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23.10.25

TSODE:
"TOTUM"

'Totum revolutum' es una expresión latina que significa literalmente 'todo revuelto'. Se emplea con el sentido de revoltijo o mezcla caótica. Pero a veces un revoltijo de conceptos pueden conllevar un cierto orden si están bien dispuestos y tienden a la belleza. En el caso de la música, un puñado de ideas melódicas, rítmicas y ambientales bien producidas, pueden conformar un todo de gran enganche, como lo fue en 1990 ese álbum genial de Mike Oldfield titulado "Amarok", una pieza de 60 minutos sin descanso que hay que escuchar al menos una vez en la vida. Tomando esa idea, aunque no exactamente su estructura, sólo el concepto, el compositor cordobés Jesús Valenzuela, que publica con el alias de TSODE (otro guiño a Oldfield), comenzó a trabajar en una obra totalmente instrumental que superara en duración a "Amarok"; que fuera, de hecho, la canción más larga grabada y publicada en España: 65 minutos de música, más de 300 pistas utilizadas y 10 meses de grabación. De inspiración salvaje, "TOTUM" va en contra de los tiempos actuales, en los que el público demanda sencillos, canciones de consumo rápido y superficial, de no más de 3 o 4 minutos. Como dice su autor, "un grito contra la inmediatez."

Para el fan de la música instrumental, "TOTUM" es un divertimento preclaro que merece una escucha detenida. Es un sueño hecho realidad, el sueño de un cordobés que no quiso quedarse sentado a pesar de no haber estudiado música. Él no lo niega, y aunque sigamos aconsejando la formación, el uso de la enseñanza en el conservatorio (o privada) para conseguir un nivel óptimo en el mundo de la música, el caso de TSODE demuestra que no siempre es necesario refugiarse en la educación para conseguir objetivos tan altos. Desde que debutara en 2016 con "Yggdrasil", pasando por obras tan amenas como "Brainstorming", "Six", "Corduba: Mitos y Leyendas" o "Sound Polarities", su evolución le ha conducido a este gran proyecto autoproducido en 2025. "TOTUM" comienza con este hermoso recitado, a cargo del actor de doblaje Claudio Serrano: "La música no es sólo una creación humana, sino una fuerza omnipresente que habita en cada rincón del universo. Es el murmullo del viento, el susurro del río, el latido del corazón. Es la danza de las galaxias, el crujir de la tierra al amanecer, y el silencio profundo entre las notas. Es el rumor de las hojas que caen en el otoño, y el rugido de las tormentas que desgarran el cielo. Es el canto de los pájaros que saludan al sol, y el eco milenario de las montañas. La música es tiempo convertido en eternidad, instante convertido en infinito. Es la verdad desnuda que se revela sin palabras, una vibración sagrada que une lo visible y lo invisible. En cada instante, en cada lugar, la música está presente, recordándonos que somos parte de un todo armonioso e interconectado, un todo donde cada ser, cada molécula y cada pensamiento, bailan al compás de una sinfonía universal: TOTUM." Es a partir del minuto y medio cuando la voz calla y la música habla, y cuando comienza es indudable la influencia de Mike Oldfield, pero no se puede negar la originalidad de lo que surge a cada minuto: instantes de reflexión, de rabiosa energía o de conexión mística, se suceden sin momento de descanso. Atmósferas de majestuosa sencillez se complementan con instantes melódicos tan asequibles como loables, especialmente destacados cuando las guitarras rugen, aunque teclados, gaita y flauta se añaden también a la causa exponiendo varias caras de esta sinfonía, ambiental, celta, roquera, progresiva, electrónica, neoclásica o new age, todo vale en "TOTUM". Los fundidos y transiciones siguen la tradición de los ídolos musicales de Jesús Valenzuela: Oldfield, Vangelis, Jarre, Cretu, Schiller..., y esta hora y cinco minutos pasa rápida y sin ninguna gana de oprimir el botón de avance, incluso puede hacerse increíblemente corta si se sabe disfrutar. La inteligencia artificial ha sido también un gran aliado en este proyecto. En primer lugar, por medio de una portada impactante, que invita a entrar en un universo lleno de color y de música. En segundo lugar, con la creación de un videoclip de gran nivel, en el que la música cobra vida, mimetizando a los músicos en enclaves naturales tanto pacíficos (montañas, bosques, lagos, auroras boreales) como extremos (volcanes, hielos antárticos), o en ciudades cosmopolitas. Y estos músicos que acompañan a Jesús Valenzuela en "TOTUM" no son nombres cualesquiera: Rubén Álvarez (guitarra eléctrica), Daniel Minimalia (guitarra acústica), Pepe Benlloch (sintetizadores ambientales), JM Mantecón (sintetizadores), Jaime Helios (guitarra eléctrica), Pablo Seque (piano y sintetizador), Curro Martín (guitarra eléctrica), Manuel Galán (guitarra acústica), Manu Herrera (guitarra eléctrica), José Luis Serrano Esteban (guitarra electroacústica), Yhael May (guitarra clásica), Luis Alberto Naranjo (sintetizadores ambientales) y Elvira García (gaita gallega, punteiro gallego y tin whistle).

Presentado en Córdoba el 17 de octubre de 2025 en la Filmoteca de Andalucía, "TOTUM" fue aplaudido por el enganche y fluidez de sus melodías, es un todo muy orgánico, como un latido cuya vida parte de la necesidad de expresión de Jesús Valenzuela. Hay furia, hay amor, hay aventura, hay mucho sentimiento impregnado a cada minuto. TSODE recoge el testigo de dioses de la música instrumental tan importantes como Oldfield, Jarre, Tangerine Dream o Vangelis, para embarcarse en un viaje extremadamente osado. ¿Es morro lo suyo, es diletancia, es osadía? En este caso es más bien una necesidad de expresión, y es de agradecer que haya gente así de atrevida que persiga sus sueños, y que los haga con esta pulcritud. Porque "TOTUM" no es, posiblemente, la octava maravilla, no es el culmen de las músicas instrumentales, ni tiene que serlo, pero es una obra muy entretenida, atrevida en su concepto, que puede hacer las delicias de los que disfrutan con la melodía sin artificios, con el ambiente que engancha en un punto del interior, con la fantasía del sonido cósmico, pero que no olvida donde estamos, con los pies en la tierra, como TSODE no olvida que es un soñador de las notas, que sólo pretende disfrutar y hacer disfrutar. Si no eres un talibán de la partitura, tú puedes ser el siguiente en emocionarte con este trabajo, que concluye con estas palabras: "Cuando todo cae, la música nos alza. No sobre los escombros... sino por encima del ruido, del tiempo, del olvido y el miedo, del fin, o incluso de la vida misma. Y allí, en ese lugar donde sólo se escuchan melodías, nos sentimos invencibles."




13.5.25

FINIS AFRICAE:
"Prima travesía"

Quien haya disfrutado de la lectura de la novela de Umberto Eco 'El nombre de la rosa', tal vez recuerde que Finis Africae era el nombre de la muy especial y casi inaccesible sección de libros prohibidos en la biblioteca de la abadía italiana a la que acudían Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso de Melk, para investigar una serie de turbulentos asesinatos allí cometidos. Ese Finis Africae simbolizaba lo oculto, y el control sobre ese conocimiento prohibido. Esa idea caló en el interior de un músico tan genial como Juan Alberto Arteche Gual, que decidió tomar prestado ese nombre para su nueva banda de música, afortunadamente no prohibida, pero sí prácticamente inclasificable. Arteche, que falleció en 2018, fue un músico esencial e inquieto en el folk hispano. Fundó un grupo tan recordado como Nuestro Pequeño Mundo, colaboró activamente con Pablo Guerrero, Javier Bergia, Luis Delgado, Luis Pastor, Javier Paxariño, Eliseo Parra y muchos otros. Fue en los años ochenta cuando decidió dar un paso adelante en cuanto a la experimentación en su estudio, como contaba así él mismo en el libreto de la recopilación "A Last Discovery : The Essential Recordings, 1984-2001", publicada en Japón en 2012: "En 1982 tenía ganas de experimentar con otras formas de hacer música y me compré un magnetofón de cuatro pistas donde volqué nuevas ideas que se me pasaban por la cabeza. Me lo pasé fenomenalmente inventando nuevos paisajes, hasta grabar noticias de la radiotelevisión, los niños jugando en el patio de mi casa, y el ruido de mi asistenta cuando limpiaba. Eso me inspiraba y ponía improvisaciones de los diferentes instrumentos que tenía en mi cuarto, guitarras, autoarpas, dulcimeres, mandolinas, flautas..."

