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25/4/20

25 de abril


A eso de las 6 de la mañana del 25 de abril de 1974 la columna de Salgueiro Maia pasaba por delante del cine Edén de Lisboa. No sé si el capitán del MFA o alguno de sus soldados le puso los ojos encima a los enormes carteles de la fachada que pregonaban el estreno de Conseje para todo, de Cantinflas.

Tropas del MFA en la plaza de Restauradores de Lisboa 
el 25 de abril de 1974; arriba y a la izquierda el cine Edén. 
(Fotografía de  Claudino Costa Madeira.)

La columna se dirigía a tomar posiciones en el Terreiro do Paço como rezaba el plan de operaciones diseñado por Otelo Saraiva de Carvalho que, como todo el mundo sabe, se detonaba con Grândola, Vila Morena, de Zeca Afonso, en Radio Renascença cinco horas y cuarenta minutos antes: Grândola, vila morena / Terra da fraternidade / O povo é quem mais ordena...


Manifestación espontánea de apoyo al MFA 
en el barrio del Rossio el 25 de abril de 1974
(Fotografía de Horácio Novais.)

La confraternización con los militares aquel 25 de abril no se limitó a los claveles. Un matrimonio se asoma al balcón y ve a tres soldados apostados en la acera en una transversal de Rua Sampaio Pina. La mujer los llama: Subid, 1º izquierda, la sopa está calentita. Un soldado: Muchas gracias, señora, iremos de de uno en uno, estamos de servicio.

A poesia está na rúa,
pintura de Vieira da Silva.

Claveles, sopita y el pueblo en la calle, que ese día hasta se olvidó de ir a trabajar. Creo que ya os recomendé el año pasado el libro de Raquel Varela, História do Povo na Revolução Portuguesa - 1974-75 (efectivamente, lo hice), 500 valiosas páginas que esculpen una derrota (la derrota más nuestra) pero alumbran memoria viva de esperanza y resistencia.

Un soldado de abril.

Porque las palabras y la música de Liberdade, la canción de Sérgio Godinho (en el álbum À Queima Roupa publicado en 1974), suenan ahora mismo tan necesarias como hace cuarenta y seis años:
Viemos com o peso do passado e da semente
Esperar tantos anos torna tudo mais urgente
e a sede de uma espera só se estanca na torrente
e a sede de uma espera só se estanca na torrente
Vivemos tantos anos a falar pela calada
Só se pode querer tudo quando não se teve nada
Só quer a vida cheia quem teve a vida parada
Só quer a vida cheia quem teve a vida parada
Só há liberdade a sério quando houver
A paz, o pão, habitação, saúde, educação,
Só há liberdade a sério quando houver
Liberdade de mudar e decidir
quando pertencer ao povo o que o povo produzir
quando pertencer ao povo o que o povo produzir.

25/4/16

25 de abril


Pasaban casi veinte minutos de la medianoche cuando el locutor de Radio Renascença, Leite de Vasconcelos, recitaba la primera estrofa de Grândola, vila morena:
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade 
Luego pinchó la canción. Los pasos de los caminantes y la voz de Zeca Afonso... Era la señal que esperaba el Movimiento de la Fuerzas Armadas para iniciar la Orden de Operaciones diseñada por el mayor Otelo Saraiva de Carvalho, quien las coordinará desde el puesto de mando en el cuartel de Pontinhas, en Lisboa. Había comenzado el 25 de abril de 1974. Una hora después el capitán Salgueiro Maia manda formar a la tropa de la Escuela Práctica de Caballería de Santarém y se dirige a los soldados con estas palabras:
Meus senhores, como todos sabem, há diversas modalidades de Estado. Os estados sociais, os corporativos e o estado a que chegámos. Ora, nesta noite solene, vamos acabar com o estado a que chegámos! De maneira que, quem quiser vir comigo, vamos para Lisboa e acabamos com isto. Quem for voluntário, sai e forma. Quem não quiser sair, fica aqui!
Todos quieren integrarse en la columna de blindados que va a marchar sobre Lisboa y ocupar el Terreiro do Paço. (El problema va a ser seleccionarlos, porque no pueden dejar desguarnecido el acuartelamiento.) Unas horas más tarde, Alfredo Cunha fotografía al capitán Salgueiro Maia en el Largo do Carmo, una de las imágenes emblemáticas de aquella jornada memorable.


