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26.7.24

PATRICK O'HEARN:
"So Flows the Current"

Patrick O'Hearn, músico y compositor estadounidense de trayectoria intachable en diversos frentes, no es un artista que se tomara descansos mientras la popularidad de las nuevas músicas (esas en las que despuntó en el sello Private Music, especialmente en los años ochenta) decrecía al mismo tiempo que las ventas. Cine y televisión han ocupado la mayor parte de sus proyectos, y a la vez ha seguido autopublicando sus trabajos más personales, presas de una rabia ambiental muy distinta a la que llenaba los primeros plásticos de este bajista, percusionista, teclista, programador, productor... en definitiva artista total, que también se ha sabido rodear de grandes amigos como Mark Isham, Peter Maunu, Alex Acuña o Terry Bozzio, entre otros. Huyendo un tanto del sentido melódico de sus obras más recordadas en el sello de Peter Baumann ("Ancient Dreams", "Rivers Gonna Rise", "Eldorado"), muchos críticos destacaron especialmente la personalidad y la profundidad de las texturas presentadas en obras posteriores, ya fuera de Private Music, como "Trust", "Beautiful World" o especialmente "So Flows the Current", excepcional trabajo publicado en el año 2001 por Paras Recordings en un principio, para ser enseguida rescatado y publicado por el sello del propio músico, Patrickohearn.com Music. 

Escuchar esos primeros discos de O'Hearn, participar en su juego arcano, era como entrar en otro mundo, una tierra de fantasía original en los años ochenta por su uso ambiental de la tecnología de la época, emulando sonidos que también podíamos escuchar en los trabajos de Jean-Michel Jarre, Tim Story o el propio Mark Isham, nada mal para un joven que creció escuchando jazz y música clásica, y que posteriormente tocó en grupos como Missing Persons, Group 87, o con el inclasificable Frank Zappa. Precisamente la categorización de su sonido fue amplia y ambigua, pero él siempre se ha adscrito sin pudor entre la new age y la música ambiental, citando entre sus influencias (o al menos entre sus escuchas escogidas) a Brian Eno, Jon Hassell, Daniel Lanois, Mark Isham, Peter Maunu, Steve Roach, Robert Rich o Michael Stearns entre otros, nombres que marcaron un devenir creativo sin igual en este tipo de música. En "So Flows the Current" quiso regresar, al menos en parte, a los tiempos en los que las grabaciones eran más humanas, sin MIDI ni secuenciador, donde los músicos y los instrumentos jugaran entre ellos en vivo en el estudio, sin dejar de lado un acabado maestro, como buen productor avanzado que siempre ha sido el propio O'Hearn: "Micrófonos y actuación en vivo, la ausencia de secuenciador y samples estuvo a la orden del día y todos lo pasamos bien". De este modo, no fue este un álbum fácil o de grabación rápida, el propio autor cuenta que tomó mucho más tiempo para realizarse que cualquier álbum anterior, lo cual daba pistas de que podía tomar una cierta importancia en su discografía, e incorporar temáticas íntimas y profundas: "Es una buena combinación de ideas y estados de ánimo, y creo que muestra madurez con respecto a mis discos anteriores. No es material moderno y vanguardista, cualquiera que esperara eso se sentiría decepcionado. Es simplemente el álbum particular que necesitaba hacerse en el momento en que se hizo". El inicio ambiental de sintetizador, misterioso, incluso hechizante, se ve acompañado de golpe por las notas de una guitarra protagonista cuya lenta melodía, muy española, retorna a las texturas enigmáticas de "Indigo", aunque con un tono más afable, cambiando la búsqueda arcana por la bonhomía de un agradable día de pesca en un lugar, como dice tan acertadamente el título, encantador para estar ("A Lovely Place to Be"). De hecho, es fácil de imaginar a O'Hearn con su familia en el fabuloso paisaje que ilustra la portada y el interior del álbum; tanto es así que dichas fotos son propias del músico y el niño que aparece en la cubierta es su propio hijo: "Es una foto de mi hijo que tomé hace varios años en una cascada cerca de nuestra casa. Ha crecido mucho desde el momento en que se tomó esta fotografía. A veces me siento junto a este arroyo para relajarme y, a menudo, me pierdo en el concepto del tiempo mientras veo pasar el agua. El título para mí es una metáfora del crecimiento y los ciclos de la vida". Más animado y de apariencia más elaborada, es el tema que da ese pensativo título, "So Flows the Current", con la dosis justa de electrónica y de cuerdas que bailan al son de un ritmo cercano a la faceta instrumental del pop convencional. No es fácil elegir entre esas caras que presenta el músico en su trayectoria, pues todas son consistentes y tremendamente placenteras. De hecho, es "The Cold Sea's Embrace" el tema más sorprendente e incluso distintivo del álbum, una profunda atmósfera con un violonchelo que atrapa por su sentimiento, aunque deja con ganas de una mayor duración. Es esa una gran característica del álbum, la explosiva combinación de acústica y electrónica (más que en otros de sus trabajos) que supone una enorme evolución y aseguran una escucha profunda y un pensamiento convencido acerca de la especial inspiración de la obra y del trabajo aportado en la grabación de la misma. Volviendo a cierto tipo de notas luminosas de teclado típicas en este autor, inquietante es la bruma que las envuelve en "Panning the Sands", que porta un aura de grandiosidad en su melodía resonante y arrebatadora, de nuevo cercana a trabajos más cercanos en el tiempo como "Indigo". En el punto medio del álbum se sitúa "Beyond this Moment", fabulosa en su aporte de cuerdas (la guitarra que mantiene el extraordinario ritmo por el que circula la pieza y un nuevo chelo lloroso) junto a la electrónica (los sutiles efectos y esa melodía de pocas notas acuosas y cautivadoras), de nuevo una pieza maravillosa de un álbum sorprendente por cómo Patrick O'Hearn renueva en el concepto de lo electroacústico la inspiración, la calidad ambiental, con toda la esencia enigmática de su música. Difícil es mantener la calidad tras media hora de excelencia como la escuchada hasta aquí. Patrick lo sigue intentando para acabar de conformar un trabajo exquisito, que continúa por caminos más cercanos a los que circulaba en los últimos años junto a Steve Roach, un sintesista que no está presente físicamente en el disco pero sí por medio de su estimulante concepto 'desértico', incluso trascendental, de la música: en "Along the Waterfront" cuerdas y teclas se entrelazan en otra ágil composición con carácter ambiental y una extraña pero atractiva carga melódica de guitarra; "Northwest Passage" es una atmósfera aventurera, con algo de intriga en su ritmo constante, una intriga que se acrecenta en la árida "Like So Much Lost Time", llegando al misterio más acechante en su sabia utilización del sonido de los teclados como una tupida red de la que sólo se pueden escapar unos pocos sonidos coherentes, si bien agonizantes; enlazada con la anterior, llega la luz en el tema final, "Traveler's Rest", con unas cuerdas metálicas cercanas al country, que desarrollan su placentera melodía junto a otras guitarras, teclados y percusiones. La naturaleza de los sonidos que te envuelven en este trabajo es verdaderamente exuberante, y los músicos implicados en el mismo son Peter Maunu (guitarra acústica, eléctrica y de cuerdas de acero), David Torn (guitarra en "So Flows the Currrent"), Robin Tolleson (percusiones, batería), Pat Johnston (violonchelo en "The Cold Sea's Embrace") y un Patrick O'Hearn que interpreta bajo acústico y eléctrico, piano, percusiones, violonchelo, flauta, sintetizador y efectos electrónicos. En alguna entrevista posterior al álbum, Patrick hablaba sobre una versión con sonido envolvente de esta obra, un proyecto que se publicó en 2006 con el título de "The So Flows Sessions", no tan orgánico y especial como el original, pero con algo de sus intenciones. 

