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3.5.22

SKYEDANCE:
"Labyrinth"

"Skyedance" fue el título, en 1986, de un espléndido álbum grabado a dúo entre dos músicos por entonces bastante desconocidos, Alasdair Fraser y Paul Machlis. En esta reunión, ambos interpretaban temas tradicionales escoceses rescatados de cancioneros. Fraser y Machlis se habían conocido en California cuando el primero de ellos, el violinista escocés, se había desplazado hasta allí por un trabajo totalmente alejado de la música. Gracias a Machlis, estadounidense, y a la aceptación de su arte conjunto, Fraser volvió a su país de origen y a su vocación, ofreciendo al mundo espléndidos álbumes como "Skyedance", "The Road North" (ambos junto a Paul Machlis) o, ya en solitario, "Dawn Dance". Con ellos su popularidad llegó a límites insospechados años atrás, pero para sus largas giras necesitaba un grupo de amigos, un conjunto que tuvo el acierto de tomar el nombre de aquel disco primario que comenzó todo, Skyedance. 

El objetivo era crear una banda a través de la creatividad de cada uno de los miembros, que provenían de campos distintos. Madurar esa combinación lleva tiempo, pero la calidad de los nombres implicados era muy grande, y la unión hizo que cada músico tuviera una voz distintiva y muy fuerte: Alasdair Fraser (violín, viola), Eric Rigler (gaitas escocesa e irlandesa), Chris Norman (flauta de madera, flautín), Paul Machlis (piano, órgano, teclados), Mick Linden (bajo) y Peter Maund (percusión) fue la formación que grabó el afortunado primer paso del grupo, "Way Out to Hope Street", un auténtico viaje a Escocia, a una tradición antigua y hermosa, muy bien tratada y fácil de escuchar, pero salpicada de gozosas influencias de otros estilos (no en vano Chris y Peter habían tocado música antigua, Mick había colaborado con algunos grupos africanos, y el jazz era también una constante en varios de los miembros). Ese primer disco de Skydance era una especie de prolongación de los trabajos de Fraser y Machlis (incluso "The Skyedance Reels" fueron rescatados del álbum "Skyedance"), incorporando nuevos elementos e ideas, ganando por lo tanto en profundidad aunque se pueda diluir así de algún modo esa chispa artesana y absolutamente bucólica que presentaban sus trabajos seminales. Con los mismos protagonistas, dos años después, llegó una segunda opción para admirar la conjunción de elementos de este fenomenal grupo en el álbum "Labyrinth", publicado por Culburnie Records en 1999, con la conveniente edición española a cargo de Resistencia donde estos seis músicos superaron el alto nivel del disco de debut. "Labyrinth" es vibrante y atractivo, a la par que algo más sosegado, y puede presumir de una mayor investigación, de ser incluso más abierto a otros sonidos, como se cuenta en el libreto: "Los laberintos son símbolos profundos de la peripecia vital en muchas culturas, desde el gran mito griego de Ariadna y Dédalo, hasta los hermosos laberintos labrados y penetrables de los pueblos celtas, amerindios y nórdicos. Los músicos de Skyedance emprenden su propia peripecia laberíntica entrelazando raíces escocesas con influencias de todo el mundo y enhebrando su recorrido descubridor en todo un juego de ritmos, armonías y melodías". La conjunción es fantástica, y aunque la voz principal es la del violín, todos los músicos tienen momentos para brillar. De Fraser es el reel de inicio, el fenomenal "The Spark" (dedicado a la memoria del poeta Donnie Campbell), y aunque suyas son también dos demostraciones de violín como "Into the Labyrinth" o "Ariadne's Thread", es en una de las joyas del disco donde demuestra su nivel como compositor: "The Other Side of Sorrow" es un monumental lamento inspirado en 'The Cuillin', un poema de Sorley MacLean referido, cómo no, a la isla de Skye, ese lugar que Alasdair considera uno de los más bellos del mundo y que ha acompañado sus inspiraciones durante los años. Rigler aporta al disco "La Gallega", donde sus compañeros van adoptando su bella melodía. No es de extrañar el apabullante bajo sin trastes del comienzo de "Till October" al comprobar que es una composición de Mick Linden de sorprendente atmósfera, un Linden que se muestra más desenfadado en la andante y entretenida "Cat in a Bag", y en "When she drives". "Fite Fuaite" es una pieza de Paul Machlis que proviene de una expresión gaélica irlandesa que significa 'mutuamente entrelazados'. Tal vez se refiera a su relación musical con Fraser en aquella época. "Inside the Shadows" es otra de sus aportaciones al álbum, en la que se nota la conducción de su piano, pero su gran acierto es el tema de cierre, "Evensong", una de esas tonadas monumentales, dignas de cerrar los ojos durante cuatro minutos y sencillamente disfrutar. Chris Norman, por último (Peter Maund no compone en este trabajo, pero su percusión es vital en el mismo), incorpora al disco "The Pentz Road", y especialmente "The Iron Rig / The Boxwood Reel": su primera parte, excepcional (que recuerda profundamente a la versión que del clásico de Van Morrison, "Moondance", realizó el recordado grupo Puck Fair) y dedicada a su padre, Arthur, "alude -se nos cuenta en el libreto del álbum- a los anillos que los ingenieros canadienses llevan como símbolo de orgullo profesional y responsabilidad cívica. Estos anillos se hicieron en un principio con el acero de un puente que se derrumbó en las proximidades de Quebec".

El violín es uno de los instrumentos característicos de la música celta, aunque tal vez carezca de la potencia simbólica de la gaita o del celestial lirisno del arpa, por mencionar sólo otros dos instrumentos típicos de esa cultura. Además, el violín posee una mayor identificación con la música culta, lo que no le impidió desde siempre gozar de un gran poderío en la tradición de las tierras celtas. Alasdair Fraser y su violín se hacen uno en la música de este maestro escocés que se convirtió en un nombre a tener en cuenta en las corrientes musicales instrumentales de los locos años 90. Junto a su banda Skyedance, continuó engrandeciendo su figura, y cualquiera de sus dos trabajos originales ("Way Out to Hope Street" y "Labyrinth"), así como su espectacular disco en vivo en España ("Skyedance en directo"), son razones más que sobrantes para dejar que el tiempo fluya al ritmo de los sonidos mundiales de una banda conjuntada y original, pero más cercanos, visto el nombre de su líder, a la venerada tradición escocesa.

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16.5.21

VARIOS ARTISTAS:
·"Lágrimas de arpa y luna"

El boom de la música new age en España (en todo Occidente, realmente) afectó a muchos tipos de música que, inevitablemente, se asociaron a la filosofía musical que huía de los arquetipos habituales y hurgaba por igual en la tradición y en la modernidad, con enfoques por lo general de una elevada espiritualidad. Fue común en esta época la aparición de recopilaciones que, con el cebo de tres o cuatro nombres importantes o piezas emblemáticas, completaban el producto con bastantes canciones de relleno. Tampoco eran malas propuestas esas "Relax", "Al otro lado", "Paraísos", "Entre hoy y mañana", "Pure Moods" o "No Stress", donde se podían hacer algunos descubrimientos importantes entre la gran cantidad de producciones de la época, pero tal vez pretendían abarcar demasiado, a la par de tener unas expectativas comerciales bastante altas. Algo antes, en momentos de cierto desconcierto, otras compilaciones supieron dar con la tecla y ofrecieron las referencias más importantes de catálogos que empezaban a llegar a nuestro país, surgiendo así "Música sin fronteras" (de GASA) o "Música para desaparecer dentro" (de Sonifolk), dos recopilatorios de sobrada calidad y un número ingente de joyas en su interior. De parecida factura al segundo, y con otro poético título, "Lágrimas de arpa y luna" fue en 1995 la segunda referencia del sello Resistencia.

