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16 junio 2010

Contra la impunidad

"Artistas y familiares de víctimas del franquismo han presentado esta mañana un vídeo, realizado por la cineasta Azucena Rodríguez, en el que 15 escritores, actores y músicos ponen rostros y voz a otros tantos asesinados durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Ninguno de los artistas que participan en el vídeo ha cobrado por ello (...) "Ha sido necesario un vídeo así porque las historias de estas personas no están en los libros de texto, no se escuchan, no se sabe lo que han sufrido", ha denunciado Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, quien ha confiado en que el documental sirva, no solo para "avergonzar" a "los jueces que han perseguido a un juez por intentar investigar unos crímenes reales", sino para que "hagan algo".

Noticia en El País (16/06/2010): "No tuve juicio, ni abogado, ni sentencia, mi familia me sigue buscando"

En los comentarios de YouTube, bajo el mencionado vídeo, se mezclan críticas a la gestión económica del Gobierno con irónicos testimonios de familiares que fueron asesinados por parte de los republicanos... A éstos últimos cabe recordarles que la izquierda ya reconoció sus acciones violentas y asesinatos, y se sintió avergonzada y muy decepcionada por ello. Estas muestras de arrepentimiento no se dieron por parte de la derecha española. La ley de Amnistía vino bien para silenciar los rencores y disipar responsabilidades, pero los abusos de poder tan sólo han sido reconocidos por una parte. La población afectada tiene una herida que se traspasa de generación en generación hasta que ésta pueda tener su espacio de reconocimiento y duelo. El reconocimiento estatal, público y cultural del dolor de esas personas es necesario para curar el pasado, que no puede escindirse tan fácilmente del presente. Si bien la prioridad económica de España es salir de esta crisis, no puede ser incompatible con condonación de la deuda histórica -ética- del estado español para con la ciudadanía que pide el reconocimiento y duelo necesario para aliviar su sufrimiento.

El vídeo:


19 noviembre 2009

¿Qué habría contado ella?


Pensando de nuevo sobre la entrada que hacía referencia a la historieta "Las cosas pequeñas" (1) de David Rubín, me pregunto si el autor consideró la posibilidad de entrevistar a su abuela e incluir su testimonio además del de su abuelo -que combatió en la guerra civil-. El hecho de que sólo aparezca el relato de su abuelo arrastra la presunción de que la guerra civil fue una experiencia protagonizada por hombres-soldado y que lo que puedan decir las mujeres sobre ella es de poco o ningún interés. ¿Entrevistó a su abuela ?  ¿Qué habría contado ella? Y en el caso de que faltaran en su relato  los disparos, las bombas y las trincheras... ¿No es de interés saber cómo vivió ella -indirectamente- las balas y las bombas en forma de espera de su marido e hijos, (si tuvo y fueron al frente)  si sufrió la escasez de alimentos, o si vivió el duelo por la muerte de sus seres cercanos?


REFERENCIAS:
AA.VV (2006): Nuestra guerra civil, Ariadna editorial.

12 noviembre 2009

Fracturas de la memoria: arte y pensamiento crítico

 
Me parece de gran interés este fragmento escrito por la crítica y ensayista chilena Nelly Richard en su libro publicado en 2007 "Fracturas de la memoria: arte y pensamiento crítico", Buenos Aires, editorial siglo XXI:


“¿Cómo manifestar el valor de la experiencia, de la materia vivida de lo singular, de lo contingente de lo testimoniable si las líneas de fuerza del consenso y del mercado estandarizaron las subjetividades y tecnologizaron los hablas, volviendo monocorde su expresión para que le cueste cada vez más a lo irreductiblemente singular del acontecimiento personal dislocar la uniformidad pasiva de la serie? ¿Dónde grabar lo más tembloroso del recuerdo si ya casi no quedan superficies de reinscripción sensible de la memoria donde trasladar ese recuerdo para salvarlo de la rudeza, de la mezquindad y de la indolencia de la comunicación ordinaria?”

"Hablar de superficies de inscripción sensible a la memoria es hablar de una escena de producción de lenguajes, de los medios expresivos para restaurar la facultad de pronunciar el sentido, poniendo el horror a distancia gracias a una mediación conceptual o figurativa capaz de desbrutalizar en algo la vivencia inmediata de los hechos. Sólo una escena de producción de lenguajes permite quebrar el silencio traumático de la no palabra cómplice del olvido y, además, salvarse de la repetición maníaco obsesiva del recuerdo, dotando a la memoria de los instrumentos reflexivos del desciframiento y de la interpretación para modificar la textura vivencial y la consistencia psíquica del drama. Imágenes y palabras, formas y conceptos, ayudan a trasladar la resignificación de la experiencia a planos de legibilidad donde la materia de lo vivido se hará parte de una comprensión de los hechos capaz de desnegrecer los nudos de la violencia que antes figuraban sin rostro ni expresión".

