Mostrando entradas con la etiqueta suspense. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta suspense. Mostrar todas las entradas

El cuerpo (2012)


Este muerto está muy vivo.

En el fútbol existe una máxima que dice: “si algo funciona, no lo toques”. Pues bien, tal afirmación también se puede aplicar fácilmente a la gran pantalla, como bien lo demuestran los productores de El cuerpo. Ellos fueron los responsables del éxito comercial que supuso El orfanato y, viendo que la cosa iba bien, decidieron seguir apostando por la fórmula que tan buenos rendimientos les había dado y repitieron con Los ojos de Julia y con la cinta que hoy nos ocupa. La receta es simple: a) Thriller con toques de terror y fantástico; b) Belén Rueda convertida en una especie de “screamgirl” nacional; c) Óscar Faura a la fotografía; y d) Un sonido horroroso que incluso provoca que llegues a perderte algunas líneas de diálogo.

Mientras duermes (2011)

Mr. Sandman, give me a dream.

Viendo al perturbado personaje protagonista de la cinta Mientras duermes andando a sus anchas por el apartamento de su víctima, mientras ella todavía no ha llegado del trabajo, preparándole toda una serie de trampas para lograr sacarla de sus casillas, me vino a la mente la tierna Amelie Poulain haciendo algo bastante parecido al tendero de su barrio con la firme intención de darle una buena lección. Lo divertido es que los personajes de César y Amelie no pueden resultar más antagónicos el uno con el otro. Porque mientras ella era todo jovialidad, aquí estamos frente a un personaje protagonista desdichado hasta límites insospechados, cuya única finalidad en esta vida es la de arrastrar a cuantos le rodean hacia su incapacidad para alcanzar la felicidad. Lo habrán notado ya, estamos ante un muy buen personaje protagonista.

Melancolía (2011)


La que se avecina

Cuando un director de cine es conocido sobre todo por ser un provocador y haber realizado algunas películas muy personales y diferentes, en cada estreno de un nuevo trabajo suyo se oyen rumores sobre las expectativas que hay puestas en él. Y, normalmente, en cuanto al resultado suelen haber varios comentarios a favor y otros totalmente en contra, pero a nadie parece dejar indiferente. En este caso, el danés Lars von Trier encaja perfectamente en este tipo de director y acaba de estrenar Melancolía (2011), una muy interesante película que fue presentada en el Festival de Cannes, donde merecidamente obtuvo el premio a la mejor actriz por Kirsten Dunst, y que está precedida por Anticristo (2009), un film que fue fruto de una depresión del director y que se percibe plenamente en la historia.

El seductor (1971)


Aquí mi fusil, aquí mi "pistola": uno da tiros, la otra consuela

Ha habido varias películas en la historia del cine (y también series de televisión) que han tratado la Guerra de Secesión o Guerra Civil Norteamericana, producida entre 1861 y 1865, y que constituyó uno de los conflictos más significativos en la historia de los Estados Unidos de América, en la que se enfrentaron el ejército confederado (sur) y las tropas de la Unión (norte). Uno de los films destacables que ubicaron su historia en aquella batalla fue El seductor (1971), producido y dirigido por Don Siegel y protagonizado por Clint Eastwood, que supuso su cuarto trabajo juntos. Eastwood es un cabo yanqui (yankees se denominaban a los demócratas del norte), llamado John McBurney, que es herido en batalla y se encuentra en campo enemigo. Gracias a una niña llamada Amy es curado en una escuela de chicas, ubicada enmedio del bosque, en la que se encuentran seis estudiantes, una profesora (Elizabeth Hartman), la directora (Geraldine Page) y una sirvienta negra. Aunque todas saben que es un yanqui y es el enemigo, la directora decide curarlo y entregarlo a cualquier patrulla que pase por allí cuando esté totalmente recuperado. Pero, a partir de la llegada del soldado, la vida en esa escuela ya no volverá a ser igual, y él no perderá el tiempo y seducirá a algunas de esas mujeres sabiendo que unas cuantas le ven bastante atractivo. Pero la imagen de un cuervo que está herido y atado a un balcón (que el espectador observa después de que las chicas entren al herido dentro de la escuela) es una clara premonición de lo que el espectador presenciará en este buen film.

Super 8 (2011)


Super 80's.

J.J.Abrams, se baja momentáneamente del Enterprise y desciende de las estrellas hasta el planeta tierra para perderse en un pequeño pueblo rural de la América más profunda para contarnos una historia fantástica protagonizada por unos pre-adolescentes, que se moverán por el escenario elegido en bicicletas, y que se verán involuntariamente inmersos en una aventura en la que deberán demostrar su valía haciéndole frente a un misterioso monstruo y a todo un grupo de militares armados hasta los dientes. A la vez, Abrams, regresa del futuro que nos mostró en su Star Trek para visitar nuestro pasado más inmediato, trasladándose hacia la década de los años ‘80 que, curiosamente, sigue estando muy de moda en este presente que vivimos, especialmente en lo que a cine se refiere. Y es que muchos han sido los que recientemente han echado la vista hacia atrás para regresar a los ‘80, pero pocos han sido los que han logrado convencer con sus trabajos. Hasta que ha llegado Abrams. ¿Cual es, entonces, la fórmula utilizada por el director para lograr que las cosas salgan bien? Simple. Hacer las cosas bien.

Splice. Experimento mortal (2009)

Larga vida a la nueva carne.


Splice es el nuevo exponente de un género cinematográfico que ha dado grandes títulos a lo largo de la historia: el del científico loco que juega a ser Dios. En este caso los científicos son dos, Adrien Brody y Sarah Polley, que encarnan, respectivamente, al ángel y al demonio, instalados sobre los hombros de la ciencia, luchando entre sí por salvaguardar o destruir los límites de la ética, a la hora de llevar a cabo sus experimentos. La película, además, nos vuelve a plantear, de nuevo, la eterna pregunta de si el fin justifica los medios. Que quieren que les diga, después de ver como suelen terminar la gran mayoría de éste tipo de películas a lo "mad doctor" a uno se le quitan las ganas de experimentar más de la cuenta.

