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28.12.22

MIKE OLDFIELD:
"Platinum"

¿Es un ángel?, ¿una deidad atlante tal vez?, ¿una estatua del Olimpo? Sus rasgos, inexistentes en un principio, cobran relieve mientras suena "Woodhenge", gracias a la luz divina que de repente la envuelve, atributos robóticos que sorprenden especialmente cuando con las notas de inicio de "Punkadiddle" abre los ojos y despliega sus alas de ángel, provocando una tormenta eléctrica de gran magnitud que le lleva lejos. Muy lejos, a años luz de aquí, transportado por una inimaginable tecnología, probablemente alienígena. Allí, en el otro confín de la galaxia, comienza una nueva existencia, una gota llena de vida que se reproduce y da lugar a "Platimum", el álbum más esotérico de Mike Oldfield y un renacimiento, tras esa terapia denominada Exégesis que cambió su personalidad, la del músico y la de la persona que responde al nombre de Michael Gordon Oldfield. Ian Emes fue el autor de esta animación arriba descrita que presentaba el álbum (se puede ver en su web), como lo fue de las que se podían disfrutar en el tour europeo de 1979 conocido como Exposed, inspirado en litografías del grabador holandés M. C. Escher. El talento de Emes, artista que había trabajado con gran éxito con Pink Floyd, se unió al de Oldfield, que en "Platinum" mostró otra cara, un gran cambio estilístico respecto a sus obras épicas de los años 70, desde "Tubular Bells" a "Incantations".

Aunque en 1973, dado el éxito y el tirón de la película 'El exorcista', se comercializara un single de "Tubular Bells" (y el disco entero) en los Estados Unidos, el primer intento serio de triunfar en Norteamérica por parte de Mike Oldfield y su compañía se dio seis años después, al final de la década. Oldfield, que conoció personalmente a personajes importantes del panorama musical neoyorquino como Peter Baumann o Philip Glass, se lanzó a grabar con músicos de sesión en la ciudad de los rascacielos un álbum distinto, como distinto había sido un sencillo interpretado en directo en su primera gira y publicado unos meses antes, el discotequero "Guilty", grabado también en Nueva York con la supervisión de Kurt Munkasci -el hombre que le presentó a Philip Glass-. Aunque fue rematado en Inglaterra, el concepto original de "Platinum" era  mucho más abierto, donde un jazz camuflado y la electrónica que permitían los sintetizadores de la época, se agolpaban entre sus compases, además de una batería más contundente que la usada hasta la fecha. El platino es un metal noble muy apreciado en joyería por su pureza y brillo, así que teniendo en cuenta la brillantez del Mike de los 70, el título "Platinum" es bastante acertado. En él, Oldfield iba a homenajear precisamente a Philip Glass (con una fantástica versión libre de su "North Star") y a otro neoyorquino ilustre como George Gershwin (del que adapta la canción "I Got Rhythm"). Publicado por Virgin Records en 1979 con la eficaz producción de Tom Newman y una bonita y artística portada de Trevor Key, "Platinum" presenta una cara A monumental, donde Oldfield divide en cuatro partes una animada suite, repleta de guitarras y metales, en la que desarrolla un trepidante comienzo ("Airborne"), seguido de una aguerrida melodía de las que dificilmente se te van de la cabeza ("Platinum"), se escucha acto seguido un animado "Charleston" (otra concesión a lo americano), para concluir con el desestructurado al modo Oldfield (y muy conseguido, haciéndolo realmente suyo) "North Star" del maestro Glass. Tras esta primera cara realmente genial, y aun portando grandisimos minutos de música, el segundo lado del plástico demuestra que Oldfield no era tan infalible como se podría pensar, especialmente en unos cortes vocales simpáticos y diferentes, pero no tan inspirados como sus excelsos instrumentales. Esta cara B se abre con la ambiental "Woodhenge" (fantástica pieza compuesta años atrás para el documental "Reflection") y contiene las mencionadas primeras canciones propiamente dichas aparecidas en un LP de Mike Oldfield ("Into the Wonderland" -que sustituye a la bisoña "Sally"- y "I Got Rhythm", ambas cantadas por una más que correcta Wendy Roberts), amén de una divertida protesta contra el punk llamada "Punkadiddle". La anécdota del álbum fue la exclusión tras las dos primeras ediciones del mismo, de la extravagante canción "Sally (I'm Just a Gorila)", que fue sustituida por la mencionada "Into the Wonderland".

Una versión con portada distinta del disco (obra una vez más de Ian Emes), que además incluía el éxito discotequero "Guilty" en vez del esotérico "Woodhenge", se publicó en Estados Unidos y Canadá con el título de "Airborn"; una edición especial portaba un segundo vinilo con "Tubular Bells" e "Incantations" en directo en el reciente tour europeo. Sin embargo, "Platinum" no consiguió triunfar al otro lado del charco, como no lo hará Oldfield en toda su trayectoria. Son las injusticias de la industria y de los gustos de todo un país. Pese a ello, y aunque no se llegue a considerar como una de sus obras mayores, "Platinum" es un trabajo eléctrico, resuelto y adictivo, una exquisita rareza en la discografía del músico británico, cuyo mayor problema deriva precisamente de ir cronológicamente detrás de sus casi insuperables cuatro primeros plásticos -"Tubular Bells", "Hergest Ridge", "Ommadawn" e "Incantations"-, sin la presencia de los cuales sería sin duda un clásico en su monumental carrera.

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8.3.22

PHILIP GLASS:
"Koyaanisqatsi"

Más allá de las películas convencionales de cualquier género, del cine de autor o del creado para el más puro entretenimiento, se pueden encontrar grandes placeres en el cine experimental, ese arte audiovisual fuera de cualquier convención, cuyos caminos son difícilmente identificables. En coalición con el cine documental, el director estadounidense Godfrey Reggio aplicó desde comienzos de los 80 sus convicciones sociales a una serie de películas distintas a lo normal, entre las que destaca popularmente la trilogía 'qatsi', palabra que quiere decir 'vida' en el idioma hopi, la lengua del pueblo nativo americano de igual nombre, al que Godfrey se había acercado desde su residencia en Santa Fe en busca de inspiración. Reggio cuestiona en estos films el avance tecnológico, ese mal necesario del que no hay dónde escapar, y que se está comiendo el mundo en que vivimos, la tierra, el cielo, los animales... Y entendible o no, crítico o sencillamente demostrativo de la realidad, hermoso o caótico, la fusión de imagen y música en su cine provoca un impacto en la audiencia, que asiste en películas como 'Koyaanisqatsi' a un enorme videoclip de hora y media de duración, en el que ni las imágenes utilizadas son sencillas tomas de cámara, ni la música que las adorna es una música cualquiera. 

