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9.10.23

MICHAEL NYMAN:
"The Piano"

En 1994 una película australiana (una coproducción con Nueva Zelanda y Francia, realmente) titulada 'The Piano' ganó tres Premios Óscar de los ocho a los que estaba nominada, los de actriz (Holly Hunter), actriz de reparto (Anna Paquin) y guion original (de la propia directora, Jane Campion). Aunque no ganara los premios principales, especialmente el de mejor película que recaló en 'Schindler's List', el largometraje hizo mucho ruido. Sin embargo, una de las controversias que más se pueden recordar de aquella gala fue la de las nominaciones en la categoría de mejor banda sonora, que ganó posiblemente de forma merecida John Williams con la propia 'Schindler's List', pero entre cuyas nominadas ni siquiera tuvo cabida la de 'The Piano', una película eminentemente musical que gozaba de un maravilloso tratamiento tanto en su tema principal como en toda su banda sonora. No es que Elmer Bernstein ('La edad de la inocencia'), James Newton Howard (`El fugitivo'), Richard Robbins ('Lo que queda del día') o Dave Grusin ('La tapadera') no tuvieran méritos suficientes para estar ahí, pero el recuerdo varias décadas después de aquellas músicas no se acerca al de la co-producción dirigida por Campion. Aún no se ha mencionado aquí el nombre del autor de esa bellísima y trabajada música que publicó Venture en 1993: huyendo de los subterráneos del cine de autor, de donde habían surgido auténticas maravillas compuestas para las obras de Peter Greenaway, el británico Michael Nyman fue el que aterrizó de golpe en Hollywood tomando el atajo australiano, aunque él ya avanzaba lo que iba a pasar con las nominaciones al decir que "mi música no hace lo que se espera que hagan las películas estadounidenses". No todo fueron ninguneos, sin embargo, ya que su música sí que ganó el Premio del Instituto de Cine Australiano, el Premio de la Asociación de Críticos de Cine de Chicago, y fue nominado al premio BAFTA. 

Cuando Jane Campion decidió contar con Michael Nyman para la música de su película sabía que no sólo iba a crear una partitura que acompañara su metraje, sino que le iba a solucionar muchos otros problemas, y no sólo porque la banda sonora estaba implicada emocionalmente en la historia, sino por las propias cualidades del compositor, por esas composiciones que no ofrecen ningún tipo de relax al oyente, sino que le sumergen definitivamente en los personajes y en las escenas en un frenesí audiovisual. No es tan delirante en esta cinta, por sus propias cualidades, como en sus famosas partituras para Peter Greenaway (de hecho Campion le dejó claro al contratarle que no necesitaba de él ese camino, pero sí su propia voz y su visión), pero eso no le quita calidad ni intensidad, sólo le lleva por otro camino paralelo, si bien el proceso fue parecido: "Es curioso que mis dos mayores éxitos en la gran pantalla, 'El contrato del dibujante' y 'El piano', partieran de la misma premisa. Cuando escribí la banda sonora de 'El piano', que tan popular se hizo, no se había rodado un sólo fotograma. A mí una imagen jamás me ha inspirado una obra". Nyman relata en el libreto del CD la dificultad añadida del trabajo: "Tuve que establecer no sólo el repertorio musical habitual para una película, sino otro específico de música para piano que habría sido el repertorio de Ada como pianista". Dicha música, además, requería de una temporalidad adecuada sin ser un pastiche con las ideas de mediados del XIX, por lo que el autor decidió con buen criterio utilizar como base canciones populares y folclóricas escocesas, la patria de origen de Ada. Especialmente destacada es la inspiración en "Gloomy Winter Noo Awa", del poeta escocés Robert Tannahil, para el tema principal de la película. Es necesario añadir que la interpretación de Holly Hunter es fabulosa ("Ada no podía convertirse en piano y el piano no podía convertirse en Ada a menos que Holly Hunter hubiera tenido la capacidad, intensidad, visión y musicalidad para tomar mis notas y meterse en la música"), logra hacer suyas las composiciones con suficiente técnica teniendo en cuenta, además, la dificultad añadida de que el instrumento sea sustituto de su propia voz: "El sonido del piano se convierte en su carácter, su estado de ánimo, sus expresiones, su diálogo tácito, su lenguaje corporal. Tiene que comunicar los mensajes que ella transmite sobre sus sentimientos hacia Baines (Harvey Keitel) durante las lecciones de piano, y estos difieren de una lección a otra a medida que se desarrolla la relación, el estado de negociación sexual y la pasión. He tenido que crear una especie de escenografía auditiva que sea tan importante como las localizaciones, tan importante como el vestuario". Encontrar esa voz no fue nada fácil para un compositor masculino, minimalista, de finales del siglo XX, recordaba el autor, que intentó asegurarse de que Holly Hunter pudiera interpretar la música que iba escribiendo, para lo cual ralentizó en lo posible sus partituras, ya que la actriz se desenvolvía mejor, con toda lógica, con la música lenta. Hunter, de hecho, agradeció a Nyman en su discurso al recibir el Óscar, por la música que había escrito. Michael escribió más música de la que aparece en la película, por lo que se desconcertó un poco al verla por primera vez. Evidentemente, la diferencia entre Greenaway y los demás directores tenía que ser comprendida, pues como él mismo dijo en cierta ocasión, en la obra del director galés la música ha de cubrir lo que falta en la sensación de vacío que produce la manera en que rueda sus obras. A Nyman esto le otorgaba una gran libertad, pero él era muy capaz de realizar también obras de la manera más tradicional, sin ser esclavo del montaje pero sometido a la interactuación con el director y el tipo de escenas para cada partitura. Campion era muy distinta a Greenaway, y Nyman lo comprendió, utilizaba sabiamente otros elementos basados no sólo en el sonido sino en la pura imagen (es fabuloso ver el piano solitario en la playa mientras sube la marea), y por supuesto en las interpretaciones de sus estupendos protagonistas. Así, "To the Edge of the Earth" es un bello comienzo, descriptivo y comedido, pues efectivamente la banda suena calmada, si bien es indudable que se trata de Nyman, su sello está presente a cada momento de esta pieza y de todo el trabajo, que continúa con las sencillas pero eficaces filigranas al piano en solitario de "Big my Secret", y cuerdas rugientes y vientos teatrales en una pieza emocionante titulada "A Wild and Distant Shore". De repente llega el tema ya mítico, "The Heart Asks Pleasure First", maravillosa revisitación del popular "Glommy Winter", adaptado por un músico en estado de gracia que logra conectar con la esencia de la película y con la audiencia de la misma, así como con cualquier tipo de oyente ajeno al concepto cinematográfico, pero admirador de tonadas plausibles como esta, que es utilizada recurrentemente a lo largo del metraje, como en "The Promise" (ralentizada y prolongada junto a los demás instrumentos, consiguiendo un efecto más pasional), "Deep Into the Forest" (en distintos tempos, más lento primero, más rápido al final), "The Sacrifice" o los temas finales del disco. Con un origen similar, en "Here to There" los sones populares son más festivos, y de este modo corresponden más con el estilo de siempre de la Michael Nyman Band. "A Bed of Ferns" es un interludio romántico bastante efectivo, perseguido por otra especie de danza popular británica al piano en "The Fling". De nuevo se abre camino el amor en la bellísima "The Scent of Love", plena de emoción y dulzura. "The Mood That Passes Through You" es otro buen tema de transición al piano, y a continuación se incluyen en el disco nuevas melodias profundas (especialmente acertada es "Lost and Found") que adornan las vivencias de Ada pero que también se disfrutan en la escucha sin imágenes de la banda sonora, como en "I Clipped your Wing" y "Little Impulse", en las que, si cerramos los ojos, hay un nuevo retorno a la época de Greenaway, con su cierto misterioso barroquismo. En "The Wounded", con un efecto meciente, las cuerdas apoyan momentos de confusión en la trama, difíciles circunstancias emocionales que en "All Imperfect Things" intentan buscar una fingida calma en otro momento importante de la banda sonora, antes de acometer sus instantes finales con "Dreams of a Journey", que parece orquestar ecos folclóricos con la inclusión, por supuesto, del tema principal, el mismo que no podía dejar de cerrar el disco en "The Heart Asks Pleasure First / The Promise (Edit)", con una triste bajada final de volumen. 

