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3.5.20

VARIOS ARTISTAS:
"Karma (Música para el nuevo milenio)"

Una de las consecuencias directas del auge en popularidad y ventas de las Nuevas Músicas en los 90 fue la proliferación de discos recopilatorios que, con mayor o menor fortuna, presentaban parte del catálogo de compañías de todo tipo, pequeñas o grandes, artesanales o multinacionales, anodinas o interesantes. Uno de los ejemplos más eclécticos y ciertamente interesantes de esta panoplia de compilaciones fue "Karma" (publicado en España por EMI en 1995), que presentaba una variopinta colección de artistas sin conexión aparente entre sí, salvo (aparte de por su catalogación fuera de los circuitos más populares) por un cierto componente espiritual de fondo en sus creaciones. "Música para el nuevo milenio" era el subtítulo de este doble CD de pretensiones contemplativas, místicas por momentos incluso, para ser escuchado en contextos urbanos y tomar algo de oxígeno. Lo más extraño de su listado de artistas, la convivencia de grupos pop, world music, electrónica suave, jazz y música sacra. Por extraño que parezca, estos elementos conviven e interactuan a la perfección y constituyen una pequeña escapatoria al estrés, al menos durante su hora y media de duración.

En el budismo y el hinduismo, se define el Karma como la creencia o la ley cósmica según la cual toda acción tiene una fuerza dinámica que influye en las sucesivas existencias del individuo. Es decir, sería una especie de energía que se genera con nuestros actos y nos acompaña durante toda nuestra vida. ¿Y qué mejor para activar positivamente nuestra energía que la música? Aun dentro de un rango estilístico muy determinado, dedicado a la relajación y las armonías para el bienestar del espíritu, la compilación es bastante ecléctica. Ahora bien, ¿quien decide que es lo que pertenece o no a cada género musical?, ¿quién dicta lo que hay que colocar en cada estantería de las tiendas o en cada apartado de las webs musicales? En este caso es la sensibilidad, la estética y una decidida espiritualidad lo que determina la mezcla, pero puede parecer chocante la unión de grupos tan dispares como El último de la fila o Radio Tarifa con artistas como Suzanne Ciani o Franco Battiato, y presencias tan religiosas como el Coro de monjes del monasterio de Sto. Domingo de Silos o The Radha Krsna Temple. Sorprende especialmente el recibimiento del disco, un (gran) grupo de pop español como El Último de la Fila ofreció como cierre de su trabajo "Astronomía razonable" una pieza instrumental de soberana belleza, compuesta por Manolo García, de título "Mar antiguo (instrumental)". Su inclusión abriendo este "Karma" no presenta discusión. No faltan canciones de músicos de primer nivel en el CD1, moviéndose entre el folclore del grupo portugués Madredeus con "O pastor" (un prodigio que lanzó al estrellato a la banda comandada por la voz de Teresa Salgueiro) o de El Misterio de las Voces Búlgaras con "Polegnala E todora", el minimalismo de Philip Glass con su pieza corta "The photographer", o otra de las cumbres del álbum, una excelsa canción del cantautor italiano Franco Battiato titulada "La sombra de la luz", poesía inaudita al servicio del karma. Continuando con el disco 1, es asombrosa la cantidad de géneros implicados en la misma causa, la ópera está representada por María Callas ("La mamma morta", que sonaba en la película 'Philadelphia'), la música sacra por el británico John Tavener ("Thunder entered her") y el jazz por el compositor estadounidense -impulsor del proyecto Jazzpaña- Vince Mendoza ("Start here") y la vocalista Cassandra Wilson ("You don't know what love is"), sin olvidar la suave electrónica de Suzanne Ciani y su gran composición "The velocity of love". El segundo CD no presenta tantos nombres conocidos como el primero, siendo sus representantes más populares el japonés Ryuichi Sakamoto ("Acceptance"), el Coro de Monjes del Monasterio de Sto. Domingo de Silos (con "Alleluia", presente en su disco sorprendentemente multivendedor "Las mejores obras del canto gregoriano"), el grupo folclórico español Radio Tarifa (con "Mañana", presente en su trabajo "Rumba argelina"), que cobró fama en los circuitos de músicas tradicionales europeos en los años 90, o la actriz y modelo Milla Jovovich, que en su sorprendente faceta de cantante (bajo el nombre de Milla) no desentona con la canción tradicional ucraniana "In a glade". Aunque comience con la canción "Ti Eliz Iza" del grupo (liderado por Eric Mouquet, miembro de Deep Forest) Dao Dezi, la religiosidad se impone especialmente en esta segunda parte: "Govinda", del Radha Krsna Temple, es la primera muestra (una producción de George Harrison -que ayudó a popularizar la música hindú en occidente- de comienzos de los 70), a la que suceden "The music from Hildegard Von Bingen" del grupo Vision (liderado por Richard Souther, que se mueve en el terreno del clasical crossover), o los mencionados Sakamoto ("Acceptance" no es sino la pieza de títulos finales de la película 'El pequeño Buddha') y el Coro de Monjes del Monasterio de Sto. Domingo de Silos. Aparte quedan sus dos piezas clásicas, el conocido dueto de las flores ("Viens Mallika") de la ópera "Lakmé" del francés Delibes, o el "Stabat mater" de Antonio vivaldi, también de lógica inspiración religiosa. El CD culmina con la voz de la cantante británica Shara Nelson ("What silence knows"), famosa por sus colaboraciones con Massive Attack. Varias versiones diferentes de la compilación fueron publicadas, con distintas portadas, según el país que las recogía. En Grecia el recopilatorio venía contenido en un solo CD, del que solamente estaban presentes siete de las composiciones del doble español (además se podían escuchar a Vanessa Mae, Ian Anderson o Angelo Branduardi). Mientras tanto, en Mexico, además de El último de la fila, Franco Battiato o el Coro de Monjes de Santo Domingo de Silos, la recopilación recogía también composiciones de Enigma, Aleks Syntek, Brian Eno o Sacred Spirit. 