'Koyaanisqatsi: Life Out of Balance' fue en 1982 la primera piedra de la trilogía qatsi y del cine de Godfrey Reggio. 'Vida fuera de equilibrio' es la traducción y la premisa, y "hasta ahora no has visto el mundo donde vives", la publicidad de la época. Este cineasta distinto, que había formado parte durante 14 años de la orden de los Christian Brothers, dedicado al silencio, el ayuno y la oración, supo desde el primer momento que la música que acompañara a las imágenes tenía que ser tan impactante como ellas: "Cuando escuché a Philip Glass, fue como una revelación y me dije 'esa es la persona con la que quiero trabajar'. Tenía la sensación de que su música era muy cinemática. Presenta una estructura polirrítmica y, además, procede de la tradición hindú, muy semejante a un jazz progresivo. Su música no es espontánea, sino que es una nota ascendente que nunca llega a lo más alto, siempre subiendo". Más difícil fue convencer al músico, que lo recuerda así en su autobiografía, 'Palabras sin música': "Mientras estaba trabajando en la partitura de "Satyagraha", recibí una llamada de un director de cine llamado Godfrey Reggio. 'Hola, Philip. Soy un amigo de Rudy Wurlitzer. Te llamo en relación con una película que estoy haciendo. El año pasado me lo pasé escuchando todo tipo de músicas y he decidido que es tu música la que necesito para mi película'. Te lo agradezco, Godfrey -respondió Glass- Me encantaría conocerte, pero yo no hago música para películas". Reggio insistió y, reunidos en la Cinematheque de Jonas Mekas de la calle Wooster, vieron un montaje de unos diez minutos del principio de 'Koyaanisqatsi': "Me comentó que había hecho dos versiones, una con una partitura electrónica japonesa (no dijo el nombre del compositor) y la segunda con mi música. Después de haber visto ambas cintas, me dijo: 'Como puedes ver, tu música funciona mucho mejor con las imágenes que la partitura electrónica'. Estuve de acuerdo con él en que mi música funcionaba mejor, sin caer en la cuenta en aquel momento de que tácitamente estaba aceptando el encargo". Que Glass aceptara fue una fortuna para cineasta, músico y público, pues "Koyaanisqatsi" se convirtió de inmediato en la primera piedra de la popularidad de Glass. Al contrario que en la mayoría de las producciones, en las que el compositor tiene que encajar su partitura en la película más o menos terminada, Reggio y Glass encontraron aquí otro método de trabajo, por el cual ambos trabajaron juntos en lo que Michael Riesman definió como un 'guión gráfico', una especie de esquema temático tomando el metraje no editado. Riesman, director musical del Philip Glass Ensemble, continúa así: "Luego determinaron cuál debería ser la duración de cada una de las escenas, y Glass comenzó a escribir música. Siguieron una serie de intercambios de ida y vuelta, con la entrega de pistas de música 'demo' (en el sintetizador), que Reggio usó como base para editar las imágenes". El proceso es interesantísimo y digno de un libro aparte, y el resultado fue grandioso. Varias ediciones con portadas diferentes se han publicado de esta banda sonora, confundiendo en cierto modo al oyente. La dificultad de la primera edición fue condensar en un sólo LP (el CD estaba en pañales todavía) todo el metraje del film, por lo que se eliminaron algunos temas y se redujo la duración de otros. Fue Antilles (sello dependiente de Island Records) la que editó esta primera edición con seis composiciones. En 1998 Glass se encargó de efectuar una regrabación, publicada por el sello Nonesuch, con las seis composiciones anteriores en toda su duración original y dos añadidos. Y en 2009, por medio de Orange Mountain Music, se publicó la edición completa de la banda sonora, conformada por 13 composiciones, incluyendo los efectos de sonido de la película. Basados en la edición original de Antilles, repasaremos aquí sin embargo las ocho piezas principales de la película en el orden en que aparecen en la misma, es decir, el orden de la regrabación de 1998. Esta comienza con las sorprendentes pinturas rupestres del desierto argelino del Tassili (y sus antiguos dioses, esas imágenes con las que no es difícil dejarse llevar por asociaciones de visitantes lejanos) en la abrumadora "Koyaanisqatsi", una entrada directa, profunda, voces ancestrales mecidas por un ritmo de extrema fluidez, en un todo que evoca no sólo antigüedad sino, incluso, eternidad. Presa de una irrefrenable pasión, la conjunción instrumental y vocal dota a la pieza de una curiosa sensación de ingravidez en una duración que se hace escasa, y que ha influido sin duda a ciertos cineastas que han querido plasmar la trascendentalidad en su cine (por ejemplo Christopher Nolan y su aclamado film 'Interstellar', con la banda sonora de Hans Zimmer). Al final, se funde con un despegue espacial de la Nasa. Acto seguido surge en el film el paisaje montañoso y desértico de Monument Valley (el enorme valle estadounidense presente en varios estados, entre ellos Utah, Colorado y Arizona) con el tema "Organic" (no presente en la primera edición), un ambiente primario que casa con la antigüedad de lo que estamos viendo. Sobre esa pausada y cálida cadencia sobrecoge la inmensidad del paisaje. En "Cloudscape" la belleza la ponen, evidentemente, las nubes (también las olas, a las que se asemejan en ocasiones), erigiéndose sobre una tumultuosa e incansable base musical que parece una llamada de la naturaleza. Su falsa languidez engancha sin remedio. Más enérgico, como emergiendo a la vida, "Resource" (la segunda pieza reseñada no recogida en la primera edición) plantea otro agitado viaje por bosques, ríos, campos, pero su belleza y colorido se trunca de golpe por las explosiones de una cantera, maquinaria pesada, fábricas y tendidos eléctricos, incluso una explosión nuclear. La música también rasga el ambiente con un clima de tensión. De lo más recordado del álbum, "Vessels" es una grandiosa y frenética melodía que se beneficia de un coro evocador, fantasmal. Acuciante pieza de escucha embelesada, sus imágenes van asociadas a la alienación de la tecnología, lo caótico del tráfico urbano y aéreo, y su lamentable uso bélico. Este corte se situó en segundo lugar en la edición de 1983 de Antilles. De inicio relajado, una cierta épica acaba emergiendo con furia en "Pruit Igoe"; la acción entra de lleno en la ciudad, simétrica, vertical y hermosa en un principio, sucia, fea y descuidada conforme la cámara se detiene en las barriadas más pobres y periféricas. Marginación, contaminación, demoliciones..., la música se intenta acercar a la fealdad y lo lamentable. De hecho el tema toma su nombre (y algunas de las imágenes) del gran proyecto urbanístico 'Pruitt-Igoe', barrio de 33 grandes edificios en St Louis (Missouri), que tuvo que ser derribado 20 años después de su construcción para evitar su enorme nivel de criminalidad y segregación. "The grid" es un ambiente más tranquilo, si bien en inquieta ebullición, tanto que acaba acelerando y acomodándose como una larga (aunque recortada en la primera edición) suite. Comienza como un baile entre la música y las luces nocturnas de la ciudad, y continúa con el fluir del día. La cámara rápida es otro añadido al ritmo frenético. Fabricación en cadena, ocio..., donde el tratamiento de música e imagen haga que lo mismo parezca distinto con el paso de la jornada. Para concluir, "Prophecies" retoma el eclesiástico fondo del tema principal ("Koyaanisqatsi") con otro tipo de voces más operísticas. Una pieza pacífica, lastimosa y de cierta insondabilidad, que comienza con escenas aéreas, y luego vuelve a detenerse en lo malsano e ingrato de las gentes y su cotidianeidad. Vuelve la voz del corte de inicio y de nuevo despega un cohete, que resulta ser el desafortunado Challenger. Como en un bucle, todo acaba con las pinturas del Tassili. 

"Esta es música que posiblemente podría haber sido escrita en cualquier período de la historia. Las armonías son sobrias y consonantes, el arreglo es absolutamente simple. Y, sin embargo, es nuevo, ¿no crees?", le dijo Glass al crítico musical Tim Page mientras este escuchaba la pieza de inicio de este film antes de aparecer el disco. La combinación del órgano de la catedral neoyorquina Saint John the Divine con las filmaciones de la NASA fue una excepcional idea que Glass le propuso a Reggio basado en que el origen del cine está en el teatro, y el del teatro en las catedrales, con la representación de los misterios. "El objetivo de la pieza era preparar a la gente para una puesta en escena similar a la que verían en un misterio", declaró un Philip Glass que a comienzos de la década de los 80 se encontraba en plena efervescencia en el ambiente culto neoyorquino. Esta banda sonora (que ha contado con homenajes en la cultura popular tales como el episodio de 'Rasca y Pica' "Koyaanis-Scratchy: Death out of balance" -"Koyaanisrasca: Muerte fuera de equilibrio"- en la serie 'The Simpsons') es de escucha obligada para el amante de la música, pero es conveniente aconsejar también ver la película, asombrarse con sus imágenes y su montaje, dándose cuenta de una realidad tan preocupante como la de que la Tierra en que vivimos tiene unos recursos limitados, que chocan, fuera del equilibrio de antaño, con la voracidad de la tecnología.

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3.5.20

VARIOS ARTISTAS:
"Karma (Música para el nuevo milenio)"

Una de las consecuencias directas del auge en popularidad y ventas de las Nuevas Músicas en los 90 fue la proliferación de discos recopilatorios que, con mayor o menor fortuna, presentaban parte del catálogo de compañías de todo tipo, pequeñas o grandes, artesanales o multinacionales, anodinas o interesantes. Uno de los ejemplos más eclécticos y ciertamente interesantes de esta panoplia de compilaciones fue "Karma" (publicado en España por EMI en 1995), que presentaba una variopinta colección de artistas sin conexión aparente entre sí, salvo (aparte de por su catalogación fuera de los circuitos más populares) por un cierto componente espiritual de fondo en sus creaciones. "Música para el nuevo milenio" era el subtítulo de este doble CD de pretensiones contemplativas, místicas por momentos incluso, para ser escuchado en contextos urbanos y tomar algo de oxígeno. Lo más extraño de su listado de artistas, la convivencia de grupos pop, world music, electrónica suave, jazz y música sacra. Por extraño que parezca, estos elementos conviven e interactuan a la perfección y constituyen una pequeña escapatoria al estrés, al menos durante su hora y media de duración.

