Tideland es la última película de Terry Gilliam, quise verla en su momento en el cine pero me fue imposible, una de las taras de vivir en Almería, y tal vez en España. En verdad no sé muy bien por dónde andaba cuando dejaron de estrenarla. Ahora la he visto. Y ahora también os recomiendo que la veáis. Dicen que el público la recibió de uñas en no sé qué festival de no sé bien qué ciudad española. Así que parece provocar sentimientos encontrados. Hay gente para todo, ya saben. Tideland es una historia mágica, en ese adjetivo se encuentra su lógica. Rodada con un estilo exacto, encuadres, dirección artística, fotografía, diálogos, interpretaciones, todo encaja como un guante en una óptica alucinada, meritoria, perfecta para dejarse llevar un par de horas. La Alicia de Carroll, la droga dura, los ritos de iniciación sexual, la taxidermia, la caza del tiburón monstruo, las cabezas de las muñecas barbie sometiendo a la sombra, bajo el océano de los cien años, allá donde se hacen los sueños. ¿Una obra maestra? no, no se trata de eso. Estamos hablando de cine. De pasar el rato sin bostezar o querer tirar el pc por la ventana.