período Cretáceo, y su admirable montaje en el “Museo Americano de Historia Natural” de Nueva York, señalando un hecho importante en los descubrimientos prehistóricos. Los restos de este lagarto gigantesco, eran hasta ahora en extremo raros. A diferencia de otros saurios, se alimentaba exclusivamente con carne, y era rápido en su marcha cuando se requería la velocidad.
En su disposición anatómica, presenta evidente parentesco con los lagartos, cocodrilos y aves; los huesos son huesos, asemejándose grandemente sus patas posteriores en construcción y figura á las de las aves.
Los dos ejemplares reconstruidos en el Museo de Nueva York, fueron descubiertos en Montana (Estados Unidos) por le paleontólogo norteamericano Mr. Barnum Brown. El primero (Tyrannosaurus núm. 973), fue hallado en una cantera de piedra arenisca, dura como el granito, cerca de la entrada de Hell Creek Cañon. La osamenta no apareció reunida, sino á diferentes niveles del estrato geológico. Algunos huesos aparecieron en la capa superior del terreno, relativamente blando, y por tanto, fueron extraídos sin dificultad. Pero á medida que se profundizaba la excavación, la arenisca , guardadora de aquellos restos fósiles muchas veces milenarios, hacíase más compacta, más inabordable al pico y al azadón. Entonces fue preciso emplear la dinamita, hasta realizar en torno del depósito osteológico una zanja aisladora de nueve metros de ancho por otro tanto de profundidad. La columnación de cada hueso requirió semanas y aún meses de ímprobos trabajos, dificultados por la acentuada pendiente del terreno.
Mientras se llevaba á cabo esta exploración, los arqueólogos efectuaron otras excavaciones en Big Dry Creek, también en el distrito de Montano. El éxito fue más rotundo, en cuanto se descubrió un esqueleto de Tiranosaurio casi completo. Este ejemplar es el que acaba de ser montado en el Museo neoyorquino. Fue este animal monstruoso uno de los últimos representantes de su especie, y á juzgar por sus colosales dimensiones, batió el record de los animales carnívoros de su época. Mide, en efecto, el esqueleto, 15 metros de longitud desde la cabeza al extremo de la cola, y 6 de altura. Según su descubridor, Mr. Barnum Brown, hasta ahora se habían descubierto algunos grandes dinosaurios herbívoros, tanto en América como en África Oriental, en rocas de la edad jurásica y cretácea primaria, pero todos los dinosaurios carnívoros, sus contemporáneos, eran una tercera parte más pequeños que el ahora encontrado. A juzgar por el tamaño, ese Tyrannosaurus Rex era capaz de destruir todo animal viviente por entonces en el globo.
__
Pie de figuras:
- Montaje del esqueleto del Tiranosaurio, en el Museo de Historia Natural, de Nueva York
- Posición que ocupan los restos del Tiranosaurio, en el lugar de su descubrimiento
- Esqueleto del monstruo antediluviano “Tyrannosaurus Rex”, recientemente descubierto en Montano (Estados Unidos). De las enormes dimensiones de este dinosaurio dan idea las figuras humanas que le acompañan

21.5.09 5 comentarios

Un animal que comía piedras. Un nuevo monstruo antediluviano.

En esta interesante noticia de hace más de un siglo, se informa de la historia de los primeros descubrimientos de Tiranosaurios y de la interpretación de los “pedruscos” hallados en la región donde se situaba el estómago. Aunque algunos científicos opinaban que podrían tragárselos “de igual modo que proceden las aves ingiriendo piedrecillas, para ayudar la digestión”, otros ridiculizaban estas ideas, postulando que “arrojaban á sus gigantescos estómagos semejantes piedras para aumentar el peso específico del cuerpo y hundirse hasta le fondo pantanoso de aquellos lugares donde encontraban su alimento preferido”. La noticia fue publicada en Alrededor del Mundo, el 6 de junio de 1906.
Transcripción (textual):