En el budismo y el hinduismo, se define el Karma como la creencia o la ley cósmica según la cual toda acción tiene una fuerza dinámica que influye en las sucesivas existencias del individuo. Es decir, sería una especie de energía que se genera con nuestros actos y nos acompaña durante toda nuestra vida. ¿Y qué mejor para activar positivamente nuestra energía que la música? Aun dentro de un rango estilístico muy determinado, dedicado a la relajación y las armonías para el bienestar del espíritu, la compilación es bastante ecléctica. Ahora bien, ¿quien decide que es lo que pertenece o no a cada género musical?, ¿quién dicta lo que hay que colocar en cada estantería de las tiendas o en cada apartado de las webs musicales? En este caso es la sensibilidad, la estética y una decidida espiritualidad lo que determina la mezcla, pero puede parecer chocante la unión de grupos tan dispares como El último de la fila o Radio Tarifa con artistas como Suzanne Ciani o Franco Battiato, y presencias tan religiosas como el Coro de monjes del monasterio de Sto. Domingo de Silos o The Radha Krsna Temple. Sorprende especialmente el recibimiento del disco, un (gran) grupo de pop español como El Último de la Fila ofreció como cierre de su trabajo "Astronomía razonable" una pieza instrumental de soberana belleza, compuesta por Manolo García, de título "Mar antiguo (instrumental)". Su inclusión abriendo este "Karma" no presenta discusión. No faltan canciones de músicos de primer nivel en el CD1, moviéndose entre el folclore del grupo portugués Madredeus con "O pastor" (un prodigio que lanzó al estrellato a la banda comandada por la voz de Teresa Salgueiro) o de El Misterio de las Voces Búlgaras con "Polegnala E todora", el minimalismo de Philip Glass con su pieza corta "The photographer", o otra de las cumbres del álbum, una excelsa canción del cantautor italiano Franco Battiato titulada "La sombra de la luz", poesía inaudita al servicio del karma. Continuando con el disco 1, es asombrosa la cantidad de géneros implicados en la misma causa, la ópera está representada por María Callas ("La mamma morta", que sonaba en la película 'Philadelphia'), la música sacra por el británico John Tavener ("Thunder entered her") y el jazz por el compositor estadounidense -impulsor del proyecto Jazzpaña- Vince Mendoza ("Start here") y la vocalista Cassandra Wilson ("You don't know what love is"), sin olvidar la suave electrónica de Suzanne Ciani y su gran composición "The velocity of love". El segundo CD no presenta tantos nombres conocidos como el primero, siendo sus representantes más populares el japonés Ryuichi Sakamoto ("Acceptance"), el Coro de Monjes del Monasterio de Sto. Domingo de Silos (con "Alleluia", presente en su disco sorprendentemente multivendedor "Las mejores obras del canto gregoriano"), el grupo folclórico español Radio Tarifa (con "Mañana", presente en su trabajo "Rumba argelina"), que cobró fama en los circuitos de músicas tradicionales europeos en los años 90, o la actriz y modelo Milla Jovovich, que en su sorprendente faceta de cantante (bajo el nombre de Milla) no desentona con la canción tradicional ucraniana "In a glade". Aunque comience con la canción "Ti Eliz Iza" del grupo (liderado por Eric Mouquet, miembro de Deep Forest) Dao Dezi, la religiosidad se impone especialmente en esta segunda parte: "Govinda", del Radha Krsna Temple, es la primera muestra (una producción de George Harrison -que ayudó a popularizar la música hindú en occidente- de comienzos de los 70), a la que suceden "The music from Hildegard Von Bingen" del grupo Vision (liderado por Richard Souther, que se mueve en el terreno del clasical crossover), o los mencionados Sakamoto ("Acceptance" no es sino la pieza de títulos finales de la película 'El pequeño Buddha') y el Coro de Monjes del Monasterio de Sto. Domingo de Silos. Aparte quedan sus dos piezas clásicas, el conocido dueto de las flores ("Viens Mallika") de la ópera "Lakmé" del francés Delibes, o el "Stabat mater" de Antonio vivaldi, también de lógica inspiración religiosa. El CD culmina con la voz de la cantante británica Shara Nelson ("What silence knows"), famosa por sus colaboraciones con Massive Attack. Varias versiones diferentes de la compilación fueron publicadas, con distintas portadas, según el país que las recogía. En Grecia el recopilatorio venía contenido en un solo CD, del que solamente estaban presentes siete de las composiciones del doble español (además se podían escuchar a Vanessa Mae, Ian Anderson o Angelo Branduardi). Mientras tanto, en Mexico, además de El último de la fila, Franco Battiato o el Coro de Monjes de Santo Domingo de Silos, la recopilación recogía también composiciones de Enigma, Aleks Syntek, Brian Eno o Sacred Spirit. 

No hay libreto en este doble CD, la información viene contenida en las propias páginas desplegables, tanto el listado de temas y autores, como este texto explicativo: "La música que está contenida en Karma tiene una melodía común, la búsqueda y el acercamiento a la tranquilidad y el encuentro de caminos que llevan al interior de las cosas y de uno mismo. El Nuevo Milenio es una realidad cercana, el mundo está cambiando paso a paso y el deseo de encontrar respuestas es cada día mayor. Probablemente, los músicos son los que más avanzan en estos nuevos caminos y por tanto la música es un vehículo clave en el encuentro de las nuevas respuestas. Músicos de distintas lenguas, distintos países y distintas culturas se unen en una común idea. Karma es un resumen de las tendencias del Nuevo Milenio. La música de Karma quiere ser un oasis de calma en un mundo lleno de ruidos discordantes y negativos. Karma abre un paréntesis positivo para la iniciación de un camino interior de la mano de sonidos relajantes, llenos de fuerza y de sentido".

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28.2.20

PHILIP GLASS:
"Einstein on the beach"

Si generalizamos, si hablamos de música con mayúsculas más allá de estilos o inclinaciones personales, hay que afirmar que Philip Glass es una de las grandes leyendas de la música norteamericana junto a apellidos tan carismáticos como Presley, Sinatra, Armstrong, Hendrix o Dylan. En cuanto al mundo clásico o sinfónico, se codearía sin tapujos con Samuel Barber, Aaron Copland, George Gershwin, Leonard Bernstein, John Cage o John Wiliams. Glass tuvo siempre una evidente inquietud musical, de pequeño ayudó en la tienda de discos de su padre en Baltimore, y las escuchas furtivas de los discos que éste se llevaba a casa para, con sus audiciones nocturnas, aprender el negocio y poder recomendar a su clientela, le hicieron amar a los clásicos y a las vanguardias: "Los sonidos de la música de cámara arraigaron en mi corazón y se convirtieron en la base de mi vocabulario musical. Simplemente creía que era así como debía sonar la música". El negocio musical, sin embargo, le fue esquivo en su juventud, y Philip tuvo que desempeñar numerosos trabajos, en la maderera de sus tíos, en unos altos hornos, y ya en Nueva York, cargando camiones para una empresa de transporte (Yale Trucking), como encargado de un edificio de apartamentos, de fontanero, taxista, o con su empresa de mudanzas heredada de Richard Serra (Chelsea Light Moving, llamada en principio Prime Mover), al que también ayudó en su estudio de escultura a jornada completa durante varios años. Esos duros trabajos ("que no ocupaban mi mente pero si mi cuerpo, la mente la quería por entero para la música, me sentía libre para componer") sólo fueron un incentivo para poner más énfasis en su particular obra, de cuyo bagaje tempranero se destacan piezas como "Music in similar motion" (1969), "Music with changing parts (1970) o "Music in twelve parts" (1971–1974), donde ya se apreciaba la inventiva y la dificultad de un género nuevo que se dio a conocer como minimalismo, que un nutrido grupo de seguidores disfrutaban principalmente en lofts y galerías de arte aunque no todo el mundo estaba preparado para su música de adición y sustracción: "Los mecanismos de la percepción y de la atención te enganchan al flujo de la música de una forma absorbente", decía. 