En cuanto escucha el disparo de la cámara, Salgueiro Maia le pregunta al fotógrafo, ¿Ya está? El capitán de abril tiene cosas que hacer, exigirle la rendición a Marcelo Caetano, sin ir más lejos.


De todas las canciones que cantaron aquel 25 de abril siento especial debilidad por la de Lluís Llach, Abril 74. ¿Cuántas veces la escucharíamos, desde que salió Viatje a Itaca -en 1975-, que la incluía?
Companys, si sabeu on dorm la lluna blanca,
digueu-li que la vull
però no puc anar a estimar-la,
que encara hi ha combat. 
Companys, si coneixeu el cau de la sirena,
allà enmig de la mar,
jo l’aniria a veure,
però encara hi ha combat.
I si un trist atzar m’atura i caic a terra,
porteu tots els meus cants
i un ram de flors vermelles
a qui tant he estimat,
si guanyem el combat.
Companys, si enyoreu les primaveres lliures,
amb vosaltres vull anar,
que per poder-les viure
jo me n’he fet soldat.
I si un trist atzar m’atura i caic a terra,
porteu tots els meus cants
i un ram de flors vermelles
a qui tant he estimat,
quan guanyem el combat.
(Compañeros, si sabéis donde duerme la luna blanca, / decidle que la quiero / pero que no puedo acercarme a amarla, / porque aún hay combate. //  Compañeros, si conocéis la guarida de la sirena, / allá en medio del mar, / yo me acercaria a verla, / pero aún hay combate. //  Y si un triste azar me detiene y caigo en tierra, /  llevad todos mis cantos / y un ramo de flores rojas /  a quien tanto he amado, / si ganamos el combate. // Compañeros, si buscáis las primaveras libres, /  con vosotros quiero ir / que para poder vivirlas / me hice soldado. // Y si un triste azar me detiene y caigo en tierra // llevad todos mis cantos / y un ramo de flores rojas / a quien tanto he amado.)

Ahora me gusta mucho esta versión en la voz de Silvia Pérez Cruz.


...encara hi ha combat

25/4/15

25 de abril


A este hijo de aquella madrugada aun le hace más falta hoy Grândola, vila morena. Terra da fraternidade.


El fervor de abril avivó la fiebre del cine. De ver y dar a ver cine. Esta fotografía de Rui Troncoso cuenta (también) esa historia. Se tomó el 1 de mayo de 1974 en Lisboa. Fue la primera gran manifestación tras el 25 de abril. 


Al día siguiente, en la sala grande del cine Império (el nombre tiene su aquel: esos días fueron el principio del fin del imperio portugués) se estrenó El acorazado Potemkin de Eisenstein (esa grafía errónea del cartel en la fachada denota el apremio de la cita con un filme-emblema), y en la sala pequeña, El rito de Bergman. 


Aquel fervor avivó también la urgencia de todo un cine de abril por hacer. Para filmar la revolución. Os dejo un (posible) programa de cine a propósito del  25 de abril de 1974, y después:

As Armas e o Povo (1975), del Colectivo de Trabajadores de Actividades Cinematográficas.
Rodado entre el 25 de abril y el 1 de mayo de 1974.  Entre los cineastas que participaron figuran José Fonseca e Costa, António-Pedro Vasconcelos, Manuel Costa e Silva o Glauber Rocha, y el director de fotografía Acácio de Almeida,  78'.

A la izda., Glauber Rocha interactuando con la gente 
en As Armas e o Povo.

