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27.8.22

LUIS PANIAGUA:
"Árbol de cenizas"

Harto de la descatalogación de sus trabajos, aunque haya que afirmar acerca de muchos de ellos que están más allá del tiempo y de las modas, el músico madrileño Luis Paniagua creó Silentium Records en 1999 para, además, obtener unos beneficios que siempre acababa acaparando la discográfica de turno. Varias fueron las que publicaron sus discos en los comienzos de su trayectoria, entre ellas algunas tan ilustres como Grabaciones Accidentales o RTVE Música, y más específicas de estilos 'selectos' como Hyades Arts o NO-CD Rekords, compañía donostiarra que publicó "Árbol de cenizas" en el año 1994, en esa década de locura, expansión y finalmente hartazgo, de las conocidas como nuevas músicas. Los trabajos de Luis se adherieron a esa filosofía, y discos como este se beneficiaron de esa moda, pero por supuesto también del gran momento de su creador, que compuso esta música para un espectáculo de danza y la grabó y produjo durante el mes de abril de ese año 1994 en Pallarès de Baix, la masía de Luis en Olius (Lleida).

La Compañía Ferroviaria de Danza de Paco Maciá fue la responsable de este 'Árbol de cenizas', un trío de tres hombres (Juan Antonio Saorín, Diego Leiva y el propio Paco Maciá) que acudieron a Luis Paniagua para la musicalización del espectáculo: "Toda la música de este disco está compuesta desde la danza. Unos bailarines me invitaron a hacer la música para un espectáculo. Nos pusimos a trabajar, pero de repente los presupuestos de la compañía se rebajaron. Pasaron cuatro o cinco meses de no tener contacto otra vez, pero un día me llamaron con un poco de urgencia para acabarlo. Todo el disco, excepto un trocito pequeño, fue prácticamente compuesto y grabado en quince días. En ese tiempo me estaba cambiando de casa, y fue fregar un suelo donde iba a meter el estudio, extender una cama, y meterme quince días a grabarlo. Tenía un video, de manera que podía verles a ellos para recordar momentos". Música y danza hermanados y compaginados a la perfección. Utilizando para su grabación sitar, dilruba, ud, teclados, chirimías, tubófonos, cuenco, cántaros, teja, rascadores, semillas y cañas, la música para 'Árbol de cenizas' es maravillosa en su faceta reflexiva, sorprendente en la rítmica, siempre agradable. Y especialmente recordado es el comienzo del disco, la pieza que le da título: en "Árbol de cenizas", algo hasta entonces desconocido e inerte cobra vida y ocupa íntegramente el tiempo y el espacio. Ritmo, armonía y melodía son un todo perfecto, las notas transportan a lugares lejanos, pero la atmósfera hace que el viaje sea relajante y reparador. Inolvidable, esta pieza es uno de los grandes ejemplos de la capacidad de Luis Paniagua para crear una especie de personales mantras que engancharon al público de la new age y le acarrearon una gran popularidad en los años 90, gracias especialmente a lo exótico de ese pausado sitar superpuesto aquí a unos teclados igual de relajantes que las cuerdas. El conjunto ni aburre ni empalaga, más bien se desarrolla con encanto, fluyendo con soltura a lo largo de 8 minutos memorables, y la melodía de las cuerdas de origen indio aporta la fuerza necesaria al conjunto para lograr una pieza única. Al escuchar el resto del disco, se puede comprobar que, si bien no llega al nivel del corte inicial, no decepciona en absoluto. En "Homo Sapiens" algo tan simple como un viento juguetón (un tubófono) y un ritmo cíclico se bastan, con una pequeña ayuda final, para detener el tiempo durante siete relajantes minutos de ambiente primitivo, asociado sin duda, en un éxtasis repetitivo, al movimiento corporal de los actores de la compañía. También tranquila pero mas melódica y animada es "En marcha hacia el sol", en la que música y danza se convierten en un todo, elementos unidos que logran una bella comunión, aunque la música pueda vivir como una expresión en solitario, concretamente una suave melodía aflautada que torna aguerrida y se mantiene altiva y firme, algo minimalista, durante los 8 minutos que dura la pieza. "Vuela, vuela" vuelve a la vertiente meditativa, y cuenta con el regreso del sitar, ausente en los dos cortes anteriores, accediendo así a un nuevo océano de espiritualidad basado en esas cuerdas tan idílicas y un suave ambiente de teclados. Al contrario que la anterior, "La oportunidad disfrazada" comienza de manera épica, con un belicoso riff de cuerdas sobre el que se asienta una sencilla sucesión de notas de teclado, más cuerdas y posterior viento, estilo minimalista que recuerda poderosamente al Wim Mertens de la época, pero con una resolución muy personal del madrileño. "De lo mundano, lo sacro y lo divino" culmina el disco recuperando sensaciones pacificas y meditativas, con la melodía de "Árbol de cenizas" algo más pausada, y con gran importancia de armonías meditativas de voces y percusiones, entre otros instrumentos, aunque echando de menos la presencia del sitar. Así, combinando los cortes movidos con los relajantes, este final es de nuevo una invitación a la paz, que Luis recordaba así: "Hay una parte muy tranquila, que tiene voz con mucha reverberación. Cuando lo hice, lo grabé en casa y dije 'jo, esto es muy fuerte'. Sonaba como si yo fuera un budista, o un gurú, y me dije 'pero si es precioso y me gusta muchísimo, ¿por qué no incluirlo?'".