Juan Alberto hablaba así también a la revista Nueva Música en 1993: "Toda mi vida he intentado ser más o menos libre dentro de la música y siempre me he encontrado con el muro impenetrable de las compañías discográficas, que tienen sus conceptos de comercialidad". Su visión cambió cuando empezó a mejorar la técnica de las mesas de grabación, y creó entonces su estudio 'El agujero', acicate de su grupo ficticio y principal garantía en la consecución de su sello, Música Sin-Fin, que nació en 1989 (en un principio asociado a Ediciones Cúbicas) y fue la culminación de un sueño del que surgieron como primeras referencias el jazz improvisado de la banda Zyklus, el atrevimiento vanguardista (y revulsivo estético, se calificaba en la web oficial) del jazz-rock de Clónicos y la tercera aventura de Finis Africae, el álbum "Amazonia". Pero es necesario regresar brevemente a los comienzos, cuando Juan Alberto investigaba con ideas aparentemente inconexas: "Un día apareció por mi casa un gran amigo, Javier Bergia, y escuchó lo que estaba haciendo; se quedó muy impresionado y me propuso unirse a mí para así dar rienda suelta a nuestra inventiva ('en la Semana Santa de 1983, los dos solos en la ciudad, sin un duro en los bolsillos, con la nevera llena y la piedra filosofal en el bolsillo', se podía leer también en su web oficial). En 15 días teníamos un nuevo material que nos gustaba mucho y que enseñábamos a todos nuestros amigos, uno de ellos Luis Delgado, que nos propuso hacer un disco. Él se dedicó a mezclar los temas y añadir otros instrumentos que faltaban: bajos, percusión, zanfonas... También se unieron algunos amigos que se reunían en mi casa para oír lo que estábamos haciendo: Olga Román y su preciosa voz, Seju 'Huracán' Monzón (hermano de El Gran Wyoming) y sus saxos y flautas... En fin, en un mes teníamos todo un flamante disco que se llamó 'Prima Travesía'". Este trabajo fue publicado por Grabaciones Accidentales en 1984, y se puede encontrar también con el título del apelativo del grupo, "Finis Africae". Para escucharlo en CD, la compañía madrileña Glossy Mistakes lo reeditó en 2023 con portada diferente y de título "El pulso de la madera", junto a otras ocho canciones inéditas. "Prima travesía" es una completa experimentación sonora con base de jazz y folclore y un uso deslumbrante del estudio, ambientes atrevidos que o bien inducen a un sueño vívido o bien despiertan a una realidad paralela, reflejo de viajes por Sudamérica, el pacifico, o por España, y una propia voluntad creativa por bandera en la que el primer tema se titula "Radio Tarifa", nombre del futuro grupo que iba a publicar su álbum debut en Música Sin-Fin. Dueño de unas vibraciones sorprendentes y únicas, efectista combinación de instrumentos y voces en un ordenado desorden, "Radio Tarifa" da paso a "El secreto de las 12", una pieza llena de detalles, una fiesta para los oídos y un encantamiento de los vientos, que el DJ José Padilla utilizó para amenizar los amaneceres del Café del Mar en Ibiza. Precisamente "El secreto de las 12 (The Secret of 12 O'Clock)" fue el título de una curiosa compilación japonesa que en 2013 publicó EM Records, misma compañía y mismo año de la más completa, y mencionada anteriormente, "A Last Discovery : The Essential Recordings, 1984-2001". "Luna" es una delicia ambiental que se hace muy pero que muy corta, los golpes de la voz son como una impactante llamada a otra realidad, que viaja a otros paralelos en "Zoo Zulú" y regresa a casa en "Juana y Rosalía", donde se filtra lo cotidiano, la realidad diaria que puede ser más original y atrayente que la mayor de las imaginaciones. "Hybla" no necesita cambios de ritmo, sólo hay que prestar atención a sus capas de sonido para sorprenderse con el trabajo que tiene detrás, como "Managua", la penúltima parada de un viaje que concluye en la "Bahía de los genoveses", situada en Almería, un paraíso natural complementado con este espacio sonoro único de nueve fabulosos minutos, un gozoso ambiente del que no quieres irte. 

La portada es enigmática, el sonido mágico, su ubicación parece indeterminada, así como el estilo, en el que se mezcla instrumentación eléctrica moderna con otra tradicional, étnica, y todo tipo de cachivaches de percusión. "Mi instrumento soy yo", decía Juan Alberto Arteche, que en esta primera aventura toca acordeón, adufe (pandero), aulós (una flauta griega que también se conoce como oboe doble), autoarpa, bajo, bombo legüero, cuatro venezolano, guitarra eléctrica, mandolina, cabasa, sicu y quena (flautas de pan), sitar, tambores de hendidura, sintetizador, medusa de llaves, cítaras, corpo, sicu, bote de arroz, reclamo de perdíz, chiflo, TR 808, Polisix, rythmaker y voces; Luis Delgado se encarga de bajo, sintetizador Korg KR 77 y zanfona, y Javier Bergia de darbuka, guitarras acústicas y eléctricas, darbuka, címbalos, caja, oud, tabla, tar, violín y voces. Además, los músicos invitados son Olga Román (voces), Paco Espinosa (bajo), Ignacio 'El buho' (flauta travesera) y Seju Monzón (flauta travesera, quena y saxo). Calificado como un colectivo de músicos que acababan de vivir la Movida Madrileña, Finis Africae rompió moldes con su collage vanguardista alejado en gran medida de la propia Movida en sus planteamientos, con vistas al futuro y hacia una fusión étnico-moderna que acabaría triunfando definitivamente una década más tarde, con el ciclón de la new age y todas sus variantes en los años noventa, en los que Arteche ofreció al mundo grandes discos en su sello Música Sin-Fin, y esa banda irrepetible llamada Finis Africae continúo grabando trabajos tan recordados como "Un día en el parque", "Amazonia" o "Campos de sol y luna".

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6.2.25

IMA GALGUÉN:
"Regreso al espíritu"

Aunque gozó de unos años de expansión popular, el de Ima Galguén es un nombre bastante desconocido a nivel general en España, salvo posiblemente en las Canarias, su comunidad de origen, y concretamente en su isla, La Palma. Tampoco el verdadero nombre de esta compositora y cantante, María del Carmen González, dará más pistas a la mayoría. Son esas pequeñas injusticias de la industria, que apuesta desde siempre por otro tipo de músicas más modernizadas, que aunque puedan contener visos folclóricos (hubo una clara tendencia en este sentido en ciertos momentos de los años noventa), se orientan claramente al pop, al rock, a lo latino o a estilos que los veteranos no saben ni siquiera distinguir o incluso escribir. De este modo, un inmenso tanto por ciento de la población no ha podido, querido o sabido escuchar una música agraciada, la de Ima Galguén, que parte de la tierra y del corazón, con una voz presa de la nobleza de lo auténtico, una poesía primorosa y sin artificios, y con una instrumentación rica y variada. El fruto es exquisito y respondió al nombre, en 1997, de "Regreso al espíritu", primera referencia de la cantante en solitario, publicada por Estudios La Palma, con reediciones en Digipalma, Knife Music (en 1999), Wind Records (en Taiwan, 2000) y D. R. Global Entertaiment (en México, 2000, con cambio radical de portada).

Aunque Ima firma el trabajo, es importante reconocer que "Regreso al espíritu" es el fruto de su colaboración con el poeta orensano (afincado en La Palma) Ramón Araujo, coautor y coproductor de las canciones del disco. Araujo ya había colaborado en el anterior proyecto de Ima junto a Jorge Guerra, denominado Carmen y Jorge, en el que ofrecían canciones infantiles. "Regreso al espíritu" es, pues, un proyecto conjunto entre Ramón Araujo y María del Carmen González, para el cual la vocalista adopta su nuevo nombre, Galguén, que es el nombre antiguo con que se conocía el norte de la isla de La Palma. Con esa poesía en las letras, ella canta a lugares que existen en esa parte de la isla y que, escuchado el disco, apetece conocer. "Canto de fe" nos abre la puerta a un folclore fresco, salpicado por las olas. La voz de Ima seduce como si de una nana se tratara, pero no adormece, hipnotiza. El acompañamiento instrumental parece celta (la pieza comienza con una hermosa flauta), aunque se decanta hacia lugares más cercanos, y se acaba casi sin darnos cuenta, dando paso a una de las canciones importantes del disco (no en vano ella adoptó ese apellido), "Galguén", un aire de aspecto más animado que deja entrever sin embargo un lamento, una canción ecológica de instrumentación sencilla (destaca el violín de Gonzalo Cabrera) que llega muy dentro: 'Bosque de Galguén, mil dragos al pie del ocaso. Bosque de Galguén, mil dragos me dicen el último adiós. Que el tiempo nos traiga el olvido y borre los pasos perdidos, aquí en Galguén'. Compilaciones como "Naciones celtas II" o "Discópolis 5000" portaron con orgullo esta canción entre sus pistas. De nuevo la entradilla celta (ese violín junto al laúd y las guitarras) nos transporta lejos de España en "Casa en el valle", pero el acento de Ima sigue siendo canario, y es que "La casa en el valle" es la música del pueblo, de su pueblo, con temática costumbrista. En canciones como "Háblame", Ima parece seguir la estela de una Loreena McKennitt primaria, una cantante que junto a otras como Enya, Claire Pelletier o Savina Yannatou, forma parte de sus influencias, que también llegan a los verdores celtas de Galicia por medio de Uxia, Rosa Cedrón o Emilio Cao. Que los mágicos paisajes de La Palma son la mejor de las inspiraciones, se vuelve a demostrar en "Bujarén", nombre de una fuente y una playa del nororeste de la isla; aquí es una instrumentación más autóctona y también mediterránea la que parece dominar, en otra pieza destacada, intensa y emocionante: 'El bosque de tabaibas sobrevive en la ladera. Sobre el acantilado un ave se transforma en luz. ¡Cómo gime el mar abajo en Bujarén!'. Gran momento del disco este, pues otra gran canción suena a continuación, la titulada "La zarza", tema con entradilla de piano y magia en su interior, una pequeña joya en el disco con la poesía de Ramón Araujo impresa en su letra, que se pregunta quién dibujó en la roca el meandro y la espiral, y siente su presencia entre las sombras; "La zarza" fue incluido en 1998 por el sello Putumayo en su recopilatorio "Women of Spirit". "La galga" es otro canto folclórico elevado hacia el viento, con animado final danzarín. La quena andina abre "Dama", otra bella canción con el folclore por bandera, mientras que una guitarra muy templada acompaña "Al borde del sendero". Otras bellas canciones con efluvios populares como "Regreso al hogar", "Llueve" o "Mar de la alegría" completan el trabajo (que en las primeras ediciones porta un tema eliminado posteriormente, "Llamaré"), hacia cuyo final nos encontramos con una composición muy personal, la única compuesta exclusivamente por la vocalista, "Silencio azul", con una instrumentación deliciosa donde afloran guitarras y violín, y una letra que dice así: 'Donde el silencio es azul y el Norte es igual al Sur, donde el aire es de cristal y el viento es la soledad, busco mi sombra perdida en el río de la vida, busco la senda olvidada, confundida con la nada (...) Pero siempre aflora, de la nada, una ilusión, una melodía, un verso, una canción. Siempre se oye el eco del latir del corazón vibra en lo más hondo la presencia de mi yo'. Acompañando a Ima, Rodrigo Melgar interpreta la flauta y la quena, Gonzalo Cabrera el violín, Juan Carlos P. Brito la guitarra y Oswaldo Bethencourt se encarga de laúd, guitarra eléctrica y acústica y los arreglos MIDI. Como ya se ha comentado, el sonido resultante se recrea, a pesar de sus numerosas influencias, en un tipo de sonido de corte celta en gran parte de las piezas, fuertemente influenciadas por ese paisaje de La Palma: "Es una señal de identidad, un punto de partida y al mismo tiempo de regreso. La isla no tiene límites gracias al horizonte que la habita".