En Splice encontramos a dos reputados científicos, matrimonio fuera de los laboratorios, que mediante la ingeniería genética y después de cruzar el A.D.N. de varios animales logran crear una especie de bicho/babosa del cual pretenden extraer una proteína para ayudar en los avances científicos para la cura de un gran número de enfermedades. Vean, pues, que el bienestar de la humanidad es el fin, veamos a continuación los medios. El siguiente paso lógico (lo de lógico sería un decir) sería el de introducir A.D.N. humano en la fórmula para lograr un nuevo bichejo, pero las empresas que patrocinan todo el experimento se cierran en banda ante tal posibilidad. Lo que ocurrirá a continuación es lo que ya se nos contó con lo de "la manzana de Adán y Eva". Ella, está dispuesta a seguir adelante con el experimento a escondidas de sus superiores, mientras él, por el contrario, prefiere obedecer, pero una y otra vez caerá en la tentación y cederá ante las intenciones de su pareja, lo que nos lleva a la primera conclusión de la película: la carne es débil (cójanlo en el sentido que más les convenga).

No hace falta ni decir que el experimento se les terminará escapando de las manos y que sus actos terminarán comportando graves consecuencias. La criatura crecerá, se hará mayor y cada vez será más difícil ocultarla del resto de empleados del laboratorio, pero el personaje de Sarah Polley no estará dispuesta a deshacerse del engendro debido a un creciente instinto maternal hacia el bicho (al parecer hay algún tipo de trauma con sus progenitores, pero la película no termina de darle cancha en ningún momento). A medida que el ser genéticamente alterado vaya creciendo empezará a desear más libertad de la que le ofrecen las cuatro paredes en las que se encuentra recluido y su comportamiento empezará a ser cada vez más errático. Dicho lo cual, les debo confesar que me solidarizo plenamente con la criatura, pues si un buen día, de pronto, me apareciera un pincho de la punta de la cola, mi comportamiento tampoco sería, precisamente, como de matrícula de honor.

El director de la película, el canadiense Vicenzo Natali, resulta todo un clásico de la ciencia ficción, con títulos como Cube, Cypher o Nothing, experto en thrillers clautrofóbicos, cuya esencia también encontramos en Splice, aunque con la incorporación de un elemento nuevo, como es el del monstruo. Adrien Brody (El pianista) y Sarah Polley (Mi vida sin mi) interpretan a la pareja protagonista con solvencia aunque sin alardes, y la criatura está interpretada por la francesa Delphine Chanéac, aunque por momentos hubiera jurado que la película significaba el salto de la cantante Sidney O'Connor al mundo de la interpretación.

El punto de partida de Splice me pareció muy acertado, con un arranque espectacular a medio camino entre el thriller y la ciencia ficción, con unos toques de terror, que va calando en el espectador. A medida que la criatura crece, la cinta se va volviendo más perturbadora, consiguiendo que nos solidaricemos más con la criatura que con sus creadores y acercándose más hacia el drama fantástico. La película avanza y su ritmo narrativo, a pesar de resultar irregular en algunos momentos, logra no decaer en exceso, aunque algunas de las decisiones de sus protagonistas cada vez empiezan a resultar más cuestionables, ya no sólo a nivel moral sino también a nivel de sentido común. Ya hacia su recta final la cosa pierde originalidad y termina convirtiéndose en algo que ya hemos visto en otras películas, a pesar de lo cual logra mantener un cierto interés hasta su final.

Resumiendo: Recomendable cinta con bicho de por medio, que arranca de forma espectacular para ir perdiendo fuelle y originalidad en su segunda mitad.



Leer critica Splice en Muchocine.net

Buried (Enterrado, 2010)


¡Socorro! ¿Hay alguien ahí?

Cuando vi por primera vez el tráiler de Buried (Enterrado, 2010), del español Rodrigo Cortés, la primera imagen que me vino a la cabeza (como creo que a mucha gente) fue la de Uma Thurman en Kill Bill 2 (2004), de Quentin Tarantino. La diferencia es que la escena en la que veíamos a Uma intentar salir de un ataúd duraba unos minutos, mientras que la película de Cortés dura una hora y media. El protagonista se llama Paul Conroy (Ryan Reynolds) y es un transportista norteamericano que se encontraba en Irak enviado por una empresa de seguridad, cuando le tendieron una emboscada a su convoy, le golpearon y le enterraron bajo tierra. Sólo con la ayuda de un mechero, con el que podrá ver dónde se encuentra, y un móvil, con el que tendrá la posibilidad de intentar comunicarse con alguien del exterior para conseguir ayuda, Paul Conroy intentará salvar su vida.


Todo esto lo iremos sabiendo a medida que va avanzando la simple trama (quien no quiera saber más cosas que no vea el tráiler), con un único escenario (el ataúd). Con estos pocos medios, aunque no con pocos recursos ya que talento sí que hay, Rodrigo Cortés ha conseguido un film de suspense y acción, con las ideas muy claras sobre lo que quería y lo que no quería hacer. Aunque, en un principio, sea una historia no apta para claustrofóbicos, las intenciones de Cortés han sido no concentrarse en el artefacto, o sea en el ataúd, sino en la historia, en qué es lo que le va a ocurrir al protagonista, intentando hacer olvidar al espectador dónde está metido con dosis de tensión en diferentes momentos.


Y para conseguir este resultado, Cortés quiso contar para el papel del protagonista con Ryan Reynolds, al que creía el mejor para interpretar a ese personaje y del que ha alabado su tremenda capacidad para el timing fílmico. La verdad es que este actor ha hecho el que, por ahora, es el papel de su vida (ya veremos con el de The Green Lantern), aunque para él haya sido una terrible experiencia. Cuando acabó la película volvió a Los Angeles aún con heridas en la espalda debido a la fricción con la madera, y con los dedos chamuscados a causa del mechero. Y es que el rodaje fue muy duro para todos, demasiado excesivo. Se rodó en diecisiete días, haciendo unos treinta planos cada día, y hasta una vez llegaron a realizar cincuenta y dos, cuando lo normal son ocho o diez diarios. Para rodar con bastante libertad utilizaron siete ataúdes distintos para permitir cualquier tipo de movimiento, logrando una puesta en escena verdaderamente efectiva y muy bien pensada. De ahí que para un servidor lo mejor de la película sea la dirección del propio Cortés y de su gran trabajo de montaje, resaltando también la fotografía de Eduard Grau (que ya destacó en Un hombre soltero, 2009), y la excelente banda sonora de Víctor Reyes (que había trabajado con Cortés en su primer largometraje, Concursante, de 2007), indispensable para esas escenas de tensión, recordando sobre todo al gran Bernard Hermann.