"Es posible que se haya magnificado esa pieza -admitía Nyman sobre el tema principal de 'El piano'-. El caso es que he dejado que cobrase vida propia y continúo siguiéndole la estela, la toco en los conciertos porque a la gente le gusta oírla, y a mí tocarla". No es de extrañar, pues "The Heart Asks Pleasure First" es una pequeña delicia que, a pesar de estar basada en un tema popular, evidencia la clase del británico. Dentro de la película, la música en general parece antigua, de época, pero escuchada fuera de la misma suena perfectamente actual, nadie deja de escucharla porque esté alimentada por sones del XIX, sino que junto a esos ecos lejanos se atisba en su tratamiento una hermosa modernidad que casa como anillo al dedo con el signo de los tiempos que se estaban viviendo, en los que los pianistas melódicos gozaban de tanta fama y ventas (incluso algunos fuera del círculo de la propia new age) como de publicidad alocada para conseguirlas. Es así como Nyman, por ejemplo, sonó en todas partes y se dejó caer con su piano en directo en programas televisivos de todo tipo, en ocasiones en absoluto musicales. Este curioso personaje estuvo en boca de todos y se convirtió, de hecho, en una estrella de las nuevas músicas (de la música en general, realmente) a sus casi 50 años, aceptado sin pudor por cualquier medio o publicación. "The Piano" estuvo 2 semanas en el número 1 de las listas españolas en febrero de 1994, año que permaneció 40 semanas en listas (la ganadora del Oscar, 'Schindler's List', sólo alcanzó el número 26), que hay que unir a otras 5 en 1995. De hecho, el éxito y repercusión de esta banda sonora que vendió millones de copias en todo el mundo fue tal, que arrastró tras de sí discos en directo ("The Piano Concerto" en 1994), recopilaciones de piano que no se sostenían sin ese incentivo principal ("Pianos y pianistas de la nueva era", por ejemplo) y su inclusión en numerosos recopilatorios de música de cine, de nuevas músicas o incluso de clásica.

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18.9.20

MICHAEL NYMAN:
"The Cook, the Thief, his Wife and her Lover"

La que ahora conocemos como Michael Nyman Band comenzó siendo un grupo de teatro al que había que ponerle música, así se convirtió Nyman en compositor, por la necesidad. Él se veía como un pianista de rock&roll frustrado, así que su estilo es muy particular por su herencia fallida, su interés en la ópera, en el minimalismo americano, y por su forma de afrontar y modificar la estructura de piezas clásicas como su "In re Don Giovanni" basado en Mozart. Esta renovación de lo antiguo con una rebelde falta de rigor formal, además de acabar acarreándole algunas malas críticas por su continuo préstamo de ideas ajenas, interesó definitivamente a Peter Greenaway, que tenía una visión especial del proceso de incluir la música en sus películas. Aparte de la musicación de varios de sus cortometrajes, Nyman compuso la música de los primeros largos de Greenaway desde su debut en este género en 1980 con "The Falls", cuya banda sonora se inspira en parte -al igual que la de "Drowning by Numbers"- en el movimiento lento de la 'Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta' de Mozart. "The Draughtsman’s Contract" fue su gran espaldarazo, un trabajo redondo y monumental basado en la obra del compositor británico Henry Purcell, que cobra otra dimensión cuando Nyman le otorga su particular toque minimalista. En 1989, un año después de otra enorme partitura, la de "Drowning by Numbers", Greenaway realizó "The Cook, the Thief, his Wife and her Lover" ('El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante'), drama ambientado en un restaurante, con la habitual y exagerada manera de rodar escenas crudas y explícitas por parte del director galés. 