Creador de atmósferas sublimes en varios trabajos pioneros de la new age en el sello Private Music, Patrick O'Hearn podía haber agotado su universo sonoro original como lo hicieron otros músicos de los añorados años ochenta. No fue así, de hecho en absoluto dejaba de ser interesante su evolución, pues si bien posiblemente careciera de los planteamientos ambientales oscuros y atrevidos de "Ancient Dreams" o melódicos de "River Gonna Rise", profundizaba en otros sonidos acústicos que siempre habían estado presentes en su obra (él es esencialmente un bajista que utiliza posteriormente la electrónica en su beneficio) o guardados en recónditos escondites de su mente, como una especie de introspección auditiva propia que, incrementando la interacción con cuerdas y percusiones pero a su vez optando por una entrada a ciertas ambientalidades desérticas deudoras de su encuentro con Steve Roach, originaron un álbum de tal calidad que, más de tres lustros después de su primer plástico, pocos se esperaban. A partir de "So Flows the Current", sin embargo, el autor decidió iniciar un camino más relajante, una evolución hacia el ambiente puro que, tras un álbum puente, "Beautiful World", que aún portaba algunas piezas con atmósferas oscuras y ritmos rutilantes, trabajando la parte melódica desde la opacidad que tan nubilosamente impregnaba sus discos de antaño, derivó en trabajos perfectamente disfrutables en su capacidad de abstracción como "Slow Time", "Glaciation" o "Transitions".

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27.9.20

PATRICK O'HEARN:
"Ancient Dreams"

A mediados de los años 80 del siglo XX, apareció en el panorama musical estadounidense Private Music, una nueva compañía independiente que ahondaba en las bondades de la música instrumental desde un enfoque tecnológico, con preponderancia electrónica y lanzamientos de grabaciones digitales de gama alta efectuadas en principio sólo en cinta de cromo y los novedosos discos compactos, aunque enseguida se incorporaría el eterno vinilo al conjunto. Su creador e impulsor, el ex-miembro de Tangerine Dream Peter Baumann, era una garantía de clase y experiencia que puso todo su empeño en el impulso inicial del sello. Aparte de los canales habituales de comercialización, las tiendas de discos y grandes almacenes, Private hurgó sabiamente en otros alternativos que aceptaron e incluso adoptaron como propia la filosofía de esta 'nueva era' musical: librerías (Rizzoli, entre otras), boutiques de ropa (In Gear, Arresta, Japanesque, Domus, Charivari), galerías de arte, incluso restaurantes y pizzerías, como Licorice Pizza. También se compraron espacios publicitarios en la televisión por cable y finalmente se firmó un acuerdo de distribución con RCA. Aunque la primera referencia de Private Music fuera "Etosha - Private Music in the Land of Dry Water", del teclista Sanford Ponder, fue el siguiente álbum el que acapara el recuerdo inicial del sello, el fabuloso debut en solitario del bajista Patrick O'Hearn titulado "Ancient Dreams" y publicado en 1985. 

Nacido en una familia artística (músicos, actores, artistas), la música rondó alrededor de Patrick desde la infancia, tomando sin pudor cualquier instrumento para participar en las pequeñas sesiones familiares. Lo clásico (Stravinsky, Copeland, Satie, Ravel, Debussy, Bartok...) y el jazz (Miles Davis, John Coltrane, Charlie Parker, Coleman Hawkins, Ben Webster, Duke Ellington...) fueron sus primeras influencias, que explotaron tras el contacto con el ecléctico Frank Zappa, y el pop-rock de la banda Missing Persons. El estrés de sus desavenencias internas desembocaba en una liberación interior en solitario: "regresaba a mi apartamento donde tenía un pequeño estudio, y comenzaba a improvisar y grabar ideas musicales que estaban deliberadamente muy lejos de lo que había estado haciendo antes con la banda". Como antecedente a su nuevo camino, Patrick tocó bajo, sintetizador y percusión electrónica en el disco de Dan Siegel "Another Time, Another Place", para el que escribió tres de los temas, haciéndose llamar Pat O'Hearn. Este artista comenzó a marcar tendencia en su primer trabajo en solitario, si bien no acabó de quedar totalmente satisfecho del mismo. Visto lo que logró pocos años después se entiende su postura, pero "Ancient Dreams" es un gran trabajo, que apunta claramente muchas de la líneas estilísticas del bajista y sienta las bases de su sonido propio, que tan sólo necesitará pulir y saber unir a otras tendencias (bailables en "Rivers Gonna Rise", del mundo de la world music en "Eldorado") para explotar en forma de auténtico fenómeno instrumental avanzado. Eso sí, también hay quien prefiere, por encima de sus siguientes obras, este primerizo despliegue de magia electroacústica, que como se cuenta en su libreto, "es un viaje a través de un paisaje de audio cambiante y sincero, y que toca lugares secretos". Como introducción, "At First Light" es un ambiente especial que intentando sonar misterioso se queda en exótico, en el que destaca especialmente el sonido grave del bajo. O'Hearn introduce de lleno un estilo semi-melódico que iba a resultar definitorio no sólo de la línea atmosférica del propio autor sino en cierto modo de los argumentos de la propia compañía, al menos en sus principios. Se respira la nocturnidad en oleadas de fresca pasión contenida, sustentada por las cuerdas del bajo, los imaginativos teclados y las sonoras percusiones, un entorno perfecto que queda reflejado en la bella y misteriosa portada del álbum, fotografía del maestro estadounidense Pete Turner. No tardaba en llegar el tema estrella del álbum, "Beauty in Darkness", el que Baumann recogió en su pack promocional de cuatro video-clips. "Beauty in Darkness" es una atrayente atmósfera en la que percusión y teclados ejecutan un amago de ambiente tribal, ejemplificando esos sueños antiguos de los que habla el título de la obra, y que quedan reflejados en la misma como perdidos en el éter que perdura desde antaño. La melodía, profunda, arcana, remite así mismo al principio de los tiempos y revive leyendas olvidadas. "Unusual Climate" es posiblemente la pieza más luminosa del álbum, de escucha animada y reconfortante, que guarda en sus ritmos tesoros futuros. "Life Along the River Vaal" se adentra en un ambient seminal, con inicio marcial y melodía hechizante, antes de la llegada del tema homónimo y tercera pieza para el recuerdo en el disco, un "Ancient Dreams" rítmico, animado, abierto a una nueva era que estaba llegando. El sonido es incluso alegre, cadencioso, consiguiendo plasmar una serena atemporalidad, con la marca O'Hearn a cada momento y la incorporación de la trompeta de su célebre amigo Mark Isham, que con sólo empujar un ápice logra resultados sorprendentes, que el tiempo difícilmente podrá superar. Como si se tratara de una improvisación de David Van Tieghem (futuro integrante de la nómina de Private Music, pero que no coincidió con O'Hearn), "Malevolent Landscape" es una pieza juguetona con las percusiones, que mantienen su ímpetu en toda su extensión y una conexión corporal, en lucha mística, con los teclados. El tema final, "Last Performance", es sólo un hasta pronto, un profundo vistazo a lo logrado y una mirada hacia el futuro abierto para este autor primario, imprescindible, que no estaba seguro de que a nadie le importara su nueva música: "Mis amigos músicos lo disfrutaron, pero ¿alguien más lo haría? La belleza de esos días era que no podía importarme menos. ¡Me encantó y eso era todo lo que importaba!". Su falta de pretensiones se volcó a favor de esa música extraña, que se benefició también de la novedad tecnológica que preconizaba Private Music. A partir de ideas básicas, sin excesivos cambios de ritmo y melodía, O'Hearn construyó un mundo nuevo y perfectamente identificativo, conduciendo el concepto del Group 87 hacia una semioscuridad en solitario muy sugerente, yendo mucho más allá de hecho, y logrando sonoridades recónditas e insondables que hacen de "Ancient Dreams" todo un clásico de parada obligatoria para músicos electrónicos actuales. 