Luis Paniagua se nutrió de influencias en su infancia y juventud, la música clásica de su padre, la música antigua de su hermano mayor, Gregorio, las músicas orientales que estudió en la India... El cóctel originó una manera de expresión única y asombrosa, no exenta de evoluciones, y nos envuelve en su obra de una serenidad mágica, espiritualizando melodías y armonías tan cercanas a nosotros por lo hispano del autor como lejanas por la integración del sitar y de ritmos orientales en las mismas. Luis supo moverse con valentía y profesionalidad en el mundo de la música espiritual con detalles étnicos, dedicación con la que ha logrado reconocimientos y una interesante discografía, que en algún momento se detuvo en el mundo del teatro (adaptaciones del `Salomé' de Oscar Wilde, 'Peer Gynt' de Henry Ibsen, 'La isla del tesoro' de R. L. Stevenson, así como otras de Federico García Lorca o Calderón de la Barca), del cine ('Amaneció de golpe', de Carlos Azpúrua, y numerosos documentales) y de la danza, trabajando con varias compañías y coreógrafos, entre los que destacó la Compañía Ferroviaria de Danza de Paco Maciá, y su espectáculo 'Árbol de cenizas', una obra variada y suntuosa, donde la mayoría de las piezas alcanzan un nivel superior de relajación. No importa la definición, música étnica, músicas del mundo, música espiritual, nuevas músicas ancestrales, sólo son palabras, lo importante es saber degustar e interactuar con las atmósferas bienintencionadas de este buscador de la paz y de la belleza.

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29.7.20

RONAN HARDIMAN:
"Lord of the dance"

El éxito mundial del álbum de Bill Whelan "Riverdance" en 1995 originó una fiebre por la danza irlandesa, un interés que se prolongó en el tiempo y devino en unos interesantes proyectos colaterales. El más notable de ellos llegó de la mano del bailarín principal del espectáculo primario de Whelan, el aclamado irlandés-estadounidense Michael Flatley. Este, tras abandonar aquel proyecto por diferencias creativas con los productores (también se habló de rencillas con Jean Butler, la otra coreógrafa del mismo), se embarcó en otro de similar apariencia, en el que pudiera tener un control total del espectáculo. Su título general (extraído de un himno de la compositora inglesa Sydney Carter) fue "Lord of the dance", y la parte musical iba a correr a cargo del poco conocido compositor irlandés Ronan Hardiman, de corta trayectoria, cuya primera obra publicada (bajo el seudónimo de Shanon) era ya, en su inocencia, de un especial arraigo legendario en su interpretación de clásicos de corte celta (no en vano el álbum se titulaba "Celtic classics", al que siguió un segundo volumen) como "Carrickfergus" o "Danny boy", pero no anticipaba fácilmente la gran calidad que iba a poseer esta obra publicada por PolyGram TV en 1996 con el título de "Lord of the dance", buen ejemplo de música celta contemporánea. 