La vida de Glass ha sido una apasionante experiencia. A finales de los años 50 comenzó su orientalización, a través de movimientos culturales y literarios, como la obra de Hermann Hesse. Prácticó activamente yoga antes de que se popularizara y se hizo vegetariano. Vivió en Nueva York del 57 al 64, en Francia y la India del 64 al 67, para regresar a la 'gran manzana' y formar en 1968 el Philip Glass Ensemble. En su segundo año de universidad, Philip había asistido a un seminario de sociología impartido por el doctor David Riesman; qué curioso es el destino, que Michael Riesman, el hijo de este eminente doctor, iba a convertirse, 25 años después, en el director musical del Ensemble. Desde ese momento, Glass se dedicó por entero a componer y era Riesman el que dirigía y decidía cómo había que tocar las piezas. Kurt munkaksi era la tercera persona, que ejercía como productor y técnico de sonido. Interesado por las duraciones largas y la experimentación en su trabajo, una noche de 1973 descubrió la obra teatral de Robert Wilson 'The life and times of Joseph Stalin', muy larga y visualmente reveladora (la pieza, silenciosa, duraba 12 horas, de 7 de la tarde a 7 de la mañana), quedando cautivado por el espacio teatral y el sentido general del atrevido espectáculo. Ambos artistas conectaron enseguida y decidieron colaborar: "Yo era la versión musical de lo que él hacía, y él era la versión teatral de lo que hacía yo". Philip estaba interesado en hacer algo sobre Gandhi, y Bob sobre Hitler o Chaplin, pero al final coincidieron en Einstein, y ejecutaron un trabajo innovador, del que las cuestiones musicales atañían por completo, evidentemente, a Glass, que afirmaba que el sonido rápido y amplificado de sus primeras piezas, como "Music in similar motion", aportaba sensaciones fortalecedoras, e iba a ser la base de su música aditiva característica y, como punto de partida, el de "Einstein on the beach", gran parte de la cual fue compuesta por las noches, cuando Philip regresaba de su jornada de taxista. Dice Glass que el método de aprendizaje de la Universidad de Chicago le hizo interesarse por la ciencia, y que posiblemente de ahí deriven sus óperas sobre personajes como Galileo, Kepler o Einstein. El científico alemán, que como Philip era de origen judío, fue el primer personaje hacia el que dedicó sus esfuerzos para crear un arte nuevo, al que se iba a llamar ópera sin serlo realmente, y es que si alguien acude equivocado a esta obra buscando una ópera narrativa convencional, se va a llevar una buena decepción, dado el carácter vanguardista, decididamente extraño y de sonoridades reverberantes y dispares de este trabajo del joven Philip Glass. Escrita en 1975 (los libretistas fueron Christopher Knowles, Samuel M. Johnson y Lucinda Childs), "Einstein on the beach" no tiene un argumento claro, se presenta más bien como una serie de escenas dispares a modo de performance, durante las que se permitía, en sus presentaciones en vivo, que el público se levantara de sus asientos, entrara o saliera de la sala, como si estuvieran presenciando un concierto de rock. Este carácter provocativo no fue nada mal visto por la modernidad, y de hecho sigue siendo aplaudido. Glass habla así sobre la creación del trabajo: "Bob Wilson y yo trabajamos directamente a partir de una serie de sus dibujos que finalmente formaron los diseños para los sets. Antes de ese período, habíamos llegado a un acuerdo sobre el contenido temático general, la duración total, sus divisiones en 4 actos, 9 escenas y 5 'knee plays' -interludios que permiten cambios de decorado-. También determinamos la composición de los 4 actores principales de la compañía, 12 cantantes, doblando cuando sea posible como bailarines y actores, un violinista solista y el conjunto amplificado de teclados, vientos y voces con los que generalmente se asocia mi música. (...) Hablando dramáticamente, el violinista (vestido como Einstein, al igual que los artistas en el escenario) aparece como solista y como personaje en la ópera". La puesta en escena de Robert Wilson, austera, intenta reflejar tal vez el concepto de relatividad, su inquietud es el concepto del tiempo, y lo expone con una calma a la que la música repetitiva otorga su máxima expresión de lentitud, incluso de trascendentalidad. Esta ópera de vanguardia se estrenó el 25 de julio en Avignon, y recaló dos noches en la Metropolitan Opera House neoyorquina, con las entradas agotadas, lo que no evitó que Glass y Wilson perdieran bastante dinero y el de Baltimore tuviera que seguir trabajando en el taxi, donde se cuentan anécdotas como la de que una señora le dijera: "Se parece usted mucho a un músico famoso del que vi una obra en el Metropolitan". Taxista prestigioso, Glass tuvo que acortar la obra para su plasmación en disco, la primera edición apareció en 1979 (una edición promocional vio la luz en 1978) en el sello neoyorquino independiente Tomato, que contiene "toda la música, letras y discursos de la producción original de "Einstein on the Beach", tal como se realizó en Europa en verano y otoño de 1976 y en el Metropolitan Opera House de Nueva York en noviembre de 1976". Ese mismo año 1979 apareció la edición más conocida (y aquí reseñada), la de cuatro discos de CBS Masterworks. Posteriormente serían publicadas otras ediciones en Elektra Nonesuch (1993, tres discos, pero que recogen la obra íntegra, más de tres horas de música), Sony Classical (1993, cuatro discos, y otra en 2012 con otra portada) o CDs con extractos de la obra en Orange Mountain Music (2012, con lo más destacado y un DVD) o Nonesuch (en 1996, o en 2008, como tercer disco de la caja "Glass box"). También Opus Arte comercializó en 2016 un Bluray doble con la ópera íntegra. El comienzo ("Knee play 1") es ya inquietante, llama la atención esa entrada absorbente, al órgano inicial se unen una serie de armonías vocales entrelazadas que, inalterables, podrían prolongarse más en el tiempo. Sin embargo, la continuación ("Act I, Scene I: Train") supone una prueba más dura en su esencia de lo glassiano, compás de reminiscencias indias, ruidoso por momentos (voces, teclados y vientos en un entorno matemático), hasta que te atrapa su esencia inmutable. Pillado de nuevas, el público bien podría mostrar una cierta incredulidad ante los movimientos oscilantes con que juega la partitura. Lo novedoso, rasgador, de este minimalismo inicial de Glass, es esa conducta nerviosa, imparable, de un hilo musical nuevo, atrevido y difícilmente comparable con nada, una tormenta eléctrica de grandes proporciones. Por eso, el final de esta escena primera del acto 1 puede suponer, digamoslo, un cierto respiro. A cambio, el comienzo de una más llevadera escena segunda ("Act I, Scene 2: Trial") casi parece algo dulce, folclórico, cuyo bondadoso violín (Paul Zukofsky lo interpreta en este álbum) no admite posible distracción en el oyente, atrapado en nuevos compases hipnotizantes, por fortuna no tan alienantes como los de la anterior pieza. En esta, violín y voces parecen transformar su particular juego en una llamada de atención, asaz efectiva cuando, por breves momentos que parecen de una eternidad insondable, el solista se queda solo. Continúa en el segundo disco el atrevido y original (al menos en la época) juego de voces y cuerdas en la segunda de las 'rodillas', un "Knee play 2" subyugante digno de una escucha calmada, que torna de nuevo en chirriante con la escena primera del segundo acto ("Act II, Scene 1: Dance 1 (Field with spaceship)"), de nueva escucha complicada. Hay que pensar en estas piezas más difíciles como creaciones asociadas a una escenografía o unas imágenes, pues evidentemente la ópera no sólo era la música aquí recogida, sino que poseía un espectacular componente visual. De igual modo aunque clareando -afortunadamente- en su intensidad, el segundo movimiento ("Act II, Scene 2: Night train") sigue prestando más énfasis en la carga rítmica que en la emocional, tal vez el punto donde más flojea la obra. Termina el segundo acto con el coro cantando a capela el "Knee play 3", en una nueva orgía de compases glassianos con aires de música antigua remozada, vanguardista y atrevida. Es inevitable reconocer que la obra de Philip Glass ha mejorado su atractivo (no así su fuerza primigenia) con los años, pero "Einstein on the beach" presenta la irreverencia de la juventud en el canalla entorno neoyorquino, Glass quiso decir "aquí estoy yo", y lo dijo bien fuerte. Controversias aparte, no se puede entender el minimalismo sin Philip Glass, igual que no se comprende Philip Glass sin "Einstein on the beach". Un comienzo muy interesante del tercer disco ("Act III, Scene 1: Trial/Prison") hace centrar la atención en la primera escena del tercer acto, un nuevo concepto ondulante de voces y órgano; los teclados son armas poderosas para el subconsciente, y en manos de Glass, con su enfoque repetitivo, son absolutamente hipnóticos. Las voces siguen sin ser convencionales, artefactos de una construcción moderna y original cuyo histerismo parece reflejar a veces el miedo a lo nuclear. Más atrevido, cacofónico, es su uso en la escena segunda ("Act III, Scene 2: Dance 2 (Field with spaceship)") como sirenas de emergencia, junto al violín y al temible -por lo ruidoso- órgano eléctrico. De nuevo, cuando es necesaria una dosis de cordura, vuelve el violín junto a un coro más épico y adictivo ("Knee play 4"), nuevo hermoso ejercicio de escucha abierta a dejarse llevar sin complejos, que controla en buena medida el tercer acto. El cuarto y último disco comienza con una atmósfera con saxofón algo más llevadera que lo anteriormente escuchado ("Act IV, Scene 1: Building/Train"). Más agradable incluso, con tintes barrocos de un suavizado órgano eléctrico, se presenta la escena segunda ("Act IV, Scene 2: Bed"), cuyo pasaje con voz es lírico y embriagador, tal vez lo mejor y más ensoñador del proyecto, que encierra en este cuarto acto sus momentos más suaves y llevaderos, mientras que en el escenario aparece una cama ("plantamos una cama en el escenario para que cada uno pensara lo que quisiera, pero Bob Wilson, el director de escena, tenía claro que quería decir que Einstein era un soñador"). Una escena tercera en un tempo mas elevado y no excesivamente estridente ("Act IV, Scene 3: Spaceship") despliega una cierta magia, antes de dar paso al final ("Knee play 5"), tajante y turbador, que parece conectar con el principio de la obra salvo por la interpretación postrera de violín. 

Aparte de sus estudios universitarios, Philip aprendió duramente su técnica con la importante pedagoga francesa (alumna de Gabriel Faure) Nadia Boulanger, gracias a una beca que le llevó a París. La señorita Boulanger formó a numerosos discípulos, algunos de los cuales acabaron despuntando en numerosas disciplinas musicales (Copeland, Piazzolla, Kilar, Quincy Jones, Elliot carter, Yepes, Barenboim, Gismonti...), y con ella y mucho trabajo, Glass aprendió también a encontrar un estilo propio e indistinguible, un sonido que durante los 70 muchos calificaron de 'sinsentido'. Sea o no así, no cabe duda de que su propuesta es atrevida y adictiva, y que obras como "Einstein on the beach" no dejan indiferente a nadie, ni en aquella época de creación de tendencias, aperturas y vanguardismos, ni en la actualidad, puesto que la ópera se sigue interpretando regularmente, con o sin variaciones respecto a la idea original, la de una ópera de vanguardia que tuvo que inventarse a sí misma, difícil de escuchar pero que no ha perdido impacto y actualidad con los años, y que otorgó a Glass una fama contradictoria, ya que no se tradujo en una posición económica cómoda hasta tiempo después. Como en el tradicional kathakali indio que Glass presenció por primera vez en 1973, sus óperas pioneras se nutrían de música, danza, texto e imagen, que se combinaban durante varias horas. La diferencia radicaba en la ausencia del componente tradicional en todos esos elementos, la esencia de la disciplina india. Philip Glass ha seguido componiendo óperas, algo más convencionales en ocasiones. Kepler ("Kepler"), Colón ("The voyage", aunque sea una obra sobre la exploración en general), Galileo ("Galileo Galilei"), Disney ("The perfect americain") o la película de Jean Cocteau "La bella y la bestia" han sido algunas de sus influencias y plasmaciones operísticas a lo largo de los años, pero tras Einstein fueron Ghandi y Akenatón los primeros que cobraron protagonismo en esta faceta del compositor. Y si la escucha íntegra de las mismas puede resultar un acto extremo, al menos tenemos "Songs from the trilogy", recopilación publicada por CBS en 1989, que recogía temas de las tres primeras óperas compuestas por Glass, "Enstein on the beach", "Satyagraha" y "Akhnaten", esa especie de "trilogía de óperas sobre hombres que cambiaron el mundo a través del poder de sus ideas". 