Oscar García escribía esto en la contraportada del álbum: "Si San Borondón, la Non Trubada, es la isla mágica por excelencia, el espíritu evanescente del mar de las Canarias, espejismo de una oculta realidad, Ima, su hermana ínsula, se presenta como el mayor misterio. Ángel tutelar, puerta y llave a la vez, Ima es un sueño destinado a hacerse realidad por los renacidos hijos de la Atlántida. Ella espera, como la Esfinge, y sólo a quien responda a sus preguntas abrirá su verde corazón". Esta poética alabanza es fiel a lo que el disco refleja y a las emociones que su escucha suscita, un cordial hechizo en su música, una tierna nostalgia en sus letras, un pequeño y dulce universo que se nutre de la solidez de la tierra, de la fuerza del viento y de la tenacidad de un enclave rodeado por las aguas. A pesar de no conseguir derribar del todo la barrera del anonimato musical más allá de las islas afortunadas, "Regreso al Espíritu" es solamente el primer peldaño en la carrera de una Ima Galguén que ha continuado ofreciendo sus discos (en el segundo, "Abismo arriba", una de las canciones se titula "Regreso a Galguén"), siempre recomendables, por medio de su propio sello, Galguén Producciones. Los que se adentren en su mundo disfrutarán y se embelesarán con la nostalgia de su sonido puro, con su límpida sencillez.












15.11.24

BIELLA NUEI:
"Las aves y las flores"

Como el de cualquier comunidad autónoma española, el folclore aragonés va más allá de la imagen arcaica de lo popular que se arrastró en la península tras décadas de dictadura. En el caso de Aragón, es difícil no asociar a Zaragoza, Huesca o Teruel a las típicas jotas y su característicos cante, baile y traje regional, así como a ciertos cantautores como José Antonio Labordeta (también político y defensor a ultranza de su tierra) o Joaquín Carbonell como nombres cabeceros, sin olvidar la aparición de María José Hernández más adelante, sin las antiguas reivindicaciones sociales. Hay sin embargo, sin olvidar esos nombres y por supuesto la enorme musicalidad de las jotas, otros muchos tipos de bailes, baladas y ritmos tradicionales que hacen las delicias de los folcloristas, de bandas, orquestas y por supuesto de seguidores de las músicas de raíz y del publico en general. Así, unos cuantos grupos llevados por la pasión hacia la tradición, tomaron la responsabilidad de recuperar un repertorio casi perdido, un idioma propio (la fabla aragonesa, cuya salud se estaba recuperando tras mucho tiempo en proceso de extinción) y, en ocasiones, instrumentos emblemáticos tan olvidados o desprestigiados como la dulzaina, la gaita de boto o el salterio. 

Chicotén (otro nombre del salterio, precisamente), Hato de Foces o Somerondón fueron de los primeros grupos que volvieron a grabar ese repertorio antiguo y disperso, pero una nueva generación vino a tomar impulso en la década de los noventa, bandas como Cornamusa, Ixo Rai!, La orquestina del Fabirol, La ronda de Boltaña, Fagüeño, O'Carolan, Joaquín Pardinilla y, por supuesto, Biella Nuei. La primera formación de este conjunto data de 1984 a partir de un colectivo musical universitario, con numerosas actuaciones durante los siguientes años, que les proporcionaron algún que otro premio (para su LP "Monegros") y una cierta fama en la comunidad. Como explican en el libreto del álbum, el grupo se encontró durante sus primeros diez años de existencia con una realidad desoladora: "la práctica inexistencia tanto de estudios sobre la tradición musical aragonesa como de copias de instrumentos autóctonos". La labor de estudio, documentación y recopilación tanto de datos como de melodías, fueron tan necesarios como los propios ensayos: "Siempre ayudados por muchos amigos con nuestro mismo interés, comenzamos a desarrollar una intensa labor de grabación y archivo de la tradición oral, que nos ha llevado a rescatar dances y melodías antiguas, a entrevistarnos con viejos gaiteros, a viajar de un lugar a otro para recoger un romance, una canción de cuna, una rogativa...". Aparte de desarrollar un taller de construcción de instrumentos musicales, Biella Nuei grabó en Madrid su primer CD, con trece de sus muchos temas rescatados durante sus inicios, "Las aves y las flores", publicado por SAGA en 1994. El comienzo es fabuloso, "Dama hermosa - Las aves y las flores" son dos grandes melodías para gaita de boto aragonesa unidas para la ocasión; su origen se ubica en las cercanas localidades de La Almolda (Zaragoza) y Valfarta (Huesca), y su recuperación para este trabajo es de un gozoso disfrute por la afabilidad de su letra y lo contundente de la melodía. La variante aragonesa de la gaita de boto consta de un boto de cabrito (cubierto con una tela de flores), el clarín (piezas de madera de boj forradas de piel de culebra, que hacen sonar la melodía con el empleo de una lengüeta doble de caña denominada pita), el bordón (que emite un sonido continuo), la bordoneta (un bordón pequeño) y el soplador (para insuflar el aire). También se puede escuchar en ese primer tema, como a lo largo del disco, el pinfano (flauta de pico construida en caña, habitual entre pastores) y la dulzaina (también llamada gaita, chuflaina o chifla), un instrumento de viento de doble lengüeta de la familia de la chirimía o el oboe. Unas "Habaneras", canciones lentas procedentes de Cuba, se adornan con letras de amor tradicionales de varios pueblos aragoneses en el apacible segundo corte de un álbum que también acoge ritmos europeos que llegaron muchos años atrás al cancionero tradicional, como esas movidas y pegadizas "Polcas Biella Nuei", del pueblo oscense de Urdués la primera, y original de Blas Coscollar la segunda. El clarín, la parte de la gaita de boto que se encarga de la melodía, es el mayor responsable de su atrayente sonido. A continuación llega un agradable "Fandango" inspirado en una albada de Terriente (Teruel), si bien con una letra más popular de otros pueblos de la zona, de nuevo con temática amorosa. Durante este primer tramo, el trabajo se ofrece como una estupenda sorpresa en todos sus aspectos, que ven su continuación hasta completar sus trece cortes. Del dance de Tauste (Zaragoza) procede "Mudanzas de Arcos", mientras que a mitad del disco llega una de sus tonadas más conocidas, una sorpresa que nos lleva a citar datos históricos: conocida es sin duda la melodía de "Ball de Benás", similar a ese canto patriótico conocido como 'Himno de Riego', que cantaba la columna comandada por el teniente coronel Rafael del Riego durante el alzamiento militar denominado como 'Pronunciamiento de Riego', detonante de la Revolución de 1820 durante el reinado de Fernando VII. Aunque la música se atribuya en ocasiones a José Melchor Gomis, su gran semejanza con la 'Dance de Guayente' y el 'Ball de Benás' (o Dance de los mayordomos) hace pensar que Riego la pudo escuchar durante una época en la que estuvo preso en Jaca durante la guerra de la Independencia, para después utilizarla como música de su 'Himno'. En Benasque (o Benás) se utiliza todos los años esta melodía para su dance del día de San Marcial. Acordeón, violín, gaita de boto y pinfano se citan en esta tonada tan popular como acertada. Con el "Romance de Catalina", cantado en fabla aragonesa, Biella Nuei ganaron un premio en Galicia, donde valoraron, afirman, "la intensidad emocional y que en él se considere a Aragón como tierra de libertad". El bolero aragonés tiene cabida en el disco en los "Boleros de Caspe", mientras que otro dance tradicional, el del pueblo de La Muela, es el origen de "Por una niña". Viajamos a continuación al Pirineo oscense con "La pasabilla - Palotiau de Broto", pasacalles de San Chuan de Plan (y de Sariñena) el primero, melodía originaria de Broto la segunda, ejemplos ambos del uso de dos instrumentos inseparables como son el chiflo (flauta de tres agujeros, forrada con piel de culebra) y el salterio o chicotén (tambor de cuerdas que marca el ritmo y un bordón continuo a la melodía del chiflo). Una de las canciones más divertidas y fáciles de escuchar del álbum es ese homenaje a los cabezudos zaragozanos titulado sencillamente "Los cabezudos", que tras una música inicial inspirada en una melodía de Pradilla de Ebro (Zaragoza) incluye diversas coplillas que, como en cualquier otro punto del país, les cantan los chavales a esos singulares personajes (no sin advertir que, tras escuchar la copla referida al popular Moro o Morico, ningún grupo étnico debe sentirse atacado) que hacen las delicias de los jóvenes, a la vez que infunden un cierto miedo a los más pequeños. Además de otras letras y música de Luis Miguel Bajén, también podemos escuchar un pequeño fragmento, el más conocido, de la zarzuela "Gigantes y cabezudos" del compositor del siglo XIX Manuel Fernández Caballero. El "Pasodoble de Villarluengo" es una tonada de Camilo Ronzano utilizada en ese pueblo turolense, estupenda muestra de la alegría de los bailes tradicionales. El disco no puede finalizar sino con otra de sus canciones destacadas, un tradicional de Espierba y Bielsa (dos pueblos del valle pirenaico de Bielsa) que ha conocido diversas versiones por parte de otros grupos aragoneses: "El villano", que en aragonés cita lugares y personajes del valle, es otro ejemplo de la utilización de chiflo y salterio, junto a la gaita de boto, pinfano y percusiones típicas como cucharas de boj, hierros o aceros. Todos los temas son tradicionales salvo los aportes ya mencionados. Los arreglos son de Luis Miguel Bajén y Biella Nuei, que en esa época eran: Alberto Aznar (clarinete dulzaina, gaita de boto aragonesa), Luis Miguel Bajén (voz, guitarra, dulzaina, chiflo, salterio, pinfano, flauta travesera, cucharas y otras percusiones), Manuel Colás (bandurria, laúd, guitarrico, voz), Fernando Gabarrús (cucharas, castañuelas, pandereta, cañera, caja, bombo, cántaro, hierros y otras percusiones), Jacobo García-Rodeja (violín, percusiones), Belén Gonzalvo (violonchelo) y Rafael Sánchez (acordeón). Además, colaboraban Jesús Acero (gaita aragonesa en "Dama hermosa - Las aves y las flores" y clarín en "Polcas Biella Nuei") y Mario Gros (gaita aragonesa en "Ball de Benás").  