La última adquisición paleontológica del Museo de Historia Natural de Nueva York, consiste en los restos fósiles de un tiranosaurio, del cual nos dice la ciencia, que era el mónstruo más feroz de la edad de los Reptiles.
Los primeros huesos de tiranosaurio fueron exhumados durante el verano de 1902, en Hell Creek, territorio de Montana, en los Estados Unidos, donde existe al parecer un depósito inagotable de animales prehistóricos. En 1905, otra nueva expedición llegada al mismo sitio, sacó á la luz cierto número de huesos adicionales, excavados en arenisca dura como granito. El hallazgo comprendía una cantidad tan grande de porciones óseas del enorme dinosaurio, que hoy puede ser reconstruido éste, imaginativamente, con gran aproximación a la verdad.
Realizada esa operación mental, debemos felicitarnos de que el tiranosaurio no sea contemporáneo de la humanidad actual. La ciencia paleontológica nos dice que era prácticamente un bípedo cuyo andar se asemejaba algo al de las aves; las inmensas patas poseían tres enormes dedos, proyectados hacia delante dos de ellos, y uno extendiéndose hacia atrás, y armados de poderosas garras. La cabeza es mucho mayor que la del brontosaurio, con dientes cortantes y dispuestos en forma de sierra.
Parece que el tiranosaurio apareció una vez que había ya desaparecido el brontosaurio, quizá extinguido por su terrible sucesor. Cuando esos mónstruos andaban por la tierra, Montana poseía un clima sub-tropical análogo al que hoy tienen las Indias Occidentales, existiendo en dicha región grandes extensiones pantanosas de agua salada, según lo prueban al presente abundantes restos sedimentarios.
Una circunstancia curiosa relacionada con el hallazgo de los restos á que hacemos referencia, es que confundidos con ellos aparecieron grandes pedruscos, cuya presencia ha sido explicada suponiendo que los grandes saurios debían tragárselos, de igual modo que proceden las aves ingiriendo piedrecillas, para ayudar la digestión. Otros paleontólogos creen más bien, que los mencionados mónstruos arrojaban á sus gigantescos estómagos semejantes piedras para aumentar el peso específico del cuerpo y hundirse hasta le fondo pantanoso de aquellos lugares donde encontraban su alimento preferido.
Ha de decirse á este propósito que muchos naturalistas han puesto en duda y hasta han tomado á broma lo de que los grandes reptiles antediluvianos tuvieran funciones digestivas análogas á las aves. Sin embargo, según el profesor Villiston, no puede caber discusión á ese respecto, constituyendo una prueba en apoyo de dicha teoría, el que los cocodrilos actuales cuyo parentesco con los plesiosaurios es indudable, tienen una molleja muscular é ingieren guijarros con el objeto indicado. Esta particularidad de las piedras, se ha observado principalmente en depósitos de huesos pertenecientes al elasmosaurio, el animal antediluviano que poseía cuello más largo, pues constaba este de cincuenta y ocho vértebras, con una longitud total de siete metros. Medía se cavidad torácica 2 metros 75 centímetros, y su cola otro tanto próximamente, ofreciendo esto un extraño contraste con el diplodoco. Los elasmosaurios debían alimentarse de detritus existentes en las aguas tranquilas.

__
Pie de imagen: El tirano saurio
16.5.09 1 comentarios

Reptiles de hace 3 millones de años: Paquidópodos acuáticos

En septiembre de 1910 la prensa española informa de la adquisición por parte del Museo Americano de Nueva York de dos esqueletos muy bien preservados de hadrosaurios procedentes de Montana. Estos “paquidópodos” considerados acuáticos se creía que desaparecieron hace 3 millones de años, al igual que otrso grandes reptiles como el "ignanodón". La noticia proviene de “Por esos mundos”:

Transcripción (Textual):
El Museo Americano de Nueva York acaba de enriquecer sus admirables colecciones de fósiles con dos esqueletos de dinosaurios verdaderamente magníficos, únicos en su género descubiertos en Montana (Estados Unidos).
Como es sabido, los dinosaurios, son esos reptiles fósiles de tamaño gigantescos, conocidos también científicamente, con el nombre de paquidópodos, cuyos cuatro órdenes de saurópodos, estegosaurios, ornitópodos y terópodos, nos hablan con penetrante elocuencia de las primeras épocas del planeta; épocas de ruda grandeza en que las especies animales como las vegetales, respondiendo á las condiciones físicas del globo, adquirían proporciones monstruosas, de las que aún son remedo las del elefante actual.
Lo más interesante de los dos ejemplares de dinosaurios del Museo neoyorquino, montados y maravillosamente restaurados por los disecadores de dicho establecimiento, es, sin duda, el perfecto estado de conservación osteológica en que se encuentran, y merced al cual puede apreciarse hasta en sus más insignificantes detalles la morfología de estos terribles lagartos del periodo cretáceo, que tuvieron por coetáneos á los fantásticos animales llamados pterodáctilo, plesiosauro, ignanodón y megalosauro. Ambos dinosaurios, clasificados como pertenecientes á la familia de los Tracodóntidos, fueron descubiertos entre las rocas de varias formaciones geológicas que cubren un largo periodo de la historia de la Tierra, hasta la terminación del periodo cretáceo, cuya antigüedad hacen remontar los geólogos á unos 3.000.000 de años.
Estos dinosaurios, cuyos restos más o menso mutilados se van descubriendo en las rocas del periodo cretáceo en Inglaterra y Hungría, son sobre todo frecuentes en América del Norte, regiones oriental y occidental de los Estados Unidos y en le sudoeste de Canadá. Con ellos vienen á flor de tierra restos de plantas y de frutos, fosilizados, que al ser comparados con las plantas y frutos actuales, nos permiten determinar de una manera bastante aproximada las condiciones climatológicas de pasadas edades de la Tierra. En el hallazgo de Montana, las hojas de palmera, los higos chumbos fósiles y las hojas de plátano, que en gran cantidad rodeaban los restos de los dinosaurios, evidencian que el clima de lo que ahora lleva el nombre de Estados Unidos, hasta el Canadá, era cálido, casi tropical, al término del referido periodo cretáceo.
Los dinosaurios de que nos ocupamos eran animales acuáticos; su talla, á juzgar por los ejemplares del Museo de Nueva York, debía exceder de los seis metros, y como rasgo peculiar de su morfología presentaban una curiosas conformación de mandíbulas, semejante a pico del pato. Lo que parece venir á demostrar una vez más que las aves cuentan las reptil entre sus ascendientes. La boca de estos monstruos estaba guarnecida por mil dientes, dispuestos en apretadas hileras, á modo de pavimento (500 en cada mandíbula), y en filas de 45 á 60, según la edad y las especies. Su alimento debía consistir en plantas y animales acuáticos.