Hardiman vive en Dublin y nació y creció en Irlanda, rodeado de música irlandesa, en la que su familia estaba muy involucrada, y aunque en su adolescencia tornó sus inquietudes hacia el rock, acabó retornando a la tradición, y fue seleccionado para componer la música de 'Lord of the dance', a pesar de que en el proyecto había rumores de otros nombres, alguno tan importante como el de Andrew Lloyd Weber. Ronan no había compuesto antes para teatro, pero sí para cine, y este espectáculo tenía historia y drama, asemejándose a una película. Tampoco se dejó intimidar por la trayectoria vital de Michael Flatley: nacido en Chicago de padres irlandeses, aprendió danza a los 11 años y fue el primer bailarín no europeo en ganar el Campeonato de Irlanda de Danza Irlandesa en 1975, éxito que repitió también en la categoría de flauta, por lo que se trata también de un consumado intérprete de este instrumento. Era evidente que las comparaciones con "Riverdance" iban a ser inevitables, y eso lo sabían perfectamente ambos artistas, pero el proyecto cobró vida más allá de aquel, y llegó a ganar un premio de la IRMA (asociación irlandesa de música grabada). Basado en la tradición, la música es enteramente original de un Ronan que parecía madurar perfectamente sus ideas conforme avanzaba el proyecto: "Al principio Michael y yo nos reunimos mucho, casi cada día, y hablábamos de diferentes aspectos del drama, y de las diferentes ideas que él tenía. Yo me marchaba y sacaba algunas ideas musicales que le mostraba. Pero según avanzó el tiempo, Michael confío más en mí, y se limitó a animarme a hacer lo que yo sintiera que estaba bien". Aparte de tener que trabajar a contrarreloj, el proceso tenía más complejidad de lo que parece, porque los bailarines y la música tenían que estar perfectamente compenetrados: "Según fueron avanzando las cosas, Michael a veces se acercaba a mi estudio y danzaba delante de mí para que pudiera ver el tipo de ritmo que mejor iba para o que queríamos hacer". Ronan opinaba sobre Flatley que aportaba exuberancia y brillantez a la danza celta, y este espectáculo inundó de felicidad a una audiencia entregada. La obertura ("Cry of the celts") es una gran pieza que porta intensidad, un comienzo bucólico de flauta (primera aparición del personaje del Duendecillo, que utiliza el polvo de oro para despertar a las bailarinas) da paso a un reel de ritmo creciente -con algo de country- que incorpora en el espectáculo al Señor de la Danza' y nos transporta definitivamente a Irlanda con una primera demostración de zapateado. A continuación, "Suila A Ruin" es una hermosa canción que se interna en el mundo de fantasía de la diosa Erin (también conocida como Éire, es decir, la diosa de Irlanda) con la voz de Anne Buckley en el disco. Una magia nebulosa flota en el preciosista ambiente de "Celtic dream" (donde baila otro personaje principal, la joven y bella Saoirse), al que sigue un belicoso "Warrior" (con el protagonismo de Don Dorcha, 'el señor de la noche', y sus tropas). Pero para tonadas de especial belleza y recuerdo, dignas de mitos y fábulas, de entre la bruma aparece "Gypsy", para lucimiento particular de otra importante actriz en la representación, Morrighan la Tentadora, que intenta enamorar al Señor de la Danza. El ímpetu celta continúa con "Breakout" y "The lord of the dance" (espectacular baile conjunto que finaliza el primer acto), deslizándose algún interludio como "Spirit of the new world" o aceptables aderezos de jazz en "Fiery nights". Un idílico lamento ("Lament", conducido por tristes violines) y la dulce "Siamsa" abren camino de nuevo a la voz en "Our wedding day", otro título para la imponente pieza tradicional "She moved through the fair", canción idílica y de innumerables versiones (de grupos como Fairport Convention o Pentangle a solistas femeninas tan solventes como Loreena McKennitt, Mary Black, Hayley Westenra, Sarah Brightman o Nana Mouskouri, pasando por nombres de relumbrón como los de Alan Stivell, Art Garfunkel, Paul Young, Mike Oldfield o decenas de nombres más). "Stolen kiss" -de carácter romántico, un combate entre Saoirse y Morrighan, que al final traiciona al Señor de la Danza- y "Nightmare" -de evidente carácter fílmico, que narra la captura del protagonista por parte de los 'warriors'-, anteceden al pomposo corte final, "Victory", con la lógica victoria del Señor de la Danza y el emocionante baile de todos juntos. Una segunda edición del CD recogía dos cortes extra, dos versiones algo distintas de "Cry of the celts" y "The lord of the dance". El espectáculo en directo incorporaba algunas piezas que no aparecen en el disco, como ese duelo de violines titulado "Strings of fire", la canción "Erin the goodess", la danza del amor ("Dance of love"), "Hell's kitchen" (otro baile en solitario de Morrighan) o el momento en el que Flatley interpreta la flauta, "Whispering wind". Además, se demnomina "Planet Ireland" a una representación final a cappella (sólo zapateado, con algún pequeño fondo musical) de los bailarines. Los músicos que grabaron el álbum (que en parte acompañaron la primera gira del show) fueron: Dave Keary (guitarra, bouzouki), Máiréad Nesbitt (violín), Maire Breatnach (violín) -en la gira fue sustituida por Cora Smyth-, Gary Sullivan (batería), Tony Molloy (bajo), Liam O'Connor (acordeón), Gerard Fahey (uilleann pipes, whistle), Gerard Fahey (bouzouki), Tom McDonagh (bouzouki), Bill Dowdall (flauta), Richie Buckley (saxo), Anne Buckley (voz), Roy Carter (oboe) y Ronan Hardiman (teclados). La orquestación y conducción corrió a cargo de Anne Dudley, que fuera miembro de The Art of Noise. Tras el éxito de "Lord of the dance", Flatley se inventó una versión ampliada, espectáculo conocido como "Feet of flames".