"Pero ¿a qué lengua recurrir para que el reclamo del pasado sea moralmente atendido como parte -interpeladora- de una narrativa social vigente, si casi todos los idiomas han ido reciclando sus léxicos en pasiva conformidad con el tono insensible -desafectivizado- de los medios de masas, y si estos medios de masas sólo administran la "pobreza de la experiencia" (Benjamin) de una actualidad tecnológica que no siente ni piedad ni compasión por la fragilidad y la precariedad de los restos de la memoria herida?"


(Richard, 2007: 147)

13 septiembre 2009

Las cosas pequeñas




(Viñetas de la historieta Las cosas pequeñas, escrito y dibujado por David Rubín, en el libro Nuestra Guerra Civil, Ariadna Editorial, 2006, p 56)

Las cosas pequeñas, una historieta de David Rubín, nos emociona sin recurrir al dramatismo porque, en el caso de su abuelo -a quien decide entrevistar sobre sus recuerdos durante la guerra civil-, las escenas que quedaron grabadas en la memoria son eróticas, tiernas, duras, fotogramas de un film de supervivencia formado por anécdotas de gran calidad humana pero sin pesadumbre, fluidas, con la ligereza que permite el paso del tiempo y el amor a la vida. Estos “pequeños” flashes que quedan almacenados en algún lugar del cerebro, en cada célula del cuerpo, me hacen pensar en la caprichosa naturaleza selectiva de nuestra memoria. Caprichosa, porque suelen quedarnos grabadas imágenes ligadas a los afectos cuya importancia, a simple vista, puede resultar mínima dado su carácter subjetivo, menospreciado ante la relevancia que otorga la Historia a los ‘hechos objetivos’. Sin embargo, este carácter caprichoso de la memoria me parece rico y fértil en cuanto a lo que puede revelar sobre lo significativo en el ser humano. Pienso en el escritor Marcel Proust y en la larga serie de libros que forman “En busca del tiempo perdido”. Su admirable capacidad para analizar al detalle el origen de las imágenes que permanecen en su memoria -cuestión que le lleva a ofrecernos numerosas escenas anecdóticas que describen los modos de pensar, actuar y relacionarse de una época- nos ofrece descripciones de escenas domésticas que, indirectamente, están involucradas en la escena principal que él, después de numerosos rodeos, nos presenta como núcleo central de la imagen memorística de sus afectos. Traigo aquí a Proust porque me hace valorar cuánto pueden dar de sí las anécdotas a pesar de la superficialidad y la ligereza que solemos atribuirle, igual que en esta historieta, donde las anécdotas están cargadas de mucho cariño y gran calidez afectiva:

“En lo que duró su relato, no dejaba de sorprenderme el modo en como mi abuelo abordaba los acontecimientos y anécdotas que me estaba regalando, no recordaba fechas pero sí lugares, nombres y apellidos a la perfección. No me habló ni de una sola hazaña bélica, ni de muerte, ni de miseria o miedo. De cierto tuvo que lidiar con ellas pero era como si consiguiera apartarlas, hablando tan sólo de anécdotas humanas, de amistades, de aventuras, de la gente ajena a la guerra con la que se fue topando en sus casi seis años de servicio militar. Como quien recuerda su época de estudiante, sus correrías de juventud, así habla mi abuelo de la guerra, así relata un hombre al que poco le importan los bandos o los porqués de una guerra, que se vio obligado a combatir sin ni si quiera saber el sentido del combate. Un hombre que incluso bajo el fuego de un país enfrentado no dejó que ideologías o mandos cambiaran su forma de ser y sentir, sus ganas de ayudar a los demás, su amor por cultivar terrenos de frutos y flores, por darle importancia a las cosas pequeñas y hermosas que conforman una vida


David Rubín, en la historieta Las cosas pequeñas, de la obra colectiva Nuestra Guerra Civil, Ariadna Editorial, 2006, p 59.


 

07 agosto 2009

¿ES MEJOR NO HABLAR?


(Viñeta de la historieta Historias rotas, escrita por Pepe Gálvez y dibujada por José María Beroy, en el libro Nuestra Guerra Civil, 2005, Ariadna editorial, p. 19)

Con la luz y el aroma del café de la mañana, una fotografía de aquel tiempo es la ventana que abre el recuerdo del pasado de una anciana que parece conversar con sus hijos sobre sus memorias. Su rostro refleja dolor, tristeza, pesadumbre…

El comienzo de la historieta de Pepe Gálvez dibujada por José María Beroy en el libro Nuestra Guerra Civil me recuerda a las conversaciones con mi abuelo sobre su infancia y juventud. Él solía quedarse unos segundos callado y, mientras alzaba el brazo y se tocaba la nuca, solía decir “es mejor no hablar, fueron sólo penurias”. Sin embargo, aquello que nos impiden conocer llama con fuerza nuestra curiosidad y nos preguntamos sobre el valor de esos episodios pasados aún sabiendo que nos pueden resultar dolorosos, desagradables, vergonzosos, o difíciles de aceptar y comprender.

¿Por qué crees que puede ser importante conocer las experiencias dolorosas de nuestros antepasados ?