Este tipo de discos recopilatorios han sido siempre una manera más de conocer (y reconocer) a una serie de artistas que posiblemente se nos podrían llegar a escapar en sus discos particulares, y no necesariamente por falta de calidad, sino más bien por casualidad, mala distribución, o por no poder abarcar una producción que, de repente y visto el éxito del momento, dio un salto importante en número. Lo que hay que destacar de "Lágrimas de arpa y luna" es que no hacía concesiones a la pura comercialidad, sino que todos sus ingredientes pertenecen al tipo de música que engalanaba Ediciones Resistencia, esas que conocimos en aquellos momentos como Nuevas Músicas, sin otro tipo de aderezos de renombre o carácter superventas. Otra hermosa portada, como la de las otras compilaciones de calidad antes mencionadas, evocaba además músicas conectadas con la naturaleza y la espiritualidad. Nada mejor que iniciar el recorrido, por tanto, que con el neozelandés David Antony Clark y su concepción natural y neoprimitiva del sonido ("Flight of the Giant Eagle" es una de las piezas importantes de su primer trabajo, "Terra Inhabitata"). También proveniente del sello White Cloud, David Downes es de esos desconocidos que no desentonan en la compilación, por medio de una canción, "Ana Faerina", presa de un encanto antiguo. Chip Davis es otro de los destacados en este primer CD, gracias al enorme "Red Wine", todo un himno contenido en el cuarto volumen de la saga 'Fresh Air' de su exitosa banda, la Mannheim Steamroller, que repite algo más adelante con "Nepenthe", otra estupenda composición para teclado y orquesta incluida en el sexto volumen de la populosa serie. Más músicos de renombre se agolpan en este disco 1, tales como Paul Machlis (grandioso su álbum "The Magic Horse", al que pertenece el tema "Patshiva", exponente de su collage de influencias), Jon Serrie (aunque el ambiente espacial de "Remembrance" no sea de los más recordados del norteamericano) o el excelso violinista escocés Alasdair Fraser (que unió fuerzas en 1991 con el percusionista Tommy Hayes en el disco de este último "An Rás", del que escuchamos "Nathaniel Gow's Lament for his Brother"), si bien encontramos también ilustres desconocidos como Eko (el guitarrista John O'Connor, con "Mirage à Trois"), Áine Minogue (arpista irlandesa, que se muestra pura y sensible en "Rí na Sidhóga") o Khenany (grupo de raíces andinas que incluye al guitarrista Brian Keane, y que participa con la pieza "Bonita"). Muy especial es el comienzo del disco 2, por tratarse de un grupo español que nació con Resistencia (fue la primera referencia del sello, dejando el segundo lugar a esta recopilación), esa conjunción de Jesús Vela y Manuel Sutil que se hizo llamar V.S. Unión y que sorprendió al público con la excelencia de su álbum "Zureo", del que queda aquí recogido "La mar por medio". Esta segunda tanda presentaba en general nombres más conocidos en aquel lejano presente de las nuevas músicas, como Chris Spheeris (tanto junto a Paul Voudouris -¿quién no recuerda su aclamado disco "Enchantment" en el que venía recogida la luminosa "Pura vida"?- como en solitario -"Aria" abría su excepcional trabajo "Culture"-), Jon Mark (un velo celta nos envuelve en "So Fair a Land"), Craig Chaquico (impactante guitarrista de herencia roquera que nos envuelve con la sensual "Gypsy Nights"), David Darling (chelista de renombre del que escuchamos "Sweet River"), Deuter (que presenta dos canciones, destacando especialmente esa delicia llamada "Ari", incluida en el disco "Henon" de este artista tan espiritual) o un Peter Kater que ya estaba en el primer disco junto a su esposa Chris White en el proyecto Flesh and Bone, y del que escuchamos en el segundo una pequeña muestra, titulada "The Death of Dull Knife", de la banda sonora para la serie documental televisiva "How the West Was Lost", que compuso junto al flautista navajo Carlos Nakai. El lado femenino lo cubren Savourna Stevenson (otra arpista escocesa que ofrecía aquí el tema de Echlin Ó Catháin "Aeolian"), Radhika Miller (una primorosa flautista norteamericana de la que escuchamos "I Once Loved a Lass") y el conjunto finlandés Niekku (que representa el folclore del norte de Europa por medio de la sugerente "Aamulla Varhain"), pero es necesario detenerse, en aquellos años de fragor de las guitarras flamencas, en el dúo de músicos de origen iraní Shahin & Sepehr, que despliegan la magia de las cuerdas en "One Thousand and One Nights", así como en los fantasiosos y aventureros sones de "The Enduring Story", que formaba parte de "Songs from Albion", esa especie de soundtrack de las novelas de Stephen Lawhead compuesto por el teclista estadounidense Jeff Johnson y el flautista irlandés Brian Dunning, antiguo miembro de Nightnoise. Destacable es también, y se trataba de algo habitual en Resistencia, el esmerado diseño gráfico del producto y la cantidad de información que le acompañaba.

En la declaración de intenciones que presenta el cuadernillo interior, se advierte que no se trata este disco "de una de tantas publicaciones oportunistas, sino que pretende ir más allá de lo trillado y superficial para adentramos en terrenos vírgenes y zonas no cartografiadas, siguiendo zigzagueantes vericuetos en pos de la belleza. Evocadoras planicies electrónicas salpicadas de voces que cantan en idiomas inexistentes, de instrumentos que nos traen resonancias de culturas ancestrales del planeta, de otras épocas de la cultura, de lamentos por la pérdida de la inocencia, de hechizos druídicos, de eclipses astrales, de expediciones al universo y a los más recónditos adentros del alma. Reconfortantes sonidos celebratorios que elevan el espíritu e inducen a la danza y, más tarde, al sosiego y la calma. Vuelos de mandolinas entre tañer de arpas. Todo eso es este doble álbum insondable, repleto de profundidades sónicas desde las que se elevan gráciles melodías universales, satélites que rotan presentando innúmeras facetas clandestinas, perennes marfiles óseos sepultados en carnes grávidas y efímeras que resurgen, como ave fénix, liberados por el fuego y los tambores de la percusión para asumir caprichosas y artísticas formas". Ni más ni menos. Indudablemente, un homenaje a la belleza de una época en la que esa característica de lo más placentero se veía personificada en este tipo de música tan válida y tan reconfortante.

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27.11.20

CAPERCAILLIE:
"To the moon"

Ya advertía Donald Shaw que el momento de auge de la música celta en las últimas décadas de la pasada centuria entrañaba también algún riesgo, porque las modas vienen y van sin poder luchar contra ello. No sería una banda tan emblemática como la que fundara el propio Shaw en 1984, Capercaillie, la más perjudicada en ese caso, pues ellos ya se habían forjado un nombre que era sinónimo de calidad y tradición, pero también de modernidad: "Queremos llegar al mayor número de gente posible. Somos un grupo de música tradicional, pero que también sabe tocar música de su tiempo". Efectivamente, el acercamiento de su música a los nuevos tiempos en la década de los 90 fue progresivo, con el punto culminante de un trabajo con ritmos funk titulado simplemente "Capercaillie", del que no quedaron nada satisfechos, y con el que a la vez bucearon en nuevos sonidos y confundieron a su público, que venía de adorar el superventas "Secret people". Ellos nunca se habían separado de sus raíces, de su cultura, en una evolución en la que el inglés fue usurpando poco a poco el sitio al gaélico escocés, la lengua materna de Donald y de su mujer, Karen Matheson, la espectacular voz de la banda. En este momento, para acabar de impulsar la creación de su nuevo disco, llegó otro proyecto audiovisual (ellos ya habían puesto su espectacular sello en documentales tan loables como "The blood is strong") que les volvió a motivar especialmente, la película sobre ese personaje considerado como el Robin Hood escocés, 'Rob Roy, la pasión de un rebelde'.

Dentro de esa curiosa iniciativa cinematográfica de que los estudios importantes rueden casi a la vez películas de temáticas parecidas para competir entre ellas (sobre Cristóbal Colón o Wyatt Earp en esa misma época, por ejemplo, o sobre hormigas animadas o asteroides que van a chocar contra la Tierra unos años después), los héroes nacionales escoceses tuvieron su lucha particular en la taquilla en las figuras de William Wallace ('Braveheart') y Rob Roy MacGregor ('Rob Roy'). Ambos soundtracks eran espectaculares, obra de James Horner el primero y de Carter Burwell el que aquí nos ocupa, ya que 'Rob Roy' incluía canciones con la participación de Capercaillie, plasmadas además en el CD de la banda sonora, concretamente "Hand earth" (con la voz de Karen Matheson), "The gaelic reels", "The blunt reels" (ambas escritas por el grupo), y los tradicionales "Ailein duinn" (canción en gaélico que entró en el top 40 del Reino Unido), "Theid mi Dhachaigh (I'll go home)" y "Morag's lament". El grupo, además, apareció como figurantes en la película, tocando "Ailein duinn" mientras bailaban los protagonistas, Liam Neeson y Jessica Lange. Ese proyecto retornó los intereses del grupo por un sonido más antiguo, y eso condujo hasta "To the moon", trabajo con más folk que pop, que incluía algunos de los cortes del film. En su web se comenta así: "La banda pasó la primera parte de 1995 escribiendo música y apareciendo en la película de Hollywood 'Rob Roy', y luego comenzó a trabajar en el álbum. Pidieron la ayuda de Fred Morrison, el gaitero campeón escocés, y el sonido de la banda dio otro gran paso adelante. El álbum contiene 'Ailein duinn', el tema principal de 'Rob Roy' que presenta al renombrado gaitero Davy Spillane, y 'Claire in heaven', una poderosa canción de Manus con una sección instrumental electrizante de Charlie McKerron en el violín, Marc Duff en el tin whistle y Fred en la gaita". Efectivamente, dos tipos de gaita sonaban en el trabajo, especialmente la escocesa highland pipe intepretada en varios temas del disco por Fred Morrison, y la irlandesa uilleann pipe, que toca Davy Spillane en "Ailean duin". "To the moon" comienza con su tema homónimo, que integra los tradicionales "A nighean donn" y "A ghealaich", y sin ser ni de lejos la mejor canción del disco, anticipa las intenciones modernizantes de la tradición escocesa que preconiza esta banda desde años atrás. Con "Claire in heaven" llega ya la excelencia instrumental (la vocal está presente en todo el álbum), en una canción muy amena -en el tono más actual y joven de la banda- de Manus Lunny que no tiene continuidad en su otra pieza del álbum, "Níl Sí NGrá". Aparte de los mencionados Morrison y Spillane, y las contribuciones de Marc Duff (flauta, bodhrán), Ray Fean (batería) y Wilf Taylor (percusión) -dos percusionistas que sustituyen temporalmente a James Mackintosh, ocupado en los comienzos de su otra banda, Shooglenifty-, el grupo estaba constituido oficialmente por Karen Matheson (voz), Donald Shaw (teclados, acordeón, voces), John Saich (bajo, guitarra, voces), Manus Lunny (bouzouki, guitarra, bodhrán) y Charlie McKerron (violín). El disco continúa con el buen ritmo y frases en español de "Why won't you touch me", aunque se trata de una fusión difícil con nuestro idioma (la idea fue de John Saich), que protagoniza el título de la bailable, amena y simpática "La paella grande". Aunque el trabajo comienza dubitativo, con un primer tramo balsámico en la medida que lo es la voz de Karen Matheson, su interés general va aumentando conforme pasan las canciones, hasta llegar a un momento en el que te das cuenta de la enorme calidad de una banda que hace fácil lo difícil y, aún con una cierta perdida de su chispa inicial, mantenía una corrección innegable, con instantes de enorme clase, un aluvión final de canciones que reflejan una enorme personalidad. Por ejemplo, "You" es una deliciosa canción que parece recrear sonidos pasados del grupo, un guiño que también se nota en la desenfadada "The crooked mountain". Más comprometida es "God's alibi", bellísimo tema sobre la fe puesta a prueba que escribió Donald en Macedonia, reflexionando sobre las creencias de un pueblo al que parecía que Dios había abandonado. El gaélico regresa entonces con "Fear-Allabain" (armonías vocales de señales antiguas con la música celta del siglo XXI, el gustoso contraste que ofrece esta banda) y la espectacular canción de la película 'Rob Roy', un "Ailein duinn" que es sin duda el mejor tema del álbum, con profundidad, aroma tradicional y una gran interpretación, con especial atención a la uilleann pipe del gran Davy Spillane. Antes del tramo final del trabajo, "Rob Roy's reels" son algunos de los reels presentes en la película, necesarios aquí aunque tuvieran su propio disco con la banda sonora. "The price of fire" es una canción romántica que se asoma a lo celta por la instrumentación, pero bien podría pertenecer a repertorios de artistas pop de renombre. Sin duda, otra de las mejores piezas del disco que, como contraste, culmina con un buen final instrumental, "Eastern reel", para recordar al mundo que Capercaillie es una banda folclórica de repertorio tradicional escocés.