La película seguramente se convertirá en uno de los grandes taquillazos de este año, habiendo logrado éxitos en festivales tan destacados como el de Sundance o el de San Sebastián. Y no es para menos, la calidad que atesora lograda en tan poco tiempo es digna de admirar. Sin embargo, hay ciertas pegas que se le pueden achacar a este film. Empieza muy bien, con unos buenísimos títulos de crédito creados por la empresa Royalcow (responsable también de los de La comunidad, de Álex de la Iglesia, o La mala educación, de Almodóvar), que unidos a la destacada música de Reyes nos acordamos inevitablemente de las películas de sir Alfred Hitchcock (como ocurre también con el suspense en varios momentos del film). Pero la trama va perdiendo fuerza y aunque Cortés ha sabido dotar a la historia de varios momentos tensos para que el espectador no pierda el interés por el futuro inmediato del protagonista, la película cae en algunos tópicos, unido a unos diálogos que podrían haberse mejorado, y con importantes fallos de raccord con la batería del móvil. Aún así, con todo lo dicho anteriormente, es una película muy digna y con un final muy bien resuelto.


"Una historia hecha en poco tiempo, que contiene muchos momentos de suspense, en la que destacan la entrega del actor (único protagonista), la fotografía, la banda sonora y el excelente montaje; lástima que también caiga en tópicos, que algunos diálogos sean flojos y pierda fuerza por momentos"



Leer critica Buried (enterrado) en Muchocine.net

Cypher (2002)


La naranja cibernética.

Con los elementos propios de un ciberthriller corporativo, Cypher da vueltas alrededor de las tribulaciones de un hombre corriente sumido en un universo alucinatorio. El protagonista de la historia es Morgan Sullivan (Jeremy Northam), un contable en paro que quiere dejar atrás su anodina existencia para ejercer de espía industrial en Digicorp, una desalmada multinacional. Bajo una nueva identidad es enviado a distintas convenciones alrededor de Norteamérica, con la misión de grabar en secreto las conferencias. Morgan en un principio queda algo decepcionado por la banalidad de su cometido y por lo insustancial de las reuniones a las que acude, pero enseguida empieza a sentirse cómodo con su falsa identidad, a pesar de los constantes dolores de cabeza y de las extrañas pesadillas que cada vez son más recurrentes. Esta situación cambia drásticamente cuando conoce a Rita Foster (Lucy Liu), una bella y enigmática mujer que le pondrá al día del sórdido mundo en el que se ha metido. 


El héroe de Cypher está atrapado en las intrigas corporativas de dos empresas rivales, ambas igualmente amorales y despiadadas, ambas con la intención de utilizarle y luego matarle. Cuando él pasa por un desquiciado lavado de cerebro y es bombardeado por un torbellino de imágenes que intentan quebrantar su voluntad, compartimos sus esfuerzos por mantenerse cuerdo. Esta es la escena más lograda del filme y la que cala más hondo en el espectador, además de ser el instante que marca un punto de inflexión en la historia, ya que señala cuando la película se desprende de su realidad y se convierte en toda una pesadilla kafkiana. A partir de aquí el protagonista deberá probar su entereza, tanto física como mental, en diversas situaciones extrañas, pero este aterrador método de condicionamiento, que guarda cierto parecido con la mítica técnica Ludovico de La naranja mecánica (1972), es el más fascinante.


El buen hacer de Vincenzo Natali en la ciencia ficción ya había quedado patente en Cube (1997), su clásico sobre el terror de los espacios reducidos, y en su segundo largometraje el director canadiense se sirvió de la ficción científica para retratar la crisis de identidad del hombre moderno. En Morgan Sullivan podemos encontrar la esencia de otros héroes alienados de la literatura y el cine, como por ejemplo el Joseph K de El proceso (1925) o el Winston Smith de 1984 (1949). La esquizofrénica puesta en escena y la estética fría y distante, casi minimalista, nos transmiten la desesperación y la paranoia que requiere el relato. La acción se enmarca en una desdibujada urbe futurista que solo se intuye vagamente y el clima de misterio se mantiene a lo largo de todo el metraje, amparado por los constantes giros argumentales de una trama que juega intencionadamente a las cajas chinas.


Cypher es un thriller abstracto que, sin grandes alardes, combina un ambiente enfermizo e intenso con elementos directamente vinculados al género de espías, una suerte de miscelánea ciberpunk donde se integra a la perfección el lenguaje de la ciencia. Vincenzo Natali se muestra más interesado en contar historias estimulantes que en la elaboración de personajes y su cine pone en relieve la fragilidad de las fronteras entre realidad y fantasía, lo que le da cierta libertad narrativa. La película tiene una primera parte fascinante y claramente kafkiana, pero en su último tercio se mantiene fiel a los códigos del cine de evasión, en un cambio de registro que resulta difícilmente comprensible. Tras más de una hora de pura pesadilla cibernética, el filme de Natali deriva hacia una típica fantasía bondiana, recreada con derroche de adrenalina y pirotecnia, en lo que viene a ser un complaciente final que no casa con el resto del metraje, pero que  refuerza el sentido onírico del relato.


La frase: «Escúcheme con atención; pase lo que pase en esa sala, no demuestre extrañeza ni emoción ni sorpresa. Vea lo que vea, usted no se mueva.»