Combinando canciones con instrumentales, el de Biella Nuei es, como el de tantos grupos en tantas otras comunidades autónomas, otro fascinante logro para la música folclórica hispana. Con buena acogida popular y de crítica, "Las aves y las flores" fue la excelente demostración de las cualidades del grupo en campos unificados, la documentación y la interpretación: "La música tradicional, la originaria y verdaderamente popular, tiene algo que ofrecer en este triste fin de siglo en que la cultura, convertida en mero objeto de consumo, parece atrapada en un callejón sin salida (...) Sólo el respeto a la diversidad cultural, a esas diferencias que nos enriquecen, permitirá que exista una verdadera libertad de elección", afirmaban. Sin el hastío que pueden provocar algunas tradiciones puras en un público de finales del siglo XX gracias a unos arreglos bien pensados y convenientemente cuidados, la propuesta de este conjunto aragonés sorprendió a propios y extraños y aprovechó el gran momento de expansión, e incluso unión, de todas las músicas de raíz españolas, para salir de sus fronteras y gozar de un cierto nombre en todo el país, y es que su estilo tradicional, rural por cercanía, mostraba además una buena permeabilidad hacia otros ritmos (tanto llegados de fuera como más urbanos y actuales), y la reivindicación lingüística conllevaba también aciertos musicales, disfrutables totalmente en cada rincón de la península, incluso fuera de ella. Biella Nuei han evolucionado con los años, han fusionado su música con las de otras culturas (de Occitania, el Bearne o Marruecos) y han hecho buenos amigos por el camino, pero su esencia, la tradición aragonesa con la que comenzaron su singladura, se vive especialmente en trabajos como "Las aves y las flores" o el siguiente, "Solombra", que junto a "Sol d'ibierno" forman una especie de trilogía inicial en la trayectoria de esta inquieta banda.








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28.11.23

ELEMENTALES:
"Elementales"

La influencia del gran Paco de Lucía ha sido enorme en las siguientes generaciones de guitarristas flamencos que han trabajado con este glorioso instrumento. Josete Ordóñez es uno de ellos, y ya desde los 12 años tocaba en tablaos antes de incorporarse a varios grupos y colaborar con grandes artistas patrios como Manolo García, Rosario Flores, David Bisbal, Melendi, y en otros campos más folclóricos, como con Amancio Prada, al lado mismo de Eliseo Parra o en la banda de Javier Paxariño. A principios de los años noventa, este madrileño realizó un acertado experimento sonoro fundando un conjunto de folk instrumental con añadidos étnicos junto al violinista Enrique Valiño (recordado por muchos madrileños por su pasado en la Romántica Banda Local), el percusionista Enrique 'Brujas' Perdomo y el bajista Marco Herreros. Su nombre, tan sencillo y directo como Elementales. Su legado, tres álbumes a lo largo de esa década: "Elementales" en 1992, "Al baño María" en 1994 y "Elementa latina" en 1997, tres ejemplos de buen hacer de los que cabe destacar especialmente ese gran debut que dio nombre al grupo, "Elementales".

Grabado en los meses de junio y julio de 1992 y publicado por Lyricon (sello dependiente de Sonifolk) ese mismo año, "Elementales" intentó ser una alternativa con clase y valor hispano al circuito de músicos y bandas folclóricas que continuamente giraban por nuestro país e incluso veían publicados sus trabajos por sellos españoles que traducían y adaptaban los cuadernillos con toda la información del disco o del artista. Aunque este su primer disco presenta un bonito dibujo por portada, las ediciones de Elementales no fueron precisamente un ejemplo de diseño gráfico, la información era escasa y la forma de presentarla muy particular. Tal vez eso sea una de las pequeñas rémoras de los trabajos de esta banda, la escasez de información en los discos, tanto de la trayectoria de sus componentes como del origen o intenciones de las composiciones, en las que unen fuerzas Josete Ordóñez y Enrique Valiño. "Elementales" comienza con una pieza de Quique Valiño, desenfadada e incluso pegadiza, "Camino de Pan Bendito", en la que destaca de golpe la energía de un folk muy hispano, con aires de flamenco y de rumba por igual. Es una música con el espíritu de la ciudad, del barrio, de hecho Camino de Pan Bendito es el nombre de una barriada de Madrid. "Pasaje de Áncora" (otro espacio de Madrid, cercano a Atocha) aporta un jazz melódico bastante asequible, tanto como para que los responsables de la compañía eligieran este tema para nutrir la recopilación "Música sin fronteras volumen 2". "Ojos de Río Dulce" es un tema de flamenco con su dosis instrumental y su aporte de cante tan andaluza, con la voz de Josete; el río Dulce es un afluente del río Henares que nace en Guadalajara. "El capricho de Carmen" es una pieza folclórica con aromas gitanos de la Europa del Este, un corte atractivo e importante en el disco, con el contrabajo de Carlos Ibáñez, donde el violín atrapa desde el principio (no en vano es otro tema compuesto por Quique Valiño). Muy hispano, con castañuelas y con un precioso toque clásico, es "Tanguillo de las entrañas", gran interpretación de un conjunto que sorprendió a quien quiso o supo escucharles. "Monge y cruz" forma parte de ese folclore que toma cosas de aquí y de allá, con la guitarra de su autor, Josete, de protagonista. A su vez, ritmos gráciles y bailables como "Bahía Brujas" o "Partido alto" también tienen cabida en este completo trabajo de folk avanzado. En "Macachera" la melodía, sencilla, inunda el ambiente y se desarrolla en un perfecto juego de instrumentación. El trabajo tiene que ir acabando, y lo hace con otros dos intentos de viaje, el de "La varita de Juan López" a las tierras del country allende los mares (violín enérgico, cucharas o tabla de lavar nos acercan a ese tipo de música sureña) y el de "Todos los días un plátano por lo menos" aún más al sur, a Sudamérica, en un pequeño colofón (menos de un minuto) a una obra completa y mayúscula. Hay grandes hallazgos en este trabajo, como hay algunos momentos menos atractivos, pero siempre bien tratados por los miembros del grupo, que elaboran una delicada tarea de conjunción. Ordóñez se encarga de las guitarras (flamenca, clásica -Camps-, acústica, eléctrica y timple canario) y la voz en "Ojos de río dulce", 'Brujas' Perdomo de congas, cajón, darbuka, batería y percusiones menores, y Quique Valiño de los violines (acústico y eléctrico), laud, bandurria, rubboard (o tabla de lavar), mandolina y cajun spoon (cucharas). Los tres producen el álbum junto a Enrique Díez. Los colaboradores son Pedro Gil (palmas), Carlos Ibáñez (contrabajo), Marco Herreros (bajo eléctrico), Camilo Edwards (bajo eléctrico), Lorenzo Azcona (saxo alto) y Manuela Doniz (castañuelas). 