Survival Records publicó "To the moon" en 1995, disco que dio paso a lo que ellos llamaron 'la gira que no acaba nunca', aunque estar en la carretera fue su condición natural durante estos años de bonanza. De curiosa capacidad de enganche conforme avanzan sus canciones, "To the moon" es una obra especial, muy agradable, que arrastra lo bueno de la etapa anterior del conjunto aunque no pueda llegar a superarla. Aun así, es un album fresco y acertado, y muchos de sus cortes presentan un encanto arrebatador desde sus raíces -aunque predominen las canciones en inglés-, con el acierto del añadido de los temas de 'Rob Roy, la pasión de un rebelde'. Además, y como primer acercamiento a nuestro país -dos años después grabarán parte de su trabajo "Beautiful wasteland" en Ronda (Málaga)-, en "Why won't you touch me" chapurrean algo en castellano, y "La paella grande" presenta un titulo rotundamente español. A partir de este momento, Karen Matheson iba a proponer una serie de dicos en solitario (absolutamente recomendable el primero de ellos, "The dreaming sea") a la par que seguía su importante contribución en Capercaillie, banda que iba a continuar su acertada actividad ("Nadurra" y "Choice language" son otros de sus títulos importantes), si bien sus trabajos dificilmente iban a alcanzar las cotas hasta aquí presentadas.

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5.10.20

MARTYN BENNETT:
"Grit"

Son muchos los músicos que con mayor o menor trascendencia, han fusionado hábilmente las tradiciones de sus ancestros con la moderna tecnología. En la que conocemos como música celta, la música tradicional de las islas británicas y otros territorios cercanos y afines, la renovación implicaba romper con muchos convencionalismos y acarreaba no pocas críticas y miradas negativas, aunque las nuevas generaciones demandaran un cambio en cuanto a las viejas fórmulas, respetuosas y de calidad extraordinaria, pero ancladas en formas arcaicas y decididamente repetidas y aburridas en estos nuevos tiempos. El avance se dio poco a poco, pero contó con golpes de calidad innata y de ubicaciones muy dispersas, como los de Paul Mounsey, Ashley MacIsaac, Shooglenifty, Talitha MacKenzie, Martin Swan o Martyn Bennett, un escocés nacido realmente en Terranova (Canadá) al que una fatal enfermedad no permitió culminar su grandiosa proyección, pero que en sus 33 años de vida ofreció al mundo una discografía abierta, atrevida y gozosa, que sigue siendo gratamente recordada y difícilmente igualada a pesar del paso del tiempo. Además de los numerosos homenajes (el importante festival de Glasgow Celtic Connections, le dedicó un día para su recuerdo), conciertos conmemorativos, fondos de ayuda para músicos jóvenes y otros premios con su nombre, libros (su madre, Margaret Bennett, escribió 'It's not the time you have...' en 2006), recopilatorios y recuerdos hacia su figura, se llegó a escribir también un espectáculo teatral basado en su historia, 'Grit: The Martyn Bennett Story', que contó con un gran éxito y que habla claramente de su trascendencia popular.

Muchos fueron los méritos de Martyn Bennett para contar con ese respeto y aclamación póstumos, una incidencia que ya tuvo en vida desde que publicó su primer trabajo, "Martyn Bennett", un grandísimo debut cuya insolencia iba más allá de colocar su propio nombre como título. Enérgico y atrevido en sus fusiones de gaitas o violines con programaciones y samples, en su segundo álbum, "Bothy culture", continuó forjando su imagen transgresora (a la que acompañaban unas largas rastas) al dibujar ritmos propios de la cultura rave o del trip-hop en los reels de antaño. O tal vez fuera al revés, lo tradicional se apoderaba de la tecnología, ese era el engaño del conocido como 'el flautista del techno'. Su siguiente paso, "Hardland", era atrevido y ruidoso, pero con coherencia, aunque su profusión de samples vocales de antaño se hacía demasiado rocambolesca. Fue en este momento cuando se le diagnosticó linfoma de Hodgkin, el comienzo de una larga sucesión de quimioterapias y operaciones, que limitaron sus apariciones públicas y su productividad. Aun así, publicó en 2002 "Glen lyon (A song cycle)", directamente, y según sus palabras, una vuelta a lo básico, una modernización de canciones antiguas pero sin excesos tecnológicos, con la voz de su madre, Margaret Bennett, lo que hacía de este proyecto algo vital y hermoso, un puñado de canciones transmitidas familiarmente que el artista quería preservar. Buena idea, gran realización, y un resultado excelente que, sin desentonar, tal vez no alcance las cotas de modernidad de sus trabajos más abiertos a ritmos y voces de ahora. Como su última obra, "Grit", publicada en 2003 en el importante sello Real World (relanzada en 2014 como parte de la colección Real World Gold, con dos bonus tracks), un álbum algo diferente a los anteriores ya que, dada las dificultades que le imponía la enfermedad para tocar sus instrumentos de siempre, tuvo que esforzarse especialmente en el estudio utilizando material de archivo, con un manejo fabuloso de las mezclas y los samples, entre los que no faltan voces de antaño, cuerdas, gaitas y percusiones modernas. Peter Gabriel lo recordaba así: "Martyn Bennett logró cruzar las raíces de la música escocesa con ritmos contemporáneos, sin perder alma ni pasión. Era una persona maravillosa con quien trabajar, cuya tranquila determinación lo llevó por un camino totalmente original. Lo extrañaremos". "Grit", contaba el autor en el cuadernillo del álbum, "es una historia de las personas y las canciones con las que crecí, y lo más importante, son sus voces, tradiciones y la inspiración que han dado para que se transmitan a la siguiente generación (...) Prácticamente todas las canciones y la narrativa se extrajeron de discos de vinilo o de grabaciones originales de cinta de un cuarto de pulgada, cuyas fuentes se grabaron principalmente a partir de 1950". Dedicado al poeta y gran coleccionista de música popular Hamish Henderson, este álbum es un continuo hallazgo, que comienza con "Move", un explosivo despliegue de voces y sonidos bien ensamblados que bien podrían haber pertenecido al exitoso "Play" del emergente Moby, dado su carácter urbano, su esencia drum'n'bass y lo bien realizado de un conjunto que no guarda relación aparente con lo más tradicional de la mente de su autor, a pesar del sampleado de flauta ney de Amir Shahzar (con el East-West Ensemble) y la voz romaní de Sheila Stewart, acervo de los gitanos o viajeros escoceses que continúa en un más calmado y folclórico segundo corte, "The blackbird", cantado en esta ocasión por Lizzie Higgins. Bennett utiliza estas antiguas canciones, de instrumentación básica -en ocasiones incluso a cappella- y las engalana con sus nuevos sonidos, que no contrastan necesariamente con la temática, pues esta canción habla de una muchacha embarazada que se queda sola tras el abandono de su novio, lo cual puede ser de actualidad en cualquier época y lugar. La madre de Lizzie, Jeannie Robertson ("una figura de culto clandestina durante el resurgimiento del folk de la década de 1960", añade Martyn), se escucha así mismo en el corte "Ale house". El cronista en que se convierte el músico frustrado en este trabajo continúa su viaje, parando en "Chanter" en las Hébridas Exteriores (dándole su toque muy personal a la tonada de gaita "Mrs MacLeoad of Raasay", en esta ocasión con la cantante de la isla de Lewis Mairi Morrison) o llegando hasta Francia en "Nae regrets", merced al pequeño muestreo de la voz de Edith Piaf (en "No regrets", versión en inglés de la popular "Non, je ne regrette rien"), que se une a la de Annie Watkins en una espectacular fiesta rave con la música del propio Martyn. En "Liberation", otra de las canciones especiales del álbum, se añade a la mezcla la religión, pues escuchamos un salmo protestante en gaélico (cantado por Murdina y Effie MacDonald) junto a la especial garganta del rapsoda Michael Marra. No es baladí la inclusión de este salmo en un momento en el que este joven músico había perdido totalmente la fe ("no moriré, sino que viviré y declararé las obras del Señor. El Señor me ha castigado duramente, pero no me ha entregado a la muerte"). También sonoridades religiosas calmadas presenta "Why" -una elegía realmente-, con fragmentos de una conversación con el bardo de Skye Calum 'Ruadh' Nicholson y de la canción "Mo Ruin Geal Og" interpretada por Flora MacNeil. Martyn se casó con Kirsten Bennett en febrero de 2002 en casa de su madre, y el tema "Wedding" es una improvisación entre ambos contrayentes (Kirsten al piano y Martyn a la viola) que recrea aquella ceremonia, junto a elementos ajenos como un curso de profesores en gaélico y una vieja canción de Miss Russell-Fergusson. Extraña (aún más que el resto del disco), con voces distorsionadas, empieza "Rant", la animada historia de un contrabandista de buenas intenciones (una especie de Robin Hood que robaba a los ricos para dárselo a los pobres) rescatada de un archivo con la voz atípica pero auténtica de Jimmy MacBeath, todo un personaje de la cultura escocesa. Otro individuo excepcional en la misma era Davie Stewart, que utiliza Martyn para acabar el álbum: Stewart fue un 'viajero', un músico ambulante que recorría toda Escocia cantando y tocando el melodeón (acordeón diatónico) en pueblos, ferias y festivales; "Storyteller" es, como su nombre indica, una narración de la historia 'Daughter Doris' (recogida en la colección 'Scottish traditional tales', grabada por Hamish Henderson para la Escuela de Estudios Escoceses de la Universidad de Edimburgo), pero nuestro músico la adorna excepcionalmente con varios fragmentos musicales, entre ellos las voces de The Musicians of The Nile, que habían grabado para Real World. En la búsqueda de Bennett no hay injerencia, los campos de la música moderna son tan suyos como joven inquieto, como lo es la música tradicional por su pasado. Juntos, el folclore y el techno, la música de pub y la de club, conforman un producto espectacular, una conexión con las raíces, obra de un músico adelantado a un tiempo que no pudo disfrutar.