Leer critica Cypher en Muchocine.net

Un profeta (2009)


Máximo riesgo

Seguramente, si se hiciera una encuesta de cine a varias personas sobre qué drama carcelario recuerdan con más fuerza, muchas responderían películas tan conocidas como La gran evasión (1962), Fuga de Alcatraz (1979), Cadena Perpetua (1994), o, aunque no viniera a cuento, la serie Prison Break (2005), historias llenas de amistad en las que se unen dos factores que juegan a favor del entretenimiento del espectador: suspense y aventuras. Estas historias suelen tener como centro de atención el plan de fuga de los protagonistas, del que se sustrae la máxima tensión ya que el tiempo es vital para tenerlo todo controlado. Otros dramas carcelarios más clásicos son Fuerza bruta (1947), Un condenado a muerte se ha escapado (1956) o La evasión (1960), donde también la huida es la meta de los reclusos. Y el director Stuart Rosenberg acertó con creces con dos grandes películas sobre este subgénero, La leyenda del indomable (1967), con un punto más divertido con el personaje de Paul Newman (quién no recuerda la escena de los huevos) y Brubaker (1980), un vigoroso e inteligente film en el que destaca su brillante inicio y el personaje de Robert Redford.


Pero es en la última película del director Jacques Audiard, Un profeta, donde se consigue presenciar y percibir de manera impacable una de las tensiones más fuertes conseguidas en los últimos años. En este drama carcelario uno es plenamente consciente de la gravedad del asunto desde el inquietante inicio, introduciendo de lleno al espectador en una trama dura y realmente violenta, en la que no hay concesiones. Durante los primeros veinte minutos no hay tiempo para plantearse suposiciones de lo que vendrá en la siguiente escena, aunque pasado ese intervalo, realmente la cosa baja de nivel y parece caer en lo típico de otras historias. Pero aún así, Audiard sabe ir sonsacando detalles de la historia que irán metiendo al espectador en una espiral de violencia y de intriga que no olvidará jamás.


El protagonista es Malik El Djebena (Tahar Rahim), un chico árabe de diecinueve años, sin familia, que ha sido condenado a seis años de cárcel por atacar a unos policías con un arma blanca. Su entrada en la prisión será para él una terrible pesadilla en la que pronto se verá expuesto a múltiples adversidades. Se pondrá a trabajar en un taller de costura para pagarse la comida y se meterá sin quererlo en un caso llamado Faraldo, donde una familia mafiosa, los Corso, querrá utilizarlo para que se haga amigo de un árabe llamado Reyeb, al que querrán que mate para que no testifique contra ellos. Aquí es donde entra en escena César Luigiani (Niels Arestrup), el jefe de esta banda, un personaje muy importante en la historia que mantendrá una relación crucial con Malik. Este tendrá que apañárselas para sobrevivir en la prisión el tiempo que tiene como condena, poniéndose en apuros cuando menos se lo espere.


Jacques Audiard ha realizado solamente cinco películas en toda su carrera cinematográfica, pero todas ellas han tenido su recompensa. Su primera película, Mira a los hombres caer (1994), obtuvo 3 premios César: mejor ópera prima, mejor montaje y actor más prometedor, Mathieu Kassovitz, con el que volvió a trabajar en su siguiente trabajo, Un héroe muy discreto (1996), película que consiguió el mejor guión en Cannes y la Espiga de Plata en Valladolid. En 2001, Lee mis labios tuvo 8 nominaciones a los premios César, recibiendo tres, el de mejor actriz, mejor guión original y mejor sonido. Su anterior film, De latir mi corazón se ha parado (2005), una historia que, la verdad, no tiene mucho interés, con un protagonista, por momentos, bastante desagradable, que representa un remake de una película de 1978, Melodía para un asesino (con Harvey Keitel), tuvo otras 10 nominaciones, consiguiendo 8, entre ellas mejor película y mejor director. Y recientemente ha vuelto a dar en la diana con esta película, galardonada con 9 premios César, en los que se incluye mejor película, director y actor, aparte de ser premiada con el Gran Premio del Jurado en Cannes y ser nominada como mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro y en los Oscar.

Y es que estamos ante una gloriosa propuesta en la que durante sus dos horas y treinta minutos de duración uno no se pregunta en ningún momento cuánto queda para llegar a su final. El director conduce todos los hechos de forma muy inteligente, introduciendo diferentes niveles de tensión en la historia. Pero no hay que olvidar lo comentado anteriormente sobre algunas cuestiones del argumento que suenan a ya visto anteriormente, aunque eso es algo que se olvida fácilmente cuando Audiard consigue sorprender con algún que otro recurso, como la presentación de diferentes personajes, muy bien construidos, que tienen un papel importante en la película o como la increíble y magnífica escena casi al final, en la que un servidor se quedó boquiabierto por la calidad de lo que estaba presenciando. Una escena rodada de manera impecable, llena de energía y fuerza, que permanecerá en mi retina para siempre.


"Un profeta es un drama carcelario que casi no te deja respirar, consiguiendo que el espectador se quede pegado en la butaca; y aunque caiga en lo típico en algún momento, la tensión se mantiene en casi toda la película, con una dirección formidable de Jacques Audiard"



Leer critica Un prophete en Muchocine.net

Shutter Island (2010)


Scorsese voló sobre el nido del cuco.

"Nadie que viva y respire cine debería siquiera ni soñar con perdérsela" escribe Peter Travers para la revista Rolling Stone. "No es una simple lección de cine, es el cine convertido en lección y misterio" nos cuenta Luis Martínez del Diario El Mundo. Sin duda Shutter Island, la última película de Martin Scorsese, ha recibido buenas críticas y ha creado gran expectación, y frases como "deslumbra y provoca" son las que hemos podido leer en la prensa especializada. Sí, el filme posee varios elementos para hacer de él una obra de interés, pero lo cierto es que le faltan un par de semanas más de rodaje y otras tantas en la sala de montaje. La película funciona bien como boceto, pero no como obra completa y finalizada.