Estrenado en Dublín en 1996, "Lord of the dance" no era solo un espectáculo de baile irlandés como "Riverdance", sino que "es una historia ficticia sobre la leyenda mágica y mitológica del mundo celta a través de la danza", una enorme representación teatral con muchos medios y tecnología, en la que la danza era la protagonista principal, y que acaba convirtiéndose en una lucha entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, basada en el folclore irlandés. Por supuesto, gana Flatley. Como no todo van a ser noticias positivas, algunos críticos vieron motivos fascistas en la historia y las ropas negras de algunos personajes (Don Dorcha y sus 'warriors'), así como algún procedimiento de carácter militar. La función pasó también por varias ciudades españolas con un gran éxito de crítica y público, aunque el disco no acabó de entrar en nuestras listas de ventas. La música se compara sin remedio a la de "Riverdance", con la que posee evidentes nexos, y Hardiman no desmerece al talento natural de Bill Whelan, aunque es de mérito reconocer que el mito alcanzó un nivel imposible de superar (número 1 en Irlanda tras su interpretación en Eurovisión) en aquella obra cumbre que reunía además a músicos tan impresionantes como Davy Spillane, Declan Masterson, Máirtín O'Connor, Eileen Ivers, Ronan Browne y muchos más. Pero lejos de más equiparaciones, "Lord of the dance" fue un trabajo muy solvente, algunos de sus momentos suenan a tradición, transporta a reinos de fantasía y de leyendas ancestrales, y Flatley y los demás bailarines se mueven con la elegancia de duendes y hadas. Las dos artes, música y danza, se unen en un espectáculo cautivador para todo tipo de público. 