No hay libreto en este doble CD, la información viene contenida en las propias páginas desplegables, tanto el listado de temas y autores, como este texto explicativo: "La música que está contenida en Karma tiene una melodía común, la búsqueda y el acercamiento a la tranquilidad y el encuentro de caminos que llevan al interior de las cosas y de uno mismo. El Nuevo Milenio es una realidad cercana, el mundo está cambiando paso a paso y el deseo de encontrar respuestas es cada día mayor. Probablemente, los músicos son los que más avanzan en estos nuevos caminos y por tanto la música es un vehículo clave en el encuentro de las nuevas respuestas. Músicos de distintas lenguas, distintos países y distintas culturas se unen en una común idea. Karma es un resumen de las tendencias del Nuevo Milenio. La música de Karma quiere ser un oasis de calma en un mundo lleno de ruidos discordantes y negativos. Karma abre un paréntesis positivo para la iniciación de un camino interior de la mano de sonidos relajantes, llenos de fuerza y de sentido".

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19.11.15

BABIA:
"Oriente-Occidente"

Antes de que la etiqueta Nuevas Músicas unificara en el mercado español una larga gama de estilos para su fácil comercialización, una serie de inquietos músicos habían desarrollado una llamativa fusión de sus trayectorias en el mundo del folk, la música antigua y el pop-rock. Cuatro músicos madrileños cercanos y amigables, Luis Paniagua, Luis Delgado, Eduardo Paniagua (hermano de Luis) y Jesús Greus (que se acabó especializando en música andalusí, afición compartida con los dos anteriores), se adelantaron a su tiempo al crear a comienzos de los 80 el grupo Babia, cuya existencia sólo contempló un disco, un excepcional vinilo titulado "Oriente-Occidente", publicado en 1982 por Guimbarda. Manuel Domínguez fue el periodista que creó este gran sello que publicó y distribuyó música folk de España (Emilio Cao, Labanda, Vainica doble, etc) y del resto del mundo (Alan Stivell, Boys Of The Lough, Silly Wizard, Pentangle y sus miembros -John Renbourn, Bert Jansch-, Don Cherry, Alan Giroux, Barbara Dane, Jose Afonso y un largo etcétera de más de 20 países, incluyendo el trabajo "Children of the sun", de un jovencísimo Mike Oldfield con su hermana Sally). Como su título indica, el álbum viajaba continuamente de Oriente a Occidente, paseándose por varios continentes en una rica y agradecida 'fusión étnica', tal fue el término que se utilizó para denominar a esta fenomenal aventura que Luis Paniagua reeditó en CD en 2003 en su sello Silentium.