El rock, el jazz, el folclore y lo étnico en general formaron parte de las enseñanzas de José Luis Ordoñez Gil (es decir, Josete Ordóñez) cuando éste quiso abrir sus horizontes musicales, y junto a Enrique Valiño, 'Brujas' Perdomo y Marco Herreros consiguió hacer realidad ese sonido que aunaba sus influencias, una banda que, como decía crítica de Resistencia, "practica una inusual y elegante fusión de estilos instrumentales en la que se compaginan ritmos y toques de guitarra flamenca con dejes jazzisticos e influencias del country, la clásica o las música celta e hindú". Valiño también quiso recordarlo así: "El grupo partiendo del color del violín y la guitarra española, creó un estilo personal y coherente con su pulso imaginativo, dentro de un lenguaje popular contemporáneo que se completaba con el sentir de los diferentes instrumentos de percusión". Definido por algún crítico como folk evolucionado, el de Elementales es un sonido tan cercano y tan grato que para los que ya tienen una edad casi puede parecer la banda sonora de su día a día. Los más jóvenes pueden descubrir matices auténticos y suficientemente brillantes como para provocar la chispa necesaria que les haga unirse al torbellino, ya lejano pero igual de vivo varias décadas después, de esa vigorosa música folclórica que se hacía a finales del siglo pasado, y que el propio Josete Ordóñez intenta mantener viva con sus trabajos en solitario del siglo XXI, entre ellos "Por el mar", "Objetos perdidos" o "Transeúntes", en el que explora también en otras dos pasiones, el cómic y el cine mudo.

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25.1.23

JORGE GRUNDMAN:
"We Are the Forthcoming Past, Take Care of It"

Jorge Grundman porta un apellido extranjero, pero es español, nació en Madrid en 1961. Es ingeniero de telecomunicaciones y músico, de hecho lleva escribiendo música desde los 12 años, y sus composiciones alcanzan grandes niveles de excelencia. Su reconocimiento en el campo de la música contemporánea, en el que ha publicado varios trabajos, no quita que adore otro tipo de géneros más terrenales y populares, como el rock o el pop, campo en el que militó en bandas de la época de la movida madrileña como Farenheit 451 o Trópico de cáncer (en cuyo único elepé, "Detrás del espejo", estuvieron producidos por Julián Ruiz). Pero Jorge añade otra rareza a su lista de trabajos, es uno de esos artistas que no tiene reparos en afirmar que en algún momento de su carrera ha compuesto música englobada en la denominada como música new age. Claro, él puede decirlo sin pudor, porque su new age ha sido de gran calidad, lejos de lamentables ejemplos que pululaban por las compañías discográficas en los años 90, de esos que no van a desfilar por aquí. 

Es el propio Grundman el que contaba así su idilio con la new age en la emisora Radio 3: "En 1996 decidí compartir la música que estaba haciendo con la gente de alrededor, y la publiqué en el portal mp3.com. Así pude recaudar fondos, colaborar con Médicos sin Fronteras y Médicos Mundi, crear una discográfica y una fundación. Llevaba varios años recaudando unos 3.500 dólares para Médicos sin Fronteras, todos los beneficios eran para ellos, y a propuesta de ellos creé esa sociedad limitada para hacer discos, en la que invité a mucha gente, a David Caballero, Eduardo Laguillo, Joaquín Taboada... Eso me permitió también con el paso del tiempo, convertir esa discográfica en una fundación". Esa fundación, creada en 2004, se llamó Non Profit Music, y surgió como respuesta a la cada vez más escasa presencia de la música clásica en el mundo, y a la pérdida de sensibilidad hacia la acción social y humanitaria; sus intenciones, crear iniciativas que ayuden a solucionar estas deficiencias y promover la música contemporánea. Fue en 2004 cuando esa fundación que también era sello discográfico, Non Profit Music, publicó el disco firmado por Jorge Grundman "We Are the Forthcoming Past, Take Care of It", CD que a sus 52 minutos en formato de audio había que añadir una capa de música adicional en formato mp3. Una edición sólo con los 52 minutos iniciales fue publicada en los Estados Unidos por la compañía Only New Age Music. Son estas 13 pistas las que vamos a comentar aquí, comenzando por la pieza que da título a la obra, un maravilloso tema corto, muy emocional, que sorprende al oyente ocasional y que encierra un origen puramente pianístico: "Las obras para piano me las hacía para mí, para practicar en casa, pero el que denominé como "Estudio número 1" me ha dado muchas alegrías, la han tocado muchos pianistas en España y fuera de ella, y con el tiempo ha tenido muchas versiones con varios tratamientos". Ese estudio, elaborado con orquesta de cuerdas, es "We Are the Forthcoming Past, Take Care of It", una pieza que, exclusivamente para piano, fue grabada también por Eduardo Frías junto a otras obras para piano de Jorge Grundman. "Tying the Heart that Helps" (dedicada al Jefe de Misión en Daguestán para Médicos Sin Fronteras Arjan Erkel, secuestrado en Makhachkala en agosto de 2002 y liberado en abril de 2004 -Erkel aún seguía secuestrado cuando Jorge escribió y grabó este tema-) guarda una profundidad ligada tanto al polaco Henryk Górecki como al noruego Øystein Sevåg, mientras que en su final se atisban formas rítmicas que podríamos asociar a bandas sonoras de Hans Zimmer, como sucede en otras composiciones, como "Looking Through the Brooken Window", sobre las guerras y el perdón. Jorge es atrevido, su clasicismo no huye de aderezos modernos, no extiende demasiado las composiciones, aunque algunas podrían convertirse en pequeñas y hermosas suites, si se les aplicara un tratamiento más neoclásico. "The Sons of the Cold" está más cercana a la danza contemporánea que al mundo clásico, con un cierto componente infantil, ya que el autor la denomina como "una canción de cuna electrónica sobre la guerra contra la naturaleza y la manipulación genética del ser humano". Las formas melódicas new age se esbozan en la utilización del piano junto a los vientos, como en la esperanzadora "Tears at Bedtime", tanto que se podría pensar en algunos artistas de Narada, incluso a nombres de Windham Hill como el mencionado Sevåg (que es citado en los agradecimientos) en "Memory Holes", con el toque jazzístico del saxo, o también sin él, en "Teach Me to Whisper a Shout". "Denying the Evident" presenta un piano sencillo y danzarín, con el que parecen aflorar sentimientos interiores (concretamente los que sintió el compositor al ver el derrumbe de las torres gemelas: "Me repetí a mí mismo 'no puede ser posible, no puede ser posible'; estaba negando lo evidente"), mientras que "Nunca mais!" es especie de clímax visual muy peliculero, dedicado a la triste marea negra del Prestige en las costas gallegas. Muy acertado es "The Day After" ("esta pieza trata sobre la magia y la ilusión al adivinar y abrir los regalos de Navidad"), con un juego de teclados que se acerca a los movimientos de notas luminosas ambientales que proponía William Orbit en algunas de sus obras y producciones. En "You Weren't to Know" el piano introduce y conduce en definitiva otra pieza reflexiva e intensa que trata sobre la belleza de la solidaridad, y en "Where my Frieds Rest" voces sintéticas acercan este tema hacia una especie de oración que acaba arrastrándonos sin remedio hacia ese adagio final titulado sencillamente "Adagio for Viola, Oboe and Piano" ("este es mi himno a los sentimientos que el cielo y las nubes me inspiran en los días de tormenta"). A través de la fundación, Jorge Grundman tuvo la fortuna de conocer al gran violinista libanés​ (de ascendencia armenia y nacionalidad española) Ara Malikian, que decidió que la música tonal que él componía sí que tenía futuro, y le instó a escribirla para interpretarla él mismo al frente de la Non Profit Music Chamber Orchestra: "Él despegó definitivamente, pero me ayudó a contactar con mucha gente, a que perdiera el miedo a hablar de mi música, porque seguro que encontraría mi hueco". Álbumes como "No Seasons" o "Tears of Beauty", entre otros, son testimonios de ese encuentro entre Malikian y Grundman.

Una portada impactante presagia un contenido afortunado, pero en absoluto tormentoso. Más bien, sería como la calma del ojo de esa terrible tormenta. Con "We Are the Forthcoming Past, Take Care of It", Jorge Grundman dio muestras de su tremenda versatilidad y ofreció, plagado de nobles sentimientos y con una loable causa caritativa, un disco para reivindicar, como la obra en general del autor. Inmerso en la new age y en una suave ambientalidad, este trabajo encierra una escucha deliciosa en general, y especialmente ante algunas de sus epatantes melodías, en un campo que nunca ha sido tomado con la seriedad que, en muchos de los casos, se merecía. "Somos el pasado inminente, cuídalo -decía Jorge-, un título para reflexionar: el futuro no existe porque no ha ocurrido; el presente tampoco existe porque cuando te pones a hablar de él ya ha pasado; y el pasado es lo único que ha existido, pero no lo hemos cuidado, porque si pensáramos que cada segundo que perdemos se va a convertir en pasado y la gente se va a fijar en eso y podría significar mucho para las personas que nos rodean, intentaríamos hacerlo lo mejor posible, hacer el mundo un poco mejor, que lo que dejamos sea lo mejor de nosotros". Hermosas palabras, hermosa música.
