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30.12.14

VARIOS ARTISTAS:
"Adagios del siglo XX1"

El incomparable skyline de Manhattan es la imagen que nos aborda para ilustrar "Adagios del siglo XX1", una recopilación con acento español, pero publicada por la compañía norteamericana -neoyorquina, de hecho- Elektra Nonesuch. La fotografía, obra de Paca Arceo tratada por ordenador que rememora décadas pasadas -y no sólo por incluir las torres gemelas-, refleja lo que vamos a encontrarnos en el suculento interior: esta interesantísima compilación nos introduce de lleno en una exitosa generación de músicos contemporáneos norteamericanos (salvo Piazzolla y Górecki) que despuntaron en varios momentos del siglo XX, tal vez no tan popular y nacionalista como la del salto del XIX al XX, pero con parecida esencia romántica y emocional a pesar del cambio de formas, dados los avances tecnológicos incorporados al arte musical con el tiempo. Era el minimalismo la propuesta más incorporada en el disco que nos ocupa, por mor de la fama y predicamento de algunos de los nombres implicados, y aunque temporalmente algunas de las creaciones del mismo databan de décadas atrás, supieron encontrar su hueco en las conciencias del cambio de siglo junto a las obras de otros músicos que en esos momentos destacaban en las listas de éxitos, no sólo de la música contemporánea sino de la clásica en general o del enorme saco de las nuevas músicas.

El siglo XX, conflictivo, revolucionario, dejaba paso a una nueva centuria prometedora, ilusionante, pero este disco se publicó realmente varios años antes de ese relevo, concretamente en 1997, por lo que los músicos adscritos lo son por visionarios, por buscadores de una belleza que más que recordar el pasado intentan ilusionar con el futuro, basándose en composiciones lentas y altivas como son por definición los adagios (se considera adagio a una pieza musical cuyo tempo es lento). Y en cuanto a 'buscar la belleza', quién mejor que Ramón Trecet para prologar el álbum, destacando en su escrito ese carácter actual, comprometido y luminoso ('del infierno del polvo al imperio de la luz') de los artistas que pueblan el CD. Lo inaugura Philip Glass, que proporciona tres temas al conjunto: "Living Waters" (creación magistral, de una impenetrable incertidumbre y aires de funeral -fluida como una incesante marea, escribe Ángel Romero en el libreto-, perteneciente al álbum "Anima Mundi" y recuperada sabiamente para la película "The Truman Show" dos años después de esta compilación), "1957 - Award Montage" (claro ejemplo de compases glassianos, pertenecientes en esta ocasión al film "Mishima" -interpretados por el Kronos Quartet para su disco "Kronos Quartet Performs Philip Glass"-, en el que Philip contribuyó notablemente a crear su intensa atmósfera onírica y dramática) y "The Unutterable" (otro adagio fílmico de una banda sonora tan imprescindible en la discografía de Glass como la de "Powaqqatsi"). No es el único que aporta su visión profundamente minimalista, pues de Steve Reich suena "Movement II" de su trabajo "Tehillim - Three Movements for Orchestra", una pieza intrigante y con interesante percusión en el cenit de la misma, si bien escasa duración para llegar a expresar algo más importante en el devenir de una compilación marcada especialmente por la enormidad de Barber o Górecki y lo accesible de Glass. Mientras tanto, un tercer minimalista americano en discordia, aunque algo más apartado del término, es John Adams, y en su composición "Tromba Lontana" -del logrado álbum "The Chairman Dances"-, podemos entrever ecos de Charles Ives y una especie de nueva 'pregunta sin respuesta' en la música americana, hermosa y atípica, que parece conectar con otra realidad, lejana e imperturbable; su segunda incorporación al álbum es "Disappointment Lake", pieza extraña en el de Massachussets, esencialmente por la guitarra, también por su disfrutable carga ambiental y una desconcertante experimentalidad para lo que el recopilatorio promete, es decir, adagios. Aun así, resulta profunda e interesante en su irreverencia. También el folclore tiene cabida en el disco, por medio de dos artistas de excepción, el argentino Astor Piazzolla ("Oblivion" es un lamento teatral de esencia tanguera, un homenaje al bandoneonista por parte de un cuarteto comandado por Gidon Kremer, que grabaron el CD "Hommage а Piazzolla") y el paisano de Philip Glass (nacidos ambos en Baltimore) Bill Frisell, del cual destaca el corte "Egg Radio" (balada con aires tropicales y final abrupto y desconcertante) algo más que esa suave mezcla de estilos titulada "Beautiful E.". El mundo del jazz viene representado, además de por la fusión del mencionado Frisell, por el clarinetista Don Byron, neoyorquino como Reich (la Costa Este domina totalmente la parte estadounidense del álbum), del cual se puede escuchar la versión que para su trabajo "Bug Music" realizó del pequeño tema "Charley's Prelude" de Louis C. Singer, una buena recreación, bailable y disfrutable (en absoluto un adagio, por lo que su inclusión es bastante forzada, aparte de su remota procedencia temporal), de una época lejana y descolorida, pero animada y glamourosa, como lo fueron los años 30 y 40 en New Orleans. Dentro de este conjunto variado y de sobrada excelencia, posiblemente queda lo mejor por comentar, y es que entre la celebridad de ciertos adagios de Albinoni, Beethoven, Rodrigo o Ravel, se encuentran también el "Adagio" de Samuel Barber y, algún peldaño por debajo en popularidad pero muy bien posicionado en cuanto a crítica y ventas, la "Tercera sinfonía" de Henrik Górecki. Sin palabras deja prácticamente el primero de ellos, la pieza de Barber fluye gratamente (no en vano se dice que está inspirada en la descripción que de un río hace Virgilio en su poema 'Las Geórgicas'), proponiendo por igual alegrías y tristezas, y cuando ya ha dado todo de sí, que es mucho, se esfuma tan silenciosamente como llegó, dejando un severo sentimiento de levedad en el oyente. Sin duda una obra inmortal por méritos y la extraordinaria inspiración del músico de Pensilvania fallecido en 1981. Generalmente se llamaba adagio al segundo o tercer movimiento de una sinfonía o concierto, así que la elección del segundo movimiento ('Lento e Largo - Tranquillissimo') de la "Symphony No.3" del compositor polaco Henryk Górecki es tan coherente para cerrar el disco como conmovedora es su escucha. La agonía que quedó impregnada en los campos de concentración sirvió para que Górecki creara su célebre 'Sinfonía de las lamentaciones', una partitura tiznada de eterna emoción que, en la versión de Elektra cantada por Dawn Upshaw, le aupó a las primeras posiciones de las listas de ventas no sólo clásicas sino generales, cifras de cinco dígitos dificiles de alcanzar en la música clásica, y más para un compositor cuyo nombre no sólo no era conocido sino difícil de pronunciar y de escribir.

Lleva activa muchos años con algunos saltos estilísticos, pero fue en la década de los 90 cuando Elektra Nonesuch, con un ojo en la música de los Estados Unidos y otro en la estética de la europea ECM, adquirió las características por las que será recordada, especialmente gracias al minimalismo americano. El gran público puede disfrutar desde entonces de grabaciones de calidad de los músicos arriba descritos y de otros como John Zorn, Morton Feldman o Robert Ashley. De impecable factura e innegable acierto, "Adagios del siglo XX1" era una compilación de postín, debemos sentirnos orgullosos al decir que se trataba de una edición exclusiva de nuestro país, ideada por Angel Romero y Pilar García, y publicada con el beneplácito de Elektra Nonesuch y concretamente de David Bither -su vicepresidente en aquel momento-. En un estilo parecido de música contemporánea de calidad, es necesario recomendar encarecidamente la escucha de otras dos compilaciones de la época: "Music at the Edge (The Ultimate New Music Collection)" (BMG, 1995), en la que se podía escuchar entre otros a Tavener, Pärt, Messiaen, Glass o el mismo corte antes mencionado de Górecki, y "Renaissance of the Humanity" (Catalyst, 1996), con composiciones de Arvo Pärt, Jan Jirasek o Hildegard von Bingen.












5.12.10

VARIOS ARTISTAS:
"Música sin fronteras"

En la facilidad de los discos recopilatorios está la facultad, en muchas ocasiones, de poder abrirnos los ojos. Algunos de ellos son como un bautismo en ciertos tipos de música, un vehículo que resulta más fiable cuanto mejores son los medios, las intenciones y, por supuesto, la elección de las músicas en ellos recogidas. La new age, ese término tan en alza en los 80, necesitaba un afianzamiento de sus intenciones en nuestro país, y este llegó en 1991 por medio de GASA (Grabaciones Accidentales, S.A.), sello discográfico español que comenzó como independiente a comienzos de los 80 para publicar los trabajos del grupo Esclarecidos y afines, y continuó por caminos comerciales cuando grabaron en él grupos como La Dama se Esconde, Seguridad Social y Duncan Dhu. Hasta ese momento la música conocida como 'new age' se había empezado a colar en ciertas compañías, distribuidoras, programas de radio y en los estantes de las tiendas, pero el auge que va a cobrar en los 90 iba a traer a España un mayor número de referencias, documentación y por supuesto eventos en directo, logrando incluso los artistas de mayor calidad y algún que otro locutor de radio de gran talento y mejor ojo una enorme popularidad.