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5.10.06

PEP LLOPIS:
"Las noches y los días"

Cuanto más se escuchan trabajos como éste del valenciano Pep Llopis menos se entienden tantas y tantas cosas sobre las compañías, distribuciones, radiodifusiones o intereses del público en general. Nominado y premiado en numerosas ocasiones en la Comunidad Autónoma Valenciana por obras para teatro y danza, este compositor nacido en Liria en 1945 publicó en la década de los ochenta por medio de Grabaciones Accidentales varios LP's de sus bandas sonoras, en especial para la compañía Ananda Dansa, con la que ha colaborado durante décadas ("Homenaje a K", "Destiada"...). Especialmente destacable es un experimento primario, influido notablemente tanto por las músicas mediterráneas (él había viajado por algunas islas españolas y griegas) como por el minimalismo de Steve Reich o Wim Mertens, titulado "Poiemusia (La nau dels Argonautes)", en colaboración con el poeta Salvador Jàfer. Fue sin embargo un inmenso trabajo, su primero en CD, por el que despuntó definitivamente este afamado músico, uno más de esos intérpretes españoles de gran valía que a finales del siglo XX dieron vía libre a sus ansias expresivas en solitario, después de haber pertenecido a grupos más o menos vanguardistas como, en el caso de Llopis, Cotó-en-pèl o Erratum Ensemble, donde coincidió con Llorenç Barber y Fátima Miranda. Sellos como Taxi Records, Dro, Hyades Arts o El cometa de Madrid hicieron posible la comunicación definitiva entre los músicos y el público, gracias a discos como el que nos ocupa, el CD "Las noches y los días", publicado por Grabaciones Accidentales en 1992.

Llopis, director del Aula d´Altres Músiques desde 1998, siempre ha sido un músico apreciado por coreógrafos y directores de prestigio por sus composiciones para danza, teatro y audiovisuales. Sus referencias son numerosas, así como los reconocimientos obtenidos por ellas. En un momento dado decidió publicar este CD que recogía varias de las músicas compuestas para espectáculos (en su mayoría para la mencionada compañía Ananda Dansa) como "Tarzán", "De la Tierra a la Luna", "La comedia de las equivocaciones" o "Homenaje a K", y el resultado fue sencillamente espectacular, una música al servicio del arte que no es sólo visual, sino que es una de esas bandas sonoras con fundamento, no sólo de situación, que también pueden disfrutarse de su escucha atenta. Al piano, teclados y percusiones de Pep se unen instrumentos de viento y cuerda para configurar una música de difícil encuadre por su variedad estilística, ya que junto a su estética contemporánea (en un clasicismo de sonido moderno, decididamente electrónico) se respiran momentos ambientales, de música del mundo (muy mediterránea, evidentemente) y una estética minimalista ('concepción minimal', apunta él) que por momentos podría recordar a Wim Mertens ("Frescos") o Philip Glass ("La nau"). El comienzo te introduce en un mundo fantástico, que en el caso de esta pieza de rugiente intensidad titulada "Las noches y los días", va evolucionando con el protagonismo de un sonido solista de cuerdas. Otras composiciones gozan de momentos más electrónicos que se disfrutan como un suave oleaje, como "Jardins aquatics" (de ritmo acelerado constaste, que bebe claramente de fuentes minimalistas con la ayuda de unos vientos que dibujan el complemento) o "Vestidos", donde una base electrónica programada recibe las entradas acústicas, melosas, asomándose a un nuevo sonido en el cual ambas vertientes conviven en armonía, una especie de neoclasicismo experimental. Un tímido jazz melódico se acerca al disco por medio, especialmente, del uso del saxo, como en "Tema melodic" o en "Frescos", pieza dividida en dos partes, la primera es un elegante tema de piano que si nos dicen que es de Wim Mertens -sin voz, eso sí- nos lo creemos sin duda; su continuación es un ambiente cálido con saxos y alegre percusión, muy distinto a lo escuchado anteriormente en el disco, pero que completa con calidad. Lo acústico de "Prefiero decírtelo de esta manera" (un ambiente intrigante, al que acude el piano para aportar el elemento melódico sobre el que culminan las cuerdas), ese deleite de cuerdas y vientos que supone "Tres mujeres", o esa pieza intrigante, en la onda de Rodrigo Leão, titulada "En otro tiempo", ayudan a completar uno de esos discos que hubieran merecido una acogida más multitudinaria, algo complicado en un país donde el reconocimiento, en ocasiones, tiene que venir contado desde fuera de nuestras fronteras. Pero Llopis se lo ha ganado, y hay un par de composiciones en el disco que se pueden quedar especialmente en la memoria: "Jane" es un delirio poético, una belleza de maravillosa sencillez donde el piano eléctrico se funde con flautas, violonchelo y contrabajo en una especial sensibilidad y poesía al servicio del espectáculo 'Tarzán'; además, "The milky way (l'espai)" -que fue incluido en el recopilatorio "Música sin fronteras vol.III"- tiene una especial gracilidad en su lenguaje tintineante, sobre el que reposan unos espléndidos arreglos orquestales que la hacen especial, esa 'música con alma' que reclamaba en su día el propio autor, y que unida a lo visual de la danza, se convierte en un espectáculo digno de contemplar y escuchar.

