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20/2/19

Vámonos a Moonfleet


Para Dani.



¿Dónde vamos a celebrar el cumpleaños de nuestro hijo sino en compañía de ese niño cineasta llamado John Mohune, ese chaval que trama un guión a partir del mandato de su madre y dirige a Jeremy Fox para transfigurarlo en el personaje que su historia requiere? ¿Cómo, sino viendo otra vez Moonfleet y gloriándonos con el cine de Fritz Lang?


Hará cosa de un año encontré un texto de Adrian Martin donde evocaba una función de cine muy especial en París. Fue en 2002, pero no recuerda en qué cine. Era la primera vez que veía Moonfleet proyectada en 35 mm. La edad de los espectadores oscilaba entre los 8 y los 80, y aun más allá, dice.


Cuando se encendieron las luces -lentamente- tras la proyección, todos los espectadores -incluido él- estaban llorando. Quizá no podía acabar la función de otra manera después del silencio reverencial con que habían cobijado la película. (Incontables los pliegues del abanico de emociones que se conjugaban en lágrimas tan unánimes.)


En la calle, delante del cine, costaba lo suyo regresar a la realidad. Entonces se fijó en un viejo de pelo blanco, que vestía todo de negro, muy elegante, y que trataba de secarse las lágrimas con un gran pañuelo blanco. Era Jacques Rozier, el director de la maravillosa Adieu Philippine. Un gran final para un cinéfilo: ver Moonfleet y, al terminar, encontrarte llorando en compañía de un cineasta admirado.


Pero aún más conmovedor: imaginar esa comunidad de espectadores de 8 a 80 años -y más allá-, como si la película de Lang cifrara la promesa del encuentro entre generaciones, la cita secreta de los hijos del cine.

31/8/13

Adiós agosto


Casi nadie se acuerda ya de Adieu Philippine, de Jacques Rozier. En su día representó un -por no decir el- emblema de la nouvelle vague. Bastarían dos o tres escenas para justificar la película entera.


Si tuviera que elegir los mejores bailes de aquellos años, me quedaría con el de Anna Karina/Nana alrededor de la mesa de billar en Vivre sa vie (no, no olvido el madison en Bande à part ni el de la isla en Pierrot le fou) y el de Yvelinne Céry/Liliane con la cámara, con cada uno de nosotros, una noche de verano en Adieu Philippine.


Vivre sa vie y Adieu Philippine se estrenaron en 1962. Como acaba agosto, y se va yendo el verano, os dejo con unos cuantos fragmentos de la película de Rozier, una sonata de estío. Podéis saltar hasta el 1' 40" donde encontraréis otra escena (de baile) encantadora con Stefania Sabatini/Juliette, y en el 3' 26" sacamos a bailar a Yveline Céry. Y sabemos de primera mano qué es el cine. La captura de lo efímero. El tiempo perdido. Y melancolía. Veinticuatro veces por segundo.