26.10.22

ANA ALCAIDE:
"La cantiga del fuego"

Tercer trabajo de esta compositora e intérprete madrileña que encontró su inspiración en las calles de Toledo y su instrumento esencial en la lejana Suecia. Ana Alcaide afirma que se ha formado a sí misma, que en su familia no había antecedentes musicales. A partir de los 7 años estudió solfeo y violín, aunque a los 15 decidió dejarlo, para retomarlo años después en el Conservatorio de Madrid. Una plaza en la Universidad de Malmö la volvió a acercar a Suecia, donde ya había acudido anteriormente por una beca de biología, concretamente a Uppland, donde descubrió el rico folclore sueco, la pasión de sus gentes por la música, y la nyckelharpa o viola de teclas, instrumento tradicional sueco de cuerda frotada, con un cierto parecido a la zanfona. Ana comenzó a estudiar de manera autodidacta la nyckelharpa que se trajo a Toledo, y poco a poco la adaptó al lenguaje musical hispano. Tanto se enganchó a este instrumento que de hecho tituló así a su primer trabajo, "Viola de teclas", disco instrumental producido por Carlos Beceiro (La Musgaña) en 2006, compuesto por piezas tradicionales y alguna propia, que exploraban en el variado repertorio hispano con sonoridades de antaño, pero exclusivamente ibéricas. Tras la sorpresa, en 2007 llegó la confirmación con "Como la Luna y el Sol", de nuevo con la producción de Carlos Beceiro. La voz se hace presente y confirma el nacimiento de esta trovadora del siglo XXI, que se inspira totalmente en la tradición sefardí y la actualiza en la lengua judeo-española. 

El siguiente paso de Ana Alcaide se tituló "La cantiga del fuego", y fue publicado en 2012 por The Voice of Nature y reeditado internacionalmente por ARC Music. A partir de aquí, Ana toma definitivamente las riendas de sus creaciones, e incluso produce ella misma sus propios trabajos. La tradición sigue siendo importante pero desciende la importancia en sus discos, de forma que aquí son solamente cuatro los temas tradicionales arreglados por ella para el disco. Podríamos comparar esta obra con una novela histórica, el trabajo de investigación es de efluvios muy reales, y le proporciona un encanto especial. El comienzo es sencillamente maravilloso, "El pozo amargo" es una gran canción de trovador, efectiva y emocionante, combinación de la letra de Beatriz Moreno-Cervera (basada en una leyenda toledana) y la música de Ana, en un tema donde además de la nyckelharpa también se pueden escuchar guitarra, psalterio, santur, lira griega y percusiones variadas. Los músicos que acompañan a Ana en este trabajo son de gran calidad y experiencia: Bill Cooley (psalterio, santur o laúd, entre otros), Josete Ordóñez (guitarras), Rafa del Teso (bouzouki, mandola, guitarra), Jaime Muñoz -La Musgaña de nuevo- (clarinete, ney, kaval, gaitas, furulya, acordeón), Renzo Ruggiero (bajo, zanfoña), Diego López (percusiones), Sergey Saprychev (percusiones), Ido Segal (hansa veena -una especie de sitar ideado por Ravi Shankar-), Dimitri Psonis (lira griega) y Reza Shayesteh (voces). Ana incorpora la nyckelharpa, moraharpa, violín, arpa celta, atmósferas varias y su propia voz, esa voz tan importante en la música sefardí como transmisora de su tradición, de tal modo que en su música conjuga lo instrumental con lo vocal ("tenía muchas ganas de cantar", afirmó en la promoción de su anterior disco, "Como la Luna y el Sol"). "Baila donde el mar" es otra gran canción, algo más melódica, creación exclusiva de Ana Alcaide, con un cuidado tratamiento musical acompañando a los versos. Si la producción se hubiera centrado en un campo más popular, podría haberse tratado de un sencillo de gran interés radiofónico. De este modo, siendo mejor que la mayoría, sólo suena en Radio 3 y emisoras independientes. "La cantiga del fuego - El viaje" es una muy animada pieza instrumental tradicional, nuevo acierto en el sorprendente comienzo de la obra. "Luna serfardita", soñadora y romántica, presenta de nuevo la letra de Beatriz Moreno-Cervera y la música de Ana, con un toque Enya en la parte tarareada. Bello tema sin palabras con efluvios árabes es "Khun caravan", que parece conducir a antiguos palacios, o sencillamente a floreados pueblos entre pequeñas montañas. "La reina Ester" y "En el jardín de la reina" son las siguientes piezas tradicionales sefardís arregladas por Ana Alcaide, y cantadas por ella en español y judeoespañol. "El agua del río", por contra, es creación de la madrileña, y en ella de nuevo hay asomos de Enya y, merced al arpa celta que destacaba también en la canción anterior, de Loreena McKennitt. "La cantiga del fuego - La canción" es otro gran corte tradicional que combina letra con música de manera notoria, y que vuelve a subir el interés de un disco que realmente no tiene altibajos. "Ay que casas!" es una canción de boda, una animada pieza tradicional que suena a la España rural, la que nos acercan grupos como La Musgaña o Acetre. Para finalizar este gran álbum, dos piezas conectadas, "Mikdash intro" y "Mikdash", que son un hermoso canto árabe con la colaboración de Reza Shayesteh, que tendrá protagonismo en el futuro de Ana Alcaide. Tal vez esta ruptura del ritmo general hubiera sido más acertada a mitad del disco, pero como final es rotundo, generoso y sencillamente espectacular. "La cantiga del fuego", cuenta ella misma, nos habla de amores imposibles entre judíos y cristianos, antiguas leyendas toledanas y del viaje de destierro de los sefardíes, y lo hace, añadimos, con una maestría y una poesía musical y narrada, fuera de lo común, encontrando conexiones admirables.

"Un gran viaje es un reflejo de lo que somos. Nos obliga a despojarnos de capas, a tomar conciencia de quiénes somos y a descubrir nuestro verdadero yo. Nos permite escuchar la poderosa voz antigua que continúa resonando dentro de nosotros. 'La cantiga del fuego' es la voz que siempre ha estado ahí y que nos guía en nuestro viaje de autodescubrimiento". Son las notas interiores de un trabajo que, aclara también la autora, compuso durante el embarazo de su primer hijo, Bruno, una experiencia transformadora cuya fuerza se plasmó en tan fabulosa obra. Loreena McKennitt se fijó en ese estilo antiguo tan afín a sus propios intereses, y pocos años después de "La cantiga del fuego", en 2018, Ana Alcaide colaboraba con la canadiense en su trabajo "Lost Souls" interpretando la nyckelharpa, así como en la gira que siguió al disco, incluyendo su concierto grabado en el Royal Albert Hall de Londres y publicado oficialmente en CD. No sería justo denominar a Ana Alcaide como la Loreena McKennitt española, pero las cercanías en sus estilos e intereses permiten al menos efectuar una breve comparación con tan fabulosa dama. Ajena a todo eso, Ana continúa con su carrera y con esa nyckelharpa de la que afirmaba: "La nyckelharpa, aparte de su repertorio tradicional sueco, encaja muy bien dentro de otros estilos estilos musicales (...) y es increíble lo bien que se lleva con las melodías sefardíes". "La cantiga del fuego" es un maravilloso ejemplo.

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27.8.22

LUIS PANIAGUA:
"Árbol de cenizas"

Harto de la descatalogación de sus trabajos, aunque haya que afirmar acerca de muchos de ellos que están más allá del tiempo y de las modas, el músico madrileño Luis Paniagua creó Silentium Records en 1999 para, además, obtener unos beneficios que siempre acababa acaparando la discográfica de turno. Varias fueron las que publicaron sus discos en los comienzos de su trayectoria, entre ellas algunas tan ilustres como Grabaciones Accidentales o RTVE Música, y más específicas de estilos 'selectos' como Hyades Arts o NO-CD Rekords, compañía donostiarra que publicó "Árbol de cenizas" en el año 1994, en esa década de locura, expansión y finalmente hartazgo, de las conocidas como nuevas músicas. Los trabajos de Luis se adherieron a esa filosofía, y discos como este se beneficiaron de esa moda, pero por supuesto también del gran momento de su creador, que compuso esta música para un espectáculo de danza y la grabó y produjo durante el mes de abril de ese año 1994 en Pallarès de Baix, la masía de Luis en Olius (Lleida).