Desde los noventa, cuando fue publicado "Las noches y los días", Llopis ha continuado trabajando con Ananda Dansa. Como fuera que aquella recopilación primaria nos dejara con ganas de más en nuestra degustación del minimalismo ambiental de Llopis, nos podemos alegrar especialmente de la publicación en 2008 del CD "Alma", plasmación en CD de la música para el espectáculo del mismo nombre, en el que Ananda Dansa realizaba una revisión de sus 25 años de historia. Seguro que los que no acudimos con regularidad al teatro o a los espectáculos de danza -en muchas ocasiones por desconocimiento o porque no se acercan a nuestras ciudades- nos estamos perdiendo no sólo unos eventos culturales posiblemente interesantes, sino también lo que aquí nos ocupa, una música deliciosa, de un compositor peculiar y distinguido que ha sabido encontrar su camino absorbiendo influencias contemporáneas, mediterráneas y minimalistas, entre otras. Para los muy interesados, les queda la difícil tarea de encontrar los vinilos de "Destiada", "Homenaje a K" o "Crónica civil", así como conseguir sus discos compactos y por supuesto, disfrutar de vez en cuando con "Las noches y los días".

19.8.06

BILL WHELAN:
"Riverdance

Irlanda, basándose en su poderosa tradición musical, ha sido un clásico ganador del festival de Eurovisión, especialmente durante los años 90. Tras la victoria de Niamh Kavanagh en el año 93, se celebró en Dublín el festival de 1994. Para el comienzo de la segunda parte del mismo, antes de dar paso a las votaciones que dieron el triunfo de nuevo a Irlanda con la representación de Paul Harrington & Charlie McGettigan, el comité organizador propuso a Bill Whelan, afamado compositor nacido en Limerick en 1950, la creación de una pieza de esencia tradicional que mostrara el baile típico zapateado irlandés. Así nació "Riverdance", definida por él mismo como una especie de mezcla étnica entre lo irlandés, lo ruso y el flamenco. Pero si la música era de una soberbia calidad, más impactante fue la coreografía exhibida, una vistosa danza irlandesa interpretada por un conjunto capitaneado por el norteamericano (de padres irlandeses) Michael Flatley y la también norteamericana Jean Butler. Poco después la misma composición y coreografía fue representada en directo en el Royal Variety Performance (noche de gala a la que acuden los altos rangos de la familia real británica, televisada a todo el Reino Unido como antesala de la Navidad). El éxito superó cualquier esperanza, alcanzando dicha canción el número 1 de las listas irlandesas, donde permaneció 17 semanas. Sin embargo la hazaña, alabada también en otros países, no quedó ahí, puesto que dio pie a la consecución de un álbum entero, acompañado por un espectáculo completo de danza irlandesa con el título de "Riverdance, the Show", representado en numerosas ciudades a uno y otro lado del charco. Una vez acabada la exitosa gira del show, Michael Flatley (cuya popularidad había aumentado considerablemente) se desvinculó de la misma para preparar su propio espectáculo, de título "Lord of the Dance", que también contó con un gran éxito y la estupenda música de Ronan Hardiman, en un entorno más genuinamente irlandés que "Riverdance". Aunque con menos repercusión, Flatley continúa su carrera triunfal con nuevos espectáculos en los que desarrolla esa extraordinaria capacidad de movimiento y zapateado.

Resulta curioso que la semilla de "Riverdance" fuera una canción titulada "Timedance", interpretada por Planxty y compuesta por Whelan, Liam O'Flynn y Dónal Lunny también para un festival de Eurovisión representado en Irlanda, el de 1981. Esa pieza se podía escuchar regrabada en el álbum de Whelan "The Seville Suite", primera publicación orquestal de este autor, una monumental suite dedicada al héroe irlandés Hugh O'Donnell y estrenada en Sevilla en el Día de Irlanda de la Expo'92, precedente de "Riverdance" sin la danza irlandesa (excepto en su popular pieza "Caraçena"), y con la presencia de algunos de los instrumentistas de "Riverdance", especialmente Davy Spillane y Máirtín O'Connor. Los años