Dieciséis canciones se dan cita en esta compilación doble de diseño sencillo y elegante, una obra de Antonio Bueno titulada 'El jardín' que llamaba poderosamente la atención, y que la compañía tuvo el acierto de adecuar en cada una de las continuaciones con pequeños cambios en el motivo floral. De premio. El título, rotundo y definitorio, pudo contribuir a su éxito, si bien hay que decir que la compañía Venture (filial de Virgin) ya denominó "Music Without Frontiers" a una serie de recopilaciones de sus músicas instrumentales unos años antes. Comenzar con el clásico de Wim Mertens "Maximizing the Audience" es toda una declaración de intenciones musicales. De muy buenas intenciones, por supuesto, las que conducen por nuevos caminos, en los que no cuentan cifras, duraciones o radiodifusiones masivas, sino destreza, innovación, sensibilidad, calidad en definitiva. En las cuatro partes de que consta "Música sin fronteras" se pueden distinguir otras tantas tendencias agrupadas en orden: en la primera nos encontramos con seis nuevos clásicos con querencia al minimalismo, denominación en la que destacan especialmente Wim Mertens, Michael Nyman (del que escuchamos el conocido "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds") y Philip Glass ("The Photographer Act. I - A Gentleman's Honor"), con la inclusión del renombrado clarinetista Richard Stoltzman (con su impresionante "Begin Sweet World"), la teclista Suzanne Ciani ("The Velocity of Love" es el tema elegido) y el pianista irlandés Mícheál Ó Súilleabháin ("The Plains of Boyle", de su disco "The Dolphin's Way"). La segunda parte atildaba en un jazz ligero, con los nombres del grupo de jazz The Lounge Lizards, liderado por el saxofonista y actor John Lurie ("Bob the Bob"), del guitarrista y productor español Adolfo Rivero (que contribuye con un sorprendente tema de título "Follow Me", una de las sorpresas de la recopilación) y con el grandísimo clásico de la música en general "Ese amigo del alma", del argentino Lito Vitale. Un envolvente ambiental electrónico nos recibía en la tercera parte, desde el renombrado "Cafe del mar" de Frank Fischer hasta otra sorpresa con sones de dulcimer, "Galapagos" del grupo alemán Never Been There, pasando por ese renombrado experimento que supone "Poem Without Words II - Journey by Night" de la vocalista inglesa Anne Clark, y el siempre cumplidor Vangelis, del que aciertan incluyendo el corte "Metallic Rain" de su trabajo "Direct". La compilación acaba con tres temas con elementos de world music, del teclista alemán Mike Herting ("The Cutting of the Trees"), nuestro Luis Delgado ("Top Kapi Saraji" era uno de los cortes destacados del documental "Alquibla") y Le mystère des voix bulgares ("Mrs. Nedelja became famous"). Ese año del éxito de Juan Luis Guerra y del "Aidalai" de Mecano, que ocuparon los mejores puestos en las listas de ventas, "Música sin fronteras" obtuvo unas cifras discretas pero sorprendentes para este tipo de música, llegando al número 28 en dichas listas, en las que permaneció doce semanas. A tenor de ese éxito resultaba evidente que, con el retraso que culturalmente solíamos acumular en este país, se había abierto un nuevo mercado, muy apetitoso por sus expectativas de crecimiento. Sin duda el consumidor poco avispado no iba a poder distinguir con claridad sombras y luces en ese nuevo mundillo, por lo que este tipo de recopilatorios iba a ser un vehículo fundamental para la selección y el descubrimiento de nuevas maravillas musicales, un puñado de las cuales conformaban el primer volumen de "Música sin fronteras", que no hay que confundir con otro recopilatorio que DRO publicó en 2001 con el mismo título, pero que andaba por los caminos del chill out que estaba en boga en aquella época (de hecho el subtítulo era 'Una aproximación a la música ambient y Chill Out'), con gente como Nittin Sawhney, Morcheeba, Orbital o Groove Armada. Sin embargo, sí que hay que hablar de una serie de continuaciones que siguieron aumentando nuestra riqueza musical y minándonos el bolsillo: ese mismo año 1991 se publico "Música sin fronteras volumen II", con niveles de calidad cercanos a su antecesor, y en los próximos años se publicarían los volúmenes III, IV, V y "Música sin fronteras, lo mejor", que no era una 'recopilación de recopilaciones' sino la sexta y definitiva entrega de la saga.

Quince años después del lanzamiento de "Música sin fronteras", GASA publicó una segunda edición, "Música sin fronteras Revisited", con idéntica presentación aunque unas pequeñas variaciones en el listado de temas: extrañamente eliminados los de Mícheál Ó Súilleabháin y Lounge Lizards, fueron sustituidos por dos composiciones inéditas de Wim Mertens ("Positively Imperative" y "The Scene") y una de Seoan titulada "Myati". Los creadores de la idea original expresaron en esta revisión que con este compendio de temas pretendían "eliminar las barreras infranqueables (...) que separaban estos tipos de música de otras bellas artes que encasillan a cada músico en un estilo musical, que popularizan más a los principiantes de aspecto atractivo que a los profesionales dedicados, que limitan el desarrollo artístico de todas las personas". Lo que se puede asegurar es que en esta doble maravilla no sobraba absolutamente nada, y a pesar de contar con grandes estrellas, tampoco se puede decir que fuera a lo más fácil. De hecho, el esfuerzo compilador reunió a artistas de los sellos Les Disques du Crépuscule, Virgin Records, BMG Ariola, CBS, Verabra Records, Intuition Records, Ciclo 3, RNE, Innovative Communication y Jaro, consiguiendo que hubiera más calidad en un sólo minuto de esta recopilación que en una hora de cualquier radio comercial al uso.

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WIM MERTENS: "Maximizing the Audience"
RICHARD STOLTZMAN: "Begin Sweet World"
MICHAEL NYMAN: "The Draughtsman's Contract"
PHILIP GLASS: "The Photographer"
LITO VITALE CUARTETO: "Ese amigo del alma"
FRANK FISCHER: "Gone with the Wind"
LUIS DELGADO: "Alquibla"








22.11.09

PHILIP GLASS:
"Powaqqatsi"

Los hopis son un pueblo nativo de la meseta central estadounidense que ha sabido mantener la esencia de su cultura hasta nuestros días, una sabiduría ancestral que conserva datos históricos controvertidos y teorías proféticas sobre el destino de la humanidad. Es del idioma hopi de donde toma el director de cine Godfrey Reggio los títulos de su conocida trilogía documental 'Qatsi', formada por las películas 'Koyaanisqatsi' ('vida fuera de equilibrio'), 'Powaqqatsi ('vida en transformación')' y 'Naqoyqatsi' ('la vida como guerra'), cine experimental de enorme fuerza visual centrado en la compleja relación de la humanidad con la tecnología moderna y el mundo natural. Uno de sus componentes, que colabora en lograr una especial trascendencia, es la música que viste las imágenes: todas ellas cuentan con la banda sonora de un Philip Glass que entró en la industria del cine "tarde y por la puerta de atrás (...) simplemente como otra forma artística en la que trabajar", decía. "Koyaanisqatsi" presentaba un score intenso, meditativo en su comienzo (con la abrumadora belleza del Gran Cañón), deprimente y desazonante en su segunda parte (en combinación con elementos tan destructivos como necesarios para el hombre como líneas de alta tensión, prospecciones petrolíferas, gaseoductos o presas), extremadamente caótico y alienado en su acto final (guerra, suciedad, abandono, polución, superpoblación, consumismo..., la humanidad como fantasmas). Cinco años después, Reggio y Glass abordaron una segunda parte de la trilogía, visualmente menos insana y musicalmente muy completa: "Powaqqatsi (Life in Transformation)".