Ritual más que dramático, conectado con la tierra y su magia ancestral más que con la apertura espacial, la nueva era acogió este trabajo (había que etiquetarlo de alguna manera) y su enfoque tecnológico hacia el CD le aupó a una primera línea de actualidad, con Private Music y Peter Baumann haciendo sus deberes publicitarios. Es increíble la gama de percusiones utilizadas, acústicas y electrónicas (Alex Acuña, Ron MacLeod y Brian MacLeod ayudan a Patrick en este apartado), y la trompeta de Mark Isham es la única ayuda que requieren los sintetizadores de O'Hearn, que compone los siete temas de un álbum que supone un gran trabajo en el estudio, que contó con la producción de Peter Baumann. No se puede hablar de "Ancient Dreams" sin mencionar "Between Two Worlds", segundo álbum de O'Hearn en Private, nueva producción de Baumann con similares argumentos a los del debut, aunque algo menos explosivo en sus ambientes, que se suavizan y pierden el factor sorpresa, si bien muchos de ellos, como "Rain Maker", "Fire Ritual", "Forever the Optimist" o "Between Two Worlds", mantienen la fortuna y la emoción del encuentro con nuevos mundos musicales, esos entre los que se encuentra ese trabajo, y hacia los que se expande siempre la música de Patrick O'Hearn.

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3.11.17

GROUP 87:
"Group 87"

En sus comienzos, Private Music se nutrió de artistas que acabaron experimentando profundos cambios en unas carreras musicales que se habían desarrollado por géneros populares como el rock, el pop o el jazz. Patrick O'Hearn, Jerry Goodman o Eddie Jobson adoptaron ideas cercanas a la new age y las dotaron de un influjo electrónico que ya poseían Yanni, Suzanne Ciani o Sanford Ponder. La banda que el propio O'Hearn formó en 1980, años antes de la creación de Private, es digna de mención en este contexto, convirtiéndose de hecho en un referente en cuanto al rock instrumental o progresivo avanzado, un conjunto adelantado a su tiempo que vino a llamarse Group 87. Ahí, O'Hearn se unió a sus notables amigos Peter Maunu (futuro fichaje de Narada) y al ínclito Mark Isham (posteriormente en la nómina de Windham Hill y exitoso compositor de bandas sonoras). El sonido de Windham Hill, Narada y Private Music, unido en una banda mítica, una terna explosiva que proporcionó dos álbumes sublimes, "Group 87" (publicado por Columbia en 1980) y "A Career in Data Processing" (Capitol Records, 1984). A pesar del cierto olvido en el que el paso del tiempo ha hecho caer a estas dos pequeñas joyas, sus creadores no pueden renegar de la calidad de las mismas, una fusión instrumental de difícil ubicación estilística que oscila entre el mencionado rock progresivo, el jazz e incluso el techno.

"Group 87" fue sin lugar a dudas un lanzamiento novedoso, sorpresivo, que no todo el mundo supo ver, escuchar o apreciar. Tres carreras de formidable ímpetu (tres colegas en California, de hecho) se unieron, y fusionaron de este modo formas del rock, del jazz, aprendizajes clásicos, y un tremendo desparpajo. Mark Isham (con experiencia como músico de sesión -Van Morrison, The Beach Boys, Pink Floyd...- y en el jazz con Art Lande y otros en el grupo Rubisa Patrol) toca la trompeta, metales en general y sintetizador, Peter Maunu (violinista de conservatorio y también músico de sesión con grandes nombres como Jean-Luc Ponty) las guitarras, y Patrick O'Hearn (cuya principal experiencia era de dos años y medio en el grupo de Frank Zappa) los bajos acústico y eléctrico, contando además con la ayuda de otros dos miembros del grupo de Zappa, Peter Wolf al piano y Terry Bozzio en la batería, si bien ambos no pudieron o quisieron aceptar una mayor involucración. Ed E. Thacker, productor de lujo de Stanley Clarke, Supertramp, George Harrison o Jeff Beck, también tuvo parte de importancia en el sonido del grupo en su labor de producción, un sonido que aparte de los estilos antes mencionados, con poco o nada de improvisación, contenía un componente electrónico muy adictivo en una onda techno y, dada su total instrumentalidad, con un cierto carácter de la muy en boga new age. El batería de Blood, Sweat & Tears, Bobby Colomby, fue el que primero creyó en ellos y les consiguió el contrato con Columbia, que finalmente publicó su primer plástico en 1980, llamado sencillamente "Group 87": "Future on the City" es un comienzo que parece marcar otro camino, mas calmado y ambiental (ahí aparece ya la habitual trompeta de Mark Isham) que lo que vendrá luego, en un deslumbrante cambio de ritmo hacia un sofisticado techno-pop que conduce al final temprano de la pieza. Enseguida llega "Magnificent Clockworks", el tema estrella de energía contagiosa, el autentico sonido que estos tres artistas podían crear juntos, un corte enérgico y pegadizo, donde se puede disfrutar plenamente de la instrumentación y la conjunción del Group 87. Más adelante, "Moving Sidewaulks" volverá a ser un tema activo, pegadizo, de desarrollo aguerrido y emocionante, otra gran composición del disco. "Frontiers: 1856" es una pequeña nana dulzona, donde el bajo y serenos acordes de guitarra se ofrecen suavemente, contenidos, como no queriendo destacar más de lo normal, como no destacan especialmente "The Bedouin" (la pieza mas dulcificada, algo plana en realidad) o "While the City Sleeps" (que posee un componente jazz otorgado por la trompeta, pero dentro de una línea ambiental muy sencilla y muy corta). Mientras tanto, cambiando de registro, "Sublime Feline" tiene un delicioso gusto a sintonías televisivas ochenteras, y "Hall of Glass" presenta una animada guitarra sobre fondo de teclado. Para acabar, otro tema interesante, "One Night Away from Day", con clímax final de guitarra eléctrica. Decía la nota de prensa: "Composiciones brillantes, altísimas, energía implacable, musicalidad exquisita y ejecución perfecta se combinan en una experiencia tan refrescante y libre de clichés, pero tan emocionalmente accesible, que el álbum parece haberse creado entero". A la hora del éxito de este sonido, Maunu insistía en la idea de grupo, de trío bien avenido, de ausencia de egos. La variedad de instrumentos acústicos y electrónicos, así como su sonrisa jazzy, les desmarcaban de una onda totalmente electrónica, y les otorgaban un carácter más variado y abierto que otras bandas de fusión y de jazz que triunfaban en la época, un sonido de principios de los 80 pero avanzado hacia corrientes noventeras, si bien sorprende su escasa trascendencia, teniendo en cuenta además el gran futuro de los nombres implicados en el proyecto. Esta banda, en cuanto a su avanzado estilo, puede considerarse anticipada a su tiempo, pero la ausencia de voces y de promoción la condenó a un cierto ostracismo. Con los años se puede apreciar mejor su importancia, su carácter imperecedero de alto disfrute, y la edición en CD de One Way Records en el año 2000 intentó acercar de nuevo al Group 87 a una nueva generación, en otro formato y con otra calidad de sonido. La acogida siguió siendo discreta, pero el álbum tuvo por fin la esperada edición en CD, como años antes la había tenido el segundo álbum del conjunto.