transcurridos no han borrado las intenciones de la música, aunque sí han cambiado ligeramente el título, incluso han sustituido al genial gaitero Liam O'Flynn por el no menos impresionante Davy Spillane. El origen norteamericano de los primeros bailarines de "Riverdance" no es casual, ya que el disco cuenta la historia del viaje del pueblo Irlandés para encontrarse con otras culturas, principalmente en América, y el éxito del mismo en Estados Unidos evidencia el amor y respeto que esta música sigue cotizando tan lejos de los territorios genuinamente celtas. Una mágica y etérea introducción de flauta a cargo de Davy Spillane da comienzo a un show que, si simplemente escuchado es de por sí fabuloso, gana muchos enteros en su representación; "Reel Around the Sun" es ese comienzo, contagioso y atrapante, un auténtico acierto en el que aparte de Spillane podemos escuchar ya a otros de los grandísimos músicos implicados en el proyecto, como Máire Breatnach (violín), Máirtín O'Connor (acordeón), Tommy Hayes (bodhrán), Noel Eccles (percusión) o Des Moore (guitarra acústica). Otros momentos de gigantesca intensidad emocionan en el álbum: "The Countess Cathleen / Women on the Sidhe" es una pieza rítmica, coreografiada por Jean Butler, en la que destacan violín y percusión, que está inspirada por los versos de William Butler Yeats sobre una condesa que, ante la hambruna que diezmaba al pueblo irlandés, vendió su alma al diablo para salvarlo. "Caoineadh Cú Chulainn (Lament)" es precisamente un lamento, un corte compuesto especialmente para el lucimiento de Davy Spillane con la gaita irlandesa (uilleann pipe), que el intérprete acomete en el centro del escenario, dedicado al héroe mitológico conocido como el 'Aquiles irlandés'. "Firedance" es auténtica pasión de influencia española, una fusión asombrosa para la cual Whelan contrató, por mediación de la bailaora María Pagés (que trabajó con Whelan en "The Seville Suite" y que fue contratada para bailar en el show de "Riverdance") al guitarrista Rafael Riqueni, que repite en otro corte típicamente hispano, "Andalucia", junto al cantaor Juan Reina. "Slip into Spring" es puro lirismo, el acordeón de Máirtín O'Connor domina un corte maravilloso evocador de leyendas ancestrales. "Macedonian Morning" y "Marta's Dance / The Russian Dervish" son edificantes acercamientos a culturas del este, de esencia festiva y acabado ejemplar, y Eileen Ivers es la encargada de interpretar el violín en la pieza que finaliza (salvo un reprise) el disco, "The Harvest". No hay que olvidar la hipnótica presencia en todo el trabajo del coro Anúna, agrupación irlandesa para la cual estaban compuestas varias de las canciones de "Riverdance", interludios vocales de calidad entre vistosas coreografías. También Anúna intervienen en la canción principal del trabajo, la que desencadenó todo este fenómeno, un prodigio de fuerza, desarrollo e interpretación cuyo título, "Riverdance", es ya mítico en la música celta orquestal y en la danza irlandesa. El álbum, publicado en 1995 por Celtic Heartbeat (filial de Universal Records para música celta, fundada por el que fuera manager de U2, Paul McGuinness), tuvo dos versiones, una primera de portada anaranjada con menos incidencia del zapateado, y otra en un tono azul, mayor número de temas y un acabado espectacular por esa monumental combinación de artes. El sencillo que logró el número 1 contenía "Riverdance" y "Caraçena" (de "The Seville Suite"), mientras que los otros dos CDsingles fueron "Reel Around the Sun" (con "Marta's Dance / The Russian Dervish") y "Lift the Wings" (con "Firedance"). También se comercializó un vídeo con el espectáculo, que incluía momentos no recogidos en el álbum, como un coro gospel, o números de baile sólo con percusión. El fenómeno no ha frenado años después, poniéndose a la venta otro CD y un DVD con el espectáculo en directo en Nueva York, "Riverdance on Broadway". Otras ediciones especiales fueron las de décimo aniversario en 2005 ("Riverdance 10th Anniversary Edition") y la del 25 aniversario en 2019 ("Riverdance 25th Anniversary").