El minimalismo activo, mayoritariamente urbano, de "Koyaanisqatsi" (que Reggio utilizaba por momentos junto a la cámara rápida incrementando la sensación de caos y locura) deviene en "Powaqqatsi" en otro más global, rico, e igualmente seductor. Publicado por Elektra Nonesuch en 1988, Glass consigue en este trabajo impregnar de soberana magia la mayoría de las composiciones, sin necesidad de recurrir a la excesiva repetición, si bien no falta su inconfundible sello cíclico en ciertos fondos y melodías. Los demás, revestidos de músicas del mundo, desvelan intenciones propias que van más allá de la película en cuestión, en la que imágenes y música cumplen con su propósito de impresionar al espectador. Por ejemplo, el comienzo nos lleva hasta las minas de Serra Pelada, en Brasil, un lugar que Glass estudió convenientemente antes de empezar la filmación (y de viajar allí con el equipo de rodaje) gracias a un metraje anterior de Jacques Cousteau, llegando a componer la base de la posterior escena, que asimismo se usó durante el rodaje, en una curiosa inversión del proceso lógico: el resultado, "Serra pelada", es espectacular, de un vibrante dinamismo y esencia terrenal, aunque en un principio los responsables de la producción no parecieron entenderlo bien. Glass cuenta así cómo se involucró: "Intenté estar presente a lo largo de todo el proceso de elaboración de la película, lo que incluía exhaustivas visitas a las localizaciones así como muchas horas observando el proceso de edición. En general, mi estrategia consistió en apartarme lo más posible del papel 'habitual' reservado al compositor en el tradicional proceso de elaboración de una película, donde la música es considerada parte de la postproducción y uno de los últimos ingredientes que añadir antes de concluir el trabajo (...) Godfrey y yo íbamos a todas las localizaciones juntos, ya fueran en Sudamérica, África o donde fuera. Yo iba porque quería formar parte de la obra y él me animaba a hacerlo. El haber estado allí hizo que la música saliera de la manera en que lo hizo". Dividido en tres partes, "Anthem" es la columna vertebral de esta primera parte del film, cada una de ellas es una pequeña fiesta, inmersa en las costumbres de los pueblos a los que representa, recalcando la belleza de la vida humana. Los temas intermedios, mientras tanto, son algo más sobrios e intrigantes, buscando en ellos la pregunta continua (es el caso de "That Place" o "Mosque and Temple", ambos de armonías indias). Con "Video Dream" (con sus impersonales anuncios publicitarios) comienza la zona central de la grabación, compuesta por ésta y las tres excitantes partes de "New Cities in Ancient Lands" (China, Africa e India); el maravilloso estilo hipnótico de Glass está presente en estos momentos en los que la película se mueve por terrenos más críticos, ahondando en lo más mísero de la desigualdad de un mundo moderno en transformación, pero combinado con una gloriosa world music, donde destaca la sorprendente percusión de balafón en la parte africana, interpretado (al igual que la kora, el n'goni -ambos son mezcla de laúd y arpa-, el laúd o el violín) por el griot gambiano Foday Musa Suso, que comenzó aquí sus colaboraciones, en discos y en directo, con Philip Glass. "New Cities in Ancient Lands, China" posee un curioso trasfondo operístico (suena tal vez a Turandot, o alguna otra obra lírica plena de exotismo), a nadie le extrañaría que de repente un tenor interpretara un aria monumental. "The Unutterable" presenta una vigorosa tensión en el uso de las cuerdas, que va aumentando gracias al aporte de la percusión y los metales. Contrasta, escapando de la confusión con una brutal comparación, con el tramo final: la viveza rítmica, de carácter global y clímax desenfrenado, de "Caught!", la pureza (ya sin compases glassianos) de la kora de Musa Suso en "Mr. Suso" y la simple pero intensa demostración vocal de Shaikh Fathy Mady en "From Egypt", consiguiendo volver a apelar a la conciencia global y así 'conectar con el mundo'. Flautas, trompas, trompetas, tuba, saxofón, clarinete y fagot son los instrumentos que forman parte de la sección de viento y metal en la obra, mientras que entre las cuerdas hallamos violas, violines y violonchelo entre el repertorio clásico, y otros como kora, n'goni, laúd o tambura -instrumento indio de cuerda pulsada- entre los folclóricos y étnicos. Paulatinamente, la música de Glass se fue enriqueciendo orquestalmente, y a la vez -también por ello, para poder emular o utilizar esos sonidos- el ensemble fue sustituyendo los órganos eléctricos por sintetizadores, que alcanzaron gran importancia en "Powaqattsi". También se puede escuchar el exótico didgeridoo de un Jon Gibson que venía siendo habitual del Philip Glass Ensemble desde su origen, si bien en su faceta de intérprete de flauta, clarinete o saxo (que también toca en este disco). 

Godfrey Reggio no dudaba en expresar su admiración hacia Glass, calificándole como un compositor increíble, sensible y poderoso. Colaborando en un plano de total igualdad, su música se convertía en las palabras de este director cuyo afán por el documental sin voces puede tener su origen en los catorce años de ayuno, silencio y oración que pasó tratando de convertirse en monje de la orden católica de los Christian Brothers. Afortunadamente, las colaboraciones de ambos están recogidas convenientemente en discos compactos, y se pueden disfrutar prescindiendo del visionado, que es sin embargo más que aconsejable. La magia y grandeza de "Koyaanisqatsi" y "Powaqqatsi" (que el Philip Glass Ensemble interpretó en diferentes giras mundiales con proyecciones de las películas a sus espaldas) están fuera de toda duda, pero hay que recordar que Glass también construyó una excitante banda sonora para la tercera entrega de la saga, "Naqoyqatsi", así como para otra obra documental de Godfrey Reggio, "Anima Mundi". Hay que acabar aconsejando otro film, esta vez del australiano Peter Weir: "El show de Truman" recoge varias melodías soberbias de Philip Glass (que incluso aparece brevemente en la película), incluyendo el excelente "Anthem-Part 2" de "Powaqqatsi", que suena realmente emocionante y levemente turbador. Y es que Glass consiguió en los más de setenta minutos de "Powaqqatsi" una banda sonora bella, rotunda y de gran inteligencia.

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10.4.09

PHILIP GLASS: "The photographer"


Gracias a determinadas obras musicales podemos conocer anécdotas, curiosidades o hechos destacados de la historia. En concreto, la obra de Philip Glass "The photographer" se centra en un personaje poco conocido como Eadweard Muybridge, y concretamente en un hecho luctuoso de su existencia. Muybridge fue un fotógrafo británico que desarrolló una inventiva carrera en los Estados Unidos hasta el punto de considerarse precursor del cinematógrafo, por sus experimentos con el movimiento de los seres vivos, que llegó a reproducir en sus famosas series de fotografías. La portada de este trabajo de Philip Glass presenta una de estas series, perteneciente al proyecto "El caballo en movimiento": el experimento derivó de un enfrentamiento entre importantes magnatarios californianos, unos de los cuales defendían que en su galope, el caballo siempre apoyaba alguno de sus cascos en el suelo; Muybridge demostró con sus fotografías al caballo Occident que los que opinaban lo contrario estaban bien encaminados. La trama de esta obra viene completada sin embargo por otra circunstancia más pasional de la vida de Eadweard Muybridge, concretamente la infidelidad de su esposa, Flora, con el Coronel Larkyns. Tras encontrar ciertas cartas dirigidas por éste a su amante, Muybridge se presentó ante Larkyns donde estaba destinado y se dirigió a él con las palabras: "Buenas noches, Major, mi nombre es Muybridge y aquí está la respuesta a la carta que usted envió a mi esposa"; seguidamente mató a Larkyns de un disparo. La obra aquí reseñada de Philip Glass se inspira por igual en las técnicas fotográficas de Eadweard Muybridge como en este suceso y el consecuente juicio celebrado en San Francisco, del que acabó siendo absuelto.

Era necesaria esta interesante introducción, al tratarse "The photographer" de una obra no sólo musical sino además de teatro y danza, concebida por Philip Glass y el director holandés Rob Malasch, que fue representada por primera vez en el Royale Palace de Amsterdam en mayo de 1982, editándose en 1983 por parte de la compañía CBS en una versión recortada casi a la mitad respecto a lo representado en los escenarios. Candy Jernigan, esposa de Glass por aquel entonces, fue la encargada de diseñar la portada del álbum, basándose en los conocidos fotogramas del caballo en movimiento. Este drama musical consta de tres actos perfectamente diferenciados: el "Acto I" es una representación teatral sobre el adulterio y posterior asesinato y juicio, consistente según el propio Glass en tres piezas de música incidental, que en el disco vienen representadas únicamente por la interesantísima composición vocal "A gentleman's honor", una bella canción (su duración es muy adecuada a la radiodifusión, además) donde cuerdas y vientos se unen en un ritmo contínuo que otorga breves interludios para lucimiento de un sereno piano, y cuya letra representa parte de la transcripción del propio juicio. Esta pieza, que contó con su propio single y maxi-single (y una versión primeriza de título "Circles"), ha sido incluida en numerosos recopilatorios, no sólo de Philip Glass sino de todo tipo de músicas, especialmente en los años de fiebre de la 'new age', como la popular compilación española "Música sin fronteras". Un poco más adelante, el tercer corte del disco no es sino una versión instrumental de "A gentleman's honor". Mientras tanto, el "Acto II" se trata de una larga demostración de las cualidades de la música repetitiva del mejor Philip Glass, de características marcadamente hipnóticas, con el papel protagonista del violín del afamado violinista clásico americano Paul Zukofsky, que ya interpretara su preciado instrumento en la grabación de CBS de la ópera que dio a conocer a Glass, "Einstein on the beach". Impresiona la cadencia del mismo, así como los acompañamientos, en especial de trompetas, trombones y el coro. Esa música reiterativa casa perfectamente con los motivos fotográficos que también en su repetición recrean en nuestro cerebro un falso movimiento -de personas o del caballo Occident-, y este segundo acto constaba no sólo de la música sino de la proyección de secuencias y diapositivas de la obra de Muybridge en una pantalla al fondo del escenario. El "Acto III" presenta casi veinte minutos de música abstracta de similares intenciones al resto del trabajo, que acompañaba en la representación a una danza final que recuperaba a los personajes del primer acto, concluyendo así una obra apasionante, no sólo por la música ejecutada durante su puesta en escena y felizmente grabada en este disco -no hay que olvidarse de la conducción del siempre eficaz Michael Riesman-, sino además por permitirnos conocer una parte fundamental de la historia de la fotografía y el cinematógrafo, así como morbosos pero también importantes hechos adyacentes. Glass se encontraba en un momento de forma, compositivamente hablando, espectacular. Venía de publicar su exitoso "Glassworks", que le valió el reconocimiento crítico y popular, y las ventas sorpresivas de numerosos ejemplares, y ya había comenzado su flirteo con el cine por medio de la sorprendente "Koyaanisqatsi", así que "The photographer" no es sino la plasmación de la confianza y un capacitado exceso de maravilloso vanguardismo. 

Tal era el interés hacia la figura de Philip Glass y este tipo de música, que incluso "A gentleman's honor" tuvo su propio video-clip oficial (que utilizaba la versión instrumental de la composición, menos dramática que la vocal), representando en el mismo una versión actualizada en el tiempo de este drama, que profundizaba en el hecho de la infidelidad, el asesinato y el juicio, si bien presentaba también algunas de las más famosas animaciones de Muybridge, un fotógrafo adelantado a su tiempo. También Philip Glass se presentaba en esta época como un músico adelantado y atrevido, un artista influyente que en este trabajo dedicado a la interesante y practicamente desconocida figura de Eadweard Muybridge, se reivindicaba como arquitecto de otra realidad sonora, distinta, extraña, pero ante todo propia y auténtica, de características miméticas, una tela de pegajosa urdimbre que no deja indiferente, o se odia profundamente o se ama sin remedio.