Brian Eno, Tangerine Dream, Klaus Schulze o incluso Kraftwerk fueron objeto de escucha por parte de los miembros del trío durante la segunda mitad de los 70, a la par que Miles Davis o Weather Report. De hecho son esta banda de jazz fusión y el propio Eno las principales influencias reconocidas en el sonido de Group 87. Pero si sorprendente y sofisticada resulta la música de la banda, el nombre del conjunto fue también objeto de curiosidad en la época del lanzamiento, siete años anterior al año 1987 al que parecía hacer mención. Isham comentaba tiempo después que su primera intención fue llamarse Metrópolis, si bien no pudieron conseguir los derechos; el propio trompetista, en sus intereses literarios, se topó con un grupo de escritores alemanes y austriacos posteriores a la Segunda Guerra Mundial que, unidos para luchar contra la censura, se hacían llamar Gruppe 47 (Group 47), así que Isham y sus amigos decidieron hacer suyas esas intenciones cambiando el año por otro más cercano aunque futuro. Más cerca ya de esa fecha, la situación habría cambiado bastante en esos cuatro años que pasaron hasta la publicación del siguiente trabajo de Group 87, tanto que Patrick O'Hearn apenas colaboraría en el mismo en uno de los temas, dejando oficialmente la banda en manos del dúo formado por Isham y Maunu, que elaboraron otro plástico emocionante titulado "A career in Data Processing".

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10.5.13

VARIOS ARTISTAS:
"Diálogos con la música"

Como La 2 de Televisión Española, en la radio estatal también hay emisoras para minorías, que intentan difundir aspectos culturales de calidad que se intentan apartar de la comercialidad más banal. Una de las más activas e interesantes, Radio 3, nació como emisora en 1981, y dió lugar a una vasta e importante programación musical alternativa entre la que despuntarían notablemente profesionales como Antonio Fernández (Área Reservada), Diego A. Manrique (El Ambigú), Carlos Galilea (Cuando los elefantes sueñan con la música), Tomás Fernandez Flores (Siglo 21) o José Miguel López (Discópolis), recalando de esta manera en su dial desde el jazz y la world music hasta el indie, el flamenco o la música electrónica. Eso sí, en la memoria colectiva de las Nuevas Músicas en España hay por encima de todos un nombre casi legendario proveniente de Radio 3, un programa que fue más allá de las buenas intenciones y durante varias décadas amenizó las sobremesas de miles de 'buscadores de belleza', un territorio abrupto y variado de nombre 'Diálogos 3', cuyo gerifalte -secundado por la dulzura de Lara López- es una de las personalidades más histriónicas del periodismo musical y deportivo español, uno de esos personajes que no deja indiferente a nadie, el donostiarra Ramón Trecet.
 
Gracias a su privilegiada posición, Trecet logró hacer llegar a nuestros hogares un sinfín de músicas dispersas por el mundo, que en aquella época dificilmente gozaban de distribución y promoción, alcanzando así un gran poder mediático, un acercamiento a la categoría de mito y una serie de agradecimientos en muchos discos de artistas importantes por su papel de intermediario, más que descubridor, entre nuevas identidades musicales y toda una audiencia entregada. Ramón luchó desde las ondas contra el marchamo negativo que conllevan desde siempre ciertos tipos de música que, en su belleza y sinceridad, admiten también desgraciadamente a mucho compositor mediocre y más de un aprovechado. Ninguno de esos tienen cabida en esta compilación doble que se escondía tras una presentación de lujo, con una portada blanca con efectos brillantes en la que venía troquelada la palabra DIALOGOS. El diseño gráfico corría a cargo de Coro Acarreta, dirigente de Resistencia y a la sazón esposa de Ramón. "Diálogos con la música" (que era el apelativo original de 'Diálogos 3') fue editado en 1994 por BMG Ariola, compañía propietaria del catálogo de RCA (que aportaba 6 composiciones) y distribuidora en España de Windham Hill (parte importante de la recopilación con 10 composiciones) y Survival (1 tema). Otra importante compañía estadounidense, Private Music, cedía 2 canciones, y otras 2 el sello español de Juan Alberto Arteche, Música Sin Fin. El resultado es francamente maravilloso, y venía comentado así por el propio Ramón: "El disco que tienes en tus manos es consecuencia de una idea de BMG y viene a ser una pequeña celebración de los diez años de NUEVAS MUSICAS en Diálogos-3. Diez años... me ha sorprendido lo rápido que ha pasado el tiempo y la cantidad de buena música que hemos oído juntos. Aquí tienes desde la sintonía del programa, pasando por el shock discográfico de mi conversión al minimalismo, a la canción más pedida por la audiencia en estos años (Brian Boru). Faltan cosas que esperamos incluir en el siguiente". Efectivamente, el álbum no podía comenzar más que con "Harry's game", grandiosa canción de Clannad que Trecet consideró sintonía ideal del programa hasta que escuchó "A child" de Paul Mounsey, pero otras gemas vocales aquí contenidas comprenden a los escoceses Capercaillie ("Outlaws") o al monumental conjunto 'a capela' The King's Singers (sublime su versión de una de las grandes canciones de todos los tiempos, "Good vibrations" de los Beach Boys). No esconde el periodista sus debilidades, con calificativos como 'el mejor grupo del mundo' (Nightnoise, representado por "Hourglass" y "Wiggy wiggy"), 'el mejor clarinetista del mundo' (Richard Stoltzman, que aporta "Blackbird / Bye bye blackbird"), 'el imperial' (Michael Manring, del que suena una composición única y auténtica, "Wide asleep") o 'el pilar fundamental de los estilos surgidos en los 80' (Will Ackerman, con "Synopsis II"). Cualquier nombre implicado parece imprescindible, ¿cómo no mencionar a Mark Isham, Puck Fair, Patrick O'Hearn, Ray Lynch, Suzanne Ciani, Yanni, Steve Erquiaga o al noruego Oystein Sevag, sobre cuyo "Crystal palace" afirma Trecet que se siente como un niño de ocho años esperando el día de Reyes cada vez que lo escucha? Dos músicos españoles aportan su granito de arena, Javier Paxariño con "Pangea" y Alberto Iglesias con la abrumadora "Cautiva", pero había que dejar para el final la única composición tradicional de las 21 que componen el doble CD: "Brian Boru's March", en la interpretación del flautista irlandés James Galway, despierta la eterna paradoja sobre las Nuevas-Viejas Músicas, que intenta aclarar el locutor easonense: "La razón de usar el prefijo Nuevo en estas músicas responde, más que a su novedad real, a la actitud desarrollada por los oyentes ante su escucha". Soberana composición, majestuosa interpretación, la marcha de este rey irlandés fue un puntal del programa, hasta tal punto de que Ramón Trecet escribió sobre ella: "Por favor, que la toquen cuando me muera".
 
