A raíz de situaciones diferentes, pero similares;
De imágenes comunes, y lazos iguales.
Cuando lo habitual es la sobrevivencia;
Cuando la sobrevivencia se enmarca en violencia;
Cuando la violencia se torna cotidiana,
Cuando lastiman los golpes, los que se inscriben en la piel y el alma;
Cuando el sollozo y la desesperación ahogan; cuando la voz se desvanece ante al silencio que forja la angustia;
Cuando siendo tan chiquitos parecen cargar hasta incluso, con el dolor de “vidas pasadas y pesadas”;
Cuando lo incierto parece ser la única certeza de la vida diaria…
¿Qué los salva, qué los rescata, qué los fortalece?...
Y es justamente, la “fibra hermana”, la que fortalece y abraza; la que rescata y salva;
Es la confianza aprendida, de la certeza vivida, de que el otro siempre va a estar;
Es la vivencia compartida; la armonía deseada; la mirada encontrada…
Es Ese vínculo hermano y de hermanos, que permite amar y odiar; reír y llorar; soñar y jugar;
Es ese “lazo puro”… real… cierto… que sujeta, que sostiene, que sustenta, que redime, que familiariza – humaniza y resiste…
Y es el certero y desesperado “creer” en…
“…que un día no habrá confusión
porque si confías en mí
todo estará siempre.”
porque si confías en mí
todo estará siempre.”