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23.10.07

PHILIP GLASS:
"Glassworks"


Las nuevas formas de expresión de los minimalistas norteamericanos marcaron un antes y un después en la música de la segunda mitad del siglo XX. Entre ellos, si alguien se ha mantenido fiel a un estilo, a un sonido característico, a un minimalismo con entradas y salidas hacia géneros tan dispares como la ópera o la música para películas, ese es Philip Glass, admirado en mayor medida que la mayoría de sus contemporáneos pero aún ahora discutido -cada vez menos- por parte de la crítica por su huida del serialismo, su abrazo a las estructuras rítmicas indias y sus flirteos musicales con conocidos personajes del mundo del rock, pop y folk (David Bowie, Brian Eno y Paul Simon entre otros). Budista a pesar de sus orígenes judíos, Philip se considera un trabajador, su éxito se debe a horas de disciplina y a huir del coqueteo que otras estrellas mediáticas a las que frecuentó, como Warhol o Lou Reed, tenían con la vida nocturna y las drogas. Aunque en un principio no pudiera vivir de la música (tuvo que compaginar en los 70 su labor al frente del Philip Glass Ensemble con diversos trabajos de todo tipo -fontanero, empleado de mudanzas, taxista, etc- hasta que le llegó el reconocimiento que sin duda, y el tiempo le ha dado la razón, merecía), él siempre pensó que su obra tendría éxito, a pesar de que ni siquiera tras el estreno de su controvertida ópera "Einstein on the beach" pudo dejar de conducir el taxi para pagar las facturas. Ese optimismo vital se derivaba del hecho de poder seguir componiendo, innovando, y de que al menos alguien estuviera interesado en tocar sus obras y acudir a sus conciertos. 

"Glassworks" está inscrito en la obra de Philip Glass -junto a otro de sus grandes trabajos, "The photographer"- entre otras dos óperas, "Satyagraha" (aunque esta no fuera grabada hasta unos años después) y "Akhnaten", no muy lejos de aquella "Einstein on the beach" que le ayudó a esquivar la indiferencia del mundo musical. Publicado por CBS en 1982 (el mismo año que vio la luz otra obra vanguardista de la escena neoyorquina, el sensacional "Big science" de Laurie Anderson) y con los fieles Kurt Munkacsi y Michael Riesman en la producción y conducción de la orquesta (Glass solo compone, lo demás lo hace Riesman, su importancia es capital) respectivamente, "Glassworks" es uno de los trabajos de Glass que, manteniendo sus constantes y puntos fuertes (y tal vez débiles), son más asequibles para el público en general, de hecho fue una plausible toma de contacto con los temas de duraciones cortas y de fácil grabación y recuerdo -sin perder en absoluto su esencia-, pudiendo acercar al mismo las meritorias cadencias de este mítico compositor de Baltimore ("'Glassworks' tenía la intención de presentar mi música a una audiencia más general de la que había estado familiarizada hasta ese momento"). De hecho el álbum tuvo una excelente aceptación comercial. El ciclo y el proceso de adicción son los elementos básicos en la obra de Philip Glass, conformando una estructura rítmica altamente adictiva, que en ocasiones forma ciclos completos al volver al punto de partida. De este modo, las seis composiciones de esta obra sumen al oyente en un profundo trance del que sólo despierta de vez en cuando por el desconcierto provocado por el cambio rítmico entre unas y otras. Seguramente en un intento de llegar a un gran público al que pudiera resultar incómoda la faceta más repetitiva e incluso estrambótica del Glass más electrónico (no del creador de óperas o sinfonías, cuyo mercado es más limitado), su música se tranquiliza, se simplifica, pero en absoluto huye de su carácter cíclico que, aún con el tiempo y circunscrito en el desarrollo de películas de éxito, no pasa de moda en absoluto. El comienzo de piano, melodía sencilla y absorbente, nos introduce en un mundo privado, puramente neoyorquino, presa de esa mezcla de vitalidad y depresión que nos evoca la 'gran manzana': "Opening" es como esa bienvenida a su mundo, el que en "Floe" se vuelve caótico, chocante, esta vez sí, en el clásico estilo 'glassiano' donde la combinación de teclados y vientos (flautas, saxos y trompas), entrelazados convenientemente, configuran una atmósfera agobiantemente hermosa -violas y chelos se mantienen en un tercer plano-, un remolino minimalista muy estructurado y en definitiva algo confuso, pero eso si, admirable desde cualquier punto de vista. En "Island" se presenta una Manhattan más relajada y misteriosa, mecida por cadencias hindúes (más lenta y agradable al fondo, y los vientos dibujan sobre ella la melodía que a veces se torna principal, a veces secundaria, ya que ese mismo fondo puede nublar la razón en su reiterativo y atrayente compás). Ese doble juego se repite con mayor intensidad en la auténtica obra maestra del disco, de título "Façades", una de las más grandes creaciones de Philip Glass, prácticamente una oración en la que el fondo hipnotiza y los saxos embelesan como si fuéramos presa de un encantador de serpientes. Este prodigio de desarrollo hipnótico, que ha sido interpretado y reorquestado en numerosas ocasiones, es de una belleza embriagadora, y fue compuesto en primera instancia como parte de la banda sonora del film "Koyaanisqatsi", si bien al final se descartó su inclusión en esa extraña joya del séptimo arte. "Rubric" se hermana a "Floe" (como "Facades" podría unirse a "Island") en su rapidez de notas que suben y bajan eternamente como una montaña rusa, si bien es algo más difícil de escuchar. Aun así, suena tan limpio como el resto del disco, y curiosamente fue la pieza elegida como anticipo radiofónico por medio de un sencillo con una versión corta y otra larga del tema. Este gran exponente vivo del minimalismo americano cierra su trabajo más comercial con "Closing", que retoma la melodía de "Opening" pero no al piano en solitario -que también aparece en un plano destacado- sino electrificada, con el acompañamiento orquestal del resto del disco, manteniendo el clímax hasta el final de esta pequeña fiesta para los sentidos. El conjunto utilizado por Glass en esta obra se compone de piano, órganos eléctricos, sintetizadores, trompas, flautas, clarinetes, saxofones sopranos y tenor, y violas. Una grabación en directo de "Glassworks" (junto a "Music in similar motion") a cargo del conjunto de música contemporánea Signal, con los arreglos de Michael Riesman, fue puesta a la venta en 2011, casi 30 años después del original, por Orange Mountain Music. La fama, trascendencia, y por supuesto calidad musical de Philip Glass ha valido para que obras como "Façades" cuenten con multitud de versiones e interpretaciones tanto en vivo como plasmadas en CD, y en una gran diversidad de instrumentos, por parte de conjuntos como la London Chamber Orchestra, el Sentieri Selvaggi, Le Phenix, Cello Octet Conjunto Ibérico (conjunto de ocho chelos), la Lautten Compagney o la Piccola Accademia Degli Specchi, así como instrumentistas de saxo (Lara James) o de flauta (Massimo Mercelli, Ransom Wilson). Es sin embargo "Opening" -o en su defecto "Closing"- el corte más homenajeado del álbum, tal vez por su mayor facilidad estructural, al violín, guitarras, arpa, marimba, saxo y piano, o lógicamente al piano solo. Aparte, multitud de recopilatorios con la música original del Philip Glass Ensemble. Por último, en "Rework" (2012) se compilaron en un doble álbum un buen número de remixes de obras conocidas de Glass realizados por artistas actuales de renombre (Beck o Johann Johannsson incluidos), entre ellas cuatro de "Glassworks": "Opening" (Cornelius se mantiene bastante fiel al original), "Floe" (Memory tapes se arriesga con este tema, consigue un gran sonido, si bien yendo lejos de la realidad), "Rubric" (el neoyorquino Tyondai Braxton propone un planteamiento ruidoso y vanguardista del que sale muy bien parado) y "Island" (un etéreo tratamiento bastante acertado por parte del siempre interesante Peter Broderick). 

'Four american composers' son cuatro documentales para TV sobre John Cage, Philip Glass, Meredith Monk y Robert Ashley, dirigidos por Peter Greenaway en 1983 (cuando ya había rodado su conocido 'El contrato del dibujante'; en el dedicado a Glass suenan varios extractos de "Einstein on the beach" y "Glassworks". No es fácil imaginar a Philip Glass sin las cadencias ansiosas, abruptas y altamente adictivas que caracterizan sus partituras, y es que piezas de este trabajo como "Façades" o "Floe" provocan la irresistible tentación de seguirlas hasta el infinito. Prolífico y original, poco importa que muchas de sus composiciones sean tan parecidas entre sí, ya que siguen enganchando sin miramientos a un público fiel y a nuevas generaciones que, no sin cierta dificultad, acaban conociendo sus trabajos, especialmente a través del cine. La maravillosa inquietud provocada por canciones como "Façades" es difícil de olvidar y constituye sin duda una de las muestras más claras de maestría del siglo XX. Por tanto, y sobre todo desde que Sony Masterworks volvió a distribuir el disco a irresistible precio (aunque la estilizada y elegante tipografía de la cubierta original, con sus cristales bien dispuestos, fue sustituida por otra portada más oscura), sería un auténtico pecado no conocer una de las obras emblemáticas y fáciles de escuchar (y aún así atrevida y en cierta medida experimental, no en vano se trata de 'trabajos de Glass' -'trabajos de cristal', en la doble intención del título-) de este icono de la música contemporánea.

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