Subjetivamente, se podrá coincidir en mayor o menor medida con el gusto del locutor de San Sebastián, pero de manera objetiva se podría decir que nadie mejor que él para presentar una colección de temas gloriosos, aunque tuviera que constreñirse al catálogo de BMG y las cesiones que dicha compañía consiguiera. Merced a la distribución del sello Windham Hill, las cortesías de Private Music, y algún que otro detalle muy fructífero, este doble CD logró en gran parte sus intenciones y las de su compilador, "llamar la atención del resto de la industria sobre algo completamente ignorado hasta no hace mucho tiempo". Desde luego, sería lamentable que canciones emblemáticas como las que aquí se agrupan se perdieran en la inmensidad de la industria discográfica. El lógico éxito (aunque no llegó a entrar en puestos de ventas importantes) provocó la aparición, tres años después, del segundo volumen, subtitulado 'El fin de la nueva era' porque, para Ramón Trecet, las cosas empiezan y se acaban, y ese era el fin de una etapa de las Nuevas Músicas. No faltaban en él otros grandiosos clásicos como "On the future of aviation" (la mágica composición de Jerry Goodman), "Aerial boundaries" (no hace falta presentar este inmortal tema de Michael Hedges), "The velocity of love" (una de las mejores composiciones de Suzanne Ciani) o "For free" (Richard Stoltzman homenajeando a Joni Mitchell), además de otras pequeñas joyas de Shadowfax, Ray Lynch, Mark Isham, Yanni, Will Ackerman o el inefable George Winston, entre otros. Primer y segundo volumen conforman una pequeña biblia de las Nuevas Músicas, un innegable oasis de calidad que Ramón Trecet no sólo se encargó de recopilar, sino de dejarse el alma en cada elección, con su más conocida sentencia por bandera: "Hasta entonces, busca la belleza. Es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo".
 











8.11.11

PATRICK O'HEARN:
"Indigo"

Desde sus comienzos en Private Music, el músico angelino Patrick O'Hearn mostró una especial fascinación por las culturas más antiguas y reminiscencias mitológicas, esos pueblos misteriosos, incluso olvidados que, por ejemplo, constituyeron la inspiración principal de discos como "Ancient Dreams" o "Eldorado". Partiendo de este último, las selvas centroamericanas que albergan viejos enigmas de la humanidad parecen formar parte del gérmen de "Indigo", ciertamente hermosa denominación del color añil, el mismo que domina la portada de este trabajo publicado por Private Music en 1991, definitivamente el último álbum original de nuestro protagonista en aquella compañía. Dicha portada, diseñada por Norman Moore con ciertas semejanzas a tenebrosos grabados de Goya, anticipa el misterio que domina un álbum brumoso, donde texturas y melodías conviven en fascinante armonía. En compensación, una virgen con niño, 'La madonna della sedia' de Raphael, se muestra en la contraportada, acabando de confirmar que "Indigo" es una amalgama de influencias en la mente de O'Hearn. Por ejemplo, sobre su traslado de residencia desde Los Angeles a Houston, O'Hearn comentaba en alguna entrevista que algunas ruinas (en concreto las de un molino) de la guerra civil americana situadas en un enorme parque cercano a su casa también habían sido importantes en la concepción del disco, al tratarse de un lugar de retiro y tranquilidad para nuestro músico ("tal vez parte de la historia dolorosa de la zona influyó en la realización de Indigo").

La evolución de O'Hearn implica que esta es la música que realmente él deseaba siempre hacer: "Ancient Dreams" fue como un despertar a otro tipo de conciencia musical en la mente del músico, su concepción privada de la música instrumental fue abriéndose a nuevos públicos desde "Between Two Worlds", más suave en sus ritmos aunque igual de profundo, y es a partir de aquí cuando se conjugan emoción y maestría en trabajos sublimes como "Rivers Gonna Rise" y "Eldorado". Desde el propio diseño se puede percibir que "Indigo" es un nuevo paso adelante, un juego de luces y sombras donde estas últimas ganan terreno en ambientes algo más oscuros cargados de magia ancestral. El poderoso recibimiento, una pieza atmosférica, magistral, cargada de estímulos e inequívocas señales sensitivas, de título "Devils Lake", constituye la demostración de que viejos espíritus se habían adueñado de la inspiración de O'Hearn, tal vez esos sanguinarios dioses prehispánicos a los que parece ir dirigido ese ceremonioso cuadro sonoro llamado "Sacrifice" y que en "Coba" (espectacular yacimiento maya situado en el sureste de Mexico) encuentran la mejor de las melodías del trabajo, una redonda demostración de clase que caló muy hondo en la época. De nuevo Mark Isham contribuye a crear una atmósfera de otro plano temporal con la trompa -o cuerno francés- en la etérea "Upon the Wings of Night", si bien desgraciadamente se trata de la única colaboración de Isham en el álbum, y de hecho del último apoyo del trompetista en los discos de un O'Hearn que en "Indigo" cuenta con la colaboración de Warren Cuccurullo en las guitarras. Más delicados, incluso luminosos, son los siguientes cortes, entre los que destaca poderosamente el suave hipnotismo de "The Ringmasters Dream", donde la percusión juega un importante papel sobre los teclados, las guitarras texturadas y el sempiterno bajo, en un juego tan atractivo como aquel que practicaban los antiguos mayas, en los que los guerreros tenían que introducir la pelota por un anillo de piedra. Un tema que podía haberse extendido en su duración, y que deja paso a la última composición del álbum, una "España" (así, con 'ñ') atmosférica de innegable sutileza. Las percusiones acústicas tan animadas de "Eldorado" tornan en más electrónicas, en combinación con las guitarras texturadas, conformando ambientes tan estimulantes como para que el oyente entre a formar parte del propio disco viviendo momentos tan mágicos, incluso tenebrosos, como "Devils Lake", "Coba", "The Ringmasters Dream" o "Upon the Wings of Night", ecos de esos tiempos remotos que tanto intrigan a músicos electrónicos como Steve Roach o el propio O'Hearn. De hecho, preguntado por nombres de músicos ambientales admirados, Patrick hablaba sin pudor del propio Roach, así como de Brian Eno, Jon Hassell, Daniel Lanois, Mark Isham, David Torn, Peter Maunu, Robert Rich, Vidna Obmana, Jeff Pearce y Michael Stearns, sin olvidarse de la riqueza de la música experimental que floreció en Alemania en los años 70 y principios de los 80, decía.