En "The Cook, the Thief, his Wife and her Lover", publicado por Venture (filial de Virgin Records) en 1989, Michael Nyman volvió a acertar con su música directa, aunque tal vez más dramática que las anteriores, no tan completa como aquellas, echándose de menos (al menos en el disco) alguna pieza movida que rompa la gravedad e invite al movimiento. Su punto fuerte, verdadero acierto del plástico, una pieza emblemática titulada "Memorial", partitura basada en un pasaje del “King Arthur” ('What Power Art Thou') de -una vez más- Purcell. En 1985 Nyman había musicado "A Zed & Two Noughts", una banda sonora adictiva, curiosamente olvidada a pesar de grandes momentos como "Angelfish Decay" (y su gemela "L'escargot") o "Vermeer's Wife", y es chocante la capacidad de reinterpretacion del británico, pues varias de las piezas parecen bocetos posteriormente asidos en nuevos tratamientos, especialmente "Time Lapse" y "Lady in the Red Hat", prototipos del "Memorial" aquí tratado, una partitura cuyo verdadero origen y esencia dramática conecta especialmente con el mundo del fútbol, del que Nyman es seguidor, especialmente de los Queen's Park Rangers. Como buen hincha británico, la desazón sentida por la tragedia del 29 de mayo de 1985 en el estadio Heysel de Bruselas (cuando 39 aficionados -32 de ellos italianos- murieron en los prolegómenos de la final de la Copa de Europa entre el Liverpool y la Juventus de Turín, por culpa de una avalancha), le hizo dedicar esta enorme pieza a la memoria de esas víctimas de la parte más radical y estúpida del 'deporte rey' (gratísimo es su rescate, además, en el álbum de 1996 inspirado en el fútbol "After Extra Time"). Dejando de lado ese impacto global, otros proyectos retuvieron esa pieza hasta finales de década, especialmente "And do They do / Zoo Caprices" (de primera parte excitante, de generoso ardor y movimiento, más difícil la segunda, un solo de violín basado en la anterior "A Zed & Two Noughts"), "The Man Who Mistook his Wife for a Hat" (ópera entretenida, con variaciones musicales agradecidas) y una espectacular obra coral, "Out of the Ruins", uno de los trabajos más sobresalientes del inglés. Además, los soundtracks para Greenaway: "Drowning by Numbers", el boceto de "Prospero's Books" que significó "La traversée de Paris" (música compuesta por Nyman para la exposición que celebraba el segundo centenario de la Revolución Francesa), y "The Cook, the Thief, his Wife and her Lover", un nuevo trabajo por momentos excepcional, donde parece que el británico sepa transmitir cada vez más y mejor lo que exigen las imágenes. Esto no implica que esta banda sonora sea mejor que las anteriores (difíciles de superar, realmente), sino que sus composiciones son más estudiadas, tal vez menos viscerales. De inicio, y a diferencia de sus anteriores trabajos de este tipo, presenta muy pocas composiciones, sólo cinco, dos de las cuales duran más de diez minutos. Como ya se ha mencionado, "Memorial" es un gran comienzo, pieza animosa y de arreglos altivos con varios cambios de registro, en la que la marca Nyman está totalmente presente y permite que esta composición no sólo encaje perfectamente en la película, sino que pueda ser escuchada aparte sin perder un ápice de intensidad. Esta dualidad se da gracias a la capacidad melódica de su música que continúa en "Miserere Paraphrase", lacrimoso dueto entre el piano de Nyman y el violín de Alexander Balanescu, complementado al final del disco con su versión coral, titulada simplemente "Miserere", más de once minutos que aportan una correcta intensidad pero que se alejan de las músicas ágiles de sus anteriores trabajos para cine. Precisamente "Book Depository" es la pieza más cercana a aquellos, un ambiente repetitivo a ritmo de vals en el que el espacio se llena de cuerdas y vientos de manera envolvente, mágica. "Coupling" intenta mantener su fuerza, y no se trata de un mal intento, de hecho el tema va creciendo durante su desarrollo. Sin embargo, se echan en falta más composiciones con garra en este, por supuesto, buen trabajo del compositor de "The Draughtsman's Contract", que volvería a la carga muy pronto con "Prospero's Books", su última colaboración con Greenaway.

Entre la pléyade de nombres que alumbraron con intensidad el movimiento minimalista de los años 70 y 80 (si bien acabó renegando de esa denominación creada por él mismo, prefiriendo el término 'música repetitiva'), el de Michael Nyman es de vital importancia, y la de 'El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante' es otra de sus partituras recordadas, con momentos excitantes donde cada instrumento aporta un delicioso contraste de sonidos y colores, saxofones, violonchelo, clarinete, contrabajo, flauta, trombón, trompeta, violines, violas, y por supuesto el piano de Michael y las voces. Piezas como "Memorial" demuestran una frase de ese Nyman despechado, que tras su ruptura laboral con Peter Greenaway decía "mi música funciona por sí misma, sus imágenes no". Mucha razón tenía Michael, sus discos se podían escuchar y disfrutar sin ver las películas implicadas, pero cada uno de aquellos atrevidos films del director galés necesitaban sin remedio las partituras de su entonces amigo británico. Mientras otros compositores minimalistas tienden a la uniformidad, dice Nyman, "a mí me gusta la ruptura, la interrupción, la velocidad", una constante tensión que queda reflejada en obras como ésta, de un músico conocido y reconocido, pero no tanto como cuando, cuatro años después, se convertiría en un compositor tremendamente famoso por la reconocidísima banda sonora de la película "The Piano".