Martyn tenía la música en su casa, su padre, Ian Knight, era un músico galés, y su madre, Margaret Bennett, una cantante, escritora y folclorista de la escocesa isla de Skye. Ambos se separaron a los seis años del pequeño, que se trasladó a Escocia con su madre, donde comenzó a recibir clases de gaita escocesa, y estudió violín y piano en la Escuela de Música de Edimburgo y en el conservatorio en Glasgow, donde conoció a su futura esposa, Kirsten Thomson. Ellos padecieron el declive de este gran artista, que poco antes de su muerte, totalmente frustrado, destruyó algo tan valioso para un músico como son sus instrumentos: "Me estaba frustrando cada vez más por no poder tocar estos instrumentos como siempre los había tocado y un día rompí todo en un ataque ciego de rabia. Lo hice con mucha frialdad en ese momento, pero después entré en shock por días y días, estaba tan horrorizado por lo que había hecho que ni siquiera podía hablar con nadie. Fue como asesinar a mi familia". A pesar de fallecer poco más de un año después de la publicación de "Grit", Martyn consideró este trabajo como un triunfo de su lucha para continuar trabajando. Aparte de innovador y multitud de calificativos en ese sentido, muchos califican la trayectoria musical de Martyn Bennett como emocionante, y no sólo por su amargo final, sino por cómo vivía y trataba la música de sus ancestros. "Lo siguiente es que alguien venga y lo haga mejor que yo", decía, pero para eso tal vez tengan que pasar muchos años.

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23.6.20

VARIOS ARTISTAS:
"Celtas"

Cada vez que un estilo musical, por unas o otras causas, cobra éxito o protagonismo entre la audiencia, las casas de discos se afanan por conseguir su parte del pastel. Cuando la músicas de raíz (folclóricas, tradicionales, world music...) se pusieron de moda en los 80 y los 90, aparecieron numerosas colecciones que se aprovechaban de la situación, si bien sólo unas pocas resultaban lo suficientemente interesantes como para justificar su compra. En España también se produjo un gran nivel de competencia por llegar a un alto rango de público y de posibles ventas de discos, y compañías como Lyricon (la división para Nuevas Músicas de Sonifolk) se pusieron manos a la obra con eficacia. Su fabuloso catálogo, fruto de la publicación en nuesro país de los trabajos foráneos de artistas como Himekami, Dead Can Dance, Bill Douglas, Constance Demby y muchos otros, se tradujo en inevitables -pero absolutamente necesarias en esos tiempos de descubrimiento- compilaciones, especialmente los tres volúmenes de "Música para desaparecer dentro". Dos años después de su primer volumen, con el que dieron a conocer a varios de esos grandes artistas, sus responsables supieron hurgar en catálogos de sobrada calidad en entornos más delimitados, como el de la música tradicional de corte celta, ese folclore irlandés y escocés -así como el de otras naciones específicas- que estaban conociendo también un nuevo auge, de lo que íbamos a sufrir un cierto hartazgo, especialmente cuando a la llamada acudieron todo tipo de bandas y artistas de calidades controvertidas. Explorando con sapiencia en ese folclore, Lyricon ofreció en 1993 un recopilatorio bien estudiado y presentado como fue el titulado simplemente "Celtas".

Con un sobresaliente diseño gráfico y un libreto profusamente documentado, "Celtas" no sólo es un ejemplo de compilación bien escogida y trabajada, sino que supone además toda una declaración de intenciones por parte de una compañía en cuya publicidad Manuel Domínguez hablaba así del proyecto: "El interés por la música celta se ha reavivado en los últimos tiempos por los caprichos del mercado. El auge de la música de la nueva era y la utilización de esta vía por algunos de los más prestigiosos músicos británicos -Relativity, Nightnoise- tienen bastante que ver en el asunto (...) En los prósperos setenta una legión de jóvenes, atraídos por una música muy en contacto con la tradición, pero abierta a nuevas formas de trabajo, se incorporó al plantel de grupos establecidos desde el revival folk de los cincuenta. Grupos que hace cerca de quince años presentó en España Guimbarda, como los escoceses Tannahill Weavers o The Battlefield Band, vuelven de la mano de Arpa Folk, mostrando la generosa cosecha de una espléndida carrera. Igual que la Bothy Band, reliquia del pasado, cuya música suena cada día más fresca, o los supervivientes Albion Band y Sily Wizard. Quienes vuelvan a centrar ahora su atención en los arcaicos sonidos de las gaitas y las flautas, además de ese confortable reencuentro con los que siempre estuvieron allí, en su sitio, descubrirán con placer nombres nuevos, como los escoceses Capercaillie y los irlandeses Altan, que no son precisamente grupos noveles. También una serie de instrumentistas, entre los que abundan las mujeres, que vienen a sumarse a la heróica Maighread Ní Dhomhnaill. Nos referimos a Connie Dover, Catherine Ann McPhee y Sharon Shannon. Puede que lo celta esté de moda, se admiten opiniones. Pero donde no cabe la menor duda es en que los participantes en esta grabación sean algunos de sus más genuinos artífices". Bandas míticas (tanto escocesas -The Tannahill Weavers, The Battlefield Band, Ossian, Silly Wizard- como irlandesas -The Dubliners-, inglesas -Albion Band- o esa deliciosa unión de dos hermanos irlandeses - los O'Domhnaill- y dos escoceses - los Cunningham- que supuso Relativity) se encuentran con grupos de proyección absoluta -Capercaillie, Altan-, y solistas de impoluto renombre -Liam O'Flynn, Arty McGlynn, Andrew Cronshaw- ceden terreno a nuevos nombres a tener en cuenta -Sharon Shannon, Connie Dover-. Hay además presencia española a cargo del cantante vasco Benito Lertxundi, y de dos grupos gallegos, Citania y Matto Congrio, en el que pululaba un joven Carlos Núñez. Pero ante todo, más que los nombres, lo que suena desbordante es la música, de la que hay soberanos ejemplos. Por ejemplo, estas son las composiciones destacadas en el CD1: Orgulloso y alentador es el comienzo, ese espectacular set clásico de los escoceses The Tannahill Weavers, liderados por el vocalista Roy Gullane, dividido en cuatro partes, A) "Donald MacLean's Farewell to Oban" (una marcha compuesta por el escocés Archie MacNeill); B) "Dunrobin Castle" (un reel tradicional escocés); C) "The Wise Maid" (un reel irlandés que han grabado también, por ejemplo, Planxty); D) "Iain's Jig" (una jiga tradicional escocesa adaptada por el gaitero de la banda, Iain MacInnes). Tema representativo en el repertorio de Capercaillie, la canción tradicional de trabajo de la isla de Barra "Alasdair Mhic Cholla Ghasda", es una demostración de la conjunción instrumental y vocal de este conjunto en alza en aquella época. También con una 'waulking song' y proveniente de la misma isla, Catherine Ann McPhee interpreta (con Savourna Stevenson al arpa) "Mìle Marbhphaisg Air A'ghaol". De la ecléctica y mítica Battlefield Band se seleccionan dos reels tradicionales pero interpretados en tempo lento, "Seann Bhriogais Aig Uilleam / Lady Margaret Stewart". Benito Lertxundi adapta otro tradicional escocés (que descubrió por una versión de Alan Stivell) con su propia letra en euskera, "Entzun zazu". La joven y talentosa Sharon Shannon nos brinda su interpretación al acordeón y violín de "The Blackbird", compuesta por dos tonadas tradicionales, una jiga y una melodía cajún. Acabando con lo más excelso de este primer disco, el grupo de Mairéad Ní Mhaonaigh, los irlandeses Altan, interpretan en gaélico la canción de bodas "Dónal Agus Mórag", y el supergrupo Relativity nos dulcifica con el instrumental compuesto por Johnny Cunningham "When She Sleeps", incluído en su gran álbum "Gathering Pace". En cuanto al CD2: Los barbudos irlandeses The Dubliners lo abren con la canción de aspecto tabernero "Eileen Óg", mientras que los escoceses Silly Wizard muestran en directo su delicada instrumentación y la gratificante voz de Andy M. Stewart en esta canción sobre la emigración, "The Valley of Strathmore". Si de intérpretes legendarios hablamos, uno de los más grandes era el gaitero irlandés Liam O'Flynn, del que se selecciona la grandísima pieza tradicional "Éire", una de las muchas maravillas que nos ha legado este antiguo miembro de Planxty. Varios temas la suceden, entre ellos "O'er the Hills and Far Away" de la cantante folk americana Connie Dover, el set del guitarrista Arty McGlynn "Lead the Knave / Bunker Hill" o el tradicional "An Cailín Gaelach" interpretado por Maighread Ní Dhomhnaill, hermana de los componentes de Nightnoise, Tríona y Mícheal que, junto a Dónal Lunny y en su banda The Bothy Band, cierran con extraordinaria contundencia el recopilatorio con otra pieza mítica (que pasó luego al recuerdo en el repertorio de Nightnoise), el tradicional en gaélico, exclusivamente vocal, "Fionnghuala".