Torre Bela (1975), de Thomas Harlan. 105' (en dvd se distribuyó una versión de 82').
Un filme -con fotografía de Russell Parker- que documenta la ocupación de tierras en la heredad de Torre Bela por los campesinos de Manique en el Ribatejo portugués, durante el verano caliente de 1975. Dedicado a Otelo Saraiva de Carvalho. Serge Daney habló de la etnografía militante de Thomas Harlan:
Rara vez se habrá visto mejor el hacer y deshacer de una colectividad singular, hecha en sí misma de singularidades, capturada en el curso de un proceso político [o processo revolucionário em curso, el PREC, como se le denominó entonces], en que esa colectividad deviene la verdad ciega y el horizonte de la utopía.

Cenas da luta de classes em Portugal (1977), de Robert Kramer y Philip Spinelli. 96'.
Un documental -cine militante- que pone el foco en las luchas populares que acompañaron el proceso revolucionario -el PREC- posterior al 25 de abril y hasta las elecciones de 1976. (Se le quiere mucho a Robert Kramer en esta escuela.)


Que farei eu com esta espada? (1975), de João César Monteiro. 66'.
Un documental de creación -con fotografía de Acácio de Almeida- en torno al uso de los puertos portugueses por los navíos de la OTAN, que la película asocia a la peste que llega en el barco que trae a Nosferatu, en el filme de Murnau. Cine, pues, declaradamente militante anti-OTAN y anti-capitalista.


Tras-os-Montes (1976), de António Reis e Margarida Cordeiro. 111'.
Una de las más bellas banderas del Novo Cinema portugués después de abril, pero sobre todo es uno de los grandes filmes portugueses -o sea, europeos- de los últimos 50 años, con fotografía de Acácio de Almeida. ¿Documental? ¿Ficción? ¿Docuficción? ¿Ficción etnográfica? CINE, así, con mayúsculas. La obra de un poeta. Jean Rouch escribió:
Nunca, hasta donde yo sé, un realizador se había empeñado tanto, con tal obstinación, en la expresión cinematográfica de una región: quiero decir, la difícil comunión entre hombres, paisajes y estaciones. Sólo un poeta insensato podría mostrar un objeto tan inquietante. A pesar de la barrera de un lenguaje áspero como el granito de las montañas [Jean Rouch había visto una copia en versión original, sin subtítulos en francés], aparecen, de repente, en la curva de un camino nuevo, los fantasmas de un mito sin duda esencial, ya que lo reconocemos aun antes de conocerlo. 
Un travelling en bici durante el rodaje de Tras-os-Montes.

Bom Povo Portugués (1980), de Rui Simões. 132'.
Un documental que traza el proceso revolucionario -el PREC- vivido en Portugal entre el 25 de abril de 1974 y el 25 de noviembre de 1975, realizado por quienes se comprometieron en las luchas de aquellos días (entre ellos -no podía faltar-, Acácio de Almeida). Quizá represente también una elegía de aquella revolución, el lamento por la derrota de un sueño.


Gestos e Fragmentos (1982), de Alberto Seixas Santos. 90'
Un ensayo sobre los militares y el poder, como reza el subtítulo, con las presencias de Otelo Saraiva de Carvalho y Eduardo Lourenço, y un periodista encarnado por Robert Kramer que intenta explicar(se) la deriva del proceso revolucionario que despertó el 25 de abril. La película destila la dolorosa experiencia de la derrota de la revolución bajo la forma de un duelo, o mejor, como amparo del duelo que cada uno pueda proyectar de aquella experiencia cardinal.


Sí, todas esas imágenes se ofrecen como flores raras en un paisaje devastado. Pareciera que sólo una canción conserva aún una memoria insomne. Una memoria en vela. Jurei ter por companheira / Grândola, a tua vontade.

25/4/14

25 de abril


Suena Grândola, vila morena en casa.


Terra da fraternidade.


Zeca Afonso nos cantó también Fihlos da madrugada. Hijo de aquella madrugada de hace cuarenta años, el rojo que aún alienta en uno.

(Esta fotografía de Peter Denton, 
aquel 25 de abril de 1974 en Lisboa, 
le hubiera encantado a Eisenstein.)

25 de abril, sempre.