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29.8.13

MICHAEL NYMAN:
"Prospero's Books"

'La tempestad', de Shakespeare, es una obra intrínsecamente musical que ha inspirado a grandes compositores como Beethoven, Debussy o Chaikovski. Algunas de las óperas basadas en esta obra son "La tempestad", de Fromental Halévy (1850) y "Un rey escucha", de Luciano Berio (1984), mientras que Thomas Ades presentó en 2004 "La tempestad", una ópera en tres actos en la que insufló una nueva idea sobre la admirada obra con una música que captaba la magia del argumento y conservaba su atmósfera oscura, en la que espíritus musicales asombran a los visitantes a la isla de Próspero. De igual modo asombra la concepción minimalista del compositor Michael Nyman para las películas de Peter Greenaway, y del director galés es precisamente la libre adaptación cinematográfica de 'La tempestad' que en 1991 tituló "Prospero's Books" ('Los libros de Próspero'), cuya banda sonora publicó ese mismo año el sello británico Argo, y directamente su compañía propietaria, Decca, en una segunda edición con ligero rediseño de portada. En todo caso, el germen de esta banda sonora proviene de un curioso encargo que la ciudad de Paris hizo a Michael Nyman por la conmemoración del bicentenario de la Revolución Francesa, un recorrido musical por esta grandiosa urbe, que formaba parte de un audiovisual proyectado en el arco de La Défense del 19 de julio al 31 de diciembre de 1989, y que el efímero sello Criterion publicó en 1989 con el título de "La traversée de Paris".
 
Reciclando la inspirada música que el británico compuso para el encargo parisino, Nyman preparó una de sus mejores partituras para "Prospero's Books", pero la relación entre músico y cineasta iba a verse seriamente deteriorada cuando el director, sin aviso previo, decidió utilizar en el metraje final del film tan sólo una mínima parte de la música del compositor y amigo: "Cuando vi la película me pareció que Peter había traicionado mi música, no la usó con la autenticidad y sensibilidad que lo había hecho en, por ejemplo, 'El contrato del dibujante'. Y también introdujo la música que escribí en el contexto extraño de un diseño sonoro bastante desafortunado, una partitura casi electrónica en la que mi música se entierra, donde los efectos de sonido y voces se tratan de una manera más bien exagerada. Nunca me dijeron que eso iba a pasar". Michael consideró que tenía que haber sido informado de ese tratamiento, y cuando mostró su disgusto ante el equipo, esperó las explicaciones del director, que nunca llegaron, por lo que se dio por finalizada una amistad de dieciocho años. La arrogancia de Peter Greenaway, que ya había pensado en John Adams para "Drowning by Numbers" y recurrido a Wim Mertens para "The Belly of an Architect" (tras un intento fallido con Philip Glass y una partitura de Glenn Branca que no acabó por convencerle), le llevó a prescindir totalmente de su antiguo colega para la música de sus películas. Nyman había realizado una concepción esencialmente vocal de la obra, y añadió con sapiencia este elemento a su música, logrando un efecto fantasmagórico y embriagador que Peter Greenaway apenas supo valorar. Basado en textos del propio William Shakespeare, escribió cinco canciones (conocidas como 'Ariel Songs', por la importancia del personaje de Ariel en la obra) para la soprano Sarah Leonard. Precisamente comienza el disco con la breve "Full Fathom Five", y "While you Here do Snoring Lie" en tercer lugar, que junto con "Come and Go" fueron reinterpretadas en 1992 para un curioso disco de canciones de Nyman con la afamada cantante alemana Ute Lemper titulado "Songbook" (que además de esas tres 'Ariel Songs' incluía canciones basadas en textos de Paul Celan, Mozart y Rimbaud). A partir de aquí llega la parte más atractiva de la banda sonora, con cuatro maravillosos temas que constituyen lo más interesante y recordado del álbum: "Prospero's Magic", "Miranda", "Twelve Years Since" y "Come Unto these Yellow Sands". De ellas, la única composición original para la película era "Twelve Years Since", un corte calmado que parece anticipar futuros éxitos del británico en el mundo de la banda sonora, cambiando parte de sus ideas repetitivas más densas por una melodiosidad ambiental. Las otras tres provienen de "La traversée de Paris", y curiosamente, de los siete cortes rescatados de aquel álbum, son los únicos que fueron modificados: "L'entrée" era un gran comienzo para el multimedia, y Nyman lo aprovechó para darle forma (bastó con una ligera ampliación) a "Prospero's Magic". "Le théâtre d'ombres chinoises" acelerada fue una gratísima mejora para "Miranda", y el añadido de la voz en "Le labyrinthe" la convierte en la excitante "Come unto These Yellow Sands", otra 'Ariel Song' en la que despunta considerablemente Sarah Leonard, una de las composiciones que más y mejor utiliza Greenaway en la película. En ellas destacan bucles repetitivos, por lo general de cuerdas, sobre los que se alzan los vientos como ejecutores de melodías regias y aguerridas. El piano de Nyman, por contra, es poco apreciable en el conjunto de tan poderosa banda, aunque siempre está ahí, marcando el ritmo, observando todo como un buen director de orquesta. El trabajo continúa sin mayores sobresaltos entre temas nuevos y otros reubicados directamente de "La traversée de Paris", hasta llegar al último corte, "The Masque", que presenta una grata escena operística en la que intervienen como vocalistas Marie Angel, Deborah Conway y la alemana, mencionada anteriormente, Ute Lemper. "The Masque" no es la única pieza operística creada por Nyman bajo la influencia de 'La tempestad' de Shakespeare, ya que "Noises, Sounds & Sweet Airs", publicada por Argo en 1994, contenía varios cortes de "La traversée de Paris", aunque con títulos diferentes. En definitiva, y con la ironía de estar hablando de una banda sonora que apenas fue utilizada como tal, hay que concluir afirmando que "Prospero's Books" es una de las mejores y más completas partituras de Nyman para Greenaway, posiblemente en el momento más dulce del pianista, sólo unos años antes de su consagración ante el gran público con "The Piano". La producción del disco, como en todos los trabajos de Nyman en su época con Peter Greenaway, corre a cargo del músico irlandés, antiguo miembro de The Flying Lizards, David Cunningham.
 