La Compañía Ferroviaria de Danza de Paco Maciá fue la responsable de este 'Árbol de cenizas', un trío de tres hombres (Juan Antonio Saorín, Diego Leiva y el propio Paco Maciá) que acudieron a Luis Paniagua para la musicalización del espectáculo: "Toda la música de este disco está compuesta desde la danza. Unos bailarines me invitaron a hacer la música para un espectáculo. Nos pusimos a trabajar, pero de repente los presupuestos de la compañía se rebajaron. Pasaron cuatro o cinco meses de no tener contacto otra vez, pero un día me llamaron con un poco de urgencia para acabarlo. Todo el disco, excepto un trocito pequeño, fue prácticamente compuesto y grabado en quince días. En ese tiempo me estaba cambiando de casa, y fue fregar un suelo donde iba a meter el estudio, extender una cama, y meterme quince días a grabarlo. Tenía un video, de manera que podía verles a ellos para recordar momentos". Música y danza hermanados y compaginados a la perfección. Utilizando para su grabación sitar, dilruba, ud, teclados, chirimías, tubófonos, cuenco, cántaros, teja, rascadores, semillas y cañas, la música para 'Árbol de cenizas' es maravillosa en su faceta reflexiva, sorprendente en la rítmica, siempre agradable. Y especialmente recordado es el comienzo del disco, la pieza que le da título: en "Árbol de cenizas", algo hasta entonces desconocido e inerte cobra vida y ocupa íntegramente el tiempo y el espacio. Ritmo, armonía y melodía son un todo perfecto, las notas transportan a lugares lejanos, pero la atmósfera hace que el viaje sea relajante y reparador. Inolvidable, esta pieza es uno de los grandes ejemplos de la capacidad de Luis Paniagua para crear una especie de personales mantras que engancharon al público de la new age y le acarrearon una gran popularidad en los años 90, gracias especialmente a lo exótico de ese pausado sitar superpuesto aquí a unos teclados igual de relajantes que las cuerdas. El conjunto ni aburre ni empalaga, más bien se desarrolla con encanto, fluyendo con soltura a lo largo de 8 minutos memorables, y la melodía de las cuerdas de origen indio aporta la fuerza necesaria al conjunto para lograr una pieza única. Al escuchar el resto del disco, se puede comprobar que, si bien no llega al nivel del corte inicial, no decepciona en absoluto. En "Homo Sapiens" algo tan simple como un viento juguetón (un tubófono) y un ritmo cíclico se bastan, con una pequeña ayuda final, para detener el tiempo durante siete relajantes minutos de ambiente primitivo, asociado sin duda, en un éxtasis repetitivo, al movimiento corporal de los actores de la compañía. También tranquila pero mas melódica y animada es "En marcha hacia el sol", en la que música y danza se convierten en un todo, elementos unidos que logran una bella comunión, aunque la música pueda vivir como una expresión en solitario, concretamente una suave melodía aflautada que torna aguerrida y se mantiene altiva y firme, algo minimalista, durante los 8 minutos que dura la pieza. "Vuela, vuela" vuelve a la vertiente meditativa, y cuenta con el regreso del sitar, ausente en los dos cortes anteriores, accediendo así a un nuevo océano de espiritualidad basado en esas cuerdas tan idílicas y un suave ambiente de teclados. Al contrario que la anterior, "La oportunidad disfrazada" comienza de manera épica, con un belicoso riff de cuerdas sobre el que se asienta una sencilla sucesión de notas de teclado, más cuerdas y posterior viento, estilo minimalista que recuerda poderosamente al Wim Mertens de la época, pero con una resolución muy personal del madrileño. "De lo mundano, lo sacro y lo divino" culmina el disco recuperando sensaciones pacificas y meditativas, con la melodía de "Árbol de cenizas" algo más pausada, y con gran importancia de armonías meditativas de voces y percusiones, entre otros instrumentos, aunque echando de menos la presencia del sitar. Así, combinando los cortes movidos con los relajantes, este final es de nuevo una invitación a la paz, que Luis recordaba así: "Hay una parte muy tranquila, que tiene voz con mucha reverberación. Cuando lo hice, lo grabé en casa y dije 'jo, esto es muy fuerte'. Sonaba como si yo fuera un budista, o un gurú, y me dije 'pero si es precioso y me gusta muchísimo, ¿por qué no incluirlo?'".

Luis Paniagua se nutrió de influencias en su infancia y juventud, la música clásica de su padre, la música antigua de su hermano mayor, Gregorio, las músicas orientales que estudió en la India... El cóctel originó una manera de expresión única y asombrosa, no exenta de evoluciones, y nos envuelve en su obra de una serenidad mágica, espiritualizando melodías y armonías tan cercanas a nosotros por lo hispano del autor como lejanas por la integración del sitar y de ritmos orientales en las mismas. Luis supo moverse con valentía y profesionalidad en el mundo de la música espiritual con detalles étnicos, dedicación con la que ha logrado reconocimientos y una interesante discografía, que en algún momento se detuvo en el mundo del teatro (adaptaciones del `Salomé' de Oscar Wilde, 'Peer Gynt' de Henry Ibsen, 'La isla del tesoro' de R. L. Stevenson, así como otras de Federico García Lorca o Calderón de la Barca), del cine ('Amaneció de golpe', de Carlos Azpúrua, y numerosos documentales) y de la danza, trabajando con varias compañías y coreógrafos, entre los que destacó la Compañía Ferroviaria de Danza de Paco Maciá, y su espectáculo 'Árbol de cenizas', una obra variada y suntuosa, donde la mayoría de las piezas alcanzan un nivel superior de relajación. No importa la definición, música étnica, músicas del mundo, música espiritual, nuevas músicas ancestrales, sólo son palabras, lo importante es saber degustar e interactuar con las atmósferas bienintencionadas de este buscador de la paz y de la belleza.

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7.7.22

SUSO SAIZ:
"Un hombre oscuro (Live solo performances 1990/1994)"

¿Qué podría querer un hombre oscuro? Suso Saiz y Pablo Guerrero nos regalaban con esta pregunta en 1995 una de las cumbres de la poesía musical española, un emocionante himno de la experimentación ambiental que venía contenido en el álbum "Un hombre oscuro (Live solo performances 1990/1994)" del músico gaditano Suso Saiz, afamado productor y nombre importante en muchos frentes musicales hispanos desde los 80, cuando fundó la Orquesta de las Nubes junto a Pedro Estevan y María Villa. Su carrera en solitario comenzó en 1984 con obras que jugaban con la experimentación electroacústica y minimalista como "Prefiero el naranja" y "En la piel del cruce", encontrando en 1991 con "Símbolos" el culmen expresivo de un proceso muy laborioso en el que Suso escogía siempre conscientemente, así lo ha declarado, el camino más difícil, a la postre el más satisfactorio para su expresión. Y tampoco excesivamente fácil para el oyente, cabría añadir, pues obras como esa presentaban un opulento desfile de atmósferas insólitas, algunas muy ágiles y audibles pero otras provenientes del inframundo que se aloja en la cabeza de este singular artista, cuyos tapices sonoros siguen siendo de obligada escucha por aquellos que trabajan el sonido, y de continua búsqueda por parte de coleccionistas de vinilo.

"Hypnotics" fue la obra que siguió a "Símbolos", y en ella las texturas abstractas ocupaban un espacio continuo de más de 50 minutos, industrial por momentos, suavizado y parcialmente respirable en otros, con falsas voces electrónicas y las siempre trabajadas guitarras texturadas ocupando el tiempo nocturno del músico: "Como padezco insomnio, cojo la guitarra y comienzo a improvisar música monótona, hasta que me quedo plácidamente dormido. Este disco es, ni más ni menos, una nana, que surge de fundir más de 80 de esas improvisaciones en un solo tema". Este fue el momento, también, de la conocida sintonía de "Al filo de lo imposible" y el comienzo de un largo coqueteo con la música para cine, que aumentó su renombre y le hizo acumular proyectos. Su obra en solitario (amén de las producciones y los trabajos con Jorge Reyes, Steve Roach y otros) continuó con los ambientes tranquilos, muy trabajados, de "Mirrors of Pollution" (con la ayuda de buenos amigos como Glen Vélez, Javier Paxariño, Pedro Estevan, María Villa, Gonzalo Lasheras o Tino di Geraldo, con motivos extraños, piezas memorables -"Searching Signs", por ejemplo- y detalles curiosos como la trompeta de Matthew Simon o el acordeón de Joxan Goikoetxea), y en 1995 llegó, de la mano del admirable y avanzado sello español Hyades Arts, "Un hombre oscuro". Remezclado a partir de grabaciones en vivo recogidas en Madrid, Barcelona, Berlín, Caracas, Mexico DF, Viena, Sevilla, San Sebastián y Logroño, "Un hombre oscuro" se mueve entre poesía urbana y atmósferas extrañas, por cuyas puertas entreabiertas se cuela la luminosidad de las guitarras, en pequeños prodigios de ingeniería sonora que, juntos, conforman toda una ciudad que alberga una multitud de almas desesperanzadas, sin tiempo para alegrías, ilusiones o placeres inconfesables, en definitiva tan oscuros como el título. Comienza con "Vestido transparente", un poema lacrimógeno escrito y recitado por Javier Corcobado, en el que Suso reafirma su idea de que "vivimos entre porquería y es preciso que lo sepamos". Ese era el planteamiento de los directos, salir de ese blanco y negro era una cuestión personal del oyente. Tras el poema de Corcobado, una sucesión de rasgueos de intensidad progresiva sobre un ambiente brumoso rompe el silencio y, en su clímax, casi la propia existencia ("De la soledad solidaria"). La disonancia que le sigue ("Es la melancolía de un mosquito") se va deshaciendo en un ambiente marítimo al que le alcanza la noche, con sus sonidos turbadores y voces amenazantes ("Que cruza el horizonte vida"). La bruma de la mañana se alza, onírica, escondiendo criaturas misteriosas ("El reflejo de un instante"), y no llegará a despejarse hasta bastante después, cuando efectos de radio introduzcan unos acordes más luminosos, que descansan sobre otra relajante, casi celestial, atmósfera ("Para observarse observado"). Eso da paso, enseguida, al gran poema de Pablo Guerrero que da título al disco, unos minutos magistrales que suponen un hito (poco conocido, lamentablemente) en la música experimental española. La sorpresa se da cuando, tras un largo silencio de más de tres minutos, y como tema escondido en el CD, otro interesante ambiente de casi diez minutos culmina la obra. Suso es voraz, imaginativo y experimental, y es precisamente por ahí por donde huye de la melodía fácil y de la comercialidad, ofreciéndonos en sus obras miles de mundos: texturas de guitarras que denotan una labor de estudio de la que es un maestro, ambientes enraizados en una experimentación sonora que delata una mente inquieta, paisajes calmados que contienen mundos, retazos escondidos de otros estilos como jazz ambiental, una tranquila electrónica fusionada con guitarras experimentales a lo Robert Fripp, hacia el rock de sus admirados King Crimson, paisajes muy new age o, a su modo, ese minimalismo que admira desde que Luis de Pablo se lo descubriera. Drásticos o suavizados, la mayoría de estos caminos se pueden encontrar en un trabajo como "Un hombre oscuro (Live solo performances 1990/1994)", en el que Suso interpreta guitarras eléctricas, guitarra E-bow, loops, radios, atmósferas y ambientes. 