Mucho más difícil de encontrar, la continuación de esta colección en 1996 pasó a manos del sello Resistencia. "Celtas vol. II", que tornó la portada a color azul, se nutría de artistas por lo general igual de conocidos que en el volumen anterior (Planxty, Liam O'Flynn, Davy Spillane, Seán Keane, Dougie MacLean, Alan Stivell o Paul Mounsey), con piezas absolutamente emblemáticas como "Midnight Walker" (del gran gaitero irlandés Davy Spillane) o "Gloomy Winter", del escocés Dougie MacLean. Además, algunos ejemplos de bandas de la nueva generación como Kila, Deiseal o The Colour of Memory, y una sola presencia española, la del grupo gallego Berrogüetto. Mientras tanto, y como primer volumen y acercamiento a esta cultura, "Celtas" no tiene desperdicio en su selección de grandes piezas que por ese entonces no eran especialmente conocidas en esta España que había visto cómo DRO exploraba el año anterior en los mismos sonidos con otra curiosa compilación que logró un cierto renombre, titulada "Gaitas, violines y otras hierbas". Con la distribución de Arpa Folk, "Celtas" ayudó a fortalecer esa tendencia en alza y se convirtió en una nueva referencia a tener en cuenta para los que buscaban otro tipo de sonidos, más conectados con la tradición.

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25.9.17

CRAIG ARMSTRONG:
"It´s nearly tomorrow"

Aunque la frase se haya atribuido por igual a Frank Zappa, Thelonious Monk, Charles Mingus o Elvis Costello, parece ser que fue el actor y cómico estadounidense Martin Mull (así lo advierte además el propio Costello en su autobiografía, "Música infiel y tinta invisible") el que dijo que "escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura". Obviando en cierto modo la ironía, la tarea (hablar sobre determinados artistas) es si cabe más abstracta cuando hay que definir la labor de músicos inquietos y de difícil clasificación, como el escocés Craig Armstrong. Este glasgowiano ha cultivado en las últimas décadas los más variados frutos estilísticos, repasando su trayectoria resulta evidente que no es un artista de pintar siempre con los mismos colores, la variedad es su estilo, ya que ha transitado con igual éxito por el mundo clásico, la escena contemporánea o la música para cine (especial su idilio musical con el director Baz Luhrmann), coqueteando además sin problemas con el pop, algo de jazz y corrientes más avanzadas como el trip hop, lo que le atrajo más elogios que escepticismos: "Ahora no puedo ser un músico pop porque sé cómo analizar una partitura de Stockhausen, pero no puedo ser un músico clásico, porque entiendo lo que es tan emocionante del pop. Así que estoy tratando de ser honesto acerca de lo que fueron mis experiencias musicales. Me encanta Massive Attack. Me encanta Ravel. Estoy tratando de hacer música que atraiga todos mis amores". Muy especiales son sus proyectos personales, trabajos en los que se rodea de grandes vocalistas, combinando canciones con ideales piezas instrumentales. Dieciséis años después de su primera demostración de estilo, llegó sorpresivamente una nueva y poderosa obra, diecisiete temas englobados bajo el título "It's nearly tomorrow", y publicados en 2014 por BMG Chrysalis.

Grabado en Berlín, Glasgow, Londres, Los Angeles, Hailuoto, Praga y Estocolmo, y compuesto, producido y orquestado por Craig Armstrong, "It's nearly tomorrow" es otro destacable conjunto de esas pequeñas joyas sin aparente conexión entre sí, multiestilísticas, a las que el escocés nos acostumbró en sus primeros álbumes. La labor orquestal es monumental, a cargo -excepto en un par de los cortes- de la German Film Orchestra Babelsberg (o Deutsches Filmorchester Babelsberg), dirigida por Klaus-Peter Beyer. "Outside" es una tímida obertura, agradable y con un poso de fuerza, pero sin grandes despliegues que anticipen lo que va a llegar, lo que arriba con el segundo corte, "Dust", en el que comienzan las colaboraciones vocales, en su mayoría de artistas escoceses, como esta cantante de nombre Jerry Burns; tan solo la primera nota de piano, rotunda, presagia un tema audaz, intenso, impresión confirmada de lleno con la entrada de la voz; "Dust" tal vez no sea una canción tan acertada como lo fue la recordada "This love" (de su primer álbum, "The space between us", coescrita por Armstrong y Burns, aunque ésta no la cantara), pero tiene un poderoso trasfondo orquestal, agrada y ejerce de poderoso estimulo para seguir escuchando. Un poco más adelante, y cantada en esta ocasión por Katie O'Halloran, "Strange kind of love" está construida sobre la base de una majestuosa serenidad, es una canción maravillosa, certera, da en el punto exacto, en el hilo del que penden los sentidos. "Sing" presenta tratamiento y efectos de DJ sobre una base orquestal, una de esas fusiones que tan buenos frutos le dio a Armstrong en el pasado; el resultado es óptimo, precioso, origina movimiento sin dejar de admirar serenadamente el cuidado interior de tan completa e intensa pieza que cuenta con la programación de Pete Davis, al igual que otras en el álbum, como por ejemplo la tormentosa "15 Summers" o la impecable "Désolé", otro corte especial que entra directamente al terreno de un cuidadísimo downtempo. La voz masculina hace entrada por primera vez en el sexto corte del álbum, "Crash", pero lo hace a lo grande, pues canciones como esta (que lo mismo podrian formar parte del repertorio de bandas de rock como U2 como de mitos como Johnny Hurt), se benefician de unos arreglos orquestales de excepción que las hace joyas particulares; el vocalista es Brett Anderson, que fuera cantante de la banda de rock Suede (no es el primer rockero que hace su aparición estelar en los trabajos de Craig, recordemos la colaboración de Evan Dando -de los Lemonheads- en "As if to nothing"), y la canción contó con un CDsingle promocional para su radiodifusión. La alternancia de canciones e instrumentales favorece la fluidez del trabajo, no cansa en su escucha, y la duración de los cortes es apropiada. En "Violet" vuelve al estilo de banda sonora del siglo 21, algo de lo que Armstrong sabe sobremanera ("Moulin Rouge", "Love actually", "El gran Gatsby"), con un contenido potente y adictivo, favorecido tanto por la agitación de las cuerdas como por los efectos electrónicos, en esta ocasión a cargo del colaborador y amigo de Armstrong, Scott Fraser ("Rosa morta" o el grupo Winona han sido algunos de sus proyectos conjuntos más destacados), que repite en otras de las piezas, como por ejemplo "Lontano", donde la adición de sonidos originales y bien producidos, atrevidos fondos urbanos en contraste con la atmósfera flotante, combate una cierta sensación de dejá vu en algunas orquestaciones. Aun así, y lejos de difuminarse, el trabajo no se hace largo en su segunda mitad, sino que encuentra nuevos empujes en su belleza y creatividad prescindiendo de grandes añadidos electrónicos: "Powder" es una hermosa canción a dos voces (Jerry Burns y otro músico de Glasgow, James Grant), teatralizada, por lo que también parece pertenecer a los títulos finales de alguna película o a algún musical, y este influjo continúa en "All around love"; el desarrollo del tema que da título al disco, "It's nearly tomorrow", es ambiental, de creciente intensidad orquestal, sin necesidad de adiciones machaconas (aunque se da aquí la ayuda del músico electrónico finlandés Vladislav Delay, que había colaborado con Armstrong y Antye Greie (AGF) en 2005, formando un trío para publicar el álbum "The dolls", en un estilo de jazz electrónico), y en este sentido, es sin embargo "Tender" una de las piezas instrumentales mas bellas de la obra, de longitud efímera pero de una hermosura desbordante, como una caricia de piano a la que se suman, con igual ternura, las disposiciones orquestales. El músico escocés, bien conocedor de lo que necesita una obra a cada momento -casi un arquitecto del sonido-, opta en determinado momento por la incorporación de un instrumento que rompa con la linealidad, como la bien utilizada trompeta de "Inside", colaboración especial del aclamado compositor y trompetista estadounidense Chris Botti. Guardado para los instantes postreros, "It's not alright" es uno de los mejores ejemplos vocales del álbum, posiblemente su canción estrella -cuando ya no se esperaba algo así- donde la música, de gran hermosura, se rinde ante la enorme interpretación de otro viejo colaborador glasgowiano de Armstrong, Paul Buchanan, llegando un momento en que la fusión es perfecta, logrando un todo único, maravilloso, envolvente, simplemente genial. El final del álbum, "Endings", es relajado, un piano que evoca la paz de la portada, pero no es un final real si atendemos a la inclusión de tres cortes extras en la edición Deluxe, "The sun goes down in LA" (de nuevo con la voz de Katie O'Halloran), "In love" y "Threshold". En cuanto al diseño, nos recibe un libreto lleno de fotografías urbanas, no especialmente bellas, con la nota común de la nocturnidad, de ese 'ya es casi mañana' del título.