Pie de figuras:
- Los dos nuevos dinosaurios gigantes del “Museo Americano” de Nueva-York
- Las osamentas de estos animales antidiluvianos datan de hace 3.000.000 de años, y han sido halladas en Montana (EE. UU.). El grabado inferior presenta dos curiosas reconstrucciones de los monstruosos reptiles, hechas en dicho museo.
26.4.09 2 comentarios

Unas huellas con historia

En la segunda mitad del siglo XIX se conocían huellas de arcosaurios en España, aunque su interpretación difiere de la que plantearíamos hoy. Bajo el título “Huellas de arcosaurios triásicos en la Colección de Paleontología. La investigación de los primeros descubrimientos de huellas fósiles en España y su incorporación al MNCN”, Adán Pérez García publica una nota divulgativa en el Periódico del Museo Nacional de Ciencias Naturales. En ella se narra que, en 1876, Alfonso de Aretillo y Larrinaga observó, entre las losas que constituían el pavimento de la Plaza del Castillo de Pamplona, unas extrañas impresiones producidas por un animal pentadáctilo. Interesado por solucionar el enigma de qué animal pudo haberlas producido, recogió la losa con mayor número de huellas y la donó al MNCN. Sus estudios le permitieron atribuir las huellas de la losa a anfibios primitivos de gran tamaño. Dos décadas después, se halló en Rillo de Gallo (Guadalajara) otra extraña huella. Su poseedor, el abogado de Madrid y diputado provincial, Luis Díaz Millán, lo consideraba “una pata petrificada de un animal corpulento”. En esa época, Salvador Calderon y Arana estudió este ejemplar, atribuyéndolo a “Cheirotherium”, considerado por él un dinosaurio. Este fósil también fue donado al MNCN, en cuyos fondos se encuentra en la actualidad.
Posteriormente, en 1933, Vicente Sos Baynat, con el respaldo de José Royo y Gómez, que había visto huellas similares en varias instituciones europeas, estará de acuerdo en asignar estas huellas a anfibios y determinarlas como pertenecientes a Chirotherium.
Hoy parece ampliamente consensuado que este tipo de impresiones triásicas fueron dejadas por arcosaurios. Probablemente, la interpretación más consensuada indica que su morfología corresponde al tipo de marcha crurotarsal de los miembros más primitivos del linaje de los cocodrilos. Sin embargo, no faltan autores que interpretan en Chirotherium, los primeros pasos del tipo de marcha que caracterizará al linaje de los dinosaurios.
El artículo (en pdf) se puede consultar pinchando aquí .
29.3.09 0 comentarios

“Los Cetáceos del Mesozoico”

“Entre los séres que en otras épocas vivían en el Occéano ó en sus playas y costas, (…) existe un grupo de animales de los que en vano buscaríamos los análogos en la época actual. (…) Supónese que estos monstruos anfibios llenaban en la época jurásica las funciones actualmente encomendadas a los cetáceos, esto es, de reprimir en el Occéano la excesiva multiplicación de peces y moluscos”. Veamos la curiosa descripción de estos reptiles realizada hace más de un siglo, el 16 de noviembre de 1900, en Mar y Tierra.