Es precisamente en esta reedición donde encontramos un adecuado texto aclaratorio: "Hay que remontarse a enero de 1981 para encontrar el origen de lo que es hoy Babia. Fue en esta fecha cuando se comenzó a pensar en la posibilidad de crear una formación de músicos cuya labor no estuviera limitada por ningún molde previo. Se abrieron puertas y ventanas a muchas culturas, a nuevos y viejos sonidos y a un gran número de instrumentos". Extensa es, precisamente, la gama de utensilios: Sitar, pipa, esraj, psalterio, tanpura, contrabajo, bajo eléctrico, teclado, tabla, xilófono, caxixi, gong, timbales, címbalos, campanas, rueda de campanas, cencerro, botes de arroz, bolsa de moldes de repostería, voz (Luis Paniagua); sintetizador, órgano, guitarras sintetizadas, bajo eléctrico y sintetizado, archilaúd español, guitarra portuguesa, programador de ritmos, kalimba, rhana tun, cabasa, timbal, címbalos, campanas, voz (Luis Delgado); flautas sopranino, soprano, alto y bajo, flauta búlgara, flauta noruega, flauta sintetizada, psalterio, darbuga, xilófono, palo de lluvia, kalimba, crótalos, gongs, plato, cascabeles, campanas, campana de tubo, cencerro, sonajas, pajarito, voz (Eduardo); tabla, tabila, bombo, caja, charles, platos, campanas, caxixi, caña de semillas, voz (Jesús). Además, las colaboraciones puntuales de Pepe Ébano (tumbadoras), Andreas Prittwitz (saxo alto y clarinete), Paco Espinosa (bajo eléctrico) y Juan Alberto Arteche (voz). "Oriente Occidente" es un atrayente cuaderno de viajes que comienza con fuerza y folclorismo andino, pues la introducción ("Introducción-Nazca") nos conduce hasta Nazca, esa inmensa región peruana en la que se ubican unas misteriosas líneas excavadas en la arena como señales para dioses voladores. En esta mirada aérea -sólo se pueden distinguir desde el aire, de ahí que Luis añada 'elevándose a cientos de metros'-, la música consagrada a estos dioses es vibrante en cuanto a sus cuerdas y percusiones, si bien no hurga en lo misterioso y sí en lo folclórico por las flautas empleadas. El conjunto viaja hasta la India en el segundo corte, "Nuevos razonamientos", gran demostración de estos monstruos de la música patria que tiene todos los condicionantes para encandilar, melodía, ritmo, exotismo y una interpretación de lujo: el sitar era el instrumento característico de Luis en aquella época, y su exótico sonido llena este corte dividido en un primer segmento tranquilo y un segundo activo y pegadizo, tanto como para nombrarlo como uno de los momentos destacados, a pesar de no ser elegido como single. Desde luego, era un sonido distinto en aquella época, y no exento de comercialidad si se hubiera difundido con mayor acierto, y es que hay que hacer constar que estos cuatro amigos efectuaron una grabación adelantada a su tiempo. Cada canción es distinta a la anterior, así como su instrumento principal: en "Luciérnaga" es el saxo el que imprime un tono jazzero al tema, con un atractivo desarrollo bastante bohemio. Algo similar sucede en "Música terrena", con vientos desatados en un plan algo más étnico. Es Luis Paniagua el compositor principal del trabajo y en este sentido alma máter del mismo, puesto que solamente dos de los cortes no son de su creación: "Kejaritomene" (un pequeño interludio de su hermano Eduardo, que realmente se asemeja a alguna de las hermosas miniaturas que Luis Delgado creó poco tiempo después para el documental "Alquibla"), y "Mohebius" (que sí es obra de Luis Delgado, un folclórico 'nuevo amanecer, de un sol de color azul' -explica-, un cuento de andanzas exóticas con rica instrumentación comandada por la flauta, muy bien desarrollado y con un sonido muy actual). "Oriente-Occidente" tuvo un lanzamiento en forma de single, un intento de radiodifusión que contenía "Toi toy" en la cara A y "Torero" en la B: "Toi toy" es el tema elegido como portavoz de esta diferente propuesta musical, aunque tal vez no parezca tan atrayente o afortunada como "Torero" o "Nuevos razonamientos", pero si que posee garra y buenas intenciones, así como un enorme bajo (de Luis Delgado) que puede recordar a ciertas canciones de Pink Floyd o de Alan Parsons, lo que pudo motivar su elección como corte destacado. En las voces, en la más pura tradición india, colaboraba un invitado de excepción, el guitarrista de Nuestro Pequeño Mundo, Juan Alberto Arteche, que justo ese año 1982 fundó Finis Africae. Si cabe más interesante que el anterior, "Torero" es un sencillo distinto y atrevido para su época, un inicio calmado deriva en una llamativa y maravillosa pieza, pegadiza incluso en su tuna principal, en la que se puede paladear además la completa gama de instrumentos que la engrandece e intenta plasmar su definición en el cuadernillo: 'valor, locura, soledad, fé, oración, color'. Concluyendo, "Misterio del entendimiento" es de nuevo algo andina (presenta un primer tramo relajante a la flauta y un segundo rítmico con un ameno xilófono, consiguiendo un corte, si bien no especialmente destacado, muy completo) y "Bengala" retorna a la India, al adaptar un tema popular en el que destacan sitar y percusión, pleno de gracia y movimiento, un atractivo final en un disco completísimo que, recuerda Luis Delgado, se hizo mientras trabajaba en la RCA durante el día, y por la noche daba conciertos y producía grupos de folk. Luis Paniagua concluía así su comentario sobre el trabajo: "Un sonido nuevo en el cual se encuentran Oriente y Occidente, presente y pasado hacia el futuro. (...) Su música está llena de color, visiones, sensibilidad, ensamblando perfectamente los sonidos, las ideas y los timbres".

Dinámica y vital, la de Babia es una música que poco tiene que ver con la espiritualidad que Luis Paniagua promulgará en su carrera futura, aunque posea ciertos tintes relajantes, basados en la profunda sonoridad del sitar y de sus cadencias indias. Mas allá del folk, de las músicas del mundo y del jazz, esta conjunción de elementos tiene verdadero duende, exponiendo al oyente su fantasioso mundo interior, un cúmulo de viajes exóticos y experiencias interiores. "Oriente-Occidente", que en su título parece buscar un equilibrio entre la pobreza material de países como la India y la pobreza espiritual de nuestro modo de vida, sigue sonando fresco más de tres décadas después de su publicación, y permite disfrutar de un clima de lejanía y aventura sin salir de casa, un trabajo muy completo, de variada y poco convencional instrumentación, cambiante estilísticamente hablando, y con un vistoso componente melódico, una excepcional rara avis en el panorama de los grupos españoles de comienzos de los 80.