25/4/13

25 de abril


Hay canciones que hacen latir más fuerte el corazón. Que nos cantan y nos cuentan. Que llueven memoria. Y melancolía. Grândola, vila morena. La canción que nos adoptó: hijos de la madrugada de aquel 25 de abril de 1974.


Había germinado diez años antes -casi día por día-, cuando Zeca Afonso dio un concierto en la Sociedade Musical Fraternidade Operária Grandolense el domingo 17 de mayo de 1964. Zeca Afonso figuraba en el programa de aquel espectáculo de fino gusto musical, como un innovador, con bellas y extrañas baladas. Al cantor le impresionó vivamente el guitarrista Carlos Paredes, que le precedió en el escenario, pero lo que le tocó el corazón fue aquella gente que formaba la Fraternidade Operária. A los pocos días les envió a aquellos amigos un poema en homenaje. Grândola, vila morena. Aún no era una canción pero ya los cantaba.

Entre los días 11 de octubre y 4 de noviembre de 1971, Zeca Afonso se reuníó con seis músicos bajo la dirección de José Mário Branco en el Strawberry Studio (instalado en el castillo de Hérouville cerca de París) para grabar uno de los discos imprescindibles de nuestro tiempo y una de las obras mayores de la música portuguesa: Cantigas do maio. El quinto tema del disco era Grândola, vila morena, una canción que, desde 1964 había perdido alguna estrofa pero había encontrado alguna otra con líneas memorables:   À sombra d’uma azinheira / Que já não sabia a idade / Jurei ter por companheira / Grândola a tua vontade.

Zeca Afonso en tiempos de Cantigas do maio

Por lo visto fue José Mário Branco quien sugirió que la canción se interpretase a la manera de los coros alentejanos, repitiendo los versos de cada estrofa en orden inverso. Y por única compañía de las voces los pasos de unos caminantes (los seis músicos,  con Zeca Afonso y José Mário Branco, armados con sus micrófonos respectivos) por el sabre del paseo que rodeaba el castillo, en los que resonaban la fraternidad operária de los caminos del Alentejo, una madrugada de aquel octubre. Cantigas do maio se publicó en diciembre de 1971. Zeca Afonso cantó Grândola, vila morena en directo por primera vez durante una gira por Galicia unos meses después, el 10 de mayo de 1972, en Compostela. Cuentan que nunca olvidó aquel concierto.

Y llegó la noche del 29 de marzo de 1974, en el Coliseo de Lisboa, cuando Zeca Afonso, en compañía de Fausto, Vitorino y cuantos habían participado en el 1º Encontro da Cançao Portuguesa, cierran el concierto cantando abrazados en el escenario Grândola, vila morena (sorprendentemente había pasado el control de la policía política) y acompañados por el público que había convertido la canción en su himno. Entre los asistentes al concierto se encontraban algunos militares conjurados del MFA que eligieron la canción como la consigna de la madrugada insurgente que se avecinada. El resto es historia.


Pasaban veinte minutos de la medianoche del 25 de abril de hace treinta y nueve años, y Leite de Vasconcelos, en el programa Límite de Radio Renassença, puso en antena Grândola, vila morena.  Había comenzado quizá la última aurora de un siglo con tanta querencia por la noche de los tiempos.


Hace unas semanas el Tribunal Constitucional de Portugal paralizó los presupuestos del gobierno: eran injustos, atentaban contra la igualdad porque se recortaba en sanidad y educación para seguir financiando a los bancos. Cuando me enteré, no pude sino interpretar semejante lógica inapelable como una reminiscencia de abril. Vuelven a cantar Grândola, vila morena por las calles de Lisboa, en las ciudades de Portugal, quizá para resistir en la última barricada, si no de la esperanza, al menos de la razón.

Zeca Afonso (en el centro) 
en uno de sus últimos conciertos, 
el 5 de junio de 1982, en Guimarães.

Zeca Afonso -murió el 23 de febrero de 1987- no quiso ser enterrado con la bandera portuguesa. Sólo quiso por compañera una bandera roja, la de los trabajadores del mundo. (Porque aún había clases. Aún hay clases.) Un último canto de fraternidade operária.