Decir O'Hearn es hablar de cuidados fondos de bajo y guitarras, teclados profundos y ritmos asombrosos, así como ambientalidades palpables, como las sensaciones que desprenden composiciones como "Devils Lake", en la que se puede captar la vida animal, la niebla, la caída de la noche e incluso una presencia extraña. Aprovechando el tirón del que aún gozaba el artista, en 1992 Private Music lanzó un eficaz recopilatorio titulado "The Private Music of Patrick O'Hearn", muy completo salvo por el olvido de "Coba" o "Amazon Waltz". Como los catálogos de Windham Hill y Private Music fueron en esta época adquiridos por BMG, el sello californiano publicó en 1997, "Patrick O'Hearn: A Windham Hill Retrospective", otra compilación del músico, curiosamente bastante distinta en su selección de las canciones a la citada anteriormente (coincidían tan sólo en un tema) y posiblemente algo inferior en la calidad de las mismas (no incluía algunas de sus composiciones más emblemáticas, como "Homeward Bound", "April's Fool" o la mencionada "Amazon Waltz", olvidada también en el anterior). "Indigo", así como "Ancient Dreams", fue relanzado por One Way Records en 2001, nueva oportunidad de conseguir un trabajo excitante y sorprendente que se promocionó con la frase 'en la tradición antigua de los sueños'.

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28.3.09

PATRICK O'HEARN:
"Eldorado"

Además de ser un consumado intérprete, crecido en el mundo del jazz (sus padres también eran músicos y le inculcaron el amor por el jazz y la música clásica principalmente), rock (en la banda de Frank Zappa) y pop (en grupos como Missing Persons o Group 87 -este último de fabulosa inventiva que fusionaba varios estilos-), la parafernalia electrónica que Patrick O'Hearn tuvo que instalar en el dormitorio de su propia casa de Los Angeles para poder grabar sus avanzados trabajos digitales para Private Music, le convirtieron poco a poco en un autodidacta ingeniero de sonido y experimentado productor y mezclador. Un año después de deslumbrar con su tercer disco en solitario, "Rivers Gonna Rise", continuó su evolución con paso firme, en esta ocasión abriendo un pequeño hueco en su nuevo trabajo al mundo de la 'world music'. El logro definitivo para dar el salto a la excelencia fue encontrar melodías de calidad para los ambientes desplegados, ya que lo impresionante del característico sonido de este bajista recae en esa eficaz conjunción de elementos, que provoca que cada disco de Patrick O'Hearn merezca perderse en su sencilla complejidad. En concreto su nuevo trabajo, publicado por Private Music en agosto de 1989, iba a estar inspirado en el mito de El Dorado, la ciudad de oro que los conquistadores españoles buscaron fatigosamente en sudamérica.

El mito de Eldorado sirve como excusa a O'Hearn para acercarse a otras culturas antiguas, si bien no era la primera ni última vez que estas reminiscencias inspiraban a nuestro músico, aunque "Eldorado" iba a ser por lo general un disco más luminoso que otros ejemplos como "Ancient Dreams" o "Indigo", primera y última referencias, respectivamente, de O'Hearn para Private Music. En "Eldorado" la ambientación sudamericana provoca que los fondos, esas poderosas atmósferas que tan bien cuida O'Hearn, sean más alegres y coloridos, lo que queda evidente también en la propia portada, estupenda obra de Nancy Nimoy. Un detalle posiblemente fuera de lugar en la temática general que transmite el título viene dado por otra intensa contribución, ésta de raíz persa, en dos de los temas (el hermoso y penetrante violín de "Black Delilah" y un asomo más profundo a la música árabe en "Hear our Prayer"), si bien el contenido no sólo no se ve damnificado sino que, por el contrario, gana en profundidad y calidad, en especial por la belleza del primero de los cortes mencionados, esa ondulante pieza titulada "Black Delilah", de cuidadísima instrumentación y hermoso acabado, que fue parte importante del trabajo, contando incluso con un maxi en vinilo y CD que incluían varios remixes del tema principal y algún tema nuevo como "Journey to Yoroba" o "Zanzabarbara". Emulando el comienzo animado de "Rivers Gonna Rise" (aquel inolvidable "Homeward Bound"), este trabajo se abre con "Amazon Waltz", una gran canción de ritmo frenético y melodía pegadiza con papel destacado de la guitarra, poseída además por el espíritu del Amazonas en sus gritos, sonidos selváticos e inmensa percusión. Con otras estimulantes composiciones en una línea animada con el sello O'Hearn ("Nepalese Tango", "Chattahoochee Field Day" -un paseo cabalgante por el cauce del río estadounidense-) o más esotéricos ("Delicate" -de aspecto mágico, con voces sugerentes-, "Eldorado" -envolvente, profunda y misteriosa, con el magistral y en cierto modo extraño aporte de la trompeta de Mark Isham-), y dejando aparte ese tema vocal iraní tan extraño en O'Hearn y en un disco de presunta temática sudamericana ("Hear our Prayer"), son otras tres las perlas de "Eldorado": la mencionada "Black Delilah" -con el inmenso y penetrante violín sobre una textura excepcional-, "The Illusionist" -que, como gran parte del álbum se alimenta de la sensual tribalidad de sus ritmos, amén de la gozosa melodía desplegada-, y "One Eyed Jacks" -con un original diálogo entre teclados y un fenomenal bajo-, si bien hay que destacar de nuevo la homogeneidad y la producción del trabajo, a cargo del propio Patrick O'Hearn, que ofrece la que es posiblemente su obra más mundana.