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15.7.13

RAVI SHANKAR:
"Tana mana"

Muchos términos musicales resultan paradójicos, comenzando por el propio epígrafe Nuevas Músicas. Músicas del mundo, o más atrayente en inglés, World Music (que es el verdadero término adoptado en 1987 para denominar al género étnico), es otro gran escollo para el entendimiento, ¿o es que acaso no todas las músicas son del mundo? El espíritu globalizador imperante en los 80 y el afán de las compañías discográficas por vender se puso de lado de ciertos músicos del conocido como 'tercer mundo' que, basados en su folclore autóctono, no sólo exploraban en fusiones audaces con occidente, sino que en ocasiones lograban un considerable éxito, manteniendo la categoría de mitos o maestros de la que gozaban en sus respectivos países. Youssou N'Dour, Ali Farka Touré, Ladysmith Black Mambazo, Nusrat Fateh Ali Khan, Mory Kante o Ofra Haza son sólo algunos nombres de indudable éxito, en su mayoría provenientes de Africa, a los que podemos unir muchos otros de los demás continentes, ya que la World Music, aunque contribuya a afianzar las distancias entre primer y tercer mundo, es un concepto que lo mismo puede englobar cantos sufíes, rancheras, oraciones tibetanas o flamenco. Peter Gabriel, Paul Simon o David Byrne son ejemplos de músicos occidentales que ayudaron a impulsar esta etiqueta y a determinados artistas de gran interés, pero para otros ilustres como Philip Glass no cabe duda de que el sitarista indio Ravi Shankar fue clave -incluso padre- de ese movimiento, años antes de su institución.

Tras décadas de trabajo y popularidad en la India y numerosos viajes por el mundo, Ravi Shankar conoció al 'Beatle' George Harrison en 1966 y se convirtió en su maestro, lo que aparte de una nutrida fama le acarreó ciertas críticas por "prostituir la música india". El propio Harrison es un reclamo en "Tana mana", al acudir a la llamada de su mentor y amigo para tocar en el mismo cítara y sintetizador, pero para este salto tan importante hacia el gran público y la distribución de una gran compañía, Ravi optó además por facilitar las cosas, por la fusión con otros estilos e instrumentos, y por acortar las duraciones de las canciones, más acordes con el gusto occidental y la radiodifusión. Aún así, a pesar de no tocar la música que le reclamaban los puristas de su país, este maestro consiguió su objetivo de "no perder la indianidad de su música". Más allá, con adaptaciones como ésta, no exentas de alma (Menuhin dice en la introducción de la citada biografía de Shankar que "a la proverbial serenidad de lo indio, el músico de la India aporta una exaltada expresión personal de unión con el infinito, como en el amor infinito"), Ravi dió un importante paso para mantener viva la música clásica india en el mundo contemporáneo, abriendo camino a otros músicos notables, como su propia hija Anoushka Shankar. Publicado por Private Music en 1987, "Tana mana" significa 'cuerpo y mente', y su propuesta incide en la fusión de elementos orientales y occidentales abordando un nuevo camino en el que se unifican música india, jazz y electrónica. Mientras que en el CD y la contraportada se puede leer simplemente Ravi Shankar, en general se atribuye el álbum a 'The Ravi Shankar Project', en un curioso intento de crear un grupo de atractivo nombre, más avanzado tecnológicamente de lo que hasta la fecha había ofrecido el músico de Benarés. Instrumentistas indios (incluyendo a la vocalista Lakshmi Shankar -sin parentesco alguno con Ravi- o a Shubho Shankar -hijo del maestro, fallecido de neumonía a los 50 años-) se funden con nombres estadounidenses como los de los productores (Peter Baumann y Frank Serafine) o los de los conocidos Patrick O'Hearn (al bajo) o el mencionado George Harrison. La alegría inunda el comienzo del disco, una corta pieza de título "Chase", que sirve de introducción a tres grandes canciones, momento álgido del álbum inaugurado con "Tana mana", tema vocal de elegante producción en su buscada sobriedad, donde el atavío electrónico no esconde el encanto del ambiente hinduista. "Village dance" presenta un ritmo mucho más danzarín, melodía folclórica muy atractiva que sabe encandilar y que ha llegado a titular algún recopilatorio de nuestro artista. La tercera gran pieza en discordia, de título "Seven and 10 1/2" hace gala de un desarrollo misterioso, de logrado misticismo especialmente a través del curioso acompañamiento vocal rítmico e ininteligible. El arte inmortal de la danza folclórica india (conviene reseñar el idilio del joven Ravi con la danza a través de su hermano mayor, Uday, que creó una compañía de éxito con la que llevó a toda la familia a París en 1930) se ve reflejado tanto en lo visual de algunas de las canciones como en su propio carácter étnico ("Romantic voyage"). En "West eats meat", el propio título indica una nutrida labor de fusión cultural, donde instrumentaciones de uno y otro lado del mundo se dan la mano para recrear un encuentro de monumental encanto. Coincidiendo con la personalidad de un Ravi Shankar que firma las diez composiciones del álbum, no es nada pretencioso el mismo, y se marcha en paz con la composición "Supplication", dejando buenas sensaciones en el oyente, que comprueba cómo las largas ragas características de los sitaristas indios pueden acortarse a nuestro modo, ejecutando temas no exentos de cierta profundidad espiritual, combinados con ritmos más fáciles y modernos.