Son altamente valorables los artistas que no ponen etiquetas a la música y se centran exclusivamente en ofrecer la más bella muestra posible de su arte y de su desbordante, y en ocasiones sorprendente, talento. A Craig Armstrong no le faltan encargos y proyectos, y durante tres años, mientras trabajaba en varios soundtracks e incluso una ópera, fue desgranando su genio en pequeñas dosis hasta completar este "It's nearly tomorrow", una obra especial, ideada con argumentos pacíficos, que con su combinación de ataques orquestales, ritmos urbanos y voces de excepción, va generando una sorprendente energía durante su larga duración, setenta minutos durante los cuales el genio de este veterano escocés se explaya con total autoridad. Momentos de inaudita gracia se suceden con similar intensidad a la de varios lustros atrás, cuando el sello de Massive Attack, Melankolic, publicó aquellos soberbios "The space between us" y "As if to nothing", que junto a esta nueva entrega forman una trilogía imprescindible y de difícil catalogación (tal vez 'una película en sí misma', hablaba sobre esta música su amigo Baz Luhrmann), plagada de joyas, vocales e instrumentales, del cambio de siglo. Bien entrado este, la consolidación se titula "It's nearly tomorrow".

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30.8.17

PAUL MOUNSEY:
"Tha na laithean a'dol seachad"

La ciudad escocesa de Glasgow fue desde los 80 un hervidero de jóvenes músicos con nuevas ideas. A las emergentes bandas de rock y pop se unieron otros conjuntos que optaban por ritmos más tradicionales, como por ejemplo Capercaillie. En este género folclórico, del norte del país procedían Runrig o la ruda propuesta de Wolfstone, y en los 90, desde Edimburgo, llegaron los renovadores Shooglenifty, que se unían a la eterna sapiencia de, por ejemplo, Phil Cunningham. Desde más lejos llegaron los triunfos de otros músicos escoceses, como Alasdair Fraser (afincado en California, donde fundó Culburnie Records), Johnny Cunningham (inolvidables sus encuentros estadounidenses con los hermanos irlandeses O'Domhnaill en las bandas Relativity -también con su hermano Phil- y Nightnoise) o Paul Mounsey. Durante más de dos décadas en las cuales nos ofreció álbumes avanzados y maravillosos como "Nahoo" o "City of walls", este músico escocés mimetizó completamente sus raíces celtas con la cultura brasileña por mor de su matrimonio con Dorinha, y largos años de estancia en la inmensa y caótica São Paulo. De regreso en Escocia (a Trotternish, en la isla de Skye), a Mounsey le llegó un encargo que volvió a llenarle de inspiración: el centro de artes An Lanntair de Stornoway (en la isla de Lewis) le propuso la creación de la música para la inauguración de su nuevo edificio, y para ello Paul contó con las voces de varias artistas de la propia isla de Lewis, la isla más grande del archipiélago de las Hébridas Exteriores. Para este y otros proyectos, el An Lanntair fundó el sello discográfico Lanntair, entre cuyos lanzamientos figura el CD de Paul Mounsey "Tha na láithean a'dol seachad" ('The days flash past'), publicado en 2005 con la música de dicha inauguración. En España, Resistencia tradujo los textos y el título en su propia edición de 2006, 'Pasan los días veloces'.

Es bien seguro que los responsables del centro de artes quedarían más que satifechos con la música presentada para el proyecto. Este aplicado compositor consigue involucrar al oyente en un divertido juego entre lo viejo y lo nuevo, un diálogo muy bien presentado (y autoproducido) que por momentos puede resultar profundo, incluso espectacular para los que gustan de melodías añejas y disfrutan con los tratamientos mas modernos. Los sonidos que envuelven a la tierna voz de Alyth McCormack en la canción de inicio ("Iomair thusa choinnich cridhe") son el ejemplo mas claro, y la convivencia de ambas vertientes consigue una pieza encantadora, en absoluto transgresora, como un delicioso juego, una canción de remeros escrita a finales del XVI por Alan Morison, de Ness, cuando cruzaba el Minch con sus hermanos y un amigo, remando ante la ausencia de viento ("hasta nuestros días, en Ness se acostumbra a aligerar la tarea de remar cantando la canción de los remeros del mar", se lee en las notas del álbum). Más profundidad reviste un segundo corte magistral, una completa canción que comienza con la voz del coautor Kevin MacNeil, recitando el título del tema y del disco ("Tha na láithean a' dol seachad", poema del escocés Iain Crichton Smith) en un soberbio envoltorio atmosférico y electrónico in crescendo, con maravilloso cambio de ritmo pianístico sorpresivo, que deriva hacia un final épico, donde una gaita nada estruendosa envuelve la pieza de clara esencia folclórica, sin abandonar el aporte neutro de la voz. No es el único poema recordado en el álbum (ni tampoco el único sobre el paso del tiempo), pues la rítmica, vigorosa, "Tim" ('El tiempo') -también con la voz de Kevin MacNeil, y tan cercana a nuevas tendencias que demuestra la increíble capacidad de Mounsey para afrontar retos de cualquier tipo, no sólo celtas- reverencia el poema de igual título de Murdo Macfarlane, otro poeta escocés que ha sido versionado por grandes bandas como Runrig o Capercaillie (y su líder Karen Matheson en solitario). Todas las voces femeninas invitadas al proyecto son originarias de la isla de Lewis, por ejemplo la deliciosa tonada de titulo "Gleann an fhraoich" -canción de amor que presenta una intensidad emocionante haciendo gala a la vez de una apabullante sencillez, retornando en cierto modo a la tradición- está cantada de manera embriagadora por Anna Murray, y es en esencia muy distinta al interesante e instructivo ejemplo de mouth music que le sigue, "M'eudail air do shuilean donna / A-nochd 's a-raoir", cantado por Chritine Primrose. Con "Thig am bata" Mounsey intenta un efecto multivocal relajante con la voz de Mary Smith, un momento placentero bien acompañado por una distendida melodía de corte sinfónico. Como buen ingeniero del sonido que es su autor, composiciones como esta son un ángulo abierto hacia nuevos caminos, hermanando ambiente y tradición. El tratamiento es algo mas étnico en "Fill-lu o ro hu o / Mor a cheannaich", pieza que presenta otro emocionante cambio de ritmo hacia las raíces, donde aflora la percusión (de aspecto brasileño) acompañando a los versos gaélicos de Ishbel Macaskill. La capacidad de Mounsey para transmitir emociones hace que consiga decir en el minuto escaso de "Beacon No1" más que muchos otros en todo un disco. De hecho, y ahondando en su variedad de registros, tanto su segunda parte, "Beacon No2" (un piano algo vanguardista) como el comienzo de "A'featheamh fad'" (con las voces de las hermanas Mackenzie, Fiona y Eilidh) parecen partituras envolventes destinadas a música de películas, profesión en la que Paul está inmerso en la actualidad como escritor de música adicional para grandes compositores de cine hollywoodiense como Danny Elfman o John Powell. El giro estilístico de la propia "A'featheamh fad'" retoma el rumbo pseudo-folclórico (escocés y brasileño) asociado a las voces invitadas a tan alegre festín casi carnavalesco. Para terminarlo, "Lewis rain" (de comienzo ambiental y final gozoso, de títulos de crédito), un cierre que aunque sea satisfactorio tal vez debería haber sido mas grandilocuente. Masterizado por Joao Vasconcelos en São Paulo, en "Tha na láithean a'dol seachad" Mounsey utiliza, además de las mencionadas voces, y de sus propias programaciones y teclados, sonidos de guitarra de Peter Maunu y bucles de batería de Abe laboriel Jr.

Muy entretenido, con la dosis de emoción que Paul sabe otorgar a sus obras, "Tha na láithean a'dol seachad" ('The days flash past') es otro gran trabajo del músico escocés, un gran álbum que lamentablemente inauguraría un silencio aún no roto en cuanto a discos firmados con su nombre. Aparte de sus semi-anónimos trabajos para cine, escasas son las huellas musicales distinguibles de Mounsey recientemente en la industria, por ejemplo la propia compañía Lanntair publicó en 2008 su tercera referencia, "Dhachaigh (Home): The Murdo Macfarlane Songbook", un CD de varios artistas basado en poemas de Murdo Macfarlane -sobre el que el An Lanntair había realizado una amplia exposición-, en el que Mounsey contribuía con dos composiciones, "Dhachaigh (Home)" y "Till (Return)". Además, "Senses" fue una canción que en 2011 se le encargó para la campaña de publicidad 'Visit Scotland'. En 2014, en CD "World jam", que recogía músicas de la serie de televisión Globe Trekker, incluía varios temas del escocés, algo que ya había sucedido en 2008 con su primera parte "Globe jam". Es una lástima que, al menos hasta la fecha, todo quede así, pues aparte de un gran compositor e intérprete, Paul Mounsey es un artista tremendamente resolutivo en el estudio de grabación, que ha dejado para la historia grandes canciones y álbumes meritorios, tanto los reputados "Nahoo" como "City of walls" o, por supuesto, este encantador 'Pasan los días veloces'.