Parece que Nyman quisiera reconocer los méritos de su eficaz conjunto liderado por Alexander Balanescu, la Michael Nyman Band, al colocar su nombre en la portada del trabajo, cosa que no había ocurrido anteriormente. Tanto es así que al año siguiente de la publicación de "Prospero's Books" Argo lanzó al mercado una curiosa y gratísima recopilación de las bandas sonoras más conocidas del dúo Nyman/Greenaway titulada "The Essential Michael Nyman Band", con composiciones de "The Draughtsman's Contract", "A Zed & Two Noughts", "Drowning by Numbers", "The Cook, the Thief, his Wife and her Lover", dos de las maravillosas "Water Dances" (provenientes también de un trabajo con Greenaway) y el tema "Miranda" de "Prospero's Books", con la importante característica de tratarse de reinterpretaciones de las canciones, cosechando un enorme éxito con el fabuloso "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds". Otros temas de "Prospero's Books" se incluyen en más recopilatorios de Nyman, especialmente "Miranda", con la nota destacable de que en "The Very Best of Michael Nyman: Film music 1980-2001" se incluye "Miranda Previsited", la versión original de "La traversée de Paris" (aunque cambiando su título real, "Le théâtre d'ombres chinoises"). También "Miranda", junto a "The Masque (Excerpt)" y "Where the Bee Sucks", formaba parte de un curioso CDsingle promocional de "Prospero's Books". El éxito cosechado con bandas sonoras tan atractivas como "The Dragthsmans Contract" o "Drowning by Numbers" no encasilló a Nyman, que continuó con su labor de búsqueda a través de nuevas óperas, cuartetos de cuerda o el mencionado extraño trabajo vocal con Ute Lemper de título "Songbook". Su labor de musicación de películas iba a cambiar en lo sucesivo, en gran medida por su ruptura total con Peter Greenaway, lo que permitirá a Nyman tener más tiempo para aceptar otro tipo de encargos, algunos de ellos tan atractivos como "The Piano", así como películas destinadas al gran público ("Gattaca", "Ravenous") y otras no tan pretenciosas para las que compuso partituras memorables ("The Claim", "Wonderland", "Carrington").
 







5.12.10

VARIOS ARTISTAS:
"Música sin fronteras"

En la facilidad de los discos recopilatorios está la facultad, en muchas ocasiones, de poder abrirnos los ojos. Algunos de ellos son como un bautismo en ciertos tipos de música, un vehículo que resulta más fiable cuanto mejores son los medios, las intenciones y, por supuesto, la elección de las músicas en ellos recogidas. La new age, ese término tan en alza en los 80, necesitaba un afianzamiento de sus intenciones en nuestro país, y este llegó en 1991 por medio de GASA (Grabaciones Accidentales, S.A.), sello discográfico español que comenzó como independiente a comienzos de los 80 para publicar los trabajos del grupo Esclarecidos y afines, y continuó por caminos comerciales cuando grabaron en él grupos como La Dama se Esconde, Seguridad Social y Duncan Dhu. Hasta ese momento la música conocida como 'new age' se había empezado a colar en ciertas compañías, distribuidoras, programas de radio y en los estantes de las tiendas, pero el auge que va a cobrar en los 90 iba a traer a España un mayor número de referencias, documentación y por supuesto eventos en directo, logrando incluso los artistas de mayor calidad y algún que otro locutor de radio de gran talento y mejor ojo una enorme popularidad.