Ravi visitó Estados Unidos por vez primera en 1932, en una época en la que el sitar era un hobby y él se consideraba más que nada bailarín. Todo cambió pocos años después, eligió gurú -Allauddin Khan, padre de Ali Akbar Khan-, y con él desarrolló su técnica y decidió consagrar su vida a la música, más allá del frívolo éxito de la danza. Fue sin embargo Tat Baba su maestro más importante, personaje mágico que influyó definitivamente en su éxito. Shankar tuvo una gran popularidad en EEUU cuando los Beatles le 'descubrieron' a occidente, se instaló en los Estados Unidos y dió populosos conciertos, y aunque su figura un poco diluida con el tiempo no se llegó a eclipsar, fue recuperado con el típico buen ojo de Peter Baumann para Private Music, donde publicó tres discos a finales de los 80, justo cuando comenzaba a instaurarse la mencionada etiqueta World Music: "Tana Mana" (1987), un estupendo concierto en Moscú llamado "Inside the Kremlin" (1989), y la espléndida e imprescindible colaboración con Philip Glass de título "Passages" (1990). "Tana mana", compuesto por Ravi Shankar un año después de sufrir un infarto, es una hermosa sucesión de piezas cantarinas, que van más allá de continentes y épocas para acatar la universalidad de la música india y darla a conocer al resto del mundo, en su faceta más asequible, a través de uno de sus grandes valedores.

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RAVI SHANKAR & PHILIP GLASS: "Passages"



21.5.13

DEUTER:
"Silence Is the Answer"

Es asombroso cómo la carrera musical de Georg Deuter fue reconducida con eficacia tras un discreto comienzo, de título "D", encuadrado en la vertiente más psicodélica del Krautrock, ese rock experimental alemán que cobró auge en los años 60. Autodidacta desde bien pequeño, en especial con guitarra, flauta y armónica, Deuter encontró su auténtico camino en los años 70, con una serie de discos de conciencia espiritual que enseguida entraron de lleno en la mentalidad de los seguidores de la creciente filosofía New Age. El acicate definitivo para ese cambio fue un grave accidente de coche poco después de cumplir los veinte años que le hizo replantearse la vida, hasta tal punto que tras varios meses de cuidados intensivos abandonó su labor en el mundo del diseño gráfico para acceder definitivamente al de la música y su conexión con la naturaleza. Viajador incansable por Europa, Asia y América, este alemán universal encontró en la India a su maestro espiritual, el polémico místico Bhagwan Shree Rajneesh, más conocido como Osho. Deuter, que adoptó además el apelativo de Chaitanya Hari, elaboró una serie de trabajos meditativos en los que combinaba eficazmente acústica con electrónica, en entornos agradables, incluso con sonidos naturales pregrabados, que no se quedaban en simples ambientes repetitivos para inducir a la meditación, sino que incluían melodías sencillas donde la flauta tomaba un feliz protagonismo, e incluso pasajes de gran fuerza basados en el hipnotismo de rítmicos sintetizadores. Kuckuck fue la compañía encargada de comercializar las obras de Deuter, y si bien casi cualquiera de sus trabajos de los 70 y 80, englobados en un mismo sentir espiritual, son recomendables (unos más meditativos, otros más rítmicos), cabría destacar especialmente la refinada intensidad de "Silence Is the Answer".
 
Publicado por Kuckuck en 1981, "Silence Is the Answer" fue editado en principio como un doble LP con un primer disco enfocado a la meditación y un segundo algo más abierto a la naturaleza y a la alegría de la vida. Aparte de salir a la venta también como CD doble, otra reedición reunía casi todas las composiciones en un solo CD, descartando algunas de las más largas del primer disco (se elimina la parte 2 de la suite y se reduce considerablemente la 4), desvirtuando así en cierta medida la verdadera intención del álbum. Dicha suite "Silence is the Answer" es el momento realmente meditativo del disco, en especial en sus extractos más largos (el 2 y el 4) y el más corto (el 5), en los que el silencio del título sí que parece querer abrirse paso entre notas y ambientes. La perspectiva del álbum bascula entre oriente (reminiscencias místicas de Osho) y un occidente de esencia rítmica orientalizada, encontrándonos ante un trabajo en general más estimulante que relajante. Por ejemplo, "Call of the Unknown" es un corte de fuerza descomunal, el inicio de esta suerte de mantra es un subidón de enorme magnetismo, y se mantiene con gracia a lo largo de toda la pieza, con la base de unos sugestivos sintetizadores que arropan a la flauta, el elemento que conecta a los modernos teclados casi cósmicos con una esencia más natural, logrando una dualidad en la que se asienta un gran poder espiritual. Emblemática en su desarrollo y misteriosa en su propio epígrafe, "Call of the Unknown" llegó a titular una gran recopilación de este artista. De parecido tratamiento es "As Far as the Ear Can Listen", otra de las canciones destacadas del disco por su trascendental ambientalidad, un contínuo y apabullante clímax rítmico de gran poder hipnótico, con teclados y efectos en un soberano trance. Aunque el álbum continúe requiriendo de una cierta ayuda tecnológica, los instrumentos acústicos se bastan para armonizar piezas jubilosas con proliferación de florituras como la guitarra distorsionada de "Gratitude" (un estilo típico del músico alemán) o la combinación de guitarra y flauta de "My Best Friend Is a Buddha", al igual que en la sencilla y bellísima "Song of the Heart", o en "Loving a Buddha: Part I", y es que con una sencilla flauta, Deuter es capaz de lograr momentos celestiales. Mientras, "Aus der Stille" consigue una profunda calma por medio de una melodía sencilla a la que una buena conjunción de instrumentos ayuda a crear intensidad, la misma que impregna "Ananda Nada", corte que cierra uno de los trabajos más intensos, completos y gratificantes de este ciudadano del mundo, en el que los vientos se imponen en ambientes trascendentales plenos de misticismo pero no exentos de una visión tecnológicamente avanzada en algunos de sus tratamientos. La producción también corría a cargo de George Deuter, que a sus guitarras, flautas y sintetizadores unía la percusión de Klaus Wiese. Otro nombre importante en el campo de la new age en norteamérica, Stephen Hill (creador de Hearts of Space), llegó a remasterizar la edición en CD del disco, como parte de sus colaboraciones en los 80 con los sellos de Eckart Rahn (Celestial Harmonies, Fortuna Records, Kuckuck).
 