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22.8.16

ALASDAIR FRASER & PAUL MACHLIS:
"Skyedance"

La expresión 'beatus ille' se adoptó en la literatura española a partir de unos versos del poeta romano Horacio. Su significado, 'dichoso aquel', alude a la belleza y tranquilidad de la forma de vida campestre, especialmente respecto a la de las ciudades. En este sentido, las islas británicas llaman a la memoria por lo verde de sus paisajes y, en no menos importancia, por lo pastoril de su folclore musical. Una de las más bellas representaciones de esta raigambre de campos frondosos y cielos abiertos procedía de la tradición escocesa, pero realmente se forjó a miles de kilómetros de distancia de la antigua Caledonia: el violinista Alasdair Fraser, que trabajaba como petrofísico para la British Petroleum Corporation, fue destinado a los Estados Unidos en 1981, concretamente a California, donde conoció inmediatamente a un teclista local, pero de ascendencia materna escocesa, llamado Paul Machlis, y empezaron a tocar juntos en un estilo celta con un creciente éxito entre el público californiano. Alasdair compaginó durante un tiempo la música y un trabajo importante que, al final, decidió abandonar por los dictados de su corazón. El acierto fue soberano.

Cuando Alasdair quiso, de niño, aprender a tocar el instrumento que veía interpretar a su abuelo, se encontró con un verdadero anatema, en Escocia no estaba bien visto estudiar violín, puede sonar extraño pero el folclore era algo repudiado en las décadas del rock sinfónico y la psicodelia. De hecho, mucha de la tradición tuvo que migrar, y Alasdair pudo aprender más técnicas escocesas de violín fuera de Escocia (en Noruega o Estados Unidos) que en su propio país. Poco más tarde, a mediados de los 80, inauguró una escuela de violín en la isla de Skye, para enseñar esas técnicas que se habían perdido a favor de la manera irlandesa de tocar, por lo que Alasdair pudo ser un regenerador de viejas corrientes folclóricas escocesas. Justo en ese momento apareció "Skyedance", un trabajo afortunado que transmite placenteras sensaciones y aromas bucólicos. Para su publicación, en 1986, Fraser tuvo que dar un nuevo paso adelante y fundar su propia compañía de discos, Culburnie Records, de la que "Skyedance" fue su primera referencia. El violín de Fraser suena a leyenda, a notas ancestrales dotadas de una magia humilde y sencilla, Alasdair es ese jinete de cuento que cabalga con brida firme a lomos del piano, manejado también con poderío por Paul Machlis, sabiendo actuar en la sombra con pericia, dejando su impronta en pasajes relajantes y caminos de hierba húmeda y refrescante. De galopantes precisamente se podrían calificar temas con títulos tan largos (por estar compuestos por varios danzantes reels cada uno) como "The Scolding Wives Of Abertarff / I'll Break Your Head for You / Catch and Kiss the Romp / The Haggis", que abre el trabajo, o "Ruileadh Cailleach, Sheatadh Cailleach / The Bird's Nest / Harris Dance", pequeñas joyas de la tradición escocesa (la primera es un ejemplo de port-a-beul -mouth music- de la isla de Barra, y la segunda es una vieja melodía que cantaba la madre del violinista Angus Chisholm en Cape Breton) que en manos de estos dos genios, nos ofrece verdaderas maravillas llenas de emoción y fuerza (la bucólica y maravillosa "A Nochd Gur Faoin mo Chadal Dhomh (Tonight my Sleep Will Be Restless)", por ejemplo), así como hermosas tonadas de cadencia meciente ("Skye Dance", en la que se siente especialmente el piano, o "Nighean Donn a'Chuailein Riomhaich (Lassie with the Golden Hair)", rescatada del grupo folk gaélico Na h-Oganaich -Young Blood-) o ecos de antiguas historias ("Eilean Beag Donn a´Chuain (Little Brown Island in the Sea) / Slip Jig", cuya primera parte es un vals compuesto por Donald Morrison, con letra original referida a la isla de Lewis, donde nació el autor), en un todo espectacular, idílico y de interpretación única que sólo iba marcar el comienzo de una duradera relación profesional entre estos dos grandes intérpretes que ya presentaban una excepcional compenetración, así como una soltura y agilidad especiales, por ejemplo en reels como el que presenta el trabajo, "The Scolding Wives of Abertarff", donde piano y violín parecen bailar uno con el otro como dos enamorados. Son esos reels los que dominan el conjunto del disco, a los ya mencionados hay que unir los cuatro de "Harris Dance / Skye Dance / Lochiel's Awa' to France / Harris Dance" y otros dos, compuestos por J. Murdoch Henderson, que de manera desenfadada encierran a una animada jiga en "The J.B. reel / The Shepherdess / The J.B. Reel". El ya comentado tema de cierre, "A Nochd Gur Faoin mo Chadal Dhomh", es una barndance o baile de granero, un término asociado a fiestas familiares donde se tocaba música tradicional de bailes fáciles, para la participación de toda la familia. Otros músicos participantes en el álbum fueron Todd Phillips al bajo, Tommy Hayes en el bodhran) y Ron Wilson a la batería, que destaca especialmente en temas como "Harris Dance / Skye Dance / Lochiel's Awa' to France / Harris Dance".

Fraser y Machlis basaron este su primer trabajo juntos, sobre todo en dos colecciones de canciones y tonadas, la del reverendo Patrick McDonald de 1784, y especialmente la que recopiló el capitán Simon Fraser en 1816. La repetición de títulos como "Skye Dance" o "Harris Dance" proviene de su inclusión como tales -utilizando títulos únicos para muchas melodías antiguas- en la primera de ellas. Piano, violín y una tímida percusión se bastan para apabullar, tejiendo maravillas de raigambre folclórica que tendrían continuación -aunque aportando ambos músicos sus propias composiciones- tres años después en "The Road North", publicado por Sona Gaia con una portada que representaba, incluso en mayor medida que la de "Skyedance", el 'beatus ille', ese bucolismo que se siente en esta bellísima música de tradición gaélica que hay que escuchar y respirar.

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20.10.15

WOLFSTONE:
"The half tail"

Aunque la banda escocesa de rock celta Wolfstone siempre se había decantado hacia una música rotunda, una progresión natural experimentada desde comienzos de los 90 donde lo mas puro y tradicional seguía estando presente en gran medida, ellos mismos avisaban que en su trabajo de 1996 "The half tail", el oyente podría sentirse atrapado por un sonido mas duro que en los exitosos, sublimes incluso, "The chase" o "Year of the dog", las dos anteriores obras del grupo. La propia portada del nuevo álbum avisaba claramente de ello, una desafiante calavera de bovino con fondo de colores negro y sangre. Lástima que la caligrafía del libreto, obra de Amanda Munro, sea tan elegante y estilizada como dificilmente legible. El título provenía de una antigua expresión escocesa sobre los talleres en los que se reparaban los carros que se quedaban a 'media rueda' (half tail), al romperse una de ellas. El sello norteamericano de música celta Green Linnet volvió a apostar por estos herederos de William Wallace, y realmente es constatable que en "The half tail" se respiraba más que nunca el espíritu combativo escocés, a través de reels guerreros y letras comprometidas.

Esta banda implica una demolición del folk que se digiere de manera convencional, planteando una rockera y sugestiva combinación de ritmo y melodía, y una alternancia de temas vocales e instrumentales que consigue una deliciosa fluidez y mayor sensación de variedad. Desde luego, no hay momento para el aburrimiento en "The half tail", para empezar, por medio de un poderoso y bailable reel de título "Zeto" (su primera parte, 'Zeto the bubbleman', es una versión de Gordon Duncan de otra enérgica banda, Ceolbeg, mientras que el segundo tramo, 'Electric chopsticks', fue compuesto por Roddy MacDonald). El contraste se da con "Tall ships", una acertada canción de Ivan Drever con aroma country, armónica incluida. "No Tie Ups" es otro vocal que cierra el disco correctamente, sin embargo son las otras dos canciones que restan del trabajo las que rozan la excelencia: "Heart and soul", de fácil seguimiento, funde de nuevo eficazmente sones sureños y celtas, de la mano de Drever y Duncan Chisholm; y "Bonnie ship the diamond" es una delicia, un soberbio arreglo de un tema tradicional (consta de dos partes, 'Bonnie ship the diamond' y 'The last leviathan'), de desarrollo pegadizo y furiosa guitarra. En cuanto a los cortes instrumentales, el nivel es sencillamente sublime: "Gillies" es uno de los grandes clásicos de la banda y de la música celta de final de siglo, una magistral pieza recordada y venerada, que aúna intensidad y emotividad (su primera parte, el aire lento 'The sleeping tune', es obra de Gordon Duncan, mientras que la segunda y más rítmica, 'The noose and the gillies', la compuso el canadiense Perry Gauthier). En "Granny Hogg's enormous wallet" un comienzo de suave piano deja paso a una animada y sugerente danza con protagonismo de la flauta. "Glenglass" es una delicada y bellisima tonada de Stuart Eaglesham, esta vez dominada por el violín, otro de los puntos culminantes del álbum. Para concluir, "Clueless" no llega a alcanzar, a pesar de su corrección, los niveles anteriores. A efectos de producción el álbum es mas que correcto, posee un sonido limpio y conciso, con momentos de todo tipo muy bien delimitados y construidos. El responsable, Chris Harley, intentó ser el sustituto de Phil Cunningham, y este escocés desaparecido en 2015 demostró perfectamente su valía, la experiencia de tantos años con otra banda escocesa de renombre, Runrig, a los que agradecía Duncan Chisholm haber abierto el camino de la música celta escocesa hacia el rock. La banda mantenía sus cuatro miembros básicos, lo que garantizaba la conjunción de los mismos: Duncan Chisholm (violín), Ivan Drever (voz, guitarras, bouzouki) y los hermanos Eaglesham, Stuart (guitarras, whistle, voces) y Struan (teclados); además, Wayne Mackenzie (bajo), Mop Youngson (batería) y Stevie Saint (gaita), y como músicos invitados, Iain Macdonald (flauta), Sandro Ciancio (percusión) y Fraser Spiers (armónica). Mención aparte merece un gaitero tan innovador como Gordon Duncan (fallecido prematuramente en 2005, curiosamente el mismo año que otro genial intérprete de gaita, Martyn Bennett), que participaba en el anterior trabajo del conjunto, y si bien no aporta su magistral interpretación en éste, sí que colabora en la composición de algunos de los temas.