Dieciséis canciones se dan cita en esta compilación doble de diseño sencillo y elegante, una obra de Antonio Bueno titulada 'El jardín' que llamaba poderosamente la atención, y que la compañía tuvo el acierto de adecuar en cada una de las continuaciones con pequeños cambios en el motivo floral. De premio. El título, rotundo y definitorio, pudo contribuir a su éxito, si bien hay que decir que la compañía Venture (filial de Virgin) ya denominó "Music Without Frontiers" a una serie de recopilaciones de sus músicas instrumentales unos años antes. Comenzar con el clásico de Wim Mertens "Maximizing the Audience" es toda una declaración de intenciones musicales. De muy buenas intenciones, por supuesto, las que conducen por nuevos caminos, en los que no cuentan cifras, duraciones o radiodifusiones masivas, sino destreza, innovación, sensibilidad, calidad en definitiva. En las cuatro partes de que consta "Música sin fronteras" se pueden distinguir otras tantas tendencias agrupadas en orden: en la primera nos encontramos con seis nuevos clásicos con querencia al minimalismo, denominación en la que destacan especialmente Wim Mertens, Michael Nyman (del que escuchamos el conocido "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds") y Philip Glass ("The Photographer Act. I - A Gentleman's Honor"), con la inclusión del renombrado clarinetista Richard Stoltzman (con su impresionante "Begin Sweet World"), la teclista Suzanne Ciani ("The Velocity of Love" es el tema elegido) y el pianista irlandés Mícheál Ó Súilleabháin ("The Plains of Boyle", de su disco "The Dolphin's Way"). La segunda parte atildaba en un jazz ligero, con los nombres del grupo de jazz The Lounge Lizards, liderado por el saxofonista y actor John Lurie ("Bob the Bob"), del guitarrista y productor español Adolfo Rivero (que contribuye con un sorprendente tema de título "Follow Me", una de las sorpresas de la recopilación) y con el grandísimo clásico de la música en general "Ese amigo del alma", del argentino Lito Vitale. Un envolvente ambiental electrónico nos recibía en la tercera parte, desde el renombrado "Cafe del mar" de Frank Fischer hasta otra sorpresa con sones de dulcimer, "Galapagos" del grupo alemán Never Been There, pasando por ese renombrado experimento que supone "Poem Without Words II - Journey by Night" de la vocalista inglesa Anne Clark, y el siempre cumplidor Vangelis, del que aciertan incluyendo el corte "Metallic Rain" de su trabajo "Direct". La compilación acaba con tres temas con elementos de world music, del teclista alemán Mike Herting ("The Cutting of the Trees"), nuestro Luis Delgado ("Top Kapi Saraji" era uno de los cortes destacados del documental "Alquibla") y Le mystère des voix bulgares ("Mrs. Nedelja became famous"). Ese año del éxito de Juan Luis Guerra y del "Aidalai" de Mecano, que ocuparon los mejores puestos en las listas de ventas, "Música sin fronteras" obtuvo unas cifras discretas pero sorprendentes para este tipo de música, llegando al número 28 en dichas listas, en las que permaneció doce semanas. A tenor de ese éxito resultaba evidente que, con el retraso que culturalmente solíamos acumular en este país, se había abierto un nuevo mercado, muy apetitoso por sus expectativas de crecimiento. Sin duda el consumidor poco avispado no iba a poder distinguir con claridad sombras y luces en ese nuevo mundillo, por lo que este tipo de recopilatorios iba a ser un vehículo fundamental para la selección y el descubrimiento de nuevas maravillas musicales, un puñado de las cuales conformaban el primer volumen de "Música sin fronteras", que no hay que confundir con otro recopilatorio que DRO publicó en 2001 con el mismo título, pero que andaba por los caminos del chill out que estaba en boga en aquella época (de hecho el subtítulo era 'Una aproximación a la música ambient y Chill Out'), con gente como Nittin Sawhney, Morcheeba, Orbital o Groove Armada. Sin embargo, sí que hay que hablar de una serie de continuaciones que siguieron aumentando nuestra riqueza musical y minándonos el bolsillo: ese mismo año 1991 se publico "Música sin fronteras volumen II", con niveles de calidad cercanos a su antecesor, y en los próximos años se publicarían los volúmenes III, IV, V y "Música sin fronteras, lo mejor", que no era una 'recopilación de recopilaciones' sino la sexta y definitiva entrega de la saga.

Quince años después del lanzamiento de "Música sin fronteras", GASA publicó una segunda edición, "Música sin fronteras Revisited", con idéntica presentación aunque unas pequeñas variaciones en el listado de temas: extrañamente eliminados los de Mícheál Ó Súilleabháin y Lounge Lizards, fueron sustituidos por dos composiciones inéditas de Wim Mertens ("Positively Imperative" y "The Scene") y una de Seoan titulada "Myati". Los creadores de la idea original expresaron en esta revisión que con este compendio de temas pretendían "eliminar las barreras infranqueables (...) que separaban estos tipos de música de otras bellas artes que encasillan a cada músico en un estilo musical, que popularizan más a los principiantes de aspecto atractivo que a los profesionales dedicados, que limitan el desarrollo artístico de todas las personas". Lo que se puede asegurar es que en esta doble maravilla no sobraba absolutamente nada, y a pesar de contar con grandes estrellas, tampoco se puede decir que fuera a lo más fácil. De hecho, el esfuerzo compilador reunió a artistas de los sellos Les Disques du Crépuscule, Virgin Records, BMG Ariola, CBS, Verabra Records, Intuition Records, Ciclo 3, RNE, Innovative Communication y Jaro, consiguiendo que hubiera más calidad en un sólo minuto de esta recopilación que en una hora de cualquier radio comercial al uso.

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RICHARD STOLTZMAN: "Begin Sweet World"
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LUIS DELGADO: "Alquibla"








24.11.08

MICHAEL NYMAN:
"Drowning by Numbers"

Michael Nyman conoció a Peter Greenaway cuando el primero estudiaba en la Royal Academy of Music, y el director trabajaba en el British Film Institute. En la casa de este se había habilitado una pequeña sala de cine en el trastero, donde quedaban con amigos a ver películas de Godard, Kurosawa y otros maestros del cine clásico, y ahí comenzó a forjarse una amistad y una intensa colaboración artística de pleno disfrute. Sus proyectos eran entonces meras ilusiones, pero sería muy poco después cuando su relación pasaría de la amistad a la profesionalidad, desde que Nyman compusiera la música de los primeros experimentos de Greenaway, y de ahí a su primer film importante, "The Draughtsman's Contract" en 1982. Después de "A Zed & Two Noughts" llegó, en 1988, "Drowning by Numbers" ('Ahogamiento por números', que en España contó con la desafortunada traducción de 'Conspiración de mujeres'), una partitura editada por Virgin Records ese mismo año 1988 (a través de su filial Venture) que, si bien ofrece una carga más dramática que la de 'El contrato del dibujante', sigue reflejando esa dependencia inversa a lo normal en la relación entre cine y música, es decir, la música se convierte en parte importante de la estructura de la película hasta el punto de condicionar ciertas escenas. En algún modo a veces es el director el que tiene que cambiar la película para ajustarla a la música y no al revés: "Yo diría que sus películas están de algún modo subordinadas a mi música, aunque suena soberbio y es cierto que él tiene la película completa dentro de su cabeza antes de empezar el rodaje".