En ese mismo año 1981 Osho se trasladó a los Estados Unidos, y Deuter abandonó también el ashram, la comunidad espiritual en la que vivía en Poona (Pune, la séptima ciudad más grande de la India). "Silence Is the Answer" fue su último trabajo grabado allí, antes de trasladarse al sur de Francia primero, y al suroeste de Estados Unidos posteriormente, desde donde ha seguido desarrollando, en total tranquilidad, una dilatada carrera. George Deuter, o Chaitanya Hari, presenta en sus trabajos una música de intenciones bien sencillas, según él mismo se trata simplemente de una música interior, para poder disfrutar plenamente de su calor, su alegría, su amor. Habiendo logrado sobradamente ese objetivo, y seamos más o menos espirituales, seguidores de las terapias alternativas o practicantes de yoga o relajación, podemos decir que Deuter es, por derecho propio, toda una institución, la demostración de que la música New Age puede conllevar calidad bien ideada y ejecutada, como la contenida en "Silence Is the Answer" o en varios de los trabajos de este músico alemán en este periodo.
 
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DEUTER: "Henon"





18.3.08

LUIS PANIAGUA:
"La bolsa o la vida"

Luis Paniagua es el mas joven portador de un apellido no sólo inequívocamente castellano sino además eminentemente musical. De hecho se trata de una ilustre referencia en el mundo de la música antigua, gracias a la labor de su hermano mayor, Gregorio, al frente del grupo Atrium Musicae, del que Luis y varios de sus nueve hermanos formaron parte durante diez años. Su interés prioritario se centró enseguida en otras culturas más espirituales, en concreto la de la India, donde estudió sitar durante seis meses con el maestro T. N. Nagar en Benarés, lugar de nacimiento de Ravi Shankar. Paniagua fusiona desde entonces elementos de oriente y occidente (clarificador es el título de su único trabajo con el grupo Babia, "Oriente-Occidente") y rememora su aprendizaje a través del sitar y otros instrumentos -especialmente de cuerda y percusión-, aportando su bagaje de tantos años en contacto con la música. Nos encontramos con un artista que crea, imagina, inventa nuevas situaciones en el panorama de la música instrumental española desde los años 80 hasta la actualidad, y el resultado es una trayectoria musical fascinante, imaginativa, centrada tanto en proyectos para danza, teatro o audiovisuales como en otras composiciones más personales, donde aromas orientales se funden con sabores antiguos en un contexto muy actual.