25/4/11

25 de abril de 1974

Desde aquel 25 de abril de 1974, Vasco Lourenço, Dinis de Almeida, Vítor Alves, Salgueiro Maia, Melo Antunes, Otelo Saraiva de Carvalho... y tantos soldados portugueses del Movimento das Forças Armadas (MFA) merecen ser recordados como libertadores. Aquellos soldados se conjuraron en torno a Grândola, vila morena y convirtieron la canción de Zeca Afonso en el más hermoso de los himnos de combate, y a cuantos nos conmueve escucharla en filhos da madrugada. Hijos de la madrugada de aquel 25 de abril de 1974. La más bella de las madrugadas.




Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade

Dentro de ti, ó cidade
O povo é quem mais ordena
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena

Em cada esquina um amigo
Em cada rosto igualdade
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade

Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Em cada rosto igualdade
O povo é quem mais ordena

À sombra d’uma azinheira
Que já não sabia a idade
Jurei ter por companheira
Grândola a tua vontade

Grândola a tua vontade
Jurei ter por companheira
À sombra duma azinheira
Que já não sabia a idade








Salgueiro Maia


25/4/10

25 de abril del 74 (y de siempre)








Aquel 25 de abril del 74, con los acordes de una canción en la voz de Zeca Afonso, Lisboa amaneció convertida en la capital del mundo para los hijos de la madrugada:






Somos filhos da madrugada
Pelas praias do mar nos vamos
À procura de quem nos traga
Verde oliva de flor nos ramos
Navegamos de vaga em vaga
Não soubemos de dor nem mágoa
Pelas praia do mar nos vamos
À procura da manhã clara

Lá do cimo de uma montanha
Acendemos uma fogueira
Para não se apagar a chama
Que dá vida na noite inteira
Mensageira pomba chamada
Mensageira da madrugada
Quando a noite vier que venha
Lá do cimo de uma montanha

Onde o vento cortou amarras
Largaremos pela noite fora
Onde há sempre uma boa estrela
Noite e dia ao romper da aurora
Vira a proa minha galera
Que a vitória já não espera
Fresca, brisa, moira encantada
Vira a proa da minha barca.

25/4/09

25 de abril

Desde 1974, el día de hoy lleva, en mi cronología íntima, el nombre de un pueblo y la música de una canción que puso en marcha la más hermosa revolución del siglo XX.

Grândola es un pueblo del Alentejo portugués.

Grândola, vila morena
, una canción de José Afonso.

Tras escuchar la canción en la medianoche, los carros de combate del Regimiento de Caballería de Santarem marcharon sobre Lisboa para derribar la más vieja dictadura de Europa y conquistar la libertad.

Al día siguiente la bautizaron como la revolución de los claveles.

La revolución de abril.

Una fiesta roja en Lisboa, la ciudad blanca.

La de los hijos de la madrugada.

Los que llevan Portugal en el corazón.

Han pasado 35 años.

Abril reverbera en un horizonte llamado utopía.

Abril es hoy, más que nunca, una promesa de fraternidad.

Una canción.

25 de abril.


29/1/09

Vidas ejemplares

A lo largo de los años, me he entretenido en anotar cualquier curriculum vitae que me llamara la atención por ocupaciones sorprendentes que componen el montaje acelerado de una biografía insólita. Como no me mueve ningún ánimo catalogador, andan por ahí, a la ventura, desperdigadas en cuadernos de varia condición. Traigo a estos asientos algunas que he rescatado en catas recientes por motivos, perfectamente confesables, pero que no vienen al caso.

Raimundo Lulio (1235-1315). Beato, retórico, viajero, alquimista, poeta, místico, aventurero, filósofo, novelista, misionero, mártir. Enamorado de la carne, entró un día a caballo en una iglesia persiguiendo a su amada, Blanca de Castelo; se le rompió el corazón cuando la dama le mostró los tiernos senos desgarrados por la enfermedad maligna.