Como nos cuenta en el libreto del álbum, fue Greenaway quien primero llamó la atención de Nyman hacia una breve melodía de Mozart en su 'Sinfonia concertante': "Regrabé la pieza de Mozart porque no podíamos permitirnos adquirir los derechos de la grabación que habíamos utilizado. Recrear los cambios de tempo fue el reto más difícil al que me haya enfrentado jamás". Como lo fuera Purcell en "The Draughtsman's Contract", Mozart iba a ser en "Drowning by Numbers" la inspiración e hilo conductor de una extraña historia en las que tres mujeres asesinan a sus maridos ahogándolos, en el clima obsesivo, geométrico y experimental tan típico del cineasta galés. En un comienzo tambaleante ("Trysting Fields"), una calmada conversación entre violines desemboca en un grandísimo tema a ritmo de vals, "Sheep and Tides", retomado para el octavo corte, "Bees in Trees". Peter Greenaway tiene que adaptar las escenas para mecerlas por la estupenda "Drowning by Number 3", enredarlas con "Great Death Game", crear tensión con "Crematorium Conspiracy", emoción con "Fish Beach" o extrañeza con "Wedding Tango", sobre la base de unos violentos metales. "Wheelbarrow Walk" y "Knowing the Ropes" son dos de los cortes más destacados del álbum, al recuperar sabiamente el estilo repetitivo de "The Daughtsman's Contract", aunque todo este trabajo se diferencia de aquel en que es menos rítmico en general, y en la duración más corta de las canciones y por tanto abundancia de éstas, ciñéndose un poco más a la idea estricta de banda sonora. Precisamente estos dos temas antes destacados fueron los elegidos, junto a "Fish Beach", para ser incluidos en la recopilación que, bajo el título de "The Essential of Michael Nyman Band", presentaba diversas regrabaciones -para el sello Argo, no para Virgin- de estas bandas sonoras; las dos nuevas versiones de "Wheelbarrow Walk" y "Knowing the Ropes" son todo un descubrimiento por el acertadísimo cambio de tempo de la primera y el alargamiento y también mayor movimiento de la bonita y repetitiva melodía de la segunda. Hay que intentar no hablar de minimalismo, puesto que el mismo Nyman que acuñó el término cuando era crítico musical, reniega de él para calificar a su música, repetitiva pero no minimalista: "Llegó un momento en que la palabra minimalismo dejó de tener sentido, puede haber una relación entre las músicas así definidas y ese origen de la palabra, pero ya no hay esa sencillez del pensamiento único, la música ha ido más allá del concepto"; y aún dice más al respecto: "El término se ha utilizado, reutilizado, sobreutilizado, abusado, manoseado... vamos, que actualmente es una de las palabras más desvirtuadas que conozco". No hay que olvidar, sin embargo, que fue este término el que le devolvió, afortunadamente, las ganas de componer. Steve Reich, que fue entrevistado por primera vez en Europa por el propio Nyman, lo confirmaba así: "Michael Nyman estaba muy descontento musicalmente porque no podía usar la música que amaba en el contexto en que vivía. En Londres en los 70 se escribía música en la onda de Stockhausen o Boulez, nada de armonía, melodía o ritmo. Esa era la norma". Reich le animó a seguir siendo él mismo y hacer la música que amaba, y fue el minimalismo lo que acabó de resucitarle, como él mismo contaba: "Volví a componer después de descubrir el minimalismo, que me pareció una buena manera de liberarme de las limitaciones de una vanguardia occidental que me parecía cada vez más estéril, fútil e insatisfactoria". 
 
Gracias a estas películas de Peter Greenaway de difícil visionado y moral incierta, Michel Nyman entabló una hermosa relación con el séptimo arte, de la que no iba a salir jamás, reforzándose en sus intenciones y en su sonido cuando la relación con el cineasta se enfrió irremediablemente (y eso que en 1990 pensaba que dicha relación podía durar por mucho tiempo, pues eran como un matrimonio). Eso sucedió cuando el realizador galés 'despreció' la enorme partitura que el pianista creó para su film "Prospero's Books", pero es necesario mencionar las circunstancias que rodearon al disco que nos ocupa, ya que Greenaway acababa de contar con Wim Mertens y Glenn Branca para la música de "The Belly of an Architect" y quiso, en un principio, utilizar música de Geretsky y John Adams para "Drowning by Numbers", pero el montaje no funcionó, por lo que afortunadamente tuvo que volver al recurso de Michael Nyman para que creara la partitura, pero esta vez con el film acabado, por lo que pueden escucharse más músicas adaptadas a las escenas, de pura banda sonora, y no al revés. En su obra, este compositor británico intenta percibir conexiones y entendimiento entre la música de hace siglos y la de ahora, y consiguió, en sus primeros conciertos en España con la Michael Nyman Band, una comunión especial con un público que no sabía lo que podía esperar en directo de un músico como ese, ni más ni menos que un espectáculo grandioso.

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12.9.07

MICHAEL NYMAN:
"The Draughtsman's Contract"

Es difícil encontrarnos actualmente con algún apasionado de la música que no sepa quién es Michael Nyman. Partiendo de una visión muy personal de la orquesta, este londinense nacido en 1944 se ha creado fama y respeto en el panorama musical actual. Nos hallamos ante un músico especial, una personalidad única en las nuevas músicas de finales del siglo XX, su música para películas ha ido adaptándose hasta su inconfundible y elegante estilo propio -más allá del minimalismo que él mismo se encargó de denominar cuando era crítico musical en The Spectator-, pero sus comienzos estuvieron marcados por su amistad con el excéntrico director de cine Peter Greenaway, cuyas películas se encargó de musicalizar Nyman. Y es que aunque en la carrera de Michael Nyman haya un antes y un después de "El piano", su inflexión más importante es Peter Greenaway. En sus películas encontraba la forma de expresión idónea, siendo la relación entre ambos absolutamente simbiótica, el tándem se complementó a la perfección en la búsqueda de nuevas expresiones visuales y auditivas, y en lo referente a lo musical se consiguió un extraordinario dinamismo. Cada pieza está elaborada con un gusto exquisito en torno a un minimalismo melódico de cámara, en absoluto extremo y muy fácil de escuchar y disfrutar. Esos maravillosos trabajos (los más conocidos son "The Draughtsman's Contract", "Drowning by Numbers" y "The Cook, the Thief, his Wife and her Lover") parecen más experimentos del propio Nyman que bandas sonoras, y eso se debe no sólo al genio del compositor sino también a la curiosa forma de trabajo con el cineasta por la cual, en vez de componer sobre la película terminada como es habitual, lo hacía anteriormente al rodaje sobre las ideas que Peter le explicaba, así Nyman no se limitaba a componer para las imágenes del cineasta, sino que ambos trabajaban por separado en completa libertad y se hacía un curioso encaje, a veces algo forzado, en el montaje final. Este ambicioso pianista entró de lleno, como él mismo ansiaba, en el desarrollo emocional del film, y en concreto para "The Draughtsman's Contract" ('El contrato del dibujante' en España, coproducción anglo-holandesa de 1982, que vio publicada su banda sonora en varias ediciones por Charisma, DRG y Virgin Records, y reeditada en 2005 por el sello del propio Nyman, MN Records) encontró base en el compositor barroco inglés Henry Purcell.
 