Como músicos adicionales a los sintetizadores, bajo y percusiones acústicas y electrónicas de O'Hearn, repiten Peter Maunu a la guitarra y Mark Isham en la trompeta y saxo, ambos grandes amigos del bajista y miembros del Group 87, pero no están en esta ocasión sus otros colegas de Missing Persons, Warren Cuccurullo y Terry Bozzio, ocupándose de la percusión acústica -como ya hizo cuatro años atrás en "Ancient Dreams- el gran Alex Acuña (es imposible nombrar la cantidad de grandes estrellas de la música para las que ha tocado Alex, desde Pérez Prado a U2 pasando por Elvis Presley, Whitney Houston, Al Jarreau, Chick Corea, Celia Cruz, Carlos Santana o formando parte del grupo Weather Report). Se añaden además nuevos registros, como el comentado violín del iraní Farid Farjad y las voces de la también iraní Shahla Sarshar y de Ina Wolf (esposa del productor Peter Wolf, que coincidió con O'Hearn en su paso como teclista por la banda de Frank Zappa, y en la mencionada banda Group 87). El resultado es otra obra vitalista e indispensable en la discografía de un músico serio, elegante y original, cuyo desconocimiento sería un auténtico pecado. Por contra, su siguiente referencia para Private Music no iba a ser un disco realmente suyo sino un experimento con su música titulado "Mix-Up", en el que reputados DJ's remezclaron sus canciones más importantes con vistas al mercado de clubes y discotecas (realmente, una creación del departamento de A&R -supervisión del desarrollo artístico- de Private, pues requerían un nuevo trabajo que O'Hearn, extenuado con sus proyectos para televisión, no podía ofrecer); el resultado pasa de interesante a deprimente, llegando a declarar nuestro músico que algunas de las cosas contenidas le hacían temblar.

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11.5.07

PATRICK O'HEARN:
"Trust"

Después de sus grandes éxitos en Private Music, Patrick O'Hearn decidió salir de dicha compañía neoyorquina cuando consiguió montar un estudio con garantías y su propia compañía, Deep Cave Records. El motivo principal de la salida de Private fue la norma contractual por la que se cobraban los gastos de la grabación digital de cada disco como un avance de los beneficios futuros del mismo, lo que generaba retrasos y una cierta intranquilidad sobre las posibles ventas y expectativas. Además, el ambiente había cambiado, Peter Baumann vendió la compañía a BMG, y ya no existía ese trato humano con artistas como él o como Suzanne Ciani -otra que abandonó la compañía y fundó su propio sello, Seventh Wave-, que fueron los grandes valedores, junto a Yanni, de los comienzos de Private Music. O'Hearn se había forjado un nombre y una cierta fama que le permitía intentar la aventura de su propia compañía, y para inaugurarla se propuso dar el todo por el todo, dejando sentadas las bases del sonido que le iba a acompañar en los siguientes años, algo más oscuro dentro de la ambientalidad que siempre le había acompañado ("Indigo", su último disco con Private Music, había marcado el camino), y huyendo en lo posible de aquel pop instrumental con melodía que le había reportado tantos éxitos en los años anteriores (con "Rivers Gonna Rise" como su mayor logro). Eso no quiere decir que las características principales del 'sonido O´Hearn' fueran a desaparecer sino que el artista (que no sólo cambiaba de discográfica sino de nuevo de localidad, buscando cada vez más la huida de las grandes urbes y situándose esta vez en Bat Cave, Carolina del Norte), había culminado un difícil proceso de maduración, culminado en 1995 con el imponente "Trust".

Una primera escucha de "Trust" podría acomodar en el oyente menos informado ideas erróneas al respecto de su autor. Nacido como músico en la costa oeste de los Estados Unidos, encontró allí amistades importantes en su futura carrera, como las de Mark Isham, Terry Bozzio y Peter Maunu (estos dos últimos colaboran en "Trust", cada uno en un tema). En esta época, O'Hearn era un reputado bajista que encandilaba en la banda de Frank Zappa. La reconversión del bajista de rock al teclista de las grabaciones e instrumentaciones modernas y tecnificadas fue gradual, aunque el nombre al que hemos de agradecer mucho es al de Peter Baumann, ex-miembro de Tangerine Dream y creador del sello Private Music, donde Patrick consiguió sus éxitos New Age. Dicha tecnología y base musical contrasta con la idea seminal del disco, la que se puede desprender al contemplar la espléndida portada (que de hecho consiguió ese año el premio NAIRD al mejor diseño), una mano siluetada por un antepasado del hombre en una cueva prehistórica, sobre la cual se especifica en el libreto: "La fotografía de la mano fue realizada en 1991 en el descubrimiento ahora conocido como la cueva de Cosquer, en Francia. Como la cueva Lascaux, Cosquer es un depósito prehistórico del arte humano más antiguo, datado en el 12.000 a.C.". La utilización de música avanzada al respecto de elementos antiquísimos, algo primordial en la mentalidad de O'Hearn por lo demostrado en varios de sus álbumes, no provoca confusión ni perplejidad a pesar de no ir acompañada de ningún elemento vocal o ancestral, realmente concuerda y parece representar un viaje iniciático al interior de cada uno, las composiciones están cargadas positivamente, su efecto es enérgico y revitalizante. Grandísimos fondos y efectos de sonido (programaciones, percusiones electrónicas, bajo -se evidencian sus comienzos y su dominio de este instrumento- y guitarra texturizada corren a cargo de O'Hearn) complementan inquietas melodías entrelazadas en forma de 'rave' ambiental ("Liberty", "Synergy"), enormes paisajes sonoros que bien podrían adornar imágenes ("Two Continents", "3 Circles") o bien ambientalidades más sencillas y personales para admirar a la orilla del mar o en el silencio de nuestro rincón favorito ("Equinox", "Trust"). El alquimista del sonido que nos encontrábamos en "Indigo", intenta beber de fuentes primigenias como su admirado Steve Roach y, fundiendo el antes y el después, ofrece una obra pulcra y admirable, cuya primera parte es sencillamente magistral, una liturgia de ritmo y ambiente en la que se pueden disfrutar algunos de sus mayores logros (no en vano habían pasado cuatro largos años desde la publicación de "Indigo"), donde se pueden destacar el inmenso y completísimo comienzo de título "Liberty" (que podría haber formado parte de cualquiera de las grandes obras de O'Hearn, especialmente entre las atmósferas de "Indigo"), la envolvente "Two Continents" y sobre todo la fenomenal "Synergy", que parece querer representar una continuación de aquel viejo éxito recordado por todos (y si no, Canal+ nos lo hacía recordar en la cabecera de cada partido de liga) titulado "April Fool".

El comienzo de Deep Cave Records no podía ser mejor, un disco especial, inquietante, de una calidad indudable, que estuvo nominado al premio Grammy de ese año en la categoría New Age (lo cual tampoco es decir mucho, aunque representa un cierto mérito para una compañía nueva, sin respaldo de multinacionales) y consiguió dos premios Indie NAIRD. Sin embargo, "Trust" contó con un hándicap en su disponibilidad al público, dado el cierre del negocio del distribuidor. De hecho, tras otro poético trabajo de título "Metaphor", y en el momento de mayor declive de la industria de la música instrumental, Deep Cave desapareció, si bien O'Hearn continuó publicando su propia música bajo su antigua referencia de Gypsy Joker Music. Finalmente, este álbum y el segundo de Deep Cave Records, se pueden adquirir directamente en la web de Patrick O'Hearn, como los siguientes del bajista. Y como la traducción de "Trust" sería 'confianza' -que seguramente estaría indicada respecto a él mismo, por la situación a la que se enfrentaba con la distribución de su música-, qué mejor que acabar expresando una gran confianza en que este magistral artista, que actualmente vive con su familia en una pequeña granja cerca de Nashville, Tennessee, consiga resurgir para la New Age y llegar a niveles parejos a los de "Trust".