Hay una escena, por ejemplo, en que una paciente del psiquiátrico donde transcurre la acción pide un vaso de agua y alguien se lo trae. En el siguiente plano hace el gesto de beber pero… tiene la mano vacía. Así que no bebe realmente, solo lo finge y toda la sala de cine se puede percatar de ello. Este error en la continuidad cinematográfica rompe la ilusión de la secuencia y te saca inmediatamente de la película, además de resultar incomprensible porque no estamos hablando de un costoso efecto especial, sino de un simple vaso. La escena se alarga un poco más y el vaso vuelve a aparecer, pero en ocasiones está lleno y en otras vacío.


El montaje de Shutter Island está repleto de fallos de raccord, de cortes bruscos que cambian la gestualidad de los personajes, de cadáveres a los que vemos mover sus extremidades o variar su posición según la cámara que los enfoque, en este sentido el filme es una auténtica calamidad. El despropósito es tal que uno duda de si está hecho deliberadamente o no, porque claro, estamos hablando de Martin Scorsese, el autor de Taxi Driver (1976), y estamos hablando también de su habitual montadora, Thelma Schoonmaker, nominada a los Oscar en seis ocasiones y premiada en tres. Pero lo cierto es que si es intencionado o no es lo de menos, porque resulta molesto y distrae de la acción, y la forma nunca debería interponerse en el contenido.


Hay un momento en Chinatown (1974), ese genial homenaje al cine negro de Roman Polanski, que transcurre en el interior de una casa en el que observamos el exterior a través de la puerta, si no recuerdo mal. La cámara permanece quieta mientras vemos un coche aparcando a fuera, John Huston baja del vehículo y finalmente entra en el domicilio. Polanski nos muestra la acción sin cortes ni movimientos innecesarios, todo ello en un solo plano, no hay duda de que Huston conducía el coche y de que lo que el espectador ha visto es lo que ha sucedido realmente. Esto, amigos míos, sí es CINE.


Pero prosigamos con Shutter Island. El filme, al menos en apariencia, trata sobre dos agentes federales (Leonardo DiCaprio y Mark Ruffalo) que son destinados a una remota isla para investigar la desaparición de una peligrosa asesina recluida en un hospital psiquiátrico (Emily Mortimer), un centro penitenciario para criminales perturbados dirigido por un siniestro doctor (Ben Kingsley). La intención y el estilo nos remiten a un filme noir de facturación barata, mientras que la trama elabora una complicada tela de araña de tintes góticos y paranoicos. En este sentido no resulta fortuito que la acción se sitúe en el verano de 1954, la época de la Guerra Fría, la paranoia comunista, la famosa caza de brujas del senador McCarthy y la ciencia ficción de cartón piedra.


Basada en una novela de Dennis Lehane, la premisa es sugerente y debo admitir cierta debilidad por las historias que intentan minar la cordura de sus protagonistas. La semilla del diablo (1968, otra vez de Polanski) y La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), por ejemplo, son dos grandes películas sobre el tema. Pero la cinta de Scorsese canaliza todo este material hacia algo más que un thriller psicológico, hay una parte de la historia que se nos oculta estratégicamente y la trama contiene un espinoso giro argumental.


Shutter Island es una de esas elaboradas trampas cinematográficas a las que Shyamalan nos tiene tan acostumbrados, un galimatías lingüístico donde las piezas encajan, pero cuyo artificio se demuestra innecesario en una obra principalmente atmosférica, sin contar que eso del “enemigo interior” es un recurso demasiado manido en los tiempos que corren. Pensemos, por ejemplo, en El club de la lucha (1999), Alta Tensión (2003), Identity (2003), El escondite (2005) o como no, en La novena puerta (1999) con Polanski de nuevo tras la cámara. La película provoca desapego y decepción, y hacia el final, en la sala de cine, podías oír a algunos espectadores preguntarse en voz baja qué había sido de la cinta de intriga que habían venido a ver.



La frase: «Este lugar me hace pensar en si quiero vivir como un monstruo o morir como un hombre bueno.»

Leer critica Shutter island en Muchocine.net

The lovely bones (2009)

No matarás al vecino.

El bueno de Peter Jackson cogió por sorpresa a propios y extraños cuando, después de su alocada opera prima, Mal gusto, su extravagante aproximación al mundo de las marionetas con El delirante mundo de los Feeble y su película de culto gore, Braindead (tu madre se ha comido a mi perro), abordó una película basada en hechos reales sobre la amistad (y algo más) de dos adolescentes que se refugiaban en su propio mundo de fantasía, Criaturas celestiales. Quizás por eso, ahora que el director neozelandés parece querer dar una nueva vuelta de tuerca a su carrera, no nos coge a todos tan desprevenidos el hecho de que después de una comedia de aventuras sobre espíritus, Agárrame esos fantásmas, su grandilocuente trilogía de El señor de los anillos y su excesivo remake de King Kong, haya optado por llevar a la gran pantalla una historia, a priori, mucho más pequeña como es The lovely bones.

La película está basada en un best-seller de la escritora estadounidense Alice Sebold, y nos cuenta los trágicos acontecidos sucedidos en una típica urbanización americana en 1973, donde encontramos a una joven de catorce años llamada Susie Salmon, que vive feliz con su familia. Como esto no es una comedia adolescente, sino un dramón de los de aupa, en su camino se cruzará el vecino del barrio con más pinta de sospecho/pederasta/asesino en serie que se puedan ustedes tirar a la cara, quien la violará y asesinará sin ningún tipo de remordimiento aparente. Lo cierto es que la forma de captar a la joven resulta de lo más extraño, pues el hombre cavará un agujero en medio de un maizal cercano a su casa, donde construirá un escondrijo a modo de refugio para adolescentes hasta el cual atraerá a la joven. A modo de plan no deja de ser tirando a raro aunque, por desgracia para la joven Susie Salmon, ese día no llovió.