Madrileño nacido en 1957, Luis es un buscador del sonido, viéndole en directo puede parecer que el propio aire le vaya dictando cada paso a seguir. Así, guiado por la luz de su espíritu inquieto descubrió hace muchos años que (al menos durante gran parte de su trayectoria) el sitar era su instrumento primordial. El primero lo compró en Berlín en 1975, estando de gira con Atrium Musicae, y posiblemente esa seguridad en las posibilidades de ese sonido metalizado, fue determinante en su éxito, porque es evidente que lo ha alcanzado, no en ventas y popularidad masiva sino a nivel espiritual. Como él mismo dice, "todo tiene su momento", y su despegue en solitario llegó a través de varias compañías discográficas en los 90 con trabajos como "De mágico acuerdo", "Neptuno", "Planeo" (clara muestra del extraordinario momento que vivía la inspiración de Luis en los 80 y principios de los 90), y su posterior fichaje con el atrevido sello Hyades Arts. Antes de la publicación de "La bolsa o la vida" en 1992, Paniagua hablaba del amor y la belleza como lo más importante, y eso es lo que nos encontramos en este disco, belleza, amor y un asombroso ejemplo de equilibrio entre oriente y occidente, esos mundos tan cercanos como alejados que Paniagua tiene tan presentes en su vida. Aquí se pueden atisbar los impulsos que poblaban trabajos anteriores como "Neptuno" ("El cuarto de los niños" se asemeja en su base al tema "Aquí y ahora") o "Planeo" ("La certeza de la duda" parece "Planeo (Parte segunda)" retrabajado), pero mejor elaborados por mor de la experiencia que dan los años en la música. Él es en definitiva como el funambulista del que habla en el libreto de este trabajo, un buscador del riesgo que se divierte en "Para empezar" (una entrada sublime, un cúmulo de vivencias con el melodioso sonido del sitar), explora en "El claro oscuro", juega en "El cuarto de los niños" (más que original utilización de la percusión para ejecutar una excepcional melodía infantil), abre su corazón en la delicada "Poema de amor" (una declaración llena de alma y sentimiento) o experimenta en "Ceremonia". Aún extasiados por lo que estamos escuchando, sorprende que en la segunda mitad del disco el show del funambulista alcance sus momentos más gloriosos: "Harim" es un contundente ejemplo del uso maestro del sitar en un contexto ambiental; "La bolsa o la vida" es también el título de la composición donde se muestra de forma más veraz la dificultad, la indecisión y la turbación de este artista que se debate entre dos mundos de contrastes, de riquezas y pobrezas. Pero es en la soberbia "Todo es muy bonito, no me quiero ir" y en la aflamencada "Tras la celosía", donde probablemente se encierre de manera más fehaciente el propósito de unión de culturas, de globalización, y en definitiva de esperanza, del disco, un trabajo de generosa duración (casi setenta minutos) que concluye con "El funámbulo" (atención a la emoción destilada durante todo su tránsito y a su rítmico final) y "La certeza de la duda", otra de esas maravillas donde nuestro sitarista se recrea en la melodía atrayente. En definitiva, "La bolsa o la vida" es un divertimento, un trabajo sorprendente, fluido, espiritual, donde destacan notablemente las cuerdas y las percusiones, Luis parece gozar con la música como el niño que descubre las notas y juega con ellas entusiasmado, se entiende así tanto la excitación infantil de "El cuarto de los niños" como la espontaneidad de "Harim" o "La certeza de la duda", temas destacados en uno de los grandes álbumes españoles de las nuevas músicas en los 90.


Cuando el sello español Hyades Arts decidió irrumpir de lleno en el mundo del compact disc -el vinilo comenzaba a quedar atrás- con sus difíciles músicas electrónicas, parecía claro que el reconocimiento de la crítica no iba a traducirse en un éxito de ventas de esa 'música avanzada' para una minoría. Entre propuestas tan alternativas como las de Adolfo Núñez, El sueño de Hyparco o Iury Lech, Luis Paniagua consiguió deslizar dos trabajos refrescantes, "La bolsa o la vida" en 1992 y "Muy frágil" un año más tarde, aportando una música más fácil de asimilar (más mundano el primero, en un terreno más espiritual el segundo) y un pequeño paso hacia la comercialidad, aunque el sello acabara desapareciendo sin remedio. En "La bolsa o la vida", Luis logró un maravilloso equilibrio entre lo terrenal y lo meditativo, escondiendo múltiples experiencias en una, pues todas son reflejo de la apertura de miras de este nuevo juglar que actualmente anida en la localidad almeriense de Mojácar, desde donde dirige su propio sello, Silentium Records.





19.10.06

RAVI SHANKAR & PHILIP GLASS:
"Passages"

Los encuentros de formas musicales de uno y otro lado del mundo han posibilitado fusiones notables en la historia de la conocida como World Music, Folk o Música Étnica, epítetos que más o menos vienen a ser prácticamente lo mismo. Pop, rock y música clásica se han beneficiado por igual del acercamiento de ideas y tradiciones entre oriente y occidente, concretamente un caso de interés extremo se centra en la fusión de minimalismo y música clásica india que ejecutaron Philip Glass (Baltimore, Estados Unidos, 1937) y Ravi Shankar (Benarés, India, 1920) para Private Music en 1990 bajo el título de "Passages", una historia ideada por Ron Goldstein (presidente de Private Music en esa época) que, aunque se acabara de concretar en el eficiente sello neoyorquino fundado por Peter Baumann, tuvo su germen en París a mediados de los 60, cuando Philip, que estaba estudiando con Nadia Boulanger, trabajó como asistente de Ravi para transcribir a la notación occidental la música que éste estaba componiendo para la película 'Chappaqua'. Glass destaca en el prefacio del libro de Shankar 'Mi música, mi vida', el arte musical nuevo que el indio estaba contribuyendo a crear con sus colaboraciones con músicos clásicos como Menuhin o Rampal, y más populares como la que acabó por acercarle a la fama años después, la figura de George Harrison. El propio Glass cambió su orientación musical tras conocer a un Ravi Shankar que le acabó por descubrir la concepción tan distinta y fascinante de la música india, sus ciclos repetitivos, que le sirvieron de inspiración para su conocido estilo. Tuvieron que pasar más de veinte años para el reencuentro en forma de disco, pero el tiempo no es lo más importante en esta historia, ya que cuando dos talentos como los de Glass y Shankar se unen lo único que se puede esperar de ellos es una obra maestra, más allá de la distancia, de la cultura o de las estéticas.