Una composición como "Un hombre oscuro" no podía perderse en el tiempo. En 2016 la avispada compañía holandesa Music From Memory publicaba el recopilatorio de Suso Saiz "Odisea", en el que el poema aparecía junto a otros temas importantes como "Para que pasen las termitas", "Prefiero el naranja" o "Sé que estás ahí". El rescate -aunque minoritario- es tan acertado como prioritaria la inclusión de tamaño tema en el primer puesto de la compilación, y es que Music From Memory conoce de sobra a Suso, no sólo le ha publicado ese recopilatorio y sus últimas obras, sino que recuperó también su trabajo con "Música esporádica" y preparó otra recopilación propia de la Orquesta de las Nubes, titulada "The Order of Change", evidentes signos de la pasión que por este artista sienten fuera de nuestro país. Él no lo duda, sigue reivindicando una forma especial de crear arte musical, delirios de un alarde técnico de gran magnitud firmados por un nombre bien cercano a nosotros, un productor de lujo con muchos amigos y grandes referencias. Prácticamente todas interesantes, en esta nos encontramos además con dos poemas que llegan, cada uno a su manera, a las entrañas, especialmente ese "Un hombre oscuro" que escribió el atrayente poeta y cantautor extremeño Pablo Guerrero.

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19.1.22

MILLADOIRO:
"A Galicia de Maeloc"

La tradición nos cuenta que un milladoiro es un montón de piedras acumuladas en los caminos, especialmente en el Camino de Santiago, aunque desde la época romana se ha perdido el significado de ese culto, que posiblemente provenga de la palabra 'humilladoiro' (humilladero) y sean como ofrendas de peregrinación, bien hacia el apóstol o bien, en la época romana, a determinados dioses de los caminos. Otros expertos afirman que se trataba de enterramientos, piedras amontonadas para cubrir el cuerpo de cadáveres que quedaban en el tránsito. Tal vez fuera la superstición la que hacía que los peregrinos del Camino de Santiago continuaran arrojando guijarros a los milladoiros que se encontraban, pero la tradición se mantuvo y el nombre se revitalizó también desde el campo de la música: en el momento en que Antón Seoane y Rodrigo Romaní necesitaban un nombre para el grupo de música tradicional gallega que acababan de formar a finales de los años 70, pensaron en que esos montones de piedras podrían reflejar perfectamente tanto la antigüedad de la música como el poder de la transmisión de esa información popular. Así, llamaron a su grupo Milladoiro en honor a esos "testigos silenciosos de una época en la que nos llegaron influencias y vibraciones de toda la Europa medieval".

Para fortuna del legado musical gallego, Romaní y Seoane publicaron "Milladoiro" (junto a Xosé V. Ferreirós) en 1978, primera piedra de la banda que iba a tomar ese nombre desde el año siguiente, ya con ellos tres además de Fernando Casal, Laura Quintillán y Moncho García en su formación primigenia. A todos ellos les unía la música tradicional gallega y el conocimiento ligero de los trabajos primarios de otros transmisores legendarios de tradiciones celtas como Alan Stivell, The Chieftains o Malicorne, sin olvidar otras figuras de la música gallega como Emilio Cao, pero tenían que fortalecer su unión, encontrar el tratamiento adecuado y un repertorio idóneo hurgando en cancioneros y poblados: "Cuando Milladoiro empezó su trabajo tuvo varias fuentes de documentación, una era la tradición oral, los viejos músicos que estaban todavía en activo y que mantenían una relación con parte de nosotros. De ahí recogimos los primeros temas acompañados de una literatura que estaba muy dejada de la mano de Dios". Sin estar seguros de la respuesta pública, empezaron a ensayar y forjaron "A Galicia de Maeloc", que fue publicado por el sello gallego Ruada en 1980. La portada es espectacular, una ilustración de Xosé María Piñeiro recreadora de leyendas con temática celta. Desde el principio este trabajo fue una apertura con sabor gallego a ese excitante mundo celta, con la polémica que ello conllevaba en una España en remodelación y con fiebres autonómicas. Solventando la sencillez de las melodías rescatadas, el folclore se teñía de actualidad con nuevos bríos y arreglos alegres y melódicos en forma de muñeiras, alalás o pasodobles tradicionales, y adaptaciones de dos piezas irlandesas, dos acercamientos a los celtas del norte, que no desposeían a la gran parte del disco de sus raíces gallegas, un disco que comienza con la "Danza De San Roque De Hio", una animada danza popular con poderío gaitero. También tradicionales gallegas son "Tecendo liño" (otra especie de danza, donde mandan en la melodía flautas y violines), "Danza de cariño" (con deliciosos aires medievales y un arpa que invita a pensar en Alan Stivell) y "Muñeira do areal", mientras que "Si bheag si mhor - John Ryan's Polka" es un tema que conjuga dos piezas irlandesas, una de O'Carolan y otra tradicional, de sonoridad mágica y profunda -donde no faltan las uilleann pipes y el tin whistle-, un gran acierto en el disco. En esta primera cara del plástico deja su sello en la composición Antón Seoane en los temas "A bruxa" (acordeón, zanfoña y la completa instrumentación se conjugan en una bella pieza cargada de sueños e ilusiones) y "Rosalía" (donde el clave marca la buscada antigüedad, y vientos y cuerdas aportan la esencia cantábrica más actual). El título "Alalá - Muiñeira - Jiga" no deja lugar a la duda sobre lo que contiene el arranque de la segunda cara, esos recuerdos de la tradición que continúan en "Danza de astureses" (una nueva danza de celebración en cuatro tiempos), "Pasodoble do berbes" (entretenida tonada donde las gaitas vuelven a resonar) o la delicada "Axeitame a polainiña", con un tema introductorio de Romaní. Es el mismo Rodrigo el compositor de "Ila vai o mar" (poética tonada donde el arpa y la zanfona se alzan por encima del romper de las olas), y coautor junto a Antón Seoane y Laura Quintillán del tema de cierre "Polcas (Da Arousa e do Tapal)". El grupo destaca en su web: "La primera vez que en la música gallega se emplean conjuntamente gaita gallega, ocarina, zanfona, arpa, clavecín, flautas, uillean pipe, etc. Fue el primer disco gallego que se editó en el mercado francés".

Para acceder más al componente puramente gallego que al celta, Milladoiro fue el nombre elegido para la banda tras desestimar, entre otros, el de Maeloc, que formaría parte de este su primer álbum. Maeloc era el nombre del obispo que comandaba la expedición celta que arribó a Galicia a mediados del siglo V huyendo de los combates en el sur de Inglaterra. Galicia era tan verde como su propia tierra, por lo que se adaptaron con facilidad y trajeron, entre otras costumbres, su propia música. Durante los 80 la importancia de Milladoiro fue creciendo y su nombre fue sinónimo de calidad, que exportaban desde Galicia a toda España y al mundo entero, hasta Estados Unidos o Japón. El tratamiento de la tradición gallega se realizó desde siempre con mucho amor y eso dignificó la figura del músico folclórico, que encontró un terreno abonado. Así, la situación de la música tradicional gallega -y la española en general- fue cambiando durante esa década hasta una aceptación total, que en los 90 tornó por momentos en devoción. Gran parte de la culpa fue suya, algo tuvieron sus discos, algo hicieron por pasear el nombre de lo gallego por el mundo, y aunque otros, con mucho mérito también, recogían el testigo y los frutos de ese trabajo, Milladoiro ha sido siempre un icono de la música gallega.

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