Una vez el asesino ha ejecutado su plan, se ocultará nuevamente en su sospechosa casa, siguiendo su sospechosa vida, en su sospechosa soledad, mientras sigue con su sospechosa afición a construir casas de muñecas, a pesar de lo cual nadie parecerá intuir que el personaje esconde algo extraño, ni siquiera cuando en medio de un interrogatorio de la policía se ponga a balbucear y a sudar como un cerdo ante la pregunta “donde estaba usted la noche del miércoles” (al parecer en 1973 la policía no estaba mucho por la labor). A pocas casas de distancia, el drama se cernirá sobre la familia de la joven desaparecida, quienes intentarán sobrellevar la pérdida como buenamente puedan. La fallecida Susie Salmon, no obstante, contemplará los acontecimientos que se irán sucediendo desde un espacio existente entre la tierra y el cielo. Un lugar mágico, con grandes praderas de un verde intenso y vivos colores. Una especie de antesala a las puertas del cielo. ¿Es el purgatorio? ¿Es el cuarto mundo imaginado por las protagonistas de Criaturas celestiales? ¿Es Pandora?

Susie Salmon está interpretada por la joven Saoirse Ronan, actriz que a poco que se esfuerce será la polla en vinagre, como ya apuntó en su papel ni niña cabrona en Expiación (por el que estuvo nominada al Oscar como mejor actriz de reparto), y también se dejó ver en ese quiero y no puedo que terminó siendo City of Ember. Ella resulta ser de lo mejor de la peli junto con el malo de la función, un espléndido Stanley Tucci (quien se dio a conocer en la serie Murder one y luego ha ido apareciendo como secundario de lujo en películas como Camino a la perdición, La terminal o El diablo viste de Prada), que borda su papel de tio chungo. Lo cierto es que era un caramelo de papel y Tucci se lo come con patatas. Además, en la película, también encontramos a Mark Wahlberg (El incidente) que encarna al padre de la víctima que se dedica a romper botellas con barcos dentro para expresar su dolor; a Rachel Weisz (Agora), como la madre quien, incomprensiblemente en medio de todo el dramón, lo deja todo para irse a trabajar como temporera en el culo del mundo recogiendo manzanas; y Susan Sarandon (Pena de muerte), como la abuela, que cuando aparece en pantalla, a pesar de ser alcohólica y fumar en exceso, de la hija desaparecida, de la desgracia familiar (y de una lavadora estropeada), la gente a su alrededor, sin sentido aparente, se pondrá a bailar.

La peli empieza prometiendo mucho y de lo bueno. De entrada la peli está narrada a modo de voz en off por la joven víctima que va poniendo sobre aviso al espectador de lo que está a punto de suceder, la escena del asesinato, tan irreal y absurda como bien dirigida por parte de un Jackson que, a partir de ese momento, empezará a demostrar una detallada obsesión por las manos del asesino, un brillante Stanley Tucci. Llegados a este punto olvídense de las buenas intenciones. Lo que sigue es un montón de nada. Vemos a Susie Salmon correteando por unos escenarios de gran colorido y artificialidad que no aportan mucho a la historia salvo un buen montón de escenas a medio camino entre lo cutre y lo hortera. En una de estas escenas vemos un árbol en el cual, de repente, todas sus hojas se echan a volar cuales pájaros. Más tarde, las hojas/pájaro vuelven a colocarse en su sitio, vistiendo las ramas desnudas y corroborando que, efectivamente, se debían tratar de hojas/golondrinas.

Lo que resulta innegable es que los mejores momentos de la película siempre suelen coincidir con Stanley Tucci en pantalla. Una vez superado el momento croma (que ya les advierto irá regresando a lo largo del metraje) y la película decide volver a la historia que nos estaban contando y volver al personaje de Tucci, la cosa mejorará. Lamentablemente el guión también optará por dar cancha a unos personajes que no sólo no aportan nada a la trama, sino que encima no encajan ni con calzador. Me refiero a la abuela, al amigo de la joven protagonista y a la muchacha rara del pueblo que, al parecer, tiene una especie de conexión cósmica con los muertos. Son personajes que no sólo no suman, sino que encima restan a la película. De hecho, el guión ni siquiera se esfuerza en desarrollarlos como hubiera sido lógico. Se podría decir que son más fantasmas dentro de la trama que la propia Susie Salmon.

El tramo final de la película logró engancharme nuevamente, hasta que se llega al clímax final, el cual, resulta ser de vergüenza ajena como poco, por lo absurdo de todo lo que allí sucede. Y me sabe mal cargar en exceso contra la película, porque Jackson en el fondo hace lo que puede, con esa virtud suya de colocar la cámara en lugares imposibles, pero el guión, al final, termina resultando una carga excesivamente pesada que termina por decantar la balanza.

Resumiendo: Excelente malo de una función vacía en exceso, con un arranque prometedor y un desenlace excesivamente absurdo.



Leer critica Desde mi cielo en Muchocine.net

Pandorum (2009)


Esta nave está muy viva.

Cuando uno asiste a un festival como el de Sitges, a menudo tiene la sensación, debido a problemas de horario o a que uno no sabe muy bien que es lo que va a ver por mucho que se haya intentado informar, de que se está tragando todos los cagarros que ofrece el festival y se está perdiendo las pelis buenas de verdad. Después de ver Pandorum he podido comprobar, lamentablemente, que todavía me quedaba algún que otra mierda por ver.


La peli empieza con un par de tripulantes de una nave espacial que se despiertan de su larga hibernación. Lo chungo será que la hibernación les ha dejado secuelas en forma de amnesia, de modo que no son capaces de recordar ni quienes eran, ni donde está el resto de la tripulación ni siquiera cual era su misión a bordo de la nave espacial. Rápidamente intentarán ponerse al día pero comprobarán, horrorizados, que la cosa pinta xunga debido a que en la nave han entrado una serie de bichejos, feos y con una mala folla de lo más alarmante, que intentarán darles caza con el fino objetivo de papeárselos. Los dos tripulantes deberán afinar al máximo su espíritu de supervivencia para lograr evitarlos y, con la ayuda de algún que otro extraño personaje que también pulula por los sombríos pasillos, poner nuevamente la nave en marcha, rumbo a una misión que, poco a poco, irán recordando y que, como suele suceder en este tipo de productos, es la última esperanza de la raza humana. Así, a lo grande.