Transcripción (textual):
Entre los séres que en otras épocas vivían en el Occéano ó en sus playas y costas, en las embocaduras de los grandes ríos que vertían en él sus aguas, existe un grupo de animales de los que en vano buscaríamos los análogos en la época actual. Los saurios aparecieron por vez primera en el terreno carbonífero, al propio tiempo que los crustáceos chupadores ó xifosuros y los grandes escorpiones que empezaron en aquella época la clase de los insectos. En el período de la caliza conchífera, los saurios alcanzaron dimensiones gigantescas. Viéronse aparecer entonces el Palaosaurus, cuya longitud alcanzaba hasta 25 metros; el Thecodontosauros, del que se conoce tan solo una especie, el T. antiguus, Ril y Stutch, que tienen veintiun dientes en la mandíbula inferior; el Nothosaurus ó Dracosaurus, notable por la longitud de su cuello, compuesto de veinte vértebras al menos.
Los más extraordinarios de estos monstruos anfibios que infestaban los mares y las costas, eran sin duda el Ichtyosaurus y el Plesiosaurus, los cuales, á juzgar por los fósiles que se conservan, son los que menos se parecen á los que conocemos, y que los más dijéranse hechos para sorprender al naturalista por sus combinaciones de estructura, las que sin duda alguna, parecerían increíbles á cualquiera, si no estuviera en su mano poder cerciorarse por sí mismo.
En el primer género, un hocico de delfín, unos dientes de cocodrilo, una cabeza y esternón de lagarto, unas patas de cetáceo, pero en número de cuatro; en fin, unas vértebras de pez. En el segundo, con estas mismas patas de cetáceo, una cabeza de lagarto y un largo cuello parecido al cuerpo de una serpiente: he aquí lo que el Plesiosaurus y el Ichthyosaurus han venido á presentarnos después de haber estado enterrados durante tantos millares de años bajo enormes masas de piedras y mármoles, porque, como es sabido, pertenecen á los antiguos pisos secundarios. No se hallan sino entre esos bancos de piedra marmórea ó de mármol parduzco, cubiertos de piritas y ammonites, ó en la oolita, todos terrenos del mismo órden que la cordillera del Jura. En Inglaterra es en donde sobre todo sus restos aparecen más abundantes; así es que, merced al celo de los naturalistas ingleses, se ha adelantado mucho en el conocimiento de estos séres. Nada se ha ahorrado para recoger muchos de sus fragmentos y reconstruir con ellos el conjunto, mientras el estado de ellos lo ha permitido.
Supónese que estos monstruos anfibios llenaban en la época jurásica las funciones actualmente encomendadas a los cetáceos, esto es, de reprimir en el Occéano la excesiva multiplicación de peces y moluscos. Los ictiosáuros estaban particularmente dotados para esta obra de destrucción: sus ojos eran de un grandor extraordinario; su potencia de visión les permitía á la vez descubrir su presa á las más grandes distancias, y perseguirla durante la noche ó en las oscuras profundidades del mar. Se conservan algunos cráneos de ictiosáurios cuyas cavidades orbitarias alcanzan un diámetro de 35 á 36 centímetros. En la especie mayor, las quijadas, armadas de dientes muy agudos, tienen una abertura de cerca de dos metros. La voracidad de estos animales les exponía muy frecuentemente á perder sus dientes; pero estos dientes, como los de los cocodrilos, no tardaban en ser reemplazados. Su aparato digestivo era proporcionado á la dimensión de su boca: el estómago ocupaba la mayor parte del cuerpo y podía recibir las presas que el ictiosáurio tragaba las más de las veces sin mascarlas. Además, la estructura particular de sus órganos respiratorios permitía que el animal pudiera almacenar una gran cantidad de aire y respirar por mucho tiempo debajo del agua. Sus pies palmeados, parecidos á las vigorosas aletas de la ballena, hacían de él un excelente nadador; pero es probable que, arrojado á la costa, podía apenas arrastrarse por la arena ó por las rocas. La voracidad de estos reptiles no respetaba siquiera su propia especie: se han reconocido algunos huesos de individuos jóvenes entre los restos de toda especie de animales, medio digeridos, que se hallaban en el interior del esqueleto de los grandes adultos.
En cuanto á los plesiosáuros, las pequeñas dimensiones de su cabeza y su cuello delgado y prolongado, suponen en ellos unos apetitos análogos á los de nuestras grandes serpientes, y son, de otra parte, como los ictiosáuros, notables por el volumen relativamente enorme de sus ojos. Las proporciones de su tronco y de su cola, eran á poca diferencia las de los cuadrúpedos ordinarios; pero por la estructura de sus costillas, recuerdan á los camaleones. “Es posible, dice M. E. Margollé, que este raro animal, que no podía, á causa de la longitud de su cuello, moverse rápidamente en medio de las olas, nadara en su superficie ó permaneciera cerca de la playa, en las aguas poco profundas, en donde, oculto entre las algas, podía á la vez acechar su presa y sustraerse de la vista de los ictiosáuros, que eran sus más temibles enemigos.”