Henry David Thoreau (1817-1862). Maestro de escuela, tutor privado, agrimensor, jardinero, granjero, pintor (de casas), carpintero, albañil, jornalero, fabricante de lápices y de papel de lija, escritor y poetastro. El 23 de agosto de 1842 anotó: Estoy seguro de escribir la verdad más ruda por los callos de mis manos. Le dan firmeza a la frase.

Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Filósofo, ingeniero, maestro de escuela, matemático, lógico, arquitecto, enfermero, jardinero y adiestrador de pájaros. Incluso se sospecha que ejerció de espía. En 1914 se construyó una cabaña en Noruega y allí emprendió sus investigaciones filosóficas, de las que el Tractatus no es más que una selección de proposiciones.


Raoul Walsh (1887-1980). Grumete en una goleta, domador de caballos salvajes, cow-boy, ayudante de sepulturero, anestesista para un cirujano ambulante, jugador en los barcos del Mississippi, ayudante de Griffith y cineasta. Rodó una película con Pancho Villa donde éste se interpretaba a sí mismo. Gregory Peck contó que un día, al entrar inesperadamente en la habitación de Walsh durante el rodaje de El hidalgo de los mares (1951), observó que el director ocultaba el libro que estaba leyendo, Rojo y negro; prefería enmascararse en el personaje de aventurero y borrachín con aires de corsario.

Jim Thompson
(1906-1977). Portero de hotel piojoso, chófer de un camión de explosivos, vagabundo, bracero, albañil, vendedor a plazos, pastelero, sereno de una constructora, obrero en una fábrica de aviones, actor de burlesque, jugador profesional de cartas, proyeccionista de cine, experto en explosivos, constructor de oleoductos, periodista ambulante, editor de una revista, escritor. En 1936 se afilió al PC americano y fue denunciado por un guionista durante la caza de brujas e incluido en la lista negra. En 1955 escribe para Kubrick Atraco perfecto. Le encantaban los gatos y escribió algunas de las más negras novelas negras.


Cartel del film de Tavernier que adapta
1.280 almas de Jim Thompson

Ante semejantes itinerarios vitales, ¿con qué autoridad escribimos? ¿Qué credenciales presentamos para auscultar el latido de la existencia? ¿Cómo alcanzar la firmeza de la frase que requiere la verdad más ruda si uno no ha sido fabricante de lápices ni de papel de lija, ni siquiera jardinero?

Y sin embargo, en los años de la infancia viví rodeado de personas mañosas, hábiles en las artesanías y trabajos manuales. Mi abuelo hacía hermosos cestos de mimbre. Mi padre se apañaba la mar de bien con la mecánica y la electricidad, incluso trataba de enseñarme. Pasé horas contemplando las manos de un carpintero, maestro de escuela jubilado, mientras tallaba las volutas de la cabecera de una cama o acariciando la madera de castaño tras pasarle el cepillo. Y tardes enteras junto a un zapatero que, infatigable, contaba sucedidos, mientras cambiaba unas suelas o sustituía una pieza de cuero de unos zuecos.

Me sobraron las oportunidades de haber educado las manos, pero en aquel tiempo sólo buscaba con ellas los libros para irme lejos, lejos de la puerca tierra donde mis pies se enterraban sin remedio. Ahora sólo quedan hilachas de memoria de un tiempo perdido. Memoria de un abril del 75. Abril ya no era el mes más cruel, del que hablaba T. S. Eliot en La tierra baldía, desde aquél de los claveles al compás de una canción de Zeca Afonso que desencadenó la más bella de las revoluciones. La de los hijos de la madrugada.


Aquel primer aniversario del rojo abril de Lisboa, en una aldea perdida de la frontera que transitaban contrabandistas y perseguidos, yo construía, en compañía de los niños de mi primera escuela, una tarima –tosca e inestable- sobre la que representaríamos una obra de teatro el día de la fiesta de la parroquia: lo único noble y útil que construyeron estas manos.

Así que, ante la poquedad del currículum vitae, supongo que estamos abocados al trazo mínimo, a la peripecia minúscula, a la épica de la mirada absorta en horizontes nebulosos, a la hora de los venenos de la memoria. ¡Qué remedio!