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28.7.06

PATRICK O'HEARN:
"Rivers Gonna Rise"

mediados de los 80 un treintañero Patrick O'Hearn (Los Angeles, 1954) tenía ya una interesante trayectoria en el mundo de la música. Había tocado el bajo dos años y medio para el gran Frank Zappa y posteriormente en dos grupos, Group 87 (donde coincidió con el trompetista Mark Isham y el guitarrista Peter Maunu) y el más conocido, Missing Persons (junto al batería Terry Bozzio y el guitarrista Warren Cuccurullo, aunque su techno-pop de plástico estaba basado especialmente en la imagen de la vocalista y esposa de Terry, Dale Bozzio). También había destacado como músico de sesión, especialmente en el mundo del jazz, antes de comenzar una interesante carrera en solitario en el sello de Peter Baumann, Private Music, donde echó mano no sólo de su feroz inventiva sino de esos amigos que iba dejando atrás. Ahí demostró ser un maestro creando atmósferas y utilizando los ritmos, centrándose en la composición y los arreglos más que en la improvisación jazzística en la que había crecido. Baumann y O’Hearn se conocieron en 1984, cuando este último aún militaba en Missing Persons y cuando el ex-Tangerine Dream ya estaba masticando su visión de un sello de música instrumental de calidad para adultos exigentes, lo que enseguida se convertiría en Private Music. Ambos congeniaron y O’Hearn envió al productor alemán unas maquetas que, a pesar de ciertas dudas iniciales del bajista, acabaron convirtiéndose en "Ancient Dreams", su debut en Private Music y segunda referencia del sello. "Con Zappa toqué el bajo, pero Frank me permitió pasar las tardes en su casa, donde tenía un arsenal de sintetizadores. Tengo que reconocerlo: fue gracias a su laboratorio secreto que me adentré en la música electrónica". Eso y una cierta admiración por Brian Eno, acabaron de originar el giro estilístico definitivo del artista. En busca de la alquimia perfecta con la que lograr un sonido misterioso de ambientes oscuros y ritmos animados, a este prometedor inicio (incluso Zappa le dio su visto bueno) le siguió el completo "Between Two Worlds" (álbum nominado al Grammy), pero O'Hearn siguió investigando infatigable hasta llegar a la magia definitiva, la que nos encontrábamos en este trabajo publicado por Private Music en 1988, "Rivers Gonna Rise".

"Cuando grabé 'Ancient Dreams', no estaba seguro de que a alguien le interesara. Mis amigos músicos lo disfrutaron, pero ¿alguien más? Era tal la belleza de aquellos días, que nada me podría haber importado menos, aunque fue muy bien recibido por los fans y la industria por igual". O’Hearn vivía en Los Angeles pero trabajaba para una compañía con sede en Nueva York. Tras el inesperado éxito de una música nueva, estimulante, afianzado por el hecho de las nuevas tecnologías de grabación digital (eran los inicios comerciales del Compact Disc), su casa se convirtió en un estudio de grabación, para lo cual incluso tuvo que realizar cambios estructurales en la misma. En el universo de Patrick O'Hearn la atmósfera estaba dominada por las percusiones -electrónicas y acústicas-, los teclados y por un inmenso bajo -todos ellos interpretados por él mismo, aunque éste último sea su instrumento básico, con el que mejor expresa sus emociones-, con la ayuda de sus amigos de Group 87 y Missing Persons: la trompeta de Mark Isham, las guitarras de Peter Maunu y Warren Cuccurullo, y las percusiones adicionales de Terry Bozzio y John Valen, bajo la producción del propio O'Hearn. En estas condiciones, con la experiencia de muchos años, la confianza de una compañía de discos joven y en alza, y la ayuda de estos extraordinarios músicos, sólo se podía cocer una obra maestra, y "Rivers Gonna Rise" lo fue, por su frescura, su iluminación y su homogeneidad, además de una chispa de creatividad por la cual O'Hearn pasó de ser un buen músico a un artista primordial durante bastante años. El disco comienza con uno de los clásicos de las Nuevas Músicas, un pequeño y bailable hit titulado "Homeward Bound", pleno de gracilidad y ritmo contagioso cercano a tendencias más comerciales, un título que no pasa nunca de moda. Pero es esa una característica básica en esta época de O'Hearn, sus melodías ambientales eludían la oscuridad anterior para buscar -y de hecho encontrar- la complicidad del oyente, logrando auténticos éxitos como la mencionada "Homeward Bound" o una monumental "April Fool", otra de esas manidas sintonías televisivas (en España fue utilizada en un conocido espacio deportivo de Canal+), prodigio de imaginación, una chispa burlona (el ‘april fool’ anglosajón es nuestro día de los inocentes y se celebra cada 1 de abril) y un acabado soberbio a la par acústico y electrónico, de los que lamentablemente ya no se estilan. No menos agraciadas son "The Stroll" (una pequeña orgía de sonidos y movimientos), la fresca melodía de "Acadia" o la completísima -segundo sencillo del álbum- "Reunion" (Acadia y Reunion son colonias francesas, si bien kilométricamente muy distantes), mientras que Mark Isham deja huella con su inconfundible trompeta en otras composiciones impagables y alentadoras como "Glory for Tomorrow" o “A Brief Repose”. El bajo es un instrumento que Patrick nunca ha dejado de tocar (fundiéndolo con su nuevo camino de una manera especial) a pesar de su creciente interés por los instrumentos electrónicos en los 70, como se ha dicho antes influido especialmente por Frank Zappa ("en 1978 comencé a coleccionar algunos y en poco tiempo me fascinó y me sumergió en la creación de música electrónica"). Aquí se yergue como solista principal en "Forgiveness", y "Portobello Locks" es un marcado final para un álbum completísimo. Afortunadamente, O'Hearn parecía haberse cortado esa extravagante melena ochentera que lucía en la contraportada de "Between Two Worlds" -aunque mantenía un horrible tupé-, para una imagen más sofisticada y elegante, acorde con la época.

Entre trabajo y trabajo para Private Music, Patrick O'Hearn aceptó varias ofertas para componer algunas bandas sonoras, en especial -por su carácter más comercial y publicación en CD- las de 'Crying Freeman', 'White Sands' ('Arenas blancas') o, como curiosidad, la última temporada de la conocida serie televisiva Falcon Crest, para la cual versionó la conocida sintonía original del estadounidense de ascendencia italiana Bill Conti, dándole un acabado un poco más moderno. Evidentemente, el trabajo en solitario de O'Hearn ha evolucionado por caminos más atrevidos, derivando con los años en una ambientalidad cada vez más profunda y buscadamente anticomercial, hasta el punto de encontrarnos con un artista recordado y muy admirado, un punto de referencia de la generación que cambió el panorama de las Nuevas Músicas en los años ochenta.