La peli viene abalada por la frase “de los productores de Resident Evil”, lo cual uno no sabe si se usa para alentar a los espectadores a que acudan en masa a las salas de cine o a que huyan de ellas cual alma que lleva el diablo (en mi caso más bien lo segundo, por mucho que haya acabado viendo la peli). Lo cierto es que con la saga Resident Evil podría guardar ciertas semejanzas, siempre y cuando sustituyamos a los infectados por bichos espaciales, a la sede de la corporación Umbrela por una nave espacial y a Milla Jovovich por Dennis Quaid. Ciertamente esta última comparación es la que más se resiente por motivos que escapan a lo puramente cinematográfico. Por lo demás, más o menos ya nos lo sabemos: estética videoclipera a porrillo, hembras de armas tomar, estrechos pasillos que guardan más de una sorpresa, bichos que cruzan a todo correr por delante de la cámara sin que los protas se hayan percatado (bueno, esto también lo hace mucho Shyamalan y nadie le dice nada)...


El director de este subproducto es un tal Christian Alvart quien antes de ésta había dirigido Expediente 39 y entre los protas cuenta con, el ya dicho, Dennis Quaid, quien se hizo muy popular en la década de los '80 con pelis como Enemigo mio, El chip prodigioso, Muerto al llegar o Gran bola de fuego, y que al que recientemente Hollywood a vuelto a reclamar con películas como El vuelo del Fénix, El día de mañana, En el punto de mira o GIJoe, entre otras; y Ben Foster, que ha participado en cosas como X-Men 3, 30 días de oscuridad o El tren de las 3:10. Personalmente a mi estos dos ni fu ni fa, especialmente Dennis Quaid, que con los años que lleva en el negocio quizás alguien debería haberle pedido algo más que la cara de susto/desconcierto que luce durante gran parte del metraje.


Pandorum es una película fallida. Así, a las claras. Y lo es debido a que a pesar de un arranque que podría haber colado como prometedor, con dos tipos que despiertan en una nave espacial y un misterio como la copa de un pino por resolver, la cosa hace aguas, de forma alarmante, antes incluso de llegar a la media hora. Me niego a creer que el objetivo del director/guionista, Christian Alvart, fuera el de contarnos una historia y, en el caso de que lo fuera, lo cierto es que lo hace como el puto culo. Más bien creo que su objetivo secreto era el de marear la perdiz/espectador de manera que, ya sea con su dirección (videoclipera, mareante y cutre) o con su guión (una historia tan simple como horrorosamente narrada) a uno se le quede cara de tonto y con la sensación de no haber acabado de pillar del todo de que iba la cosa, mezclando la ciencia ficción y el terror (aunque no se lo crea ni él), con notable torpeza y cayendo en clichés incapaces de sorprender ni un ápice y que suenan a ya vistos con anterioridad.


Resumiendo: Arranque prometedor, que se va diluyendo a marchas forzadas a medida que avanza la trama y se van resolviendo los misterios.



Leer critica Pandorum en Muchocine.net

Perdición (1944)

Elprimerhombre, a raíz de la reciente fecha conmemorativa de los 50 años de la muerte de Raymond Chandler, se dispone a contarles una historia cargada de puro magnetismo que les dejará estupefactos, con la certidumbre de estar presenciando una de las mejores obras de cine negro que se hayan realizado jamás. Me estoy refiriendo a Perdición, de Billy Wilder, una película que cuenta con un trío protagonista inimitable, con una soberbia Barbara Stanwyck en su papel de femme fatale.

Y no es para menos el sucumbir ante tan inteligente relato, con una propuesta tan brillante del propio Wilder, inspirado junto con Raymond Chandler para obsequiarnos con una adaptación de una novela negra de bolsillo de James M. Cain, Pacto de sangre (Double Indemnity), autor también de una obra tan conocida como El cartero siempre llama dos veces, llevada al cine por Tay Garnett en 1946 y por Bob Rafelson en 1981. Este autor solía introducir el personaje de la femme fatale en sus historias y en Perdición, título español bien diferente del original, la trama ocurre en Los Angeles, en el verano de 1938, y empieza de noche, con la llegada del protagonista herido de bala, Walter Neff (Fred MacMurray), a la oficina de seguros donde trabaja con la intención de dejar como epílogo un memorándum en una especie de grabadora para su jefe, el encargado de reclamaciones Barton Keyes (Edward G. Robinson), confesando el crimen que ha cometido por dinero y por amor a una mujer.

Mediante el flashback y la voz en off, nos cuenta el inicio de esa relación fatal entre los dos, con su visita a la casa de un tal señor Dietrichson, un ejecutivo de una empresa petrolífera, para renovar el seguro de sus dos automóviles, que al estar ausente, es atendido por su mujer, Phyllis (Barbara Stanwyck), produciendo una gran atracción en Walter. En la siguiente cita de ambos, ella le propone hacer un seguro de accidentes a su marido sin que él lo sepa, sospechando Walter de las trágicas intenciones de esa misteriosa mujer, negándose en rotundo a tal insinuación creyendo que de verdad quiere acabar con él. Pero Walter no cesará de pensar en lo que le ha propuesto y en una visita nocturna de ella a su piso, surge la pasión escondida que había entre los dos, entregándose él totalmente a ayudarla en su plan de asesinar a su marido. Dos días después, Walter irá a la casa del señor Dietrichson y este firmará el seguro de los dos coches, pero también firmará una segunda copia sin saber que es el seguro de accidentes, cuya póliza contiene una cláusula especial de "doble indemnización", en la que se paga el doble por accidentes que casi nunca ocurren. Por eso harán que el señor Dietrichson vaya en tren en un viaje que debe realizar, multiplicándose por dos el capital.