Pie de figuras (textual):
- Icthyosaurus chiroligostinus. Ow.
- 1. Plesiosaurus dolichodeirus. 2. Esqueleto de Plesiosauro.
- Plesiosaurus macrocephalus
- Mosasaurus (cabeza)
20.3.09 0 comentarios

Animales antediluvianos: El brontosaurio

“El mundo ha perdido aquella su primitiva grandeza. En cuanto pasamos de aquellas épocas antediluvianas, los animales acortan sus proporciones, y como compensación, el hombre adquiere un mayor refinamiento”. Esta curiosa frase es parte de un reportaje sobre el Brontosaurio, publicado el 17 de mayo de 1930 en Alrededor del Mundo.

Transcripción (textual):

Las revistas científicas de todo el mundo vuelven a ocuparse de los gigantescos reptiles que en las épocas prehistóricas formaban parte de la fauna terrestre.
Hasta ahora, de estos monstruos antediluvianos no se conocían más que esqueletos relativamente pequeños o huesos sueltos, insuficientes para que pudiese tener idea exacta de lo que eran tales animales. El esqueleto del museo de Nueva York es el más grande que hasta ahora se ha encontrado, y, además, pertenece a un género del que aún no se había presentado ningún ejemplar al público, el género de los brontosaurios.
Juzgando por el esqueleto, una vez armado, el brontosaurio difería de todos los animales hoy existentes. Su cola, larga y gruesa, se parecía a la de un lagarto, o más bien a la de un cocodrilo: el cuello era largo y flexible, como el de ciertas tortugas exóticas, en tanto que el cuerpo, más que al de un reptil, se debía asemejar al de un elefante. Su corpulencia excedía a la de este último animal, puesto que medía cuatro metros y medio de altura y cerca de cinco de longitud para el tronco, que sumados a nueve y medio que medía la cola y seis del cuello, dan un largo total de unos veinte metros. Estas dimensiones aunque colosales, no lo son tanto como se creía en principio, antes de que el esqueleto estuviese montado en la debida posición sobre su pedestal. El peso del animal vivo se calcula que no bajaría de 90.000 kilos, o sea el de veinte elefantes, aproximadamente.
Desgraciadamente, a tan magnífico ejemplar le faltaba la cabeza, y ha sido preciso hacerle una imitada, guiándose por otras naturales que se tenían en otros museos. Es una cabeza muy pequeña con relación al cuerpo, pero, sin embargo, mide más de setenta centímetros de longitud.
Supónese que el brontosaurio era un animal acuático, pero no marino. Como en muchos anfibios, las articulaciones de los huesos son rugosas en vez de ser lisas. Al mismo tiempo, la ligereza de dichos huesos, carácter que nunca se encuentra en los animales exclusivamente nadadores, parece indicar que salía del agua con más o menos frecuencia. Lo más probable, por consiguiente, es que, a semejanza de los cocodrilos, viviese en las grandes lagunas o en los ríos de poca corriente. Gracias a su cuello, sumamente prolongado, podría alcanzar las plantas suculentas que crecían en el fondo. Sus dientes, cortos y en forma de cuchara, le permitían arrancar las hojas y los tallos tiernos, pero no le servían para la masticación. Careciendo de molares, evidentemente tragaba su alimento sin mascarlo.
Una de las posiciones favoritas del brontosaurio cuando salía a tierra, debía ser sentado sobre el cuarto trasero. Con este objeto, entre las patas posteriores presenta el esqueleto dos grandes huesos ahorquillados, destinados, sin duda, a soportar el enorme peso del cuerpo. Los naturalistas admiten que, como la mayor parte de los reptiles, éste ponía huevos: el diámetro de los mismos no debía bajar de sesenta centímetros.
El mundo ha perdido aquella su primitiva grandeza. En cuanto pasamos de aquellas épocas antediluvianas, los animales acortan sus proporciones, y como compensación, el hombre adquiere un mayor refinamiento.

5.3.09 0 comentarios

Un reptil de hace millones de años

En las primeras décadas del siglo XX, muchos museos aspiraban a incorporar a sus colecciones grandes osamentas de dinosaurios, que les garantizaran un número elevado de visitantes. Cuanto más extraños fueran esos ejemplares, más repercusión mediática tenía su adquisición. Alrededor del Mundo describió uno de estos ejemplares, el 12 de octubre de 1913, adquirido por el Museo de Historia Natural de Nueva York.