La inclusión de títulos tan míticos como "Gillies" o "Glenglass" en cuanto a los instrumentales, y "Bonnie ship the diamond" o "Heart and soul" entre las canciones, ayudó a hacer de "The half tail" un trabajo equilibrado (si bien los temas sin palabras parecen dominar el conjunto) y absolutamente imprescindible en la amplia y efectiva discografía de los escoceses, si bien culmina su mejor etapa, a partir de la cual las composiciones esenciales son menos habituales. Unas giras extensisimas hacían tan fáciles los momentos de fiesta como difíciles los destinados a la composición de nuevas canciones, lo que no impidió que siguieran llegando más trabajos con pequeñas nuevas joyas, buenos discos en general ("Seven" o "Almost an island", por ejemplo), pero que están notablemente eclipsados por la grandeza de sus grandes obras. No en vano, "The half tail" fue el último trabajo de Ivan Drever en la banda, al decidir dedicarse totalmente a su carrera en solitario. Uno de sus álbumes, "This strange place" (creado junto al bajista Wayne Mackenzie), creó una cierta confusión en el público al decidir Green Linnet editarlo bajo el nombre de Wolfstone, sin tener el sonido propio del grupo, el que abrumaba en trabajos como "The half tail".

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30.10.14

KAREN MATHESON:
"The dreaming sea"

Considerando la inercia exitosa de la banda escocesa Capercaillie en los 90, a nadie le pareció descabellada la noticia de que su bella y carismática vocalista, Karen Matheson, comenzara una carrera en solitario, eso sí, sin abandonar el grupo que su marido, Donald Shaw, y ella misma crearan años atrás. Este no sólo le acompañaría en su particular viaje sino que se convirtió en el productor (además de compositor e intérprete) de "The dreaming sea", un trabajo excepcional, a la altura de los mejores de una banda que estaba en un momento dulce. Al igual que aquellos títulos importantes, "Sidewaulk", "Delirium" o "Secret people", Survival Records fue la compañía encargada de su publicación en 1996 (Valley Entertainment lo publicó en norteamérica en el año 2000), con una bonita edición limitada en caja de cartón dominada por la pureza del blanco, cuya portada presentaba una foto de Karen remando en un tranquilo lago, y que incluía seis postales en su interior, referidas a seis de las canciones del disco. Más interesante aún era la música desplegada en sus trece cortes, en los que el idioma inglés le gana al gaélico en número, si bien ambos encuentran sus momentos estelares en un acabado impoluto.

Tan encantadoras como la propia vocalista, las canciones desplegadas en "The dreaming sea" aportan una melodiosa tranquilidad a la carrera de la escocesa, restando énfasis celta a su trayectoria, convirtiéndola de golpe en una fulminante intérprete de folk, incluso con un delicado toque de estilo country. Aun así hay bastante de Capercaillie en el álbum, no en vano varios de los miembros de la banda arroparon -aunque algunos lo hicieran de forma efímera- a Karen en la instrumentación del álbum: James Mackintosh (batería), Marc Duff (flauta), Manus Lunny (voz) y por supuesto Donald Shaw (piano, sintetizador y acordeón) se unen a Gerry O'Conner (banjo), Fraser Spiers (armónica), Paul MacGeechan (teclados), Tommy Smith (saxo), Sorley MacLean (voz poeta en "Calbharaigh") y varios intérpretes de bajo, cello, percusiones, violas y violines. En legra grande hay que mencionar a James Grant, compositor, cantante y guitarrista escocés, que no sólo aporta su interpretación de bajo y guitarra sino que compone cuatro de las mejores canciones del álbum: "There's always sunday" (un comienzo radiante, una canción ligera pero con peso suficiente para servir de reclamo y en la que, sobre una exquisita producción, destaca el toque folkie de la armónica), "The dreaming sea" (la gran joya del disco, una deliciosa balada en inglés que glorifica a su autor y que según su postal de la edición limitada retrata, 'a merced del mar soñante', la placidez de playas maravillosas como las de la escocesa isla de Lewis), "At the end of the night" (sin ser destacada, es un bonito y disfrutable añadido) y "Evangeline" (el broche final, una pequeña y preciosa pieza muy folkie dedicada a la hija de Grant, la pequeña Evangeline, la misma niña rubia encantadora que aparece, como un angel, en una de las postales). Sobre Grant hablaba así Karen Matheson: "James escribe canciones increíbles para mí. Es muy poco reconocido (...) Donald y yo le conocimos en un momento en el que yo también me sentía muy vulnerable, James llamó a la oficina un día para ofrecerme algunas canciones y nos encontramos. Pensé que sus canciones eran fantásticas". Decía Donald Shaw en esa época que sus referentes musicales básicos eran muchos, música africana, latina, balcánica, algo de pop y rock, y autores folk norteamericanos como Shawn Colvin: "Estoy muy influido por cantautores de este tipo", afirmaba, y eso se nota en el primer disco en solitario de su esposa, si bien más en el tratamiento otorgado, pues en las composiciones arregladas por él, tanto en solitario como junto a Karen, hay un acercamiento casi total a la tradición escocesa en gaélico: "Rithill aill" (de acabado muy 'Capercaillie', ritmo celta-pop bailable, de hecho muy contagioso, hechizante, como lo fuera el fantástico instrumental "Dr. McPhail trance"), "Fac thu na feidh" (de igual estilo aunque un peldaño por debajo, y con un toque de smooth jazz que se notará más en diversos momentos del siguiente disco de Karen, "Time to fall"), "'Ic lain 'ic sheumais" (de melodía agradable, transmisora, como todo el álbum practicamente, de una felicidad que parece auténtica) y "An fhideag airgid" (pequeño himno celta imbuido de magia en el que Karen está acompañada de piano, cuerdas y vientos en un momento más intenso y trascendental, un nuevo instante destacado de un trabajo del que no se desea el final). Shaw aporta también dos canciones propias en inglés, "Move on" y especialmente "Early morning grey", un tema admirable eclipsado por las genialidades de James Grant. La infortunada cantante inglesa Sandy Denny encuentra la intimista versión de su canción "One more chance", guitarra y voz ejerciendo de enamorados en uno de los cortes más atrayentes de un álbum del que restan por comentar dos adaptaciones de poetas escoceses del siglo XX, una de Murdo MacFarlane, activista gaélico que se puede contemplar en su correspondiente postal, al cual ya recurrió Capercaillie en su trabajo "The blood is strong" ("Mi le m' uilinn", un sencillo corte muy personal a piano y voz en un principio, complementados posteriormente por los demás instrumentos, incluído el saxo), y otra de Sorley MacLean ("Calbharaigh", casi acappella sobre una base ambiental). En 1997, "Mi le m' uilinn" fue utilizado para cerrar el disco recopilatorio "Holding up half the sky: Voices of celtic women".

Sean Connery, otro escocés ilustre, se mostró encandilado al describir la voz de Karen como "una garganta tocada sin duda por Dios". Dificilmente se puede contradecir a todo un agente 007, aunque habría que asegurar que Karen es mucho más mundana y humilde de lo que parece transmitir con sus cuerdas vocales (una capacidad heredada de sus padres y en especial de su abuela Elizabeth MacNeil, reputada cantante de la isla de Barra, en las Hébridas), y que toda su fuerza se centra en unas canciones que si bien no compone, consigue hacer suyas. Su trayectoria en solitario continuó con "Time to fall", publicado en 2002, que intentaba seguir la estela de "The dreaming sea", y si bien el primer tramo del disco mantenía esa encantadora intensidad (de nuevo con la colaboración de James Grant en la mitad del álbum), no acababa de lograr un conjunto de canciones tan completo y acertado, situación más acusada en el trabajo de 2005 "Downriver", última muestra de un folk de esencia escocesa (de hecho en este último trabajo recuperó un repertorio esencialmente gaélico bajo la producción del mítico Donal Lunny) que merecía un mayor reconocimiento por parte del panorama musical en general, en especial este monumental álbum de debut, "The dreaming sea", que va más allá de cualquier disco de Capercaillie.

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