Aunque no lo tendrán nada fácil, Walter teme por la inteligencia y la sagacidad de su jefe, Barton Keyes, el personaje más definitivo y vital de la historia, con un papel estelar del irrepetible Edward G. Robinson, un actor con un carácter arrollador y un talento innato. Su manera de estar en escena apostaba por una increíble construcción del personaje, logrando siempre actuaciones memorables. En el mismo año de Perdición trabajó con Fritz Lang en La mujer del cuadro y al año siguiente repetiría con Lang en Perversidad, con un personaje muy estimable para el espectador, con otra femme fatale en la historia, interpretada por Joan Bennett. En Perdición, a causa de las investigaciones y las dudas sobre el asesinato ocurrido, conoceremos al "hombrecillo" que dice llevar dentro que le hace desconfiar de muchos casos, sobre todo al ser el máximo responsable a la hora de encontrar fraudes en los accidentes de sus clientes. Pero durante el desarrollo de la trama, también otros personajes irán cogiendo fuerza y protagonismo, como Lola, hija del primer matrimonio del señor Dietrichson, que revelará a Walter su odio hacia su madrastra; o también su novio, Nino Zachetti, que sin su existencia, aunque salga sólo en dos ocasiones, la trama no podría llegar al final de la historia.

Por todo esto, no es exagerado decir que el maestro Wilder hace las cosas con absoluta precisión y la verdad es que en Perdición todo acontece con un ritmo narrativo perfecto, con una intriga que irá en aumento, pareciéndonos percibir en el ambiente un olor a madreselva, asimilando, como Walter, su fuerte olor con el inminente asesinato. Destaca la secuencia de la coartada que Walter ha planeado, con fundidos entre planos explicándonos todas sus artimañas para no ser relacionado por el crimen que pronto va a cometer. Y el recurso de la voz en off, la luz tenebrosa que penetra en las ventanas o la música de Miklos Rozsa, serán también otros componentes indispensables para la historia. Dicho todo esto, hay que remarcar que el señor Wilder defraudó pocas veces a lo largo de su fascinante carrera cinematográfica en la que se encuentran varias obras maestras. Sin ir más lejos, en 1950 creó un guión original junto con D.M. Marshman Jr. y Charles Brackett, para realizar Sunset Boulevard, conocida en España como El crepúsculo de los dioses, con muchos puntos que recuerdan a Perdición, con Los Angeles otra vez como lugar para contar la historia, el flashback y la voz en off del protagonista masculino.

En definitiva, Perdición es un clásico del cine negro realizado por uno de los mejores directores de la historia del cine, con unos protagonistas tan convincentes como brillantes, destacando un Edward G. Robinson colosal.

Un saludo!



Leer critica Perdición en Muchocine.net

Ascensor para el cadalso (1957)

Elprimerhombre ha visto Ascensor para el cadalso, de Louis Malle, el primer largometraje de este director francés fuertemente arraigado a los orígenes de la Nouvelle Vague, cuya trayectoria cinematográfica es mucho más que interesante.

En Ascensor para el cadalso nos cuenta la historia de una pareja enamorada que nunca se encuentra en la película. En la escena inicial se nos abre un plano del personaje femenino, Florette, interpretado por la gran Jeanne Moreau, conversando apasionadamente por teléfono con Julian Tavernier (Maurice Ronet), un antiguo oficial paracaidista que ahora se dedica al negocio de ventas de material militar trabajando para el empresario Simón Caralá, el marido de su amante. El y Florette parecen tener planeado algo juntos, de ahí que en media hora ella le espere en la terraza de un bar. Y al momento de dejar la conversación con Florette, Tavernier comenta a su secretaria que no le molesten en ningún caso, momento que utilizará para subir al piso de su jefe por el balcón recordando una de las técnicas militares que debió aprender en su antiguo oficio usando una cuerda. A la llegada al despacho de Caralá, Tavernier acaba con él de un disparo. De esta manera, su cometido parece haberse resuelto pero cuando sale a la calle y se dispone a marcharse con su coche, observa que se ha dejado la cuerda en el balcón y vuelve al lugar de los hechos. Sin embargo, mientras sube por el ascensor, el conserje que no se ha percatado de la vuelta de Tavernier, cierra la empresa no sin antes cortando la luz de todo el edificio. Es entonces cuando Tavernier se quedará encerrado en el ascensor con su jefe muerto en su despacho y la cuerda en el balcón.

Si hasta aquí la trama resulta bienintencionada, se estropea a mi parecer con la entrada en escena de un chico y su novia, una florista que cada día ve al señor Tavernier. Estos dos jóvenes roban el coche de Tavernier, provocando una escena en la autopista de lo más absurda y aunque sea una pareja esencial para la historia que nos explica Louis Malle, hubiera estado mejor evitar su presencia por la poca profundidad que tienen sus personajes. Su presencia me resulta lo peor de la película, creyendo que solamente con los papeles de los dos amantes protagonistas ya me hubiera bastado para mantenerme en tensión durante todo el metraje. A esto se le suman también momentos extraños que no vienen a cuento, como un señor que se acerca a Florette comentándole algo y, mientras, ella se queda divagando como perdida y él ni se mueve de su lado sin decir nada. Además, el mal montaje de algunos planos, con una falta de raccord absoluta, no ayudan nada al buen ritmo narrativo que lleva el señor Louis Malle.

Pero eso sí, si hay algo indiscutiblemente especial y que da una fuerza mayor a las escenas de esta película es la música de Miles Davis, cuya trompeta nos regala las mejores notas para crear un ambiente único. Los paseos nocturnos de Florette en busca de su amante junto con el brillante inicio del film están muy bien complementados con las increíbles melodías creadas por este jazzman. Y a decir verdad, Louis Malle sabe sacarle muy buen partido a la música de jazz, como hizo en varios de sus posteriores trabajos, El soplo al corazón, Lacombe Lucien, La pequeña o Atlantic City, al igual que hicieron muchos de sus compañeros de la Nouvelle Vague.

Y para acabar, habría que decir que las escenas de Tavernier en el ascensor están bastante logradas, con una buena fotografía y una buena actuación del mencionado Maurice Ronet. Lástima del montaje ya comentado que sorprende por introducir y mantener algunos planos bastante malos.


En definitiva, una película con un buen inicio y una muy buena banda sonora que no resulta del todo convincente por culpa de algunos personajes y por un mal montaje.


Un saludo!



Leer critica Ascensor para el cadalso en Muchocine.net

Mientras tanto, en Twitter...

Free counter and web stats