Transcripción (textual):
El Museo de Historia Natural de Nueva York acaba de enriquecerse con el esqueleto fósil de un gigantesco lagarto, de especie enteramente desconocida hasta hora, que vivió hace millones de años en lo que hoy es el Canadá. Juzgando por este esqueleto, el animal á que perteneció medía unos diez metros de largo, y debía ponerse con frecuencia en dos pies, á la manera de los canguros, en cuya posición no bajaría de cinco metros.
Los huesos del cráneo demuestran que debía tener la cabeza adornada con una especie de cresta cutánea, como la de esos lagartos actuales de la América Central llamados basiliscos, los cuales, por supuesto, nada tiene que ver con el terrible basilisco de la fábula.
A pesar de su terrible aspecto, que era sin duda imponente, este reptil se alimentaba sólo de hierba, según se deduce de la conformación de sus dientes, y probablemente era víctima de otros reptiles carniceros, como el Alberto-saurio, que vivía en la misma época y en le mismo país.
25.2.09 0 comentarios

Un animal Caballo-toro: ¿el ictiosaurio?

La prensa española recogió la noticia, el 11 de agosto de 1928, publicada en la prensa americana sobre el descubrimiento del cadáver de lo que parecía ser un ictiosaurio.

Transcripción (textual):
De La Prensa, de San Antonio de Texas:
“Los periódicos de San Salvador refieren que en el puerto de La Unión, unos cazadores encontraron un animal monstruoso, recién muerto. Tenía la mitad del cuerpo fuera del agua y la otra mitad dentro del mar.
Los cazadores dicen que el cuerpo era como de toro, con cabeza como de caballo, con cuatro quijadas, cada una con 17 dientes del grueso del dedo meñique de un hombre. El esqueleto del animal ha sido llevado a la Universidad Nacional para su estudio y clasificación.
Si es verdad que los cazadores encontraron el cadáver del animal cuando aún tenía la carne adherida a los huesos, es indudable que pereció poco antes, probablemente luchando con algún otro monstruo marino.
Esto ha dado lugar a que se crea aquí que se trata de un ictiosaurio y que es posible que monstruos del periodo jurásico vivan aún en las regiones del centro y sur de América”.
20.2.09 2 comentarios

Un animal de hace diez millones de años. Hallazgo notable.

La imagen muestra un ser considerado medio reptil y medio mamífero, tan completo que de él se conservaban hasta las uñas, en parte serpiente, en parte cuadrúpedo, predecesor de los inmensos dinosaurios, que supuso uno de los hallazgos paleontológicos más notables de finales del siglo XIX y principios del XX, según se publicó en Alrededor del Mundo el 19 de septiembre de 1901.

Transcripción (textual):