Purcell era un consumado musicólogo -como el propio Nyman- además de compositor de éxito, y usaba una técnica que Nyman y Greenaway optaron por utilizar en el 'soundtrack', la del bajo ostinato. Nuestro músico indagó en la biblioteca de música de la Purcell Society y seleccionó una serie de composiciones de Purcell en las que basó su trabajo para el film, ambientado en el siglo XVII. Aunque funciona a la perfección como banda sonora, este trabajo va mucho más allá y presenta una línea estilística -ya explotada en las primeras colaboraciones con Peter Greenaway- digna, en su conjunto, de pasar a la historia de las nuevas músicas, tanto como las de otros minimalistas norteamericanos: "El aspecto americano de mi obra podría verse en la capacidad para combinar la flexibilidad y aperturismo de Cage con la completitud del proceso minimalista. El resultado es totalmente diferente de los componentes, y todo ello combinado con una estructuración europea que determinará la forma de la pieza. Al final nadie puede confundirse con las características de mi estilo, a pesar de los paralelismos que algunos pretendan establecer entre mi música y la de Philip Glass: ello es porque no han escuchado estas músicas con atención. Tenemos cosas en común, como es lógico que suceda entre compositores que trabajan en una misma época, pero creo que hay aspectos que me diferencian de los otros artistas". En concreto nos deleitamos de inicio con la canción más conocida, "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds", una atípica obra maestra convertida en uno de los grandes clásicos del minimalismo, un vendaval de energía orquestal con el protagonismo de los saxos, mecidos magistralmente por violines y trombones, que años después fue regrabado con acierto y utilizado en televisión con buen ojo. Sin embargo, el resto de los temas siguen muy de cerca la estrella del primero y todas las loables cualidades que se les pueda otorgar son pocas, elegancia en la composición, maestría en la interpretación, dosis de ritmo frenético donde las cuerdas y los vientos (destacando en los primeros Alexander Balanescu, John Harle en los segundos) juegan con la melodía elongando el clímax durante minutos cambiantes pero difícilmente perceptibles -jugando con un presunto minimalismo fácil de seguir y que puede inducir a la hipnosis-, y también momentos más calmados, aunque nunca atmosféricos. Se disfruta tanto con la profundidad de composiciones como "The Disposition of the Linen" que no apetece que haya fin, y de hecho la propia pieza parece gustarse tanto como para recrearse en el bucle eterno y no buscar el brusco final, una rotundidad presente en el abrupto cambio (y caótico segundo movimiento) de "A Watery Death" o "The Garden is Becoming a Robe Room" en todo su contexto, una pieza audaz cuya sensación final es tan turbadora como la propia esencia del minimalismo de Nyman, directo, profundo y lleno de matices, pero también adaptable a las exigencias de las películas a las que va dirigido. Esa ductilidad orquestal, sumada a un ingenio atroz, le ha acompañado y beneficiado desde entonces y le ha aupado a los primeros puestos de respeto y popularidad, con grandes éxitos -dejando aparte "The Piano", cuyo éxito no le ha cambiado esa humildad que parece acompañarle- como "The Claim" o "Wonderland", ambos films de un Michael Winterbottom que parecía haber tomado el testigo de Peter Greenaway, con el que Nyman dejó de colaborar -y prácticamente de hablarse- tras "Prospero's Books" en 1991. Continuando la escucha del disco, no hay que olvidar la exquisita expresividad de "Queen of the Night", con su exacerbado minimalismo, tan eficaz como el de "An Eye for an Optical Theory" o absorbente como "Bravura in the Face of Grief", que ensalza las virtudes de la banda en una duración amplia pero no excesiva.
 
Tenía que ser un musicólogo el que utilizara la música de otros grandes compositores -especialmente de Purcell y Mozart en varias de sus obras- para elaborar la suya, tan larga y abrupta que tantos caminos han sido desarrollados en la misma, muchos de ellos propios y auténticos. El secreto del éxito del Nyman de esta época estaba en la fuerza que transmitía, en la gran expresividad de su propuesta minimalista enmascarada en un contexto neoclásico. La diferencia con el resto hacía que el gran público, o el poco que le iba conociendo, necesitara cada vez más de este compositor intenso y original, un auténtico estudioso de la música. Sin embargo no hay que equivocarse catalogando a Nyman únicamente como músico para películas, una especie de 'accidente' al que llegó por su amistad con Greenaway. Lejos de eso, cuenta con numerosas e importantes creaciones de otros cortes, por ejemplo óperas, género del cual el británico está literalmente enamorado. Sus demostraciones de clase se cuentan por decenas, y una de las primeras y más impresionantes es este 'contrato del dibujante' que gracias a melodías tan pegadizas como "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds" y a lo fácilmente digerible de su estilo, debería estar instalado en cualquier colección tanto de música contemporánea como de bandas sonoras o por supuesto de música en general.