Estos dos genios de nuestro tiempo consiguieron con "Passages" una obra altamente obsesiva, cuya principal sensación al escucharla es la de un largo viaje. Bajo la producción de Kurt Munkacsi (la parte de Glass) y Ravi Shankar y Suresh Lalwani (la de Shankar), se desarrolló una idea bien sencilla, la de dividir las seis pistas contenidas en tres para cada uno de los músicos, pero versionando canciones del otro, de tal modo que resulta curioso y gratificante comprobar cómo en cada una se puede intuir la firma de su adaptador, a la vez que la del autor original. "Offering" es el tema de apertura, una 'ofrenda' de Ravi Shankar que comienza con un delicado juego de saxos para cambiar a los tres minutos al más puro estilo glassiano, derivando en una pieza magistral a medio camino entre el minimalismo y las escalas hindúes. La música fluye con sugestiva gracilidad, y en su colosal magnetismo se aceptaría el bucle eterno, pero el saxo soprano acaba anunciado la cercanía del fin, al que él mismo nos conduce. El clásico sitar y una bella trompeta inauguran la siguiente tonada, "Sadhanipa", bonita recreación de Philip Glass plena de alegría oriental, donde vientos y cuerdas se entrelazan en un alegre y exótico baile, como el que el propio Shankar podría haber ejecutado en su poco conocida época de bailarín. Glass vuelve a firmar el tercer corte, sin duda uno de los mejores del trabajo: "Channels and winds" presenta un contínuo clímax con un ritmo penetrante y la conducción fantasmal de un hipnótico coro femenino, culminación de una conjunción de dos formas de ver la vida, una estructura rítmica que se convertía en principio único, condicionante que Glass descubrió en su primer acercamiento a este tipo de música y que desde entonces aplicó tan eficazmente a la suya. En el último de los temas de Glass, "Ragas in minor scale", hay un pequeño cambio de papeles, siendo la base del propio Shankar y las ragas (bases melódicas de la música clásica India) de Glass, con el protagonismo del sitar sobre la gran orquesta, si bien un soberbio giro a mitad de pieza con gran actividad de violines y flauta, la complementa de forma maravillosa. Las ragas son capaces de crear un impacto emocional en el oyente: "De la misma forma que una tele vacía puede llenarse de colores y formas, así es como la mente humana receptiva puede 'colorearse' o verse afectada por el sonido placentero y balsámico de un raga". Restan las últimas dos composiciones de Ravi Shankar, llegando en este momento a otro de los puntos más destacables del álbum, "Meetings along the edge", donde melodías de ambos músicos se desarrollan en solitario para después combinarse en un torbellino de fuerza y emoción que desemboca en un final poderoso y eufórico, tras un viaje por el límite, por la frontera entre dos mundos que se dan la mano. El disco acaba con un largo tema orquestal en continua variación de título "Prashanti", fácil de escuchar, en busqueda de la paz interior. "Passages" fue una obra en la que los autores, por su amistad, pusieron mucho interés, ambos juntaron sus talentos en un trabajo que maduraron durante qunce días en Los Angeles (para ponerse de acuerdo con el tipo de piezas e instrumentaciones), luego desarrollaron con mucha correspondencia de por medio, y al final mezclaron en una nueva reunión en Nueva York. De manera sorprendente llegó la noticia de que, más de un cuarto de siglo después de esta grandísima obra y casi un lustro después del fallecimiento de Ravi Shankar, su hija Anoushka participaría al sitar junto a la Britten Sinfonía -conducida por Karen Kamensek- en el estreno mundial de la misma en los Proms de la BBC (un famoso ciclo de conciertos que se celebran cada año en Londres), concretamente en la edición número 41 -el 15 de agosto de 2017-, un evento extraordinario pero, ante todo, necesario para no dejar caer en el olvido este fenomenal trabajo que alcanzó en el año de su publicación en puesto número 3 en la lista de ventas de 'world music' de la revista Billboard. 

Ravi Shankar opinaba pocos años antes de morir (en diciembre de 2012, tras 92 años de intensa vida) que el acceso globalizado a la música ha atraído a la generación más joven y la ha hecho más consciente de este arte de lo que nunca había sido con anterioridad. "Passages" es precisamente uno de esos discos que pueden hacer que cualquiera se convierta irremediablemente a la adoración por la buena música, como Glass fuera presa irremediable décadas antes de las formas y pautas de la música oriental. La fusión es de gran riqueza tonal, consiguiendo la intención primaria de "promover una mejor comprensión mutua entre las dos tradiciones musicales". Por descontado que Shankar nunca cerró los ojos ante otras influencias, cuando trabajó en All-India Radio, en los 50, comenzó a utilizar violines en sus composiciones, pues "podían expresar todos los delicados matices de la música india de manera muy bella". En definitiva, en esta inefable maravilla de título "Passages" no importa en realidad quien versiona a quien, ni quien gana en este juego de genialidades, priva la colaboración y sale ganando la raza humana, o por lo menos la pequeña parte de ella que, como con las películas de Godfrey Reggio (de cuyas bandas sonoras se ha encargado Philip Glass), se atreve a disfrutar con esta más que sugerente interacción de genialidades, y es que los caminos de ida y vuelta en los encuentros musicales entre oriente y occidente iban a contar con una maravillosa prolongación a finales de los 80 por medio de los mismos protagonistas que se encontraron en París 25 años atrás: Shankar y Glass, Glass y Shankar.