Hace poco anunciaron los telegramas de prensa que el profesor ruso Amalitzky había descubierto un pariesaurio en las areniscas de las márgenes del Dvina Septentrional, donde venía haciendo exploraciones desde hace cerca de dos años.
Para los profanos no tendría la noticia grande importancia. Para los hombres de ciencia la tiene inmensa, pues se trata del hallazgo paleontológico más notable que se ha hecho en estos últimos años. Hasta ahora no se había logrado encontrar ningún ejemplar completo fósil del pariesaurio, sino sólo fragmentos y un ejemplar en extremo imperfecto desenterrado en Africa Austral. Hay que tener en cuenta que, para la historia de la vida en el mundo que habitamos, el pariesaurio es un sér de extremado interés, porque se cree que era el eslabón que sirvió para unir á los reptiles con los mamíferos.
El Pariesaurio vivía hace diez millones de años. Era en parte serpiente, en parte cuadrúpedo, y fué el predecesor de los inmensos dinosaurios (de los cuales se ocupó Alrededor del Mundo en su número 86), que fueron los dueños y tiranos del mundo en la época geológica siguiente.
Son muy raros los fósiles de los animales que vivieron antes de los dinosaurios. La razón es que en aquellos remotos tiempos no abundaban los animales de gran tamaño. Nuestro planeta sirvió se mansión á peces y á reptiles. Estos empezaron á ser suplantados por aquellos inmensos animales, medio reptiles y medio mamíferos en el periodo triásico. El periodo de transición entre uno y otro tipo zoológico es muy interesante, y los restos fósiles constituyen el único dato que podemos tener para ilustrarnos acerca de cómo cambiaban los tipos de animales y de cuáles eran sus condiciones de vida, y, por lo tanto, las causas por las cuales desaparecieron unos tipos y se desarrollaron otros.
El pariesaurio vivía millones de años antes de que Adán pisara la tierra, millones antes de que apareciera el primer caballo ó el primer tipo de cualquiera de nuestros animales domésticos. Vivió en tiempos inmensamente más remotos que el periodo de los animales gigantescos.
En aquellas edades, el clima del Norte de Rusia, donde ha sido hallado el pariesaurio, era tan cálido como ahora las Antillas. Los reptiles formaban el tipo animal dominante en la tierra. Los ríos estaban poblados de peces de formas extrañas y protegidos por armaduras impenetrables.
El pariesaurio era probablemente carnívoro y se alimentaba sobretodo de moluscos. Era, por su tamaño y por sus fuerzas, así como por sus otras condiciones, uno de los patentados de la tierra; de modo que no tenía que sostener la ruda lucha por la existencia, gracias á la cual pudieron vivir muchos de sus sucesores; por eso sin duda despareció pronto.
El ejemplar descubierto por el profesor Amalitzky es tan completo, que conserva hasta las uñas y la formidable hilera de dientes.
El esqueleto mide tres metros cinco centímetros de largo, tiene la espina dorsal de los vertebrados y las mandíbulas acharneladas de las serpientes. Su altura, puesto de pie, de setenta y seis centímetros. Por la forma de su cuerpo se parece á un dachshund, esos perros largos, casi serpentinos y de patas muy cortas, que desde hace algún tiempo están de moda y que son excelentes para la caza.
No tenía los movimientos de la serpiente, ni los del lagarto. Andaba como un verdadero cuadrúpedo mamífero. Las manos delanteras del fósil son bastante más largas que las traseras, y los huesos son fuertes y de tosca hechura.
La cabeza es aplastada y larga como la de una serpiente. Los dientes son anchos y cortos. Las vértebras se expanden hasta el extremo de una larga cola.
Comparado con los monstruosos dinosaurios que le sucedieron, el pariesaurio era un sér pequeño. Al lado de los lagartos (sus parientes de hoy) era un gigante.
Como casi todos los fósiles, éste se encuentra mineralizado en parte. Al descomponerse lentamente la materia animal deja masas porosas, que se llenan en parte con depósitos sólidos del suelo, de las rocas y del agua que la rodean.
Las penalidades que han pasado el joven profesor ruso y sus compañeros para hallar estos restos, son indecibles, porque en la región donde han operado son frecuentes las tormentas árticas, las cuales la hacen casi inaccesible. Durante meses y meses, el profesor y sus compañeros tenían que limpiar de nieve el terreno para poder trabajar en la arenisca, rica en restos fósiles.
14.2.09 0 comentarios

Un animal aterrador: el plesiosaurio

Un monstruo capaz de lanzar su terrorífica cabeza contra sus víctimas, como si de un arpón se tratara, pudiendo también enlazarlas con su largo y vigoroso cuello para ahogarlas y con la facultad de poder cambiar de color, pasando de esta manera desapercibido o asustando a sus desgraciadas presas, no es ciencia ficción sino la visión que se tenía del plesiosaurio a mediados del siglo XIX, como vemos en este artículo de “Museo de las familias” del 25 de octubre de 1851.

Transcripción (Textual):

El animal, de cuya figura presentamos un ejemplo en el adjunto grabado, es el plesiosaurio de cuello largo, y uno de los mas pequeños de su raza, y el que no tiene menos de veinte y cinco á treinta pies de longitud. Tiene semejanza con los cetáceos por lo que respecta á sus patas, que son parecidas á las del delfin, y con las serpientes respecto á su cuello largo compuesto de treinta y cinco vértebras, de lo cual no se conoce ejemplo entre los animales de su especie.
Este animal habita en el mar y nada con tanta destreza como gracia. Rara vez sale del seno de las aguas para arrastrarse pesadamente por la arena, pero su respiración aérea le obliga á no alejarse de las riberas, y merced á su prodigioso cuello, puede salir del agua buscar los moluscos y demas animales de que se alimenta, hasta entre el ramage de los árboles acuáticos, cuyas hojas besan la superficie del agua.
Puede imaginarse sumergiendo su cabeza á una larga profundidad en las ondas, apoderarse de los peces á su tránsito, ó recoger los mariscos y los crustáceos que se situan sobre las playas.
Su cuerpo está cubierto de una coraza escamosa, y lo que hay en el particular de mas estraño es, que semejante al camaleon y á los anolis, puede á su voluntad cambiar de color, según las pasiones de que se vé dominado; por lo menos esta es la opinión que tiene el célebre Cuvier acerca de estos animales.
La estraña estructura de este mónstruo debe hacerse temible para sus enemigos; con su largo cuello los enlaza como un cable, y luego que por este medio los ha privado de la facultad de moverse, y por consecuencia de defenderse; puede á su antojo despedazarlos con sus dientes ó tenerlos sumergidos hasta lograr ahogarlos.
Sin duda los terodactilos, de los cuales hablaremos en ocasión oportuna, no pueden librarse de este terrible contrario á pesar de su ligereza, pues cuando pasan á su alcance, les lanza su horrible cabeza como una especie de arpon unido á la punta de una cuerda.
Si se juzga de la rapidez de esta accion por la que emplea la víbora, el mas lento de todos los reptiles para ejecutar este movimiento, por medio del cual se apodera de su presa, se puede comprara esta rapidez á la de una flecha que sale del arco y que ha sido lanzada por un brazo vigoroso.
9.2.09 0 comentarios