Es importante recalcar la apertura de miras del festival de Eurovisión en los últimos tiempos, destacando la victoria de Secret Garden en 1995 con "Nocturne", una canción prácticamente instrumental, las de canciones de corte folclórico como "The Voice", de Eimear Quinn para la inefable Irlanda en 1996, o "Fairy Tale" de Alexander Rybak por Noruega en 2009, o de Sertab Erener para Turquía en 2003 con un tema que entra de lleno en la world music modernizada, además de un meritorio segundo puesto del conjunto belga de música folk Urban Trad ese mismo año. También Dulce Pontes compitió por Portugal en 1991, y Noa con Mira Awad por Israel en 2009, pero fue Irlanda el país más acertado cuando emplazó a Bill Whelan para un show especial, el que dio origen al fenómeno "Riverdance". Manteniendo las mismas intenciones que rigieron aquel glorioso festival en el que sonó "Riverdance", al año siguiente el encargado de amenizar el descanso en el festival también celebrado en Dublín fue otro compositor del mismo corte que Whelan, Mícheíl O'Súilleabháin, con una canción de título "Lumen" en la que, una vez revitalizada la danza irlandesa el año anterior, se intentaba hacer lo mismo con ese estilo vocal tan particular de estos países celtas, si bien no se obtuvo el mismo éxito, posiblemente por su menor componente visual. En resumidas cuentas, y teniendo en cuenta un éxito que no se olvida décadas después, se puede concluir sin temor a equivocarnos que los verdaderos vencedores del festival de Eurovisión de 1994 no fueron Paul Harrington y Charlie McGettigan (tercera victoria consecutiva de Irlanda) sino que fue Bill Whelan.