El dragón del siglo XIX

A mediados del siglo XIX, los pterosaurios eran considerados como los auténticos dragones conocidos ya en la mitología clásica, seres con garras del león, cuerpo de cocodrilo, cola de lagarto, alas de murciélago, cabeza de pájaro y cuello de serpiente. Merece la pena ver cómo se describían y los hábitos de vida interpretados para estos animales el 25 de Junio de 1850 en “Museo de las familias”

Trascripción (textual):
Los antiguos poetas han dado tortura á la imaginacion para crear un animal espantoso, capaz de inspirar terror a los mas intrépidos. Le han dado las garras del leon, un cuerpo de cocodrilo, una cola de lagarto, alas de murciélago, una cabeza de pájaro, un cuello de serpiente y le han llamado dragon volante. De esto resulta que las imaginaciones frias se han burlado de él, y las naciones supersticiosas han hecho del dragón una especie de divinidad fantástica, ó al menos un ser misterioso unido á su teosofia. Tales son aun los chinos, los persas, y otras poblaciones de la India.
Pero lo que hay de singular en esto, es que se ha descubierto hace poco tiempo, y en varios parages, esqueletos mas ó menos enteros de estos pretendidos dragones fantásticos, y de los cuales se cuentan hoy siete especies conocidas. Se le ha dado el nombre de terodáctilo, en griego, doig-aile, porque en efecto los miembros de sus largas alas estaban unidos á uno de sus dedos prodigiosamente largos.
Presentamos como muestra el terodáctilo de pico corto (pterodactylus brevirostris) el menos extraño de todos; pero aquel cuyo esqueleto mejor conservado permite mas fácilmente restituirlo á sus proporciones exactas. Este era un monstruo en miniatura, puesto que su grandor no sobrepujaba al de un mirlo.
Pero no sucedia en el grantendactilo (pterodactylus grandis), que tenia quince pies de diámetro: su hocico se prolongaba en un pico casi tan largo como su cuerpo, y armado de dientes puntiagudos y numerosos; sus ojos eran grandes, su cabeza parecida á la de un pájaro, y como ellos tenia las narices taladradas cerca de los ojos, al paso que en los otros reptiles están colocadas en la punta del hocico. Su cuello era igualmente mas largo que su cuerpo y parecido al tronco de una serpiente, de manera, que cuando volaba, se veia obligado para sostener su cabeza á replegarla sobre su lomo. Su cuerpo escamoso, asi como su cola corta, se asemejaba al de los lagartos; pero sus gruesos músculos pectorales estiraban mucho su pecho como sucede á las aves y á los murciélagos. Sus vigorosos brazos terminaban por un dedo prodigiosamente largo y llevando la membrana del ala; otros tres dedos de proporciones extraordinarias se veian armados de gruesas uñas, que servian al animal para suspenderse en las ramas de los árboles. Sus pies traseros eran menos gruesos, pero igualmente largos, terminando en una pata de lagarto, cuyos dedos eran mas cortos y armados de uñas menos grandes y menos agudas.
Resultaba de esta estraña conformacion que el animal debia tener un gran poder de vuelo y hendir los aires con mucha facilidad; pero sobre la tierra no podia ya obrar con la misma libertad de movimiento; se veia entonces obligado á arrastrarse pesadamente embarazado por las membranas de sus alas, ó á sostenerse en una posición vertical, puesto sobre su cola que le servia de apoyo para marchar saltando. Sin duda daba caza á los insectos, ó á otros reptiles menos fuertes que él y tal vez á las aves acuáticas.
No hay precision de hacer observar el paso sorprendente de los reptiles á los mamíferos volantes (murciélagos, galcopitecos), por los terodáctilos. Aquí el eslabon intermedio está de tal manera pronunciado, que muchos anatómicos han considerado estos mónstruos como murciélagos, hasta que Cuvier ha probado que pertenecían mas particularmente á la especie de los lagartos.